Archivo de la etiqueta: Octubre 1934

80 Ochobres.

Se cumplen 80 años de la Revolución de 1934.Este movimiento insurreccional estuvo alentado desde amplios sectores y por importantes dirigentes del PSOE y la UGT, como Largo Caballero o Indalecio Prieto y de forma desigual por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y el Partido Comunista de España (PCE).

Los principales focos de la rebelión se produjeron en Cataluña y en Asturias, (por lo que también se la conoce como Revolución de Asturias), y tuvo gran importancia en las cuencas mineras de Castilla y de León y en algunas ciudades y villas de la provincia de Valladolid.

Manifestación minera en Mieres en octubre de 1934

 

Tras las elecciones generales de 1933, los centristas del Partido Radical de Lerroux forman un gobierno monocolor minoritario apoyado por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por Gil Robles. En Octubre de 1934, la CEDA retira su confianza al gobierno radical y exige participar en el mismo, por lo que se incluyen tres ministros derechistas en el gabinete.Los obreros se alarman por esta decisión, pues están viendo cómo se ha abierto el camino al poder a los nazis en Alemania y a los fascistas en Italia, y no están dispuestos a que en España suceda lo mismo permitiendo la derechización de una república que tanto les ha costado conquistar.Además, los acontecimientos producidos en Austria en Febrero de 1934, cuando el canciller socialcristiano [el equivalente de la CEDA española] Dollfuss aplastó una rebelión socialista bombardeando los barrios obreros de Viena, fueron interpretados por los socialistas españoles como una advertencia de lo que podía esperarles en caso de que la CEDA llegara al gobierno.

 

La aparición de la violencia fascista de Falange Española, y la agresividad verbal de Gil Robles con continuas declaraciones contra la democracia y a favor del “concepto totalitario del Estado” y las demostraciones fascistas de las juventudes de la CEDA (las Juventudes de Acción Popular,JAP),  también influyeron en la radicalización socialista, optando por la vía insurreccional.Pero para que la vía insurreccional fuera «legítima», según los socialistas, debía mediar una «provocación reaccionaria», que enseguida relacionaron con la entrada de la CEDA en el gobierno.

Anteriormente a este hecho, se formó una Comisión Mixta presidida por Largo Caballero e integrada por dos representantes del PSOE, dos de la UGT y dos de las Juventudes Socialistas, cuya misión era organizar la huelga general revolucionaria y el movimiento insurreccional armado.Por otro lado los socialistas apoyaron la creación de Alianzas Obreras en las que se integraron pequeñas organizaciones proletarias, como Izquierda Comunista o el Bloque Obrero y Campesino, que eran las primeras que habían propuesto la idea de formar “alianzas antifascistas”.Sin embargo, tanto la CNT, que en un pleno de Regionales rechazó formar parte de la Alianza Obrera, como el PCE, que la había combatido con dureza, no formaron parte de esta «alianza por arriba».

La Comisión Mixta encargó a Indalecio Prieto la preparación militar del movimiento, con el avituallamiento de armas y la captación de la oficialidad en los cuarteles como principales cometidos.Pero la actividad de Prieto se saldó finalmente con un rotundo fracaso, pues ni consiguió atraer a la oficialidad del ejército a la insurrección, ni consiguió hacer llegar a los «comités revolucionarios» las armas adquiridas.Tres importantes depósitos de armas fueron descubiertos por la policía y a mediados de septiembre de 1934 la Guardia Civil impidió el desembarco en Asturias del alijo de armas que transportaba el buque Turquesa.

La ocasión para la insurrección se planteó a la vuelta de las vacaciones parlamentarias que finalizaban el 1 de octubre de 1934 cuando la CEDA hizo saber que retiraba su apoyo al gobierno de centro-derecha de Ricardo Samper y que exigía formar parte del gobierno. Alcalá Zamora encargó la resolución de la crisis al líder del Partido Republicano Radical Alejandro Lerroux que accedió a la demanda cedista y formó el nuevo gobierno el 4 de octubre con la inclusión de tres ministros de la CEDA. Ese mismo día la Comisión Mixta socialista convocó la huelga general revolucionaria que se iniciaría a las 0 horas del día 5 de octubre. La CNT, que recientemente había protagonizado la insurrección anarquista de diciembre de 1933, se abstuvo de apoyar la convocatoria, salvo en Asturias.

 

La huelga se prolongaría en Madrid durante los ocho días siguientes con un alto índice de participación, a pesar de que la CNT no la apoyó, pues, en la capital, la organización había sido prohibida y sus militantes perseguidos y vigiladas sus actividades, por lo que solo podía moverse en la clandestinidad. Los revolucionarios intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno, pero después de dos horas de intercambio de disparos, el gobierno dominó la situación y encarceló a los dirigentes socialistas que apoyaron la sublevación.

En Vizcaya y Guipúzcua los nacionalistas no apoyan la revolución, pero la UGT toma las cuencas mineras y las zonas industriales, manteniéndolas en su poder hasta el día 12, en que los obreros fueron vencidos por la intervención del Ejército.En Aragón, Extremadura y Andalucía no cuajó la revolución porque los campesinos estaban ya agotados por las recientes luchas y huelgas que se produjeron durante los meses de marzo, abril y junio.

Muy distinta fue la acogida de la Revolución en Cataluña.En Barcelona, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña presidido por Lluís Companys, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), proclama el Estado Catalán dentro de una República Federal Española, en la noche del 6 al 7 de octubre.Este hecho provocó la proclamación del estado de guerra y la intervención del ejército,  mandado por el general Domingo Batet, que dominó rápidamente la situación después de algunas luchas —en las que murieron unas cuarenta personas—, de la detención de Companys y de la huida de Dencás, quien marchó a Francia. La autonomía catalana fue suspendida por el Gobierno que también designó un Consell de la Generalitat con el que sustituyó la Generalitat de Catalunya y en el que participaron diferentes dirigentes de la Lliga Regionalista de Catalunya y el Partido Republicano Radical. También se detuvo a Azaña, quien se encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gabinete Jaume Carner.

 

Fue en Asturias donde, gracias a las heroicas y decididas acciones de los mineros, la Revolución del 34 alcanzó su cénit. Se trató de una auténtica insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de la izquierda asturiana, agrupada bajo las siglas UHP (Uníos Hermanos Proletarios, Uníos Hijos del Proletariado o Unión de Hermanos Proletarios. Las tres versiones aparecen en carteles y panfletos de la época) En esta Alianza Obrera se encuadraron la Federación Socialista Asturiana del PSOE, la UGT, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT, y las organizaciones trotskistas Bloque Obrero y Campesino (BOC) e Izquierda Comunista. Al Partido Comunista de España (PCE) que solicitó su ingreso en septiembre de 1934, no se le permitió la adhesión hasta que no retiró de su petición todos los puntos que hacían referencia a su antitrotskismo. Tanto socialistas como anarquistas fueron inflexibles en este extremo: ante todo, unidad de acción y nada de enfrentamientos intestinos.

Los mineros disponían de armas y dinamita y la revolución estaba muy bien organizada. En Oviedo se proclamó la República Socialista Asturiana y se atacaron lo puestos de la Guardia Civil, los ayuntamientos y otras instituciones de los poderes burgueses. A los tres días casi toda Asturias estaba en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo y desde el Gobierno se considera que la revuelta es una guerra civil en toda regla, por lo que Lerroux y Gil Robles deciden adoptar medidas enérgicas, entre las que destacan la de llamar a los generales Goded y Franco (que tenía ya experiencia por haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) para que dirijan el ataque contra los revolucionarios desde el Estado Mayor de Madrid. Estos recomiendan que se traigan tropas de la Legión y de los Regulares desde Marruecos, pues tienen experiencia en combates y, además, psicológicamente, infunden pánico entre los ciudadanos, pues estos mercenarios tienen permiso para asesinar, violar y saquear a la población sometida: victoria -por cualquier método- a cambio de botín. Tampoco se recomienda la participación de jóvenes reclutas peninsulares por la impredecible reacción del pueblo ante sus posibles muertes y, porque al fin y al cabo, eran hijos del proletariado. El general Eduardo López Ochoa, comandando las fuerzas militares gubernamentales, se dirigió a apoyar a las tropas sitiadas en Oviedo, y el coronel Juan Yagüe con sus legionarios y con apoyo de la aviación, inicia el asalto. La represión posterior fue muy dura.De entre las víctimas de las luchas callejeras, cabe destacar a Aida Lafuente, a la que posteriormente se la conoció como «La Libertaria» y también llamada «La Rosa Roja».

 

Poco antes de la entrada de las tropas en  Asturias, la aviación lanzó sobre Mieres el panfleto que sigue:

«Rebeldes de Asturias, rendíos. Es la única manera de salvar vuestras vidas: la rendición sin condiciones, la entrega de las armas antes de 24 horas. España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo a vuestra criminal locura. La Generalidad de Cataluña se rindió a las tropas españolas en la madrugada del domingio. Companys y sus hombres esperan en la cárcel el fallo de la Justicia. No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las víctimas de la revolución vencida y fracasada. El daño que os han hecho los bombardeos y las armas de las tropas no son más que un triste aviso del que recibiréis implacablemente si antes de ponerse el sol no habéis depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos contra vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón. ¡Rendíos al gobierno de España! ¡Viva la República!»

La resistencia revolucionaria fue heroica, llegando, en ocasiones, a la lucha casa por casa, pero infructuosa debido a la enorme diferencia de efectivos y medios.El día 19 todo había terminado y comenzaba la dura represión que se extendió por el pueblo asturiano.Se estima que, en los quince días de revolución, hubo en toda España entre 1500 y 2000 muertos (aunque algunos autores hablan de 1000 y hasta 4000) de los que unos 320 eran guardias civiles, soldados, guardias de asalto y carabineros; y unos 35 sacerdotes. La ciudad de Oviedo quedó prácticamente destruida y se estima que en toda España fueron detenidas y sometidas a juicio entre 15 000 y 30 000 personas por participar en la revolución. Los datos son difíciles de comprobar debido a la fuerte censura que se aplicó.

Durante el periodo que duró la insurreción, se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario en el barrio de El Llano de Gijón y  en la localidad minera de La Felguera, que llegó a denominarse «La Comuna de La Felguera».

En estos lugares «se procedió a regularizar la vida de acuerdo con los postulados anarquistas: socialización de la riqueza, abolición de la autoridad, del capitalismo y hasta del dinero. Para la organización del consumo se creó un Comité de Abastos, con delegados por calles establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el número de vecinos por cada calle y procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban…» (Manuel Villar en «El Anarquismo en la Insurrección de Asturias: la CNT y la FAI en octubre de 1934»)

Todas las decisiones se dejaron en manos de las asambleas populares y ningún servicio ni rama de producción dejó de funcionar en esta quincena revolucionaria: sanidad, fluido eléctrico, minas, talleres… en fin, toda una experiencia de autogestión que no volvería a repetirse hasta las colectividades libertarias durante la guerra civil.