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Ucrania en la encrucijada (XXVII)

Se cumplen dos años de la invasión rusa de Ucrania que ha constituido una escalada de la guerra ruso-ucraniana que comenzó tras los sucesos del Euromaidán en 2014. Durante este tiempo los ucranianos se han acostumbrado a vivir bajo la constante amenaza de bombardeos y por todas partes hay historias de lo que han perdido desde entonces. Kiev se adentra ahora en un tercer año de lucha difícil, con la moral más debilitada, tropas cansadas, incertidumbre sobre el apoyo occidental y reveses en el campo de batalla, donde Moscú tiene la ventaja y marca el ritmo de la guerra. La paz no se vislumbra por ningún lado.

Muchos ucranianos reciben este segundo aniversario con inquietud por lo que les deparará el futuro y por la posibilidad de quedarse solos. La prolongación de la guerra, aunque este no fuera el plan previsto en su inicio, puede suponer que se vea eclipsada por otros conflictos, como sucedió precisamente hace dos años, al inicio de la invasión, con la guerra civil yemení. Precisamente la guerra Israel-Gaza iniciada en Octubre pasado, que ha aumentado la tensión en Oriente próximo, con el apoyo militar y diplomático de Estados Unidos a Israel, ha supuesto que la ayuda estadounidense a Ucrania se vea frenada en el Congreso.

Las exhaustas tropas ucranianas desplegadas a lo largo del frente se quejan de la escasez de munición e intentan racionar el material. Ahora, Kiev se centra en atrincherarse para defenderse de los continuos ataques de Moscú, que intenta explotar la situación con varias ofensivas en marcha.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

c. Fascismos. III- Desarrollo y expansión en la Europa de entreguerras (II)

Para mantener el statu quo político en la cuenca del Danubio, evitando los posibles cambios territoriales en favor del Reino de Hungría e impedir la restauración de los Habsburgo en la república de Austria o Hungría, se creó entre 1920 y 1921 una alianza entre tres de los Estados favorecidos por el resultado de la Primera Guerra MundialChecoslovaquiaReino de Rumanía y el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. La alianza, conocida como la Pequeña Entente, reconocía la autoridad de la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra y enviaba regularmente a la misma los resultados de sus reuniones. Surgió con el acuerdo entre Checoslovaquia y Yugoslavia del 14 de agosto de 1920, que pretendía frustrar los deseos del último emperador austrohúngaro, Carlos I de restaurar la dinastía.​ El reino de Rumanía se unió a la liga el 23 de abril de 1921, pocos días después de fracasar en Hungría el primer intento de restauración de Carlos I, mediante un pacto con Checoslovaquia. El acuerdo equivalente con Yugoslavia se firmó algunas semanas más tarde, el 7 de junio.

El nacionalismo exacerbado, el militarismo, los liderazgos carismáticos, la agresividad expansiva o defensiva y las salidas políticas autoritarias o totalitarias, todas ellas características o componentes de lo que se suele definir como fascismo, fueron muy frecuentes en esta zona de Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Un factor añadido fue la vecindad de la Unión Soviética, que se veía como uno de los dos enemigos principales (el otro era la propia Alemania) entre los que la región estaba «emparedada». La democracia como régimen político era de implantación reciente, y las sucesivas crisis económicas la sometieron a fuertes tensiones, que hizo que en muchos países se optara por salidas autoritarias. Donde se mantuvo, como en Checoslovaquia, las fuerzas políticas y sociales se polarizaron entre las alternativas extremas. En gran medida, la democracia checoslovaca se mantuvo unida por el primer presidente del país, Tomáš Masaryk. Como el principal fundador de la república, Masaryk fue considerado el padre de la patria checoslovaca, respeto generalizado que le permitió mediar en complejos problemas políticos, como los generados con las minorías, sobre todo en Eslovaquia, como vimos en la anterior entrada.

A pesar de ser un reino, Hungría no tuvo rey, sino regente, el antiguo almirante austrohúngaro Miklós Horthy. Tras la derrota militar de la República Soviética Húngara a finales del verano de 1919, dado que los conservadores eran partidarios de restaurar en el trono húngaro al antiguo emperador mientras que el ejército y los radicales de derecha rechazaban la vuelta de los Habsburgo, se decidió la implantación temporal de una regencia en marzo de 1920. El régimen del regente Horthy se caracterizó por su carácter conservador, chovinistamente nacionalista y furibundamente anticomunista.​ La regencia se sostuvo sobre una alianza inestable de conservadores y ultraderechistas.

La política de entreguerras estuvo dominada en Hungría por la obsesión de la clase política por las pérdidas territoriales sufridas con el Tratado de Trianon, que dejaban fuera de las nuevas fronteras del reino a más de tres millones de magiares, mayoritarios en algunos territorios limítrofes. El revisionismo territorial no solo concentró las energías políticas de la nación, sino que también sirvió para justificar la falta de reformas internas. El sistema político era parlamentario, pero no democrático, sino autoritario.​Estaba dominado por la nobleza latifundista y el funcionariado, a menudo también de origen aristocrático. Tras un corto periodo expulsados del poder por las revoluciones de la posguerra, en 1919 lo retomaron, restaurando el sistema político y social anterior a la contienda mundial.​ La administración del país quedó en manos de los primeros ministros, principalmente de István Bethlen, figura central de la década de 1920. Durante esta época Hungría se convirtió en el primer país europeo en promulgar leyes que discriminaban a su población judía. Los trabajadores urbanos y campesinos, dos tercios de la población total, carecían de toda influencia en el gobierno de la nación.​ La neutralización de los socialistas hizo que la radicalización popular a finales de la década siguiente se encauzase a través del fascismo.

Miklós Horthy, regente de Hungría, en 1921.

Ucrania en la encrucijada (XXVI)

Este 21 de Noviembre se han cumplido 10 años del comienzo del Euromaidán, antecedente de la situación que se vive en la actualidad con la guerra ruso-ucraniana. Aunque el conflicto, como siempre ocurre cuando se solapan varios conflictos, ha sido relevado de la actualidad por la guerra Israel-Gaza iniciada el pasado 7 de Octubre, se mantiene en un estado estacionario, sigue siendo un foco de preocupación en el panorama internacional. Y para entender un poco mejor porqué se ha producido, seguimos con esta serie de entradas en este blog.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

c. Fascismos. III- Desarrollo y expansión en la Europa de entreguerras (I).

Como vimos en la entrada anterior, el establecimiento de la dictadura fascista  en Italia, condicionó las políticas de los gobiernos de la Europa de entreguerras. Políticamente, este periodo se vio caracterizado por la crisis de las democracias liberales y el ascenso de los regímenes autoritarios. La postguerra de la Primera Guerra Mundial vio un cambio político, cultural, económico y social drástico en Europa, Asia, África e incluso en áreas fuera de las que estaban directamente involucradas. Cuatro imperios se derrumbaron debido a la guerra, se abolieron países antiguos, se formaron nuevos, se volvieron a trazar los límites, se establecieron organizaciones internacionales y muchas ideologías nuevas y antiguas se afianzaron en las mentes de las personas.

Económicamente los efectos de la Primera Guerra Mundial supusieron grandes impactos que marcan el final de una época (hegemonía indiscutible de Europa), y el inicio de una transición hacia un nuevo orden mundial. La crisis de posguerra de la I Guerra Mundial golpeó a gran parte del mundo, ya que al terminar la guerra la economía mundial comenzó a declinar. También influyó la pandemia de gripe de 1918, ya que en solo un año acabó con la vida de entre 20 y 40 millones de personas. En muchos países se empezó a utilizar dinero fiduciario, es decir, sin más tipo de respaldo que la confianza. La falta de conocimientos sobre este sistema monetario, así como la facilidad con la que era posible producir más moneda para el Estado, llevaron a las grandes hiperinflaciones de los años veinte, principalmente en Alemania y Austria.

Montones de billetes sin valor en Alemania en 1924.

En plena Primera Guerra Mundial, una ley del 5 de noviembre de 1916, emitida por el Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro había creado la Regencia de Polonia. El proyecto de ambas potencias era utilizar el antiguo territorio del Imperio ruso del Vístula comúnmente llamado Zarato de Polonia o «Territorios del Vístula», para fundar un Estado Polaco sobre las zonas que las tropas alemanas habían arrebatado al Imperio ruso durante sus campañas bélicas, y que correspondían a una gran parte del Zarato de Polonia, gobernada por la administración militar alemana conocida como Ober-Ost. Las fronteras del nuevo Estado polaco no estaban definidas en 1916 pero estaba claro que funcionaría como un Estado títere del Imperio alemán. La propuesta nunca ganó mucho apoyo en Alemania y el objetivo real era tener un ejército de soldados polacos que lucharan por las Potencias Centrales.

Tras el Tratado de Brest-Litovsk entre los Imperios Centrales y la República Popular Ucraniana el 9 de febrero de 1918, por el que se reconocía la independencia de la República Popular Ucraniana, y en el que se comprometieron a ayudar a la Rada Central Ucraniana a liberar el territorio de la República Popular de Ucrania de los bolcheviques, realizando la operación Faustschlag, una ofensiva que obligó a la firma posterior del Tratado de Brest-Litovsk por la Rusia Soviética; la administración militar del Ober-Ost volvió a ganar poder y autoridad, pues la paz con Rusia eliminaba un motivo principal de los alemanes para crear un estado títere en Polonia, debilitando el proyecto del «Reino Polaco». En el tratado, Rusia renunciaba a FinlandiaPoloniaEstoniaLivoniaCurlandiaLituaniaUcrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Con la entrada en vigor del tratado, se llevó a cabo la ocupación austro-alemana de Ucrania. Si bien la República Soviética de Donetsk-Krivói Rog no se consideraba sujeta al tratado, ya que no se definían como parte de Ucrania. En cambio, el mando austro-alemán no lo consideraba así, tomando como las fronteras de Ucrania lo recogido en la III y IV Proclama Universal de la Rada Central Ucraniana,​ el ejército austro-alemán inició las acciones militares.Con el apoyo directo del mando alemán, el 29 de abril de 1918 se llevó a cabo un golpe de Estado, cuyo resultado fue la destitución de la Rada Central de Ucrania y la proclamación del Estado de Ucrania o II Hetmanato.

Tropas alemanas en Kiev, 1918.

El poder político del Hetmanato, tutelado por las potencias ocupantes, quedó concentrado en el hetman Pavló Skoropadski, que gozó de poderes dictatoriales. Las clases sociales más favorecidas, entre las que se contaban los terratenientes, los empresarios, los campesinos más acomodados, los industriales y los altos funcionarios, perdieron la confianza en la Rada Central debido a que se había demostrado incapaz de imponer el orden y poner fin a la condición caótica en que se encontraba Ucrania en la primavera de 1918. Igualmente dejaron de confiar el Imperio alemán y el austrohúngaro, cuyo principal interés residía en la obtención de alimentos que la Rada se mostró incapaz de entregar en las cantidades esperadas.

En la práctica, el Hetmanato era un Estado satélite de Alemania, que sirvió para la explotación parcial de los recursos agrícolas ucranianos en beneficio de los Imperios Centrales. Las requisiciones del nuevo gobierno y de sus aliados soliviantaron a los campesinos y produjeron amplias revueltas entre la primavera y el verano, y les privaron temporalmente del control de regiones enteras. Incapaz de satisfacer las ansias populares de reformas socioeconómicas y las nacionalistas de la intelectualidad, Skoropadski impuso la vuelta al orden prerrevolucionario. Entre sus colaboradores se encontraba Dmitro Dontsov, ideólogo del nacionalismo integral ucraniano, como jefe de la Agencia Telegráfica Ucraniana (UTA). Dontsov, junto con Lypinsky y Shemet, fue miembro de la dirección del Partido de los Agricultores-Demócratas. Al hacerse efectivo el armisticio de Alemania con la Triple Entente, y tras estallar la Revolución de Noviembre en suelo alemán, los soldados germanos se desmovilizaron para volver a sus casas y en diciembre de 1918 Skoropadski fue derrocado, instaurándose el Directorio de Ucrania.

Con la disolución de Austria-Hungría, quedó indefinido el futuro político de Rutenia, que desde la Edad Media había formado parte del Reino de Hungría. Diversas juntas surgidas en el periodo inmediato a la disolución del Estado abogaron por diferentes soluciones: el mantenimiento en Hungría como región autónoma, la integración en Rusia, UcraniaChecoslovaquia o la independencia. El 7 de enero de 1919, un grupo de soldados rutenos desmovilizados expulsaron a la guarnición magiar de la localidad oriental de Yasinia. El grupo ocupó también temporalmente el vecino Sighetu Marmației hasta que lo expulsó el ejército rumano. Dada la imposibilidad de unirse a Ucrania, la opción preferida por los dirigentes políticos locales, se proclamó la República hutsul el 5 de febrero. El 11 de junio, el ejército rumano invadió el territorio y puso fin a la república.

El 18 de octubre de 1918, los diputados ucranianos de las Cortes austrohúngaras y de las Dietas provinciales y representantes de los principales partidos ucranianos junto con algunos dirigentes religiosos crearon el Consejo Nacional Ucraniano en LeópolisYevguén Petrushévich fue elegido presidente. El consejo proclamó la creación de una unidad territorial ucraniana dentro​ del Imperio austrohúngaro y comenzó a negociar con el gobierno imperial de Viena.​ La noche del 31 de octubre, sin embargo, un grupo de militares ucranianos tomó el control de Leópolis. Al día siguiente, 1 de noviembre, el consejo proclamó la República Popular de Ucrania Occidental. La república reclamó para sí la soberanía de la antigua Galitzia austrohúngara al este del río San además de la región lemko, el norte de la Rutenia subcarpática y el de Bucovina, zonas todas ellas con población de lengua ucraniana

El Consejo de Regencia de la Regencia de Polonia cedió todas las responsabilidades a los independentistas polacos, dirigidos por Józef Piłsudski, tras el armisticio de Alemania con la Triple Entente. Tres días después, el 14 de noviembre de 1918, Piłsudski también asumió el poder civil, y tanto el Consejo de Regencia como el Gobierno Popular Provisional de la República de Polonia se disolvieron, entregando el poder a Piłsudski, que pronto sería el Jefe de Estado Provisional. Esta transferencia de poder significó el establecimiento de la Segunda República Polaca. Una insurrección militar de polacos en el Gran Ducado de Posen, conocida como la sublevación de Gran Polonia, se aseguró de que la mayor parte de la región se convirtiese en parte del reciente Estado polaco independiente, formando la mayor parte del voivodato de Poznań. El norte y algunas partes occidentales de la Gran Polonia permanecieron en Alemania, donde formaron la mayor parte de la provincia de Posen-Prusia Occidental, cuya capital fue Schneidemühl (Piła).

Poco después de proclamarse la independencia de la República Popular de Ucrania Occidental se produjo un levantamiento popular en la ciudad de Leópolis, mayoritariamente polaca, ya que Polonia reclamaba la soberanía de toda Galitzia y la mayoría de la población urbana de la región era efectivamente polaca. Pocas semanas después, la insurrección polaca de Leópolis recibió apoyo de Polonia. La noche del 21 de noviembre, los insurrectos polacos expulsaron de la ciudad a las tropas ucranianas.​ El conflicto se convirtió en la guerra polaco-ucraniana. El gobierno ucraniano se trasladó primero a Ternópil y luego a Stanislav. Ya el 10 de noviembre, se empezó a plantear la unión con la República Popular Ucraniana. Los planes se aprobaron el 3 de enero de 1919 y se envió una delegación a Kiev.​ La República Popular de Ucrania Occidental se unió​ a la República Popular Ucraniana el 22 de enero de 1919. La unión de ambas repúblicas ucranianas se produjo exactamente al año de la aprobación de la Cuarta Proclama Universal por la Rada Central Ucraniana que declaraba la independencia total de la República Popular Ucraniana.

Ceremonia de unificación de la República Popular de Ucrania Occidental con la República Popular de Ucrania el 22 de enero de 1919, en Kiev.

Aunque las tropas ucranianas lanzaron una contraofensiva en febrero de 1919 y consiguieron cercar Leópolis, la llegada de tropas regulares polacas decidió la suerte de la campaña. Como consecuencia de la guerra polaco-ucraniana, Polonia tomó la mayor parte del territorio de la República Popular de Ucrania Occidental ya en julio de 1919. En julio, se alcanzó un alto el fuego entre las tropas polacas y las del Directorio de Ucrania, pero la situación política era compleja al mantenerse los dos gobiernos ucranianos separados.

Refugiadas en el oeste del país, las fuerzas del Directorio lograron recuperar terreno temporalmente durante el verano e incluso retomar efímeramente Kiev gracias al avance del Ejército de Voluntarios, que expulsó a los bolcheviques del territorio de la renacida República Socialista Soviética de UcraniaSimon Petliura, que se había hecho progresivamente con el poder en el territorio controlado por el Directorio, formó paulatinamente un régimen esencialmente reaccionario, que apartó a los dirigentes más progresistas y reprimió a los sindicatos, los medios de comunicación y, principalmente, a la comunidad judía. En su nuevo avance al este, Petliura alcanzó la capital ucraniana el 31 de agosto. Sin embargo Antón Denikin, comandante del Ejército de Voluntarios, expulsó a las tropas del Directorio al día siguiente y se hizo con el control de la ciudad. El nacionalismo ruso de Denikin resultó incompatible con el nacionalismo ucraniano de Petliura.​ Así, tras fallidos intentos de conciliación, el 24 de septiembre el Directorio declaró la guerra a Denikin. Las fuerzas de este llegaron a alcanzar Cherníhiv el 12 de octubre. A pesar de la extensión de su dominio a gran parte de Ucrania, la represión del campesinado, la devolución de las haciendas a los terratenientes, la prohibición del ucraniano, la persecución de la intelectualidad ucraniana y los pogromos, causaron el rechazo de gran parte de la población hacia el Ejército de Voluntarios.​ El 1 de septiembre y obligado por la situación, Petliura firmó el Tratado de Varsovia con Piłsudski.

El general polaco Antoni Listovsky (izda.) y Simon Petliura (dcha.) tras la firma del tratado.

Desde marzo de 1919 el Ejército Revolucionario Insurreccional de Ucrania, conocido como Ejército Negro, combatió al Ejército Blanco de Antón Denikin. Los anarquistas se dedicaron a cortar las líneas de suministros de los contrarrevolucionarios a medida que estos avanzaban al norte, alejándose de sus bases en las costas septentrionales del mar Negro. Así, atacando en la retaguardia de los blancos, les dejan sin equipos, víveres y municiones y los obligan a distraer tropas. Además de los negros, los contrarrevolucionarios padecían el acoso de partisanos nacionalistas ucranianos, debiendo distraer hasta 10.000 hombres para defender sus bases y líneas de suministros en el momento decisivo.​ Por otra parte, su frente era tan amplio y estaban tan dispersos que fueron fáciles víctimas del posterior contraataque del Ejército Rojo.

El avance del Ejército Negro trajo consigo la recuperación del Territorio libre o Makhnovshchina, en el cual se implementó un sistema de comunismo libertario en todo el territorio con todas las empresas transferidas directamente al control de los trabajadores. Tras la derrota de Denikin el Ejército Negro, bajo la dirección de Néstor Majnó, controlaba todo el sudeste de Ucrania. Desde el río Don hasta el Dniéster y desde Ekaterinoslav hasta el mar de Azov. En octubre los mandos bolcheviques les ordenaron combatir en la guerra Polaco-Soviética, a lo que los anarquistas se negaron. Esto desencadenó una guerra abierta entre anarquistas y bolcheviques.

Grupo de Combate del Ejército Negro.

La guerra polaco-soviética comenzó casi por accidente. Tras la ocupación alemana, los nacionalistas bielorrusos proclamaron la creación de la República Popular Bielorrusa el 23 de marzo de 1918, como parte del plan alemán Mitteleuropa. La derrota alemana en noviembre de 1918 anuló el Tratado de Brest-Litovsk, y el Ejército rojo se adentró en el territorio para establecer la República Socialista Soviética Bielorrusa en enero de 1919. Un mes después, los bolcheviques dividieron el territorio entre la RSFS de Rusia y la República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa, fusión de la República Socialista Soviética Bielorrusa y la República Socialista Soviética de Lituania, efímera república soviética proclamada al ocupar Vilna a la República de Lituania.

En noviembre de 1918 el Sóviet Militar Revolucionario envió órdenes al Ejército del Oeste del Ejército Rojo para asegurar todo el territorio posible con los pocos recursos disponibles en ese frente, con el objeto de unirse a la Revolución alemana; sin embargo, como la operación fue denominada ‘Objetivo Vístula‘ esto causó mucha preocupación entre los polacos. El gobierno polaco de Piłsudski preveía formar la «Federación de Międzymorze» que englobase el resto de los Estados de la Europa centro-oriental, como un baluarte contra la aparición potencial del imperialismo soviético.  La nueva unión habría tenido fronteras similares a las de la República de las Dos Naciones. Con este fin, las fuerzas polacas aseguraron los extensos territorios en el este. No obstante, al plan de la federación de Piłsudski se opuso otro influyente político polaco, Roman Dmowski, cofundador del Partido Nacional Democrático, que favoreció la idea de crear un «Estado Polaco» unitario y centralista.

En esas circunstancias, en diciembre el gobierno polaco ordenó a sus tropas tomar la ciudad de Vilna y creó una Comisión Interina para administrar el distrito de Lituania Central. Los choques comenzaron cuando unidades militares polacas organizadas en Vilna se enfrentaron con fuerzas de la República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa. Finalmente, las fuerzas soviéticas (mejor organizadas) acabaron con la mayoría de la resistencia y empujaron a las restantes fuerzas polacas hacia el oeste. Al mismo tiempo, más y más unidades polacas de autodefensa se dispersaban a través de la Bielorrusia occidental y Lituania. El recién organizado Ejército Polaco comenzó a enviar las primeras de sus unidades al este para asistir a las fuerzas de autodefensa, mientras que los rusos trasladaban sus propias unidades al oeste. En la primavera de 1919, el Ejército Rojo estaba metido de lleno en la guerra civil, de manera que pocos efectivos fueron enviados al oeste. A finales de febrero el avance soviético se había detenido. Ambos bandos estaban también combatiendo contra los ucranianos, y las revueltas estaban creciendo en los territorios de los Países Bálticos.

A principios de marzo de 1919, unidades polacas lanzaron una ofensiva cruzando el río Niemen, tomaron Pinsk y alcanzaron las afueras de Lida. Ambos contendientes empezaron a avanzar al mismo tiempo en abril, desembocando en un aumento del número de tropas en la zona. El Ejército Rojo, incapaz de alcanzar sus objetivos y encarando poderosas ofensivas del Ejército Blanco, se retiró de sus posiciones y fue reorganizado. Las fuerzas polacas expulsaron al gobierno de la República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa de su capital, Vilna, el 19 de abril. El 8 de agosto ocuparon Minsk. Para el 2 de octubre, habían alcanzado el río Daugava y asegurado la región desde el Desná hasta Daugavpils.

Los soldados polacos entran en 
Daugavpils, enero de 1920.

En marzo de 1919 había tenido lugar el I Congreso de la III Internacional, con el proyecto de romper definitivamente con los elementos reformistas que, a juicio de los sectores revolucionarios socialistas, habían «traicionado a la clase trabajadora» y provocado la «bancarrota moral» de la Segunda Internacional. La debilidad de los partidos socialistas tras el fin de la guerra en 1918, y el hecho de que los bolcheviques rusos ya hubieran empezado su propia revolución de modo exitoso causó que se eligiera Petrogrado como su primera sede. En este congreso se abordó la «democracia burguesa y la dictadura del proletariado» y la necesidad de difundir el sistema de soviets

Es así como a comienzos de 1920, las fuerzas soviéticas habían conseguido bastantes triunfos contra los ejércitos Blancos.​ El frente polaco se convirtió en su teatro de operaciones más importante, y la mayoría de los recursos y fuerzas soviéticas fueron desviados hacia él. Los comandantes soviéticos de la inminente ofensiva del Ejército Rojo incluían a Mijaíl Tujachevski (nuevo comandante del frente Occidental), a León Trotsky, a Iósif Stalin y al fundador de la policía secreta ChekaFélix Dzerzhinski. El alto mando soviético planeó una nueva ofensiva para finales de abril o mayo. La inteligencia militar polaca estaba advertida de que los soviéticos se estaban preparando para una nueva ofensiva, y el alto mando polaco se decidió a lanzar la suya propia antes de que lo hicieran sus oponentes. El plan para la Ofensiva de Kiev era destrozar al Ejército Rojo en el flanco sur polaco e instalar un gobierno amistoso para con los polacos en Ucrania.

1er regimiento de tanques polaco.

El 24 de abril, Polonia comenzó su principal ofensiva.  Los 65 000 soldados polacos fueron apoyados por 15 000 ucranianos, sin embargo muchos ucranianos eran tan antipolacos como antirrusos,​ y obstaculizaron el avance polaco, por lo que muchos ucranianos también lucharon activamente contra la invasión polaca en formaciones ucranianas del Ejército Rojo. Las fuerzas combinadas polaco-ucranianas entraron en una Kiev evacuada el 7 de mayo, encontrando solo una resistencia aislada. El 24 de mayo de 1920, las fuerzas polacas en el sur entablaron combate por primera vez con el famoso Primer Ejército de Caballería ruso (Konarmia) de Semión Budionni, que rompió el frente polaco-ucraniano el 5 de junio. El 10 de junio, los ejércitos polacos se encontraban en retirada a lo largo de todo el frente. El 13 de junio, el ejército polaco, junto con las tropas ucranianas abandonaban Kiev al Ejército Rojo.

Mijaíl Tujachevski lanzó su ofensiva el 4 de julio, a lo largo del eje SmolenskBrest-Litovsk, cruzando los ríos AutaBerézina. La superioridad numérica rusa probó ser decisiva y para el 7 de julio las fuerzas polacas estaban en completa retirada a lo largo de todo el frente. No obstante, fracasó el plan de Tujachevski de romper el frente y empujar a los defensores hasta los pantanos de Pinsk. La resistencia polaca se formó de nuevo sobre la base de una línea de «trincheras alemanas», una sólida línea de fortificaciones de campaña de la Primera Guerra Mundial, que presentaba una oportunidad de frenar la ofensiva rusa. Sin embargo, las tropas polacas eran numéricamente insuficientes. Las fuerzas soviéticas eligieron una parte débilmente defendida del frente y penetraron por ella. A principios de julio, les resultaba evidente a los polacos que los objetivos rusos no se limitaban a empujar la frontera al oeste. La independencia de Polonia estaba en juego.

Soldados polacos entran en Kiev el 7-5-1920.

Tras la ocupación de Galitzia por el Ejército Rojo, se proclamó la República Soviética Socialista de Galitzia, cuya capital era Ternópil. Tras cruzar el río Narew el 2 de agosto, el Frente Noroeste ruso estaba solo a unos cien kilómetros de Varsovia.​ La fortaleza de Brest-Litovsk, que iba a ser el cuartel general de la planeada contraofensiva polaca, cayó en manos del Ejército rojo al primer ataque. El Frente Suroeste ruso había desalojado a las fuerzas polacas de Ucrania y se acercaba a ZamośćLeópolis. Leópolis fue pronto asediada, y cinco ejércitos rusos se aproximaban a Varsovia. Mientras tanto, los políticos polacos clamaban por asegurar una paz con Moscú bajo cualquier condición, pero los soviéticos rehusaron. Tras la captura soviética de Brest, la ofensiva polaca en el sur fue detenida, y todas las fuerzas disponibles fueron desplazadas al norte para tomar parte en la inminente batalla por Varsovia.

Con la situación volviéndose contra Polonia, el poder político de Piłsudski se debilitó y el gobierno de Leopold Skulski dimitió a principios de junio. El Comité Revolucionario Polaco Provisional se había formado el 28 de julio en Białystok para organizar la administración de los territorios polacos capturados por el Ejército Rojo, pero tenía muy poco apoyo de la población polaca. La opinión pública occidental era fuertemente prosoviética y los aliados de Polonia eran escasos. Francia envió cuatrocientos consejeros militares para apoyar a Polonia en 1919, mayormente oficiales franceses aunque también incluía unos pocos consejeros británicos al mando del teniente general Sir Adrian Carton De Wiart. Adicionalmente a los consejeros, Francia también facilitó el tránsito a Polonia desde Francia del «Ejército Azul» en 1919: tropas mayoritariamente de origen polaco, junto a algunos voluntarios internacionales, antiguamente bajo mando francés en la Primera Guerra Mundial. Hungría se ofreció a enviar un cuerpo de caballería de 30 000 hombres como ayuda a Polonia, pero el gobierno checoeslovaco se negó a permitirles el paso; algunos trenes con suministros militares de Hungría llegaron, sin embargo, a Polonia.

El general Józef Haller (tocando la bandera) y su Ejército Azul.

A mediados de 1920, la misión aliada aumentó con algunos consejeros, convirtiéndose en la Misión Interaliada a Polonia. Los nuevos miembros de la misión sirvieron de poco; de hecho, la crucial Batalla de Varsovia se luchó y ganó por la parte polaca antes de que la misión pudiese retornar y hacer su informe. La falta de cooperación entre los comandantes soviéticos del alto mando sería un factor decisivo en la derrota que sufrieron. El comandante en jefe soviético, Mijaíl Tujachevski, estaba seguro de que todo estaba yendo de acuerdo a su plan. Sin embargo, la inteligencia militar polaca había descifrado los mensajes de radio del Ejército Rojo, y Tujachevski estaba yendo directamente hacia una trampa tendida por Piłsudski y su jefe de Estado Mayor Tadeusz Rozwadowski.

El 10 de agosto de 1920, las unidades cosacas rusas cruzaron el río Vístula con el objetivo de apoderarse de Varsovia desde el oeste, mientras que el ataque principal venía del este. El 13 de agosto, un primer ataque ruso fue rechazado. El 5.º Ejército polaco contraatacó el 14 de agosto desde el área de la fortaleza de Modlin, cruzando el río Wkra. En un día, el avance soviético hacia Varsovia y Modlin había sido frenado y pronto se convirtió en una retirada. El 5.º Ejército polaco empujó a las exhaustas formaciones soviéticas lejos de Varsovia en una operación relámpago. Para el 16 de agosto, la contraofensiva polaca se había completado con la unión del «Ejército de Reserva» del mariscal Piłsudski. Los polacos continuaron su ofensiva hacia el norte y alcanzaron la retaguardia de las fuerzas de Tujachevski, la mayoría de las cuales estaban cercadas para el 18 de agosto. La derrota del Ejército Rojo fue tan grande e inesperada que, a instigación de los detractores de Piłsudski, la batalla de Varsovia es a menudo referida como el «Milagro en el Vístula».

Fuerzas polacas en una posición defensiva cercana a Miłosna, a poca distancia de Varsovia.

Inmediatamente después de la batalla de Varsovia, los soviéticos solicitaron una paz y los polacos, exhaustos, estaban favorables a negociar. Después de las negociaciones de paz, Polonia no conservó todos los territorios que había llegado a controlar al finalizar las hostilidades. A causa de sus pérdidas durante y después de la batalla de Varsovia, los soviéticos ofrecieron a los polacos la concesión pacífica de grandes territorios en las áreas fronterizas disputadas, quedando la frontera muy similar a como era antes de la primera partición de 1772. Los polacos habían agotado sus recursos, y la opinión pública se oponía a la prolongación de la guerra. Por su parte, el gobierno también estaba presionado por la Sociedad de Naciones, y las negociaciones eran controladas por los Demócratas Nacionales de Dmowski. 

Los Demócratas Nacionales solo deseaban aquellos territorios que consideraban «étnica o históricamente polacos» o posibles de polonizar. Esto les permitió a los soviéticos recuperar ciertos territorios. La Paz de Riga fue firmada el 18 de marzo de 1921, dividiendo los territorios disputados en Bielorrusia y Ucrania entre Polonia y Rusia. El tratado violaba los términos de la alianza militar entre Polonia y Ucrania, que explícitamente prohibía una paz por separado. Los aliados ucranianos de Polonia se vieron súbitamente internados por las autoridades polacas.​ El internamiento empeoró las relaciones entre Polonia y su minoría ucraniana: aquellos que apoyaban a Petliura sintieron que Ucrania había sido traicionada por su aliado polaco, un sentimiento que se hizo más fuerte a causa de las políticas de asimilación de la Polonia nacionalista de entreguerras frente a sus minorías. En gran parte, esto inspiró las tensiones cada vez mayores y la violencia contra polacos posterior. Como resultado, Ucrania queda dividida entre la República Socialista Soviética de Ucrania, la Segunda República Polaca (Galitzia occidental y parte de Volinia), la Rutenia Carpática -territorio habitado por ucranianos, encuadrados en Checoslovaquia– y la Bucovina en Rumanía.

Límites al final de la guerra.

A finales de junio de 1919 el Movimiento Blanco se había hecho con el control de toda la península de Crimea, que quedó bajo la administración de los sucesivos gobiernos militares impuestos. Hasta finales de 1919 funcionó la denominada Comandancia General de las Fuerzas Armadas de Rusia del Sur, bajo el liderato de Antón Denikin. Su Consejo, que se reunía en Rostov y tenía carácter consultivo, estaba presidido por el General Aleksandr Lukomsky. Contaba entre sus miembros con Nikolái Astrov, exalcalde de Moscú y Sergéi Sazónov, ex Ministro de Relaciones Exteriores del Imperio Ruso. El 30 de diciembre de 1919 Denikin suprimió la Comandancia General y la reemplazó por el Gobierno del Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas de Rusia del Sur, con Lukomsky al frente.

En marzo de 1920 la anterior administración fue substituida por el Gobierno del Sur de Rusia, cuyo centro administrativo se situó en Novorossiysk. Este nuevo gobierno supuso un importante cambio de estrategia por parte de Denikin. En un intento de democratizar su administración, rebajó su cuota de poder y dio mayor protagonismo en el gabinete a cosacos y ciudadanos locales, en detrimento de los políticos de Petrogrado y Moscú. Mélnikov, un cosaco del Don socialista, fue nombrado primer ministro, mientras que Nikolái Chaikovski figuraba como ministro sin cartera. En el campo militar, sucesivas derrotas durante marzo de 1920 obligaron a las tropas de Denikin a retirarse del Don y del Kubán y replegarse hacia Crimea. La huida resultó caótica, especialmente en la evacuación de Novorossiysk. Este descalabro forzó a Dénikin a ceder el mando de las tropas al barón Piotr Wrangel. El Gobierno del Sur de Rusia se disolvió el 30 de marzo de 1920 en Teodosia.

El general Wrangel estableció un nuevo gobierno para los territorios todavía controlados por el Movimiento Blanco, que habían quedado reducidos a la península de Crimea y una parte continental, entre el Río Dniéper, el Mar Negro y el Mar de Azov, un territorio similiar al de la antigua provincia rusa de Táurida. Esta administración, con sede en Sebastopol, tomó oficialmente el nombre de Gobierno de Rusia del Sur el 5 de abril de 1920, siendo reconocida por Francia como gobierno de facto de Rusia. Wrangel, como comandante jefe (pravítel), formó un gobierno civil, con Aleksandr Krivoshéin como presidente del Consejo de Ministros y Piotr Struve como ministro de asuntos exteriores. A diferencia de su predecesor, Wrangel dio mayor relevancia a la política y, en un intento de ganarse el apoyo de la población crimea, impulsó varias reformas agrarias en favor de los campesinos.

Militarmente, Wrangel logró recomponer las tropas de Denikin y hacerse fuerte en la península de Crimea, pero sus intentos de avanzar hacia el norte fracasaron, a pesar de éxitos puntuales. En octubre de 1920 el Ejército Rojo, en alianza con el Ejército Negro, desató una ofensiva que aplastó a las fuerzas de Wrangel al norte continental de la península, forzando al Ejército Blanco a atrincherarse en Crimea. Finalmente, el 11 de noviembre los soviéticos lograron quebrar las defensas del istmo de Perekop y penetrar en Crimea. Paralelamente, entre el 13 y el 16 de noviembre, Wrangel y 146.000 seguidores se exiliaron a bordo de 126 barcos rusos, británicos y franceses, que partieron de distintos puertos crimeos —SebastopolKerchEupatoria, Teodosia y Yalta— rumbo a Constantinopla. La guerra civil rusa en Crimea había concluido.

En 1920, después de la incorporación de TransilvaniaBucovinaBesarabia y partes de BanatCrișana y Maramureș, el Estado rumano alcanzó su mayor extensión geográfica en tiempos de paz (295,049 km²). El concepto de «Gran Rumanía» se materializó como una realidad geopolítica después de la firma de los tratados de paz posteriores a la finalización de la Primera Guerra Mundial. El Estado resultante fue visto como la realización del nacionalismo rumano. Después de haber establecido contactos con Polonia en enero-febrero de 1919, después de la visita de Stanisław Głąbiński a Bucarest, Rumanía decidió firmar una alianza que estableciese un cordón sanitario contra la Rusia bolchevique y la Komintern recién creada. La proclamación de la República Soviética Húngara, la Revolución de Noviembre en Alemania y la toma de Odesa por el Ejército Rojo, alarmó a los políticos de ambos países.

Rumanía no participó en la guerra Polaco-Soviética, pero permitió el paso de tropas polacas por su territorio. Según uno de los informes de Czesław Pruszyński, Rumania facilitó el tránsito de los ciudadanos polacos desde Rusia a sus lugares de origen, y suministró armamento y grano a precios especiales. En este contexto, el Ejército rumano intervino en la guerra Polaco-Ucraniana contra la República Nacional de Ucrania Occidental, ayudando a los polacos en Pocutia. El primer tratado de la Alianza polaco-rumana  fue el «Convenio sobre una alianza defensiva», firmado el 3 de marzo de 1921 en Bucarest. El tratado, válido por un periodo de cinco años, comprometía a ambas partes a prestarse ayuda militar «en el caso de que una de las partes fuese atacada en sus fronteras orientales actuales», y tenía por finalidad contener a Rusia. A comienzos de la década de 1920, Rumania, junto con Checoslovaquia y Yugoslavia, creó la Pequeña Entente, una alianza cuyo principal objetivo era la lucha contra el irredentismo húngaro.

Propaganda polaca antibolchevique.

En Rumanía el bipartidismo tradicional sostenido por el Partido Conservador y el Partido Nacional Liberal desapareció al hundirse el primero, favoreciendo engañosamente a los nacional-liberales, que tuvieron dificultades para mantener su tradicional poder. Tras un nuevo gobierno del caudillo liberal Ionel Brătianu entre noviembre de 1918 y septiembre de 1919, se instituyó otro del general Artur Văitoianu, que celebró elecciones en noviembre con sufragio universal masculino por primera vez; estas votaciones marcaron el comienzo de un nuevo panorama político en el que las fuerzas aparentemente vencedoras eran partidos nuevos: el transilvano Partido Nacional Rumano, el campesino Partido Campesino de Mihalache y el derechista Partido Nacionalista Demócrata del historiador Nicolae Iorga. Los vencedores formaron un gobierno de coalición​ que trató de promulgar una reforma agraria más profunda, lo que llevó a su caída.

Por sus ganancias territoriales y de población tan significativas, el objetivo principal y permanente de la política exterior de los diversos gobiernos rumanos fue el mantenimiento de la distribución territorial surgida de la guerra, el «respeto por el orden territorial existente en Europa y la defensa de las fronteras del país». Este objetivo marcó las actividades de los sucesivos gabinetes, que aplicaron, no obstante, métodos y alianzas diversos para tratar de lograrlo. Los territorios adquiridos tras la guerra fueron objeto de reclamaciones territoriales de los Estados que los habían perdido o de sus herederos: la Unión Soviética no reconoció la anexión de BesarabiaHungría mantuvo su deseo de recuperar Transilvania y Bulgaria anhelaba retomar el sur de Dobruja. Todas estas posibles disputas preocuparon a los gobiernos rumanos.

Mapa administrativo del Reino de Rumania.

Durante la década de 1920 los responsables políticos rumanos consideraron que la mejor manera de mantener la situación territorial, que les era favorable, era mediante un acercamiento a Francia y un respaldo al sistema de seguridad colectiva identificado con la Sociedad de Naciones. Se negociaron también una serie de alianzas con los países beneficiados por los cambios territoriales de la guerra, como Yugoslavia y Checoslovaquia o Polonia, interesada como Rumanía en contener el peligro soviético a sus fronteras orientales. La política exterior favorable a la Sociedad de Naciones y de estrecha alianza con Francia se personificó en Nicolae Titulescu, figura de gran prestigio en los países occidentales y destacado en la actividad de la Sociedad de Naciones, que reforzó la Pequeña Entente. 

La población era mayoritariamente rural, con más de un 70 % de la población dedicada a la agricultura y cerca de un 80 % en núcleos de población de menos de 10 000 habitantes. La productividad agrícola era baja (48 % de la media europea) y el índice de analfabetismo, alto (42,9 % entre los mayores de 7 años).​ Pese a tener la mayor mortalidad infantil del continente, también contaba con el mayor índice de nacimientos y la población aumentaba a un ritmo de un 1,4 % anual.​ La población era joven: un 46,4 % de ella era menor de veinte años. La situación del campesino rumano era, en general, mísera. Los terratenientes recurrieron a la opresión de los labradores, promulgando una ley que dificultaba la emigración. En 1913 se hizo un proyecto de ley de reforma agraria, que no se aprobó debido al estallido de la Primera Guerra Mundial al año siguiente.

Campesinos rumanos a comienzos del siglo XX.

Tras la ocupación rumana de Hungría el almirante Miklós Horthy formó una milicia con armas de Rumania. Horthy se estaba preparando para ser el nuevo líder de Hungría al final de la ocupación rumana. Sus partidarios incluyeron algunos nacionalistas de extrema derecha.​ Los partidarios de Horthy también incluían a miembros de la Guardia Blanca, que habían perseguido a bolcheviques y judíos húngaros. La fuerza de ocupación rumana también tomó acciones punitivas contra cualquier elemento revolucionario en áreas bajo su control. Inicialmente, las tropas rumanas proporcionaron servicios policiales y administrativos en la Hungría ocupada. Más tarde, bajo la presión del consejo aliado, estos roles fueron devueltos a los húngaros.

El consejo aliado decidió que Hungría debía pagar reparaciones de guerra en común con las potencias centrales. El consejo presionó a Rumania para que aceptara la supervisión de una Misión Militar Interaliada para supervisar el desarme del ejército húngaro y para ver cómo se retiraban las tropas rumanas. El consejo aliado pidió a Rumania que no hiciera su propia solicitud para reparaciones y que devolviera cualquier activo militar capturado. Según los términos del Tratado de Saint-Germain-en-Laye (1919) con Austria y el Tratado de Trianón (1920) con Hungría, Rumania tuvo que pagar una «tasa de liberación» de 230 millones de francos de oro a cada una. También tuvo que asumir una parte de la deuda pública de Austria-Hungría, correspondiente al tamaño de los antiguos territorios imperiales que se había anexionado.

Infantería rumana patrullando Budapest.

La caída del gobierno rumano de coalición dió paso a un gobierno dirigido por el general Alexandru Averescu, que aprovechó su popularidad para crear y dirigir el Partido Popular rumano, que alcanzó el poder en 1920-1921, con el apoyo del rey Fernando I y del Partido Liberal Nacional (PNL), en el que participaron Constantin ArgetoianuTake Ionescu. Como el movimiento se consideraba más una corriente social que un partido político tradicional, atrajo a antiguos miembros del Partido Conservador, como Constantin Argetoianu, militares como Constantin Coandă, el dirigente del Partido Nacional Democrático, Alexandru C. Cuza, o los partidarios del corporativismo Mihail Manoilescu y Ştefan Zeletin. ​ Otros activistas transilvanos, como Octavian Goga o Teodor Mihali, que habían abandonado el Partido Nacional Rumano en protesta por la política de su jefe Iuliu Maniu, también respaldaron a la formación. La agrupación estrechó relaciones también con la Guardia de la Conciencia Nacional, un grupo reaccionario formado por Constantin Pancu, dedicado a la violencia antimarxista en Iaşi , inclinación que compartía con Averescu.

En ese sentido Elena Bacaloglu, novelista, crítica literaria y periodista rumana, que ejercía como corresponsal de Universul, el diario de Bucarest, en Italia, fue una de las primeras rumanas en familiarizarse con los movimientos modernos de extrema derecha en Europa y contempló trasplantar el fascismo italiano a la Gran Rumanía. En 1921, con la aquiescencia de Benito Mussolini, Bacaloglu estableció una asociación fascista italo-rumana, más tarde conocida como Movimiento Económico y Cultural Nacional Italo-Rumano (MNFIR). Sus seguidores comenzaron a establecer ligas fascistas en Rumania; uno de los primeros clubes de este tipo se fundó en la capital regional de Transilvania, Cluj. La principal diferencia entre los fascistas italianos y rumanos era su postura respectiva sobre la «cuestión judía«: el movimiento ítalo-rumano era antisemita ; los Fasci originales no lo eran.

Los liberales recuperaron el poder en 1922 y aprobaron una nueva Constitución al año siguiente, según la oposición con el objetivo no de unificar la legislación de todos los territorios del país, sino de facilitar la perpetuación de los liberales en el mismo. Se concedieron poderes al monarca, cercano a los liberales, que, junto con la estructura del Senado, podían facilitar efectivamente el control político de los liberales. Aun así, varios partidos fascistas surgieron en esos años, como el Fascio Nacional Rumano que en 1923 se fusionó con el Movimiento Económico y Cultural Nacional Italo-Rumano para formar el Movimiento Nacional Fascista.

Sin embargo el grupo fascista mayoritario fue la Liga para la Defensa Nacional-Cristiana (Liga Apărării Naţional Creştine, LANC) que tuvo sus raíces en la Unión Nacional Cristiana, formada en 1922 por Cuza y el famoso fisiólogo rumano Nicolae Paulescu.  Este grupo se transformó en LANC en 1923. Gran parte de las ideas de LANC se enmarcaron dentro de argumentos teológicos que fueron creados por Nichifor Crainic, quien se desempeñó como Secretario General de LANC. Fue el primer partido político europeo en utilizar la esvástica como símbolo, apareciendo en sus publicaciones, folletos y programas electorales, antes que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Cuza afirmó que el símbolo era de carácter puramente rumano. La formación se oponía al borrador de la nueva constitución y fue conocida por su violento antisemitismo, su defensa del recorte gradual de derechos a los ciudadanos judíos, la retirada de la ciudadanía para la mayoría de ellos y la expropiación escalonada de sus propiedades y negocios. Al comienzo, el nuevo partido logró cierto apoyo y sus paramilitares, los Lăncieri, vestidos con características camisas azules, se hicieron famosos por sus actividades antisemitas en las universidades.​ La Liga absorbió a otros grupúsculos como el Movimiento Nacional Fascista o el Fascio Nacional Rumano a mediados de los años veinte.

Primera bandera de la Liga Nacional de Defensa Cristiana.

Por el Tratado de Neuilly-sur-Seine Bulgaria reconocía el nuevo reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia), se comprometía a pagar cuatrocientos cincuenta millones de dólares en concepto de indemnización​ y reducía su ejército a veinte mil soldados. Además, perdía cuatro enclaves de terreno occidental en favor de Yugoslavia​ y cedía Tracia occidental al Reino de Grecia, por lo que quedaba sin acceso al mar Egeo. El descontento en el país había continuado creciendo pese al fin de los combates. La hambruna de la población solamente pudo evitarse por la enorme importación de trigo, la mayoría proveniente de los Estados Unidos. Esto no evitó, sin embargo, la gran inflación: en 1919 los precios de los alimentos se habían multiplicado por doce respecto de los de 1914;​ en enero de 1920, por veinticinco. La entrega de ganado como indemnización de guerra a los países vecinos también agudizó la crisis alimentaria y favoreció el alza de los precios. Esta afectó con especial dureza a las clases urbanas, que no podían procurarse alimentos más que con sus sueldos, muy reducidos por la inflación.

Durante todo 1919, continuó y creció el enojo popular,​ que en julio produjo una enorme manifestación en la capital, Sofía, reprimida con violencia por el ministro de Interior del gobierno de Teodor Teodorov. En las elecciones de agosto de 1919 la Unión Nacional Agraria Búlgara obtuvo el 31 % de los votos y Alejandro Stamboliski pasó a presidir el nuevo gobierno de coalición con dos pequeños partidos burgueses (los de Ivan Evstratiev Geshov y Stoyan Danev​) en octubre. A finales de 1919 estalló una huelga general nacional, a la que el gobierno de Stamboliski respondió con dureza. Este utilizó a los restos del ejército, a la policía y a la nueva «Guardia Naranja» del partido, fuerza paramilitar, contra los huelguistas.

Concentración de la Guardia Naranja en 
Jaskovo.

Tras aplastar la huelga general de finales de 1919, Stamboliski convocó elecciones para marzo de 1920 con el objetivo de conseguir la mayoría absoluta. Pese a lograr muy buen resultado, solo logró ese objetivo, retirando las actas a ciertos diputados para alcanzar la mayoría que las urnas no le habían otorgado. En mayo formó un nuevo gobierno, ya sin coaligarse con otras formaciones, y comenzó entonces a aplicar su programa de reformas. pero su carácter autoritario y la corrupción de varios miembros del gobierno, minaron su labor. En septiembre de 1922, con la excusa de proteger de sus propios seguidores a ciertos destacados políticos de los partidos burgueses,​ estos fueron encerrados en prisión.

En política internacional los agrarios trataron de cumplir el tratado de paz a la vez que buscaban concesiones de los vencedores. Stamboliski se mostró dispuesto a cumplir la cesión de Macedonia porque estaba convencido de que la evolución política de la región llevaría a la formación de una federación búlgaro-yugoslava, parte de una confederación de Estados agrarios mayor, que haría superfluo el enfrentamiento territorial. Esta visión, que trató de plasmar en su apoyo a la Internacional Campesina, hizo que rechazase el tradicional revisionismo e irredentismo de otras formaciones. Los seguidores de Stamboliski fomentaron la creación de la Internacional Agraria, de escasa actividad, y trataron de mejorar las relaciones con Yugoslavia. Las relaciones con Grecia no mejoraron, resultando imposible un acuerdo sobre Tracia:​ mientras Grecia ofrecía zonas libres de impuestos en diversos puertos, Bulgaria esperaba concesiones territoriales. Logró, sin embargo, que Bulgaria fuese la primera de las naciones derrotadas en la guerra mundial en ingresar en la Sociedad de Naciones. La última victoria electoral en abril de 1923​ envalentonó a Stamboliski, que intensificó sus acciones contra la oposición: en mayo alarmó al monarca Boris III, con sus comentarios sobre la implantación de una república, ofendió a los militares remozando los mandos y convirtiendo a la Guardia Naranja en una fuerza semioficial, provocó a los macedonios prohibiendo algunas de sus organizaciones y a los marxistas arrestando a algunos de sus funcionarios provinciales.

Otro de los principales conflictos derivados de la Primera Guerra Mundial fue la guerra greco-turca, que consistió en una serie de conflictos armados entre el Reino de Grecia y revolucionarios turcos del Movimiento Nacional turco durante la partición del Imperio otomano entre mayo de 1919 y octubre de 1922. El primer ministro griegoEleftherios Venizelos, contaba con la promesa británica de grandes concesiones en la costa de Asia Menor a cambio de la entrada en la guerra. Con el desmoronamiento del Imperio otomano al final de la guerra, Grecia vio factibles sus aspiraciones de la Megali Idea,​ la reconquista de todos los territorios históricos pertenecientes a los griegos como directos sucesores del Imperio bizantino, cuyo punto central era la recuperación de Constantinopla de manos de los otomanos, sus conquistadores desde 1453 y actuales enemigos.

Grecia pudo ocupar poco a poco y con apoyo parcial de sus aliados gran parte de los territorios en manos otomanas, no así Constantinopla ni los estrechos de los Dardanelos y del Bósforo, lo que le hubiera otorgado el control total de la vía marítima entre Atenas y Constantinopla. Aunque el Imperio otomano estaba debilitado y su ejército diezmado, el comandante Mustafa Kemal Atatürk supo inyectar dosis de moral a sus tropas para luchar. En 1922 venció a las tropas griegas asentadas en Asia Menor, que no tuvieron otra medida que capitular. Durante el conflicto, murió más del 20 % de la población masculina de Anatolia. En Grecia la derrota fue percibida como la Gran Catástrofe; del lado turco la guerra fue vista como una victoria de la denominada guerra de Independencia turca, en la que luchaban para contrarrestar los ataques de diferentes potencias europeas (Francia, el Reino Unido y la misma Grecia) en su territorio.

Ataque griego

Después del armisticio de Mudros, las potencias se apresuraron a tratar de ocupar los territorios otomanos asignados a cada una según los acuerdos. Los británicos establecieron pequeñas guarniciones para vigilar los ferrocarriles y asegurar la desmovilización otomana y enviaron tropas al Kurdistán, mientras los franceses avanzaban desde Siria hacia Adana y Cilicia y los italianos desembarcaban en Antalya. El 24 de abril de 1919, ante la imposibilidad de lograr todos sus objetivos territoriales en Dalmacia, los italianos se habían retirado de la conferencia de paz, tras haber desembarcado ya en Anatolia para ocupar la zona que se les había prometido en el Tratado de Londres de 1915.​ Esmirna se le había prometido​ también a Italia por los acuerdos de Saint-Jean-de-Maurienne de abril de 1917, pero estos no habían sido ratificados por la Revolución de Febrero en Rusia.

Los planes expansionistas de Venizelos contaron con el apoyo esencial del primer ministro británico, David Lloyd George, que defendió el envío de tropas griegas a Esmirna alegando un supuesto alzamiento de guerrillas turcas en la región que amenazaba la seguridad de la población cristiana, logrando así el apoyo del presidente estadounidense Woodrow Wilson y el de Francia, deseosa de evitar el control de la zona por Italia, a la que se le había prometido originalmente. En mayo de 1919 las tres potencias accedían a enviar tropas griegas a Esmirna, con permiso italiano.​ La ocupación de la ciudad debía ser temporal, hasta que se decidiese su destino. El 15 de mayo de 1919​ las primeras unidades helenas desembarcaron en el puerto jonio, protegidas por las flotas aliadas.​ El desembarco, caótico, llevó a un tiroteo en que las tropas griegas acabaron matando a cientos de habitantes. La población musulmana sufrió serios atropellos, incluyendo asesinatos.

Soldados griegos en Esmirna.

La expansión de la administración griega también conllevó movimientos de población.​ Tras las guerras balcánicas, se habían asentado en la costa del Egeo unas ciento treinta mil familias, la mayoría refugiadas de los Balcanes, que habían ocupado propiedades de griegos deportados. Al ocupar la región Grecia, muchos de los deportados volvieron a sus hogares, y unos ochenta mil turcos huyeron al interior de la península. Pronto surgieron bandas turcas opuestas a la ocupación, pero desorganizadas. Mustafá Kemal, por el contrario, organizó su mando como centro de la resistencia a las tropas extranjeras y de coordinación de las bandas insurgentes que se habían creado por toda la península.​ Kemal, en ese momento inspector en Anatolia, utilizó su cargo para mandar escritos a todos los gobernadores locales y comandantes militares, pidiendo que iniciaran acciones de protesta por todo el país contra los Aliados y el gobierno en Estambul.

Entre el 20 y el 23 de mayo de 1919 se organizaron manifestaciones de protesta en Estambul. Los manifestantes planeaban atacar la cárcel militar de Bekirağa, en la que se encontraban muchos líderes revolucionarios otomanos. El gran visir Damat Ferid acordó con los británicos el plan de desplazamiento de presos. El 28 de mayo, 67 presos fueron trasladados de Bekirağa a Malta. En marzo de 1920 los británicos ocuparon la capital otomana y detenían a los parlamentarios.​ Esta acción permitió a los partidarios de Kemal formar un nuevo parlamento para el que reclamaron la soberanía del territorio la Asamblea Nacional de Turquía. En mayo de 1920 Kemal había logrado rechazar a los franceses hacia Alepo. La República Democrática de Armenia, débil y con escaso apoyo de la Entente, fue pronto aniquilada entre Kemal y los soviéticos.  Los rebeldes kurdos habían sido rechazados a las montañas y el responsable británico de la autonomía kurda fue expulsado.

Estas victorias aumentaron el prestigio del movimiento de Kemal entre la población turca. Tras la ocupación de la antigua capital, numerosos partidarios de los nacionalistas se trasladaron a Ankara. En el verano de 1920 Kemal había logrado que los franceses, ocupados en el control del Rin, firmasen un armisticio con su gobierno.​ Con los kurdos bajo control y los armenios desprotegidos por las potencias, llegó el momento de enfrentarse con las unidades griegas, en lo que recibió desde el comienzo el respaldo italiano.​ En el imperio sólo el gobierno del sultán, cada vez más debilitado, se oponía aún al gobierno de Kemal.

La formación de un gobierno rebelde en Ankara aceleró las negociaciones de paz con el gobierno del sultán. En agosto el débil gobierno del sultán firmó el tratado de paz, el Tratado de Sèvres, muy desfavorable para el Imperio. El noroeste y centro de Anatolia y Constantinopla permanecían teóricamente en manos del gobierno turco. El punto de mayor controversia para el gobierno griego de Venizelos fue la renuncia a Constantinopla. Grecia consiguió, merced al tratado, Esmirna y la Tracia oriental, sujetas a la celebración de un futuro plebiscito de anexión.​ El Imperio otomano quedó reducido a una pequeña región alrededor de Ankara, que hubiese sido un mero títere de los Aliados. En el noreste del imperio, se creaba un Estado armenio, sometido al mandato estadounidense.​ Aunque las autoridades del Imperio otomano suscribieron el tratado, no fue reconocido por el movimiento de oposición acaudillado por el general Mustafá Kemal. El objetivo de este era la creación de un Estado turco moderno con los restos del Imperio Otomano y la recuperación de las regiones ocupadas por los Aliados, la península arábiga, el Cáucaso y los Balcanes. El tratado nunca fue ratificado y para el otoño de 1920 había quedado seriamente desbaratado. Turcos y soviéticos se repartieron el territorio asignado a Armenia.

Reparto de Anatolia según el tratado, que fue rechazado por Kemal y sus seguidores.

El gobierno griego decidió emprender un ataque contra el débil Imperio otomano, ya que este rehusaba entregar los territorios que el Tratado de Sèvres le había concedido a Grecia. Para cuando se firmó el tratado, esta ya había ocupado los territorios que le habían sido otorgados. Ante las victorias de Kemal y la escasez de tropas, Venizelos ofreció sus unidades para enfrentarse a los nacionalistas a cambio de concesiones territoriales. Las potencias decidieron permitir la ofensiva griega y la ocupación helena de Tracia oriental. Con apoyo de la armada británica, los griegos desembarcaron en puertos del mar de Mármara y atacaron las líneas turcas en Tracia; tomaron AdrianópolisLüleburgaz. Las tropas turcas se retiraron, siendo internadas al cruzar la frontera búlgara. Poco después otra columna griega, avanzando desde el mar Negro, ocupó Vize.

El avance griego fue rápido ante las escasas unidades irregulares turcas, mientras el grueso de las tropas de Kemal permanecía en el centro de Anatolia. El plan griego preveía a continuación conquistar dos centros ferroviarios importantes para el ataque contra Ankara: Eskişehir por la columna norte y Afyon por la sur. Para preparar esta fase de la campaña detuvieron su avance en agosto de 1920, cuando ya controlaban toda la Anatolia occidental, a excepción de los estrechos y Constantinopla, desde el mar de Mármara, pasando por el valle del río Menderes hasta Nazilli. Mientras, los nacionalistas hubieron de aplastar con grandes dificultades una revuelta favorable al gobierno del sultán. La nueva ofensiva griega se desencadenó en octubre. Franceses e italianos, alarmados por los avances griegos, impusieron el alto en la ofensiva, que los turcos aprovecharon para reagruparse.

Artillería griega durante el conflicto.

A pesar de las ganancias griegas, las elecciones de noviembre supusieron una derrota para Venizelos, que dimitió y se exilió, y el regreso del rey Constantino.​ El anterior monarca, Alejandro I, hijo de Constantino, había fallecido. El cansancio por ocho años de guerra, la popularidad de Constantino entre algunos sectores y la crisis económica acabaron con el gobierno de Venizelos.​ El cambio en Grecia fue aprovechado por Francia e Italia para evacuar sus últimas unidades de la zona, dejando la ocupación en manos británicas y griegas. Tras el cambio de gobierno en Grecia por la derrota electoral de Venizelos y el regreso de Constantino y sus partidarios, estos decidieron continuar la campaña militar contra Kemal, a pesar de haber criticado anteriormente la misma.

El 6 de enero de 1921 comenzó una nueva ofensiva helena. La meta última de la campaña era Ankara, pero la inmediata era la conquista de los centros ferroviarios de Afyonkarahisar y Eskişehir. El avance griego comenzó en el norte el 10 de enero. Uno de los primeros choques, cerca de la localidad de Inönü, supuso la primera victoria turca (11 de enero de 1921),​ muy aireada por los nacionalistas. Los griegos se replegaron, con la idea de retomar las operaciones en la primavera. El revés impelió a las potencias a convocar una conferencia en Londres para revisar lo dispuesto en el Tratado de Sèvres, a la que invitaron tanto al gobierno griego, como al otomano y al nacionalista turco.

Miembros de la delegación griega en Londres, febrero de 1921.

Los nacionalistas turcos lograron la retirada francesa de Cilicia a cambio de concesiones económicas. Alcanzaron un pacto similar con los italianos en Adalia. Ante el fracaso de las conversaciones de Londres, en las que ambos bandos se negaron a ceder en sus posturas,​ Lloyd George recomendó a los griegos que tomasen por la fuerza lo concedido en el tratado de paz, lo que dio lugar a la nueva ofensiva de marzo. Al tiempo que los nacionalistas participaban en las estériles conversaciones londinenses, trataban también con los soviéticos, con los que firmaron un tratado de amistad el 16 de marzo, que se completó meses más tarde con otro similar con varias repúblicas soviéticas del Cáucaso.​ Como consecuencia de los tratados, Turquía recobró las tierras perdidas por el imperio en 1878 salvo la comarca del puerto de Batumi y obtuvo armamento y subsidios de los soviéticos.

El 23 de marzo de 1921, los griegos retomaron el avance en el norte y en el sur, donde capturaron Afyon cuatro días más tarde.​ En el norte, por el contrario, Mustafa İsmet Inönü derrotó a la columna griega, rechazándola hacia Bursa. El Ejército griego, ante el primer revés serio,​ pidió refuerzos a Atenas. En abril el nuevo gobierno de Dimitrios Gounaris se negó a estudiar las propuestas de paz de los Aliados. Las derrotas griegas conllevaron un revés político: los Aliados declararon su neutralidad en el conflicto greco-turco en mayo de 1921, quedando el gobierno de Atenas únicamente con el apoyo personal de Lloyd George. Los italianos abandonaron la zona que ocupaban entre abril y mayo. En junio el rey Constantino asumió personalmente el mando supremo de las fuerzas desplegadas en Asia Menor.

Conversaciones entre los soviéticos y Mustafá Kemal.

Los griegos planearon una nueva ofensiva, que comenzó el 10 de julio de 1921. Tras tomar Afyon se dirigieron hacia el objetivo principal, Eskişehir. La ciudad cayó finalmente en poder de los griegos el 20 de julio. Ante esta derrota, Kemal e Inönü decidieron retirar sus fuerzas a la línea del río Sakarya. La retirada permitió el reagrupamiento turco y la extensión de las líneas de abastecimiento griegas. La línea suponía, por otra parte, la última defensa de Ankara, por lo que no existía posibilidad de nuevas retiradas. El general en jefe griego, el general Anastasios Papoulas, abogó por mantenerse prudentemente en la línea del Sakarya y esperar allí el inevitable contraataque otomano, pero la mayoría del Estado Mayor prefirió continuar el avance a Ankara, pese a los riesgos.

Las unidades griegas reanudaron el avance el 10 de agosto. Ante las malas condiciones del terreno el ejército tuvo que recurrir al transporte en mulas, camellos y carros de bueyes, que retrasaban la marcha. Los griegos alcanzaron las línea turca el 23 de agosto de 1921. La batalla de Sakarya duró veintidós días, cambiando de manos las colinas del campo de batalla en numerosas ocasiones, con grandes pérdidas en ambos bandos. El 2 de septiembre de 1921, los griegos tomaron las alturas al asalto. Desesperados, los turcos ordenaron un último contraataque, dirigido por Kemal en persona. Al cabo de siete días de combates, el 11 de septiembre,​ el general en jefe griego, Anastasios Papoulas, ordenó la retirada a sus posiciones originales a lo largo del ferrocarril.  En Ankara la asamblea, aliviada por la retirada temporal griega, nombró mariscal a Kemal el 19 de septiembre. A partir de entonces los griegos quedaron a la defensiva.

Infantería griega preparándose para el asalto durante la batalla de Sakarya en agosto de 1921.

Durante el invierno de 1921-1922 no hubo cambios sustanciales en el frente, preparando los turcos sus unidades para la contraofensiva mientras la moral griega decaía.​ Durante la campaña, el dracma se había depreciado notablemente, perdiendo el 54 % de su valor hasta la caída de Venizelos y un 166 % después, lo que aumentó la crisis económica griega. En las filas también cundía el disgusto por la situación, formándose una asociación antimonárquica de oficiales partidarios de la autonomía de Anatolia en caso de retirada del gobierno de Atenas. Las potencias siguieron negociando con griegos y turcos en la primavera, sin avances sustanciales. Tras la derrota en Sakarya, Papoulas dimitió el 24 de mayo de 1922, siendo sustituido por el general Georgios Hatzanestis, estricto y desequilibrado.

Desesperados ante la situación militar, los griegos trataron de ocupar Constantinopla para poder negociar desde una posición más fuerte, pero se encontraron con el rechazo frontal anglo-francés. La decidida defensa de los mandos aliados, respaldada por sus gobiernos, hicieron desistir finalmente a los griegos de intentar tomar la ciudad por la fuerza.​ El 2 de agosto de 1922, tras varios días de tensión con los Aliados, el gobierno griego ordenó la retirada de las unidades de los alrededores de Constantinopla para evitar un conflicto armado.​ La última ofensiva griega había fracasado.

Buques de guerra Aliados en Constantinopla

El 26 de agosto de 1922, tras trasladar en secreto el grueso de las fuerzas turcas al frente sur, los nacionalistas desencadenaron su ofensiva contra Afyon. El intento griego de replegarse se convirtió en una desbandada. La retirada, que comenzó en torno a Afyon, se extendió pronto a todo el frente.​ En cuatro días de combates los mandos griegos habían perdido alrededor de la mitad de sus tropas en Anatolia entre bajas y prisioneros. En quince días el ejército turco recuperó el control de Anatolia.

Esmirna fue evacuada el 9 de septiembre de 1922, el mismo día que entró en la ciudad la vanguardia turca. El jefe de las unidades turcas que ocuparon la urbe, Nureddin Bajá, permitió los saqueos y asesinatos e incluso dejó que sus hombres participaran en ellos. Pocos días después, la tarde del día 13, un incendio de origen desconocido destruyó la mitad de la ciudad, casi todo el antiguo barrio cristiano. Es entonces cuando se da la batalla de Dumlupinar, al noroeste de Anatolia, en la que los rebeldes turcos, dirigidos por Mustafá Kemal, impusieron a las fuerzas griegas una agria derrota. Las ofensivas comenzaron el 24 de agosto de 1922 y alcanzaron su punto álgido el 30 de agosto, cuando las líneas griegas fueron disueltas por las tropas turcas. En los días siguientes, las tropas griegas tuvieron que retirarse completamente de esta región de Anatolia.

Tropas griegas en Afyon.

Comenzaron las conversaciones de armisticio entre británicos y turcos,​ que lograron la evacuación griega de la Tracia oriental.​ El 11 de octubre,​ los Aliados y los turcos firmaron el Armisticio de Mudania. El documento disponía el fin de las hostilidades entre Grecia y Turquía y la retirada de las tropas helenas allende el Maritza; Tracia oriental quedaría durante un mes en manos de una administración cívico-militar aliada que a continuación entregaría la región a Turquía. Los turcos, por su parte, se retirarían temporalmente de Çanakkale y de la península de Nicomedia.​ Los Aliados conservarían el control de Constantinopla y de la península de Galípoli hasta la firma de la paz definitiva. 

Las condiciones del acuerdo, claramente favorable a los turcos y perjudicial para los griegos, desencadenaron una inmediata emigración de la población griega de Tracia oriental hacia el oeste; según los cálculos de la Sociedad de Naciones, la región perdió un cuarto de su población. El Partido Conservador británico, juzgando que la situación había llevado a Gran Bretaña al borde de una nueva guerra, retiró su apoyo a Lloyd George, que hubo de dimitir. En Grecia la derrota dio lugar a un golpe de Estado que supuso la abdicación definitiva de Constantino y la formación de unos gobiernos controlados por militares, que juzgaron a los que consideraban responsables del desastre militar. Meses después se proclamaba la Segunda República Helénica.

Stilianos Gonatas (centro) y Nikolaos Plastiras (derecha), en el otoño de 1922, tras el golpe de Estado del 11 de septiembre

El 17 de diciembre de 1920 y pese a las protestas de Francia, Yugoslavia y Grecia, la Sociedad de Naciones reconoció la independencia de Albania, un principado sin soberano.​ El país había solicitado el ingreso en la organización, y se aceptó en la votación solemne del 17 de diciembre de 1920. Pese a haber obtenido el reconocimiento internacional, el país estaba aún ocupado por soldados serbios y griegos; Albania solicitó su marcha a la Sociedad de Naciones a principios de 1921.​ El principado se hallaba en el centro de territorios ambicionados por los países que debían garantizar su independencia. Tras una intervención militar yugoslava en octubre de 1921, griegos y yugoslavos se retiraron del país ese mismo año; la Sociedad de Naciones creó una comisión para vigilar posibles intromisiones de los países vecinos en Albania.

Grecia expuso en la Memoria sobre Epiro del Norte de 1920 su reivindicación sobre todo el Epiro, que en 1913 había sido dividido entre Grecia y Albania. Para apoyar sus ambiciones, Grecia hizo que los sacerdotes ortodoxos de la región dependiesen de la metrópoli de Ioánina, ubicada en su territorio. Tras la obtención del reconocimiento internacional, comenzó a implantarse un Estado centralizado en las tierras del principado. A partir de entonces, se fue formando un embrión de Estado, si bien todavía sumido en las luchas de clanes, que deseaban hacerse con su control; Ahmed Zogou, a la sazón ministro del Interior, trató de imponer los poderes e instituciones del Estado en todo el territorio, implantando en especial un ambicioso sistema escolar estatal. La situación política era también complicada: al rechazo general a todo gobierno central, muy extendido, se unía el analfabetismo del grueso de la población y el gran poder de los caciques regionales. La inestabilidad política perduró hasta la imposición de la dictadura de Zog.

En 1925 fue nombrado primer ministro y luego Presidente de Albania, tratando de imponer estabilidad política en el país. Al no tener competidores por el poder, Zogu empezó a copar la administración pública con partidarios suyos, estableciendo un régimen personalista y crecientemente autoritario. No obstante, Zogú logró establecer instituciones estatales tratando de establecer un Estado unificado y sólido en Albania, superando así el carácter casi feudal del país. Cabe destacar que desde hacía siglos Albania era una mezcla de dispersos señoríos hereditarios al mando de un aristócrata local y el régimen de Zogú planificaba convertir estos feudos en base de un Estado moderno.

Tras unos años de régimen parlamentario, Zogu logró presionar a la Asamblea Nacional Albanesa para que la república se transformase en una monarquía, proclamando al propio Zogu como rey el 1 de septiembre de 1928, con el nombre de Zog I. Desde antes de proclamarse la monarquía, Zogu había comenzado su acercamiento con Italia, con la intervención de su amigo Constantino Spanchis Bellani, cuya madre pertenencia de a la aristocracia italiana. Esto lo llevó a firmar un tratado de amistad en 1925 y en 1927 un tratado de alianza defensiva con Mussolini, pactos que terminaron por poner a Albania bajo el control absoluto de Italia.

Escudo del Reino de Albania.

Todos los cancilleres de Austria desde 1920 fueron miembros del Partido Social Cristiano, (en idioma alemánChristlichsoziale Partei, CS) fundado en 1893 por Karl Lueger a partir del Movimiento Social Cristiano. De orientación burguesa y católico-clerical, ya que había muchos sacerdotes en el partido, incluido el canciller Ignaz Seipel, fue radicalizándose por su antisemitismo, que estaba basado en concepciones religiosas y no en principios racistas. Después del fin de la monarquía en 1918, votó a favor de la creación de la Primera República Austríaca y era partidario del Anschluss.

Después de las elecciones de 1920, en las que salió elegido como el partido más fuerte, formó una coalición con el Partido Popular de la Gran Alemania ( Großdeutsche Volkspartei, GDVP )  fuertemente antisemita y que apoyaba la idea de la Volksgemeinschaft o «Comunidad popular», y el Landbund, o  Liga rural. Obtuvo también la presidencia de Austria desde 1928. A partir de 1929 en adelante, el partido trató de formar una alianza con el movimiento Heimwehr. Este movimiento  fue una organización paramilitar nacionalista que operó en Austria entre 1918-1919 y 1936. Sus métodos, ideología y organización eran similares a los del Freikorps alemán. Sus dirigentes ensalzaban los regímenes autoritarios de las vecinas Italia o Hungría. De ideología reaccionaria, su objetivo se resumía en implantar una dictadura que, acabando con el sistema republicano, les permitiese perpetuar sus intereses económicos y sociales.

Cartel antijudio del Partido Socialcristiano para las elecciones de 1920. La inscripción reza: Cristianos alemanes, ¡salvad Austria!.

En el proceso de establecimiento de la dictadura austro-fascista, el canciller socialcristiano Engelbert Dollfuß transformó el Partido Social Cristiano en el Frente Patriótico (Vaterländische Front) en 1933. Su ideología estaba basada en el fascismo clerical o clerofascismo, lo que en la práctica significó reemplazar la Constitución democrática y el parlamentarismo vigentes, por un régimen autoritario llamado Ständestaat o Estado corporativo, que seguía el modelo de la Italia fascista, con una grave reducción de las libertades públicas.

El término fascismo clerical surgió en la década de 1920 para referirse al vínculo entre la Iglesia y el fascismo italiano. Sin embargo ya habían surgido en la década anterior partidos políticos que promovían las ideas y la doctrina social de la Iglesia católica en la vida pública a través del catolicismo político. Entre estos se encontraba, como vimos en la entrada anterior, el Partido Popular Eslovaco, que sería fundado en 1913 por el político y sacerdote eslovaco Andrej Hlinka. En 1925 la formación política fue renombrada como «Partido Popular Eslovaco de Hlinka» (Hlinkova slovenská ľudová strana, HSĽS). Durante este periodo se caracterizó por sus políticas claramente conservadoras, su total filiación católica y su postura anticomunista. Durante los años 1920 estuvo activa una milicia del HSĽS, la Rodobrana, que quedó bajo el control de Vojtech Tuka. Aunque el integrismo católico tiene puntos de desacuerdo con el fascismo, a veces se usa ese término para definir el fascismo clerical católico, diferenciándolo del usado para el fascismo clerical de otras confesiones cristianas, o cristofascismo.

Bandera del Partido Popular Eslovaco

Las organizaciones paramilitares de estos partidos políticos seguían el ejemplo y los métodos de los fasci italiani di combattimento, que fueron el núcleo del futuro Partido Nacional Fascista de Mussolini. Las acciones violentas llevadas a cabo por las milicias fascistas ( Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional en Italia, más conocidos popularmente como Camisas negras (en italianoCamicie Nere), aunque también fueron referidos como escuadristas (en italiano: squadristi) ), estaban dirigidas contra los adversarios políticos y sindicales del partido, recurriendo a la intimidación, e incluso al terror, con incendios, palizas, asesinatos y expulsiones violentas.

Más similar a los Freikorps alemanes era la Organización Militar Ucraniana ( Українська Військова Організація [УВО], Ukrayinska Viyskova Orhanisatsiya [UVO] ), cuerpo paramilitar ucraniano dedicado al terrorismo (especialmente en Polonia ) durante el período de entreguerras. Creada por ex miembros de los fusileros de Sich y del Ejército ucraniano de Galitzia en agosto de 1920 en Praga , la UVO era un movimiento militar y político secreto. Operando inicialmente en todos los países con minorías ucranianas con el tiempo se concentró en acciones solo en Polonia. Encabezada inicialmente por Yevguén Konovalets, la organización promovió la idea de la lucha armada por la independencia de Ucrania. Aunque formalmente la UVO existió hasta la Segunda Guerra Mundial, entre 1929 y 1934 pasó a formar parte de la recién formada Organización de Nacionalistas Ucranianos, que además de Konovalets incluía a Andrii Melnyk como líder.

Andriy Melnyk y Yevhen Konovalets a las afueras de Viena, 1921.

En mayo de 1923, Yevhen Konovalets y Friedrich Gempp , jefe del Reichswehrministerium Abwehr -Abteilung, firmaron un acuerdo según el cual la UVO realizaría tareas de espionaje contra Polonia (proporcionando a Berlín información política, militar y económica), mientras que la parte alemana debía proporcionar ayuda financiera y equipo militar para la «actividad revolucionaria». Originalmente bajo la autoridad nominal del gobierno exiliado de la República Popular de Ucrania Occidental , en 1925, tras una lucha por el poder, todos los partidarios del presidente exiliado de la República Popular de Ucrania Occidental, Yevhen Petrushevych , fueron expulsados. En 1927, la Organización Militar Ucraniana adquirió 9.000 Reichsmark del servicio de inteligencia alemán. Los alemanes apoyaron el entrenamiento militar de los nacionalistas ucranianos en Prusia Oriental, mientras que la Ciudad Libre de Danzig se convirtió en un importante lugar de tránsito para dinero, armas y municiones. 

En 1929, a partir de la unión de la UVO y los sindicatos estudiantiles nacionalistas, como el Grupo Nacional Juvenil de Ucrania ( UNM ), la Legión de Nacionalistas Ucranianos (LUN) y la Unión de Juventudes Nacionalistas Ucranianas (SUNM), se forma la Organización de Nacionalistas Ucranianos, organización ultranacionalista y terrorista que operaba en el territorio de la Segunda República Polaca en el periodo de entreguerras. La OUN estaba influenciada por el «nacionalismo integral» de Dmitro Dontsov, el fascismo italiano y desde la década de 1930 por el nazismo alemán. La organización recurrió a la violencia, el terrorismo y los asesinatos para lograr su objetivo de crear un Estado ucraniano étnicamente homogéneo y totalitario. Este planteamiento del nacionalismo ucraniano, con un componente fuertemente irredentista, chocaba con otros movimientos nacionalistas, sobre todo en la región de los Cárpatos, que había pertenecido al Imperio Austro-Húngaro, y que formaba parte de la recién creada Checoslovaquia.


Ucrania en la encrucijada (XXV)

Tras más de 250 días desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, Rusia mantiene el secretismo sobre su estrategia en Jersón entre informaciones contradictorias de un repliegue y un reforzamiento de posiciones, mientras siguen los combates en otros frentes, principalmente, en la región de Donetsk.Mientras tanto sigue en plena marcha la evacuación de civiles de Jersón, la única capital de provincia conquistada por Rusia desde febrero, ante el avance ucraniano.


Salida de los habitantes de la orilla izquierda del Dniéper.

Irán ha admitido que ha entregado drones a Rusia. Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hosein Amirabdolahian, ha asegurado que fue antes de que estallara el conflicto. Frente a esta afirmación, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha acusado a Irán de mentir: «Derribamos al menos diez drones iraníes todos los días».

Por otro lado, un grupo de líderes de la oposición prodemocrática rusa se ha reunido en la localidad polaca de Jablonna, en el noreste de Varsovia, con el propósito de construir una alternativa al régimen del presidente Vladimir Putin y establecer la democracia en Rusia.

Ilya Ponomarev, exdiputado ruso en el exilio.

En cuanto al plano internacional, el canciller alemán, Olaf Scholz, ha emplazado a Rusia a descartar el uso de armas nucleares por considerarlo «ilegal e injustificable», y el secretario general de la OTANJens Stoltenberg, insistió en que Suecia y Finlandia han aplicado ya las condiciones puestas por Turquía para desbloquear su entrada en la Alianza, acordadas por los tres países el pasado junio.

El movimiento antibélico toma fuerza y unas 30.000 personas, según la policía italiana, participaron en la manifestación convocada en Roma por sindicatos y asociaciones para reclamar un alto el fuego en Ucrania, una negociación de paz multilateral y el desarme nuclear.

La central nuclear ucraniana de Zaporiyia, ocupada por Rusia desde marzo, ha recuperado el suministro eléctrico externo para sus sistemas de seguridad, que perdió por un bombardeo el miércoles, confirmó el OIEA, que alertó de que las continuas interrupciones son un peligro que no puede continuar.Pero continúan los ataques aéreos rusos sobre infraestructuras ucranianas de energía. En Kiev, hasta un 80% de la población sufre cortes de agua en algún momento del día.

Y como parece ser que esta guerra se esta alargando más de lo previsto, según el Washington Post, la administración Biden está presionando a Zelenski para que se abra a negociar con Putin.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

c. Fascismos. II- Antecedentes y origen. 2- Siglo XX (1901-1922)

En 1901 con la victoria sobre los bóxers la ocupación rusa de Manchuria se hizo más efectiva, entrando en conflicto con los intereses del Reino Unido y del Imperio japonés. Londres temía que el expansionismo ruso pusiera en peligro el statu quo del Imperio chino y el comercio libre en la zona. Por su parte Japón consideraba que la expansión rusa debilitaba la penetración japonesa sobre Corea. La alianza anglo-japonesa, 30 de enero de 1902, no sentó bien en el Reino Unido, la opinión pública no quería una guerra en China mientras se mantenía la Guerra bóer en África del Sur. Por su parte el gobierno conservador de Lord Salisbury solo quería dirigir una advertencia a Rusia sobre sus acciones en Asia.

Para Japón significaba una alianza político-militar que evitaría que Rusia interviniera apoyada por otra potencia europea como se había sucedido con la Triple Intervención en 1895. El 20 de marzo Francia y Rusia emitieron una declaración conjunta donde aceptaban el principio de independencia de China y Corea pero ante cualquier acción agresiva considerarían las medidas necesarias para su defensa. Pese a todo Francia no deseaba una guerra en el Extremo Oriente ya que eliminaba la posibilidad de ayuda rusa en caso de conflicto contra Alemania, al mismo tiempo, el gobierno de París intensificaba sus contactos con Londres en el marco de una entente anglo-francesa.

Alianza anglo-japonesa, caricatura de Punch (1905).

La política exterior aislacionista que mantuvo Gran Bretaña durante gran parte del siglo XIX, conocida como Espléndido aislamiento, quedó cuestionada a partir de la década de 1890, cuando el Imperio Alemán empezaba una política imperialista que los gobiernos británicos consideraron contraria a sus intereses. De hecho, Guillermo II no mostró temor a potenciar la Marina Imperial alemana, creando así una carrera armamentística con el Imperio británico, cuya Royal Navy era la flota de guerra más poderosa del mundo en aquella época. La soterrada simpatía de las grandes potencias europeas por los bóeres durante las Guerras de los bóeres en 1900 urgió a los políticos británicos a buscar alianzas para oponerse al creciente poderío de Alemania, y culminó con la firma de la Entente Cordiale con la Tercera República francesa en 1904, que en la práctica suprimió el «espléndido aislamiento» y fue la base de la posterior Triple Entente.

El fallecimiento de la reina Victoria en enero de 1901 y la sucesión de su hijo, Eduardo VII, marcaron el inicio de un nuevo siglo y el final de la época victoriana. El período que cubre el reinado de Eduardo VII, y que se extiende desde 1901 a 1910, se conoce como época eduardiana. Eduardo era el líder de una élite a la moda que estableció un estilo influenciado por el arte y la moda de Europa continental. Socialmente, la era eduardiana fue un período durante el cual el sistema británico de clases sociales fue muy rígido. Las clases bajas, como en períodos anteriores, fueron segregadas de la sociedad aristocrática y mercantil, manteniendo una vida alejada de los lujos disfrutados por otras clases sociales. El período eduardiano también fue conocido como la Belle Époque o la bella era y coincide con el final de la Paz armada.

El elitismo de la era eduardiana era una forma de apoyar la exclusión de las masas respecto a las posiciones de privilegio y poder. Se basa en una visión monista y maniquea de la sociedad en la que la elite es superior moral, cultural e intelectualmente al «pueblo» que es considerado peligroso, deshonesto y vulgar. Estudiado en la Teoría de la élite, cuyos padres son Caetano Mosca y Vilfredo Pareto, aun cuando algunos también consideran la relevancia fundacional de Robert Michels, sobre todo por su «ley de hierro de la oligarquía».

Vilfredo Pareto fue un autor muy prolífico. Escribió obras de economía y panfletos antigubernamentales desde 1870. En la primera etapa de su desarrollo intelectual, que luego tomaría otro giro, fue continuador de los economistas neoclásicos. En 1906 hizo la famosa observación de que el 20% de la población poseía el 80% de la propiedad en Italia, posteriormente generalizada por Joseph M. Juran en el principio de Pareto (también conocida como la «regla del 80-20»). En 1909, Pareto introdujo el índice de Pareto —la medida de la desigualdad de la distribución del ingreso— e intentó mostrar el modo de distribución de la riqueza «a través de cualquier sociedad humana, en cualquier época o país» conocida como «Distribución de Pareto». Esto, a su juicio, explicaría por qué sus teorías económicas no coincidían con la realidad observada, y lo empujó al estudio de la sociología y la política. Uno de los conceptos más importantes dentro de los aportes de Pareto a la teoría neoclásica es de la curva de indiferencia. Además, Pareto optó por incorporar a la teoría del equilibrio general walrasiano el concepto de óptimo paretiano. El descubrimiento de Pareto que las leyes de potencia tienen aplicación a la distribución del ingreso le interesó en el asunto del cambio político. La creciente agitación entre los trabajadores en Italia lo llevó al campo antisocialista y antidemocrático.

Retrato de Vilfredo Pareto.

Gaetano Mosca es conocido por su concepto de clase política. Propone que en todo organismo político hay siempre una élite que está por encima de la jerarquía de toda la clase política y que dirige lo que se llama el timón del Estado. Afirma que aunque cambie el sistema político, la élite dominante sigue existiendo.

El concepto de «clase política», se complementa con los conceptos de «lucha por la preeminencia» que Gaetano Mosca explica como :“todas las clases políticas tienen la tendencia a volverse hereditarias, si no de derecho, al menos de hecho”, “Las aristocracias hereditarias no se fundan casi nunca en la superioridad intelectual, sino en la del carácter y la riqueza”, la misma riqueza que es la base de su poder, y de «fórmula política» que se refiere a la forma en que la clase política justifica su poder, y que para lograr aceptación se puede valer de bases morales y hasta legales ya que por el simple hecho de poseer el poder no se logra un consenso. Considera que la democracia es útil como método de selección de élites, pero la percibe como un mal menor, comparado con otros sistemas. Era considerado un conservador impenitente ya que consideró que la política científica significaba la resistencia contra el espejismo de la revolución redentora.

Gaetano Mosca (1858-1941)

Robert Michels se especializó en el comportamiento político de las élites intelectuales. Es sobre todo conocido por su libro Los partidos políticos, que contiene una descripción de su «ley de hierro de la oligarquía». En esta afirmaba que «tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría»; la idea básica es que toda organización se vuelve oligárquica. Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la masa y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de esta y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales. Por eso, las organizaciones políticas pronto dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos y se transforman en un fin en sí mismas (desplazamiento de objetivos).

La ley de hierro de la oligarquía se fundamenta en tres argumentos: En primer lugar, cuanto más grandes se hacen las organizaciones, más se burocratizan, ya que, por una parte, se especializan, y, por otra, deben tomar decisiones cada vez más complejas y de una forma más rápida. Aquellos individuos que conocen cómo tratar los temas complejos con los que se enfrenta la organización se van volviendo imprescindibles, formando la élite. En segundo lugar, se desarrolla una dicotomía entre eficiencia y democracia interna; de modo que para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo fuerte, a costa de una menor democracia interna. En tercer lugar, la propia psicología de las masas hace deseable el liderazgo, puesto que son apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; son agradecidas con el líder, y tienden al culto de la personalidad. Su única función sería, pues, la de escoger de vez en cuando a sus líderes. El liderazgo anula la democracia, ya que ésta es entendida por Michels a la manera rousseauniana, como gobierno del pueblo. Michels fue alumno de Max Weber.

Max Weber está considerado como uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública, con un marcado sentido antipositivista. Además de sociólogo fue economistajuristahistoriador y politólogo, aunque nunca se vio a sí mismo como sociólogo sino como historiador; para él, la sociología y la historia eran dos empresas convergentes. Sus trabajos más importantes se relacionan con la sociología de la religión y el gobierno, pero también escribió mucho en el campo de la economía. Su obra más reconocida es el ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), que fue el inicio de un trabajo sobre la sociología de la religión. La recopilación Economía y sociedad, publicada póstumamente entre 1921 y 1922, es la suma más completa y sistemática de sus ideas y conceptos. Weber argumentó que la religión fue uno de los aspectos más importantes que influyeron en el desarrollo de las culturas occidental y oriental. En otra de sus obras famosas, La política como vocación (1919), Weber definió el Estado como una entidad que ostenta el monopolio de la violencia legítima y los medios de coacción, una definición que fue fundamental en el estudio de la ciencia política moderna en Occidente.

Weber abogaba por la democracia como una herramienta para elegir líderes fuertes; veía a la democracia como una forma de liderazgo carismático donde «la demagogia imponía su deseo sobre las masas». Por esta razón, la izquierda europea es muy crítica con Weber, por «haber preparado el terreno intelectual para la posición de liderazgo de Adolf Hitler», aunque no intencionadamente. El firme anti-comunismo de Weber y el reclamo insistente por una política agresiva de imperialismo alemán le ganó la crítica de la mayoría de los marxistas alemanes. Weber desilusionó aún más a la izquierda cuando uno de sus estudiantes, Carl Schmitt (1888-1985), desarrolló el concepto de «Estado total». Mientras Pareto y Durkheim trabajaron en la tradición positivista siguiendo los postulados de Auguste Comte, Weber creó y trabajó en una tradición antipositivistaidealista y hermenéutica, al igual que Werner Sombart. Estos trabajos iniciaron la revolución antipositivista en las ciencias sociales, que marcó la diferencia entre éstas y las ciencias naturales, especialmente debido a las acciones sociales de los hombres. 

Werner Sombart fue un economista y sociólogo alemán, considerado el líder de la «joven escuela histórica«. En 1902, con su obra cumbre, El capitalismo moderno (Der modern Kapitalismus), se popularizó el uso de la palabra «capitalismo«. El libro es una historia sistemática de la economía y del desarrollo económico a través de los tiempos y un verdadero trabajo de la escuela historicista alemana de economía.

Sombart se orientó políticamente cada vez más a la derecha (Movimiento Revolucionario Conservador) pero no llegó a aproximarse a la ideología del Tercer Reich, como si lo hicieron Martin Heidegger y a su amigo y colega Carl Schmitt. Su obra Die Juden und das Wirtschaftsleben (1911), está relacionada con el estudio de Max Weber sobre las relaciones entre el protestantismo (y particularmente el calvinismo) y el capitalismo, excepto que Sombart colocaba a los judíos en el corazón de su desarrollo.Aunque no con la intención de serlo, varios investigadores contemporáneos la describen como antisemita, por lo menos por sus consecuencias. También forjó el término y el concepto de la destrucción creativa, que es un elemento básico de la teoría de la innovación de Joseph Schumpeter. Aparentemente Schumpeter basó mucho de su obra en Sombart, sin indicar nunca su deuda. 

Carl Schmitt fue uno de los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania. Su teorización se basa en la necesidad de instaurar un poder de «decisión» adecuado que termine con la lucha de clases, cosa que no es posible en un Estado liberal, en el cual no se puede justificar la exigencia del sacrificio de la vida en favor de la unidad política. Como teórico político destaca como crítico de la democracia parlamentaria, el liberalismo y el cosmopolitismo. Escribió centrado en el conflicto social como objeto de estudio de la ciencia política, y más concretamente la guerra.

Schmitt concibe la «acción política» como «decisión» que debe tener la talla de producir un «mito» que comprometa a los individuos: tal «producción» solo puede resultar de la guerra. El Estado ya no es el portador del monopolio político, pues se ha visto reducido en importancia a tan solo una «asociación» más y que no se encuentra por encima de la sociedad. Schmitt propone una pluralidad, con el Estado como comunidad suprema y más intensa. Esa «comunidad» es la que puede llevar a superar la degradación que al Estado le ha producido el liberalismo. Su rechazo a las democracias parlamentarias pluralistas, en cuanto incapaces de controlar los nuevos potenciales surgidos de la socialización creciente del siglo xx, lo hacen optar por la dictadura como forma de gobierno. Para Schmitt la democracia es entendida a partir del concepto de «Estado total». El Estado total es aquel que ha superado el momento liberal. Es un Estado fuerte, que se inmiscuye en todas las esferas de la vida en sociedad. 

Martin Heidegger es uno de los filósofos cuya personalidad y obra han generado más controversia, por su actitud mientras fue rector de la Universidad de Friburgo ya que, además de ser uno de los principales intelectuales del movimiento revolucionario conservador, se adscribió a la ideología del Tercer Reich. En sus comienzos fue discípulo de Edmund Husserl, estuvo inmerso en el proyecto fenomenológico de su maestro y su interés se centró rápidamente en la pregunta por el sentido de ser. Esta pregunta guiará gran parte de su pensamiento y es con ocasión de su intento de darle una «respuesta» con la obra Ser y tiempo, publicada en 1927, cuando va a adquirir una gran notoriedad internacional, incluso más allá de los campos específicamente filosóficos.

El pensamiento de Heidegger es fruto de diversas fuentes: «se trata de un pensamiento elaborado en gran parte en diálogo con los antiguos griegos, el pensamiento cristiano, el existencialismo de Kierkegaard y la fenomenología husserliana, pero también con sus predecesores inmediatos: DiltheyBrentanoBergson; las escuelas neo-kantianas de Baden y de Marburgo así como bebe de algunos de sus contemporáneos como Jaspers o Scheler y de los avances de la lógica matemática (Russell y Frege)». Heidegger rechazó la filosofía dominante de su tiempo, el neokantismo, aparecido a mediados del siglo XIX y al que reprocha su enorme abstracción. Junto al kantismo, Heidegger también rechazó el cartesianismo y todas las filosofías basadas en las ciencias positivas o subyugadas por sus métodos: la Antropología filosófica, el Psicoanálisis y las filosofías de la vida. La polémica sobre la adscripción de Heidegger al Tercer Reich y su posible antisemitismo se ha visto recientemente renovada por la publicación de sus Cuadernos negros.

Los revolucionarios conservadores basaron sus ideas sobre una concepción orgánica de la sociedad, en lugar de la materialista, en la calidad y no la cantidad, sobre el Volksgemeinschaft («comunidad popular”) en lugar de la lucha de clases y la oclocracia. Los ideólogos de la escuela produjeron una profusión de literatura nacionalista radical que consistió en diarios y obras de ficción de guerra, periodismo político, manifiestos y tratados filosóficos esbozando sus ideas para la transformación de la vida cultural y política alemana. Influidos por las visiones de Oswald Spengler, se sienten indignados por el liberalismo; el igualitarismo y la cultura comercial de la civilización industrial, urbana, abogando consecuentemente por la destrucción de la democracia y el orden liberal, por la fuerza, si fuera necesario.

Oswald Spengler fue un filósofo e historiador alemán, cuya obra La decadencia de Occidente (Der Untergang des Abendlandes) discute la historia mundial. El modelo histórico de Spengler postula que las culturas y civilizaciones humanas son similares a las entidades biológicas, cada una con una esperanza de vida limitada y un ciclo de vida predecible y determinístico. Con base en este esquema y aplicando un método que él llamó la “morfología comparativa de las culturas”, Spengler proclamó que la cultura Occidental se encontraba en su etapa final, es decir, la decadencia, y afirmó que era posible predecir los hechos por venir en la historia del Occidente. Spengler elogia el “viejo espíritu prusiano”, la monarquía, el estamento noble y el militarismo. Según Spengler, la guerra es forma eterna del ser humano. Spengler opone a la intelección materialista de la historia el fatalismo, negando el concepto de progreso histórico. Es partidario del relativismo histórico. 

Estas ideas de Spengler fueron luego desarrolladas por el tradicionalismo filosófico, tendencia socio-filosófica que valora la sabiduría práctica expresada en la tradición en cuanto conjunto de normas y costumbres heredadas del pasado. El tradicionalismo integral, perennialismo o Escuela Perennialista, engloba un grupo de pensadores que intentan exponer o reformular lo que consideran una filosofía perenne, que se remonta a ideas de la antigua Grecia y el Antiguo Egipto. Si bien muchos eruditos difieren en cuestiones históricas sobre este tema, los perennialistas suelen ver puntos en común en las corrientes budistas como MahayanaZen y Dzogchen, en el hinduismo como Vedanta y en la filosofía china como el taoísmo. Los autores perennialistas toman en cuenta los registros exotéricos así como las enseñanzas esotéricas. Los fundadores de esta corriente son el francés René Guénon, el cingalés Ananda Coomaraswamy y el suizo Frithjof Schuon. Otros pensadores influyentes que se incluyen el perennialismo son Ivan Aguéli y Marco Pallis. Algunos académicos incluyen al escritor y pintor Julius Evola y al intelectual rumano Mircea Eliade.

René Guénon es conocido por sus publicaciones de carácter filosófico espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y divulgación de la tradiciones espirituales. Fue un intelectual que sigue siendo una figura influyente en el dominio de la metafísica. Se le relaciona con Ananda Coomaraswamy, otro gran esoterista del siglo XX. El esoterismo es un término genérico usado para referirse al conjunto de conocimientosdoctrinas, enseñanzas, prácticas, ritos, técnicas o tradiciones de una corriente de pensamiento que utiliza secretos, símbolos incomprensibles o de difícil acceso y que se transmiten únicamente a una minoría selecta denominada iniciados, por lo que no son conocidos por los profanos. El esoterismo busca entender el mundo y a las personas a través de sus causas internas, a diferencia del conocimiento exotérico, que busca los efectos y las causas externas. Por esoterismo occidental se entiende una amplia gama de ideas y movimientos vagamente relacionados desarrollados dentro de la sociedad occidental; la cual toma elementos del esoterismo tradicional de otras culturas, muchas veces tergiversándolas o realizando cambios en el significado de los conceptos originales.

El interés despertado por las sociedades secretas y las tradiciones esotéricas desde finales del siglo XIX ha convertido al esoterismo, al menos en un nivel superficial, en un elemento característico de la cultura de masas. Entre las tradiciones esotéricas orientales que influenciaron al esoterismo occidental se encuentra la cábala, una disciplina y escuela de pensamiento esotérico relacionada con los esenios y el judaísmo jasídico. Las enseñanzas de la cábala intentan explicar la relación entre Diosein sof (אֵין סוֹף, «El infinito»), un ser infinito, que es inmutableeterno y misterioso; y el Universo perecedero y finito (creado por Dios).

La cábala no podría considerarse como una denominación religiosa; si bien es la base de interpretaciones religiosas de carácter místico en el judaísmo. La cábala busca definir la naturaleza del Universo y del hombre, la base y propósitos de su existencia y otras cuestiones relacionadas con la ontología. También presenta métodos para ayudar a entender estos conceptos y, por tanto, lograr un crecimiento espiritual. En este sentido, las 10 Sefirot del Árbol de la Vida son las partes esenciales de Adam Kadmón o las emanaciones del Dios anterior a la creación del Universo, llamado ein sof, y corresponderían al cuerpo humano como analogía para explicar conceptos espirituales. Una de las fuentes más importantes de la cábala es el Zohar, (el libro del esplendor), que se supone escrito por el rabino Shimon bar Yojai en el siglo II y recopilado o escrito por Mosé ben Sem Tob de León en el siglo XIII.

A mediados del siglo XIX el cabalista Eliphas Lévi, nombre adoptado por el mago y escritor ocultista francés Alphonse Louis Constant, produjo una decena de obras esotéricas de importancia, entre las que se destaca Dogma y ritual de alta magia, con las que el ocultismo tuvo un período de gran apogeo en Francia. El ocultismo es el estudio de diversos conocimientos y prácticas misteriosas de carácter dogmático, como la magia, la alquimia (como disciplina espiritual y filosófica), la adivinación, etcétera, que desde la antigüedad pretenden estudiar los secretos del universo. Lo oculto es todo aquello que no tiene explicación, cuyo conocimiento no está a disposición de los no iniciados.

Lo oculto se refiere al conocimiento de lo paranormal e inexplicable, en oposición del conocimiento de lo medible y explicable, usualmente referido como ciencia. Para muchos estudiosos ocultistas, lo oculto es simplemente el estudio de la realidad espiritual subyacente y más profunda que va más allá de la razón pura y de las ciencias del conocimiento de lo sensible y físico. ​Los términos esotérico​ y arcano tienen un significado similar y en muchos contextos los tres términos son intercambiables. El término paranormal alude a supuestos fenómenos descritos en la cultura popular, en el folclore y en otros cuerpos de conocimiento no científicos cuya existencia se describe como más allá del alcance de la comprensión científica “normal”. Entre las creencias paranormales más destacadas se encuentran las relacionadas con la percepción extrasensorial (por ejemplo, la telepatía) y el espiritismo

Al atribuir a lo paranormal una explicación mágica distinta de la razonable, sin ninguna prueba o evidencia científica, el ocultismo, el esoterismo y lo arcano son consideradas supersticiones o creencias contrarias a la razón. Las supersticiones, no fundamentadas o asentadas de manera no común en el ser humano, pueden estar basadas en tradiciones populares, normalmente relacionadas con el pensamiento mágico. Las personas supersticiosas piensan que ciertas acciones (voluntarias o no) tales como rezosensalmosconjuroshechizosmaldiciones u otros rituales, influyen de manera trascendental en su vida o la defienden del mal (efecto apotropaico). Están englobados por tanto en las denominadas pseudociencias,

El ocultismo también se refiere a cierto tipo de organizaciones u órdenes, sus enseñanzas y prácticas y a las corrientes literarias y de filosofía espiritual, presentes e históricas, relacionadas con este tema. En este sentido y con el objeto de estudio y explicación de los fenómenos relacionados con los médiums y el espiritismo, junto al estudio metódico del ocultismo oriental y las religiones comparadas, Helena BlavatskyHenry Olcott y William Judge, entre otros, fundaron la Sociedad Teosófica en la ciudad de Nueva York el 17 de noviembre de 1875. El espiritismo es una doctrina originada en Francia a mediados del siglo XIX, cuyo máximo exponente ha sido Allan Kardec. Esta doctrina establece como principios la inmortalidad del alma, naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad, según la enseñanza dada por los espíritus superiores con la ayuda de diversos médiums. Sus investigaciones fueron la base de la publicación en el año 1857 de El libro de los espíritus. Este volumen supone el comienzo del movimiento espiritista contemporáneo. En los años siguientes, Kardec publicó numerosos libros. En 1858 fundó la Revista Espírita, de la que fue director hasta 1869.

Muchas personas abrazaron el espiritismo en Europa y en los Estados Unidos como una explicación lógica de la realidad, incluso de temas relacionados con la trascendencia, como Dios y la vida después de la muerte. Miles de sociedades espiritistas fueron creadas en ambos continentes, y en algunos países como España, el espiritismo fue candidato a integrar los programas regulares de segunda enseñanza y de las facultades de ciencias y de filosofía y letras. Luis Francisco Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, VIII marqués de la Florida y X señor de Algarrobo y Bormujos, realizó una presentación de una proposición de Ley para la enseñanza oficial del Espiritismo, dando lectura al mismo el 26 de agosto de 1873. En Iberoamérica, el espiritismo se expande en una corriente que intenta mantenerse fiel al proyecto inicial de Kardec y otra de carácter netamente religioso.

Como investigador de estos fenómenos y de otros temas de parapsicología, espiritismo y ocultismo, el coronel Henry Olcott se unió a Helena Blavatsky en 1875 para conformar la Sociedad Teosófica. Olcott también fue miembro de la masonería y fundador de la Comunidad Mundial de Budistas. La enseñanza básica de la Sociedad Teosófica consiste en que todas las religiones tienen una «verdad en común» que se encuentra en la esencia de cada una de ellas. Su fundadora, Helena Petrovna Blavatsky, construye una doctrina basada en las enseñanzas de sus «maestros», los cuales son seres evolucionados que tienen como meta la evolución de la humanidad. Los líderes de la Sociedad Teosófica creían que ellos se encontraban bajo la supervisión directa de estos «maestros», pertenecientes a la Logia Blanca. La Sociedad Teosófica tiene una ideología ecléctica y pretende unificar la ciencia, la filosofía y la religión en una doctrina denominada teosofía, «secreta», pero a la vez al alcance de quienes estén dispuestos a desvelarla.   

En septiembre de 1875, Blavatsky publicó su primera gran obra, Isis sin velo, un libro que trata de la historia y del desarrollo del ocultismo, la naturaleza y el origen de la magia, las raíces del cristianismo y, según la perspectiva de la autora, los fallos de la teología cristiana y los errores establecidos en aquel entonces por la ciencia oficial. En 1878, Blavatsky y Henry Olcott trasladaron la sede de la Sociedad Teosófica a la ciudad de Adyar, en la India. La Sociedad para la Investigación Psíquica en Londres (London Society for Psychical Research) creó un comité especial para investigar a Madame Blavatsky. En diciembre de 1884, Richard Hodgson llegó a la India para investigar y preparar el informe sobre las acusaciones de fraude. Este informe afectó gravemente a la salud de Blavatsky. En Wurzburgo, (Alemania), comenzó a escribir La Doctrina Secreta, que fue su obra maestra. En mayo de 1887, aceptando la invitación de teósofos de Inglaterra, se trasladó a Londres.

Cuando Blavatsky llegó a Londres, las actividades de los teosofistas se habían intensificado y establecido según las enseñanzas de su fundadora. En Inglaterra nació la revista «Lucifer» (del latín lucifer, «portador de la luz», aplicado al planeta Venus). Por otra parte, sus críticos la acusan de racismo, particularmente cuando Blavatsky menciona a algunos grupos étnicos como los aborígenes australianos por ejemplo, como pertenecientes a una raza inferior, puesto que los identifica como «un cruce atlanto-lemuriano«. Con respecto a los semitas, particularmente los árabes, dijo que eran «espiritualmente degenerados«. Después de la muerte de Blavatsky en 1891, Judge fue acusado por Olcott y Annie Besant de falsificación. En 1895 cesó su asociación con Olcott y Besant, llevándose la mayor parte de la sección estadounidense de la Sociedad con él. A principios del siglo XX, el escritor y obispo anglicano Charles Leadbeater fue expulsado de la Sociedad acusado de actos reñidos con la moral. Al morir el presidente Olcott, Leadbeater fue readmitido en la Sociedad por intermediación de Annie Besant, lo que generó el alejamiento de varias ramas teosóficas. Posteriormente surgieron del tronco de la Sociedad Teosófica diversas agrupaciones de carácter esotérico y religioso, donde entraron en escena célebres esoteristas como Rudolf Steiner y Alice Bailey, entre otros.

Rudolf Steiner fue el fundador de la antroposofía, la educación Waldorf, la agricultura biodinámica, la medicina antroposófica​ y de la nueva forma artística de la euritmia. Steiner propuso una forma de individualismo ético, al que luego añadió un componente más explícitamente espiritual. Derivó su epistemología de la visión del mundo de Johann Wolfgang Goethe, según la cual el pensamiento es un órgano de percepción al igual que el ojo o el oído. Del mismo modo que el ojo percibe colores y el oído sonidos, así el pensamiento percibe ideas. Steiner fue invitado en 1888 a trabajar como editor en los archivos de Goethe en Weimar. Steiner permaneció en el archivo hasta 1896. En ese año Elisabeth Förster-Nietzsche solicitó a Steiner que ordenara el archivo de Friedrich Nietzsche en Naumburgo, oferta que él declinó. Escribió más tarde el libro Friedrich Nietzsche, un luchador contra su época. En 1899 Steiner fue invitado a una reunión de teósofos sobre Nietzsche, a raíz de la publicación de un artículo en su Magazin für Literatur, titulado «La revelación secreta de Goethe», sobre la naturaleza esotérica del cuento de hadas de Goethe «La serpiente verde y la blanca azucena». Steiner continuó hablando regularmente a los miembros de la Sociedad Teosófica, convirtiéndose en secretario general de su recién formada sección alemana en 1902.

En 1904, Steiner fue nombrado por Annie Besant dirigente de la Sociedad Esotérica en Alemania y Austria. La Sección Alemana de la Sociedad Teosófica creció rápidamente bajo la guía de Steiner. Steiner solamente habló de aquello que él mismo pudo investigar por sí mismo. Su enfoque fue siempre original y basado en su investigación propia que entroncaba con las enseñanzas espirituales de la tradición esotérica y filosófica occidental. Ésta y otras diferencias  llevaron a una ruptura formal en 1912/13, cuando Steiner y la mayoría de los miembros de la sección alemana de la Sociedad Teosófica se separaron para formar un nuevo grupo: la Sociedad Antroposófica. A pesar de las grandes convergencias entre la teosofía y su propio sistema esotérico, Steiner mantuvo siempre la misma tónica de basarse en su propia investigación espiritual. La Sociedad Antroposófica creció rápidamente. Alimentada por la necesidad de encontrar una sede para sus conferencias anuales, que incluían representaciones de obras teatrales escritas por Édouard Schuré y por el propio Steiner, se tomó la decisión de construir un teatro y un centro organizativo. En 1913 empezó la construcción del Goetheanum, en Dornach (Suiza). 

La pretensión de Steiner de usar una metodología científica para investigar fenómenos espirituales basado en sus declaraciones de experiencia clarividente y su colocación de la «ciencia espiritual» sobre las ciencias naturales ha sido calificada como cientifismo. Steiner consideraba las observaciones de la investigación espiritual como más fiables (y sobre todo, consistentes) que las observaciones de la realidad física, pero consideraba que la investigación espiritual no era infalible.

Los comentarios de Steiner sobre la raza son incoherentes, como era típico en su época. Consideraba que todo pueblo tiene una única esencia, espíritu o «alma del pueblo»,​ veía la raza como una manifestación física de la evolución espiritual de la humanidad y colocó a las diversas razas identificadas en su época en una compleja jerarquía derivada en gran parte de opiniones teosóficas. Por un lado, caracterizó razas, naciones y etnias específicas de una manera que ha sido llamada racista por sus críticos, incluyendo la caracterización de diversas razas y grupos étnicos como retardadas o destinadas a desaparecer, y de otras como florecientes; y opiniones jerárquicas sobre la evolución espiritual de razas distintas,​ incluyendo (a veces, incoherentemente) el retrato de la raza blanca, la cultura europea o el pueblo alemán como representando el punto álgido de la evolución humana al principio del siglo XX, aunque describiéndolas como destinadas a ser superadas por futuras culturas. Por otra parte, Steiner enfatizó la unidad espiritual nuclear de todos los pueblos del mundo y criticó fuertemente el prejuicio racial. En esa ambivalencia, criticó tanto el antisemitismo, siendo acusado de estar influido por sus íntimas conexiones con judíos y que él mismo era judío; como la meta de su contemporáneo Theodor Herzl de crear un estado sionista, ya que promovía la asimilación completa del pueblo judío en las naciones en que vivía.

Durante siglos existió entre los judíos de la Diáspora una gran nostalgia de origen religioso de retornar a la patria histórica del pueblo judío –«el año próximo, en Jerusalén…»– que, a mediados del siglo XIX, comenzó a secularizarse al entrar en contacto con las grandes corrientes ideológicas europeas de la época (liberalismo, socialismo, nacionalismo). Los nacionalismos en la Europa del siglo XIX tuvieron como bandera común la idea «un pueblo, un Estado», que es el origen del concepto de Estado-nación. En paralelo a ese desarrollo nacionalista, atravesándolo en muchas ocasiones, se desarrolló el moderno antisemitismo.

La reacción ante el antisemitismo por parte de la intelectualidad judía, tanto laica como religiosa, que había surgido a partir de la Haskalá, fue diversa. Desde la aceptación de la asimilación cultural que promovían los iniciadores del movimiento como Moses Mendelssohn, ( por ejemplo el orientalista Julius Fürst o el poeta Heinrich Heine ) o la conversión ante el carácter religioso del antijudaísmo cristiano, ( la propia familia de Mendelssohn, cuyo miembro más destacado fue Felix Mendelssohn, el primer ministro británico Benjamín Disraeli o el padre de Karl Marx ), hasta la reafirmación de la identidad judía de los sectores más ortodoxos, sobre todo en Europa oriental, o de los pensadores que cambiaron de postura, como Moses Hess o la emigración. Esto se expresó de múltiples maneras, como la lucha por la emancipación judía y el nacimiento de nuevos movimientos políticos judíos, y en última instancia el desarrollo del sionismo frente al antisemitismo y las persecuciones de fines del siglo XIX.

Los escritos del rabino Zvi Hirsch Kalischer  impactan sobre Moses Hess, y tras la publicación de Roma y Jerusalén, en la que afirma la persistencia, irreductible, de la identidad nacional judía, analiza el antisemitismo europeo de manera muy pesimista y propone el retorno del pueblo judío a Palestina, influyó en la creación de asociaciones y movimientos sociales que propugnaban el retorno a Sion, y la construcción de una patria judía en Palestina. La ola de pogromos de 1881-1884, y las leyes antisemitas de mayo de 1882, introducidas por el zar Alejandro III de Rusia, provocaron la emigración masiva de los judíos del Imperio Ruso. Los judíos denominaron Aliá o Aliyá a la inmigración judía a Palestina o como se denomina en el Tanaj ( del que procede el Antiguo Testamento ) Eretz Yisra’el, la Tierra de Israel.

El rabino Kalischer utilizó su influencia ante la sociedad Kol Israel Haverim (la Alianza Israelita Universal) para promover el desarrollo agrícola en Palestina, y la fundación de la localidad de Mikve-Israel. Yehuda Hay Alkalay, rabino de la comunidad sefardí de Zemun ( BelgradoSerbia ), preconiza que su pueblo, durante la espera del Mesías, debe emprender acciones que contribuyan a su liberación, y para eso debe instalarse en la Tierra de Israel. Después de los pogromos León Pinsker dejó de creer en el humanismo e iluminismo para derrotar al antisemitismo. En 1882 publicó su panfleto Autoemancipación, en el que se alentaba a los judíos a luchar por la independencia y conciencia nacional para recuperar su patria, y funda en Odesa un movimiento popular, que estaba organizado en torno a la idea del regreso a Sion, el Hovevei Zion ( «Los Amantes de Sion»). Los Amantes de Sion fueron el primer movimiento popular que desarrolló e implementó los ideales del sionismo.

La primera Aliyá se inició en 1882 y duró hasta 1903.​ Se calcula que entre 25.000 y 35.000 judíos emigraron a Siria Otomana durante la Primera Aliá. La mayoría de los olim (inmigrantes) pertenecían a los movimientos Hovevei Zion y Bilu, y eran provenientes del Imperio ruso y en menor número del Yemen, fundando muchas comunidades agrícolas. En 1882 los yemenitas judíos se establecieron y crearon un nuevo suburbio en Jerusalén al sudeste de las murallas de la Ciudad Vieja, en las laderas del monte de los Olivos. Aunque el Imperio otomano había acogido a los judíos sefardíes de la diáspora, se habían producido pogromos antijudíos a finales del siglo XIX. La población árabe protestó ante el aumento de la presencia judía, lo que resultó en una prohibición en 1892 de todas las ventas de tierras a extranjeros, por lo que los emigrantes judíos crearon una guardia de autodefensa judía.

Para la mayor parte de los judíos ortodoxos del siglo XIX, el Estado judío de la antigüedad había sido destruido por voluntad de Dios y solo una acción directa de Dios, es decir, la llegada de su Mesías, podría restaurarlo. Una corriente diferente en el aspecto teológico surgió tras las obras de los rabinos Zvi Hirsch Kalischer y Yehuda Hay Alkalay. En la obra de ambos hay dos aspectos: uno laico, buscando el modo de mejorar la suerte de los judíos, construyendo un Estado para los judíos perseguidos; y otro religioso, la emancipación judía anunciaba la llegada del tiempo de la redención, pero ésta debe ser también una obra humana y es un mandamiento para los judíos reunirse en Eretz Israel (la Tierra Santa). Estos dos religiosos son los auténticos ideólogos fundadores del sionismo religioso. Su ideología se resume en una frase: «El Pueblo de Israel, en la Tierra de Israel, según la Torá de Israel».

La primera asociación Mizrachi se crea a principios de los años 1890, aunque el partido propiamente dicho no se cree hasta 1902. El partido se funda en Vilna (Imperio ruso, actualmente Lituania) en una conferencia mundial de sionistas religiosos. Mantuvo una línea de alianzas muy fuerte con otros movimientos sionistas, incluso con los marxistas del Poale Zion. El movimiento tiene un peso bastante escaso en sus orígenes dentro del movimiento sionista mundial.

En 1891 Theodor Herzl asumió la corresponsalía en París del influyente periódico liberal de VienaNeue Freie Presse (1891-1895), un importante diario de referencia en el Imperio austrohúngaro, representante de la corriente liberal austríaca. Como corresponsal en París constató y analizó el crecimiento del antisemitismo, y comenzó a implicarse emocionalmente en el «problema judío», al que hasta entonces no había prestado demasiada atención. Al principio mantuvo tesis asimilacionistas, pero el Caso Dreyfus en 1894 le supuso un punto de inflexión del asimilacionismo hacia el nacionalismo ya que, en sus propias palabras, asistir al proceso Dreyfus y a la agitación antisemita que se generó en torno a ese caso fue lo que le convirtió definitivamente en sionista. Su nueva visión sionista fue presentada en su totalidad en su libro titulado Der Judenstaat: Versuch einer modernen Lösung der Judenfrage («El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía»), que se publicó en febrero de 1896, donde propuso que la solución al «problema judío» era la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo, que esto era un asunto de política internacional y que debía ser asumido como tal.

En el comienzo de su actividad, cuando comprendió la necesidad de un estado judío, fracasó en su intento de captar la atención de los judíos más acaudalados e influyentes como el barón Hirsch y el barón Rothschild. Al principio, el texto no fue muy bien recibido: en los ambientes judíos liberales y asimilacionistas de Europa central y occidental se consideraba una quimera más. Tampoco fue de agrado en las sinagogas, donde se percibió como contrario a las enseñanzas religiosas. Por otro lado, sus ideas fueron recibidas con entusiasmo por las masas judías, que lo consideró como un moderno Moisés.

A partir de abril de 1896, cuando la traducción al inglés de Der Judenstaat apareció, Herzl se convirtió en el principal portavoz del sionismo. Consideraba que, para que surgiera un posible Estado judío, era más importante llegar a un acuerdo primordial con las potencias mundiales para legitimar jurídica e internacionalmente la existencia del mismo, por lo que primeramente se debían realizar acciones en el campo político para que triunfara la empresa sionista ( sionismo político). Visitó Estambul en abril de 1896, donde intentó persuadir al sultán de Turquía para que le cediera parte de la Siria Otomana, a fin de crear un Estado Judío a cambio de apoyo financiero. Fue acogido en SofíaBulgaria, por una delegación judía. En Londres, lo recibieron fríamente, pero se le concedió el mandato de liderazgo de los sionistas londinenses. En 1897, con considerables gastos personales, fundó en Viena Die Welt («El Mundo»), el primer órgano sionista oficial. Ese mismo año organizó el Primer Congreso Sionista en Basilea (Suiza). Allí fue elegido presidente. 

Los logros más importantes del congreso fueron las formulaciones de la plataforma sionista, conocidas como el Programa de Basilea, la fundación de la Organización Sionista y la adopción del Hatikvah como su himno (primero como himno de Hovevei Zion ). En el congreso, Herzl fue elegido presidente de la Organización Sionista y Max Nordau uno de los tres vicepresidentes. Sionismo General fue inicialmente el término para referirse a las convicciones de la mayoría de los miembros de la Organización Sionista, que no se sumaron a una facción o partido y sólo pertenecían a organizaciones sionistas a nivel nacional. Representaban al centrismo dentro del movimiento sionista. Los preceptos de los sionistas generales incluían un sionismo al estilo de Basilea, exento de posicionamientos ideológicos, es decir, con primacía del sionismo sobre cualquier interés clasista, partidista o personal. A diferencia de la rama política del sionismo, fundada por Theodor Herzl, el sionismo realizador propuesto por Menachem Ussishkin, consideraba más relevante para la creación de un Estado judío el establecimiento de asentamientos agrícolas y su desarrollo. Ussishkin fue uno de los fundadores del movimiento Bilu y la rama de Moscú de Hovevei Zion. También se unió a la sociedad Bnei Moshe fundada por Ajad Ha´am, fundador del sionismo cultural.

El sionismo socialista no creyó que pudiera crearse un Estado judío apelando simplemente a la comunidad internacional o recurriendo al apoyo de naciones poderosas como Gran Bretaña, Alemania o el Imperio otomano. Por el contrario, varios sionistas socialistas creyeron que solo se podría crear un Estado judío como parte de la lucha de clases, con los esfuerzos de la clase obrera judía asentada en Palestina y que construiría un Estado a través de la creación de kibutz y de moshav en el campo y de un proletariado judío en las ciudades. Los principales teóricos del sionismo socialista incluyen a Moisés Hess, Nachman SyrkinDov Ber Borojov y Aarón David Gordon.

La mayoría de los socialistas se rehusaron a perpetuar la religión como una «mentalidad de la diáspora» entre el pueblo judío, ya que eran ardientemente secularistas, con muchos sionistas ateos que se oponían a la religión. En consecuencia, el movimiento a menudo tenía una relación antagónica con el judaísmo ortodoxo. En particular Moses Hess sostuvo desde un judaísmo socialista, que la alienación religiosa es simplemente la expresión de la alienación social en la cual el trabajador, al estar excluido de la propiedad privada, se ve forzado a alienar su trabajo en las mercancías que él produce pero que no le pertenecen, con lo cual el dinero se convierte en una deidad. Consideraron el yidis como la lengua del exilio, adoptando el hebreo como lengua común entre los judíos en Palestina. El principal artífice y responsable del renacimiento y la reimplantación de la lengua hebrea como lengua hablada y escrita en los tiempos modernos fue Eliezer Ben Yehuda.

El sionismo no recibió en sus comienzos el apoyo mayoritario de los judíos. En particular, no contó con las simpatías de la mayoría de los judíos de Europa occidental, que creyeron poder considerarse a sí mismos como ciudadanos con plenos derechos en sus respectivos países, tras los aires de emancipación y tolerancia que trajo consigo la Ilustración y el estado liberal decimonónico clásico. La forma más exacerbada de oposición a las ideas sionistas se conoció como integracionismo, y afirmaba que el sionismo era análogo al antisemitismo, en la medida en que ambos niegan la condición de nacionales de un determinado país a los judíos. Un ejemplo célebre de antisionismo fue el de Edwin Samuel Montagu. La oposición al sionismo existía también entre el movimiento Bundista en Europa oriental, que buscaba la autonomía cultural de los judíos en los países donde vivían; así como entre la mayoría de los judíos ortodoxos. Entre estos últimos sigue habiendo algo de ambigüedad e inclusive hostilidad al sionismo. La idea de un Estado judío, o incluso de pueblo judío, fue rechazada por numerosos judíos miembros de organizaciones revolucionariasmarxistas o anarquistas, quienes consideraban que la condición de judío derivaba de la religión y que, una vez erradicada esta, la distinción entre judíos y no judíos desaparecería. 

Manifestación del Bund

La Asamblea Rusa  era un grupo político monárquico, de derecha y lealista ruso. Fue fundado en San Petersburgo en octubre-noviembre de 1900 e iniciado por un pequeño círculo de personas encabezado por el poeta y publicista V. L. Velichko. En un principio fue una especie de club literario y artístico con tintes eslavófilos de derecha, donde la labor cultural y educativa cobraba protagonismo. El 16 (29) de enero de 1901 se aprobó el proyecto de estatuto y se eligieron sus órganos de gobierno. El 26 de enero (8 de febrero) de 1901, el senador P. N. Durnovo, viceministro del Interior, aprobó los estatutos de esta primera organización política nacional rusa. Entre los miembros del consejo se encontraban el príncipe Dmitri Petrovich Golitsyn, presidente, y los generales Mikhail Borodkin , Alexander Vasilyev , conde N. Geiden, Akim Zolotaryov, entre otros destacados miembros de la nobleza y la intelectualidad rusas. En 1903, un tercio del ejército ruso, en la parte occidental del país, tenía asignadas tareas de «acción represora». Especialmente los cosacos, que eran un poderoso brazo del ejército de la Casa Románov (en cierto modo, fuerzas especiales de la época, donde todos los integrantes del mismo pertenecen a una misma comunidad étnica, similar a la situación de los Gurkhas de Nepal en el ejército del Reino Unido). A ojos de muchas minorías étnicas, se convirtió en sinónimo a la represión imperialista. Histórica y tradicionalmente los cosacos son cristianos ortodoxos, y son considerados protectores y guardianes de la Iglesia ortodoxa

Las leyes promulgadas en la época de Pedro I permanecieron válidas hasta el siglo XIX y determinaron la posición de la Iglesia ortodoxa rusa. Los artículos más importantes del Duhovnyjreglament, o sea del estatuto eclesiástico, estaban integrados en el código del imperio ruso. El artículo 40 del código declaraba que la fe ortodoxa era “la fe dominante” en Rusia, y los dos artículos siguientes definían la relación entre emperador y la Iglesia Ortodoxa. Según ellos, el zar era el supremo protector del dogma de la Iglesia Ortodoxa. Al ser ser abolida la institución del patriarcado por Pedro I en 1701, la dirección de la Iglesia ortodoxa rusa le correspondió al llamado Santísimo Sínodo Gobernante, que se compuso parcialmente de miembros eclesiásticos y también por estadistas laicos designados por el zar. El Sínodo, fue en un primer momento, el guardián de la pureza de la fe; se aseguró que todos los miembros del clero realizasen sus obligaciones en el espíritu de la ortodoxia; se ocuparon de erradicar la disensión y las supersticiones, y vigilaba la publicación de libros religiosos. El Sínodo se hizo cargo de la educación pública religiosa y de la propagación de la ortodoxia; también tenía el control sobre los establecimientos educativos religiosos, y, a comienzos de 1885, también sobre las escuelas parroquiales regentadas por laicos. No se permitía el rechazo de la fe ortodoxa por los súbditos. De acuerdo con los preceptos antijudíos de la Iglesia ortodoxa rusa.

Después de la guerra ruso-turca de 1887, tanto el gobierno como la Iglesia ortodoxa rusa se interesaron especialmente en los cristianos ortodoxos de sus nuevos territorios. De acuerdo con los preceptos antijudíos de la Iglesia ortodoxa rusa, ésta estaba particularmente preocupada por los judíos en esa época, y difundió sus ideas sobre ellos entre sus nuevos fieles. Besarabia era la provincia occidental del Imperio ruso menos desarrollada en cuanto a cultura se refería. El nivel de alfabetización en 1897 en todo el territorio era de un 15,4 % (un 6 % eran de origen moldavo), la principal razón por la que los niveles de alfabetización eran tan bajos se debía a que el idioma ruso era la única lengua vehicular debido a la rusificación emprendida por las autoridades zaristas. El periódico más popular de Kishinev (actualmente Chisináu ),  capital de la gobernación de Besarabia, era el periódico antisemita publicado en ruso Бессарабец (Bessarabets, que significa «Besarabiano»), cuyo editor era Pavel Krushevan , publicaba regularmente artículos con titulares como «¡Muerte a los judíos!» y «¡Cruzada contra la raza odiada!».

Por otro lado, para justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos en la Rusia zarista, la Ojrana (policía secreta zarista) publicó en 1902  un alegato antisemita falsificado conocido como Los protocolos de los sabios de Sion. El texto, considerado una farsa, sería la transcripción de unas supuestas reuniones de los «sabios de Sion», en la que estos sabios detallan los planes de una conspiración judeo-masónica, que consistía en el control de la masonería y de los movimientos comunistas, en todas las naciones de la Tierra, y tendría como fin último hacerse con el poder mundial. Cuando en febrero de 1903 un niño de origen ucraniano, Mikhail Rybachenko, fue encontrado asesinado en la ciudad de Dubăsari, a unos 40 km al norte de Kishinev, y una niña que se suicidó envenenándose fue declarada muerta en un hospital judío, el periódico Bessarabetz insinuó que ambos niños habían sido asesinados por la comunidad judía. Otro periódico, Свет (Svet, «Luz»), utilizó los antiguos libelos de sangre contra los judíos, basado en que el joven había sido asesinado para usar su sangre en la preparación de matzá. Estas acusaciones provocaron el primer pogromo. El pogromo se inició el 6 ( jul., 19 greg.) de abril de 1903 (en el último día de la Pascua judía y en el primer día de la Pascua ortodoxa ) y se extendió por tres días, con disturbios y revueltas contra los judíos.

Cuerpos de las víctimas expuestos en la calle. Pogromo de Kishinev 1903.

El pogromo de Kishinev de 1903 captó la atención del público internacional. El periódico The Times dio a conocer un comunicado falso realizado por el Ministro del InteriorViacheslav von Plehve, anunciándole al gobernador de Besarabia, que un pogromo era inminente, y dio orden de no usar la fuerza ni detener a los alborotadores, pero, en cualquier caso, no hubo intento por parte de las fuerzas policiales o militares de intervenir para detener los disturbios sino hasta el tercer día. Esta falta de intervención es un fuerte argumento en apoyo de la opinión de que el pogromo fue patrocinado o, al menos, tolerado por el Estado.

El The New York Times describió el primer pogromo de Chisináu: «La turba estaba dirigida por sacerdotes, y el grito general «Matad a los judíos» se repitió por toda la ciudad. Los judíos fueron tomados totalmente desprevenidos y fueron sacrificados como ovejas….La policía local no hizo ningún intento de controlar el reinado del terror…». El pogromo de Kishinev de 1903 fue mencionado en el Corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe como un ejemplo del tipo de abuso de los derechos humanos que justificaría la participación de Estados Unidos en América Latina. El libro de 1904 The Voice of America on Kishinev proporciona más detalles  al igual que el libro Russia at the Bar of the American People: A Memorial of Kishinef . 

Ephraim Moses LilienA los mártires del pogromo de Kishinev (Chisináu), estampa, 1903.

La guerra ruso-japonesa fue un conflicto surgido por las ambiciones imperialistas rivales de la Rusia Imperial y el Japón en Manchuria y Corea. Los principales escenarios del conflicto fueron el área alrededor de la península de Liaodong y Mukden, el mar del Japón y el mar Amarillo. Los rusos buscaban un puerto de aguas cálidas en el océano Pacífico para uso de su Armada y para comercio marítimo. El puerto de Vladivostok solo podía funcionar durante el verano, pero Port Arthur (China) sería capaz de mantenerse funcionando todo el año. Después de la primera guerra sino-japonesa (1894-1895), el tratado de Shimonoseki le concedió a Japón la isla de Taiwán, así como el protectorado sobre Corea y la península de Liaodong. Posteriormente Japón se vio obligado a entregar Port Arthur a Rusia. En 1903, las negociaciones entre Rusia y Japón resultaron ser inútiles, así que Japón decidió entrar en guerra para mantener su dominio exclusivo de Corea. El 8 de febrero de 1904 comenzaron las hostilidades, y la guerra terminó el 5 de septiembre de 1905.

Las campañas resultantes, en las cuales el Ejército Imperial Japonés logró obtener varias victorias de manera consistente sobre sus oponentes rusos, fueron un hecho inesperado para muchos en el mundo, pues fue la primera vez que un pueblo no caucásico se enfrentaba y vencía a una potencia imperialista europea. Estas victorias transformarían drásticamente el equilibrio de poder en el Este de Asia, lo que daría como resultado la consolidación de Japón como país importante en el escenario mundial. Las vergonzosas derrotas generaron insatisfacción en los rusos con su corrupto e ineficiente gobierno zarista, el cual canalizó ese sentimiento culpando a los judíos.

Los japoneses necesitaban controlar el mar para enfrentarse a una hipotética guerra en el continente asiático, pues dependían de su dominio para enviar tropas y pertrechos al continente.​ De este modo, su primer objetivo militar fue neutralizar a la flota rusa anclada en Port Arthur. La noche del 8 de febrero, la flota japonesa, al mando del almirante Heihachiro Togo, abrió fuego torpedeando sin previo aviso a los barcos rusos en Port Arthur. Dos días después Japón atacó un puesto ruso en Corea, pero estos no reaccionaron al no estar aún formalmente en guerra.

A finales de julio, el general Nogi contaba ya con ochenta mil soldados para abordar la conquista de Port Arthur, del que los japoneses deseaban apoderarse antes de la llegada de la 2.ª Escuadra del Pacífico. El 19 de agosto ordenó el primer asalto, el primero de varios ataque frontales, que costaron gran número de bajas a los japoneses. La primera semana de diciembre los japoneses lograron destruir la escuadra rusa, que participaba en la defensa;​ esto supuso un debilitamiento notable de la posición rusa y condujo finalmente a la capitulación de Port Arthur el 2 de enero de 1905.

lustración japonesa que muestra la destrucción de un barco ruso en el ataque naval sorpresa en Port Arthur en 1904.

Mientras tanto, en octubre de 1904 Rusia envió una nueva flota a Extremo Oriente con unidades pertenecientes a sus flotas del Báltico y del Mar Negro, al mando del vicealmirante Zinovi Rozhéstvenski. Su larga travesía hacia Asia se realizó bordeando el cabo de Buena Esperanza, ya que los ingleses les negaron el paso por el canal de Suez en virtud de la alianza anglo-japonesa. La flota del Mar Negro atravesó el Bósforo y el estrecho de Gibraltar. El 21 de octubre de 1904, mientras navegaba en aguas británicas, la llamada 2.ª Escuadra del Pacífico suscitó el incidente de Dogger Bank al disparar sobre botes pesqueros a los que los rusos confundieron con lanchas torpederas. El incidente derivó en un serio conflicto diplomático entre Rusia y Gran Bretaña e incendió los ánimos contra los rusos, sólo la intensa negociación diplomática impidió que la Royal Navy zarpara en busca de la flota rusa. 

La guerra finalizó, gracias a la mediación de los EE. UU, con la firma del Tratado de Portsmouth el 5 de septiembre de 1905, bajo los auspicios de Theodore Roosvelt. Las cláusulas contenían las siguientes estipulaciones: reconocimiento, por parte de Rusia, de la preeminencia de los intereses del Japón en Corea; cesión al vencedor su arrendamiento de la península de Liaodong, su base de Port Arthur, el ferrocarril meridional de Manchuria y la mitad sur de la isla de Sajalín. Ambos países, de común acuerdo, se comprometieron a restituir Manchuria a China. A pesar de la insistencia del Japón, no se previó ninguna indemnización.

Las consecuencias de la guerra fueron diferentes para los dos países. En Japón se celebró la victoria con gran júbilo. Se generó en el pueblo japonés una sensación de que sus tropas serían invencibles, depositando una confianza ciega en ellas. Sin embargo, pese a las repetidas victorias militares, había invertido casi todo su presupuesto en sufragar la guerra, no había recibido compensación pecuniaria alguna de Rusia en la paz y no contaba con financiación externa. Esto supuso que el Imperio japonés buscara recursos por otros medios. Corea se vio obligada a convertirse en un protectorado japonés por el tratado Japón-Corea de 1905, también conocido como el tratado de Eulsa. En términos de recursos, el ejército japonés miró hacia el hierro y el carbón de Manchuria, el caucho de Indochina y los vastos recursos de China. Sin embargo, el ejército estaba en desacuerdo con las corporaciones financieras e industriales zaibatsu sobre cómo gestionar la expansión económica, un conflicto que también afecta a la política interna.

Soldados japoneses en el protectorado japonés de Corea.

Los militares tuvieron una fuerte influencia en la sociedad japonesa desde la Restauración Meiji. Casi todos los líderes de la sociedad japonesa durante el período Meiji (ya sea en el ejército, la política o los negocios) habían sido samurái o descendientes de samurái, y compartían un conjunto de valores y perspectivas. El primer gobierno Meiji veía a Japón amenazado por el imperialismo occidental, y una de las principales motivaciones de la política de Fukoku Kyohei era fortalecer las bases económicas e industriales de Japón, de modo que se pudiera construir un ejército fuerte para defender a Japón de las potencias externas.

Con una política exterior más agresiva y la victoria sobre China en la primera guerra sino-japonesa y sobre Rusia en la guerra ruso-japonesa, Japón se unió a las potencias imperialistas. La necesidad de un ejército fuerte para asegurar el nuevo imperio de ultramar de Japón se vio reforzada por la sensación de que solo a través de un ejército fuerte, Japón ganaría el respeto de las naciones occidentales y, por lo tanto, la revisión de los tratados desiguales. El amplio uso de la tradición samurái en la propaganda y la filosofía militar japonesa contrasta con la occidentalización del Ejército Imperial Japonés y la desaparición del modelo feudal en pos de la centralización.

El aumento del reclutamiento militar universal, introducido por Yamagata Aritomo en 1873, junto con la proclamación del Rescripto Imperial a Soldados y Marineros en 1882, permitió a los militares adoctrinar a miles de hombres de diversos orígenes sociales con valores patrióticos militares y el concepto de lealtad al emperador como base del estado japonés (kokutai). Yamagata, como muchos japoneses, se vio fuertemente influenciada por el reciente éxito sorprendente de Prusia al transformarse de un estado agrícola a una potencia industrial y militar moderna líder. Aceptó ideas políticas prusianas, que favorecían la expansión militar en el extranjero y el gobierno autoritario en casa. El modelo prusiano también devaluó la noción de control civil sobre los militares independientes, lo que significaba que en Japón, como en Alemania, los militares podían convertirse en un «Estado dentro del Estado«, ejerciendo así una mayor influencia en la política en general.

Como un vestigio de su uso generalizado en la propaganda durante el siglo XIX, el nacionalismo militar en Japón a menudo se mezclaba con el concepto de bushidō (武士道 «el camino del guerrero»). La palabra, que denota un código coherente de creencias y doctrinas sobre el camino correcto del samurái rara vez se encuentra en textos japoneses anteriores a la era Meiji, cuando finalmente se publicaron los once volúmenes del Hagakure de Yamamoto Tsunetomo. El bushidō es un código ético estricto y particular al que muchos samuráis (o bushi) entregaban sus vidas, que exigía lealtad y honor hasta la muerte. No es simplemente una lista de reglas a las cuales un guerrero se debe apegar a cambio de su título, sino un conjunto de principios. Si un samurái fallaba en mantener su honor, podía recobrarlo practicando el seppuku (suicidio ritual). 

Los últimos samurai

La Constitución Meiji de 1889 definió la lealtad al Estado como el deber más alto del ciudadano. Si bien la constitución en sí contenía una mezcla de prácticas políticas occidentales e ideas políticas japonesas tradicionales, la filosofía del gobierno se centró cada vez más en promover la armonía social y un sentido de la singularidad del pueblo japonés (kokutai). El Estado japonés se modernizó en su organización, aunque conservó su idiosincrasia nacional. Para entender el nacionalismo japonés hay que tener en cuenta el rol de la religión sintoísta y su estrecha relación con el emperador de Japón, considerado divino por la doctrina religiosa del shinto y sobre todo por el denominado Sintoísmo estatal, desarrollado a finales del siglo XIX.

Durante la época feudal, la figura del emperador había tenido un rol secundario, estando el veredero poder político en manos del shogun y no fue hasta la Restauración Meiji que la monarquía se hizo con el poder político real. Al desarrollar los conceptos modernos del sintoísmo estatal (国家神道, kokka shintō) y el culto al emperador, varios filósofos japoneses intentaron revivir o purificar las creencias nacionales (kokugaku) ​​eliminando ideas extranjeras importadas, tomadas principalmente de la filosofía china. Este Movimiento Sintoísta de Restauración comenzó con Motoori Norinaga ya en el siglo XVIII. Como símbolo de continuidad con el pasado, y teniendo los emperadores un carácter religioso dentro del sintoísmo, la nación japonesa se estructuraría bajo la figura del emperador. Después de la Restauración Meiji, el nuevo gobierno imperial necesitaba modernizar rápidamente la política y la economía de Japón, y la oligarquía Meiji sintió que esos objetivos solo podían lograrse a través de un fuerte sentido de unidad nacional e identidad cultural, con el sintoísmo estatal como un contrapeso esencial al budismo importado del pasado, el cristianismo y otras filosofías occidentales contemporáneas.

En 1882 el gobierno japonés organizó el Teiseito (Partido Gubernamental Imperial), uno de los primeros partidos nacionalistas de la historia de Japón. Tras la guerra ruso-japonesa, Japón comenzó a denominarse «Dai Nippon Teikoku«( Gran Imperio del Japón ), estableciéndose como un auténtico imperio que incluía Formosa (1895), la Península de Liaotung y Karafuto (1905), el Mandato sobre el Pacífico Sur (1918-1919) y la voluntad de controlar Corea. Las guerras contra China y Rusia fueron totales y requirieron un énfasis nacionalista en el sentimiento patriótico. A partir de este periodo, el santuario de Yasukuni Jinja se convirtió en el centro del nuevo sentido patriótico.

El surgimiento de los partidos políticos a fines del período Meiji se unió al surgimiento de sociedades patrióticas secretas y semisecretas, como la Gen’yōsha (1881) y la Kokuryukai (1901), que unieron actividades políticas con actividades paramilitares e inteligencia militar y apoyaron el expansionismo en el extranjero como una solución a los problemas internos de Japón. Entre las asociaciones políticas se incluyeron grupos de samurái desempleados descontentos que buscaban derrocar al gobierno y regresar a los días del feudalismo ( Seikanron). La oligarquía Meiji reaccionó imponiendo varias leyes represivas en la asamblea pública, la prensa y la discusión política. 

Inoue Kaoru miembro destacado de la 
oligarquía Meiji 

En Rusia, por el contrario, la guerra contra Japón, en un principio popular, estaba ahora contribuyendo al descontento general por la sucesión de las derrotas y la falta de objetivos claros. A lo largo del año 1905 se sucedieron olas de agitación política de masas en varias zonas del Imperio ruso. El excesivo gasto militar, la desigual situación de obreros y campesinos, la crisis económica y las noticias del desarrollo de la guerra, como la capitulación de Port Arthur, contribuyeron a aumentar el clima de agitación que fue conocido como revolución de 1905

El 9 de enerojul./ 22 de enero de 1905greg., día conocido como «Domingo Sangriento», hubo una marcha pacífica de protesta de obreros y campesinos en San Petersburgo. El objetivo de la marcha era entregar al zar una petición de mejoras laborales, y la formaban familias trabajadoras enteras. Iba encabezada por un sacerdote, el clérigo Gueorgui Gapón y no respondía a ninguna consigna política: era fundamentalmente obrera y campesina, al punto que numerosos obreros avanzaban llevando iconos religiosos y cruces, sin armas. La manifestación fue salvajemente aplastada por soldados de infantería y tropas cosacas, apostados enfrente del Palacio de Invierno, que dispararon sucesivas descargas de fusilería contra la multitud desarmada y luego persiguieron por calles y avenidas a los supervivientes, disparando durante horas, cobrándose un número de víctimas que aún hoy se discute; los periódicos del momento hablaron de al menos 2000 muertos, entre hombres, mujeres, y niños, más un número impreciso de heridos. El zar Nicolás II, mientras tanto, no se encontraba en la ciudad; la había abandonado temiendo por su seguridad. Cuando se difundieron las noticias de la sangrienta represión política en la capital, se generó una oleada de protestas en toda Rusia: el divorcio entre el zar y la masa de campesinos y obreros abocaba a Rusia a lo peor.

La represión del Domingo Sangriento hizo posible que muchos elementos de la sociedad rusa emprendieran una protesta activa. Cada grupo tenía sus propios objetivos, e incluso dentro de clases similares no existía un liderazgo predominante. Los principales colectivos movilizados fueron los campesinos, los obreros, los intelectuales liberales, las fuerzas armadas y grupos étnicos minoritarios. La policía secreta del régimen zarista, la Ojrana, que había sido fundada en 1866, tras el primer intento de asesinato de Alejandro II, operaba infiltrándose por medio de topos o agentes provocadores en los grupos revolucionarios, entre los que se encontraba el padre Gapón. Gapón organizó la  Asamblea de trabajadores de fábrica rusos en San Petersburgo, auspiciada por el Departamento de Policía a propuesta del jefe de la Sección Especial Sergei Zubatov.

Tras los sucesos del Domingo Sangriento se produjeron huelgas masivas en San Petersburgo y las insurrecciones campesinas se repitieron. Más de 400 000 trabajadores se habían unido a una huelga general en la capital rusa a finales de enero de 1905. Esta actividad se propagó rápidamente a otros centros industriales en PoloniaFinlandia y la costa báltica. El 13 de enero (jul.), en Riga, murieron setenta manifestantes en una batalla campal con la policía imperial y, unos cuantos días después, en las calles de Varsovia, cien huelguistas fueron disparados por tropas imperiales. En febrero hubo huelgas en la cuenca minera del Cáucaso y en abril en las fincas y minas de los montes Urales y más allá de la cordillera. En marzo, todas las universidades fueron obligadas a cerrar hasta fin de año en tanto docentes y alumnos eran «animadores» de las huelgas y protestas, haciendo que se unieran estudiantes radicales a los trabajadores en huelga.

Manifestación febrero 1905.

En 1905 hubo diversos motines entre la marinería en SebastopolVladivostok y Kronstadt, alcanzando en junio su mayor fuerza con la insurrección del acorazado Potemkin. El amotinamiento de la marinería del acorazado Potemkin comenzó espontáneamente debido a la mala calidad de los alimentos. Los marineros tomaron el barco matando a algunos de los oficiales en el proceso. A falta de un plan claro para la acción futura, los rebeldes llevaron el barco a Odessa , donde tenían la intención de reponer los suministros de carbón, agua y alimentos, apoyar las protestas antigubernamentales que tenían lugar en la ciudad y reunirse con las principales fuerzas de la flota del Mar Negro, que, según creían los rebeldes, se uniría al levantamiento. 

En Odessa se había declarado una huelga general y se estaban produciendo algunos disturbios mientras la policía trataba de calmar a los manifestantes. En la tarde del 29 de junio el entierro de Vakulinchuk se convirtió en una manifestación política en toda regla y el ejército trató de emboscar a los marineros que asistían al funeral. En represalia por ello el acorazado disparó dos proyectiles de 152 mm contra un teatro en el que se iba a celebrar una reunión de militares zaristas de alto nivel, pero ninguno hizo blanco. El gobierno ruso ordenó el envío de dos escuadrones navales a Odesa para forzar la rendición de los rebeldes o hundir la nave. Los amotinados del Potemkin tomaron la decisión de navegar al puerto rumano de Constanza.

La autocracia zarista consideraba la actividad política como un monopolio propio y sospechaba de cualquier acción independiente. Por otro lado, los grupos revolucionarios se habían recuperado de la opresiva década de 1880.El primer grupo anarquista en atraer a los trabajadores y los campesinos de Rusia, fueron los grupos anarcocomunistas Chórnoe Znamia ( Bandera Negra ), fundados en Bialystock en 1903.  El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), de tendencia marxista se creó en 1898 y acabó dividiéndose en 1903, dando lugar a los mencheviques y los bolcheviques. El Partido Social-Revolucionario (SR) se fundó en Járkov en 1900, y su «Organización de Combate» (Boyeváya Organizátsiya) asesinó a muchas figuras políticas importantes hasta 1905 e incluso después; entre éstas se encuentran dos ministros del InteriorDmitri Serguéyevich Sipiaguin en 1902 y su sucesor, el tan odiado Viacheslav von Pleve, en 1904. Estos asesinatos condujeron al gobierno a transferir aún más poderes a la policía.

Tras el inicio de la revolución las autoridades decidieron apoyar a los grupos sociales de derecha.  En comparación con la izquierda, la creación de partidos de derecha se debió a que el poder autocrático otorgaba a la nobleza una posición privilegiada y no había necesidad de tales partidos. Las ideas del nacionalismo ruso surgieron en la segunda mitad del siglo XVIII, sin embargo los partidos políticos de este tipo surgieron en Rusia solo durante los años de la grave crisis estatal provocada por la derrota en la guerra ruso-japonesa y el inicio de la revolución. En marzo de 1905, se creó en Moscú la Unión del Pueblo Ruso, que reunió a representantes de la alta nobleza. El ideal de la Unión era la imagen de la Rusia prepetrina, en particular la monarquía del siglo XVII. Utilizaban el lema «Por la Fe, el Zar y la Patria». También hubo una versión modificada del lema que había propuesto Sergei Uvarov , Ministro de Educación Pública , sonaba » Ortodoxia, autocracia, nacionalidad «. La Unión reconoció a la nobleza, el campesinado y los comerciantes como verdaderas clases rusas. Se les opuso la intelectualidad cosmopolita. La Unión criticó el curso del gobierno, creyendo que los préstamos internacionales tomados por el gobierno estaban arruinando al pueblo ruso.  

Insignia de la Unión del Pueblo Ruso.

El gobierno respondió rápidamente ante las protestas. El zar había tenido la esperanza de evitar cualquier cambio importante; para que no aumentara la animadversión del pueblo hacia la corona, destituyó a su ministro del Interior Sviatopolk-Mirski, responsabilizándolo de la masacre del Domingo Sangriento. Tras el asesinato de su pariente, el gran duque Serguéi Aleksándrovich el 4 de febrero (jul.), acordó la realización de diversas concesiones. El 18 de febrero (jul.) firmaría tres declaraciones, en la más importante de las cuales anunciaría la creación de una asamblea consultiva, la Duma Imperial de Rusia. El 6 de agosto (jul.) se promulgó una ley electoral, la Constitución de Bulygin. Cuando se dieron a conocer los escasos poderes de la Duma y las limitaciones al censo electoral, la impaciencia se incrementaría, dando lugar a una huelga general en octubre.

En octubre, el efímero Sóviet de San Petersburgo, un organismo democrático de masas que servía de interlocución con el zarismo y del cual fue votado León Trotski como representante, organizó la huelga de doscientas fábricas, la «Gran Huelga de Octubre», paralizando la capital rusa por días, durante los cuales no circularon tranvías, ni operaron telégrafos ni teléfonos. De la capital esta huelga se propagaría rápidamente a Moscú, y para el 13 de octubre (jul.) estalló una huelga general de los ferrocarriles: no habría ningún tren en activo en todo el Imperio ruso.

El 14 de octubre (jul.) se entregó al zar el Manifiesto de Octubre, escrito por Serguéi Witte y Alekséi Obolenski. En él se indicaban la mayoría de las demandas del congreso zemstvo de septiembre, como la concesión de derechos civiles, la legalización de los partidos políticos,  la libertad religiosa, la libertad de expresión, el derecho de reunión, y el derecho de asociación; una participación extensa en la recién creada Duma Imperial de Rusia; la introducción del sufragio universal masculino; y un decreto que establecía que las leyes no se podían imponer sin el consentimiento de la Duma. Cuando se proclamó el manifiesto hubo manifestaciones espontáneas de apoyo en todas las grandes ciudades. Las huelgas de San Petersburgo y otros lugares fueron oficialmente desconvocadas o fracasaron poco tiempo después. También se propuso una amnistía para presos políticos.

El Manifiesto de Octubre dividió a la oposición que existía contra el zar Nicolás II. Los miembros del Partido Democrático Constitucional (kadetes) fueron aplacados con la idea de tener libertad de expresión, así como una verdadera democracia representativa. Sin embargo, los socialistas sostenían que Nicolás II realmente solo había hecho una pequeña concesión de maquillaje político. La Duma era solamente una imagen de democracia y de este modo no podía aprobar ninguna ley sin el consentimiento del zar, también se observaba que la libertad de expresión se encontraba severamente regulada. El manifiesto fue el precursor de la primera Constitución rusa de 1906. El manifiesto y la constitución resultaron unos hechos insignificantes para la democratización, toda vez que el zar seguía ostentando el derecho de veto en la Duma, que de hecho disolvió y reformó en numerosas ocasiones.

Manifestación del 17 de octubre de 1905 por Iliá Repin (Museo Estatal RusoSan Petersburgo).

Los miembros de la Unión del Pueblo Ruso no se consideraban como un partido político, diferenciándose de organizaciones de esa época como el Partido Octubrista «Unión del 17 de octubre» o el Partido Democrático Constitucional. La iniciativa de crear la Unión del Pueblo Ruso perteneció a varias figuras prominentes del movimiento monárquico de principios del siglo XX a la vez: el doctor Alexander Dubrovin , el artista A. Maikov y el abad Arseny (Alekseev ). La Unión estaba encabezada por un miembro ordinario de la Asamblea Rusa, el doctor A. Dubrovin. El mismo Nicolás II bendijo la Unión del Pueblo Ruso, cuyo programa le fue presentado por el Gran Duque Nikolai Nikolaevich. La simpatía del zar se explicaba por su decepción provocada por la inactividad de otras organizaciones de derecha. Una organización estrechamente relacionada con la Unión del Pueblo Ruso era el Partido Monárquico Ruso.

Tras la proclamación del Manifiesto de Octubre, la Asamblea Rusa se dirigió al público con un llamamiento político. En este llamamiento, sus autores expresaron su fe ardiente en la monarquía y la Iglesia y exigieron la adopción de leyes especiales antijudías. Varias organizaciones monárquicas, grandes y pequeñas, son conocidas en conjunto como las Centurias Negras ( Centenas Negras o centenanegristas (Чёрные сотни, черносотенцы en idioma ruso, transcrito en caracteres latinos: Chiórnye sotni, chernosótentsy) ), consideradas como la primera organización fascista de Europa. Entre las asociaciones agrupadas en las Centurias negras se encontraban  el Partido Monárquico Ruso, la Unión del Pueblo Ruso, la Unión de Miguel Arcángel, Asamblea Rusa, Nobleza Unida y otros grupos. Entre los líderes del movimiento se destacaron Alexander Dubrovin , Vladimir Purishkevich y Nikolai Markov.

Manifestación de las Centurias Negras en 
Odesa poco después del anuncio 
del «Manifiesto del 17 de octubre»

Los miembros de estas organizaciones venían de diferentes estratos sociales (terratenientes, clero, alta y baja burguesía, comerciantes, artesanos, trabajadores y los llamados elementos declasados).Las actividades más destacadas de este grupo tienen que ver tanto con su violenta adhesión al zar como con su antisemitismo. Las actividades antisemitas de este grupo fueron numerosas. Participaron activamente en los numerosos pogromos que asolaban el país en esa época.

El mayor número de pogromos se registró en la región de Chernígov. El pogromo de Odesa fue el peor en la historia de Odesa. Hubo pogromos en la mayor parte de la Zona de asentamiento: en Rostov del Don, Yekaterinoslav ( actual Dnipró ), Minsk, Simferopol y Orsha entre otras ciudades. En el pogromo de Kiev del 18 de octubre una turba salió a las calles proclamando que «todos los problemas de Rusia surgieron de las maquinaciones de los judíos y los socialistas «. En Kishinev (Chisináu) tuvo lugar un segundo pogromo en octubre de 1905, tras una manifestación de la derecha contra el Manifiesto del zar, que se convirtió en un ataque al barrio judío. El pogromo fue resistido por grupos de autodefensa judíos. Los pogromos continuaron en 1906, en enero en Gómel, en junio un gran pogromo en Bialystok y en agosto en Siedlce. La ola antisemita de esos años provocó la emigración de los judíos, tanto a Estados Unidos, como a Palestina o segunda Aliyá.

Víctimas del pogromo en Kiev 1905.

La utilización de alegatos antisemitas para justificar los pogromos, extendió los estereotipos sobre los judíos en la cultura popular, tanto por su actitud, su carácter personal o por su apariencia física. Los judíos eran estereotipados como avariciosos, quisquillosos, tacaños y discretos acumuladores de riqueza y a menudo son representados en caricaturas, historietas y carteles de propaganda contando dinero o coleccionando diamantes. Las primeras películas, como Cohen’s Advertising Scheme (1904, cine mudo), estereotipaban a los judíos como «mercaderes intrigantes». Los libelos de sangre y las teorías conspiratorias aumentaron esta visión de los judíos. Con la emigración judía  la leyenda del Judío errante, un precursor de la calamidad, ganó popularidad. El político alemán Heinrich von Treitschke en el siglo XIX acuñó la frase «Die Juden sind unser Unglück!» («¡Los Judíos son nuestro infortunio!»).

También se exageraban sus características físicas en caricaturas y carteles. Los judíos suelen ser representados de piel morena, con grandes narices de gancho, ojos oscuros y brillantes, con los párpados caídos. Los rasgos faciales judíos exagerados o grotescos eran un tema básico en la propaganda antisemita. La supuesta ciencia de la fisiognomía, popular durante la época victoriana, hizo del estudio de la apariencia externa de una persona (sobre todo su cara) una relación con el carácter o personalidad de ésta, basada en el determinismo biológico del carácter. Las diversas formas de la fisiognomía carecen de justificaciones de la correlación, o son fantasiosas, como en la morfopsicología del psiquiatra francés Louis Corman.

Caricatura antisemita austrohúngara de 1873.

Relacionada asimismo con la fisiognomía, la frenología, desarrollada alrededor de 1800 por el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall, gozó de amplia popularidad durante el siglo XIX en Europa y los Estados Unidos. Uno de los principales defensores de la frenología fue Johann Spurzheim. La frenología examina rasgos de la forma de la cabeza, bajo el supuesto racional de que el desarrollo desigual de las partes del cerebro interviene a la vez en el carácter y en la forma del cráneo. La frenología fue popularizada en la Inglaterra victoriana por el abogado escocés George Combe, el cual llegó a fundar la sociedad frenológica de Edimburgo. Combe reunió los postulados del doctor Gall en la obra A System of Phrenology (1830). Dicha obra contenía ideas polémicas de la frenología que reafirmaban el racismo imperante de la época.

Igualmente puede relacionarse con la fisiognomía la antropología criminal de Cesare Lombroso, que consiguió una efímera influencia a fines del siglo XIX y se relacionó con el auge del racismo a principios del siglo XX. Bajo la concepción del positivismo biológico, el criminal era considerado, en términos absolutos, como un ser anormal, que sufría una desviación de base biológica que conducía a una regresión a estados primitivos del ser humano y que se podía catalogar como una patología. Los componentes de este paradigma se articulaban en la secuencia bio-psico-social; donde el componente biológico, era el más importante, y el componente social muy pocas veces se tenía en cuenta. Bajo esta concepción el italiano Cesare Lombroso, considerado figura capital de la antropología criminal, define al delincuente como una subespecie del género humano, siendo identificable por una serie de características fisiológicas y somáticas. En su obra L’uomo delinquente (1876) se recogen sus investigaciones y su doctrina, además de dar una definición del criminal nato. Esta idea del «criminal nato» ya se encuentra desarrollada en escritos anteriores del frenólogo catalán Marià Cubí.

Distinta a la frenología y la fisiognomía, pero que tiene con ellas en común el haber reclamado la capacidad de predecir pseudocientíficamente rasgos de personalidad o inteligencia, es la disciplina que estudia las diferentes medidas que son posibles obtener en un cráneo o craneometría. Fueron intensivamente practicadas dentro de la antropología, especialmente en la antropología física del siglo XIX. La craneometría y el estudio de los esqueletos fueron usados como bases argumentativas de la teoría de la evolución en el libro El origen de las especies (1859) de Charles Darwin. Con la consolidación del darwinismo social, se trató de justificar científicamente la segregación social según la raza, basándose en la supuesta superioridad intelectual de una raza humana sobre otra inferior, por su capacidad craneal cúbica.

Dicha ideología se hizo muy popular durante la primera mitad del siglo XX y contribuyó a la propagación del movimiento de la eugenesia, siendo una de sus figuras prominentes Georges Vacher de Lapouge, quien clasificó a la humanidad en varias «razas» diferentes y jerarquizadas, desde la «raza aria blanca, dolicocéfala» (cabeza larga y delgada) a la «braquicéfala» (cabeza corta y ancha). La clasificación racial de Georges Vacher de Lapouge («teutónico», «alpino» y «mediterráneo») fue reutilizada por William Z. Ripley (1867–1941) en su obra Las razas de Europa (1899), quien incluso hizo un mapa de Europa según el supuesto índice cefálico de sus habitantes.

Muchas de las ideas racistas y segregacionistas derivadas de la utilización de estas prácticas, usaban también estereotipos que provenían de textos religiosos como la Biblia o el Corán. De acuerdo con algunos investigadores algunas de las primeras interpretaciones de la Biblia en el cristianismo sirio combinaban la maldición y la marca de Caín, e interpretaban la maldición como la piel negra. Estas interpretaciones llegaron hasta el siglo XIX. Según la beata y mística católica Anne Catherine Emmerich: “Los descendientes se hicieron cada vez más oscuros. […] Las razas más nobles son siempre de color más claro. Quienes heredaron la marca (de Caín) engendraban hijos con la misma marca, y a medida que su corrupción se incrementaba, la marca también se incrementó hasta cubrir todo el cuerpo y la gente se volvió cada vez más oscura. Pero al principio no existía gente completamente negra, las personas se volvieron negras progresivamente”.

El Corán utiliza el término kafir con varios significados de cualidades negativas de una persona, todas las cuales ayudan a precisar su definición. Es utilizado por el islam en sentido doctrinal y traducido como «infiel» o «no creyente» o «no musulmán». Pasó, pues, a denominar a todos aquellos que no eran musulmanes, y, especialmente, a los habitantes del sur del Sahara. El término evolucionó, en la península ibérica, al mozárabe y de este al castellano, como un préstamo léxico del árabe, como cafre, con el significado de pueblerino, zafio o ignorante, es decir, no civilizado. Desde el siglo XVI el término se utilizó para designar a todos aquellos pueblos que eran ajenos a la civilización occidental, especialmente en África. Los británicos denominaron Cafrería a la zona costera africana que se extiende a lo largo del océano Índico, desde la colonia de El Cabo hasta las regiones del río Zambeze, derivando ese nombre del usado por los geógrafos de los siglos XVII y XVIII para denominar a la parte de África situada al sur del Ecuador. Así, el término cafre pasó a denominar a los habitantes de raza negra del sur de África y luego, por extensión a todos aquellos que tuvieran la piel negra, con un carácter peyorativo de salvaje, violento e incivilizado, y fue usado para justificar la esclavitud.

La utilización de estos estereotipos, sirvió para justificar la superioridad del «hombre blanco«. El concepto de «blanco», como raza, emerge en 1781 de la mano de Johann Friedrich Blumenbach, quien propuso la denominación raza caucásica para la población europea, y desarrolló la hipótesis según la cual la gente de piel clara se habría originado o dispersado en las tierras frías de las montañas del Cáucaso. Blumenbach basó su clasificación principalmente en la craneología. La raza caucásica era concebida generalmente como una de las «grandes razas» junto a la australoidemongoloide y negroide. Se subdividía en una serie de «subrazas» que, según algunos autores, incluía a la nórdica, mediterránea, alpina, dinárica, báltica oriental, arábiga, turánida, iránida y armenoide. Otros autores usaron motivos lingüísticos subdividiendo en raza aria (indoeuropea), semitas (lenguas semíticas) y camita (bereberescushitasegipcias).

A pesar de algunos usos no científicos de la palabra, no hay evidencia científica de una etnia indoeuropea. Sin embargo, durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, fue común usar el término para designar una supuesta raza, denominada raza aria. La palabra «ario» proviene del sánscrito arya de los textos védicos, quienes presumiblemente llevaron las lenguas indoeuropeas al Indostán. De acuerdo a las suposiciones de algunos autores del siglo XIX, dicha raza aria se caracterizaba por la piel blanca y los cabellos claros.

Tipos caucásicos según un libro de 1899.

Ernst Haeckel fue un naturalista y filósofo alemán que popularizó el trabajo de Charles Darwin en Alemania. Entre las ideas de Haeckel estaba la de que las razas «primitivas» estaban en su infancia y precisaban la supervisión y protección de sociedades más maduras, de lo que extrapoló una nueva filosofía, que denominó monismo. Sus obras sirvieron de referente y justificación para el racismo, el nacionalismo y el darwinismo social, y estimularon el nacimiento del fascismo en Italia y Francia.

El nordicismo o teoría nórdica fue una tesis racial en boga a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Aprovechaba el modelo de la antropología común de su época, según el cual los pueblos europeos se dividían en tres subramas de la raza caucásica: la nórdica, la alpina y la mediterránea. El término «nórdico» fue propuesto primeramente como grupo racial por el antropólogo francés Joseph Deniker. Sin embargo, fue la obra del sociólogo/economista William Z. Ripley la que popularizó la idea de las tres razas europeas haciendo uso de la terminología acuñada por Deniker (anteriormente Ripley había empleado «teutón» como designación) en su obra de referencia Las Razas de Europa, en la que distinguía las razas europeas basándose en diversas mediciones antropométricas y teniendo en cuenta principalmente la estatura y el índice cefálico. El teórico racialista anglogermano Houston Stewart Chamberlain concibió a los nórdicos como los pueblos celtas y germánicos originarios, así como algunos pueblos eslavos. Serían los baltos, belgas, neerlandeses, ingleses, franceses, alemanes, irlandeses, polacos, escandinavos, escoceses y galeses. Chamberlain llamaría celtogermánicos a estos pueblos.

Houston Stewart Chamberlain fue conocido por sus teorías pangermanistas (Los fundamentos del siglo XIX) que le configuraron como uno de los precursores ideológicos del nazismo. Se casó con Eva Wagner, la hija más joven de Richard Wagner. Además de la influencia de Wagner, el propio Chamberlain declaró su interés por el pensamiento de Immanuel Kant y Charles Darwin. También defendió la supremacía aria, y dedicó ochenta páginas del libro a intentar probar el supuesto carácter ario de Jesús, en contraposición a un judaísmo tratado de forma peyorativa. Chamberlain propugnaba la conservación de la cultura alemana gracias a la lucha para mantener controlados todos los elementos extraños, como el judeocristianismo. Según Chamberlain, el caos se encarnaba en el siglo xvi y concretamente afirmaba que «Ignacio de Loyola le presentó al prototipo antigermano». En tono apocalíptico sentenciaba: «Si no se produce pronto entre nosotros un renacimiento vigoroso, si no conseguimos librar nuestra cultura de los oropeles extranjeros que arrastra consigo el cristianismo, si no logramos crear una religión (ocultismo nazi), entonces preparémonos a ver surgir de las sombras del futuro un segundo Inocencio III, con un nuevo Concilio de Letrán, preparémonos a ver cómo se reavivan las hogueras de la Inquisición». Y escribió frases como ésta: «La corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo, he aquí las causas principales de nuestros fracasos».

Diversas corrientes ocultistas tuvieron influencia directa en el desarrollo del nazismo o, en todo caso, en las creencias e intereses espirituales de los líderes nazis.  Guido von List, periodista, escritor y empresario germano-austriaco, fue conocido por sus obras ocultistas y del movimiento völkisch. Fue una de las figuras más importantes del resurgimiento del neopaganismo germánico y la magia rúnica en el final del siglo XIX y principios del XX. También destacó por sus ideas antisemitas y sus ensayos sobre la raza aria. List frecuentó los círculos de la Sociedad Teosófica, de la secta zoroástrica Mazdaznan y de la masonería. Elaboró una religión racial basada en el concepto de renunciar al credo semítico impuesto del cristianismo y volver a las religiones nativas de los antiguos indoeuropeos (List prefería el término equivalente Ario-Germanen, o «ario-germánicos»). List reconocía la distinción teórica entre la lengua protoindoeuropea y su hija la lengua protogermánica, pero a menudo la oscurecía por su tendencia a tratarlas como una única entidad de larga duración. En esto, se vio fuertemente influenciado por el pensamiento teosófico de Madame Blavatsky, que sin embargo mezcló con sus propias creencias muy originales, fundadas en el paganismo germánico.

En 1902 List sufrió una operación de cataratas, que marcó un antes y un después en el desarrollo de su vida personal y literaria. A partir de entonces su pensamiento comenzó a centrarse en asuntos esotéricos, fuertemente marcado por una inclinación hacia el nacionalismo völkisch. Su obra más conocida es Das Geheimnis der Runen (Los secretos de las runas), un detallado ensayo sobre la adivinación usando las runas Armanen, que él mismo ideó, fue realizada entre 1902 y 1908, cuyas ideas desarrollará en su obra posterior. Por ello es considerado en el ocultismo uno de los pioneros de la runología. List promovió una religión denominada «wotanismo», ( por Wotan, nombre germánico del dios Odín ) que vio como la forma exterior exotérica de la religión germánica precristiana, mientras que «armanismo» fue el término que aplicó a lo que creía que eran las enseñanzas esotéricas y secretas de este antiguo sistema de creencias.

Jörg Lanz von Liebenfels fue un religioso, escritor, místico y periodista austríaco. Fue monje de la Orden del Císter y publicó teorías de carácter antisemita, racista y völkisch. En 1904 publicó su libro «Teozoología«, en el cual abogaba por la esterilización de los enfermos y de las «razas inferiores», así como por el trabajo forzado para los «dalits castrados», y glorificaba la «raza aria» como los Gottmenschen («hombres dioses»). Von Liebenfels justificaba su ideología racial neognóstica intentando darle una base bíblica. Según él, Eva, a quien describe como un ser divino inicialmente, se involucró con un demonio y dio a luz a las «razas inferiores» en el proceso. Además, propone que esto llevó a que las mujeres rubias sean atraídas ante todo por los «hombres oscuros», algo que solo podía ser detenido por el «desmestizaje racial» por lo que los «humanos arios-cristianos» podían «una vez más, gobernar a las bestias humanas de piel oscura» y, finalmente, alcanzar la «divinidad».  Como estudiante de Guido von List, Von Liebenfels expandió sus teorías. En 1905, fundó la revista Ostara, Briefbücherei der Blonden und Mannesrechtler, de la cual se convirtió en el único autor y editor en 1908.

En 1905 Von Liebenfels y unos cincuenta seguidores de Von List firmaron una declaración respaldando la propuesta Sociedad Guido von List, que tenía como objetivo promover el «trabajo de investigación» völkisch-esotérico de Guido von List. También fundó su propia organización esotérica, la Ordo Novi Templi (orden de los nuevos templarios ) en 1907. Los sistemas ideológicos y esotéricos que fueron defendidos por Guido von List y Jörg Lanz von Liebenfels se conocen como ariosofía. Los autores combinaron nociones sobre la superioridad de la raza aria y demandas para la preservación de esta supuesta raza, con elementos de astrologíanumerología , cábala , grafología y quiromancia. La ariosofía combina algunos de los pensamientos teosóficos de Helena Petrovna Blavatsky sobre cosmología, simbolismo y evolución humana ( razas raíz ), con la teoría racial y la creencia rúnica oculta de Arthur de Gobineau. La ideología relativa a la raza aria, los símbolos rúnicos, la esvástica y el ocultismo, son elementos importantes de la ariosofía. 

La ariosofía se basa en la idea de que hubo una edad de oro en la prehistoria cuando la raza aria era todavía «pura» y estaba dirigida por un sabio sacerdocio. Este mundo ideal ha sido destruido por el mestizaje, y ahí radican las causas de las guerras, las penurias económicas, la inseguridad política y todos los problemas de la modernidad . Para contrarrestar esto, los ariosofistas fundaron organizaciones esotéricas con el objetivo de revivir el conocimiento oculto perdido, renovar las virtudes raciales de los antiguos pueblos germánicos y crear un nuevo imperio pangermánico. Los ariosofistas se vieron a sí mismos luchando contra una conspiración de agentes antiarios, como los judíos o razas inferiores de ascendencia animal. Para socavar el gobierno legítimo de los arios, predicarían la igualdad de todas las razas, promoviendo así su mezcla.

La derrota de Rusia  en la guerra ruso-japonesa fue recibida con conmoción en Occidente, y especialmente a través de Asia. Que un país no occidental pudiera derrotar en un conflicto bélico a una gran potencia resultó particularmente inspirador para varios movimientos independentistas anticoloniales alrededor del mundo. Después de esta guerra, el Imperio nipón adquirió, gracias a su Armada Imperial, un prestigio nacional e internacional en lo naval y lo militar. El uso, por parte de los japoneses, de la radiotelefonía (en el mar) y del teléfono (en las batallas terrestres) para coordinar las maniobras de las unidades de combate y el uso de barcos acorazados por ambos bandos, fueron las innovaciones tecnológicas más destacadas.

Entre las consecuencias de la guerra ruso-japonesa se encuentra la importancia que se le dio a la geografía política en las relaciones internacionales. A partir de ese momento se habla del concepto de  geopolítica. El término geopolítica es una disciplina que fundó el geógrafo de origen sueco Rudolf Kjellén. En 1899, con su libro Introducción a la geografía sueca, expuso los rudimentos básicos de la misma. Los principios del pensamiento geoestratégico habían sido tratados por el también geógrafo alemán Friedrich Ratzel. Según este, los Estados tienen muchas de las características de los organismos vivientes. También introdujo la idea de que un Estado tenía que crecer, extenderse o morirse dentro de «fronteras vivientes»; por ello, tales fronteras son dinámicas y sujetas al cambio. En su obra Politische Geographie, escribió las «Leyes del crecimiento de los Estados».

A principios del siglo XX, varios geógrafos anglosajones ampliaron las reflexiones de Ratzel a problemas militares y estratégicos. Así, geógrafos como el almirante estadounidense Alfred Thayer Mahan postulaban la importancia estratégica del dominio naval como clave para la dominación mundial («Quien domine el mar domina el comercio mundial; quien domine el comercio mundial domina el mundo»); dichos preceptos se hallan contenidos en su obra The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783, y se le considera una de las obras más influyentes sobre dicha temática. Hoy en día, es conocida como la teoría del poder naval.

Otro geógrafo que también contribuyó al desarrollo de la geopolítica fue Halford John Mackinder, quien en 1904, frente a la Real Sociedad Geográfica desarrolló su tesis denominada El pivote geográfico de la historia, de la cual se desprendió la teoría del Heartland («corazón continental») o «área pivote». en la que explica que el control de las grandes zonas continentales facilitaría el dominio del mundo. Un excelente ejemplo de la aplicación de estas teorías geopolíticas, sobre todo de los autores estadounidenses, es la compra de los territorios donde ahora se encuentra el extenso estado de Alaska, el cual en su momento fue comprado por los Estados Unidos de Norteamérica al Imperio ruso, y que ha contribuido a mantener a los estados asiáticos bajo control con respecto a Canadá y en general, a la parte norte del continente americano

La geoestrategia es un subcampo de la geopolítica que trata de estudiar y relacionar problemas estratégicos militares con factores geográficos -recursos de un país con sus objetivos geopolíticos. Los geoestrategas, a diferencia de geopolíticos, abogan por estrategias proactivas, y el enfoque de geopolíticas desde un punto de vista nacionalista. Algunos geoestrategas son también geógrafos, especializándose en subcampos de la geografía humana, tales como la geografía política, la geografía económica y la geografía cultural. La geoestrategia implica el planeamiento comprensivo, asignando los medios para alcanzar metas nacionales o asegurar activos de importancia militar o política. Originalmente el concepto ha estado ligado casi exclusivamente al campo militar.

La geopolítica tuvo gran interés en la Alemania de principios del siglo XX. Varios lugares en el planeta, por sus características geográficas, presentaban un valor estratégico, por ejemplo el estrecho de Gibraltar. En ese sentido la Primera Crisis Marroquí estuvo a punto de desencadenar una guerra entre Francia y Reino Unido por un lado, contra el Imperio alemán, por el otro. En 1904 se sucedieron los reveses en la política exterior alemana.​ En abril británicos y franceses habían rubricado la Entente Cordiale. La alianza del Reino Unido con Japón hizo temer al Reich que los tres países acordasen dejarlo fuera del reparto de influencia en China.​ El gobierno de Berlín tampoco recibió satisfacción en Marruecos.​ Los intentos de formar alianzas con Rusia fracasaron​ y causaron inquietud en el Reino Unido, que le impelió a tratar de coligarse por su parte con el Imperio ruso.​ Las relaciones anglo-alemanas empeoraron notablemente.​ La situación de la Triple Alianza preocupaba a Alemania, tanto por la crisis interna austrohúngara como por las desavenencias entre los Gobiernos de Viena y Roma. El prestigio internacional alemán se hallaba maltrecho a comienzos de 1905. 

En enero de 1905, una misión diplomática francesa marchó a Fez y el gobierno francés imponía reformas al sultán que, en realidad, conducían al sometimiento del país a la influencia francesa. Alemania no deseaba que Marruecos, territorio estratégico para el acceso al Mediterráneo, quedase dominado por el país vecino. El canciller Bernhard von Bülow animó al sultán marroquí, inclinado a ello, a resistir la presión francesa y mantener la independencia. Prometió el respaldo alemán y estadounidense y convenció al reacio káiser a acudir a Tánger y desencadenar la crisis,​ que creía poder resolver a continuación mediante una conferencia internacional.

​La crisis fue provocada por la visita del káiser Guillermo II de Alemania a Tánger el 31 de marzo de 1905. La visita la había anunciado el día 20 el canciller alemán, y había causado gran rechazo en las prensas británica y francesa.​ El káiser hizo ciertos comentarios en favor de la independencia marroquí, un desafío a la influencia francesa en Marruecos.​ Aconsejó tiento en la aplicación de reformas y defendió los intereses económicos alemanes en el país. Francia tuvo reafirmada su influencia en Marruecos por el Reino Unido (gracias al Entente Cordiale) y España en 1904, un movimiento que el Imperio alemán vio como un golpe hacia sus intereses y tomó acción diplomática para desafiarlo. El discurso puso al público francés contra Alemania y, con el apoyo británico, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Théophile Delcassé, tomó una actitud desafiante.

Guillermo II en Tánger.

Aprovechando la debilidad de Rusia, aliada de Francia y recién derrotada por los japoneses en la guerra ruso-japonesa, el gobierno alemán trató de desbaratar la liga anglo-francesa y obligar al gobierno francés a negociar la situación de África septentrional. La crisis alcanzó su apogeo a mediados de junio, cuando Delcassé fue retirado del ministerio por el primer ministro Maurice Rouvier. El embajador alemán en París había solicitado la destitución de Delcassé, que sostenía una actitud intransigente con los alemanes. Rouvier se avino finalmente en privado el 23 de junio a participar en una conferencia internacional sobre Marruecos, después de tratar en vano de resolver la crisis directamente con Alemania. La razón principal fue el deseo de evitar la guerra y el convencimiento de que Alemania no obtendría nada de las negociaciones.

La Conferencia de Algeciras se convocó para resolver la disputa y duró del 16 de enero al 7 de abril de 1906.​ De las trece naciones presentes, los representantes alemanes solo fueron apoyados por los del Imperio austrohúngaro. Francia tenía el firme apoyo del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, el Imperio ruso, el Reino de Italia, España y los Estados Unidos. Los alemanes finalmente aceptaron un acuerdo —el Acta de Algeciras— en abril que se firmó el 31 de mayo de 1906,​ en el que Francia aceptaba aplicar ciertos cambios en Marruecos, pero retenía el control de los resortes del poder en el territorio. La aceptación previa de la preeminencia francesa en Marruecos, necesaria para que se celebrase la conferencia, adelantó el resultado de esta. Sin deseos de desencadenar una guerra por Marruecos, con una flota aún incapaz de enfrentarse a la británica y dada la firme posición francesa, Alemania decidió no prolongar la crisis y aceptar las posiciones del adversario.

El-Hadj el-Mokri, embajador marroquí en España, firmando el tratado en la conferencia de Algeciras, el 7 de abril de 1906.

La ambición alemana causó que el gobierno de Gran Bretaña apoyara las pretensiones francesas de repartir Marruecos en dos protectorados (uno francés y otro español). Para entonces, Gran Bretaña desconfiaba de que Alemania ganase alguna concesión colonial en Marruecos, pensando en la seguridad de Gibraltar y la posibilidad de que la Marina Imperial alemana obtuviera una base naval en el Mediterráneo, eclipsando la situación privilegiada de la Marina Real británica en ese lugar. Tras los acuerdos firmados, España adquiere junto a Francia obligaciones para ejercer un protectorado en Marruecos. Por los acuerdos de Cartagena,  entre la Tercera República Francesa, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y el Reino de España, las partes declararon su intención de preservar el statu quo en el Mediterráneo occidental y en el Océano Atlántico, especialmente en sus posesiones insulares y costeras. El pacto alineó a España con la entente cordiale anglo-francesa contra las ambiciones de Alemania en Marruecos, donde tanto España como Francia y Reino Unido tenían esferas de influencia mutuamente reconocidas.

El Rif, región montañosa del norte de Marruecos, se consideraba «zona de influencia española» por el tratado firmado con Francia en octubre de 1904. Francia, por su parte, había firmado el mismo año la Entente Cordiale merced a la cual Gran Bretaña le daba vía libre a la penetración colonial en Marruecos, y había forzado la firma por parte del sultán Abd al-Aziz de varios tratados en función de los cuales el Estado jerifiano hacía dejación de varios de sus poderes en favor de la potencia extranjera, preludiando lo que años más tarde sería el régimen de protectorado. La región, de lengua y cultura bereber, pertenecía a la parte de Marruecos conocida como Bled es-Siba o País del Desgobierno, donde la autoridad política del sultán no había sido nunca efectiva. Los rifeños, por tanto, no se consideraban implicados por los acuerdos que pudiera haber alcanzado el Majzén (poder central) con las potencias europeas.

Miembros de una cabila rifeña.

Desde 1903 una parte del Rif estaba bajo el control de Yilali Mohamed el-Yusfi ez-Zerhuni, apodado Bu Hamara (o Abu Himara, «el del asno»), el Rogui o el Pretendiente. Bu Hamara concedió en 1907​ la explotación de las minas de plomo argentífero de Afra a la Compañía del Norte Africano (Compagnie minière de l’Afrique du Nord), de nacionalidad española y de capital francés, y las de hierro a la Compañía Española de Minas del Rif, propiedad de la familia del conde de Romanones y de la casa Güell, emparentada con el marqués de Comillas. La concesión también incluía el permiso para construir un tren minero que uniera los yacimientos con el puerto de Melilla. Las concesiones hechas a los extranjeros para que explotaran las riquezas de la región fueron rechazadas por las cabilas y en octubre de 1908 iniciaron un alzamiento contra Bu Hamara, que estuvo acompañado con el hostigamiento contra los españoles que trabajaban en las minas. La revuelta triunfó finalmente y el 4 de diciembre Bu Hamara fue expulsado del poder.

 El trabajo en las minas y la construcción del tren minero quedaron entonces paralizados, por lo que las dos compañías concesionarias presionaron al gobierno español, presidido por el conservador Antonio Maura, para que desplegara las tropas de la guarnición de Melilla y pudiera reanudarse así la actividad. El gobierno español al principio esperó a que el sultán Muley Hafid, que había destronado a su medio hermano Abd el-Azid, impusiera su autoridad sobre el Rif y reconociera las concesiones mineras hechas por Bu Hamara, pero finalmente cedió a la presión ante la amenaza de la Compañía del Norte Africano de pedir la protección de las tropas francesas estacionadas en la vecina Argelia, lo que hubiera puesto en peligro las aspiraciones españolas a controlar su “zona de influencia” en el norte de Marruecos. Así el 7 de junio de 1909 se reanudaba la construcción del ferrocarril a pesar de no haber obtenido aún el consentimiento del sultán (con el que el gobierno español siguió negociando) y de no contar con el apoyo de la mayoría de las cabilas del Rif oriental, que amenazaron con responder. En los días siguientes se produjeron pequeños incidentes, durante los cuales soldados españoles apresaron a algunos insurgentes cabileños.

Transporte de soldados en la campaña de 1909

El 9 de julio de 1909, un capataz y trece trabajadores españoles fueron tiroteados cuando iniciaban la jornada laboral en la construcción del puente sobre el barranco de Sidi Musa, en la línea del ferrocarril minero de Melilla a Beni Bu Ifrur, resultando muertos cuatro de ellos. Los demás lograron escapar y regresar a Melilla utilizando una locomotora de la Compañía del Norte Africano. Este ataque de «marroquíes desleales a la generosa nación española», como los llamó el general Marina, comandante general de la plaza, fue el que desencadenó la guerra de Melilla, que si bien el gobierno de Antonio Maura la planteó en un principio como una operación de policía, se transformó en una guerra en la que llegaron a intervenir más de tres divisiones españolas.

El día 10 de julio el gobierno español, presidido por Antonio Maura, decretaba la movilización de tres brigadas, la de Madrid (1.ª), Campo de Gibraltar (2.ª), y Cataluña (3.ª), y el envío inmediato de la tercera de ellas. La orden de movilización, que incluía la llamada a los reservistas​ de los cupos de 1902 a 1907, muchos de ellos padres de familia con esposa e hijos, provocó incidentes en los embarques de las tropas, en el puerto de Barcelona el 18 de julio, y el la estación de Mediodía de Madrid, el 21 de julio, y desató una oleada de protestas en muchos lugares, con una huelga general el 26 de julio, especialmente graves en Barcelona y en otros lugares de Cataluña, donde se producirán los sucesos de la Semana Trágica, entre el lunes 26 de julio y el domingo 1 de agosto.

Barcelona durante la Semana Trágica.

El gobierno Maura, por medio de su ministro de la Gobernación Juan de la Cierva y Peñafiel, inicia de inmediato, el 31 de julio, una represión durísima y arbitraria. Se detiene a varios millares de personas, de las que 2000 fueron procesadas, resultando 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenas a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas. El caso más conocido fue el de Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista cofundador de la Escuela Moderna.

En septiembre comenzó una campaña internacional de protesta por la condena a muerte en un consejo de guerra de Francisco Ferrer Guardia, acusado de ser el máximo responsable de los sucesos de la Semana Trágica, y que finalmente sería ejecutado el 13 de octubre, a pesar de las peticiones de conmutación de la pena, una posibilidad que el presidente del gobierno, el conservador Antonio Maura, ni siquiera se planteó. En París hubo banderas españolas con crespones negros o quemas de símbolos nacionales. En Suiza los manifestantes gritaban contra España y los curas. En Roma los protestatarios llegaron a entrevistarse con el presidente del Gobierno. También en Lisboa se produjeron actos parecidos y en Buenos Aires se lanzaron bombas contra el consulado español. Hubo mítines en Salónica, y en Génova los trabajadores de los muelles se negaron a descargar buques españoles. En Petrópolis, una ciudad de Brasil, se quemó una efigie del rey. En Gran Bretaña, las protestas por el asesinato de Ferrer fueron frecuentes… En todo el viejo continente los diplomáticos españoles no cesaron de enviar en sus comunicaciones juicios como los de que la protesta había alcanzado inconcebibles e inexplicables proporciones.

Protesta en París por la ejecución de Ferrer Guardia (17 de octubre de 1909).

Alfonso XIII recibió a una comisión de la prensa liberal que se quejó de la censura a la que seguía sometida por orden del gobierno. Además quedó conmocionado por el informe que recibió sobre el desastre del barranco del Lobo donde más de cien soldados españoles habían perdido la vida. La protesta internacional por el fusilamiento de Ferrer Guardia, que apenas había tenido seguimiento en España,​ fue aprovechada por el Partido Liberal para promover una campaña con los republicanos en contra del gobierno al grito de Maura, no

En torno a la figura de Antonio Maura se desarrolló un movimiento político conservador, conocido más tarde como maurismo, tras el cisma del Partido Conservador en idóneos y mauristas. Su desarrollo tuvo lugar en un período de crisis de los partidos dinásticos de la Restauración. El movimiento es señalado como un precursor de la derecha radical española. Para José Luis Rodríguez Jiménez «Es desde luego significativo que una parte de las principales figuras de la extrema derecha española de los años treinta salga de las filas mauristas». El movimiento recibiría influencias de las ideas de Charles Maurras y Action Française. El origen del maurismo como movimiento organizado hay que buscarlo en la Juventud Maurista, que se desgajó de la Juventud Conservadora, y cuyos principales impulsores fueron Gabriel Maura​ (hijo de Antonio Maura) y Ángel Ossorio y Gallardo. El sector más autoritario encabezado por Antonio Goicoechea, presidente de la Juventud Maurista de Madrid, tenía una concepción de la sociedad como un organismo regido por la noción de jerarquía y gobernado por «los más aptos», a la cual llamó una «democracia conservadora» o una «democracia orgánica», con el que hacía referencia a un régimen autoritario y corporativista, nacionalista en lo político y favorable a la planificación y nacionalización de la economía».

El Centro de Acción Nobiliaria fue fundado en 1909 en Madrid por el ultraconservador Ricardo Martel y Fernández de Córdobaconde de Torres Cabrera. La idea de crear la organización había surgido durante la celebración en Córdoba a comienzos del siglo xx de una convención que reunió a descendientes del Gran Capitán. De carácter reaccionario, su ideario era tradicionalista y corporativo.

En julio de 1909 había muerto Carlos de Borbón y Austria-Este, pretendiente carlista al trono de España bajo el nombre de Carlos VII. Le sucedió su hijo Jaime al frente de la dinastía carlista que, al igual que su padre, fue jefe de la Casa de Borbón y pretendiente legitimista al trono de Francia, ( a la muerte sin hijos de Enrique V,  conde de Chambord, los legitimistas franceses reconocieron como pretendiente al trono de Francia a Juan de Borbón y Braganza, hijo del pretendiente carlista Carlos María Isidro de Borbón y primogénito de los descendientes de Felipe V, como duque de Anjou ). El tiempo que duró su jefatura de la Comunión Tradicionalista, el carlismo se conocería como jaimismo.

El 1 de febrero de 1908 había sucedido el asesinato de Carlos I de Portugal y su heredero, el príncipe Luis Felipe, por asesinos con simpatías republicanas. Para 1907 había un fuerte y creciente presencia republicana en las ciudades de LisboaOporto, donde el Partido Republicano Portugués había ganado ya elecciones locales y había tenido la intención de promover un gobierno republicano a nivel nacional. Como los republicanos eran implícitamente antimonárquicos, el rey Carlos disolvió el parlamento y aprobó a João Franco, ya primer ministro de Portugal desde 1906, para gobernar mediante dictadura parlamentaria hasta que se pudiera restaurar el orden.

El regicidio tuvo como consecuencia que, varios días más tarde, el príncipe Manuel fue aclamado rey de Portugal como Manuel II, el último de la Casa de Braganza Sajonia-Coburgo y Gotha. En cierto modo, los asesinatos precipitaron la Revolución Republicana de 1910 que se tradujo en el final de la monarquía portuguesa y la proclamación de la Primera República Portuguesa. Esta se caracterizó por las luchas entre el gobierno y la Iglesia Católica, así como por las diferencias internas entre los mismos republicanos. Una medida controvertida del gobierno provisional fue la separación Iglesia-Estado. El papa Pío X, el 24 de mayo de 1911, publicó la encíclica Iamdudum, en la que calificó la ley portuguesa de «injusticia, opresión, expoliación y burla» pero sin éxito.

Gobierno provisional de la República Portuguesa en 1910.

Desde el punto de vista histórico, el primer tercio del siglo XX se caracterizó por grandes tensiones y enfrentamientos entre las potencias europeas. Desde el punto de vista cultural, fue una época dominada por las transformaciones y el progreso científico y tecnológico: la aparición del automóvil y del avión, el cinematógrafo, el gramófono, etc. El principal valor fue, pues, el de la modernidad o sustitución de lo viejo y caduco por lo nuevo, original y mediado tecnológicamente. Por su parte, en el ámbito literario era precisa una profunda renovación. De esta voluntad de ruptura con lo anterior, de lucha contra el sentimentalismo, de la exaltación del inconsciente, de lo racional, de la libertad, de la pasión y del individualismo nacerían las vanguardias en las primeras décadas del siglo XX.

El futurismo fue el movimiento de las corrientes de vanguardia artística, fundado en Italia por Filippo Tommaso Marinetti, quien redactó el Manifiesto del Futurismo, publicado el 5 de febrero de 1909, en el diario Gazzetta dell’Emilia de Bolonia. Este movimiento buscaba romper con la tradición, el pasado y los signos convencionales que la historia del arte consideraba como elementos principales a la poesía, el valor, la audacia y la revolución, ya que se pregonaba el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso y la bofetada irreverente. Tenía como postulados: la exaltación de lo sensual, lo nacional y guerrero, la adoración de la máquina, el retrato de la realidad en movimiento, lo objetivo de lo literario y la disposición especial de lo escrito, con el fin de darle una expresión plástica. Rechazaba la estética tradicional e intentó ensalzar la vida contemporánea, basándose en sus dos temas dominantes: la máquina y el movimiento. Los futuristas eran además muy patrióticos. Por su carácter agresivo -«No puede haber belleza sin lucha»- y por el hecho de aclamar la guerra como la única higiene del mundo, se considera al futurismo, y en concreto a Marinetti, como el padre del fascismo italiano.

La Revolución mexicana se inició en México el 20 de noviembre de 1910. Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo la dictadura conocida como el porfiriatoPorfirio Díaz ejerció el poder en el país de manera dictatorial desde 1876 hasta 1911. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el porfiriato. Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.

Durante el gobierno de Díaz existían numerosos latifundios, y el 80 % de la población mexicana dependía del salario rural. Además, las tiendas de raya consistían en una práctica común en estos lugares, en los que se otorgaban los salarios de los trabajadores en mercancía. Mediante este sistema se lograba que los trabajadores alcanzaran tal cantidad de crédito, que quedaban endeudados de por vida. Este sistema, junto con prácticas que eran cotidianas como la contratación por engaño o la adjudicación de una deuda inexistente, es conocido como «enganche», sistema que involucraba elementos coercitivos, extraeconómicos y extralegales.

El sistema político del gobierno de Díaz sufrió una severa crisis debido al envejecimiento del presidente y su camarilla, conocidos comúnmente como «los Científicos», lo que lo volvió un sistema excluyente al que no tenían acceso las nuevas generaciones. Por otro lado, el sistema político de Díaz se había basado en el equilibrio de poderes entre su grupo cercano y los seguidores de Bernardo Reyes, conocidos como «reyistas», pero debido a la avanzada edad del presidente, la cuestión de la sucesión presidencial cobró más importancia. Así, los científicos redujeron el poder político de los reyistas, quienes pasaron entonces a ser miembros de oposición.

Esta decisión además ocasionó concentración de poder político y económico en varias regiones, tales como ChihuahuaMorelos y Yucatán, lo que ocasionó descontento. Desde principios de siglo comenzó a cuestionarse el positivismo, ideología que mantenía el grupo en el poder, lo que llevó al descrédito del darwinismo social. Fue entonces cuando la mayoría mestiza comenzó a reclamar mayor participación en la toma de decisiones, además de que el grupo de «los Científicos» dejó de ser visto como congénitamente superior o el único capaz de dirigir el gobierno.

Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio (Texas), el 5 de octubre de 1910, proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz el 20 de noviembre de 1910. El conflicto armado se inició en el norte del país y posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados ocuparon Ciudad Juárez. (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia. Lo sucedió Francisco León de la Barra como presidente interino. En 1911 se realizaron nuevas elecciones en las cuales resultó electo Madero. Desde el comienzo de su mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el gobierno maderista.

En 1913 un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por Félix DíazBernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza y Francisco Pancho Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país. A partir de ese suceso se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Carranza, jefe de la Revolución, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado presidente del país, pero las hostilidades reiniciaron cuando Carranza desconoció el acuerdo. Después de derrotar a la Convención, los constitucionalistas pudieron iniciar trabajos para la redacción de una nueva Constitución y llevar a Carranza a la presidencia en 1917. La lucha entre facciones estaba lejos de concluir. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios: Emiliano Zapata en 1919, Venustiano Carranza en 1920, Francisco Villa en 1923, y Álvaro Obregón en 1928.

En 1911 estalló una revuelta contra el Sultán de Marruecos, que en poco tiempo se ve sitiado en su palacio por los rebeldes; ante lo cual Francia y España lanzaron sendas operaciones militares para restablecer la autoridad del sultán. El incidente comenzó por el envío de un buque cañonero alemán (el navío «Panther«) al puerto atlántico marroquí de Agadir (Marruecos), un enclave estratégico de importancia tanto por sí mismo (es el mejor puerto de la zona entre Gibraltar y Canarias) como por la situación de protectorado colonial francés en Marruecos, con el pretexto de defender a los comerciantes alemanes de la zona.

Esta acción fue interpretada como un nuevo desafío a Francia, tras la primera Crisis Marroquí, pues la llegada del cañonero Panther permitiría un pretexto para que Alemania instalase una base naval en Agadir. Gran Bretaña se opuso vivamente a tal pretensión y mostró desde el inicio su apoyo a Francia como única potencia poseedora del protectorado en Marruecos. La crisis de Agadir, o segunda Crisis Marroquí, estuvo a punto de desencadenar una guerra entre Francia y el Imperio alemán. El Imperio alemán no admitía empezar un enfrentamiento en simultáneo contra franceses y británicos, por lo cual reconoció los derechos de los franceses, pero pidió a Francia una «compensación» por las presuntas «pérdidas» alemanas al no poder penetrar en Marruecos.

El barco cañonero alemán SMS Panther.

El aumento de motines y desórdenes en 1911 desembocó en una violenta revuelta en Fez, que provocó la ocupación militar de la plaza por el ejército francés, desde donde empezó a extenderse hasta la zona de influencia española, lo que contravenía lo acordado en el Acta de Algeciras. La acción gala despertó la indignación de la opinión pública española, que veía en ella una flagrante agresión a los acuerdos de Algeciras, que tan sólo preveían la presencia de 2.500 policías indígenas al mando de 20 oficiales españoles y franceses en los ocho puertos abiertos al libre comercio; se sospechaba que Francia quería repetir lo hecho en 1864 para apropiarse de Túnez.​ Canalejas advirtió que si Francia mantenía la ocupación, España haría lo mismo en las plazas estratégicas de su influencia, zona así mismo muy castigada por la violencia de alguna cabila. Según asegura el conde de Romanones, hubo agentes de la máxima autoridad que le manifestaron estar convencidos de que si la respuesta española se hubiese demorado sólo unas horas, esas plazas hubieran acabado en manos francesas.

El desembarco de Larache fue la acción militar que llevó a la ocupación de la ciudad marroquí de Larache por una fuerza española de infantería de marina, estableciendo un antecedente de la intervención militar en Marruecos. Las circunstancias pacíficas de la ocupación se vieron facilitadas por las gestiones del cónsul español con el caudillo El Raisunisherif de el Yebala. En los días siguientes llegaron a Larache más tropas españolas, que empezaron a progresar hacia AlcazarquivirArcila. Con la ocupación de Larache y otras plazas en la región como Chauen o Alcazarquivir, se pretendía la estabilización del territorio, que tras las negociaciones alcanzadas en el Tratado de Fez finalmente se convertiría en un Protectorado español

Los acontecimientos que llevaron a la caída de la dinastía Qing, la llamada Revolución de Xinhai, se desarrollaron entre el 10 de octubre de 1911, fecha en que se produjo la insurrección conocida como Levantamiento de Wuchang, y el 12 de febrero de 1912, cuando el último emperador, Puyi, abdicó definitivamente. Xīnhài (辛亥) es el nombre del año 1911 en el calendario agrícola chino tradicional, y la revolución que acabó con varios milenios de historia imperial se desencadenó por una explosión fortuita en la ciudad de Hankou el 9 de octubre de aquel año. Hankou es una de las tres ciudades que constituyen la triple metrópoli de Wuhan, punto estratégico en el centro de China, y en ella había una intensa actividad revolucionaria clandestina, así como un gran número de tropas del reformado Nuevo Ejército del estado Qing.

La corte Qing reaccionó rehabilitando al poderoso militar Yuan Shikai, que gozaba de un gran prestigio en el Ejército de Beiyang, el ejército del norte, para organizar la ofensiva contra los rebeldes. Sin embargo, el 22 de octubre, las tropas del Nuevo Ejército en las provincias de Shaanxi y Hunan se amotinaron y se pusieron del lado de los rebeldes de Wuhan. A finales de octubre, otras tres provincias, ShanxiJiangxi y Yunnan, se sumaban también a la rebelión. Mientras la rebelión avanzaba, los altos mandos del ejército exigieron a la corte que aceptara una serie de reclamaciones para reducir el poder del emperador y establecer un sistema parlamentario. Entre estas reclamaciones estaba el nombramiento de un nuevo gobierno encabezado por un primer ministro. La debilitada corte manchú, consciente de que el poder se le escapaba de las manos, aceptó todas estas reclamaciones, y Yuan Shikai fue nombrado primer ministro del Imperio Qing.

Estas reformas suponían un intento de establecer una monarquía constitucional en China que pudiera contentar a los conservadores y a los sectores reformistas. A pesar de este intento, la revolución seguía su avance imparable, apoyada en un gran apoyo popular. El 3 de noviembre, la provincia de Jiangsu se sumaba a la rebelión republicana. Sichuan, el 22 de noviembre y Shandong, el 12 de diciembre, se unían a la lista de provincias rebeldes. En la capital de Jiangsu, Nankín, aún se mantenían tropas leales al gobierno imperial, que serían derrotadas definitivamente a comienzos del mes de diciembre.

En diciembre, Sun Yat-sen volvía de su exilio, tras haber pasado por Europa para recabar apoyos para la causa republicana. El 30 de diciembre, en Nankín, se proclamaba la República de China, que oficialmente comenzaría el 1 de enero de 1912. El año 1912 se convertía para China en el año 1 de la república, adoptando el modelo occidental de años solares con semanas de siete días, en lugar del sistema tradicional chino de años lunares con semanas de diez días. Sun Yat-sen pasaba a ser el primer presidente de la República de China. Sin embargo, Sun Yat-sen era consciente de la debilidad militar de la nueva república. La mayor parte del ejército se mantenía leal al poder imperial de Pekín, y Yuan Shikai mantenía su poder e influencia sobre el Ejército de Beiyang, asentado en el norte de China. Sun se vio obligado a negociar con Yuan Shikai, a quien ofreció el cargo de presidente de la república. Yuan, presionado por numerosos sectores del ejército, favorables a reconocer el nuevo orden republicano, aceptó, y forzó la abdicación del niño emperador Puyi, ocurrida finalmente el 12 de febrero de 1912.

En 1911, la opinión pública italiana, atizada por los nacionalistas y la banca, clamaba por la guerra contra el Imperio otomano, que parecía rechazar toda iniciativa italiana en las provincias de Tripolitania y Cirenaica. Estas dos provincias,​ las últimas posesiones otomanas en África,​ estaban gobernadas directamente por Constantinopla desde 1835. El propio gobierno italiano había fomentado el fervor colonialista mediante diversas medidas (patrocinio de conferencias, fundación de un departamento colonial, impresión de obras que justificaban la anexión de los territorios libios otomanos, etc.). Debía servir además de revancha por la ocupación francesa de Túnez, sometido al protectorado del país vecino desde 1881 (Tratado del Bardo).El territorio era una pieza más del plan italiano para controlar el Mediterráneo mediante la adquisición de territorios en África septentrional. Deseaba también calmar la agitación nacionalista desde la derrota en la batalla de Adua de 1896, y que sirviese para encauzar la emigración y ampliar el Imperio colonial italiano.

Empleando como pretexto una posible rebelión de los naturales de las provincias y medidas perjudiciales a sus intereses en Tripolitania, el gobierno de Roma exigió al de Constantinopla el 28 de septiembre poder ocuparlas.​ Italia afirmaba que el imperio era incapaz de mantener el orden en las provincias norteafricanas. El gobierno italiano no informó previamente a las potencias, para impedir que se entrometiesen. Las autoridades otomanas, que deseaban evitar la guerra, respondieron al ultimátum italiano ofreciendo aceptar posibles exigencias que no incluyesen la ocupación del territorio, por lo que Italia declaró la guerra al día siguiente, 29 de septiembre. Italia atacó la provincia otomana o provincias de Tripolitania y Cirenaica, que juntas constituyen la Libia actual. Las fuerzas italianas también ocuparon el archipiélago del Dodecaneso en el mar Egeo.

Al principio del conflicto, Italia estuvo de acuerdo en la devolución de las islas al Imperio otomano mediante el Tratado de Ouchy​ en 1912. Sin embargo, la vaguedad del texto permitió una administración provisional italiana de las islas. Por otro lado, en el norte de África, Turquía debía retirar todas sus fuerzas militares y personal administrativo de Libia, de acuerdo con el artículo 2 del Tratado de Ouchy. Los italianos unificaron las provincias de Tripolitania, Cirenaica y Fezzan para formar la colonia italiana de Libia.

La reacción de las demás potencias a la declaración de guerra italiana fue, en general, negativa. Alemania, Austria-Hungría y el Reino Unido temían que el conflicto afectase a los Balcanes y a los territorios con población musulmana. Francia se mostró, por el contrario, más comprensiva con la reacción italiana.​ Temiendo enemistarse con Roma y que se coligase con sus enemigos, las potencias en general trataron de no oponerse a sus ambiciones al tiempo que intentaban que la guerra no desencadenase otra contienda en los Balcanes. Al mismo tiempo, intentaron también evitar malquistarse con el Imperio otomano por razones políticas y económicas. Para permitir a los otomanos salvar las apariencias, el tratado bilateral de paz se mantuvo en secreto.​ Oficialmente, el Imperio otomano otorgó autonomía a las provincias libias. Por su parte, Italia promulgó un decreto anexándoselas, que las potencias se apresuraron a aceptar. Las dos partes firmaron dos tratados: el de Ouchy del 15 de octubre y el posterior de Lausana del 18 del mismo mes.​ En ellos se disponía la evacuación otomana de Libia, pero también la evacuación italiana de las islas del Dodecaneso.

Delegaciones turcas e italianas en Lausana (1912).

La ocupación estadounidense de Nicaragua comenzó en 1912, aunque los estadounidenses ya lo habían atacado en varias ocasiones antes. El objetivo de las operaciones militares estadounidenses en Nicaragua era asegurarse la construcción del Canal de Nicaragua y evitar que la llevase a cabo otro país. Ya durante el mandato de Theodore Roosevelt, el gobierno estadounidense había decidido deshacerse del presidente nicaragüense José Santos Zelaya, del Partido Liberal Constitucionalista. Zelaya, dictador corrupto aunque reformista, ostentaba el poder desde la década de 1890,​ periodo en el que el Reino Unido cedió la Costa de Mosquitos, que hasta entonces estaba bajo su protección. En 1894, y con la ayuda estadounidense, Zelaya había logrado anexarse la costa oriental y eliminar la influencia británica.

En 1909 algunos mercenarios estadounidenses fueron capturados y ejecutados por el gobierno de Zelaya, lo que sirvió para que Estados Unidos considerase la acción como una provocación para la guerra, y derrocamiento ilegal de Zelaya por medio de la Nota Knox, del secretario de Estado de Estados UnidosPhilander Chase Knox. A principios de diciembre, infantes de marina estadounidenses ocuparon diversos puntos de la costa caribeña nicaragüense. Ante la hostilidad estadounidense, los propios liberales y el presidente mexicano Porfirio Díaz persuadieron a Zelaya para que renunciase al cargo. Zelaya dimitió el 16 de diciembre, exiliándose en México de donde partió a París,​ y su candidato a sucederle, José Madriz Rodríguez,​ fue aprobado por unanimidad en la Asamblea Nacional el día 20. La falta de reconocimiento estadounidense a su gobierno debilitaron notablemente la posición de Madriz, que no pudo resistir la nueva incursión rebelde de agosto.​ El 20 de agosto de 1910, Madriz Rodríguez perdió el poder, que pasó a Estrada, con el reconocimiento del Gobierno estadounidense.

El presidente Estrada le permitió a su homólogo estadounidense Taft y al secretario de Estado Knox poner en práctica la «diplomacia del dólar»​ para influir en el país. Para 1911, el conflicto entre liberales y conservadores nicaragüenses se había agudizado, lo que ponía en riesgo la devolución de los empréstitos estadounidenses. Por instigación de Luis Mena Vado la Asamblea Nacional aprobó una Constitución que privaba a Estrada de gran parte de sus prerrogativas en abril, que reaccionó disolviéndola y arrestando a Mena Vado.​ La embajada estadounidense, sin embargo, intercedió por él y obtuvo su liberación.​ Mena Vado obligó a Estrada, que había perdido el respaldo de Washington, a dimitir; le sucedió en el cargo el vicepresidente Adolfo Díaz. Las relaciones de Díaz con los Estados Unidos le restaron popularidad. Su gobierno, represivo, no consiguió empero garantizar la estabilidad ni el fin de las rencillas entre los conservadores. La falta de recursos lo sumía en una crisis financiera continua. Esta situación sirvió a Mena, para revolverse contra el presidente.​ Mena dominaba el Parlamento, y logró que éste lo eligiese para suceder a Díaz el 1 de enero de 1913, cuando concluía el mandato que le habían otorgado los estadounidenses. Esta maniobra disgustó no solamente a Díaz, sino también a otros destacados dirigentes conservadores, como Emiliano Chamorro.​

Cuando el gobierno estadounidense se negó a aceptar la decisión del Parlamento nicaragüense, Mena se alzó contra el gobierno de Díaz,​ después de que el presidente lo destituyese de su ministerio. Mena se coaligó con los liberales acaudillados por Benjamín Zeledón, contrarios a la influencia estadounidense.  Díaz, que confiaba en el tradicional apoyo estadounidense a los conservadores nicaragüenses, declaró que no podía garantizar la seguridad ni de los ciudadanos de los Estados Unidos ni de sus propiedades en Nicaragua y en consecuencia solicitó al Washington que interviniese en el país. Durante la primera mitad de agosto de 1912, las fuerzas de Mena se apoderaron de los vapores de los lagos Xolotlán y Cocibolca que pertenecían a una compañía ferroviaria con participación estadounidense. Los rebeldes atacaron la capital del país, que bombardearon durante cuatro días.​ La capital quedó aislada cuando los liberales se alzaron en León.  

El embajador estadounidense envió un cable a Washington solicitando el envío de tropas para proteger la embajada. Knox solicitó a Taft que el país interviniese militarmente, alegando que el ferrocarril CorintoGranada se hallaba en peligro y esto perjudicaba los intereses de los Estados Unidos. El secretario de Defensa estadounidense Henry L. Stimson persuadió a Taft para que no enviase al ejército, pero la Marina siguió entrometiéndose en los asuntos nicaragüenses, sosteniendo a Díaz y protegiendo a los inversores norteamericanos.​ A principios de septiembre, llegaron suficientes infantes de marina al país para que los estadounidenses tomasen el control del ferrocarril que unía el puerto de Corinto con la capital.​ El levantamiento fracasó por la acción de los estadounidenses, que se oponían a que los liberales recuperasen el poder, impidieron que los rebeldes atacasen de nuevo la capital, proclamaron su apoyo al gobierno y finalmente obligaron a los alzados a capitular el 5 de octubre.

En las elecciones de 1912, vigiladas por los Estados Unidos, no se permitió que participase la oposición a Díaz; el embajador estadounidense se encargó de asegurarse la victoria de Díaz impidiendo que participasen en ella los liberales. La fracción conservadora encabezada por Chamorro aceptó a Díaz como candidato a propuesta de los estadounidenses, a cambio del puesto de embajador del país en los Estados Unidos para este. Díaz se alzó con la victoria y tomó posesión de la Presidencia para el periodo 1913-1917.​ Para asegurarse que Díaz conservase el poder, los estadounidenses dejaron en la capital un destacamento de ciento veinte infantes de marina, oficialmente asignados a la embajada e «invitados» por el presidente nicaragüense.​ Los objetivos estadounidenses eran proteger la región cercana al canal de Panamá e imponer gobiernos sumisos a sus intereses, sin importar si contaban o no con el respaldo de la población.​ La disposición de Díaz a que le construyesen un canal​ en el país y su defensa de los intereses económicos de los Estados Unidos le garantizaron la protección de estos.

Tropas estadounidenses junto a la línea férrea en Corinto en 1912.

Serbia, apoyada por Rusia, forjó una serie de alianzas con las demás naciones balcánicas en 1912 para arrebatar al Imperio otomano sus territorios de la península.​ Firmó una alianza militar con Bulgaria el 13 de marzo; esta se coligó con Grecia el 29 de mayo y Montenegro se unió a la liga entre septiembre y octubre. La guerra de la Liga Balcánica contra el desprevenido Imperio otomano, que estaba centrado en la guerra ítalo-turca, comenzó el 8 de octubre, con una acometida montenegrina contra Novi Pazar, a la que siguió una ofensiva búlgara en Tracia.​ Las fuerzas búlgaras derrotaron a los otomanos en Lule-Burgas a finales de mes y sitiaron Adrianópolis, al tiempo que marchaban contra la capital del imperio, Constantinopla. Se detuvieron ante la línea defensiva de Çatalca, a treinta kilómetros al oeste de la ciudad.

Mientras, los serbios penetraron en Macedonia y Kosovo y se unieron a las unidades montenegrinas que avanzaban a su vez desde el oeste.​ El 2.º ejército otomano, derrotado, se retiró hacia Albania a principios de noviembre; los griegos avanzaron hacia el norte el 8 del mes y se adueñaron de Salónica. Los coligados vencieron a los dos ejércitos otomanos destinados en Europa en menos de dos meses y despojaron al imperio de sus territorios balcánicos. En diciembre, se firmó el armisticio que puso fin temporalmente a los combates.

Representación de la rendición otomana de Salónica al ejército griego.

Las negociaciones de paz comenzaron en Londres a mediados de diciembre de 1912.​ La determinación de conservar Adrianópolis que tenía el nuevo gobierno otomano, impuesto por los Jóvenes Turcos en enero de 1913, las frustró. En consecuencia, las hostilidades de la primera guerra balcánica se reanudaron en febrero.​ Los búlgaros trataron en vano de abrir brecha en las defensas de Constantinopla en marzo.​ Por su parte, los intentos otomanos de socorrer a la cercada Adrianópolis fracasaron y la ciudad capituló el 28 de marzo.​ Se reanudaron entonces las negociaciones de paz, que concluyeron con la firma del Tratado de Londres el 10 de junio. En virtud de este, los otomanos perdieron los territorios europeos que habían regido desde el siglo xv, a excepción de Constantinopla y sus alrededores. Sin embargo, las desavenencias entre los miembros de la Liga Balcánica por el reparto de las conquistas originaron la segunda guerra balcánica a finales de mes.

La segunda guerra de los Balcanes fue un breve conflicto que enfrentó en el verano de 1913 a Bulgaria con sus antiguos aliados de la Liga BalcánicaRumanía y el Imperio otomano, del que salió derrotada. La guerra llevó a un nuevo tratado de paz, el Tratado de Bucarest,​ que modificó el reparto territorial acordado en el reciente Tratado de Londres que había puesto fin a la primera guerra balcánica en la que la Liga había derrotado a los otomanos. Los combates duraron treinta y tres días y comenzaron con una ofensiva búlgara que pronto dio paso a contraofensivas serbias y griegas. La intransigencia territorial búlgara, que no se avino a aceptar la posesión griega de Salónica para mantener su alianza con Grecia, ni a ceder la Dobruya meridional para evitar el ataque rumano que decidió la contienda, facilitaron su derrota final. La contienda acabó con un reparto territorial principalmente favorable a los vencedores: Serbia obtuvo el grueso de la Macedonia septentrional, Grecia de la meridional (incluyendo Salónica), Rumanía la Dobruya meridional y el Imperio otomano Tracia oriental con Adrianópolis. Bulgaria, a pesar de considerar la guerra como una catástrofe, obtuvo una pequeña parte de Macedonia, la Tracia occidental y territorios al sur de los montes Ródope.

Tropas búlgaras marchando al frente.

Militarmente, Serbia quedó como la principal potencia regional junto con Rumanía, mientras que políticamente fue la única nación cercana a Rusia tras el alejamiento de Bulgaria, insatisfecha con la actitud rusa durante el enfrentamiento. En virtud del Tratado de Bucarest del 10 de agosto de 1913, Serbia casi duplicó su territorio al obtener territorios macedonios previamente asignados a Bulgaria. Con la división del sanjacado de Novi Pazar con Montenegro obtuvo una frontera común con este. En total, amplió su superficie en 40 000 km².​ Los nuevos territorios, sin embargo, contaban con abundantes minorías: eslavos sin una filiación nacional clara, búlgaros, turcos y albaneses.​

En septiembre de 1913 y a consecuencia de la violencia de las tropas serbias y montenegrinas con la población albanesa de las tierras conquistadas estalló una rebelión, que fue sofocada.​ El ejército mantuvo el control de los nuevos territorios, lo que generó tensiones con las autoridades civiles y con la oposición política en el Parlamento belgradense; los mandos, en general favorables a la Mano Negra, impusieron la «serbianización» de la población eslava. Pese a que el primer ministro Nikola Pašić retiró el polémico decreto que sometía a Macedonia a la autoridad civil y que había desencadenado el enojo de los militares de la Mano Negra en mayo de 1914, la rivalidad entre estos y el gobierno persistió.

Campesinos serbios en una aldea.

En Rumanía, el sistema político, dominado por las clases pudientes, era constitucional y parlamentario, pero no democrático.​ No solo se votaba por curias en las que los más privilegiados tenían una ventaja abrumadora sobre el resto de la población, sino que incluso en 1905 las personas con derecho a voto a la Cámara Baja apenas superaban las noventa y tres mil de una población de unos seis millones. Aquellos que podían elegir senadores eran todavía menos: no alcanzaban las veinticinco mil personas. La política nacional estaba así controlada por los terratenientes y la clase burguesa urbana. La potestad del rey para nombrar al presidente del Gobierno y la capacidad de este para amañar las elecciones con el fin de obtener la victoria realzaban el poder real y otorgaban el poder automáticamente al partido que formaba el Consejo de Ministros.

La miseria de una gran parte de la población fue nutriendo una desesperación que se reflejó en revueltas campesinas. La gran Revuelta campesina de 1907, que produjo espanto entre las clases acomodadas, les hizo concienciarse de la necesidad de una reforma del sistema de producción agraria y condujo más tarde a la desaparición de la base de poder del Partido Conservador, debido a la reforma agraria que acabó con sus latifundios.​ La revuelta fue ahogada en sangre con la intervención del ejército y dejó 11 000 muertos. La propaganda antisemita buscó culpar de la revuelta a los intermediarios judíos, mayoritarios entre los arrendatarios de Moldavia. Por otro lado los príncipes, terratenientes y monasterios ortodoxos habían mantenido a los gitanos como esclavos hasta 1856, y había un racismo específico contra el pueblo gitano.

Debido en parte a su estilo de vida seminómada y a las diferencias de lenguaje y cultura, se ha producido una sensación de desconfianza y rechazo a los romaníes por parte de los habitantes de los países por los que se han extendido a lo largo del tiempo, como ejemplifica la propia historia del pueblo gitano. Esta desconfianza ha persistido incluso a pesar de la conversión de los gitanos al cristianismo o al islam en los diversos países en los que se han asentado. Para señalar las actitudes anti-gitanas o la expresión de estereotipos negativos en el espacio público o el discurso de odio contra el pueblo romà, sintitraveller y otras comunidades que son estigmatizadas en el imaginario colectivo como «gitanas», atribuyendo un sentido peyorativo al término, se utiliza el término antiziganismo.

El número de leyes, pragmáticas, decretos, reglamentos y medidas de excepción específicas contra los gitanos en todos los lugares donde habitaron y habitan es tal que sería imposible enumerarlas. Solamente en España se promulgaron, desde el año 1499, más de 280 pragmáticas contra el pueblo gitano. Lo mismo ocurrió en los restantes países. Sin embargo, cabe señalar que la multiplicación de medidas para homogeneizar y asimilar la etnia revela continuamente fracasos. No solamente no desaparecen, ni se “asimilan”, sino que se han extendido de manera constante y además han mantenido con mayor o menor éxito rasgos propios con cierta fidelidad, fenómeno que algunos estudiosos han denominado como de «resistencia étnica«.

Gitanos rumanos.

Para entender una causa fundamental y decisiva en la persecución o marginación de los gitanos y de otras minorías étnicas, es necesario echar mano de los procesos de centralización estatal en Europa a partir del siglo XVI, fundamentados en una homogeneización cultural, lingüística y religiosa. Los primeros decretos de expulsión y asimilación en España coincidieron con los de la expulsión de los judíos en 1492 y los de persecución o conversión de los musulmanes españoles.

Las formas de represión de las autoridades y de la sociedad han sido muy variadas, desde la simple marginación y criminalización hasta la muerte, pasando por la sedentarización forzosa, la deportación y el destierro, el castigo corporal y la mutilación, la esclavitud, los trabajos forzados en galeras, la prisión o reclusión en barrios, guetos, llamados en España “gitanerías”. Para cada modalidad de persecución, las comunidades gitanas de todo el mundo han generado y siguen generando mecanismos y estrategias específicas de supervivencia, ocultamiento, adaptación o huida.

Anuncio de una venta de esclavos gitanos en Valaquia el 8 de mayo de 1852: 18 hombres, 10 niños, 7 mujeres y 3 niñas, in conditie fina (‘en buena condición’).

Los gitanos fueron esclavizados en Rumanía y Hungría. La abolición de la esclavitud gitana tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX. En España, esta medida sólo se dejó entrever para los gitanos reincidentes de la pragmática de 1499, si bien, hasta el momento no hay constancia de que esta práctica se hiciera efectiva. Uno de los más negros y olvidados episodios de la historia de los gitanos españoles fue la Gran Redada o Prisión General de los gitanos de 1749. Durante el reinado de Fernando VI, y mediante un plan urdido en secreto y organizado por el Marqués de la Ensenada, se decidió “prender a todos los gitanos avecindados y vagantes en estos reinos, sin excepción de sexo, estado ni edad, sin reservar refugio alguno a que se hayan acogido”. Se pretendía la desaparición de la etnia gitana a través de la prisión y posterior reclusión separada de hombres y mujeres. Fueron detenidos casi todos los gitanos españoles, unos 9.000, los hombres y los niños mayores de 7 años fueron enviados a los arsenales de la marina y las mujeres y los niños pequeños recluidos en las casas de misericordia o en edificios acondicionados por Ensenada a este fin. Sólo serían indultados 14 años después por el rey Carlos III, y algunos no serán liberados hasta 1767.

Suecia reconoció los abusos cometidos con los gitanos desde 1900, y que entre ellos se encontraba la esterilización y los abortos forzosos, y también arrebatar los niños a sus madres para ingresarlos en orfanatos, al ser considerados los gitanos como grupos indeseables para la sociedad. La esterilización de las mujeres gitanas se justificó por el interés de las políticas de población. Portugal​ e Inglaterra​ utilizaron el traslado forzoso de población gitana hacia sus colonias americanas, lo que contrasta con la política restrictiva de la corona española, quien prohibió su entrada en sus colonias y ordenó expulsar a todos aquellos que consiguieran acceder a ellas. El gobierno prusiano decidió acabar con la «molestia gitana»​ mediante un acuerdo internacional diseñado para acabar con su forma de vida. En Baviera se elaboró en 1905 un «Libro gitano», con un censo inicial de 3000 individuos que pronto aumentaría con la colaboración de otros Estados germanos. Baviera autorizó el castigo a trabajos forzados a todo gitano que no pudiera demostrar tener un trabajo estable. En Francia una «ley sobre el ejercicio de las profesiones ambulantes y sobre la circulación de nómadas» obligaba en 1912 a proveerse de un «carné antropométrico de identidad» que debía ser sellado en cada desplazamiento.

La revuelta campesina en Rumanía intensificó el antisemitismo y el antiziganismo. En 1910 se había fundado el Partido Nacionalista Demócrata ( Partidului Naţionalist-Democrat), por el famoso historiador Nicolae Iorga y el conocido antisemita, Alexandru C. Cuza, profesor de la Universidad de Iaşi. Fue una de las primeras formaciones rumanas con un programa antisemita explícito. El partido, en particular, defendía la prohibición de la residencia de los judíos en el campo, su retirada del ejército, la implantación del numerus clausus y la «solución del problema judío mediante la eliminación de estos». Iorga matizó que el artículo del programa se refería a su deportación, no a su asesinato.​ La formación nunca fue un partido de masas, sino más bien una agrupación de personalidades alrededor de los dos fundadores del partido, como sucedió con otros grupos políticos de la época. En 1912, se convirtió en el editor de la voz oficial del Partido, el periódico Unirea.

La formación surgió en un extenso ambiente antisemita, que incluía a figuras prestigiosas rumanas. Los dos partidos tradicionales, el Partido Conservador y el Partido Nacional Liberal, hicieron uso de él y esa actitud era apoyada por el monarca rumano del momento, Carlos I. La tesis de Cuza sobre los judíos como la «plaga» sobre Rumania, se basó en las teorías de Gobineau, pero Cuza la elaboró ​​presentando a los judíos como una «raza» biológicamente diferente que estaba envenenando a Rumania por su mera existencia. Cuza creó un antisemitismo claramente nuevo, que fusionó el antisemitismo ortodoxo oriental tradicional con el antisemitismo pseudocientífico moderno para crear un nuevo tipo de antisemitismo.

 A diferencia de los antisemitas en Alemania, muchos de los cuales, pero no todos, eran indiferentes, si no activamente hostiles al cristianismo, Cuza se esforzó por enfatizar la base de su ideología en las enseñanzas de la Iglesia Ortodoxa. Al mismo tiempo, la insistencia de Cuza en que los judíos eran una «raza» biológicamente separada significó que rechazó la conversión a la ortodoxia como la solución a la «cuestión judía», ya que argumentó que los judíos convertidos seguían siendo racialmente judíos, y lo llevó a defender la expulsión total de todos los judíos de Rumanía como única solución a la «cuestión judía». En un ensayo de 1899, Cuza escribió que los judíos estaban trabajando «instintivamente» para la destrucción de Rumania, por lo que Cuza quería decir que el mal estaba incrustado en los genes de los judíos y que debido a estas supuestas razones genéticas, los judíos no dejarían de intentar destruir Rumania. Un tema recurrente de los escritos de Cuza era que los judíos habían estado trabajando colectivamente para arruinar a las naciones cristianas, especialmente a Rumania, debido a lo que Cuza creía que era un «código genético» judío.

Decidió iniciar su propio movimiento, uno centrado en el rechazo de los judíos de la vida pública. Su primer intento lo vio unir fuerzas con el historiador Alexandru D. Xenopol , creando Liga contra alcoolismului («La Liga contra el alcoholismo «) y su revista, Biblioteca Ligii contra alcoolismului. El alcance de este movimiento fue mucho más allá de la lucha contra las adicciones: Cuza y Xenopol vieron la raíz de este mal social con los empresarios judíos del ámbito rural. La Liga afirmó que los judíos animaban a los campesinos rumanos a beber, para asegurar un mercado cautivo, e incluso beneficiarse de su propia ruina. Propuso una reforma agraria, en la que vio el fin de las propiedades en arrendamiento de la que los judíos habrían obtenido un beneficio inmerecido.

Cuando Bulgaria proclamó la independencia en 1908, el Imperio austrohúngaro anunció la anexión de la provincia de Bosnia y Herzegovina, que ocupaba desde el Congreso de Berlín de 1878, provocando la crisis bosnia. La anexión definitiva se produjo en 1908. Temiendo al expansionismo serbio, tras el golpe de Estado y el asesinato de Alejandro I de Serbia que situó en el trono del Reino de Serbia a Pedro I, la diplomacia austrohúngara negoció con Rusia los términos de la anexión, y tras una reunión el 16 de septiembre entre los ministros de exteriores de ambos imperios, Alois Aehrenthal y Aleksandr Izvolski, el emperador Francisco José I de Austria anunció el 5 de octubre de 1908 la anexión de la provincia con un nuevo régimen autonómico y constitucional. Rusia, el Imperio otomano, al que pertenecía teóricamente el territorio, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, el Reino de Italia, el Reino de Serbia, Montenegro, el Imperio alemán y Francia intervinieron en estos acontecimientos. En abril de 1909 el Tratado de Berlín fue modificado para aceptar la nueva situación, acabándose el periodo de crisis. Esta, sin embargo, dañó irremediablemente la relación del Imperio austrohúngaro por un lado y Rusia y Serbia por el otro. 

La situación administrativa de la Provincia imperial de Bosnia y Herzegovina no cambio a corto plazo: siguieron dependiendo del ministro de Finanzas común a las dos mitades del imperio y sometidas a un gobierno militar; el poder efectivo lo tenía el gobernador militar de Sarajevo, que representaba tanto al emperador como al ministro de Finanzas. Una Constitución definió el régimen administrativo bosnio en 1910. Se instauró una asamblea con poder legislativo en diversos ámbitos, pero sometida al posible veto del gobernador, que seguía representando al emperador. El gobernador, general Oskar Potiorek, suspendió la Constitución y limitó la circulación de la prensa extranjera en la provincia en 1913, como consecuencia de la agitación nacionalista que desataron las victorias serbias primero sobre el Imperio otomano y luego sobre Bulgaria.

Portada del periódico francés Le Petit Journal sobre la crisis bosnia: el príncipe Fernando de Bulgaria declara la independencia y se proclama zar y el emperador austrohúngaro Francisco José se anexiona Bosnia y Herzegovina, mientras el sultán otomano Abdul Hamid II los contempla.

Los partidarios de la anexión creyeron que esta sería el primer paso para transformar el Estado dual de 1867 en un sistema de tres unidades, con un nuevo reino de los eslavos meridionales que incluiría la nueva provincia y tendría su centro en el reino croata.​ Esta esperanza suscitaba empero, los recelos de los mandatarios austrohúngaros, en especial los de los húngaros, que temían el aumento de la población eslava que comportaba la anexión. Los dirigentes húngaros, preocupados también por los sentimientos antihúngaros del príncipe heredero Francisco Fernando, defendieron a partir de entonces la adopción de una política exterior favorable a los intereses del reino, de estrechamiento de relaciones con Rusia para garantizar el mantenimiento del statu quo territorial en los Balcanes.

El Imperio austrohúngaro demostró su interés en bloquear el avance de Serbia hacia el mar Adriático y su renuencia a que ningún país de la península balcánica adquiriese el suficiente poder como para hacerle frente en la región, para lo que contó con el decisivo apoyo alemán, que fue clave para frustrar los intentos rusos de anular su anexión de las provincias otomanas. Serbia vio como se esfumaban sus oportunidades de adquirir en un futuro las provincias con población mayoritariamente serbia, que sus gobiernos nacionalistas ansiaban para obtenerlas de forma oficial, de manos del débil Imperio otomano al más poderoso Imperio austrohúngaro, respaldado por la aún más poderosa Alemania, lo que agrió aún más sus tensas relaciones con Austria-Hungría y le forzó a desviar sus apetitos territoriales hacia la disputada Macedonia, haciendo probable el conflicto con los otomanos.

Los éxitos militares y la indignación por la anexión austrohúngara en Bosnia incentivaron la movilización de nacionalistas bosnios y serbios alrededor de organizaciones «culturales» y juveniles, que se oponían al gobierno austríaco.​ En los cinco años anteriores a 1914, hubo una serie de intentos de asesinato contra autoridades austrohúngaras en Croacia y en Bosnia perpetrados, en su mayor parte, por serbios que habitaban los territorios conquistados por el Imperio austrohúngaro. En 1913, el emperador Francisco José I de Austria le encargó a su sobrino y heredero, el archiduque Francisco Fernando, que asistiera a las maniobras militares que se desarrollarían en Bosnia en junio de 1914.​ Tras la inspección, el archiduque planeaba visitar Sarajevo con su esposa, donde inauguraría las nuevas instalaciones del museo público.​ Según su hijo mayor, el duque Maximiliano, la duquesa Sofía acompañó a su marido porque temía por su seguridad.

Francisco Fernando era un defensor de los Estados Unidos de la Gran Austria, un proyecto federalista que reorganizaría Austria-Hungría gracias a la creación de Estados eslavos semiautónomos reunidos en el imperio bajo una tercera corona. Un reino eslavo podría haber sido un reducto para el irredentismo serbio, visto por el archiduque como una amenaza. Esta propuesta específica fue concebida por el intelectual rumano de origen transilvano Aurel Popovici en 1906. A principios del siglo XX, el mayor problema que enfrentaba la monarquía dual del Imperio austrohúngaro fue que constaba de once grupos étnicos diferentes, de los cuales, sólo dos, alemanes y húngaros (que juntos representaban alrededor del 44 % de la población total) ejercían algún tipo de poder o control en el territorio. De las otras ocho agrupaciones, sólo los croatas habían obtenido una limitada autonomía en el Reino de Croacia, dejando al resto (checospolacosucranianosrumanoseslovacosserbioseslovenos e italianos) apenas sin representación administrativa.

El proyecto de Aurel Popovici planeaba redibujar radicalmente el mapa del Imperio austrohúngaro, creando una serie de «Estados» étnica y lingüísticamente homogéneos y semiautónomos. Todos juntos serían parte de una Confederación mayor que cambiaría el nombre de Imperio de Austria-Hungría, al de Estados Unidos de la Gran Austria. Este plan calmaría los sentimientos nacionalistas, además de mantener el equilibrio de poder entre las etnias. La idea encontró oposición pesada de la parte húngara de la monarquía dual, esta reforma política y territorial causaría una importante pérdida territorial para Hungría.

La mañana del 28 de junio de 1914, Francisco Fernando con su comitiva salió en tren de Ilidža hacia Sarajevo, donde fue recibido con gran pompa por el gobernador Oskar Potiorek. Seis coches fueron puestos a disposición de la comitiva. Al mismo tiempo, por equivocación, tres agentes de la policía local montaron en el primer coche junto con el jefe de seguridad especial, mientras que los oficiales a su servicio fueron dejados atrás. El segundo coche llevaba al alcalde y al jefe de la policía de Sarajevo. El tercer coche era un Gräf & Stift descapotable, donde iban Francisco Fernando, Sofía, el gobernador Potiorek y el teniente-coronel, conde Franz von Harrach.​ Según el programa oficial de la visita, la primera parada de la comitiva era en un cuartel, para una rápida revista. A las 10 de la mañana, el grupo siguió hacia el ayuntamiento.

Imagen del ayuntamiento de Sarajevo (Vijećnica) en un libro de 1897.

Tras un atentado fallido en su contra en plena calle paralela al río Miljacka, en el que el serbobosnio Nedeljko Čabrinović arrojó una bomba que rebotó en la capota abierta del vehículo, cayó en la calle y explotó bajo el coche siguiente de la comitiva, Francisco Fernando visitó el ayuntamiento. Al llegar al ayuntamiento para una recepción oficial, Francisco Fernando mostró claros signos de irritación y tensión. De hecho, interrumpió el discurso de bienvenida del alcalde Fehim Čurčić para protestar.

Los oficiales y los miembros de la comitiva del archiduque discutieron sobre lo que había que hacer. Francisco Fernando y Sofía cancelaron su agenda para visitar a los heridos por el atentado en el hospital. El conde Harrach se colocó en el estribo izquierdo del coche para proteger al archiduque. A las 10:45, Francisco Fernando y Sofía subieron, como antes, al tercer coche de la comitiva. Para evitar el centro de la ciudad, el gobernador Potiorek decidió que el vehículo imperial debía seguir en línea recta por los embarcaderos Appel hasta el hospital de Sarajevo. Sin embargo, a Potiorek se le olvidó avisar al conductor, Leopold Lojka, de esto. De camino al hospital, Lojka giró a la derecha en la calle Francisco José.

Francisco Fernando y Sofía abandonando el ayuntamiento de Sarajevo, minutos antes del atentado que acabó con su vida.

Tras saber que el primer atentado había fracasado, Gavrilo Princip, uno de los cinco conspiradores serbobosnios  miembros de la Joven Bosnia, fue hasta una tienda de delicatessen de las proximidades. En el cuarto trasero, el serbio vio el coche abierto de Francisco Fernando maniobrando cerca del puente Latino. En ese momento, el conductor daba la vuelta para tomar el camino correcto hacia el hospital de Sarajevo, pero el motor del vehículo se paró durante la maniobra y Princip vio su oportunidad.

Princip avanzó y disparó dos tiros a una distancia de cerca de cinco metros, usando una pistola semiautomática FN Modelo 1910 del calibre 7.65. La primera bala alcanzó al archiduque en la yugular y la segunda dio en el abdomen de la duquesa.​ Princip fue detenido inmediatamente. Durante el juicio, afirmó que su intención no era matar a Sofía, sino al gobernador Potiorek. Gravemente heridos, llevaron a la pareja para que les atendiera un médico en la residencia del gobernador. Sofía murió antes de llegar a la residencia del gobernador. Francisco Fernando murió diez minutos después. Todos los involucrados en el atentado de Sarajevo fueron capturados. En las horas que siguieron al asesinato se produjeron pogromos anti-serbios en Sarajevo y en varias localidades de Austria-Hungría, hasta que los militares restablecieron el orden.

Ilustración del atentado contra el archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofía Chotek (Achille BeltrameLa Domenica del Corriere, 12 de julio de 1914).

El asesinato del archiduque Francisco Fernando conmocionó a toda Europa y causó un clima de simpatía internacional por la posición austriaca. Dos días después del asesinato, Austria-Hungría y Alemania exigieron a Serbia la apertura de una investigación, pero Slavko Gruic, secretario general del Ministerio de Exteriores serbio se desvinculó del asunto diciendo que «… no atañe al gobierno serbio». Hubo enseguida una tensa negociación entre el encargado de negocios austriaco en Belgrado y Gruic.​

Tras realizar una investigación criminal —y asegurarse de que Alemania iba a honrar su alianza militar— y convencer al escéptico conde Tisza sobre la necesidad de represalias contra el gobierno serbio,​ el gobierno austriaco envió una carta formal al gobierno de Serbia recordándole su compromiso de respetar la decisión de las grandes potencias sobre Bosnia y Herzegovina y de mantener buenas relaciones con Austria-Hungría. La carta exigía también medidas para evitar la divulgación de propaganda alusiva a la destrucción violenta de Austria-Hungría, la destitución de los responsables que pertenecían a las fuerzas armadas serbias, la cárcel para todos los involucrados en la trama de asesinato que se encontraran en territorio serbio y el bloqueo del envío clandestino de armas y explosivos de Serbia a Austria-Hungría. ( La inteligencia militar serbia —mediante los miembros que quedaban en la Mano Negra— se infiltró en la Narodna Odbrana y usó sus rutas clandestinas para llevar a los asesinos y las armas de Belgrado a Sarajevo ).

La indecisión en Viena surgía por ser conscientes de que el juego de alianzas en Europa (la Triple Alianza contra la Triple Entente) podría generar una guerra a escala europea, siendo que se esperaban gestiones diplomáticas para evitarlo, y que así las grandes potencias dejaran que los austrohúngaros atacasen Serbia sin interferencias. Así, Austria-Hungría deseaba el respaldo de Alemania a sus acciones, pero que también la diplomacia de ambas potencias evitara una intervención militar de Rusia. De hecho, tanto en Viena como en Berlín se sabía que una intervención rusa en favor de Serbia implicaba que inmediatamente Francia, como aliada de Rusia, interviniera en la lucha. Otro escenario preocupante para Alemania era que en apoyo de Francia participara Gran Bretaña en la probable contienda, siendo así necesario para los diplomáticos alemanes evitar a toda costa la intervención británica y procurar la neutralidad del gobierno de Londres.

Ante esta situación, el gobierno austrohúngaro dispuso enviar un «representante especial» a Berlín, el conde Alexander von Hoyos, para interceder personalmente ante el canciller alemán Bethmann-Hollweg como enviado del emperador Francisco José. El 5 y 6 de julio, el general Erich von Falkenhayn y otros altos mandos militares del Reichsheer apoyaron al káiser y al canciller para dar al embajador del Imperio austrohúngaro y al enviado especial  la tranquilidad de que Alemania, en virtud de lo pactado en la Triple Alianza, apoyaría sin reserva las acciones que el Imperio austrohúngaro sostuviese contra Serbia, aunque Bethmann-Hollweg se abstuvo de fijar algún límite a tales «acciones» descritas por Austria. Ese mismo día el embajador László Szőgyény y el conde Hoyos se reunían con Bethmann-Hollweg y con el embajador alemán Arthur Zimmermann para comunicar oficialmente el «cheque en blanco» de Alemania para Austria-Hungría.

La necesidad de justificar una agresión austriaca como represalia debería tener un buen sustento ante la opinión pública europea, con el fin de poner al Imperio ruso en una situación embarazosa donde no cupiera defender en modo alguno a Serbia, siendo que en la reunión del Consejo Imperial Austrohúngaro se alcanzó esta posición sugerida por el conde Esteban Tisza, quien rechazaba el simple ataque inmotivado a Serbia.  Al día siguiente Leopold Berchtold consiguió la aprobación del emperador Francisco José para redactar un ultimátum a Serbia con el cual se pretendía humillar al pequeño reino y dar motivos a la intervención militar; de hecho el ultimátum debería quedar proyectado con condiciones tan humillantes que la corte de Belgrado jamás pudiera aceptarlas bajo riesgo de afrontar una revuelta interna.

Por otro lado, desde el 10 de julio se realizaban reuniones de alto nivel en San Petersburgo donde los jefes militares y navales de Rusia aseguraban al gobierno del zar Nicolás II que el país no estaba preparado para una guerra a gran escala contra Austria-Hungría, y menos todavía contra Alemania, lo cual hacía muy difícil a Rusia sostener con hechos sus promesas de ayuda a Serbia. La aristocracia zarista no olvidaba las gravísimas convulsiones políticas de 1905, causadas en parte por la derrota bélica contra Japón, lo cual desalentaba a Nicolás II de involucrar a Rusia en una guerra exterior. Si bien la alianza con Francia era un factor a favor de la corte rusa, sería necesario que Rusia resistiera un ataque doble austro-alemán hasta que la contienda implicara a toda Europa. Para fortalecer ante la opinión pública la alianza, se pactó una visita oficial del presidente francés Raymond Poincaré y de su primer ministro René Viviani a San Petersburgo del 20 al 23 de julio.

Algunos jefes militares austro-húngaros consideraron la crisis como una gran oportunidad para destruir militarmente a Serbia e impedir toda injerencia serbia en los asuntos de Bosnia, logrando además afianzar «para siempre» el poder de los Habsburgo en los Balcanes, al punto que políticos y militares austrohúngaros consideraron a la crisis como un «regalo del dios Marte». Repentinamente, este punto de vista de Viena irritó a Berlín, ya que el emperador Guillermo II quería que el conflicto se mantuviese localizado en los Balcanes sin la intervención militar de las grandes potencias. Los jefes militares alemanes como el general Helmuth Johannes Ludwig von Moltke consideraban, por el contrario, que Alemania no debía evitar una «guerra general» al estar mucho mejor preparada que Francia o Rusia para un conflicto bélico a gran escala. La alianza con Alemania daba a Austria-Hungría respaldo suficiente como para considerar la negativa serbia como casus belli.

El ultimátum austriaco fue entregado al gobierno serbio el jueves 23 de julio a las 17 horas de Belgrado, para ser respondido en un plazo máximo de 48 horas. Los términos del ultimátum eran muy duros al punto que comprometían la soberanía nacional serbia, exigiendo que el Gobierno serbio: 1) disolviera la Mano Negra, 2) expulsara de su ejército y administración a oficiales y funcionarios considerados «elementos antiaustriacos», 3) condenase públicamente las actividades de serbios contrarias a los Habsburgo, 4) persiguiese activamente a organizaciones serbias consideradas «antiaustriacas», e inclusive admitiera 5) que la investigación del crimen en suelo serbio quedase en manos de la policía austriaca y no de agentes locales. La reacción inicial serbia fue de temor, y en la misma noche del 23 de julio el primer ministro serbio Nikola Pašić y el príncipe regente Alejandro de Serbia pidieron auxilio a Rusia, visitando incluso el príncipe a la embajada rusa en Belgrado. 

El gobierno austrohúngaro amenazó con retirar a su embajador en Belgrado si Serbia no aceptaba todas las exigencias en un plazo de 48 horas. A esto se le conoció como la crisis de julio. Tras recibir un telegrama de apoyo de Rusia, Serbia movilizó a su ejército y respondió al ultimátum aceptando los artículos n.º 8 —que exigía el fin del contrabando de armas y el castigo para los oficiales fronterizos que habían colaborado con los asesinos— y n.º 10 —que exigía un informe sobre la ejecución de las medidas impuestas conforme se fueran realizando. Astutamente, Serbia aceptó de forma parcial y rechazó cortésmente los elementos del preámbulo y los artículos 7 y 9. Austria-Hungría reaccionó rompiendo relaciones diplomáticas con Serbia.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergéi Sazónov, declaró que Rusia no estaba en condiciones de enfrentarse con Austria-Hungría, siendo que en una reunión urgente en la mañana del viernes 24 de julio Sazónov logró imponer sus puntos de vista al zar Nicolás II. Ante ello, el propio zar Nicolás II sugirió al príncipe Alejandro aceptar algunos términos del ultimátum mientras la diplomacia rusa y francesa lucharían para que la corte de Viena cambiara de opinión, de hecho, el mismo día Sazónov se comunicaba con los gobiernos de Francia, Alemania y Gran Bretaña para persuadir a Austria-Hungría de alargar el plazo para responder al ultimátum.

La noticia del ultimátum austriaco causó gran impresión en Francia. En Gran Bretaña las cosas fueron distintas. El primer ministro británico Herbert Henry Asquith consideraba al ultimátum austrohúngaro como «documento malvado y humillante». Asquith sugirió que si Austria-Hungría se embarcaba en una operación militar, al menos redujera ésta a una simple ocupación transitoria de Belgrado y no implicase una destrucción del reino de Serbia, comprendiendo que ya existía un grave riesgo de hacer entrar a Rusia en una guerra a gran escala. La propuesta británica de una «conferencia de paz» inmediata ya había sido apoyada por la corte de Rusia el 24 de julio, aunque Francia no había emitido opinión alguna al respecto.

Al no surtir efecto las presiones ruso-británicas, en la tarde del día sábado 25 de julio el gobierno serbio respondió el ultimátum austrohúngaro y aceptó todas las exigencias, excepto la de llamar policías austriacos para investigaciones criminales en suelo serbio. La reacción en Alemania fue de sorpresa pero luego de alegría en tanto que consideraron «cumplido» el requisito necesario para que Austria-Hungría declare la guerra. En efecto, tras nuevas consultas entre Viena y Berlín, se dispuso el lunes 27 de julio la movilización militar del ejército austrohúngaro

Así, el 28 de julio a las 11.49 horas, Austria-Hungría declaró la guerra al Reino de Serbia y movilizó sus tropas hacia la frontera común. Gran Bretaña insistía aún en una conferencia de paz, pero no cabía esperar una respuesta favorable de Rusia; por su parte, Nicolás II enviaba un nuevo mensaje urgente a Guillermo II para «detener a su aliado austrohúngaro antes que sea demasiado tarde». Esa misma tarde del 28 de julio el gobierno ruso dispuso una «movilización parcial» de tropas pero solo en las regiones vecinas a la frontera austrohúngara, lo cual fue invocado por los generales alemanes Moltke y Falkenhayn como «pretexto ideal» para que Alemania declare la guerra a Rusia.

Seguidamente, el Imperio alemán remitió un ultimátum diplomático al Imperio Ruso exigiendo que éste detenga en el plazo de 24 horas su movilización militar contra Austria-Hungría o Alemania le declararía la guerra en caso contrario, aun sabiendo Bethmann-Hollweg que a estas alturas los mandos militares rusos no podrían parar ya su despliegue de tropas con tantos miles de soldados ya en marcha hacia el oeste. El mismo día 31, el embajador alemán en París entregaba un ultimátum al gobierno de Francia pidiendo que ésta actúe para detener la movilización militar de Rusia, o de lo contrario Alemania declararía la guerra a Francia. El presidente René Viviani y el primer ministro Raymond Poincaré desconocían la movilización rusa. Tal como esperaban los alemanes, al mediodía del sábado 1 de agosto no hubo respuesta rusa al ultimátum y por tanto Alemania anunció la movilización general del ejército y se declaró la guerra a Rusia.

Al día siguiente, domingo 2 de agosto el gobierno alemán pedía a Bélgica que permita el tránsito de tropas alemanas en dirección a Francia, petición a lo cual se negó personalmente el monarca belga Alberto I. Mientras tanto, el ultimátum germano del día anterior no había obtenido respuesta alguna del gobierno francés, y Alemania declaró la guerra a Francia en la mañana del lunes 3 de agosto, mientras en la mañana del día martes 4, Alemania declaraba la guerra a Bélgica y la invadía.

Cuando esta última noticia se conoció en Londres antes del mediodía del 4 de agosto, de inmediato el Parlamento británico convocó sesión por cuanto la actitud alemana ante los belgas implicaba que el Imperio alemán estaba dispuesto a entrar en una guerra contra Gran Bretaña, requiriendo que Alemania respete la neutralidad belga y ponga fin a su invasión dando plazo hasta la medianoche de ese día (23 horas en Londres). La respuesta alemana nunca llegó y a las 23 horas del mismo 4 de agosto, la Cámara de los Comunes británica declaró la guerra a Alemania con motivo de la invasión de Bélgica. Había comenzado la Primera Guerra Mundial.

Los países beligerantes creyeron que se trataría de una guerra corta, y ambos bandos esperaban conseguir una victoria fácil y demoledora. La monarquía austrohúngara, con la pretensión de «engullir a Serbia», hablaba de la guerra como de una «misión histórica». El romanticismo de tintes nacionalistas con que se trató el inicio del conflicto se había dejado intuir en algunas afirmaciones previas a la guerra: el general alemán Helmuth von Moltke escribió que «la guerra es uno de los medios de que se vale Dios para el progreso» y otro general alemán, von Bernhardi, habló de la guerra como si de una «necesidad biológica» se tratara.​ Así pues, cuando estalló el conflicto las ansias belicistas de los gobernantes y el entusiasmo popular parecían de tal magnitud, que la unidad de cada nación contra sus enemigos no se puso en duda y atrás quedaron los miedos de la clase dirigente sobre posibles tentativas revolucionarias. La situación antes de la apertura del frente de combate se podía resumir en que «los franceses pensaban llegar a Berlín y los alemanes a París casi en los mismos trenes en que se había efectuado la movilización».

La estrategia de las Potencias Centrales adoleció en sus primeros momentos de una grave falta de coordinación. Alemania había «prometido apoyar» la invasión austrohúngara de Serbia, pero ni los propios aliados se ponían de acuerdo en qué significaba exactamente esa declaración. Los planes previamente aprobados para esta situación habían sido reemplazados a principios de 1914 y nunca se habían realizado ejercicios ni simulaciones. Mientras los austrohúngaros creían que Alemania cubriría su flanco norte con Rusia, los alemanes asumían que Austria concentraría el grueso de sus tropas en el frente ruso mientras Alemania combatía contra Francia. Esta confusión inicial provocó que Austria-Hungría dividiese finalmente sus fuerzas entre los frentes ruso y serbio. Si bien los principales esfuerzos de los beligerantes se concentraron en los frentes occidental y oriental, la guerra se libró con mayor o menor intensidad en distintas partes del globo. Se combatió en los Balcanes, en los Dardanelos, en Oriente Medio, en el Cáucaso, en los Alpes italianos, en África, en Extremo Oriente, en el Pacífico y en el Atlántico.

Tropas serbias atrincheradas.

En un principio las clases altas temieron una dura respuesta por parte de la clase obrera en caso de conflicto, de hecho en países como Francia se prepararon medidas para neutralizar intentonas revolucionarias, sin embargo esto nunca se materializó, más bien todo lo contrario. La habilidad con que los países beligerantes presentaron la guerra a su población les aseguró una casi total adhesión de las masas, una situación que no obstante fue breve. Varios partidos socialistas apoyaron inicialmente la guerra en agosto de 1914; los socialistas europeos estaban fuertemente divididos entre aquellos que decidieron apoyar a sus gobiernos y se unieron al fervor nacionalista y patriótico de entonces, dejando a un lado sus tesis internacionalistas, y aquellos que adoptaron una posición contraria a la guerra, especialmente los socialistas más escorados a la izquierda, marxistas y sindicalistas, que vieron en ella una nueva expresión de la lucha de clases. Una vez comenzó la guerra, una mayoría de socialistas austriacos, británicos, franceses, alemanes y rusos apoyaron el esfuerzo bélico de sus naciones.

Sin embargo hubo notables excepciones, como el Partido Socialista de América, el Partido Socialista Italiano, la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y un sector minoritario del Partido Socialdemócrata de Alemania encabezado por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Aunque minoritarias, estas facciones anti bélicas estarían llamadas en los años posteriores a un gran protagonismo en la posguerra, especialmente en Rusia y Alemania. La contradicción entre las aspiraciones revolucionarias de las clases oprimidas y la política de la II Internacional (al apoyar algunos partidos socialistas la guerra) llegó al punto que se produjo una escisión en el movimiento socialista. El movimiento anarquista había sido muy claro en sus posturas desde sus orígenes ante la guerra. Consideraba la guerra como una herramienta más de Estados y capitalistas, por lo que los anarquistas se opusieron a cualquier tipo de conflicto que enfrentara a pueblos y trabajadores. 

Líderes de la Segunda Internacional en el VIº Congreso; entre ellos Rosa LuxemburgGueorgui Plejánov y Karl Kautsky.

A fines del siglo XIX los socialistas habían comenzado a inclinarse por la vía democrática al socialismo y la promoción de los cambios sociolaborales mediante una presencia creciente en los parlamentos. Por su parte, los anarquistas se habían volcado en el principio de la «propaganda por el hecho«, lo que les llevó a ser víctimas de una durísima represión y un gran aislamiento. A partir de 1895 , un grupo de dirigentes sindicales encabezados por el anarquista Fernand Pelloutier y el socialista blanquista Victor Griffuelhes preocupados por el aislamiento en que se encontraba el movimiento sindical, comienzan a sostener la necesidad de que la organización sindical sea independiente de las corrientes ideológicas y políticas. Esto significó mantener a los sindicatos al margen de los compromisos políticos de los socialistas y de las acciones violentas de los anarquistas insurreccionales, al mismo tiempo que abrir una tradición de convivencia pluralista en los sindicatos.

A partir de las crisis internas que sufrían las corrientes sindicales socialistas y anarquistas nace en Francia el sindicalismo revolucionario, cuyo principal teórico fue Georges Sorel, quien desarrolló sus ideas fundamentalmente en su conocido libro Reflexiones sobre la violencia. Como Proudhon, veía al socialismo como una cuestión principalmente moral. También estaba fuertemente influenciado por Henri Bergson, quien desarrolló la importancia del mito y criticó el materialismo científico; por el culto a la grandeza y el odio a la mediocridad de Nietzsche, y por la habilidad de reconocer la corrupción en la democracia de conservadores liberales como TocquevilleTaine y Renan. Por estas razones Sorel suele ser asociado tanto al fascismo como al anarquismo. 

La Confederación General del Trabajo (CGT) francesa, creada en 1895, evoluciona gradualmente hacia las posiciones sindicalistas revolucionarias que finalmente se imponen en el Congreso de Amiéns de 1906, donde se redacta la Carta de Amiens, documento clave y fundacional del sindicalismo revolucionario redactado por Victor Griffuelhes y Émile Pouget, donde se establece una estricta distinción entre el sindicato y la ideología política. En la Carta de Amiens se afirmó la independencia de acción de los sindicatos respecto de los partidos políticos (apartidismo) y se hace una separación entre economía y política, siendo declarada la primera el ámbito de interés (y por tanto de acción) para la liberación de los trabajadores y la segunda como contraria a sus intereses.

Charles Maurras y otros miembros de Action française, Jacques Bainville , Jean Rivain y Georges Valois, interesados ​​en las ideas de Georges Sorel, trabajaron en la posibilidad de un acercamiento entre los dos movimientos, deseando establecer una colaboración con Émile Janvion. El intento de colaboración entre el nacionalismo integral de Action française y el sindicalismo revolucionario de Sorel comenzó en 1909. El vínculo se estableció después de que Sorel leyera la segunda edición del libro Enquête sur la monarquie de Maurras. Maurras menciona favorablemente a Sorel y al sindicalismo revolucionario en su libro. En 1910, Sorel y Valois decidieron crear un periódico socialnacionalista llamado La cité française. Tras el fracaso de La cité française , Sorel decidió formar su propio periódico. Este quincenal llamado L’Indépendance se publica desde marzo de 1911a julio de 1913. Los temas abordados son similares a los de L’Action française. En marzo de 1911, Henri Lagrange , miembro de Action française , sugirió que Valois creara un grupo para estudiar cuestiones económicas y sociales desde un punto de vista nacionalista. Valois persuade a Lagrange para que amplíe el grupo para incluir a no nacionalistas, sindicalistas y antidemócratas. Valois escribirá más adelante que se trataba de crear una plataforma común para los antidemócratas. El nuevo grupo político llamado Círculo Proudhon fue fundado en16 de diciembre de 191, y es considerado como la primera organización fascista occidental. Los anarquistas acusaron al Círculo Proudhon de sesgar y malinterpretar las teorizaciones de Proudhon. El Círculo publicó un boletín titulado: Les Cahiers du Cercle Proudhon y la Nouvelle Librairie Nationale había publicado algunos volúmenes en una colección del “Círculo Proudhon”.

Símbolo del Círculo Proudhon.

En Italia , el sindicalismo revolucionario se estableció inicialmente dentro del Partido Socialista. Hubo al menos tres corrientes diferentes: la que encabezaban Arturo LabriolaEnrico Leone que rechazaban la opción por la acción parlamentaria que había adoptado el Partido Socialista Italiano; el sindicalismo de Alceste De Ambris que negaba al Partido Socialista el derecho a designar candidatos en las elecciones; y finalmente el sindicalismo de Ottavio Dinale, Agostino Lanzillo y Angelo Oliviero Olivetti, entre otros, que luego se reunieron en 1907 en torno a la revista «Páginas Libres», que también negaban el parlamentarismo, admitiéndolo excepcionalmente.

En 1912 crean la central sindicalista revolucionaria de Italia, la Unión Sindical Italiana (USI), opuesta a la CGdL. Muchos anarquistas entraron en las filas de la USI. En el debate de 1914-1915 sobre la elección de la intervención o la neutralidad, la facción intervencionista fue derrotada por el neutralismo antimilitarista del anarquista Armando Borghi. Los intervencionistas fueron expulsados ​​de la USI al final de la guerra y fundaron la Unión Laboral Italiana en 1918. La UIL fue dirigida primero por Edmondo Rossoni  y luego, a partir de 1919, por Alceste De Ambris.

El nacionalismo italiano alcanzó una nueva magnitud con el estallido de la guerra e inicialmente recibió un apoyo generalizado de distintas facciones políticas. Una de las cabezas visibles nacionalistas más destacadas y populares fue Gabriele D’Annunzio, como vimos en la entrada anterior, que promovió el irredentismo italiano e influyó en la opinión pública del país para que este interviniese en la guerra. El Partido Liberal Italiano, liderado por Paolo Boselli, también se puso del lado de la intervención en favor de los Aliados.

En los Balcanes, los partidarios del yugoslavismo, encabezados por su líder Ante Trumbic, apoyaron firmemente la guerra, deseosos de liberar los Balcanes del control de Austria-Hungría y otras potencias extranjeras, aspirando a la creación de una Yugoslavia independiente. En Oriente Próximo, el nacionalismo árabe se disparó en los territorios otomanos fuera de Anatolia en respuesta al surgimiento del nacionalismo turco durante la guerra, donde los líderes del movimiento ya abogaban por la creación de un estado panárabe. En 1916, la rebelión árabe tomó forma en aquellos territorios otomanos de Oriente Próximo que luchaban por su independencia. En África orientalIyasu V de Etiopía apoyó al Estado derviche de Somalia que combatía contra los británicos en la campaña de Somalilandia. El Imperio etíope estuvo a punto de entrar en la Primera Guerra Mundial de parte de las Potencias Centrales, pero se produjo el derrocamiento de Iyasu a manos de la aristocracia de aquel país, que había sido fuertemente presionada por el bando aliado.

El Partido Socialista Italiano decidió oponerse a la guerra después de que tres anarquistas antimilitaristas murieran tiroteados por los carabinieri durante una manifestación, a lo que siguió la llamada semana roja, una huelga general organizada en protesta por el suceso y cuyos efectos quedaron presentes en la memoria del país por largo tiempo.​ El Partido Socialista decidió entonces expulsar a sus miembros más nacionalistas y favorables al conflicto, entre los que se encontraban destacados dirigentes como Benito Mussolini o Leonida Bissolati. El nacionalismo de Mussolini le permitió recaudar fondos para su causa provenientes de empresas de armamento, como Ansaldo, y para crear sus periódicos desde los que siguió intentando convencer a los sectores socialistas de apoyar la guerra, sin éxito. Mussolini creó el pro bélico Il Popolo d’Italia y el Fasci d’Azione Rivoluzionaria en octubre de 1914, que se fusionará con el Fasci Rivoluzionario d’Azione Internazionalista en diciembre, para formar un único partido.

El papa Benedicto XV, elegido apenas tres meses después de comenzar la guerra, convirtió a esta en el tema principal de su pontificado. Al contrario que su predecesor, abogó apenas cinco días después de su nombramiento por hacer todo lo posible para restablecer la paz.​ Su primera encíclicaAd beatissimi Apostolorum, dada a conocer el 1 de noviembre de 1914, mostró su preocupación por la situación. Sin embargo, el papa descubrió como las fuerzas beligerantes ignoraban sus postulados a pesar de su relevancia en el ámbito religioso. De hecho, el tratado de Londres de 1915 incluía cláusulas secretas entre Italia y la Triple Entente para que los gobiernos ignorasen las posiciones papales que abogaban por un acercamiento con las Potencias Centrales. En consecuencia, la publicación en agosto de 1917 de una propuesta de paz por parte del papado fue ignorada por todos los bandos, excepto por Austria-Hungría.

Muchos países optaron por encarcelar a quienes se manifestaron en contra de la guerra. Destacados intelectuales como Eugene Debs en Estados Unidos y Bertrand Russell en Reino Unido sufrieron represalias. Dentro del ámbito castrense, resultó llamativa la temprana proclama lanzada a entre 2000 y 3000 reclutas británicos por parte del general Horace Smith-Dorrien en 1914, que en palabras del cadete Donald Christopher Smith, dijo: «Que la guerra debería evitarse a cualquier precio, que la guerra no resolvería nada, que toda Europa quedaría reducida a cenizas y que la pérdida de vidas sería tan grande que diezmaría poblaciones enteras…» .

Una importante oposición provino de los objetores de conciencia, a destacar socialistas y religiosos, los cuales se negaban a combatir. En Gran Bretaña, 16 000 personas se declararon objetores y muchos de ellos sufrieron condenas a prisión, incluyendo aislamientos y dietas a base de pan y agua. Incluso terminada la guerra, en Gran Bretaña se los continuó discriminando y privando de ciertos puestos de trabajo. En Estados Unidos se aprobaron la Ley de Espionaje de 1917 y la Ley de Sedición de 1918 para convertir en delito federal oponerse al reclutamiento militar obligatorio o hacer cualquier declaración que se considerase «desleal». Las publicaciones críticas con el gobierno fueron censuradas y sus responsables cumplieron largas condenas de prisión por considerar sus escritos «declaraciones antipatrióticas». Con el paso de los años se dieron situaciones cada vez más críticas para las naciones beligerantes.

 Ejecución de un soldado desertor francés.

Un conjunto de países europeos no participó en la guerra y permaneció neutral porque, aunque se entablaron intensos debates en sus respectivas opiniones públicas, sus intereses no se jugaban en la conflagración ni tenían estrechos compromisos o vínculos diplomáticos con ninguno de los dos bandos. Fue el caso de Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Países Bajos y España. Pero también hubo Estados que se declararon neutrales en un principio pero que al final entraron en la guerra. La tónica general es que lo hicieron seducidos por las promesas de beneficios y recompensas si entraban en liza en uno u otro bando.

Italia es el caso más importante pero no el único. Italia era formalmente parte de la Triple Alianza desde su pacto con el Imperio alemán y el austrohúngaro en 1882, sin embargo, el país pretendía la anexión de territorios austríacos y reclamaba como suya la provincia autónoma de Trento, el litoral austríacoDalmacia y la ciudad de Rijeka (Fiume). Por ello, Italia tenía un pacto secreto con Francia desde 1902 que anulaba de facto la Triple Alianza;​ de hecho Italia había acordado secretamente con Francia permanecer neutral en caso de una invasión alemana sobre territorio francés. Al comenzar la guerra, Italia se negó a enviar tropas en ayuda de Alemania y Austria, al argumentar que la Triple Alianza tenía un carácter exclusivamente defensivo y Austria-Hungría era el país que había atacado primero (una actitud que además indirectamente fue clave para que España también se declarara neutral).

«El equilibrio europeo en 1914…», caricatura italiana de la época que muestra al rey Víctor Manuel III entre los Aliados y los Imperios centrales.

Ante los acontecimientos, el gobierno austrohúngaro, temeroso de la traición italiana y presionado por Alemania, intentó asegurar su neutralidad en el conflicto y ofreció Túnez, por entonces colonia francesa. La Entente contraatacó el ofrecimiento austríaco asegurando a Italia que recibiría el Tirol del Sur, el litoral austríaco y la costa dálmata en caso de derrotar a Austria-Hungría, promesas que se formalizaron en el tratado de Londres de abril de 1915. En los momentos previos a la declaración de guerra, no existía ni en la opinión pública ni en el parlamento una mayoría clara a favor de la guerra contra Austria-Hungría, sin embargo, los defensores de entrar en guerra fueron mucho más activos en la defensa de sus postulados.

Alentada por la invasión aliada del Imperio otomano en abril de 1915, Italia denunció la Triple Alianza formalmente el 3 de mayo. El 20 de mayo se convocó al parlamento para la aprobación de créditos de guerra: casi todos los grupos votaron a favor, incluidos antiguos opositores como los católicos y los seguidores de Giovanni Giolitti; tan solo los socialistas votaron en contra. Finalmente, Italia se unió a la Triple Entente y declaró la guerra al Imperio austrohúngaro el 23 de mayo, aunque habría que esperar otros quince meses para que declarase la guerra al Imperio alemán.

Soldados italianos desembarcando en Valona, puerto albanés que ocuparon en diciembre de 1914, cuando el país aún se mantenía neutral en la contienda.

Bulgaria fue otro caso importante pero en el otro lado. Los búlgaros eran enemigos de los serbios como consecuencia de las guerras balcánicas, pero temían la potencia rusa, por lo que no entraron en la guerra. Pero al comprobar que los Imperios Centrales eran capaces no sólo de frenar al ejército ruso sino de derrotarlo en muchas ocasiones, decidieron entrar en la guerra porque, además, se les prometió la Macedonia y la Dobrudja si Grecia y Rumanía entraban en la guerra, además de territorios que controlaban los serbios. También terminaron participando en el conflicto los rumanos, turcos y griegos.

Hasta Portugal entró en guerra en 1916, fiel y tradicional aliado de Londres, aunque casi de forma testimonial. Por su parte, las colonias de los países contendientes fueron puestas al servicio de sus respectivas metrópolis, tanto en lo que respecta a recursos humanos como, principalmente materiales. En este sentido, franceses y británicos, dados sus inmensos imperios coloniales, sacaron muchísimo más provecho que alemanes y austriacos.

Los Estados Unidos optaron por la neutralidad. Los aliados comenzaron una intensa campaña diplomática para que entraran a su favor, pero Wilson se mantuvo firme en su apuesta por la neutralidad, apoyada mayoritariamente por la opinión pública, a pesar de ser aliadófila por sus orígenes, menos la minoría inmigrante alemana. El presidente demócrata se comprometió con la paz y en la mediación. Envió al coronel House como su emisario de paz pero su misión se saldó con un evidente fracaso. Todos los estados de América Latina se declararon neutrales al estallar la guerra mundial, ya que era concebida como un conflicto muy ajeno y propio de las rivalidades europeas, especialmente entre Francia y Alemania.

Japón no tenía ningún interés en Europa, pero vio en la guerra una oportunidad para afianzar su expansión por el Extremo Oriente, ya que las potencias coloniales europeas, lógicamente, estaban concentradas en su propio continente. Sus principales obstáculos en la zona eran Gran Bretaña y Rusia. Al final, los japoneses, muy interesados en China y aprovechando que los alemanes tenían allí una concesión en el norte, decidieron declarar la guerra a Alemania el 23 de agosto de 1914.

Woodrow Wilson, vigésimo octavo presidente de Estados Unidos

La ofensiva alemana en Occidente, conocida como «Plan Schlieffen» en honor a su creador Alfred von Schlieffen, fue detenida por los franceses, que, sin embargo, habían fracasado al aplicar el «Plan XVII», a pocos kilómetros de París, y se inició una guerra de desgaste donde las líneas de trincheras apenas sufrirían variación alguna hasta 1917. En el frente oriental, el ejército ruso logró algunas victorias frente a los austrohúngaros, pero fueron detenidos por los alemanes en su intento de invadir Prusia Oriental. En noviembre de 1914, el Imperio otomano entró en la guerra, lo que significó la apertura de distintos frentes en el CáucasoMesopotamia y el Sinaí

Desde la batalla de Sarıkamış en el frente caucásico, que terminó en una grave derrota otomana, el liderazgo de los Jóvenes Turcos sospechaba de los armenios como una posible quinta columna que saboteaba el esfuerzo de guerra. Por ello, el 27 y 30 de mayo de 1915 el gobierno otomano emitió sendas órdenes de expulsión y deportación que comenzaron la persecución sistemática de armenios y asirios, una situación ya vivida años atrás y que desembocó en los genocidios asirio y armenio; este último se saldó con un millón de personas asesinadas hasta el final de la guerra.

Las reacciones de la población del Reino Unido en 1914 fueron similares a las de otras poblaciones a lo largo de Europa. El estallido de la guerra se ha considerado comúnmente como un evento que produjo una mayor uniformidad social. Una gran parte de la población se posicionó con rapidez detrás del gobierno. Se hicieron sacrificios significativos con la intención de derrotar a los enemigos del Imperio; aquellos que no podían luchar contribuyeron en causas humanitarias y filantrópicas. Para apaciguar los sentimientos nacionalistas británicos, Jorge V emitió una orden del consejo que cambió el nombre alemán de la Familia Real Británica a la Casa de Windsor

La guerra había aumentado no sólo la lealtad imperial, sino también la individualidad de identidades nacionales en los dominios de CanadáTerranova y LabradorAustraliaNueva ZelandaSudáfrica e India. En este sentido, una serie de intentos entre 1914 y 1917 por parte de grupos nacionalistas indios para crear una rebelión panindia contra el Imperio Británico son conocidos como conspiración indo-alemana. Los conspiradores incluyeron a la clandestinidad revolucionaria india, el Partido Ghadar en Estados Unidos y al comité de independencia de la India en Alemania. La conspiración fue elaborada a inicios de la guerra y fue apoyada ampliamente por el movimiento republicano irlandés, la Política Exterior de Alemania y el consulado alemán en San Francisco, así como por el Imperio otomano. El plan más importante intentó fomentar el malestar y desencadenar un motín panindio en el Ejército Indio Británico desde Punyab hasta Singapur. Su ejecución fue planificada para febrero de 1915 con el objetivo de derrocar al Raj del subcontinente Indio. En última instancia, el motín de febrero fue frustrado cuando la inteligencia británica infiltró el movimiento ghadarita y arrestó a figuras clave. Los motines en pequeñas unidades y guarniciones al interior de la India también fueron sofocados.

Rash Behari Bose, líder clave de la 
conspiración Delhi-Lahore y, más tarde, del complot de febrero.

Sin embargo, el problema nacionalista estaba más cerca de Londres, en el propio Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. El nacionalismo irlandés es un movimiento político que lucha por la unión de toda la isla de Irlanda para librarla del dominio de Inglaterra. Surgió desde los prolegómenos de la rebelión que sacudió a la isla de Irlanda en 1641, cuando los nativos se rebelaron contra los colonos procedentes de Inglaterra y de Escocia. El Reino de Irlanda se unió al Reino Unido en el año 1800. El nacionalismo irlandés ha abogado por la separación del Imperio británico desde mediados del siglo XIX.

El nacionalismo irlandés moderno nació en la década de 1790 cuando Theobald Wolfe Tone fundó la Sociedad de los Irlandeses Unidos, con el propósito de eliminar la discriminación religiosa para fundar después una república independiente. Los Irlandeses Unidos se levantaron en armas en 1798 provocando una serie de desórdenes y enfrentamientos violentamente reprimidos por las autoridades británicas. Posteriormente, el Parlamento Irlandés votó su autodisolución y con la entrada en vigor del Acta de Unión de 1800, los parlamentarios irlandeses pasaron a ocupar su escaño en el Parlamento de Westminster.

Símbolo de la United Irish.

Dos formas de nacionalismo irlandés surgieron entonces de estos acontecimientos. Uno era un movimiento radical, conocido como republicanismo irlandés, el cual abogó por el uso de la fuerza para fundar una República secular e igualitaria, representado por grupos como el de la Joven Irlanda, algunos de los cuales lanzaron una rebelión en 1848. Los miembros de la Joven Irlanda utilizaban símbolos tradicionales irlandeses como el arpa y organizaban sus convocatorias en lugares como Tara o Clontarf fuertemente vinculados a la historia irlandesa.

La otra tradición nacionalista era más moderada, partidaria del empleo de medios no-violentos para obtener concesiones del gobierno británico. Mientras que ambas tradiciones eran predominantemente católicas en su base, la jerarquía de la iglesia se oponía al separatismo republicano debido a sus métodos violentos y a su ideología secular, mientras que apoyaba al nacionalismo reformista no-violento. Daniel O’Connell se convirtió en el líder de este nacionalismo moderado. O’Connell, jefe de la Asociación Católica y de la Asociación por la Derogación, hizo campaña en favor de la emancipación católica – el pleno derecho político para los católicos – y después de la “derogación de la unión”, esto es, la abolición del Acta de 1800 y la creación de un gobierno autónomo irlandés bajo la corona. El movimiento de O’Connell era más explícitamente católico que sus predecesores del siglo XVIII.

A finales del siglo XIX, el nacionalismo irlandés se convirtió en la ideología dominante en Irlanda, lo que se reflejó en un partido parlamentario fuerte en el Parlamento del Reino Unido en Westminster que intentaba lograr la derogación del Acta de Unión de 1800. Durante este período se produjo el nacimiento del movimiento feniano, cuyos máximos exponentes fueron la IRB ( Hermandad Republicana Irlandesa ) y el Clan na Gael, su organización hermana radicada en los Estados Unidos, cuya organización precursora fue la Hermandad feniana. La Gran Hambruna de los años 1845-1849 deterioró la imagen del gobierno británico en Irlanda, al que se le reprochó su incapacidad para evitar la muerte por inanición de más de un millón de personas. Entretanto, el Clan na Gael, liderado por John Devoy había estado preparando un ejército de veteranos irlandeses de la Guerra de Secesión para invadir Canadá y exigir la retirada del gobierno británico de Irlanda. Al mismo tiempo, la IRB encabezaba otro alzamiento en la isla, que fue desbaratado rápidamente gracias al trabajo de los espías británicos.

La movilización nacionalista masiva comenzó cuando la Home Rule League de Isaac Butt decidió implicarse en cuestiones sociales a finales de la década de 1870. Michael Davitt, miembro de la IRB, fundó en 1879 la Irish Land League en 1879 durante una depresión agrícola para hacer campaña por los derechos de los arrendatarios. La cuestión agraria en Irlanda estaba profundamente conectada con el nacionalismo, ya que en el siglo XIX la mayor parte de la clase propietaria irlandesa era mayoritariamente un grupo Anglo-Irlandés protestante, conocido como la Ascendencia, cuyas tierras habían sido arrebatadas a los católicos en los siglos anteriores. De hecho, los discursos y los escritos de la Liga hacían siempre referencia a estas circunstancias. El republicano Clan na Gael vio en esto una gran oportunidad para orientar la agitación popular hacia el autogobierno de Irlanda. Los disturbios alcanzaron cotas importantes de violencia cuando los miembros de la Liga se resistieron a los desahucios forzosos realizados por el Ejército Británico y la RIC ( Royal Irish ConstabularyReal Policía Irlandesa ), en lo que se ha conocido como Guerra Agraria. Estos desórdenes finalmente acabaron con el gobierno británico subvencionado la venta de las tierras de los terratenientes a sus arrendatarios a través de las Leyes de tierras irlandesas escritas por William O’Brien. También proporcionó una base masiva para los nacionalistas irlandeses constitucionales que habían fundado la Home Rule League en 1873. Charles Stewart Parnell (paradójicamente, un terrateniente protestante) se situó al frente de la Liga Agraria y aprovechó la popularidad alcanzada para lanzar en 1882 la campaña de la Liga Nacional Irlandesa como un base de apoyo para el recién formado Partido Parlamentario Irlandés, para hacer campaña por el Autogobierno.

Familia irlandesa desalojada por su arrendador durante la «guerra agraria» c. 1879.

Un rasgo importe del nacionalismo irlandés surgido a finales del siglo XIX fue su compromiso con la cultura gaélica irlandesa. Un amplio movimiento intelectual autodenominado Renacimiento céltico apareció a finales del siglo XIX, iniciado por artistas y escritores de ascendencia angloirlandesa preocupados por la identidad nativa y cultural de Irlanda. Otras organizaciones para la promoción del irlandés y del Renacimiento gaélico fueron la Liga Gaélica, posteriormente Conradh na Gaeilge. También se fundó en estos años la Asociación Atlética Gaélica (GAA) para la promoción del fútbol gaélico, el hurling o la Pelota irlandesa a expensas de deportes «ingleses» como el fútbol, el rugby o el cricket. Curiosamente, la mayoría de nacionalistas culturales eran angloparlantes nativos y sus organizaciones tuvieron un impacto muy reducido en las áreas gaélico parlantesGaeltachtaí, donde el empleo de la lengua gaélica continuó decayendo. Sin embargo, estas organizaciones consiguieron atraer a mucha gente, constituyendo el punto de partida para los movimientos nacionalistas irlandeses de los comienzos del siglo XX.

Aunque algunos de los principales defensores del autogobierno eran protestantes, el partido al que pertenecían era abrumadoramente católico. A nivel local, los sacerdotes católicos constituían una parte crucial de la organización. En contra del autogobierno, los unionistas del Úlster eran partidarios de mantener la unión con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, con el eslogan Home Rule is Rome Rule (El autogobierno es el gobierno de Roma). En la época, los políticos y el público británico contemplaban estos movimientos como radicales y militantes. Sus detractores citaban a menudo las palabras de Parnell en su discurso de Cincinnati, donde afirmaba estar recaudando fondos para «pan y plomo» (bread and lead). En mayo de 1882, Parnell entró en la IRB; sin embargo, su decisión de permanecer en Westminster tras la expulsión de 29 parlamentarios irlandeses y su negativa a apoyar el plan de campaña de Davitt en 1887 le señalan como un político esencialmente constitucional, aunque no opuesto al uso de movimientos militantes para presionar al parlamento.

Coincidiendo con estos hechos se produjo la reforma del sistema electoral del Reino Unido, lo que permitió a muchos católicos acceder al derecho al voto. Esto supuso que el partido de Parnell se convirtió pronto en una pieza clave en la política británica. El Autogobierno fue apoyado por políticos como William Gladstone, pero chocó con la oposición tanto de liberales como de conservadores en el Parlamento de Westminster. El Autogobierno hubiera significado la reinstauración de un Parlamento Irlandés en el seno del Reino Unido. Sus partidarios consiguieron presentar tres propuestas para el Autogobierno de Irlanda en la Cámara de los Comunes, pero la alianza de conservadores y unionistas evitó su aprobación. Tras la caída en desgracia de Parnell y su muerte en 1891, su partido se escindió en dos facciones, lo que le dejó seriamente mermado en el Parlamento. Sólo tras la aprobación de la Ley de Gobierno Local de Irlanda de 1898 que concedía extensos poderes a los recién creados consejos de condado y permitía a los nacionalistas acceder al poder en las administraciones locales gracias a la convocatoria de elecciones democráticas, y a la fundación de la Liga Unida Irlandesa por William O’Brien ese mismo año, se produjo la reunificación del Partido Parlamentario Irlandés de cara a las elecciones generales de 1900.

La primera década del siglo XX vio considerables avances en la economía y sociedad rural de Irlanda, de la que dependía el 60% del total de la población. La aprobación en 1903 de la Ley de Compra de Tierras (Ley Wyndham ) gracias a O’Brien puso fin al absentismo de los terratenientes y facilitó la compra de tierras por parte de los pequeños aparceros. En 1914 el 75% de los trabajadores agrarios estaban adquiriendo las tierras de los terratenientes según las Leyes Agrarias de 1903 y 1909. O’Brien se dedicó entonces a intentar aprobar las Leyes de Trabajadores de Irlanda con la ayuda de la Asociación Agraria y Obrera Irlandesa de D. D. Sheenan. La combinación de reforma agraria y autogobierno local proporcionó a los nacionalistas irlandeses una base económica y política sobre la que asentar sus demandas de autogobierno.

Paralelamente, se desarrollaba en el mismo período una nueva forma de nacionalismo irlandés, mucho más radical. En 1896, James Connolly fundaba en Dublín el Partido Republicano Socialista Irlandés. Este era un partido pequeño y que no tuvo demasiado éxito en las elecciones, pero su fusión de socialismo y republicanismo tendría un gran impacto en el pensamiento republicano.

En 1913, durante el cierre patronal y la gran huelga general de Dublín, Connolly y James Larkin fundaron una milicia obrera conocida como el Ejército Ciudadano Irlandés para defender a los participante en la huelga de la policía. Aunque inicialmente su propósito era meramente defensivo, Connolly acabaría por convertir a este ejército en un instrumento revolucionario, destinado a crear una República Obrera Irlandesa. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Connolly tomó la decisión irrevocable de alzarse en armas hasta el final. Esa decisión alarmó a los miembros de la Hermandad Republicana Irlandesa que planeaban una insurrección en varios años. Los líderes de la Hermandad, incluyendo a Tom Clarke y Patrick Pearse, se reunieron con Connolly con vistas a alcanzar un acuerdo.

Finalmente el Partido Parlamentario Irlandés, encabezado por John Redmond consiguió la aprobación del Acta de Autogobierno de 1914. Sin embargo, esta autonomía se vería limitada por la posible partición de Irlanda entre norte y sur. La idea había sido considerada ya durante la Segunda Propuesta de Autogobierno de 1893. En 1912, luego de la entrada del Tercer Proyecto de Ley de Autonomía a través de la Cámara de los Comunes, los unionistas organizaron una resistencia masiva a su implementación, organizándose en torno al » Pacto de Ulster «. En 1912 formaron los Voluntarios del Úlster, el órgano militar del unionismo del Úlster y de la Orden de Orange, que proclamaron que recurrirían a la fuerza contra el Autogobierno. Los conservadores británicos apoyaron estas iniciativas y Randolph Churchill acuñó el eslogan «Ulster will fight and Ulster will be right» (El Úlster luchará y el Úlster estará bien). Por si fuera poco, oficiales británicos con base en Currag Camp anunciaron que no tomarían acciones contra los Voluntarios del Úlster si se les ordenara.

Como respuesta, los nacionalistas formaron su propio grupo paramilitar, los Voluntarios Irlandeses para apoyar la entrada en vigor del Autogobierno. Durante varios meses de 1914 pareció que la guerra civil era inminente entre las dos facciones armadas. Solo el partido All-for-Ireland League abogó por otorgar todas las concesiones imaginables a Ulster para evitar una enmienda de partición. Redmond rechazó sus propuestas. La Ley de Autonomía enmendada se aprobó y se colocó con la aprobación real en los libros de estatutos, pero se suspendió después del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, hasta el final de la guerra. Esto llevó a los grupos republicanos radicales a argumentar que la independencia de Irlanda nunca podría ganarse pacíficamente y le dio poca atención a la cuestión del norte.

Los Voluntarios Irlandeses se dividieron ante la situación. La mayoría siguió a su líder, John Redmond, en la decisión de apoyar al gobierno británico y a los Aliados, considerando que esta opción era la única que permitiría la entrada en vigor del Acta tras la guerra. El propio Redmond declaró que «volveréis como un ejército capaz de enfrentaros a la oposición del Ulster al Autogobierno». El movimiento se convirtió en los los Voluntarios Nacionales Irlandeses, y se encontraban entre los 180.000 irlandeses que sirvieron en los regimientos irlandeses de las Divisiones irlandesas 10 y 16 del Nuevo Ejército Británico formado para la guerra.

Una minoría, liderada por miembros de la IRB, se negó a apoyar la guerra y retuvo sus armas para garantizar la puesta en práctica del Autogobierno. Dentro de este grupo, una facción comenzó a planificar la insurrección contra el gobierno británico durante la guerra. James Connolly se unió a comienzos de 1916 con la IRB, y en abril de ese año, un grupo formado por 1000 disidentes de los Voluntarios Irlandeses y 250 miembros del Ejército Ciudadano Irlandés de Connolly tomaron la Oficina General de Correos de Dublín, dando comienzo a lo que se conoce como el levantamiento de Pascua y proclamaron la independencia de la República Irlandesa. El alzamiento fue suprimido al cabo de una semana y en él resultaron muertas 500 personas, en su mayoría civiles no implicados en los combates. Aunque el alzamiento fracasó, la ejecución por parte de las autoridades británicas de dieciséis de los líderes de la insurrección y el arresto de más de 3.000 activistas políticos implicados suscitó las simpatías del público por los militantes republicanos.

Miembros del Ejército Ciudadano Irlandés fuera de 
Liberty Hall, bajo el lema «No servimos ni al Rey ni al Kaiser , sino a Irlanda».

Probablemente el momento más digno de mención fue cuando Patrick Pearse leyó la proclamación de la república a las puertas de la Oficina Central de Correos frente a una muchedumbre en su mayoría indiferente. Los rebeldes no tenían mucho respaldo popular en aquel momento. A la sazón las autoridades locales irlandesas y muchos periódicos como el Irish Independent (en un editorial) exigían la ejecuciones. Las ejecuciones marcaron el inicio de un cambio en la opinión pública irlandesa, que hasta entonces había visto a los rebeldes como aventureros irresponsables cuyas acciones podían dañar la causa nacionalista.

A medida que los prisioneros iban siendo liberados y reorganizaban las fuerzas republicanas, el sentimiento nacionalista empezó a decantarse hacia el pequeño partido monárquico Sinn Féin, que irónicamente no había estado implicado pero que era erróneamente acusado por el gobierno británico y los medios de comunicación irlandeses de estar tras el alzamiento.Los líderes supervivientes, bajo las órdenes de Éamon de Valera, se infiltraron en el Sinn Féin y depusieron a su anterior cúpula monárquica encabezada por Arthur Griffith, que había fundado el partido en 1905 para presionar a favor de la monarquía dual Angloirlandesa. El Sinn Féin y el Partido Parlamentario Irlandés se enfrentaron en una serie de batallas de indefinido resultado, ya que cada uno ganó varias elecciones menores.

En el frente Oriental el Imperio ruso obtuvo algunas victorias sobre Austria-Hungría inicialmente, e invadió Prusia Oriental en las primeras semanas de agosto de 1914. Luego, fue derrotado en la batalla de Tannenberg por los alemanes a finales de agosto. En septiembre de 1914, el ejército alemán comenzó la invasión del Zarato de Polonia (parte del Imperio ruso): el 9 de octubre cruzó el Vístula con dirección a Varsovia, pero fue vencido por el ejército ruso en esta ciudad.

Los austriacos por su parte atacaron por el sur en los Cárpatos, pero fueron frenados por los rusos, si bien a costa de grandes pérdidas. En el sur, el general Alekséi Brusílov invadió la Bucovina. El 3 de septiembre, caía en manos de los rusos la cuarta ciudad del imperio y gran centro de comunicaciones, Leópolis. La retirada austrohúngara finalizó el 2 de octubre y el frente se estabilizó en la línea TarnówGorlice, a 140 km al oeste de Leópolis y con dos tercios de Galitzia en poder de los rusos. Al retroceder los alemanes, los rusos volvieron a atacar en la batalla de Łódź, pero fueron derrotados, aunque ambos ejércitos sufrieron cuantiosas bajas.

Soldados rusos marchando al frente.

Entonces el Imperio otomano se alió con Alemania y Austria, y atacó la Armenia rusa, pero fueron rechazados por los rusos.  Este intento de invasión por parte de Turquía obligó a Rusia a pedir ayuda a sus aliados Gran Bretaña y Francia, dando lugar el 19 de febrero de 1915 a la batalla de Galípoli, terminando el 9 de enero de 1916, con la retirada de las tropas aliadas. Las pérdidas en buques y el fracaso de la operación se llevaron por delante en forma de dimisión a su principal promotor, Winston Churchill, por entonces Primer Lord del Almirantazgo, regresando al servicio activo en el Ejército británico, su relación de amistad con el almirante John Arbuthnot Fisher se quebrantó y este se retiró del servicio activo.

Dispuestos a eliminar la amenaza rusa de invasión de sus territorios, en mayo de 1915, los ejércitos del Imperio alemán y del austrohúngaro llevaron a cabo la ofensiva de Gorlice-Tarnów y llegaron a Varsovia en agosto de 1915. Tras la ofensiva de Gorlice–Tarnów los ejércitos de Mackensen cruzaron el río San y capturaron Przemyśl. El 22 de junio, los rusos abandonaron la capital de Galitzia, Lvov ( Leópolis ). Entre el 23 y el 27 de junio, los alemanes cruzaron el Dniéster. A comienzos de julio, Mackensen hubo de detener la ofensiva debido a los contraataques rusos.

August von Mackensen con el Totenkopf en su colbac de piel.

Por su parte, la Stavka decidió emprender una retirada estratégica con el objetivo de ganar tiempo mientras aumentaba la producción de la industria bélica rusa. El 13 de julio de 1915, los ejércitos de los Imperios Centrales comenzaron una nueva ofensiva en todo el frente. Superados en número y en posición precaria debido a las acciones recientes, el extremo meridional de la línea rusa colapsó y retrocedió al norte, huyendo hacia la línea DęblinLublinChełm. De manera más preocupante, el 10.º Ejército alemán y el Ejército del Niemen presionaban a través del extremo norte de la línea, amenazando de nuevo con rodear un ejército ruso por completo.

Toda el ala sur había sido obligada a retroceder otros 160 km hacia el río Bug, lo que dejaba sólo una pequeña porción de la Polonia del Congreso en manos rusas, con su eje principal entre Varsovia y la Fortaleza de Ivangorod. El 22 de julio, los ejércitos de los Imperios Centrales cruzaron el Vístula. En agosto, el 4.º Ejército ruso abandonó la fortaleza de Dęblin. Con la continua retirada rusa, Varsovia quedó aislada, y el 12.º Ejército alemán al mando de Gallwitz aprovechó la oportunidad para capturarla el 4-5 de agosto. Nuevos ataques alemanes, procedentes de Prusia provocaron el colapso también de este frente, empujando todo el ala norte de las fuerzas rusas, que eventualmente formaron una línea que coincidía aproximadamente con la frontera prusiana de preguerra. Los alemanes, tras recibir considerables refuerzos, capturaron Brest-Litovsk el 25 de agosto. El 19 de septiembre, las fuerzas de Hindenburg conquistaron Vilna. El frente se extendía desde el mar Báltico a la frontera rumana, siguiendo la línea RigaJakobstadtDünaburgBaránovichiPinskDubnoTernópil. El 3 de agosto de 1915, el zar Nicolás II destituyó al gran duque Nicolás Nikoláyevich y tomó el mando directo del ejército.

Caballería alemana entrando en Varsovia en mayo de 1915.

El 3 de enero de 1916 Mark Sykes representando a Reino Unido y François Georges-Picot representando a Francia habían acordado la división general del Oriente Próximo una vez terminada la guerra y derrotado el imperio otomano. Francia recibiría la Siria otomana y su zona costera, que se convertiría la mayor parte en el Líbano actual. Ejercería un ámbito de influencia hacia el Este, hasta Mosul. Los británicos obtuvieron Basora y Bagdad y un ámbito de influencia hacia el Este, hasta Persia. Este acuerdo secreto, conocido oficialmente como el Acuerdo de Asia Menor, pero más conocido como Acuerdo Sykes-Picot, definía las propuestas esferas de influencia y control de los dos países en el Próximo Oriente.

En el momento de las negociaciones de Sykes-Picot, los británicos negociaban también con el jerife de La Meca Husayn ibn Ali el apoyo aliado a una revuelta contra los otomanos, de la que debería surgir un Estado árabe unificado en todos los territorios arrebatados a los turcos, desde Siria hasta el Yemen. De estas negociaciones, cuyos acuerdos Gran Bretaña no tenía intención de cumplir (pues contradecían las propias conversaciones Sykes-Picot) surgió la Rebelión Árabe, que supondrá la efímera independencia del Hiyaz, la aún más efímera unificación de los territorios árabes otomanos bajo la acción de las tropas árabes y, finalmente, la colocación de la dinastía de los hachemíes en varios tronos de la zona y la creación del nuevo reino de Transjordania. En la rebelión participaría como enlace británico Thomas Edward Lawrence (conocido como Lawrence de Arabia).

Finalmente, las negociaciones incluyeron a Rusia. Desde que los aliados occidentales entraron a la guerra, Rusia presionó para lograr su antigua ambición de obtener una entrada marítima al Mediterráneo mediante el dominio del estrecho de los Dardanelos. Cuando el Imperio otomano se convirtió en aliado del enemigo alemán, los rusos lograron que en 1915 los aliados occidentales apoyaran sus exigencias de acceso a las costas mediterráneas, que debían concretarse si eran vencedores en la guerra. Después de la Revolución rusa, se denegaron las reclamaciones rusas sobre territorios en el Imperio Otomano.

Igualmente los británicos, cautelosos con sus palabras, alentaron a los judíos al señalar que veían con buenos ojos el establecimiento de un futuro estado judío en Palestina. De hecho, y como estrategia de guerra, los británicos también alentaban las aspiraciones nacionalistas de las comunidades árabes en los mismos territorios. Los acuerdos están basados en la partición del Oriente Próximo en cinco zonas: una de control británico, una de control francés; una de influencia británica o protectorado británico; una de influencia francesa o protectorado francés y una de administración internacional (que incluía las ciudades de Jerusalén y Nazaret). Originalmente los acuerdos mencionan también una zona de control ruso, pero al parecer estos fueron cambiados de mutuo acuerdo en 1917.

Las ofensivas de Rusia en Prusia Oriental obligaron a desviar tropas alemanas del frente occidental para permitir que los franceses, belgas y británicos pararan el avance alemán. El 4 de junio de 1916 los ejércitos rusos de Brusílov lanzaron un ataque contra posiciones austriacas. La ofensiva fue un éxito considerable desde el punto de vista de las potencias aliadas. Cumplió su objetivo principal, ya que Alemania se vio obligada a frenar su ataque contra Verdún en el Frente Occidental, y destinar un número importante de tropas al este.

También quebró la moral y la organización del ejército austrohúngaro, que perdió cerca de 1,5 millones de soldados, incluyendo 400.000 prisioneros. Por otra parte, el éxito de la ofensiva provocó la entrada de Rumanía en la guerra al lado de los aliados, con consecuencias desastrosas, pues el país fue ocupado en dos semanas por las tropas de los imperios centrales. pero en invierno de 1916 un contraataque alemán recuperó el territorio perdido por los austriacos. Estas acciones dejaron a ambos frentes casi igualados: tanto Rusia como Alemania buscaban desesperadamente una victoria, Rusia debido a su agotamiento, Alemania a causa de los recursos superiores de sus enemigos.

La infantería rusa se lanza al ataque contra las posiciones austro-húngaras en las cercanías del río Styr.

Debido a la gran pérdida de soldados por parte del ejército ruso, en toda Rusia hubo huelgas por parte de todos los estratos de la sociedad contra la guerra y el zar, como ejemplo, en otoño de 1916 miembros de la marina se amotinaron dos veces, una en el mar Báltico y otra en el mar Negro. Se comentaba que la zarina Alejandra Fiódorovna, nacida en la entonces enemiga Alemania manejaba los asuntos de Estado, controlada por el monje Rasputín. Ante la amenaza revolucionaria el zar respondió con más represión.

A las crecientes pero estériles conspiraciones contra el gobierno autocrático de finales de 1916 se unieron las penurias de la población, cada vez mayores, que produjeron protestas a comienzos de 1917. A principios de año, al descontento político por la falta de reformas se sumaron las privaciones de la población, muy perjudicada por la gran inflación y el desabastecimiento de alimentos y productos básicos. La incompetencia gubernamental, el descrédito y oposición a cualquier cambio político del monarca, las divisiones entre los políticos, el desapego de la sociedad educada con la autocracia, la crisis económica, la reaparición de anteriores tensiones sociales y económicas, el hartazgo de la guerra y el resurgimiento de los partidos revolucionarios favorecían un cambio.

Soldados rusos heridos siendo transportados en un carro tirado por caballos.

El 9 de enerojul./ 22 de enero de 1917greg., en una impresionante muestra de fuerza, ciento cincuenta mil trabajadores de la capital fueron a la huelga en el aniversario del «Domingo Sangriento» (186 000 en todo el país ​). Algunas de las fábricas que cerraron ese día lo hacían por primera vez desde la revolución rusa de 1905, y se pudo observar a soldados saludando a los manifestantes y sus banderas rojas.​ El 24 de enerojul./ 6 de febrero de 1917greg., los representantes obreros de los comités de industrias de guerra, en un intento de detener su desprestigio entre las masas que favorecía a bolcheviques y socialrevolucionarios internacionalistas, llamaron a los trabajadores a marchar a la Duma Imperial de Rusia, que estaba a punto de celebrar su primera sesión anual, y exigir que tomase el poder. Dos días más tarde, eran arrestados  acusados de planear la implantación de una república democrática.

El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra. El 17 de febrerojul./ 2 de marzogreg., estalló una huelga en la gigantesca fábrica Putílov y el 22 de febrerojul./ 7 de marzogreg. la dirección cerró la fábrica. El 23 de febrerojul./ 8 de marzo de 1917greg., ​Día Internacional de la Mujer y tradicional fecha de protestas socialistas, la mayor fábrica de Petrogrado, la factoría Putílov, que empleaba a treinta mil obreros​, se hallaba cerrada​ y sus miles de trabajadores quedaron en situación desesperada. Se celebraron una serie de mítines y manifestaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer que progresivamente alcanzaron un fuerte tono político y económico.​ Incidentes entre amas de casa en las largas colas por conseguir pan se convirtieron en manifestaciones espontáneas contra la monarquía y a favor del final de la guerra.​ Comenzó así el levantamiento popular que acabó con la monarquía, sin preparación ni coordinación de los partidos revolucionarios.

Manifestación en Petrogrado por el ​Día Internacional de la Mujer 1917.

Los días siguientes las manifestaciones crecieron y siguieron un mismo patrón: confraternización creciente entre los manifestantes y las tropas, enfrentamientos con la policía y calma nocturna. La noche del sábado, sin embargo, la situación cambió con la orden del zar de acabar con las protestas por la fuerza, que obligó a las tropas de la guarnición a tomar partido y la decisión del gobierno de disolver la Duma hasta abril. El domingo el número de víctimas creció notablemente y el ánimo de la guarnición, obligada a aplastar los desórdenes con las armas, se volvió revoltoso; rápidamente el gobierno perdió el control de la mayoría de las unidades militares de la ciudad y quedó impotente para acabar con la revuelta. Por su parte, la Duma, reacia hasta entonces a enfrentarse abiertamente con el gobierno —prefiriendo un acuerdo de reformas con el soberano—, decidió apoyar las protestas para tratar de controlarlas.

El zar reaccionó negándose a otorgar reformas políticas y ordenando la marcha de tropas contra la capital, pero la renuencia de los altos mandos militares a enfrascarse en grandes operaciones militares en la retaguardia, su convencimiento de la necesidad de realizar concesiones y llegar a un acuerdo con la Duma, el control de las comunicaciones por los rebeldes y la falta de confianza en las tropas frustraron este intento de sofocar la revolución en la capital.  El jueves el zar, privado del apoyo de sus generales, abdicaba en su hermano el gran duque Miguel que, sin embargo, no aceptó el trono, lo que facilitó la formación de un nuevo gobierno provisional acordado por los recién formados Comité Provisional de la Duma y Comité ejecutivo del Sóviet de Petrogrado. Las principales consecuencias de la revolución fueron el hundimiento del régimen autocrático zarista y la formación de un poder de gobierno dual, compartido de manera inestable entre el Gobierno provisional y el Sóviet de Petrogrado.

A pesar de ser conscientes de poder ser acusados de colaboración con los alemanes,​ como así sucedió en efecto más tarde, treinta y dos emigrados solicitaron la mediación del socialista suizo Fritz Platten, que negoció con el embajador alemán su traslado a través del imperio hasta Suecia, desde donde habían de pasar a Finlandia antes de alcanzar Petrogrado. La mayoría de los emigrados rusos afincados en Suiza acabó aceptando la oferta alemana de regresar a Rusia a través de su territorio.​

El 27 de marzojul./ 9 de abrilgreg., Vladímir Ilich Uliánov ​alias Lenin, inició el viaje en un tren «sellado», que los alemanes dejaron circular sin inspecciones de ningún tipo y llegó a la Estación de Finlandia de Petrogrado la noche del 3 de abriljul./ 16 de abrilgreg.. El tren sellado había partido de Gottmadingen en la frontera germano-suiza hasta Sassnitz donde la treintena de emigrados tomaron un transbordador a Suecia. El que los alemanes no pudiesen subir al tren y contactar con los rusos era una condición que Lenin esperaba sirviese para reducir el impacto negativo del viaje en su imagen; un gobierno enemigo permitía el paso (como había sucedido en Austria-Hungría en 1914) a un enemigo del gobierno ruso. Inmediatamente después de su llegada a la capital, acabó con el carácter festivo de la recepción con un discurso en el que criticó duramente al gobierno provisional y la actitud del Sóviet de Petrogrado y que incluyó los puntos fundamentales de sus Tesis de abril.

Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, llega a la estación de Finlandia en Petrogrado.

Estados Unidos había seguido una política de no intervención y tanto su población como su gobierno estaban radicalmente en contra de cualquier tipo de implicación en el conflicto, e intentaban negociar propuestas de paz. Cuando el submarino SM U-20 alemán hundió el RMS Lusitania el 7 de mayo de 1915, con 128 estadounidenses fallecidos, el presidente Woodrow Wilson insistió en que Estados Unidos era «demasiado orgulloso para luchar», pero exigió el fin de los ataques a barcos de pasajeros, exigencia que Alemania cumplió. A pesar de ello, el presidente advirtió de forma reiterada que su nación no toleraría una guerra submarina sin restricciones, al tratarse de una violación del derecho internacional. Wilson fue reelegido en 1916 tras hacer campaña bajo el lema «él nos mantuvo fuera de la guerra» y el anterior presidente, Theodore Roosevelt, no dudó en calificar la actuación alemana como un acto de «piratería».

Como contraste al aislacionismo, bajo el mandato de Wilson Estados Unidos llevó a cabo una política exterior intervencionista en Iberoamérica, dando lugar así al hoy conocido como Idealismo Wilsoniano o Idealismo en política internacional. Este consistía en asegurar que los gobiernos extranjeros «interesantes» (importantes para los intereses de los Estados Unidos) debían ser depositados en manos de los «buenos», es decir, favorables a aquellos intereses, aunque estos no fuesen más que la representación de una minoría de la población. Su idea del gobierno predicaba la necesidad de que una élite poderosa, «moral» y con capacidad era la que debía ocupar el poder en detrimento y con el desconocimiento de la mayoría de la población, siendo así la garantía de la democracia liberal. Así, en 1914, invadió México para hacer dimitir el general golpista Victoriano Huerta y poner en su lugar al revolucionario Venustiano Carranza; en 1915, Haití una vez asesinado el presidente Sam, aprovechó la confusión general para desembarcar tropas y empresas estadounidenses; en 1916, la República Dominicana para establecer el orden, hasta 1924, dejando un gobierno afín que abriría las puertas a las inversiones estadounidenses, luego de haber fracasado en el Congreso la propuesta de anexión presentada por John Calvin Coolidge.

Marines estadounidenses durante la ocupación.

Por otro lado, el aumento de la inmigración europea hacia Estados Unidos, aumentó los sentimientos antisemitas, anticatólicos y antiinmigrantes de la población. Inspirados por el poder que tenían los medios de comunicación de masas, y, en concreto el cine, en 1915 se fundó el segundo Ku Klux Klan. El estreno de la película El nacimiento de una nación dirigida por D. W. Griffith, cuyo argumento promueve abiertamente el racismo, apoya sin ambages la supremacía de la raza blanca y describe en sus escenas el supuesto heroísmo de los miembros del Ku Klux Klan, fue un aliciente para que William J. Simmons fundara del segundo Ku Klux Klan, en 1915. La película fue la primera en proyectarse en la Casa Blanca, y fue elogiada por Wilson, que de joven se había opuesto vigorosamente a la política de la Reconstrucción, y, como presidente, revivió las políticas de segregación racial en el gobierno federal, por primera vez desde el fin de la Guerra de Secesión. Incluso Griffith utilizó esta frase de Wilson en su película: «Los hombres blancos fueron despertados por un mero instinto de autoconservación […] hasta que por fin surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger a la Nación del sur

El mismo año, el linchamiento del judío Leo Frank ocupó gran parte de la atención pública. Frank, gerente de una fábrica en Marietta (Georgia), fue acusado de crímenes sexuales y del asesinato de Mary Phagan, una niña de catorce años empleada en su fábrica. Frank fue condenado a muerte en un cuestionable juicio, donde se solicitó que ni el acusado ni su abogado defensor estuvieran presentes en el momento de anunciar el veredicto, ya que se temía que la turba que rodeaba el edificio de la corte actuara violentamente. Las apelaciones de Frank no prosperaron, pero el gobernador del estado cambió la sentencia de muerte por una de cadena perpetua. Sin embargo, la turba, autodenominada Los Caballeros de Mary Phagan, secuestró a Frank de la prisión donde se encontraba y lo linchó públicamente. El juicio de Frank fue hábilmente utilizado por el político georgiano Thomas E. Watson, quien también era editor de la revista The Jeffersonian, y a la postre fue parte importante en la reorganización del Klan.

Cartel de la película The Birth of a Nation.

En enero de 1917, Alemania reanudó la guerra submarina sin restricciones con la esperanza de que Gran Bretaña se rindiera, aunque los alemanes eran conscientes de que probablemente significaría la entrada definitiva de Estados Unidos en la guerra. El 16 de enero de 1917, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Arthur Zimmermann, envió un telegrama —interceptado por la inteligencia británica y presentado por los británicos a los estadounidenses en su embajada en Londres— al embajador en México, Heinrich von Eckardt, con indicaciones precisas para convencer al presidente Venustiano Carranza, de que México entrase a la guerra del lado de los Imperios Centrales si Estados Unidos le declaraba la guerra a Alemania. A cambio, el telegrama prometía a México la restitución de los territorios anexionados por Estados Unidos en la guerra de 1847-1848 por el Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Dicho telegrama también sugería que el presidente Carranza se comunicase con Tokio para llegar a un acuerdo que hiciera que el Imperio japonés se pasase al lado alemán.

Carranza no aceptó la oferta, puesto que México estaba inmerso en la Revolución mexicana y no se encontraba en condiciones económicas adecuadas. Además, el mandatario se encontraba preocupado por la Expedición Punitiva estadounidense. México no solo no entró en la guerra, sino que envió a Francisco León de la Barra como alto comisionado mexicano de la Paz. El anuncio de la existencia del telegrama por Wilson a la población estadounidense constituyó el casus belli; a ello se sumó el hundimiento de siete barcos mercantes estadounidenses a manos de submarinos alemanes. Wilson recomendó finalmente declarar la guerra a Alemania el 2 de abril de 1917 y pidió a aquellos que estuviesen en contra que se uniesen a la causa «para poner fin a todas las guerras» y «eliminar el militarismo del mundo» –un argumentario similar al difundido extensamente por la propaganda británica durante toda la guerra; el Congreso votó y aprobó la declaración de guerra cuatro días después.

El presidente Woodrow Wilson, solicitando al Congreso de los Estados Unidos que declarase la guerra a Alemania el 2 de abril de 1917.

Estados Unidos nunca formó parte de los Aliados formalmente, sino que se autodenominaba como un «poder asociado». Cuando Estados Unidos declaró la guerra, su ejército era minúsculo en comparación al de las potencias europeas, pero tras la aprobación de la Selectiv Service Act de 1917 reclutó rápidamente a 2,8 millones de hombres y para el verano de 1918 partían diariamente a Francia más de 10 000 soldados.​ En 1917, el Congreso de Estados Unidos aprobó también la llamada Ley Jones para que los puertorriqueños pudieran ser reclutados para el combate. El Estado Mayor alemán tomó la decisión de aguantar a los Aliados en el oeste y hundir de una vez a las desalentadas tropas zaristas después de la victoria táctica de los británicos en Arrás, para más tarde derrotar a las fuerzas francobritánicas antes de que las tropas estadounidenses inclinasen definitivamente la balanza.

La armada estadounidense envió a un grupo de acorazados a la base británica de Scapa Flow para unirse a la Gran Flota, mientras desplegaban destructores en Cobh (Irlanda) y sus submarinos ayudaban a los convoyes que cruzaban el Atlántico en labores de vigilancia. Varios regimientos de marines fueron enviados a Francia. Al contrario que británicos y franceses, los estadounidenses reclamaron que sus unidades se mantuviesen independientes en vez de usarse como tropas de refresco de las británicas y francesas que sostenían el frente; la Fuerza Expedicionaria Estadounidense tenía igualmente una doctrina de combate distinta a la de sus homólogos y entre otras cosas contemplaba aún los asaltos frontales en las ofensivas, cuando estas estrategias anticuadas habían sido hacía tiempo descartadas por británicos y franceses dadas las graves pérdidas sufridas.

Unidad de ametralladoras estadounidense.

En Rusia la dualidad de poderes condujo a la confusión y caos tanto en el frente como en el interior y el gobierno se encontró ante un ejército progresivamente más débil e ineficaz. La debilidad y el descontento con el gobierno provisional habían fortalecido a los bolcheviques dirigidos por Lenin, que exigían el fin inmediato de la guerra. Desde el 15 de marzo, la dirección de dicho gobierno provisional fue tomada por Gueorgui Lvov, un liberal progresista del Partido Democrático Constitucional, que había sustituido a Mijaíl Rodzianko, un exoficial del zar del Partido Octubrista, monárquico y rico terrateniente.

Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados, el poder estaba en manos de políticos liberales del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete), el partido de la burguesía liberal. Sin embargo, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas asambleas, que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales en Occidente (partidos, sindicatos…) debida a la represión zarista. Fueron órganos de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de que el gobierno provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación y la ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.

Asamblea del Sóviet de Petrogrado en 1917.

El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera inmediata, otorgar la propiedad de la tierra a los campesinos, la implantación de la jornada laboral de ocho horas y el establecimiento de una república democrática. Este programa resultaba inaplicable para la burguesía liberal que asumió el poder tras la revolución, que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni acortó la jornada laboral. El gobierno y parte de los dirigentes de los sóviets y de los partidos revolucionarios, consideraban que solo la futura Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal tenía derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el sistema social. Pero la ausencia de millones de votantes, que se encontraban combatiendo en el frente, retrasó la celebración de las elecciones, dada la continuidad de la guerra. La realización de las reformas fue continuamente aplazada sine die

Los sóviets estaban dominados por los socialistas, los mencheviques y socialrevolucionarios. Pese a que eran la fracción mayoritaria del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), los bolcheviques eran una minoría en los soviets. Por el momento, los sóviets, incluido el de Petrogrado, demostraron un apoyo moderado al gobierno provisional y no continuaron reclamando las reformas más radicales, lo que obliga a matizar la noción habitual de «dualidad de poderes». La confluencia entre el Sóviet de Petrogrado y el gobierno provisional cristalizó en la figura de Aleksandr Kérenski, socialrevolucionario, vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro de Justicia y Guerra. 

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación rusa en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores. Las manifestaciones a favor y en contra del gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável Miliukov, del KD, en la que fue conocida como crisis de abril de 1917. Los socialistas moderados entraron a continuación en el gobierno, con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para poner fin a la guerra.

Por otro lado Lenin publicó sus Tesis de abril, en las que afirmó que el capitalismo había entrado en «fase de putrefacción» y que la burguesía ya no era capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el papel revolucionario que ya había desempeñado en el pasado. Para él, solamente se podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero dando todo el poder a los sóviets. Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al gobierno provisional y exigió la confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república de sóviets. Estas ideas contrastaban con las tesis clásicas de la escuela marxista, ya que se pensaba que la revolución proletaria era prematura en un país económicamente atrasado y rural. Sin embargo si tenían prédica en los medios anarquistas rusos, pues despreciaban a Kerensky y a su «burguesa» Asamblea Constituyente, más aún que a los bolcheviques. 

Pável Miliukov, ministro de Exteriores del Gobierno Provisional Ruso y partidario de que Rusia continuase luchando en la Primera Guerra Mundial, fue el causante y principal víctima de la «crisis de abril».

En el frente occidental el ataque en Arrás tomó por sorpresa a los alemanes y aunque resistieron, los soldados quedaron exhaustos. A pesar del uso francobritánico de carros de combate —aún escasos y con habituales problemas mecánicos—, gas venenoso por parte de ambos bandos y el uso de un número significativo de armas y hombres, las ofensivas aliadas se detuvieron en mayo tras grandes bajas y una eficaz y flexible defensa alemana de sus posiciones. El fracaso de las operaciones francesas, conocidas como «ofensiva de Nivelle», provocó motines en 68 divisiones del ejército francés, con 40 000 hombres en rebeldía —de un total de dos millones— y cinco divisiones especialmente afectadas, aunque la disciplina se reinstauró desde mediados de junio y Robert Nivelle fue sustituido por Pétain, héroe de Verdún.

En la batalla de Messines de entre mayo y junio, los británicos arrebataron a los alemanes posiciones de gran valor estratégico al sur de Ypres. Messines permitió una nueva gran ofensiva aliada bajo liderazgo británico, la tercera batalla de Ypres, que se prolongó hasta noviembre, cuando las bajas conjuntas superaban ya el medio millón de hombres y los británicos solo habían logrado avanzar ocho kilómetros en el mejor de los casos. Los británicos renovaron su ofensiva en Mesopotamia a principios de año, tomando por sorpresa Bagdad el 11 de marzo, lo que obligó a los otomanos a replegarse a Mosul. La caída de Bagdad fue un duro golpe para el Imperio otomano y sus aliados, puso en tela de juicio el ferrocarril de Bagdad y el resto de planes sobre Oriente Próximo, por lo que se planificó la reconquista de la ciudad. El 29 de junio, el Reino de Grecia entró en guerra del lado de la Entente tras unos años de inestabilidad donde el gobierno, favorable a los Aliados, se había visto comprometido y fracturado por la posición germanófila del rey Constantino I.

Fotografía de un Mark V* británico.

En el frente oriental las consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes en la retaguardia que en el frente. Incluso el «derrotismo revolucionario», el concepto adoptado en la Conferencia de Zimmerwald de 1915 opuesto al «defensismo revolucionario» y al patriotismo social o chovinismo social, y reafirmado con vehemencia por Lenin en las Tesis de abril, llegó a ser impopular en el propio partido bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del Káiser.

Sin embargo el fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio de 1917, provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra ( hasta antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, era así como se denominaba a la Primera Guerra Mundial ), el fracaso se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.

Operaciones en el Frente Oriental en 1917.

Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder. Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al gobierno provisional. La situación entre los soldados de la guarnición, sin embargo, era de extrema tensión, mostrándose opuestos completamente a su traslado al frente. Algunas unidades se mostraron dispuestas a manifestarse por su cuenta contra el gobierno. Anarquistas, socialrevolucionarios de izquierda y bolcheviques cercanos a obreros y soldados estaban cada vez más convencidos de contar con la fuerza necesaria para derrocar al gobierno.

Por otra parte, aumentaba la tensión entre los anarcocomunistas, instalados en Villa Durnovó, en el norteño distrito de Víborg, y el gobierno. El 5 de juniojul./ 18 de juniogreg., habían tomado las oficinas del periódico derechista Russkaya Volya del que habían sido expulsados, y esta acción había llevado al ministro de Justicia Perevérzev a exigir el abandono de su sede. Los anarcocomunistas solicitaron el apoyo de los trabajadores y 28 fábricas fueron a la huelga, registrándose manifestaciones armadas a su favor en varios distritos obreros. El asalto gubernamental a la residencia ocupada por los anarquistas la noche siguiente a la manifestación convocada por el sóviet, agravó la hostilidad de los trabajadores del distrito hacia la coalición de gobierno.​ Esto, junto con la petición de moderación del ministro de Trabajo, el menchevique Skóbelev, el 28 de juniojul./ 11 de juliogreg. que llegó en un momento de empeoramiento de la situación económica y de crecientes conflictos industriales, además del comienzo de la ofensiva el mismo día de la manifestación en Petrogrado, aceleró la radicalización de los partidarios del sóviet en las dos semanas que siguieron a la gran manifestación en la capital y precedieron al estallido de las protestas de julio.

Manifestantes durante las Jornadas de Julio en Petrogrado.

El acuerdo reconociendo la autonomía de Ucrania de los ministros del gobierno provisional ruso enviados a Kiev con los representantes de la Rada Central Ucraniana, que había promulgado su Primera Proclama Universal declarando la autonomía ucraniana dentro de una Rusia federada, sirvió de justificación y pretexto para que los ministros kadetes abandonasen el gobierno el 2 de juliojul./ 15 de juliogreg . El desacuerdo sobre el tratamiento de Ucrania y los nacionalismos del antiguo imperio, con el Sóviet dispuesto a realizar ciertas concesiones a los nacionalistas mientras los kadetes se negaban a ello, representó entonces el motivo final de la ruptura entre ambos grupos.

La dimisión de los ministros kadetes produjo una nueva crisis de gobierno, que parecía conducir a la formación de un nuevo Consejo de Ministros exclusivamente socialista, posibilidad deseada por los bolcheviques pero rechazada por los mencheviques. Para ganar tiempo en el que resolver la crisis, Tsereteli propuso que fuese el Comité Ejecutivo Central Panruso, elegido en el Primer Congreso Panruso de los Sóviets, el que tratase el asunto; dado que su reunión llevaría al menos tres semanas, su convocatoria otorgaba a los políticos tiempo para resolver las posibles dificultades de formar un nuevo gabinete.​ Los planes de Tsereteli se vieron truncados por los acontecimientos inesperados que tuvieron lugar en la capital.

Las protestas, debidas a una mezcla de descontento por el empeoramiento de la situación económica, agitación radical y oposición a la reanudación de las operaciones militares entre otros factores, coincidieron con la crisis gubernamental. Las manifestaciones fueron un síntoma del amplio descontento con el desempeño del gobierno provisional y del deseo de que el Sóviet tomase la iniciativa en la aplicación de reformas. Las marchas, multitudinarias, se sucedieron a lo largo de tres días en los que los manifestantes, atizados por algunos cuadros socialrevolucionarios de izquierda, anarquistas y bolcheviques, exigieron con vehemencia pero inútilmente a los dirigentes del Sóviet de Petrogrado que derrocasen al gobierno provisional ruso y tomasen el poder, con la intención de poner en marcha amplias reformas. El rechazo frontal de los socialistas moderados a aceptar esta exigencia y y la falta de un apoyo total de la dirección bolchevique, hicieron fracasar las protestas. La falta de apoyo a las manifestaciones en las provincias, el de las tropas del frente al Sóviet y el respaldo tardío de algunas unidades militares de la capital, permitieron a los dirigentes del Sóviet poner fin a las protestas y recuperar el control.

Las manifestaciones, enormes pero desorganizadas, resultaron incapaces de imponer un gobierno soviético. Las medidas represivas del nuevo gobierno encabezado por Aleksandr Kérenski fueron limitadas​ e ineficaces y no lograron restablecer el orden de forma completa.​ Los planes para enviar al frente a las tropas más involucradas en el levantamiento, se llevaron a cabo de forma parcial y no se llegó a desarmar a la población, que había recibido armamento para ayudar a sofocar la revuelta. Las medidas más vanas fueron las que intentaron disolver el partido bolchevique y sus organizaciones dependientes, que apenas sufrieron desgaste a pesar del arresto de algunos de sus dirigentes. La pérdida de apoyo entre obreros y campesinos a los bolcheviques fue asimismo efímera,​ aunque intensa. Cerca de doscientas personas fueron acusadas formalmente por el gobierno de haber instigado la rebelión, aunque algunas fueron liberadas meses después y ninguna llegó a ser juzgada. La represión supuso un debilitamiento temporal del partido bolchevique que, sin embargo, resurgió con fuerza a finales de verano.

Desbandada de los manifestantes tiroteados en Nevski Prospekt. Los choques entre manifestantes y partidarios del Gobierno y del sóviet produjeron alrededor de 400 muertos.

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,​ no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

En las fábricas y en el ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. La Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de una dictadura militar. A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Para sofocar el golpe, Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques. Ante la incapacidad del gobierno provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el contingente se disolviera.

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El fracaso del golpe dio a los sóviets la dirección de la resistencia, y fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.  El lema «Todo el poder para los sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron una resolución en favor del poder soviético.

La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores, sin esperar a la prometida reforma agraria. El campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos espontáneos, que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos de Catalina II. Estos inmensos levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia europea, consiguieron que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento. Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso de la última ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.

Protesta campesina, verano de 1917.

La insistencia del gobierno provisional en continuar la guerra —muy impopular— impedía la aplicación de las profundas reformas que exigía la población. La ausencia de estas hizo que el programa bolchevique, reflejado en sus consignas de «Paz, pan y tierra» y «Todo el poder para los sóviets», ganase partidarios rápidamente en el otoño de 1917.​ La crisis económica, que se había agravado desde el verano, la amenaza del frente para los soldados de la capital, la desilusión con la falta de reformas gubernamentales y el respaldo al gobierno provisional de la mayoría de los partidos, favoreció a los bolcheviques, que desencadenaron una intensa campaña de propaganda en la capital. Entre las clases más desfavorecidas de la urbe, el rechazo a los sacrificios para continuar la guerra y a seguir en gobiernos de coalición con los kadetes después del golpe de Kornílov era general.

El 12 de octubrejul./ 25 de octubregreg., el comité ejecutivo del Sóviet de Petrogrado aprobó la formación de un órgano para coordinar la defensa del próximo Congreso de los Sóviets,​ el Comité Militar Revolucionario,​ que debía constituirse con representantes del Sóviet, de la sección de soldados de este, representantes de la flota, de los sindicatos, de los comités fabriles, de las organizaciones militares de los distintos partidos del Sóviet, de las milicias obreras y de otras organizaciones.​ Se convocó además una reunión de las unidades de la guarnición para los días siguientes.​ El Comité no era un círculo de conspiradores, sino un organismo oficial del Sóviet de Petrogrado. Los socialistas moderados pronto abandonaron el CMR, lo que facilitó su control por los extremistas y, en especial, por los bolcheviques.

Los debates en el seno del Comité central del partido bolchevique con el objetivo de que este organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar, porque el partido ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2.º Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.

La insurrección se puso en marcha en la noche del 6 al 7 de noviembre (24 y 25 de octubre según el calendario juliano). Los sucesos se desarrollaron sin apenas derramamientos de sangre. La Guardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el control de los puentes, de las estaciones, del banco central y de la central postal y telefónica. El rechazo de una orden al crucero protegido Aurora de partir al mar, fue el punto de partida de la revolución de octubre. A las 9:45 p.m., un disparo de su cañón de popa fue la señal para el inicio del asalto al Palacio de Invierno. Al día siguiente, el 25 de octubre, Trotski anunció oficialmente la disolución del gobierno provisional en la apertura del 2.º Congreso Panruso de los Sóviets de Diputados de Obreros y Campesinos, con 562 delegados presentes, de los cuales, 382 eran bolcheviques y 70 del Partido Social-Revolucionario de Izquierda.

Asalto al Palacio de Invierno

Sin embargo, algunos delegados creían que Lenin y los bolcheviques habían tomado el poder ilegalmente, y alrededor de cincuenta abandonaron el congreso. Estos, socialistas revolucionarios de derechas y mencheviques, crearon al día siguiente un «Comité de Salvación de la Patria y de la Revolución».  Este abandono del congreso se vio acompañado por una resolución improvisada por parte de León Trotski. Al día siguiente, los sóviets ratificaron la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), constituido en su totalidad por bolcheviques, como base del nuevo gobierno, a la espera de la celebración de una asamblea constituyente

En la segunda sesión celebrada la noche del 26 de octubrejul./ 8 de noviembregreg., Lenin presentó una serie de mociones para consolidar su posición: el Decreto sobre la Paz, el Decreto sobre la Tierra​ y la formación del nuevo gobierno. El primero, similar a las propuestas originales de los defensistas rusos, reclamaba el comienzo de negociaciones​ de paz inmediatas entre las naciones beligerantes con el fin de lograr un fin de las hostilidades que no conllevase indemnizaciones ni anexiones. Debía servir tanto para ganarse las simpatías de los soldados como para tratar de avanzar hacia el fin de la contienda.​ El Decreto de la tierra ratificó las acciones de los campesinos que se habían apropiado por toda Rusia de las tierras de la aristocracia y de los kuláks, que habían distribuido. La propiedad de la tierra quedaba abolida​ y los terrenos pasaban a manos de los sóviets para ser distribuidos​ entre los campesinos de acuerdo a sus necesidades.​ El decreto se basaba principalmente en el programa político de los socialrevolucionarios de izquierda.​ El decreto garantizaba a los bolcheviques el apoyo de estos y además facilitaba la legitimación del nuevo gobierno ante el campesinado.

Todos los comisarios gubernamentales eran miembros del partido bolchevique,​ ya que los socialrevolucionarios de izquierda finalmente se negaron a formar parte de un gobierno que no fuese de coalición con el resto de fuerzas socialistas y estas se habían retirado del Congreso.​ Lenin presidía el nuevo Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) en el que Trotski ocupaba la Comisaría de Exteriores, Lunacharski, la de Educación; Rýkov, la de Interior; Noguín, la de Comercio e Industria; Shliápnikov, la de Trabajo; Miliutin, la de Agricultura; Skvortsov, la de Finanzas; Lómov, la de Justicia; Teodoróvich, la de Abastecimiento; Avílov, la de Correos y Telégrafos; Stalin, la de Nacionalidades; y Aleksandra Kolontái, la primera mujer de la historia ministra de un gobierno, la de Bienestar Social. Por último, las fuerzas armadas quedaban bajo la dirección de un triunvirato formado por Vladímir Antónov-OvséyenkoPável Dybenko y Nikolái Krylenko. A continuación, una vez elegido el nuevo VTsIK, el Segundo Congreso de los Sóviets quedó clausurado.

A pesar de la toma de control de la capital, los choques armados principales entre defensores y opositores a la revolución tuvieron lugar durante los cinco días siguientes. La revuelta militar contra el nuevo gobierno de los que se le oponían en la capital en la mañana del 29 de octubrejul./ 11 de noviembre de 1917greg., descubierta antes de que se pudiese coordinar con un ataque desde los alrededores de la capital de las tropas fieles al derrotado gobierno provisional, fracasó. A pesar de sus esfuerzos, el alto mando ruso fue incapaz de reforzar a los setecientos cosacos que marchaban con Kérenski. En mitad de la lucha por el control de la capital y de Moscú, el sindicato nacional de ferroviarios, Vikzhel, forzó a los distintos partidos socialistas a negociar la formación de un Gobierno de coalición. Los partidos se sometieron ante la amenaza de parálisis de sus fuerzas por parte de los ferroviarios, pero estos no lograron imponer un alto el fuego entre los bandos enfrentados.

Lenin en el II Congreso de los soviets, cuadro de Vladimir Serov.

Una vez con el control del gobierno del Sovnarkom en sus manos, Lenin se avino a realizar concesiones para recuperar la alianza con otros partidos: tras dos semanas de conversaciones los socialrevolucionarios de izquierda ingresaron en el gobierno (9 de diciembrejul./ 22 de diciembregreg.) y obtuvieron tres comisariados (Agricultura, Correos y Telégrafos y Justicia).​ Este acuerdo hizo que los bolcheviques que habían dimitido por el fracaso de las conversaciones de coalición reingresasen en el partido. En las ciudades más industrializadas y localidades donde los partidos radicales de izquierda controlaban el sóviet local, el traspaso de poder se realizó rápidamente. A menudo la fuerza necesaria para asegurarlo la proporcionaron las unidades locales de guardias rojos o de soldados de las guarniciones.​ Este patrón lo siguieron principalmente las ciudades industrializadas del país al norte y este de Moscú y los Urales.​ En otras ciudades donde existía una oposición apreciable, como en las del Volga central, la propia Moscú o algunas ciudades cercanas, la implantación del nuevo gobierno fue más lenta y en ocasiones tardó casi una semana desde los acontecimientos de Petrogrado.

Pocos días después de la toma del poder en la capital, la región adyacente reconoció al nuevo Gobierno: tanto el 1.er Ejército como los marinos del Báltico, la retaguardia del frente norte, la parte septentrional del occidental y parte de Estonia y Letonia lo hicieron, ganando en seguridad y respaldo militar. A mediados de noviembre, con el control definitivo de Moscú, el Sovnarkom controlaba aproximadamente una franja de territorio desde Petrogrado y el frente hasta el Volga y los Urales —aunque con zonas todavía incontroladas— y algunas localidades aisladas en otras zonas.​ Por esas fechas, acabó la primera fase de la extensión del gobierno bolchevique, que solo se reanudó dos semanas más tarde. Una vez tomado el poder en aquellas localidades donde el sóviet local estaba en manos de bolcheviques o socialrevolucionarios de izquierda, la segunda fase de extensión del nuevo gobierno duró alrededor de dos meses marcados por disputas políticas y expediciones militares enviadas por ferrocarril desde Moscú o Petrogrado para someter nuevos territorios. Las luchas de este periodo se centraron en las poblaciones al sur de Moscú, del este de Ucrania, en el frente suroeste y en amplias regiones de Siberia y Asia central.​ A comienzos de 1918, el nuevo gobierno contaba con el respaldo o la aquiescencia del ejército y el control de la mayoría de las principales ciudades y las capitales provinciales del centro del país y autoridad teórica sobre la mayoría del territorio del antiguo imperio. Esta autoridad era, no obstante, débil en las provincias.

Guardias rojos en Petrogrado.

La Revolución aceleró las exigencias de independencia de las nacionalidades: en noviembre y diciembre, la mayoría declararon su autonomía o incluso su independencia de Rusia, lo que las enfrentó no solo a aquellos favorables al nuevo gobierno soviético, sino a menudo también a la población rusa opuesta a este. El 2 de noviembrejul./ 15 de noviembre de 1917greg., el gobierno bolchevique había promulgado la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia que fue firmada por Lenin y Iósif Stalin. En el noroeste, el Parlamento de Finlandia declaró la independencia el 6 de diciembrejul./ 19 de diciembre de 1917greg. que el Gobierno de Lenin reconoció el 4 de enerojul./ 17 de enero de 1918greg.. En Letonia, donde los socialdemócratas probolcheviques eran el principal partido, el futuro de la región se planteó dentro de una federación rusa; las unidades de Fusileros Letones eran una de las principales formaciones que respaldaban al gobierno leninista.​ En Estonia, nacionalistas y prosoviéticos se enfrentaron hasta la ocupación del territorio por tropas alemanas en febrero de 1918.

En el suroeste, la situación en Ucrania era extraordinariamente compleja, con diversos bandos disputándose el control de la región, como vimos en la primera entrada de esta serie. Al comienzo, los prosoviéticos y la Rada Central Ucraniana mantuvieron una alianza inestable contra sus adversarios y esta promulgó su Tercera «universal» (20 de noviembrejul./ 3 de diciembre de 1917greg.), en la que proclamó su autoridad en la región, aunque no aún la independencia, sino solamente la autonomía, en el seno de una Rusia federal. En el transcurso de la guerra de independencia de Ucrania, el envío de tropas gubernamentales a la zona para tomar la República Popular Ucraniana, así como el temor del gobierno de Petrogrado a una alianza ucraniano-cosaca, empeoraron las relaciones entre Petrogrado y Kiev.​ La Rada declaró finalmente la independencia el 9 de enerojul./ 22 de enero de 1918greg., pero los soviéticos tomaron poco después Kiev, aunque no consiguieron el control de la región que quedó envuelta en una guerra con numerosos beligerantes.

En Transcaucasia, la mayoría de los dirigentes armenios, georgianos y azeríes no aceptaron el nuevo gobierno. El 25 de noviembrejul./ 8 de diciembre de 1917greg., se creó el Comisariado Transcaucásico como gobierno provisional hasta la convocatoria de la Asamblea Constituyente Rusa. Tras la disolución de esta por el gobierno bolchevique, el 22 de abril de 1918 fue constituida la República Democrática Federal de Transcaucasia. A la disolución de esta le siguieron la formación de la República Democrática de GeorgiaRepública Democrática de Armenia y República Democrática de Azerbaiyán. En las regiones con población cosaca se concentró una parte importante de la oposición al gobierno de Lenin; las autoridades cosacas en Ekaterinodar en el Kubán y en Oremburgo en Asia Central consiguieron evitar el control bolchevique, a pesar de no contar con gran apoyo.​ La región del bajo Don se convirtió en refugio de militares y políticos hostiles a los bolcheviques y cuna del más formidable adversario de estos durante la guerra civil, el Ejército de Voluntarios.

En Asia Central, los dirigentes locales, a menudo religiosos y conservadores, se opusieron al nuevo gobierno; en Taskent los radicales rusos (sin el apoyo de la población autóctona) proclamaron el poder soviético, pero quedaron aislados. Los dirigentes conservadores instauraron un gobierno rival en Kokand. Más al norte, en otras regiones con población musulmana, los movimientos nacionalistas ganaron poder y declararon su autonomía en espera de las decisiones de la Asamblea Constituyente. En general, el control del gobierno de Lenin sobre los territorios con minorías era escaso o inexistente, concentrado a menudo en un puñado de ciudades aisladas.​ Organizaciones nacionalistas tomaron el control en la mayoría y optaron sobre todo por la autonomía en un nuevo Estado federal.

El gobierno de Lenin aplicó rápidamente, tras la toma del poder, las primeras medidas represivas que marcarían profundamente el nuevo periodo. El 27 de octubrejul./ 9 de noviembre de 1917greg., el Sovnarkom aprobaba su primera ley: la censura de la prensa, justificándose aludiendo a la lucha contra los enemigos de la revolución. Tanto el gobierno como la Comisión Militar Revolucionaria utilizaron la fuerza contra los opositores y los sospechosos de serlo. Los intentos de los socialrevolucionarios de izquierda y de algunos bolcheviques de eliminar la represión fueron rechazados, lo que llevó al alejamiento temporal de los primeros del gobierno y a la dimisión de cuatro comisarios del pueblo bolcheviques.

El primer partido prohibido fue la Unión del Pueblo Ruso y sus Centurias Negras. Poco después de las elecciones a la Asamblea Constituyente en las que el Partido Democrático Constitucional había obtenido muy buenos resultados en Petrogrado y Moscú, los bolcheviques trataron de detener a algunos de sus dirigentes más destacados y se destruyeron sus oficinas en la capital. El 28 de noviembrejul./ 11 de diciembregreg., el gobierno ordenó la detención de algunos destacados kadetes, tachados de «enemigos de pueblo», y el partido fue prohibido. El aumento de la represión, criticado infructuosamente por algunos miembros del Comité Ejecutivo Central Panruso (VTsIK), condujo a la necesidad de crear un órgano especializado para tal fin: el 6 de diciembrejul./ 19 de diciembregreg., el gobierno y el propio Lenin encargaron a Feliks Dzerzhinski la redacción de propuestas para luchar contra los «saboteadores y contrarrevolucionarios».​ Al día siguiente, el gobierno aprobó sus propuestas y creó la Comisión Especial para la Lucha contra el Sabotaje y la Contrarrevolución (Cheka), el principal instrumento del terror político y germen de la futura policía política.​ Se crearon tribunales revolucionarios, formados por un juez y seis jurados elegidos por los sóviets, para tratar los delitos considerados contrarrevolucionarios.

En Moscú  la lucha por el poder fue mucho más encarnizada​ que en Petrogrado. El PSR moscovita, más cohesionado y conservador, aunque de menor tamaño que el de la capital, se opuso con tenacidad a la toma del poder por los bolcheviques, encabezado por el alcalde de la ciudad V. V. Rudnev, que había logrado una gran victoria electoral en junio. Por su parte, los bolcheviques locales no se hallaban preparados para tomar el poder, los principales dirigentes bolcheviques de Moscú, Alekséi Rýkov y Víktor Noguín pertenecían a la corriente moderada que se había opuesto a la toma del poder. Cuando se conocieron las noticias de la capital sobre la toma del poder por los bolcheviques las partes no deseaban continuar el enfrentamiento en Moscú, pero tanto el ayuntamiento como el Sóviet local, con mayoría bolchevique, crearon organismos militares (el Comité de Seguridad Pública y el Comité Militar Revolucionario, respectivamente). El 28 de octubrejul./ 10 de noviembregreg., las fuerzas del comité municipal capturaron el Kremlin y aprovecharon la oportunidad de ametrallar a los trescientos miembros de la Guardia Roja y obreros desarmados que abandonaban el edificio.

Según cuenta Volin (Vsévolod Mijáilovich Eichenbaum) en su libro La Revolución Desconocida, las tareas más críticas y peligrosas recayeron en el Regimiento anarquista Dvinsk. Fueron ellos los que desalojaron el Kremlin de Moscú, el hotel Metropol y otras defensas importantes. Durante un tiempo, los anarquistas se regocijaron, eufóricos ante la idea de la nueva era que había llegado a Rusia. Pero no pasó mucho tiempo antes de que los anarquistas vieran cada vez más razones para criticar a los bolcheviques. En diciembre fracasó una huelga nacional de funcionarios y a comienzos de 1918 los bolcheviques controlaban ya la administración pública, lo que favoreció la consolidación de su gobierno.

El Pequeño Palacio de Nicolás en el Kremlin, dañado por fuego de artillería.

Los dirigentes bolcheviques eran conscientes de que era crucial acabar con la guerra para poder mantenerse en el poder. Al desdeñar los demás países el decreto de paz, el Sovnarkom ordenó el 7 de noviembrejul./ 20 de noviembregreg. el comienzo de las negociaciones para un armisticio con Alemania; el comandante en jefe en funciones, el general Nikolái Dujonin, se negó y fue relevado. Aunque favorables en general a un gobierno soviético, las tropas solían preferir uno de coalición socialista y no exclusivamente bolchevique. Aun así, aprobaban las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Lenin. Para cuando se firmó el armisticio oficial el 2 de diciembrejul./ 15 de diciembre de 1917greg., la mayoría de las unidades hacía tiempo que habían alcanzado acuerdos locales con las unidades enemigas; el armisticio oficial puso final en la práctica a la guerra en el frente oriental.

Las relaciones con las potencias Aliadas fueron malas desde el principio; los Aliados no reconocieron el nuevo gobierno y se indignaron por el rechazo de Lenin a pagar la deuda rusa. A finales de 1917 y comienzos de 1918, se sucedieron pequeños incidentes diplomáticos. La Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo como una peripecia política después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el nuevo poder fuera duradero. Sin embargo la Entente quería evitar la desaparición del frente Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza.

Firma del armisticio entre Alemania y sus aliados y Rusia.

La influencia de la revolución fue diversa en el resto del mundo. La prensa (sometida a censura o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la guerra despertaba en la opinión rusa y existía un gran desconocimiento de las realidades rusas. No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. Sin embargo se sucedieron huelgas importantes y prácticamente insurreccionales que apelaban abiertamente al ejemplo de los sóviets de trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio en Leeds y en agosto en Turín. En septiembre de 1917 el motín de los soldados rusos de La Courtine en el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando varios muertos.

Hasta la península ibérica llegó la influencia de la revolución, aunque con resultados diferentes. En Portugal, que había entrado en la guerra en 1916, hubo hostilidad hacia la participación bélica cuando se debió enviar un contingente de casi 12,000 soldados a Francia y las tropas coloniales de Alemania invadieron la colonia portuguesa de Mozambique. Las dificultades financieras de Portugal impidieron formar un contingente adecuado para la guerra, además que las fuerzas armadas no estaban preparadas para una lucha a escala europea, por lo cual las críticas internas a la entrada de Portugal en la guerra causaron que las diferencias ideológicas se ampliaran. La falta de consenso sobre la participación de Portugal en la guerra hizo posible la aparición de dos dictaduras, dirigidas por Pimenta de Castro (enero – mayo de 1915) y, tras el golpe de Estado de Diciembre de 1917, la dirigida por Sidónio Pais, con un sistema presidencialista,​ adoptándose igualmente la «solución corporativa». Pais gobernaría idolatrado como «Presidente-Rey» hasta su muerte en diciembre de 1918.​ Se ha destacado que el régimen sidonista anticipó varias medidas emprendidas posteriormente por las dictaduras totalitarias europeas del período de entreguerras.

España, que era un país no beligerante, estaba inmersa en la crisis de la Restauración, etapa final del periodo constitucional del reinado de Alfonso XIII. España era un Estado de segundo rango, que carecía de la potencia económica y militar suficiente como para presentarse como un aliado deseable a cualquiera de las grandes potencias europeas en conflicto. La neutralidad tuvo importantes consecuencias económicas y sociales ya que impulsó enormemente el proceso de «modernización» que se había iniciado tímidamente en 1900. Sin embargo la inflación se disparó mientras que los salarios crecían a un ritmo menor y se produjeron carestías de los productos de primera necesidad, como el pan, lo que provocó motines de subsistencias en las ciudades y el aumento de los conflictos laborales protagonizados por los dos grandes sindicatos, CNT y UGT, que reclamaban aumentos salariales que frenaran la disminución de los salarios reales.

Alfonso XIII de visita en París en 1913.

El momento clave de este periodo fue la crisis española de 1917, conjunto de sucesos que tuvieron lugar en el verano de 1917, y destacadamente tres desafíos simultáneos que hicieron peligrar al gobierno e incluso al mismo sistema de la Restauración: un movimiento militar (las Juntas de Defensa), un movimiento político (la Asamblea de Parlamentarios que tuvo lugar en Barcelona convocada por la Liga Regionalista), y un movimiento social (la huelga general revolucionaria). El desencadenante inicial de la crisis de 1917 fue el problema planteado por el movimiento de las «Juntas de Defensa», nacidas en 1916. Eran éstas unas organizaciones corporativas de los militares con destino en la península, que reclamaban el aumento de sus salarios —la inflación también estaba afectando a la oficialidad— y que también protestaban por los rápidos ascensos por méritos de guerra que obtenían sus compañeros destinados en Marruecos, y que gracias a ellos podían aumentar sus ingresos.

A finales de mayo de 1917, los republicanos, con Alejandro Lerroux al frente, organizaron un gran mitin aliadófilo en la plaza de toros de Madrid al que se sumó el Partido Reformista de Melquiades Álvarez y al que asistió a título personal el dirigente socialista Andrés Ovejero. Poco después se incorporó el PSOE, con lo que se renovó la conjunción republicano-socialista nacida tras la crisis de la Semana Trágica de 1909, acordándose el 14 de junio que se formaría un gobierno provisional que convocara elecciones a Cortes Constituyentes. En este contexto de crisis política, la iniciativa la tomó el líder catalanista Francesc Cambó. El 5 de julio reunió en el Ayuntamiento de Barcelona a todos los diputados y senadores catalanes —aunque los 13 diputados monárquicos abandonaron enseguida la reunión— que reafirmaron la voluntad de Cataluña de constituirse en una región autónoma, derecho que podría extenderse a otras regiones, y exigieron la reapertura de las Cortes que tendrían función de constituyentes. Si el gobierno Dato no aceptaba ninguna de las peticiones harían un llamamiento a todos los diputados y senadores a que acudieran a una Asamblea de Parlamentarios a celebrar el 19 de julio en Barcelona.

Mientras tanto las organizaciones obreras seguían con los preparativos de la huelga general que habían anunciado en marzo. Pero los socialistas decidieron convocarla por su cuenta, en apoyo de los ferroviarios de Valencia en huelga, con el objetivo de derrocar a la Monarquía, formar un gobierno provisional y convocar de Cortes Constituyentes. Por este motivo la CNT, fiel a su «apoliticismo«, se mantuvo al margen.

Como vimos en una entrada anterior, los planes de la huelga general se vieron alterados cuando el 19 de julio de 1917, coincidiendo con la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona, comenzó una huelga de los ferroviarios de Valencia, afiliados a la UGT, a causa del conflicto laboral que mantenían con la empresa Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. En las negociaciones la empresa se negó a readmitir a los 36 obreros que habían sido despedidos, postura inflexible que obtuvo el apoyo decidido del gobierno -el 21 de julio el Capitán General de Valencia había declarado el estado de excepción. Esta provocación del gobierno Dato perseguía que fuera «una huelga intempestiva que asustara a las clases de orden» y «así el Gobierno podía proclamarse salvador de España». La respuesta la dio la Federación Ferroviaria de UGT, cuyo secretario Daniel Anguiano anunció que si la empresa no cedía comenzaría una huelga de todo el sector el 10 de agosto. Así pues, cuando los socialistas convocaron la huelga «revolucionaria» lo hicieron obligados, a la defensiva, en apoyo de los ferroviarios en huelga en Valencia. La huelga solo tuvo cierto seguimiento en Madrid, Barcelona, Valencia y los centros industriales del norte (Vizcaya, Guipúzcoa, Santander, Asturias), y no tuvo ningún impacto en el campo. El balance final de la represión de la huelga fueron 71 muertos, 200 heridos y más de 2.000 detenidos, entre ellos los miembros de comité de huelga (Julián Besteiro y Andrés Saborit, por el PSOE; y Francisco Largo Caballero y Daniel Anguiano por la UGT).

Carga contra huelguistas en Madrid.

Mientras tanto continuaba la guerra. En la 11.ª batalla del Isonzo (17 de agosto-12 de septiembre) Austria-Hungría escapó por poco de lo que se habría convertido en una gran derrota. Ante el miedo a no poder resistir una nueva ofensiva italiana, Austria solicitó apoyo alemán, que aportó al 14.º Ejército de Von Bulow. Las Potencias Centrales se adelantaron a la ofensiva italiana y en la 12.ª batalla del Isonzo obtuvieron un sorprendente avance de 130 kilómetros en apenas unos días y el frente si situó a apenas 30 kilómetros de Venecia.

El 9 de diciembre de 1917, tropas británicas tomaron Jerusalén sin combatir debido a que el OHL alemán había decidido la evacuación de la ciudad ante el riesgo de que la reputación alemana se resintiera por la posible destrucción de lugares sagrados en eventuales combates. En este contexto, al denegarse las reclamaciones rusas sobre territorios en el Imperio Otomano, los bolcheviques publicaron un ejemplo del Acuerdo Sykes-Picot, (igual que otros tratados) con los textos enteros en Izvestia y Pravda el 23 de noviembre de 1917; el 26 del mismo mes The Manchester Guardian se hizo eco de este hecho.​ Esta divulgación causó gran revuelto entre los aliados y avivó una gran desconfianza entre ellos y los árabes. Por otro lado el gobierno británico anunció su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en la región de Palestina mediante la Declaración Balfour el 2 de noviembre de 1917, que fue publicada en la prensa el 9 de noviembre de ese año.

El general Edmund Allenby entra a Jerusalén.

En Rusia la oposición inicial al nuevo gobierno estaba desorganizada y no contó con el respaldo de las masas, que al comienzo apoyaron al gobierno de Lenin. Aplastados los diversos organismos creados para oponerse al gobierno bolchevique y derrotados los intentos de contrarrevolución, sus adversarios depositaron sus esperanzas en la Asamblea Constituyente Rusa, que debía permitirles expulsar del poder a los bolcheviques. Estos, que habían defendido repetidamente su reunión y denunciado los sucesivos retrasos aprobados por el anterior gobierno provisional, rechazaban ceder el poder. Tras una única sesión, la Asamblea fue disuelta por la fuerza por el gobierno.​ Esta acción gubernamental llevó a la oposición a plantearse el abandono de los métodos legales de resistencia al gobierno bolchevique y precipitó los primeros enfrentamientos de la guerra civil.

La proclamación de la República Popular de Ucrania disgustó al gobierno bolchevique. En la noche del 11 al 12 de diciembre de 1917, los bolcheviques intentaron rebelarse en Kiev contra la Rada Central Ucraniana, pero fueron derrotados. Las unidades ucranianas desarmaron a sus tropas y las expulsaron de Ucrania. En respuesta, el 14 de diciembre de 1917, Petrogrado oficialmente emitió un ultimátum al gobierno ucraniano, exigiendo el fin del desarme y, de hecho, la rendición del poder. Al mismo tiempo, los bolcheviques abrieron el Congreso de los Sóviets de Ucrania en Kiev, en el que planearon hacerse cargo de la Rada Central. Los planes de la dirección bolchevique se frustraron y se lanzó una agresión abierta contra la República Popular de Ucrania. El 22 de diciembre de 1917, las tropas de la Guardia Roja bajo el mando de Vladímir Antónov-Ovséyenko, enviadas por el gobierno ruso, ocuparon Járkov. El 24 de diciembre se proclamó la formación de la República Popular Ucraniana de los Sóviets como una república autónoma dentro de la Rusia Soviética

Después de la ocupación bolchevique de Járkov el 24 de diciembre de 1917, el gobierno ucraniano dirigió una nota a la comunidad internacional indicando que mantendría las relaciones internacionales independientemente de Rusia. El 10 de enero de 1918, la delegación ucraniana, encabezada por Vsévolod Golubóvich y luego por Aleksandr Sevryuk, se unió a las conversaciones de paz en Brest-Litovsk entre los países de las Potencias Centrales y los bolcheviques. Los ucranianos buscaron el fin de la Primera Guerra Mundial en el frente ucraniano. También discutieron la cuestión de la entrada de Galitzia, Bukovina, Transcarpatia, Jolm y Podlasie en la República Popular de Ucrania, o la formación de estas tierras de autonomía nacional-territorial como parte de Austria-Hungría.

Debido a la política hostil del liderazgo ruso hacia Ucrania, el 22 de enero de 1918 la Rada Central adoptó la Cuarta Proclama Universal y declaró la independencia de la República Popular de Ucrania de Rusia. Ya en 1914 se había formado en Lviv, entonces parte del Imperio austrohúngaro, la Unión para la Liberación de Ucrania, un partido político creado por emigrados políticos ucranianos de Rusia, que huyeron a Galitzia como resultado de las represiones de Piotr Stolypin. El partido apostó por la derrota rusa frente a las Potencias Centrales. Tenía como objetivo el establecimiento de un Estado ucraniano independiente, apoyados por Alemania y el Imperio austrohúngaro, sobre la base de los territorios conquistados a Rusia. Ucrania formaría parte de la monarquía austrohúngara, con la transformación de estos territorios en un país diferente bajo la misma corona. El objetivo era fusionarse en una federación.

Miembros de la Secretaría General de la Rada.

Sin embargo los objetivos de la Unión para la Liberación de Ucrania fueron rechazados por Mijailo HruchevskiSymon Petlyura, que estaban convencidos de la derrota de las Potencias Centrales. Los primeros dirigentes de la Unión para la Liberación de Ucrania fueron Dmitro Dontsov y M. Zalizniak. Dmitro Dontsov, por desacuerdo con respecto al concepto nacional, abandonó el Partido Obrero Socialdemócrata de Ucrania en 1913, e influenciado por las ideas del irracionalismo filosófico (Schopenhauer, Hartmann y especialmente Nietzsche) profesaba la posición del voluntarismo, inclinado a la opinión de que el papel decisivo en la propia nación pertenece a la élite. Junto con Charles Maurras en Francia, cuya doctrina política se conoce también como maurrassisme, se le considera el principal ideólogo del nacionalismo integral ucraniano.

Para los ideólogos del nacionalismo integral, este término tampoco era casual. Por un lado, en un sentido amplio, «integralismo» indicaba la amplitud del nacionalismo y, por otro lado (en un sentido más estricto), el sistema social que los nacionalistas integrales buscaban establecer. Los nacionalistas ucranianos integrales se declararon precursores de una visión idealista del mundo, que entendían como la antítesis de la filosofía materialista del marxismo-leninismo y un remedio para el positivismo de las principales figuras del pensamiento democrático ucraniano (en particular, Volodymyr AntonovychMykhailo DrahomanovIvan Frankó y Mykhailo Hrushevskyi ). La crítica de las deficiencias individuales se convirtió en un rechazo sistemático de los principios democráticos y socialistas, que fueron una característica distintiva del movimiento nacional ucraniano a finales del siglo XIX y principios del XX.

El 9 de febrero de 1918, la República Popular de Ucrania, por un lado, y el Imperio alemán, Austria-Hungría, el Imperio otomano y el Reino de Bulgaria, por el otro, concluyeron un Tratado de paz Brest-Litovsk por separado. Ucrania fue reconocida como un estado independiente dentro de las fronteras delineadas por la Tercera Universal. Las delegaciones de Alemania y Austria-Hungría acordaron la unión de Jolm y Podlasie, así como la formación de una tierra de la corona separada en Galitzia, Bukovina y Transcarpatia. Los Imperios Centrales prometieron proporcionar asistencia militar al gobierno de la República Popular de Ucrania en la guerra con los bolcheviques rusos con la condición de suministrar alimentos a Alemania y Austria-Hungría.

El mismo día, la Rada Central fue evacuada de Kiev, capturada por los bolcheviques.  Por lo tanto, el 12 de febrero de 1918, el Consejo de Ministros del Pueblo de la República Popular de Ucrania, que se encontraba en Zhytomyr , decidió solicitar la ayuda militar de Alemania. El mismo día, la delegación alemana en Brest-Litovsk envió un llamamiento al pueblo alemán con una solicitud de ayuda. El 21 de febrero, las tropas alemanas y el 27 de febrero, las austriacas comenzaron a avanzar hacia Ucrania. Rápidamente avanzaron casi sin resistencia. El ejército alemán entró en Kiev el 2 de marzo de 1918.

Firma del tratado de paz de Brest-Litovsk entre la República Popular Ucraniana y los Imperios Centrales el 9 de febrero de 1918.

La ayuda alemana significó la caída de la popularidad de la Rada, y los alemanes se inmiscuyeron cada vez más en la política interna de Ucrania. Esa situación se vió reconocida por la firma, el 3 de marzo de 1918, del Tratado de Brest-Litovsk entre el Imperio alemán, Bulgaria, el Imperio austrohúngaro, el Imperio otomano y la Rusia Soviética. En el tratado, Rusia renunciaba a FinlandiaPoloniaEstoniaLivoniaCurlandiaLituaniaUcrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Asimismo, entregó ArdahanKars y Batumi al Imperio otomano. Con este tratado, Alemania reforzó el frente occidental con efectivos orientales.

Alemania, de conformidad con el artículo 4 del tratado, impuso a Rusia obligaciones coercitivas relativas al reconocimiento del derecho de Ucrania a la libre determinación, la validez de la autoridad de la República Socialista Soviética de Ucrania, los términos del tratado de paz de la República Popular de Ucrania con las potencias centrales, la conclusión del tratado de paz entre Ucrania y Rusia y la liberación del territorio ucraniano de las formaciones de la Guardia Roja. El mando de las tropas alemanas y austrohúngaras comprendió rápidamente la debilidad de la República Socialista Soviética de Ucrania y, en su opinión, la inutilidad de la cooperación con ella. Con la entrada en vigor del tratado, se llevó a cabo la ocupación austro-alemana de Ucrania. Este fue un factor clave para el surgimiento del Ejército Revolucionario Insurreccional de Ucrania, según explica Volin en la segunda parte del tercer libro de su obra La Revolución Desconocida, dedicado a la revolución ucraniana.

Tropas alemanas en Kiev.

La retirada rusa de la guerra tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk permitió a Alemania retirar a las unidades veteranas del frente y readiestrarlas para convertirse en Sturmtruppen. En contraste, los aliados todavía carecían de un mando unificado y sufrían problemas de moral y de número de tropas: los ejércitos británico y francés estaban gravemente mermados, y las tropas estadounidenses todavía no habían pasado a un rol de combate. La estrategia de Ludendorff sería lanzar una ofensiva masiva contra los británicos, con la intención de separarlos de los franceses y desplazarlos de vuelta hacia los puertos del Canal.

La operación Michael,​ la primera de las ofensivas de primavera alemanas, casi tuvo éxito en separar a los ejércitos francés y británico, al avanzar 65 km durante los primeros 8 días y desplazar las líneas frontales más de 100 km hacia el oeste, a tiro de artillería de París por primera vez desde 1914. Pero a un enorme coste, un cuarto del millón de alemanes que participó en la ofensiva fue muerto o herido. Como resultado de la batalla, los dos bandos aliados acordaron finalmente unificar el sistema de mando. El general Ferdinand Foch fue designado comandante de las fuerzas aliadas en Francia. Ahora los aliados, unificados, eran más capaces de responder a los envites de los alemanes, y la ofensiva se convirtió en una batalla de desgaste.

Tropas de asalto alemanas esperando para asaltar las líneas británicas. 

En mayo, las divisiones estadounidenses también empezaron a desempeñar un papel más significativo, consiguiendo su primera victoria en Cantigny. En verano, llegaban cada mes 300 000 soldados estadounidenses. Antes de acabar la guerra, las tropas estadounidenses desplegadas en este frente alcanzaban un total de 2,1 millones de soldados. La creciente presencia estadounidense sirvió para contrarrestar el gran número de fuerzas alemanas redesplegadas. En julio, Foch inició una ofensiva planificada contra el saliente de Marne producido durante los ataques alemanes. Este ataque tuvo éxito eliminando el saliente en agosto. Dos días después de terminar la primera, se lanzó una segunda ofensiva principal en Amiens, al norte. Este ataque incluiría fuerzas franco-británicas, pero estaba encabezado por tropas australianas y canadienses​ junto con 600 tanques y apoyados por 800 aeroplanos. El asalto tuvo mucho éxito, haciendo que Hindenburg llamara al 8 de agosto el «Día Negro del Ejército Alemán».

El número de tropas del ejército alemán había quedado gravemente mermado tras cuatro años de guerra, y su economía y sociedad estaban sometidas a una gran tensión interna. La ofensiva de los Cien Días, que comenzó en agosto, fue la gota que colmó el vaso, y tras esta cadena de derrotas militares, las tropas alemanas comenzaron a rendirse en gran número. Cuando las fuerzas aliadas rompieron las líneas alemanas con un gran coste, la Monarquía Imperial se derrumbó, y dimitieron los dos comandantes del ejército, Hindenburg y Ludendorff. Todavía rugían las batallas cuando la Revolución de Noviembre puso un nuevo gobierno en el poder, que rápidamente firmó un armisticio el 11 de noviembre de 1918, que suspendió toda lucha en el frente occidental.

Un soldado belga con ametralladora Chauchat en las líneas del frente, en 1918.

La Revolución de Noviembre de 1918 en Alemania fue una movilización popular hacia el final de la Primera Guerra Mundial, que llevó al cambio desde la Monarquía constitucional del Kaiserreich alemán a una república parlamentaria y democrática (República de Weimar). Las causas de la revolución se encontraban en las cargas extremas sufridas por la población durante los cuatro años de guerra, el fuerte impacto que tuvo la derrota en el Imperio alemán y las tensiones sociales entre las clases populares y la élite de aristócratas y burgueses que ostentaban el poder y acababan de perder la guerra.

La revolución comenzó con un motín de marineros de la flota de guerra en Kiel y Wilhelmshaven; se negaban a colaborar para sacar la flota para librar una última batalla contra la escuadra británica, como pretendían hacer sus superiores. El desencadenante de la revolución fueron órdenes del 29 de octubre de 1918 de prepararse para el combate del día siguiente. Marineros de varios barcos se negaron a ejecutar las órdenes. Cuando parte de la flota fue trasladada a su puerto de origen, Kiel, en un intento de contener la insurrección mediante permisos para ir a tierra y la detención de los líderes de la insurrección, marineros de otros barcos se unieron a la misma y obreros se solidarizaron con los marineros. En pocos días la revolución se extendió por toda Alemania y forzó la abdicación del káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918.

Soldados revolucionarios ondeando la bandera roja frente a la Puerta de Brandeburgo en Berlín, el 9 de noviembre de 1918.

Una ola revolucionaria, que incluyó disturbios políticos y revueltas en todo el mundo, surgió como consecuencia del éxito de la Revolución Rusa y el desorden creado por las secuelas de la Primera Guerra Mundial. Los levantamientos fueron principalmente de naturaleza socialista o anticolonial. Algunas revueltas socialistas no lograron crear estados socialistas duraderos. Las revoluciones tuvieron efectos duraderos en la configuración del futuro panorama político europeo, con, por ejemplo, el colapso del Imperio Alemán y la abdicación del Kaiser alemán. Sin embargo la Revolución de Noviembre fracasó en sus objetivos en enero de 1919, ante la oposición de la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) encabezada por Friedrich Ebert. Estos líderes socialdemócratas —al igual que los partidos liberales— temían que se desencadenara una guerra civil, por lo que rechazaban la idea revolucionaria radical de despojar completamente del poder a la élite afín al káiser y promulgaban, en cambio, conciliar a estos sectores con las nuevas relaciones democráticas. Con este fin, el SPD acordó una alianza con el Comando Militar Supremo alemán y, con la ayuda de fuerzas paramilitares de orientación derechista, lograron la sofocación violenta del llamado Levantamiento Espartaquista.

El Estado Popular de Baviera ​fue un estado socialista de corta duración en Baviera de 1918 a 1919. El Estado Popular de Baviera se estableció el 8 de noviembre de 1918 durante la Revolución de Noviembre, como un intento de un estado socialista para reemplazar el Reino de Baviera dentro de la República de Weimar. El estado fue dirigido por Kurt Eisner hasta su asesinato en febrero de 1919, y coexistió con la República Soviética bávara rival desde el 6 de abril de 1919, con su gobierno bajo el mando de Johannes Hoffmann exiliado en Bamberg. El Estado Popular de Baviera se disolvió con el establecimiento del Estado Libre de Baviera el 14 de agosto de 1919. La República Soviética de Baviera adoptó la forma de una república soviética o de consejos obreros. Se estableció el 7 de abril de 1919 tras la caída del Estado Popular de Baviera y aspiró a la independencia de la recientemente proclamada República de Weimar. Fue derrocada en menos de un mes, el 3 de mayo del mismo año, por elementos del Reichswehr así como de los paramilitares Freikorps.

Soldados revolucionarios en un viaje de patrulla en Múnich.

El Imperio alemán organizó y financió cuerpos de paramilitares freikorps en Pskov durante el verano de 1918. Según el artículo 12 del Armisticio de Compiègne, estas fuerzas debían permanecer en el Báltico para contener a los bolcheviques y retirarse cuando los aliados intervinieran. En Curlandia una fuerza de las Baltische Landeswehr, al mando del príncipe Anatoli Pávlovich Lieven se dedicaba a combatir a los bolcheviques. La orden de retirada se dio después de firmarse el Tratado de Versalles en junio de 1919, pero solo una pequeña parte se retiró, lo que enfureció a los Aliados. El resto, al mando del general Rüdiger von der Goltz, se unió al general cosaco Pável Bermondt-Aválov mientras el príncipe renunciaba al mando en julio.

Este cuerpo,denominado Ejército de Voluntarios de Rusia Occidental e integrado por freikorps, alemanes del Báltico y prisioneros rusos capturados por Alemania durante la Gran Guerra y luego liberados, se declaró leal a Aleksandr Kolchak en agosto, aunque su objetivo era asegurar la hegemonía germana en la región. Oficialmente, si tomaban Daugavpils tomarían rumbo a San Petersburgo o a Moscú en coordinación con el resto de los ejércitos blancos. En octubre de 1919 atacan a las recién independizadas Lituania y Letonia a la vez que Goltz renuncia al mando y deja solo a Bermondt. Otros grupos, como la Eiserne Brigade («Brigada de Hierro») formada por el mayor Josef Bischoff en Letonia, estaban encargados de proteger el puerto de Liepāja, pero avanzaron sobre Ventspils y tomaron rumbo hacia Riga desde el sur, expulsando a los bolcheviques de la zona con ayuda estonia. El 16 de abril organizaron un golpe de Estado en Liepāja para instalar un gobierno títere al mando del pastor luterano Andrievs Niedra.

En sentido estricto, no existía un Ejército Blanco como fuerza unificada​ y menos un «gobierno» que dirigiera al movimiento blanco y rivalizara coherentemente con el gobierno soviético. Sin coordinación central, las fuerzas blancas nunca fueron más allá de una débil confederación de grupos contrarrevolucionarios. La mayoría de sus miembros había servido en el ejército del zar Nicolás II y buscaban el retorno de la monarquía en el Imperio ruso. La ausencia de una administración gubernamental central y la falta de una jefatura aceptada de forma unánime eran un problema para el movimiento blanco, mientras que los bolcheviques sí contaban con un partido político y una jerarquía disciplinada y sólidamente establecida que les permitía imponer su autoridad sin disensiones internas.

El movimiento blanco carecía de las estructuras políticas de los bolcheviques, y pronto sus jefes militares empezaron a convertirse en verdadera autoridad política.​ Pero sin coordinación central, las ambiciones de cada grupo o camarilla de oficiales generaron graves pugnas entre los blancos.​ Tal situación se agravó al saberse que el zar Nicolás II había sido fusilado con toda su familia en Ekaterinburgo en julio de 1918. Al carecer desde entonces de una figura en nombre de la cual administrar vastas extensiones de territorio ruso, los generales del movimiento blanco se transformaron en pequeños caudillos regionales casi autónomos. Incluso hubo extensas regiones en Siberia donde simples grupos de bandoleros locales eran la única autoridad y sobre las cuales los generales blancos no ejercían control alguno.

El zar Nicolás II con su familia.

El extendido antisemitismo del Imperio ruso se extendió entre los oficiales, transformándose a comienzos del siglo XX de religioso a racial. Los oficiales «blancos» convirtieron su obsesión por el «agitador judío», heraldo de las nuevas ideas que «contaminaban» la pureza rusa, en pieza esencial de su ideología. Con un odio patológico, los militares acusaban a los judíos de cualquier revés, asociando a los judíos en conjunto con el régimen bolchevique. Se desarrolló así la teoría de conspiración y alegato antisemita que sostiene que los judíos fueron los creadores de la Revolución Rusa de 1917, y que tenían el poder primario entre los bolcheviques que lideraron dicha revolución, conocida como judeo-bolchevismo. El uso de los judíos como cabezas de turco de lo que consideraban males de Rusia evitaba además tener que hacer un análisis de las exigencias y problemas reales del país. A pesar del rechazo formal de los pogromos, que supusieron la muerte de unas 100.000 personas en Ucrania, los generales blancos no los impidieron.

De hecho formaron parte del Terror Blanco ejercido por el Ejército Blanco, algunos ejércitos extranjeros y los oponentes al gobierno soviético. El terror afectó principalmente a los partidarios y simpatizantes de la revolución, a los grupos guerrilleros y a quienes servían en los órganos del gobierno soviético. El Terror Blanco comenzó desde el inicio de la Guerra Civil Rusa, siendo premeditado y sistemático,​ ya que las órdenes venían de los altos funcionarios del movimiento blanco, así como por medio de acciones legislativas de los distintos regímenes blancos.

Ejecución de miembros del soviet de Alexandrovo-Gaysky por cosacos bajo el mando del atamán Alexander Dutov, 1918.

Cuando la reacción zarista y derechista dio lugar a la Guerra Civil Rusa en 1918, la jerarquía bolchevique vio la necesidad de sustituir a la Guardia Roja por una fuerza militar permanente. El Consejo de Comisarios del Pueblo creó entonces el Ejército Rojo mediante un decreto el 28 de enero de 1918, basándose en un principio de la Guardia Roja, a la cual se trató de dar una organización militar efectiva, creando rangos, departamentos, y colocándola bajo disciplina marcial. El 23 de febrero de 1918 marcó el día del primer proyecto de la masa del Ejército Rojo en Petrogrado y Moscú, y de la primera acción de combate contra la ocupación del Ejército Imperial Alemán.

El Ejército Rojo fue ideológicamente orientado y adoctrinado desde el primer día, pues se consideró esencial que la nueva fuerza militar estuviera identificada políticamente con el régimen bolchevique para poder sustentarlo en la realidad, labor que recayó en Trotski. Así, el fundador en la práctica del Ejército Rojo fue Trotski, designado «comisario del pueblo para la Guerra» entre 1918 y 1924, quien logró formar una fuerza militar disciplinada partiendo de una masa armada compuesta por voluntarios indisciplinados. Trotski decidió que era indispensable proporcionar oficiales al nuevo ejército y por eso permitió que los ex oficiales y suboficiales del Ejército Imperial Ruso se unieran, ya que resultaba urgente contar con personal experimentado en el mando y conocedor de tácticas de combate. Muchos de estos individuos ocupaban el cargo de «especialista militar» o de «asesores técnicos», especialmente los ex oficiales zaristas de alto rango, cuya lealtad al nuevo régimen resultaba dudosa. Para estos casos, Trotski no dudó en amenazar a los posibles disidentes con penas de cárcel o de muerte en caso de descubrir engaños o mala fe, para lo cual se instruyó a la recién creada Checa con el fin de emplear como rehenes a los familiares de estos «asesores».

Trotski en el frente en 1918. Al asumir la Comisaría de Defensa, los bolcheviques apenas contaban con fuerzas armadas. Dos años y medio más tarde, el Ejército Rojo contaba con cinco millones de soldados.

En agosto de 1918, la situación de poder de los bolcheviques era extremadamente complicada. Apenas controlaban una parte del territorio de la Moscovia histórica ante tres grandes frentes anti bolcheviques: 1- Región del Don ocupada por tropas cosacas y blancas 2- Ucrania gobernada por la Rada Central Ucraniana y 3- Toda Siberia ocupada por tropas de la Legión Checoslovaca (ex presos que intentaban regresar a su país al concluir el conflicto). Pero incluso en las regiones controladas por los bolcheviques la situación era caótica con revueltas y levantamientos esporádicos por la falta de alimentos o por las requisas que muchas veces terminaban en sangre, esto, a pesar de que en general el campesinado veía a los bolcheviques como el menor de los males. Temían a los blancos que recurrían por igual a la fuerza y la sangre y podrían reinstaurar el poder de los terratenientes.

Ante esta situación, el 9 de agosto, Lenin apremió a los líderes bolcheviques de Nizhni Nóvgorod donde él estaba. ​La campaña de represiones masivas se inició oficialmente como represalia por el asesinato de Moiséi Uritski, líder de la Cheká de Petrogrado, y del intento de asesinato contra Lenin de Fanni Kaplan el 30 de agosto de 1918. El primer anuncio oficial del Terror Rojo fue publicado en Izvestia, «Llamamiento a la clase obrera», el 3 de septiembre de 1918. Ese mismo día, el Izvestia informaba que más de quinientos rehenes habían sido ejecutados por la Cheká local de Petrogrado en el curso de los días anteriores. Esto fue seguido por el decreto Acerca del Terror Rojo (О «КРАСНОМ ТЕРРОРЕ»),​ publicado el 5 de septiembre de 1918 al interno por la Cheká y legalizado por el gobierno soviético, publicado para la sociedad en el Izvestia el día 10 de septiembre de 1918.

Miembros de la Legión checoslovaca víctimas de los bolcheviques cerca de Vladivostok.

La firma del Tratado de Brest-Litovsk garantizó que los prisioneros de guerra fueran devueltos a sus países de origen. Los prisioneros austrohúngaros pertenecían a las distintas nacionalidades que formaban el país. Numerosos prisioneros de guerra checos y eslovacos habían sido reclutados en el Ejército austrohúngaro y más tarde capturados por los rusos. Sin embargo, aprovechando el deseo de parte de ellos de crear su propio Estado independiente del Imperio, las autoridades rusas formaron unidades especiales de checos y eslovacos para luchar contra los Imperios centrales. Los bolcheviques declararon que, si la Legión Checoslovaca se mantenía neutral en los conflictos internos rusos y accedía a abandonar Rusia, se le concedería un salvoconducto para atravesar Siberia camino a Francia por el puerto de Vladivostok para que pudiesen seguir combatiendo junto a las potencias aliadas en el Frente Occidental. La Legión Checoslovaca comenzó entonces su traslado en el Ferrocarril Transiberiano hasta Vladivostok. Sin embargo, sólo la mitad llegó hasta la ciudad antes que el acuerdo se rompiese y estallasen los enfrentamientos entre legionarios y bolcheviques en mayo de 1918.

Los Aliados comenzaron a preocuparse por el hundimiento del frente oriental y de Rusia, y también por la situación de las grandes cantidades de suministros en los puertos rusos, que los Aliados temían podrían ser requisados por los alemanes o caer en manos de los bolcheviques. También preocupó a los Aliados el desembarco en abril de 1918 de una división de tropas alemanas en Finlandia, y se temió que podrían tratar de capturar el ferrocarril Múrmansk-Petrogrado y posteriormente el estratégico puerto de Múrmansk y, posiblemente, Arcángel. Otros temores Aliados eran que la Legión Checoslovaca fuese destruida o la amenaza del bolchevismo, cuya naturaleza preocupaba a muchos de los gobiernos Aliados. Ante esta situación los gobiernos británico y francés decidieron realizar una intervención militar en Rusia.

Tropas aliadas desfilando en Vladivostok en 1918.

 Los objetivos iniciales de la operación eran rescatar a la Legión Checoslovaca, asegurar los suministros y armamentos en los puertos rusos y restablecer el Frente Oriental contra la Alemania imperial. Al final de la Primera Guerra Mundial, temerosos del bolchevismo, catorce países aliados intervinieron en la Guerra Civil Rusa al lado de las fuerzas del Movimiento Blanco antibolchevique opuesto a la Revolución de Octubre en 1917. Con un número de tropas muy por debajo de las necesarias, los británicos y franceses pidieron que el presidente Wilson proporcionara soldados de EE. UU. para la campaña de intervención. En julio de 1918, en contra del parecer del Departamento de Guerra de EE. UU., Wilson propuso la participación limitada de 5000 soldados del Ejército de los Estados Unidos en la campaña llamada «Fuerza Expedicionaria Americana del Norte de Rusia»​ (también conocida como «Expedición Oso Polar») que fueron enviados a Arcángel, mientras que otros 8000 soldados, organizados en la Fuerza Expedicionaria Estadounidense en Siberia,​ fueron enviados a Vladivostok desde las Filipinas y desde Camp Fremont, en California. Ese mismo mes, el gobierno del Canadá acordó con el gobierno británico enviar una fuerza combinada del Imperio británico, que incluía tropas de Australia y la India Británica.

Los japoneses, concentrados en su frontera norte, enviaron la mayor fuerza militar, que alcanzó los 70 000 soldados. Decidieron además el establecimiento de un Estado títere en Siberia, y los mandos del Ejército del Imperio japonés vieron la situación en Rusia como una oportunidad para poner fin al problema fronterizo del norte de Japón, considerado de seguridad nacional. El gobierno de Japón era asimismo intensamente hostil al bolchevismo. El Reino de Italia creó el «Corpo di Spedizione» con tropas alpinas enviadas desde la península y ex-generales de la Italia irredenta, fuerzas del antiguo Imperio austrohúngaro reclutadas en la Legione Redenta Italiana. Instalaron inicialmente su base en la concesión italiana de Tianjín, con un total de aproximadamente 2500 soldados. RumaníaGreciaPoloniaChina y Serbia también enviaron pequeños contingentes de tropas para participar en la intervención. Pero en 1920, debido a que la intervención tuvo poco apoyo popular en los países aliados y en Rusia y no hubo verdadera estrategia político-militar o debido a la mediocridad militar del Ejército Blanco, los aliados se vieron obligados a retirarse de la Campaña del Norte de Rusia y la Intervención aliada en Siberia. Los japoneses siguieron ocupando partes de Siberia hasta 1922.

Oficiales polacos, británicos y franceses inspeccionando un destacamento de tropas polacas del llamado 
Batallón Murmansk antes de partir hacia el frente, 
Arcángel 1919.

La guerra civil finlandesa fue parte del caos social y nacionalista ocasionado en Europa en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. De un lado se encontraban las fuerzas socialdemócratas dirigidas por la delegación popular de Finlandia, comúnmente conocidos como «rojos» (punaiset). Del otro lado se encontraban las fuerzas del senado, controladas desde el otoño de 1917 por los conservadores —quienes pretendían mantener el statu quo; es decir, conservar la independencia y la monarquía constitucional sin parlamentarismo—, popularmente conocidos como «blancos» (valkoiset). Los rojos recibieron la ayuda de la Rusia bolchevique, mientras que los blancos fueron apoyados militarmente por el Imperio Alemán.

Los socialdemócratas y los conservadores compitieron por el liderazgo del Estado finlandés, que basculó de la izquierda a la derecha en 1917. Ambos grupos colaboraron con las fuerzas políticas correspondientes en Rusia, ahondando en la brecha nacional abierta. Puesto que Finlandia no disponía de ejército o policía definidos después de marzo de 1917, ambos bandos comenzaron a reclutar sus propios grupos de seguridad, lo que llevó al surgimiento de dos tropas independientes, la Guardia Blanca y la Guardia Roja. Entre los finlandeses se extendió una atmósfera de tensión política y miedo, hasta que en enero de 1918 la espiral de violencia condujo al estallido de la contienda. Los blancos resultaron victoriosos en la consiguiente guerra, y pasaron desde la esfera de influencia rusa a la alemana. El senado conservador intentó establecer una monarquía finlandesa, con un rey alemán: el príncipe Federico Carlos de Hesse-Kassel, pero, tras la derrota alemana en la Gran Guerra, Finlandia emergió como una república democrática independiente.

La República Soviética de Sajonia fue proclamada después de la abdicación de Federico Augusto III de Sajonia el 19 de noviembre de 1918. La abdicación del rey dejó un vacío de poder que pronto llenaron los consejos de trabajadores del USPD y el SPD. Estos consejos fundaron el nuevo estado alrededor de las ciudades de Dresde y Leipzig con cierta influencia en los otros estados sajones. Su corta historia se vio empañada por luchas políticas, violencia y huelgas. Terminó después de que los freikorps se hicieran cargo de Leipzig y fue restaurada en 1920, solo para ser derrocada por la República de Weimar en 1923.

La República Soviética de Bremen existió durante 25 días en 1919. Antes de su establecimiento los movimientos sindicales radicales ya gozaban de un apoyo significativo en Bremen (debido a los altos niveles de empleo en la industria pesada) con el SPD dominando electoralmente la ciudad. Como resultado Bremen simpatizaba fuertemente con la Liga Espartaquista. La revuelta en Bremen comenzó justo antes de la abdicación del Kaiser (6 de noviembre de 1918) con la creación y elección de un consejo de trabajadores. Este consejo se sentó en el Ayuntamiento de Bremen y gestionó los asuntos del pequeño estado independiente de la recién establecida República de Weimar, liderada por el SPD, en Berlín. El 10 de enero, el consejo de trabajadores declaró que la república creaba el Soviet de Representantes del Pueblo dentro de la ciudad. A principios de 1919, la República de Weimar tenía una posición lo suficientemente fuerte como para desafiar al Soviet. Como resultado, Friedrich Ebert envió a los freikorps a Bremen para derrocar con éxito la república.

Constitución del Consejo de Trabajadores del Ayuntamiento de Bremen el 15 de noviembre.

La República Soviética Húngara fue instaurada por la unión del Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista en la primavera de 1919, ante la grave crisis interna en el país. Se inició el 21 de marzo de 1919 y terminó el 1 de agosto del mismo año. Incapaz de alcanzar un acuerdo con la Entente que mantenía el bloqueo económico a Hungría, acosada por los países vecinos por disputas territoriales y embarcada en un profundo cambio social interno, la república fracasó en sus objetivos y quedó abolida a comienzos de agosto. La presentación de la nota Vyx condujo a la caída del gobierno de Károlyi —para entonces sin apoyo significativo— y a la proclamación de la república soviética al día siguiente, 21 de marzo de 1919. Su principal figura fue Béla Kun, a pesar de que la mayoría del nuevo gobierno era socialista. Aparentemente democrático, el nuevo sistema concentraba en realidad el poder en el nuevo Consejo de Gobierno, que lo ejerció de manera autoritaria en nombre, presuntamente, de la clase trabajadora.

El nuevo régimen no logró alcanzar un acuerdo con la Entente que supusiese el levantamiento del bloqueo económico, la mejora del trazado de las nuevas fronteras o el reconocimiento del nuevo gobierno por las potencias vencedoras de la guerra mundial. Se reorganizó el ejército y se trató de recuperar los territorios perdidos a manos de los países vecinos, objetivo que suscitó amplio apoyo en todas las clases sociales, no solo en las más favorables al nuevo gobierno. Por su parte, los países vecinos utilizaron la lucha primero contra el gobierno de Károlyi y más tarde contra la república soviética, como justificación de sus ambiciones expansionistas.​ Al comienzo y respaldados por razones patrióticas por oficiales conservadores, las fuerzas de la república avanzaron contra los checoslovacos en Eslovaquia, tras sufrir una derrota en el este a manos del ejército rumano a finales de abril, que llevó a este a las orillas del Tisza. A mediados de junio se proclamó una República Soviética Eslovaca, que duró dos semanas, hasta el repliegue húngaro por exigencia de la Entente. El 20 de julio, la república lanzó un nuevo ataque contra las posiciones rumanas. Tras unos días de avance, los rumanos lograron detener la ofensiva, romper el frente y alcanzar la capital húngara, pocos días después del fin de la república soviética, abolida el 2 de agosto.

Proclamación de la república soviética en las escalinatas del Parlamento húngaroBéla Kun en el centro, con camisa clara.

A comienzos del siglo XX en Austria-Hungría solamente el Partido Nacional Eslovaco  era el único partido que había promovido específicamente los intereses los eslovacos. Sin embargo, hacia 1905 varias personalidades eslovacas se mostraban críticas con la línea política del partido y se separaron, formando una nueva agrupación. El Partido Popular Eslovaco sería fundado finalmente en Žilina en 1913 por el político y sacerdote eslovaco Andrej Hlinka. Hasta la desmembración del Imperio austrohúngaro, Hlinka mantuvo una posición contraria a Hungría y la política de magiarización sobre las poblaciones eslovacas, lo que le valió ser encarcelado por las autoridades durante tres años y ser suspendido por la Iglesia en sus funciones. Sin embargo, esto llevó a promover por el partido la separación del Reino de Hungría.

Durante la Primera Guerra Mundial el partido permaneció inactivo, en parte para evitar ser acusados de actividades contra el Imperio Austro-húngaro. Pocos días antes del final de la contienda Hlinka firmó la declaración de Martin, en la que políticos eslovacos expresaban su voluntad de unirse políticamente con la nación checa. Tras la creación de Checoslovaquia, el partido volvió a recuperar su actividad política. Sin embargo, el idilio con los checos no duró mucho, ya que después de la constitución del nuevo estado Hlinka empezó a manifestarse contrario a la asociación con los checos, al considerar que Eslovaquia no había recibido una autonomía real y que quedaba bajo el control del gobierno central de Praga. Su postura combativa con el gobierno de Tomáš Masaryk le granjeó un importante apoyo popular entre los eslovacos, que se mantendría hasta el momento de su muerte. El partido, de orientación clerofascista, a pesar de resultar el más votado en Eslovaquia en algunas elecciones, nunca contó con un respaldo claramente mayoritario entre la población y en el conjunto de Checoslovaquia era claramente marginal.

La anexión de Transilvania por Rumanía el 1 de diciembre de 1918 y la «Proclamación de la unificación» que fue llevada a cabo en Alba Iulia, adoptada por los transilvanos rumanos, que se apoyaron en la delegación de los transilvanos sajones pero no en los székely (magiares) y alemanes del Banato, fue el detonante de la guerra húngaro-rumana. Tras el Tratado de Brest-Litovsk, Rumania estaba sola en el frente oriental, una situación que superaba con creces sus capacidades militares. Por lo tanto, el 7 de mayo de 1918, Rumania demandó la paz. El primer ministro de Rumania, Alexandru Marghiloman, firmó el Tratado de Bucarest (1918) con los Imperios Centrales. Sin embargo, este tratado nunca fue firmado por el rey Fernando de Rumania.

A finales de 1918, la situación de Rumania era grave y sufría las consecuencias de las reparaciones de guerra. ​Dobruja estaba bajo ocupación búlgara y el ejército alemán del mariscal de campo August von Mackensen se retiraba a través de Rumania. El grueso del ejército rumano fue desmovilizado. El 10 de noviembre de 1918, aprovechando la precaria situación de los Imperios Centrales, Rumania volvió a entrar en la guerra al lado de las fuerzas aliadas, con objetivos similares a los de 1916. El final de la Primera Guerra Mundial que pronto siguió, no puso fin a la lucha del ejército rumano. Su acción continuó en 1918 y 1919. El 31 de octubre de 1918, la Revolución de los Crisantemos en Budapest dió paso a la República Popular de Hungría, pero esta cayó pronto y el 21 de marzo de 1919 un gobierno de coalición socialdemócrata y bolchevique proclamó la República Soviética de Hungría. El ejército del nuevo gobierno comenzó rápidamente acciones para la devolución de Transilvania, pero Rumania pasó a ocupar una gran parte del territorio de Hungría, incluyendo la capital Budapest. La República Soviética Húngara colapsó y el nuevo gobierno húngaro comenzó la época del Terror Blanco en el país. El ejército rumano se retiró de Hungría en marzo de 1920.

Caballería rumana en Budapest.

Un Consejo de Soldados se estableció en Bruselas el 10 de noviembre de 1918 después de que las noticias del motín naval en Kiel y la Revolución de noviembre llegaran a las tropas alemanas en la Bélgica ocupada por los alemanes en los últimos días de la Primera Guerra Mundial. Pensado como una especie de consejo revolucionario, se creó después de que los soldados se amotinaran contra sus oficiales y tomaran el control de Bruselas, que había estado ocupada desde agosto de 1914. Intentaron sin éxito crear una alianza con los civiles y socialistas belgas y hubo combates esporádicos en la ciudad entre las fuerzas derechistas y los soldados revolucionarios. Después de unos días, el consejo se disolvió y las últimas tropas alemanas abandonaron Bruselas el 16 de noviembre. El ejército belga bajo el mando del rey Alberto I finalmente entró en la ciudad el 22 de noviembre de 1918. El consejo de soldados de Bruselas fue contemporáneo de otro organismo similar establecido en Beverloo al mismo tiempo.

El Sóviet de Limerick se dio en el contexto de la guerra Anglo-irlandesa y en plena ola revolucionaria europea. Fue uno de los varios soviets irlandeses autoproclamados que se formaron en Irlanda durante el período revolucionario de la Guerra de Independencia Irlandesa y la Guerra Civil Irlandesa (1919-1923), principalmente en la provincia de Munster. El primer soviet irlandés se declaró en febrero de 1919, dirigido por el organizador sindical de Donegal y comandante del IRA Peadar O’Donnell. El Sóviet de Limerick fue proclamado el 15 de abril de 1919. Se trataba de una respuesta conjunta de los sindicatos de Limerick y del Partido Laborista de Irlanda frente a la recién creada «región militar especial» que cubría Limerick y gran parte de su condado. La región militar especial se amparaba en el «Defence of the Realm Act» aprobado en 1914, que daba plenos poderes al gobierno y limitaba las libertades civiles. En Limerick se tradujo en que la policía británica (Royal Irish Constabulary) impuso permisos especiales para entrar y salir de la ciudad. La respuesta inmediata a esta medida fue una huelga general y un boicot a las tropas británicas. Un comité de huelga se puso en pie, imprimiendo su propia moneda e imponiendo precios fijos a los productos de primera necesidad. Finalmente, tras negociaciones con las autoridades británicas y bajo la presión de la iglesia local, el comité de huelga proclamó el 27 de abril de 1919 el final de la huelga general. Poco después se suspendió la región militar especial.

Soviet de los Trabajadores de Molinos de Bruree – «Hacemos pan, no ganancias».

Todos estos levantamientos se producían mientras se llevaba a cabo la Conferencia de Paz de París, en la que los aliados empezaron sus labores de negociación entre sí el 18 de enero de 1919, bajo la dirección del Comité de los CuatroWilsonClemenceauLloyd George y Orlando,​ aunque los que realmente dirigieron las negociaciones fueron los tres primeros, después del armisticio, para acordar las condiciones de paz tras la Primera Guerra Mundial. A los países vencidos no se les dejó asistir a estas reuniones, así que los que decidieron el futuro de los vencidos, fueron los países vencedores que tenían distintas posturas. A partir de junio de 1919 se presentan los tratados para su firma a los países derrotados.

El Tratado de Versalles se firmó en Versalles al final de la Primera Guerra Mundial por más de cincuenta países. Este tratado puso fin a lo que se pensaba que sería «la última guerra», y trató de limitar futuras aventuras militares por parte de Alemania. Terminó oficialmente con el estado de guerra entre la Alemania del segundo Reich y los Aliados de la Primera Guerra Mundial. Fue firmado el 28 de junio de 1919 en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, exactamente cinco años después del atentado de Sarajevo en el que fue asesinado el archiduque Francisco Fernando, el principal detonante de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que el armisticio fue firmado meses antes (11 de noviembre de 1918) para poner fin a las hostilidades en el campo de batalla, se necesitaron seis meses de negociaciones en la Conferencia de Paz de París para concluir el tratado de paz. El Tratado de Versalles entró en vigor el 10 de enero de 1920. De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y sus aliados) aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y, bajo los términos de los artículos 231-248, deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos.

Firma del Tratado en la sala de los Espejos del palacio de Versalles el 28 de junio de 1919.

Como el Kaiser había sido obligado a renunciar y los militares renunciaron al poder ejecutivo, fue el «gobierno civil» el encargado de buscar la paz, y la firma del documento de paz la realizó el católico Centrista Matthias Erzberger, un civil, que fue posteriormente asesinado por su presunta traición. Aunque públicamente despreciaron el tratado, fue lo más conveniente para los generales alemanes: no hubo tribunales de crímenes de guerra, se les consideraba héroes invictos y podían, secretamente, preparar la caída de la república que ellos habían ayudado a crear.

Sin embargo, una teoría de la conspiración antisemita, ampliamente creída y promulgada en los círculos de la derecha en Alemania después de 1918, surgió a partir de la firma del armisticio el 11 de noviembre: la leyenda de la puñalada por la espalda. La creencia era que el ejército alemán no perdió la Primera Guerra Mundial en el campo de batalla, sino que fue traicionado por los civiles en el frente interno, especialmente los judíos, los socialistas revolucionarios que fomentaron las huelgas y los disturbios laborales, y otros políticos republicanos que habían derrocado a la monarquía Hohenzollern en la Revolución Alemana de 1918-1919. Los defensores del mito denunciaron a los líderes del gobierno alemán que habían firmado el armisticio el 11 de noviembre de 1918 como los «criminales de noviembre».

Ilustración en una postal austriaca de 1919 en la que se ve a una mujer judía atacando por la espalda al ejército alemán.

Tras la derrota del levantamiento Espartaquista y el asesinato de sus líderes, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, en la primavera de 1919 Gustav Noske trató de eliminar completamente a la oposición de izquierdas que consideraba el peligro más grave, dada la situación en Baviera y Sajonia. A principios del mes de marzo, aliándose con los freikorps organizó una nueva represión sangrienta contra una huelga, en el curso de la cual Leo Jogiches, sucesor de Liebknecht y Luxemburgo, fue asesinado (10 de marzo), junto con varios centenares de obreros. Aprovechándose de la oleada contrarrevolucionaria, la derecha reaccionaria atacó de frente y con una violencia cada vez más acentuada al régimen republicano; primero a través del parlamento, esencialmente del Partido Nacional del Pueblo Alemán (DVNP) del exministro imperial Karl Helfferich.

 En diciembre de 1919, Helfferich desencadenó una campaña de inaudita violencia contra el ministro de Finanzas Matthias Erzberger. Se llevó a cabo un proceso por difamación, que duró de enero a marzo de 1920. El 12 de marzo, el juicio constituyó un éxito completo para Helfferich, al reconocer el tribunal el fundamento de las acusaciones. Esta victoria de los nacionalistas contra los republicanos obligó a Erzberger a retirarse temporalmente de la vida política. Al día siguiente del fallo judicial, el 13 de marzo a las 6 de la mañana, se inició el golpe de Kapp, que canalizó el descontento latente en la Reichswehr a lo largo del año 1919. La Reichswehr estaba amenazada por la reducción de tropas fijada por el Tratado de Versalles, así como por la exigencia de la extradición de ciertos criminales de guerra. El general Walther von Lüttwitz y Wolfgang Kapp, un alto funcionario prusiano, intentaron organizar este descontento e imponer una dictadura militar. La brigada de marina entró en Berlín, ocupando los ministerios y centros de poder. Noske, al saber lo que ocurría, pidió la intervención de la Reichswehr, pero Hans von Seeckt, uno de sus jefes, se negó, alegando que «La Reichswehr no dispara sobre la Reichswehr». Kapp fue proclamado canciller, mientras el gobierno huyó, refugiándose en Dresde y luego en Stuttgart. La población acogió con descontento a los ultranacionalistas, organizando rápidamente la resistencia obrera y popular. Estalló la huelga general, y en pocas horas Berlín quedó completamente paralizada. Al cabo de cuatro días, los golpistas victoriosos desistieron, y se fueron a sus casas, con lo que todo quedó en un fraude.

Miembros de los Freikorps de la Brigada Ehrhardt en Berlín durante el golpe de Kapp, 1920.

Pero el fracaso del golpe de Kapp no significó en modo alguno una victoria del régimen republicano. Muy al contrario, la intentona acabó con una amnistía general, la promoción de Seeckt al mando supremo del ejército y la negativa de una reestructuración total de la Reichswehr, más que comprometida con los golpistas. Después del intento de golpe, el general von Seeckt ordenó que la Marinebrigade Ehrhardt fuera disuelta, pero continuó funcionando bajo diferentes coberturas, como la Organización Cónsul. En enero de 1919 se había constituido el Partido Obrero Alemán, fundado por Anton Drexler y Karl Harrer, fue en sus inicios un partido pequeño de ideas contradictorias, pero que se identificaba con la corriente nacionalista popular y racista conocida como völkisch.

Anton Drexler era miembro de la ocultista «Sociedad Thule», un grupo racista​ y völkisch de Múnich creado por Rudolf von Sebottendorff, cuyo principal interés  fue una reivindicación sobre los orígenes de la raza aria. La sociedad se bautizó en honor a la Última Thule (en latín ‘el norte más distante’), mencionada por el poeta romano Virgilio en su poema épico Eneida, que era la porción más al norte de Thule y se suele asimilar a Escandinavia. La ariosofía la designó como capital de la Hiperbórea y situaron Última Thule en el extremo norte cercano a Groenlandia o Islandia. Los thulistas creían en la teoría intraterrestre. Entre sus metas, la Sociedad Thule incluyó el deseo de demostrar que la raza aria procedía de un continente perdido, quizás la Atlántida. Los seguidores de la Sociedad Thule, como admitió el propio von Sebottendorff, estaban poco interesados en sus teorías ocultistas, y mucho en combatir a judíos (a quienes consideraban una raza inferior) y marxistas. Uno de sus miembros, Anton Graf von Arco auf Valley asesinó al primer ministro socialista Kurt Eisner. Cumpliendo con sus funciones de informador para el ejército, Adolf Hitler se infiltró en el DAP en septiembre de 1919, convirtiéndose en el 55º miembro del partido, y fue nombrado jefe de propaganda. El partido no tenía programa, solo una breve «Ley Fundacional». El 24 de febrero de 1920, durante un mitin en la sala de fiestas de la Hofbräuhaus de Múnich, con asistencia de unas dos mil personas, el DAP cambió su nombre a Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP).

Símbolo de la Sociedad Thule, cuyo miembro Anton Drexler, fundó el DAP, posterior NSDAP.

Inmediatamente después del golpe de Kapp se produjo el levantamiento del Ruhr, una sublevación obrera ocurrida en la región del Ruhr entre marzo y abril de 1920. El levantamiento tuvo el objetivo inicial de luchar contra la extrema derecha que había protagonizado el golpe de Kapp el 13 de marzo de 1920, recibiendo el levantamiento un amplio apoyo de grupos políticos ideológicamente diferentes. Más tarde la sublevación derivó en un intento de la izquierda obrera de conquistar el poder político para establecer la dictadura del proletariado. Tras el fracaso del golpe de Kapp, el gobierno del Reich reprimió duramente el alzamiento con el ejército, que contó con la ayuda de los freikorps.

Como otros países, España no fue ajena a la ola revolucionaria. Desde al menos la crisis de 1917, el agravamiento de la situación precaria de los trabajadores, tanto en el campo (jornaleros sin tierras) como en las fábricas (proletariado industrial) era insostenible. La respuesta de los partidos dinásticos a lo que seguía denominándose cuestión social, incluyó medidas similares a las que en los países más avanzados habían iniciado el denominado estado social, pero de alcance muy limitado. Las principales reivindicaciones de los trabajadores se centraban en la subida salarial y la disminución de la jornada laboral. Las ideologías que predominaban en el movimiento obrero español eran las tendencias anarcosindicalista de la CNT, opuesta a la participación en el sistema político, y marxista  del sindicato UGT, vinculado al partido socialista (PSOE), con distinta implantación territorial. La influencia de la revolución rusa de 1917 y de los revolucionarios bolcheviques en el período comprendido entre los años 1918 y 1920 (o 1921), etapa que se caracterizó por una elevada conflictividad social, da a este periodo el nombre de Trienio Bolchevique.

Manifestación del primero de mayo de 1919 en Madrid.

En zonas campesinas de Andalucía, La Mancha y Extremadura, donde las movilizaciones obreras se habían mantenido en un nivel bajo desde los grandes movimientos de 1903-1904, se produjo un fuerte proceso de politización de los jornaleros, que se afiliaron masivamente a los sindicatos. Entre el otoño de 1918 y el verano de 1919 se alcanzó el máximo nivel de movilizaciones, con numerosas huelgas, como la huelga general de la provincia de Córdoba convocada por el congreso de Castro del Río (octubre de 1918) y la segunda huelga general, de marzo de 1919, que se extendió por toda Andalucía. En ese momento las movilizaciones se radicalizaron a través de movimientos para la ocupación de tierras con pretensión de reparto de las propiedades, quema de cosechas, ocupación de los ayuntamientos, etc.

El temor que se extendió entre propietarios y patronos provocó su retirada a las grandes ciudades, al tiempo que se aceptaban subidas salariales. A partir de mayo de 1919 las movilizaciones de jornaleros fueron reprimidas con dureza, declarándose el estado de guerra. Se ilegalizaron las sociedades obreras y se encarceló a sus dirigentes. El movimiento obrero andaluz comenzó una fase de retroceso, y la afiliación sindical descendió. Durante el año 1920 también acontecieron otras luchas obreras en el sur de España. En la provincia de Huelva un importante movimiento huelguístico paralizó la cuenca minera de Riotinto-Nerva, y rápidamente se acabaría extendiendo a otros puntos de la provincia, con la generalización de los paros laborales y una importante conflictividad. La huelga de Riotinto llegó a alcanzar una extraordinaria dureza y tuvo un fuerte impacto mediático en el resto de España.​ También durante ese año tuvo lugar otro amplio movimiento huelguístico por los mineros de la cuenca carbonífera de Peñarroya-Belmez-Espiel, al norte de la provincia de Córdoba.

Aspecto del complejo ferroviario de Riotinto durante la huelga de 1920, con los trenes mineros paralizados.

Sin embargo fue más la reacción ante el nacionalismo catalán que ante el movimiento obrero y campesino, reprimido por las fuerzas del orden y el ejército, que tenía en la Lliga Regionalista su representación más activa, y que a partir de 1906 había formado la formación política Solidaridad Catalana, lo que sirvió de aglutinante para la creación de nuevos partidos de extrema derecha. El gobierno conservador de Eduardo Dato aprobó, en 1913, la creación de la Mancomunidad de Cataluña, una especie de gobierno autónomo que englobaba las 4 diputaciones provinciales y que estaba dirigido por líderes de la Lliga. A partir de 1918 fue el partido más importante de Cataluña.

Como reacción al empuje nacionalista catalán de la época, se fundó en Barcelona en 1919 la Liga Patriótica Española, organización nacionalista de extrema derecha. La organización, que se nutrió de militares, policías, ex-policías, funcionarios, obreros carlistas, republicanos lerrouxistas, seguidores de Juan Vázquez de Mella y aficionados del RCD Español, participó en reyertas callejeras y tiroteos enfrentándose a grupos nacionalistas catalanes. Su origen se remonta al «españolismo incondicional» configurado en el siglo XIX entre los peninsulares de La Habana ante el secesionismo cubano. «Tras la derrota española de 1898 militares y civiles repatriados lo exportaron a la Península». Se ha comparado su conformación con la de las ligas patrióticas francesas​ de extrema derecha y fue probablemente la primera expresión del protofascismo en España.

El 5 de febrero de 1919 en Barcelona se declaró la huelga de La Canadiense, un movimiento de reivindicación laboral dirigido por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que incluyó huelgas, boicots e insumisión civil, iniciada en la empresa eléctrica Riegos y Fuerza del Ebro, perteneciente a Barcelona Traction, Light and Power Company, limited, más conocida como La Canadiense. A lo largo de los cuarenta y cuatro días paralizó la ciudad y el 70 % de toda la industria catalana en una de las huelgas más importantes de la historia de España. Constituyó un gran éxito del movimiento obrero español y de la CNT en particular, pues se consiguieron mejoras salariales, la readmisión de obreros despedidos, la liberación de miles de detenidos durante el tiempo que duraron los paros y la implantación por ley de la jornada laboral de ocho horas con la sanción del Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo.

La reacción patronal ante la huelga fue la creación de la Federación Patronal Catalana, en manos de los patronos más «intransigentes» y «combativos», que se organizó para hacer frente a la fuerza del sindicalismo. Entre las medidas que se usaron contra los sindicatos destacan: el cierre patronal, las listas negras o los despidos masivos. Por otro lado, el gobierno de Eduardo Dato, en un giro de su política hacia posiciones represivas, nombró a Severiano Martínez Anido, que era gobernador militar de Barcelona entre febrero de 1919 y octubre de 1920, como gobernador civil, y estaría al frente del gobierno civil entre noviembre de 1920 y octubre de 1922. Contando con la cobertura de la suspensión de garantías constitucionales,​ Martínez Anido dirigió la represión contra las organizaciones obreras, en especial contra la CNT, para lo cual llegó a auspiciar a los llamados Sindicatos Libres. También empleó al Somatén en su lucha contra los sindicatos. Los Sindicatos Libres fueron creados por militantes carlistas en 1919, en el Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona. Entre sus fundadores se encontraban jóvenes trabajadores y dependientes del comercio que formaban parte de los círculos jaimistas de la ciudad condal. Los Sindicatos Libres fueron dirigidos por el requeté Ramón Sales Amenós como presidente, y su ideólogo fue Juan Laguía Lliteras, quien también fue secretario general, acompañados de José BaróJosé BruEstanislao RicoDomingo Farell, entre otros. Los miembros de los Sindicatos Libres fueron responsables del pistolerismo y el brazo ejecutor de los atentados y asesinatos de miembros prominentes de la CNT como Salvador Seguí, y también del abogado Francisco Layret.

El Requeté (cuyos integrantes eran llamados requetés o boinas rojas), también Tercios de Requetés, fue una organización paramilitar carlista creada a principios del siglo XX. El nombre de la organización procedía del empleado por algunos batallones carlistas durante la primera guerra carlista. A principios del siglo XX, varias organizaciones carlistas utilizaron esta denominación para ellas o sus publicaciones periódicas en distintos lugares de España: Cataluña, Aragón o Andalucía. Una de ellas fue fundada por Juan María Roma como una organización juvenil del carlismo en Cataluña en 1907; tenía como órgano de expresión el semanario carlista manresano Lo Mestre Titas.

Bajo la dirección de Joaquín Llorens, se convirtió a partir de 1913 en la organización paramilitar del carlismo siguiendo el ejemplo de los Camelots du Roi, la organización juvenil nacionalista de Acción Francesa.​ Mantuvo escasa actividad en los años de la Primera Guerra Mundial, reactivándose en 1920 bajo la dirección de Juan Pérez Nájera. Tiempo después, en época de Manuel Fal Conde, coincidiendo con la reorganización del Requeté utilizaron la Cruz de Borgoña como emblema político propio, siendo utilizado posteriormente por regimientos tradicionalistas y requetés carlistas.

Escudo del Requeté.

El militarismo en España se expresó a través del pretorianismo o predominio de los militares en la vida política. Durante su reinado se hizo evidente la relación especial de Alfonso XIII con los militares y las cada vez más frecuentes intervenciones de estos en política interior: escándalo del Cu-cut, un periódico satírico catalanista, considerado ofensivo por el ejército, a partir del cual se promulgó la ley de Jurisdicciones, que permitía el enjuiciamiento militar de tales expresiones; represión de la Semana Trágica de 1909, cuyo inicio estuvo en las protestas antimilitaristas por la movilización de los reservistas; las  Juntas de Defensa durante la crisis de 1917. La Guerra de Marruecos devolvió el protagonismo al ejército, aunque la guerra tuvo un amplio rechazo en la sociedad española, especialmente por parte de los sectores populares cuyos jóvenes eran los que engrosaban las filas de los soldados porque no tenían el dinero necesario para librarse del servicio militar obligatorio. La Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 1912 estableció la figura del «soldado de cuota«, que limitaban el privilegio del pago de la cuota (entre 1500 y 5000 pesetas): ya no libraba completamente del servicio, pero reducía el tiempo y permitía elegir destino.

Por otro lado la guerra de Marruecos provocó la división en las filas del Ejército entre los «africanistas» y los «juntistas». Los primeros eran los que servían en el Ejército de África desplegado en Marruecos y que conseguían rápidos ascensos por méritos de guerra, mientras los segundos, así llamados porque engrosaban las Juntas de Defensa, eran los que estaban destinados en la Península y no tenían oportunidades para ascender tan rápidamente. El resultado desfavorable del curso de la guerra llevó al entonces teniente coronel de Infantería José Millán-Astray a la conclusión de que España necesitaba un cuerpo de soldados profesionales, no de reemplazo, con una moral y espíritu de cuerpo que fueran equiparables a los de la Legión extranjera francesa. La Legión Española fue creada mediante el Real Decreto del 28 de enero de 1920, por el ministro de la Guerra Enrique Pastor, con el nombre de «Tercio de Extranjeros». Millán Astray fue su primer comandante, que le daría a la nueva fuerza su peculiar estilo y mística. En ese sentido Millán-Astray, que era un apasionado de la cultura japonesa, imitó el código samurái del bushidō en los valores de la Legión. El entonces comandante Francisco Franco fue el jefe de la Primera Bandera y lugarteniente de Millán-Astray.

José Millán-Astray, ideólogo de la Legión, en una imagen de c. 1900.

Como vimos en una entrada anterior, las concesiones prometidas a Italia por la Entente en el Tratado de Londres de 1915 chocaban con las reivindicaciones territoriales de Yugoslavia. Las expectativas territoriales italianas quedaron frustradas por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, iniciándose la cuestión adriática. El poeta Gabrielle D’Annunzio llevó a cabo una aventura militar que acabó en la creación del Estado libre de Fiume. El Estado libre de Fiume se regía por la Carta de Carnaro, que estableció un estado corporativista, con nueve empresas que representan los diferentes sectores de la economía, donde la adhesión era obligatoria. D’Annunzio a menudo es visto como un precursor de los ideales y de las técnicas de fascismo italiano.

Por otro lado, durante los años de 1919-1920, periodo conocido como biennio rosso, se llevó a cabo una masiva revuelta popular de orientación socialista y anarquista que se dio sobre todo en el norte de Italia. Las revueltas del biennio rosso motivaron a la alta burguesía italiana a mirar con sospecha cualquier movimiento obrero, y cuando en 1919 Benito Mussolini fundó su movimiento de los Fasci italiani di combattimento  la burguesía italiana decidió apoyarlo como medio de contrarrestar las protestas. Mussolini aprovechó el miedo de los industriales y se mostró como decidido opositor del bienio rosso, utilizando como táctica básica la violencia contra personas y bienes, llevada a cabo por grupos armados denominados squadre d’azione.

Squadra d’azione ‘Disperata’ de Florencia.

Los principios expuestos por Benito Mussolini en el acto fundacional de los Fasci italiani di combattimento el 23 de marzo de 1919, en la plaza del Santo Sepulcro (San Sepolcro) de Milán, y  publicados al día siguiente en el diario Il Popolo d’Italia, serán la base por la que se rija el movimiento fascista hasta la creación en 1921 del Partido Nacional Fascista. A este programa, basado en las ideas de futuristas como Marinetti y neohegelianos como Giovanni Gentile, autodenominado «filosofo del fascismo» y coescritor de La doctrina del fascismo junto a Mussolini, se le denomina sansepulcrismo.

Inspirándose en el Movimiento Nacional turco que se oponía al Tratado de Sèvres, firmado en 1920 por el gobierno otomano, encabezado por Mustafá Kemal Atatürk y que desembocaría en la Guerra de Independencia turca, Mussolini organizó a los escuadristas, conocidos como los Camisas Negras por su uniforme, inspirado en el que usaron los Arditi que acompañaron a D’Annunzio a Fiume, para atacar los ayuntamientos, los sindicatos y las Camere del Lavoro controladas por los socialistas y los popolari católicos, especialmente en los campos de la llanura del Po y de Toscana, donde llevaron a cabo sus «expediciones».   

Giovanni Gentile, autodenominado «filosofo del fascismo».

Temiendo que los exaltados fascistas causaran una guerra civil, el gobierno de Luigi Facta buscó el apoyo del escritor ultranacionalista Gabriele D’Annunzio para encabezar una manifestación patriótica el 4 de noviembre de 1922 que festejara el triunfo italiano en la Gran Guerra, lo cual motivó a Mussolini para actuar rápidamente a fin de no ser eclipsado por D’Annunzio. Mussolini ordenó a mediados de octubre de 1922 que todos los militantes del Partido Nacional Fascista se preparasen para llevar a cabo manifestaciones públicas masivas en todas las ciudades principales de Italia. Para esa fecha, los fascistas habían conseguido, por medio de agresiones y amenazas varias, forzar la renuncia de casi todas las autoridades socialistas del Norte de Italia, región que dominaron en pocos días, ante la pasividad del ejército y la policía.

Ante una orden de Mussolini, masas de fascistas se lanzaron tanto a carreteras como a trenes para dirigirse a Roma, con el fin de tomar el poder para su líder, en la llamada marcha sobre Roma. Armados apenas con algunas pistolas, mazas de acero y armas caseras, los camisas negras acudieron a la capital italiana desde el 22 de octubre, amenazando con provocar una guerra civil si las autoridades les cerraban el paso. Los manifestantes fascistas acudieron en ferrocarril, en automóviles o camiones, e incluso a pie aquellos que residían en regiones próximas. Hacia el 25 de octubre, una gran masa de camisas negras había llegado a las afueras de Roma y su número aumentó en escasos días. Para disolver la amenaza que presentaban los fascistas que llegaban a las afueras de la ciudad, el gobierno del primer ministro Luigi Facta pidió el estado de sitio para la ciudad, sin embargo, el rey Víctor Manuel III rechazó firmar la orden. 

Mussolini, ahora seguro de su control sobre los acontecimientos, estaba decidido a controlar el gobierno, y el 29 de octubre el rey le pidió que fuera primer ministro y que formara un gabinete. Viajando desde Milán en tren, Mussolini formó gobierno en Roma el día 30 de octubre. Cerca de 25 000 camisas negras fueron transportados a la ciudad sólo ese día, desde donde marcharon en un triunfal desfile ceremonial el 31 de octubre de 1922. Al día siguiente, Mussolini instaló su gobierno en Roma.

Tiempo después, en su libro Técnica del golpe de estado, Curzio Malaparte trata sobre la Marcha sobre Roma y la toma del poder del Partido Nacional Fascista, como ejemplo de la toma del poder por métodos coercitivos. Los fascistas recurrieron a diversos procedimientos durante los meses siguientes para asegurar el control de todos los mecanismos de poder político. El establecimiento de la dictadura fascista condicionó las políticas de los gobiernos de la Europa de entreguerras

Multitudinario mitin de Mussolini en Roma.

Ucrania en la encrucijada (XXIV)

La invasión rusa de Ucrania se aproxima a su octavo mes, y en esta fase de la guerra ruso-ucraniana se han sucedido las contraofensivas ucranianas en Jersón y en la región de Járkov, donde habrían reconquistado ya unos 3.000 kilómetros cuadrados de territorio. Ante esta situación Vladímir Putin ordenó la movilización de reservistas, por lo que miles de ciudadanos rusos empezaron a cruzar las fronteras ante el temor de ser movilizados.

Días después, y cuando se cumplían siete meses desde el inicio de la invasión, tres explosiones rompen los gasoductos Nord Stream 1 y 2 cerca de la isla danesa de Bornholm. Las investigaciones preliminares apuntan a un atentado pero ningún estado ni organización ha reivindicado el ataque. El 30 de Septiembre Rusia se anexiona las repúblicas autoproclamadas de LuganskDonetsk y los óblast de Zaporiyia y Jersón mediante un referéndum que no es reconocido por la ONU.

En la primera semana de Octubre el ejército ucraniano tomó unos 400 km2 de territorio en el frente de Jersón. La segunda semana comenzó con una explosión causada por un camión bomba que destruye parte del único puente que conecta Crimea con Rusia a través del estrecho de Kerch. El atentado causa al menos tres muertos. El gobierno de Ucrania celebra el ataque, pero no reivindica su autoría.

Rusia responde al sabotaje en el puente de Kerch con un bombardeo masivo sobre Ucrania.​ Caen misiles en KievLeópolisTernópilZhitómirDnipróKremenchukZaporiya y Járkov. Por otro lado el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, anunció que va a desplegar a su ejército cerca de la frontera con Ucrania, junto a unidades rusas. Las fuerzas aéreas ucranianas afirmaron haber derribado 20 misiles y drones de las varias decenas lanzadas por los rusos. Los ataques se concentran sobre la infraestructura energética ucraniana.

Mientras prosiguen los bombardeos rusos, representantes de casi 50 gobiernos occidentales se reunieron en Bruselas para coordinar el envío a Ucrania de sistemas de defensa antiaérea. A parte, Emmanuel Macron declaró que no utilizará las armas atómicas francesas contra Rusia si esta lanza armas atómicas sobre Ucrania. Ante el avance ucraniano Rusia inicia la evacuación de la región de Jersón e impone la ley marcial en las zonas ocupadas. Rusia mantiene el control de la central nuclear de Zaporiyia mientras los dos ejércitos se preparan para la batalla de Jersón. La situación actual se puede observar en el siguiente mapa.

Situación a 21 de octubre a las 00:00  (UTC±0).
Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

c. Fascismos. II- Antecedentes y origen. 1- Siglos XVIII y XIX.

Aunque el término «fascismo» proviene del italiano fascio (‘haz, fasces’), y este a su vez del latín fascēs (plural de fascis), el cual alude a los signos de la autoridad de los magistrados romanos, y como movimiento político de masas surge en la Italia del periodo de entreguerras, los antecedentes y orígenes del fascismo se pueden rastrear hasta la crisis del Antiguo Régimen, o incluso, en la opinión de politólogos como Alexander Dugin, hasta el surgimiento de las monarquías autoritarias en los siglos XV y XVI.

En ese sentido, ya que una de las características del fascismo, como vimos en la entrada anterior, es la anulación del individuo frente al colectivo ( raza, nación, religión, etc.); la pertenencia a una colectividad concreta, con unos valores predefinidos e inmutables, poniendo por encima de la responsabilidad individual la responsabilidad colectiva, hacen de la Europa oriental, inmersa en la cultura y la tradición de la Iglesia ortodoxa, el lugar probable del surgimiento de un protofascismo primitivo. (En una entrevista de 1999 para la publicación polaca Fronda, Duguin explica: «En la ortodoxia, una persona es parte de la Iglesia, parte del organismo comunitario, igual que una pierna. Entonces, ¿cómo puede una persona ser responsable de sí misma? ¿Puede una pierna ser responsable de sí misma? De ahí viene la idea de Estado, de Estado total. Por este motivo, los rusos, porque son ortodoxos, pueden ser verdaderos fascistas, a diferencia de los artificiales fascistas italianos como Gentile o los hegelianos de allí. El verdadero hegelianismo es Iván Peresvétov, el hombre que en el siglo XVI ideó la opríchnina para Iván el Terrible. Fue el verdadero creador del fascismo ruso. Él formuló la tesis de que el Estado lo es todo y el individuo nada. El Estado es la salvación, el Estado es la Iglesia». Fuente: «Czekam na Iwana Groźnego» [Estoy esperando a Iván el Terrible]11/12 (en polaco). Fronda. 1999. p. 133.).

Existe un cierto paralelismo entre los escritos de Peresvetov y la teoría política que Nicolás Maquiavelo desarrolla en su libro El príncipe, en la cual acepta que los objetivos de los príncipes, como la gloria y la supervivencia, pueden justificar el uso de medios inmorales para lograr esos fines. También puede equipararse a Confucio por su defensa de la promoción basada en el mérito. Se encontraría, por tanto, en Peresvetov un enlace entre la filosofía occidental y la oriental, pues el mensaje que vuelve a aparecer en la mayoría de sus escritos es la virtud de un gobierno fuerte, centralizado y autocrático, con el establecimiento de un ejército profesional asalariado y organizado meritocráticamente.

Aunque podríamos encontrar las bases del fascismo en la autocracia zarista, es en el absolutismo, como régimen político, donde se identificarían los principios del fascismo, como ideología basada en la absoluta presencia del Estado, identificado este con el monarca ( «L’Etat, c’est moi«.  Luis XIV ). Sin embargo, se puede diferenciar el absolutismo del totalitarismo fascista en que en este último todos los aspectos y actividades sociales y políticas están marcadas por la ideología dominante ( «Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado». Benito Mussolini ), mientras que al absolutismo no le interesa imponer su control e influencia sobre todos los aspectos de la vida social sino que le basta fijar una autoridad omnímoda a quien los gobernados solo deben obedecer y jamás cuestionar.

Podríamos encontrar en los teóricos del absolutismo, como Jean Bodin, Thomas Hobbes o Jacques Bossuet, las bases a partir de las cuales se desarrollaría un protofascismo primitivo, ya que fueron los partidarios del Antiguo Régimen los que se opusieron a las reformas y los cambios cuando este entró en crisis. Tras la Revolución francesa de 1789, se establece en la Asamblea Nacional Constituyente la distinción del espectro político entre izquierda y derecha, situándose los opositores a la revolución o crontrarrevolucionarios ( denominados también reaccionarios ) más allá de esta última (extrema derecha). Entre estos podemos citar a Louis de BonaldJoseph de Maistre o François-René de Chateaubriand, cuya ideología podría traducirse políticamente en el movimiento ultrarrealista que impuso el Terror Blanco tras la Restauración.

Siendo uno de los rasgos clásicos del fascismo el imperialismo, entendido como una política exterior expansiva y agresiva, se podría incluir a los partidarios del I Imperio y del II Imperio francés, conocidos como bonapartistas ( por ser partidarios de alguno de los miembros de la familia Bonaparte, especialmente a los de Napoleón Bonaparte (Napoleón I), a su hijo Napoleón II y a Napoleón III ), entre los movimientos precursores del fascismo, ya que, aunque opuestos a los legitimistas y a los orleanistas, ​se les acusa de autoritarismo y populismo.

Ya en 1791, el resto de las monarquías europeas observaron con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Francia, y consideraron la conveniencia de intervenir, ya fuera en apoyo de Luis XVI o bien para sacar provecho del caos en el país. Surgieron así varios conflictos bélicos contra la Francia revolucionaria, Tanto en el interior, como la Guerra de la Vendée que enfrentó a los partidarios de la Revolución francesa y a los contrarrevolucionarios o la Guerra de los Chuanes que fue un levantamiento antigubernamental que afectó a las zonas rurales de algunas regiones del oeste; como en el exterior, formando diversas coaliciones, entre las grandes potencias europeas, contra la Francia revolucionaria y más tarde, contra el emperador Napoleón Bonaparte. Aunque al conjunto de estas guerras se las conoce como Guerras de Coalición, a partir de la tercera, con la instauración del I Imperio, son más conocidas como guerras napoleónicas.

Tras la derrota final de Napoleón en la batalla de Waterloo y el Segundo Tratado de París de 1815, confirmando el Acta Final del Congreso de Viena, se restablecen las fronteras de Europa y se reorganizan las ideologías políticas del Antiguo Régimen, dando comienzo a la Restauración europea. El restablecimiento del absolutismo, el cual los Estados europeos se comprometían a defender contra enemigos «internos o externos», dio lugar a la formación de la Santa Alianza entre Rusia, Austria, y Prusia como pacto entre los respectivos monarcas para combatir el liberalismo heredado de la Revolución francesa. 

En Francia, los sectores conservadores, monárquicosvaticanistas, a los que se denominó plus royalistes que le roi (más realistas que el rey), constituyeron la fuerza política dominante de 1814 a 1830. Su influencia decreció durante la Monarquía de Julio (1830-1848) pero subsistió hasta 1879. Estos sectores ultrarrealistas basaban su ideario en el tradicionalismo político, se oponían a las ideas liberalesrepublicanas y demócratas, y abogaban por el restablecimiento de los valores del Antiguo Régimen, las prerrogativas de la nobleza y la Iglesia católica, y por una forma de gobierno en la que el poder del rey fuera absoluto.

 Desde un principio, la Santa Sede rechazó y condenó el triunfo del liberalismo, que conllevaba el avance del laicismo, y la progresiva secularización de la sociedad, considerando esa imposición liberal culpable del cada vez más extendido anticlericalismo. Los sectores católicos que propugnaban la primacía espiritual y jurisdiccional del papa sobre el poder político y, por consiguiente, la subordinación de la autoridad civil a la autoridad eclesiástica se denominaron ultramontanos. Defendían posiciones integristas, es decir contrarias a la separación de la Iglesia y el Estado y al laicismo, por lo que es una tendencia opuesta al galicanismo, que propone el desarrollo de una iglesia nacional independiente de Roma, y al episcopalismo, que defiende la primacía de los obispos sobre el papa.

El regreso del exilio de Fernando VII (en 1814) supuso también la restauración absolutista en España y el desvanecimiento de las expectativas de los liberales españoles, que habían gobernado durante la Guerra de Independencia y redactado la Constitución de Cádiz, que preveía una monarquía parlamentaria. En su lugar, Fernando se estableció como monarca absoluto y la posición del tradicionalismo cuaja en un amplio programa que fue conocido con el nombre de «Manifiesto de los Persas». En los años siguientes, tras una sucesión de pronunciamientos liberales en la península ibérica, finalmente en 1820, se provoca la sublevación del ejército de Ultramar por Rafael Riego y Antonio Quiroga, que conduce a la reinstalación de las Cortes durante el Trienio Liberal.

El principio de intervención o de injerencia en los asuntos internos de otros países quedó establecido como un firme compromiso de los reyes absolutos de auxiliarse mutuamente en caso de sufrir la amenaza del surgimiento de un foco revolucionario. La Cuádruple Alianza, fundada en 1815 por el Imperio Ruso, el Imperio Austríaco, el Reino de Prusia (estos tres Estados conformaban la Santa Alianza) y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y a la que en 1818 se había sumado el Reino de Francia, dando nacimiento así a una Quíntuple Alianza de facto, se reunió en el Congreso de Troppau, celebrado en octubre de 1820 tras la Revolución de 1820,  y en él Austria, Rusia y Prusia firmaron el que sería conocido como Protocolo de Troppau, según el cual esas tres monarquías absolutas se arrogaban el derecho a intervenir en aquellos «Estados que hayan experimentado un cambio de Gobierno a causa de una revolución y como resultado de ello amenacen a otros Estados». Partiendo de este principio se acordó «autorizar» al Imperio de Austria a intervenir en Nápoles. En cuanto las revoluciones italianas fueron sofocadas toda la atención de las potencias absolutistas de la Santa Alianza se centró España. Se produce entonces la reacción realista y la invasión de un ejército francés en 1823 (los Cien Mil Hijos de San Luis) que restaura a Fernando VII en el trono absoluto, hasta su muerte en 1833.

Según avanzaba el reinado de Carlos X, el pueblo veía cada vez más improbable que se aprobaran unas necesarias reformas políticas, como la ampliación del voto censitario, y que se garantizaran los derechos civiles (como la libertad de expresión y de prensa, y la supresión de la censura). En julio de 1830 el rey disolvió la recién elegida Cámara de diputados, y decretó las 4 ordenanzas de julio, esperando así poder reconstituir una mayoría parlamentaria que le fuese más favorable. Las ordenanzas (decretos) suspendían la libertad de prensa, alargaban el cargo de los diputados reduciendo su número y limitaban el derecho de voto.

El pueblo de París se precipitó a la calle durante las jornadas del 27 al 29 de julio de 1830, alentado por la mayoría de los medios de prensa. Con el apoyo de la Guardia Nacional, consiguió derrotar al ejército real. Los diputados liberales eligieron al nuevo rey, Luis Felipe I de Francia, a propuesta de La Fayette. El rey Carlos X se vio forzado a exiliarse, y Francia se dotó de una Constitución liberal. Las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario, aunque este se extendió por buena parte del continente europeo, especialmente en Bélgica, que obtuvo la independencia frente a Países Bajos,  Alemania e Italia.

Al otro lado del océano, ya se había completado el ciclo principal de la independencia hispanoamericana (batalla de Ayacucho, 1824), así como la independencia de Brasil, en procesos que se habían iniciado anteriormente; y para 1830 las nuevas repúblicas están comenzando su historia independiente en medio de serios conflictos internos. Estos procesos, surgidos como respuesta al colonialismo europeo y a imitación de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776, dieron paso al concepto político del independentismo, que suele plantear sus tesis sobre el principio de que el territorio que se quiere independizar es una nación.

El concepto de nación no surge hasta fines del siglo XVIII, coincidiendo con el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Una nación se ha definido de distintas maneras en diferentes momentos de la historia y por distintos autores, sin que exista un consenso, por lo que para la literatura científica moderna ( Benedict Anderson, Eric Howsbawn y  Álvarez Junco entre otros) la nación no es un ente objetivo y natural que pueda ser definido en términos objetivos, sino que se trata por el contrario de una construcción social de origen moderno, basada en la interpretación subjetiva realizada por parte de unas personas de una serie de hechos, bajo el prisma ideológico del nacionalismo y su forma particular de entender las sociedades humanas.

En los años 1830 empieza a usarse en castellano el término «nacionalismo», entendido como sinónimo de «patriotismo». El patriotismo es un pensamiento que vincula a un individuo con su patria, que suele designar al lugar natal o adoptivo al que un individuo se siente ligado por vínculos de diversas índoles, como afectivosculturaleshistóricos o familiares. Varios autores han diferenciado entre nacionalismo y patriotismo dando al primer término un valor negativo y un valor positivo al segundo. Sin embargo, el historiador español Xosé M. Núñez Seixas los considera prácticamente sinónimos «si definimos nacionalismo como la ideología y el movimiento sociopolítico que defiende y asume que un colectivo territorial definido es una nación, y por tanto depositario de derechos políticos colectivos que lo convierten en sujeto de soberanía, independientemente de los criterios (cívicos, étnicos o una mezcla de ambos) que definan quiénes son los miembros de pleno derecho de ese colectivo». Según Núñez Seixas, la consideración peyorativa del nacionalismo que lleva a diferenciarlo del patriotismo y que provoca que muchos nacionalistas rehúyan considerarse como tales procede de la identificación del nacionalismo «con exaltación de la concepción orgánico-historicistaetnicista y esencialista de la comunidad política frente al concepto cívico de la nación de ciudadanos».

Según Anthony D. Smith, «en sus inicios, el nacionalismo era una fuerza inclusivista y liberadora. Acabó con regionalismos locales basados en el dialecto, la costumbre o el clan y contribuyó a crear Estados-nación poderosos y extensos, con mercados centralizados y sistemas de administración, impositivos y educativos. Apelaba a lo popular y democrático. Atacaba las prácticas feudales y a las tiranías imperialistas opresivas y proclamaba la soberanía del pueblo y el derecho de todos los pueblos a determinar sus propios destinos, en Estados propios, siempre que fuera esto lo que desearan». Este tipo de nacionalismo, denominado nacionalismo liberal o nacionalismo civil, es un tipo de nacionalismo identificado por los filósofos políticos que creen que puede existir una forma no xenofóbica de nacionalismo, compatible con los valores liberales de la libertad, la tolerancia, la igualdad y los derechos individuales. Es una forma del nacionalismo en el cual el Estado deriva la legitimidad política de la participación activa de su ciudadanía del grado a que representa la «voluntad general». Se considera que se originó con Jean-Jacques Rousseau y las teorías de contratos sociales.  Es una noción «voluntarista» que también es compartida por los enfoques de Giuseppe Mazzini, considerando que la nación surge de la voluntad de los individuos. A menudo se considera a Ernest RenanJohn Stuart Mill como nacionalistas liberales tempranos.

Sin embargo, los nacionalismos de primera generación o nacionalismos centrípetos, surgen con un carácter conservador y burgués influido por el romanticismo del siglo XIX. Este nacionalismo romántico, también llamado «nacionalismo orgánico»  o «nacionalismo de la identidad», es una forma de  nacionalismo étnico para la que, definiendo la nación en términos de etnicidad, el Estado deriva su legitimidad política como consecuencia natural (orgánica) y expresión de la nación o la raza. El nacionalismo romántico temprano en Europa estuvo fuertemente influenciado por las ideas de Johann Gottfried von Herder, quien en 1784 argumentó que la geografía formaba la economía natural de un pueblo, y que sus costumbres y su sociedad habrán de desarrollarse siguiendo las líneas favorecidas por su medio ambiente.

El nacionalismo romántico enfatiza una cultura étnica histórica que se conecta con el ideal romántico; el folclore se desarrolla como un concepto nacionalista romántico. Los hermanos Grimm se inspiraron en los escritos de Herder, y crearon una colección de cuentos idealizada, que llamaron auténticamente alemanes. Herder también promovió el concepto de Volk, del que deriva Volksgeist o espíritu del pueblo (del cual nace una sensibilidad y un genio creador que lo identifican), resaltando esta expresión en las cualidades étnicas de los pueblos. En Prusia, el desarrollo de un rejuvenecimiento espiritual, como medida de entrar en la lucha contra Napoleón, fue argumentado por, entre otros, Johann Gottlieb Fichte, En 1806, en el Berlín ocupado por Napoleón, Fichte escribió los Discursos a la nación alemana, publicados en 1808, que se convirtió en el origen del nacionalismo alemán.

En España la última fase del reinado de Fernando VII, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los liberales, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos «ultrabsolutistas», que formaron partido en torno al hermano del rey, el infante Carlos María Isidro, por lo que fueron conocidos como carlistas. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría tras la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, de tres años de edad, no reconocida como reina por los carlistas. La Regencia la asumió la viuda del rey María Cristina de Borbón.

El carlismo es un movimiento político español de carácter tradicionalista y legitimista derivado del realismo fernandino, surgido durante la primera mitad del siglo XIX y opuesto  al liberalismo, al parlamentarismo y al secularismo. Pretende el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español y el llamado reinado social de Jesucristo. En sus orígenes propugnaba la vuelta al Antiguo Régimen y posteriormente desarrolló una doctrina política inspirada en la tradición española y la Cristiandad medieval. A lo largo de su historia, la organización política del carlismo fue conocida como Comunión Católico-MonárquicaComunión Tradicionalista, entre otros nombres. Combatiendo el liberalismo, hizo bandera de la defensa de la religión católica, España y la monarquía tradicional resumida en su lema «Dios, Patria, Rey».

El tradicionalismo fue una corriente de pensamiento político reaccionario que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX, alejándose del conservadurismo. Sus principales representantes fueron Juan Donoso CortésAntonio Aparisi GuijarroMarcelino Menéndez Pelayo y Juan Vázquez de Mella. Estos autores entendían la «tradición» como un «compendio de convicciones y sistemas de valores permanentes» y sus propuestas se fundamentaban en un «dogmatismo agresivo». Para todos estos autores la «tradición» en el caso español estaba inextricablemente unida al catolicismo. Inspirado en las ideas de Donoso Cortés, en 1860 nació el grupo neocatólico liderado por Cándido Nocedal. Se los acusaban de ser una mezcla de carlismo y de ultramontanismo. La prensa neocatólica defenderá en sus páginas los derechos al trono español del pretendiente carlista Carlos de Borbón y Austria-Este (Carlos VII).

También en Portugal se creó una disputa sobre la sucesión real a la muerte del rey Juan VI el 10 de marzo de 1826. Se coronó a su hijo mayor Pedro I de Brasil, pero tuvo  que abdicar en su hija de siete años, María da Glória, con la condición que se casara con su tío paterno Miguel de Braganza cuando tuviera edad. Miguel de Braganza recibió el pedido de asumir la Regencia. En 1828 con el apoyo de la nobleza y la aristocracia, disolvió las Cortes y fue proclamado Rey Miguel I. La guarnición de Oporto, núcleo del liberalismo lusitano, se alza en armas iniciando las guerras liberales, entre los liberales constitucionalistas o «pedristas» y los absolutistas o «miguelistas», entre 1828 y 1834. La intervención de la Cuádruple Alianza a favor de Pedro causó molestia entre las potencias absolutistas (Austria, Prusia y Rusia). Don Carlos debió huir a Inglaterra, justo cuando comenzaba la Primera Guerra Carlista.

Gran Bretaña emergió de las guerras napoleónicas siendo un país muy diferente de lo que había sido en 1793. A medida que la industrialización avanzaba, la sociedad cambia, siendo cada vez más urbana y menos rural. A pesar de que la política del Congreso de Viena no había afectado a Inglaterra tanto como a otros países, ya que era una monarquía parlamentaria, la posguerra vio una depresión económica, las malas cosechas y la inflación causan malestar social generalizado. Mientras Prusia, Austria y Rusia, como monarquías absolutas, trataron de suprimir el liberalismo dondequiera que ocurra, los británicos llegaron a un acuerdo con las nuevas ideas. Gran Bretaña intervino en Portugal en 1826 para defender a un gobierno constitucional y reconocer la independencia de las colonias americanas de España en 1824.

El ascenso al trono de la reina Victoria inició la llamada época victoriana, caracterizada por los profundos cambios ocurridos en las sensibilidades culturales y en las preocupaciones políticas. Durante la primera parte del período la Cámara de los Comunes estaba dominada por dos partidos, los Whig y los Tory. Los Whig se convirtieron en los liberales, mientras los Tory defendían la supremacía del orden social tal como ha evolucionado en la cultura inglesa a lo largo de la historia. El espíritu tory, basado en una versión británica del tradicionalismo y el conservadurismo, se ha resumido con la frase «Dios, reina y patria». Generalmente monárquicos, defendían las ideas de jerarquía , orden natural y aristocracia, y se opusieron al liberalismo de la facción Whig. Los tories sufrieron una transformación fundamental bajo la influencia de Robert Peel, dando paso al Partido Conservador.

La sociedad en la época victoriana estaba exacerbada de moralismos y disciplina, con rígidos prejuicios y severas interdicciones. Los valores victorianos se podrían clasificar como «puritanos«. Los varones dominaban la escena tanto en los espacios públicos como en la privacidad, las mujeres se debían a los lugares privados, con un estatus de sometimiento y del cuidado de sus hijos y del hogar, una concepción machista de la sociedad.

Durante toda la época victoriana, la homosexualidad permaneció en una situación delicada. Hasta 1861, los actos homosexuales estaban castigados con la pena de muerte. La expresión verbal o escrita de emociones o deseos sexuales solía estar proscrita, por lo que, en su lugar, se utilizaba el lenguaje de las flores. No obstante, también se escribieron obras eróticas explícitas. Se considera como una época de enormes contradicciones, como el hecho generalizado de cultivar una fachada de dignidad y recato junto con la prevalencia de fenómenos sociales como la prostitución y el trabajo infantil, poniendo de relieve la existencia de una doble moral. La «moral victoriana» describe cualquier conjunto de valores que engloben una fuerte represión sexual, baja tolerancia ante el delito y un estricto código de conducta social. En ese periodo surgieron numerosos movimientos sociales que intentaron mejorar las duras condiciones de vida que sufrían muchas personas bajo un rígido sistema de clases.

En Francia la Monarquía de Julio era una monarquía constitucional, que en 1848 tenía a François Guizot como primer ministro y jefe del gobierno. Guizot había sido líder del pequeño partido de los Doctrinarios y representaba la resistencia de la autoridad a cualquier reforma liberal que se planteara. Su política no era del gusto de la opinión popular ni del creciente movimiento republicano, que lo hacían responsable de la mala situación en cuestiones económicas y en asuntos exteriores que Francia sufría en estos años. Además de la crisis económica, industrial y financiera, el sentimiento de desilusión y el creciente descontento por el bloqueo de las reformas democráticas, exacerbaron las demandas de socialistas y republicanos. Sentían que las reformas no se hacían con rapidez suficiente, y las mociones de reforma electoral que presentaban socialistas y republicanos en la Asamblea Nacional nunca eran aprobadas.

Ante la cancelación del derecho de reunión por parte del gobierno, comenzaron a celebrarse grandes banquetes, donde los comensales pagaban para comer y oír los discursos de los líderes nacionales de la oposición. Un banquete organizado por los oficiales de la Guardia Nacional y previsto para el 19 de febrero de 1848 en París fue repentinamente prohibido. El 22 de febrero numerosos estudiantes, a los que se unieron trabajadores, marcharon por las calles de París protestando por la prohibición del banquete. Durante tres días, las manifestaciones que, inicialmente fueron reprimidas, se convirtieron en una insurrección que tuvo como resultado la abdicación del rey. Los republicanos desconfiaban de la monarquía constitucional y exigían ahora la instauración de la república. Apoyados por la presión popular de los manifestantes que irrumpieron en la Asamblea, se decidió la formación de un gobierno provisional bajo la presidencia del veterano Dupont de l’Eure. La insurrección de febrero se conoce como Revolución francesa de 1848. Luis Felipe abdicó y huyó con su familia al Reino Unido y el gobierno provisional proclamó la II República.

La revolución francesa de 1848 tuvo una gran repercusión en otros países de Europa como Austria, Hungría, Alemania e Italia, donde sendas insurrecciones populares consiguieron significativos avances democráticos.  Este movimiento europeo se conoce como la «Primavera de los Pueblos». Socialmente, los distintos grupos que se unieron en los inicios de la revolución se alejaron luego al defender distintos objetivos. Una buena parte de la pequeña burguesía, temerosa de una revolución social, abandonó su alianza con el proletariado y se unió a la gran burguesía, aunque a lo largo del siglo XIX las diferencias entre ambas fueron bien patentes y se materializaron en las luchas políticas entre moderados y radicales.

Además de su condición de revoluciones liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero. El carácter nacionalista se expresó claramente en la primera guerra de la Independencia italiana, iniciada tras los disturbios revolucionarios que estallaron en numerosas ciudades de Italia. El rey Carlos Alberto del Piamonte y Leopoldo II de Toscana se habían visto reforzados tras dar concesiones a los demócratas. No era esta la situación de Austria, que veía como Viena estaba sumida desde el 13 de marzo en una gran revuelta y además se le rebelaban varias plazas importantes: Milán se sublevó contra los austríacos en las llamadas Cinco Jornadas y Venecia declaró la República de San Marco y se escindió así fugazmente de Austria. Comenzaba el proceso de unificación italiana.

La Segunda República francesa fue aún más efímera que la Primera. Se desarrolló en dos etapas claramente diferenciadas. De febrero hasta el 23 de abril de 1848, fecha de las primeras elecciones a la Asamblea nacional, el gobierno provisional de la República se compone de republicanos moderados, de radicales y de socialistas. En las elecciones generales, las primeras con sufragio universal masculino, el peso del voto campesino, tradicionalmente dominado por las clases más conservadoras, imprimió a la política nacional un franco giro hacia la derecha. Los radicales y los socialistas fueron apartados del gobierno.  Unas primeras medidas impopulares adoptadas sin demora, provocaron manifestaciones de protesta en París del 23 al 26 de junio de 1848. Rápidamente los obreros tomaron las calles y levantaron barricadas. Se declaró el estado de sitio y la revuelta fue duramente reprimida. Son conocidas como las «Jornadas de junio», y marcan el paso sin transición a una república conservadora y autoritaria. 

El 10 de diciembre 1848, el primer Presidente de la República francesa es elegido por sufragio universal masculino: se trata de Luis Napoléon Bonaparte, el «príncipe-presidente», sobrino de Napoleón Bonaparte. La Constitución preveía un mandato presidencial de cuatro años, sin posibilidad de reelección. A partir de 1850, Luis Napoleón Bonaparte multiplicó sus giras a las provincias con vistas a una posible reelección. Ante la negativa de la Asamblea a modificar la Constitución en ese sentido, preparó minuciosamente un golpe de Estado que llevó a cabo el 2 de diciembre de 1851. La represión y aniquilación de sus oponentes fue fulminante. Su toma del poder es ratificada por un plebiscito organizado el 21 de diciembre, en el que buena parte del electorado se ve privado de su derecho a votar.

En la mayor parte de los Estados de la Confederación Germánica (la institución que sustituyó al Sacro Imperio Romano Germánico disuelto durante las guerras napoleónicas) el movimiento revolucionario conocido como Märzrevolution (revolución de marzo) llevó a la formación de gobiernos liberales. El parlamento de Fráncfort, reunido desde el 18 de mayo, redactó la Constitución de Fráncfort de 1849, que preveía una Alemania unificada como una monarquía constitucional. No fue aceptada por los príncipes soberanos de los estados alemanes, ni siquiera por el rey de Prusia, al que se ofreció elegirle como emperador.

En 1849, Federico Guillermo IV propuso su propia constitución. Este documento concentraba el poder real en manos del rey y las clases altas y llamaba a una confederación de Estados alemanes del norte (la Unión de Érfurt). Austria y Rusia, temiendo una Alemania fuerte dominada por Prusia, respondieron presionando a Sajonia y Hanóver a retirarse, y Prusia se vio obligada a abandonar el esquema en un tratado conocido como la «humillación de Olmütz«. En toda la Confederación Germánica, la influencia austriaca era extrema, provocando la ira de los movimientos nacionalistas. Metternich consideraba el nacionalismo, especialmente el movimiento nacionalista entre los jóvenes, el peligro más acuciante: el nacionalismo alemán no solo podía repudiar el dominio austríaco sobre la Confederación, sino también estimular el sentimiento nacionalista dentro del mismo Imperio austriaco.

El 7 de noviembre 1852, un nuevo plebiscito pone fin a la Segunda República Francesa e instaura el Segundo Imperio. Luis Napoleón Bonaparte es proclamado como «Napoleón III, Emperador de los franceses». La proclamación del Imperio fue aprobada por el Senado (7 de noviembre), depurado de cualquier oposición republicana o monárquica ( dividida entre legitimistas y orleanistas ) , y ratificada mediante un referéndum popular (21-22 de noviembre). Al igual que el Primer Imperio, este fue contestado por buena parte de la opinión pública. Para mantenerlo hubo que mantener una autoridad más fuerte, por lo que rápidamente Napoleón III convirtió su gobierno en un régimen autoritario que consiguió basarse en el apoyo del ejército, que había perdido buena parte de sus ideas liberales y quería títulos, compensaciones, buen salario, prebendas, etc. También le apoyaba la burguesía, que valoraba más el nuevo orden social establecido así como la prosperidad económica de la coyuntura internacional. La Iglesia fue el tercer apoyo, pues vio favorecida una nueva alianza reflejada en el apoyo dado al presupuesto del clero y las escuelas religiosas.

Hasta 1860 Napoleón III gobierna sin oposición, en parte, por el control policial y la censura de prensa, y en parte por la mejora económica de Francia. Asimismo, los triunfos en política exterior refuerzan la política del emperador. Napoleón III impulsa el imperialismo francés, no solo con fines económicos buscando materias primas y mercados, sino político, a imitación del Reino Unido. Más que en África donde continúa la penetración iniciada en el reinado de Luis Felipe I en Argelia y Senegal, el emperador fija su atención en Asia. Mediante el Tratado de Tien Tsin, en 1860, China se ve obligada a abrir sus puertos al comercio francés. Pero es en Indochina donde el Segundo Imperio pone en marcha una auténtica empresa colonizadora, con el pretexto de la expedición franco-española a CochinchinaVietnam y Laos, el Imperio procederá a su anexión entre 1862 y 1867 y a la ocupación de Camboya en 1863.

El imperialismo (generalmente en forma de un imperio) —que se basa en ideas de superioridad​ y aplicando prácticas de dominación— es el conjunto de prácticas que implican la extensión de la autoridad y el control de un Estado o pueblo sobre otro. También puede ser una doctrina política que justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros; habitualmente mediante distintos tipos de colonización (de poblamiento, de explotación económica, de presencia militar estratégica) o por la subordinación cultural (aculturación). Aunque los términos «imperialismo» y «colonialismo» están muy relacionados, no son sinónimos.

La Era del Imperialismo denomina al período en el cual se produjo una verdadera carrera para construir imperios coloniales, principalmente con el llamado reparto de África. Uno de los motores principales del imperialismo es la exaltación del nacionalismo en los estados europeos. Este ultranacionalismo promueve el interés de un estado o pueblo por encima de otros pueblos o naciones, o simplemente una devoción extrema hacia la propia nación. En ese sentido sería equiparable al patrioterismo o chovinismo, creencia irracional en la superioridad o el dominio de un grupo social sobre otro, mientras que se los considera débiles, indignos o inferiores. Puede describirse como una forma de patriotismo y nacionalismo extremos, una fe ferviente en la excelencia y la gloria nacionales. Este término francés encuentra su paralelo en el término jingoísmo, proveniente del inglés, que ha conservado el significado de chovinismo estrictamente en su sentido original; es decir, una actitud de nacionalismo beligerante.

Este nacionalismo beligerante justificaba una política exterior agresiva, militarista y expansionista, que se alimentaba con el acoso a la hegemonía británica que representaban las demás potencias europeas y en menor medida los Estados Unidos. Durante la era victoriana, Rusia era vista como una amenaza tanto para el equilibrio europeo como para los intereses británicos en la India. La rivalidad entre el Imperio ruso y el Imperio británico, en su lucha por el control de Asia Central y el Cáucaso durante el siglo XIX, fue conocida como «El Gran Juego«, que se mantuvo siempre en un estado parecido al de la «Guerra Fría», por lo que tuvieron un gran protagonismo exploradores (como Nikolái Przewalski), agentes de inteligencia (como Alexander Burnes o William Moorcroft) y agentes comerciales y diplomáticos, aunque la zona no se vio exenta de guerras en la que alcanzaron fama generales como Frederick Sleigh RobertsKonstantin von Kaufman o Mijaíl Skobelev.

El Imperio británico buscaba expandir el Imperio indio y proteger sus intereses allí, mientras que el Imperio ruso quería un acceso al océano Índico y a las riquezas minerales de Asia central. Comenzó una carrera por la supremacía e Inglaterra y Rusia se convirtieron en enemigos, pero nunca se enfrentaron directamente, salvo durante la Guerra de Crimea. Con los años, las fronteras de los dos imperios se acercaron, en el Pamir en particular, con el avance ruso en el Asia central y el británico en el norte de la India, lo que obligó a ambos a delimitar sus fronteras, disponiendo la independencia de un «estado tapón» (Afganistán), que también se explica por la feroz resistencia de las tribus locales en un entorno montañoso difícil de controlar.

El imperialismo también supuso un intervencionismo en cuanto a la política exterior de los imperios coloniales se refiere. Tras la independencia de los estados iberoamericanos, en Estados Unidos se estableció la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos». Elaborada en 1823 por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe, establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos de América. La Doctrina Monroe se enmarca en la teoría del destino manifiesto, que expresa la creencia en que los Estados Unidos de América es una nación elegida y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico; forma parte del llamado mito de la frontera; lo cual llevó a Estados Unidos a intervenir militarmente en 1824 en Puerto Rico.

La primera intervención francesa en México, también conocida como la «Guerra de los Pasteles», entre 1838 y 1839, se enmarca dentro de un intento de obtener privilegios económicos en Hispanoamérica. El bloqueo francés al Río de la Plata tuvo lugar entre el 28 de marzo de 1838 y el 29 de octubre de 1840. Durante el mismo, la escuadra francesa cerró efectivamente al comercio la ciudad de Buenos Aires y los puertos fluviales de la Confederación Argentina. Entre el 2 de agosto de 1845 y el 31 de agosto de 1850 tuvo lugar el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, también conocido como la Guerra del Paraná. Durante el mismo, las escuadras británica y francesa cerraron al comercio todos los puertos de la Confederación Argentina y los de la República Oriental del Uruguay, con excepción del de Montevideo.

Como desarrollo de la teoría del destino manifiesto muchos colonos estadounidenses se habían establecido en Texas, que formaba parte de México. Texas declaró su independencia de México en 1836  tras su separación del estado mexicano de Coahuila y Texas, con lo que se inició la intervención estadounidense en México, llamada también guerra mexicano-estadounidense o guerra de Estados Unidos-México. El conflicto enfrentó a México con los Estados Unidos entre los años 1846 y 1848 y desembocó en la cesión por México de más de la mitad de su territorio a Estados Unidos. En 1847, los estadounidenses desembarcaron en Veracruz y conquistaron la capital mexicana, tras lo cual los mexicanos se vieron obligados a firmar en 1848 la paz de Guadalupe Hidalgo, por la que los Estados Unidos se anexionaron los territorios mexicanos de Alta CaliforniaNuevo México y Texas, que hoy día forman en EE.UU. los estados de CaliforniaNuevo MéxicoArizonaNevadaUtahColorado y parte del hoy llamado Wyoming.

Napoleón III fue un decidido partidario de la unidad de Italia. Para ganarse el apoyo de Francia, Cavour, primer ministro de Piamonte, no había dudado en participar al lado de Francia y el Reino Unido en la Guerra de Crimea (1854-56), que termina en el Congreso de París en 1856, erigiéndose Napoleón III como «el árbitro de Europa». En 1858 Cavour, promete la entrega a Francia de Saboya y Niza, que se lleva a efecto en 1860. Las tropas conjuntas de Francia y Piamonte consiguen grandes éxitos frente a Austria en las batallas de Magenta y Solferino, pero el temor a que el conflicto se extienda hace que Napoleón III firme por separado la paz de Villafranca en 1859. Los nacionalistas italianos se sienten traicionados por Napoleón III, siendo la «cuestión romana» la que crispe las relaciones del gobierno imperial con los católicos.

En 1859 el presidente de EcuadorGabriel García Moreno desarrolló un proyecto de protectorado que envió, por medio de tres cartas, a Emilie Trinité, encargado de negocios de Francia con sede en Guayaquil, en las que solicitaba una asociación con el imperio dirigido por Napoleón III, similar a la que tenía Canadá con el Reino Unido en esa época. Pero en febrero de 1862 Francia había iniciado su intervención armada en México, por lo que llegó la orden del emperador francés de rehusar el ofrecimiento en términos evasivos y diplomáticos.

La segunda intervención francesa en México tuvo lugar después de que el Gobierno mexicano, encabezado por Benito Juárez, anunciara la suspensión de los pagos de la deuda externa en 1861. Como respuesta, Francia, Reino Unido y España formaron una alianza llamada Convención de Londres y anunciaron su intención de enviar tropas a México. El Gobierno mexicano derogó la Ley de Suspensión de Pagos, pero la alianza continuó con su plan. Las tropas de la alianza llegaron a Veracruz en 1862 y entraron en negociaciones con el Gobierno de México. Los dirigentes de las misiones británica y española decidieron volver, pero los franceses anunciaron que ocuparían México. Los conservadores mexicanos ofrecieron la corona de México a Maximiliano de Habsburgo, Archiduque de Austria. El avance imperialista fue detenido momentáneamente, en la batalla de Puebla, ganada por México. Eventualmente, las tropas de Napoleón III sostuvieron el Segundo Imperio mexicano, al tiempo que el grupo republicano resistía al intervención extranjera mediante la guerra de guerrillas. Ante la situación del Segundo Imperio francés en Europa, Napoleón III se ve obligado a retirar sus tropas en México, por lo que el régimen de Maximiliano I fue derrocado.

El imperialismo conllevó un predominio de lo militar en la política y el gobierno de una nación, llegando a una quiebra, abierta o no, de la supremacía del poder civil por parte de los militares. Este militarismo se expresa en su posición más extrema en el «pretorianismo», es decir, «la insubordinación e influencia inmoderada del ejército en la toma de decisiones políticas». El caso paradigmático del pretorianismo es el prusianismo, que se sustentaba en la casta militarista conservadora de los junkers prusianos, teniendo como base fundamental una disciplina vertical, centralizada, paternalista y férrea. Su sustento ideológico consistía en una combinación de la ideología nacionalista, el tradicionalismo, el conservadurismo y el militarismo marcadamente aristocrático, belicista y expansionista de la época. Esta filosofía fue la que influenció en buena medida la actitud de Prusia en procesos históricos como la unificación de Alemania.

Entre los teóricos y exponentes más relevantes del prusianismo se encuentran Karl von Clausewitz,​ Otto von BismarckOswald Spengler. Sociológicamente, además, el prusianismo se expresó en las llamadas «virtudes prusianas«, influyendo en varios aspectos relevantes de la cultura alemana. En ese sentido, las virtudes prusianas influyeron de manera directa en la manera de pensar del pueblo alemán. El idealismo alemán, como escuela filosófica, se desarrolló entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Surgió a partir de la obra de Immanuel Kant en los años 1780 y 1790, vinculado estrechamente con el Romanticismo, la Ilustración y el contexto histórico de la Revolución francesa y las posteriores guerras napoleónicas. Los principales pensadores del movimiento fueron, además del propio Kant: Fichte, Schelling y Hegel

El hegelianismo es el sistema filosófico fundado por Georg Wilhelm Friedrich Hegel, según el cual «lo absoluto», que también llama «idea», se manifiesta evolutivamente bajo las formas de naturaleza y de espíritu. Para Hegel el Estado representa el estadio último de desarrollo del Espíritu objetivo. El Estado es el cuerpo social perfecto de la Idea, y en este momento del proceso es Dios mismo. En relación con otros Estados, desarrolla la ley internacional; y en su curso general a través de las vicisitudes de la historia pasa a través de lo que Hegel llama «dialéctica de la Historia».

Los seguidores inmediatos de Hegel en Alemania son generalmente divididos entre hegelianos de izquierda y hegelianos de derecha. La derecha hegeliana amplió la concepción del estatismo de Hegel, aferrándose a ella como una afirmación de la política establecida y la religión ortodoxa. Se podría leer el historicismo de Hegel para afirmar la inevitabilidad histórica de las instituciones modernas; una nación era un Ideal , existente en el idealismo hegeliano por encima y alrededor del pueblo que la constituía. Abogar por el cambio político era atacar el Ideal del estado nacional. Los hegelianos de derecha creían que las sociedades europeas avanzadas, tal como existían en la primera mitad del siglo XIX, eran la cumbre de todo desarrollo social, el producto de la dialéctica histórica, que había existido hasta el momento. Entre los filósofos encuadrados en la derecha hegeliana están Karl Ludwig MicheletJohann Karl Friedrich Rosenkranz y Johann Eduard Erdmann.

La derecha hegeliana influyó en el proceso de unificación alemana, pues fueron difusores del pangermanismo. Los nuevos nacionalistas pangermanos reclamaban la unidad de todos los pueblos de idioma alemán en un solo Estado. Aproximadamente en 1860 el Reino de Prusia y el Imperio austriaco eran las dos naciones más poderosas dominadas por las élites de habla alemana. Ambos pretendían expandir su influencia cultural y territorial. El Imperio austriaco, así como el Sacro Imperio Romano Germánico eran estados multiétnicos, pero la etnia alemana no era, especialmente en el segundo caso, ni mucho menos mayoritaria entre las poblaciones de ambos. La creación del Imperio austrohúngaro no fue sino el resultado de la pujanza en su seno de otras etnias como los checoseslovacos y magiares.

La Cuestión alemana fue un debate en el siglo XIX sobre la mejor manera de lograr la unificación de Alemania. Entre 1815 y 1866 existieron en la Confederación Alemana 37 Estados independientes de habla alemana. La Großdeutsche Lösung («Gran solución alemana») favorecía la unificación de todos los pueblos germanófonos bajo un mismo estado, y fue promovida por el Imperio austriaco y sus partidarios. El Kleindeutsche Lösung («Pequeña solución alemana») sólo pretendía unificar los estados del norte de Alemania y no incluía a Austria; esta propuesta fue apoyada por el Reino de Prusia. Ambos movimientos formaban parte de un creciente nacionalismo alemán. Estos movimientos fueron contemporáneos de esfuerzos similares para crear un Estado nación de personas que compartían una etnia y un idioma comunes, como la unificación de Italia por la Casa de Saboya y la Revolución serbia.

Este afán por la creación de Estados-nación basados en la etnia fue una tendencia de los movimientos populistas, como el movimiento völkisch, que fue «una tempestad de creencias, temores y esperanzas» que fueron a menudo «expresadas de manera sentimental», como la expresión Blut und Boden (expresión alemana que significa “sangre y tierra) acuñada a finales del siglo XIX, en parte, apoyada por el racialismo o racismo científico y el nacionalismo romántico. Esa tendencia da lugar a la creencia de que el grupo étnico propio es el más importante, o que algunos o todos los aspectos de la cultura propia sean superiores a los de otras culturas, definida como etnocentrismo.

Este hecho se refleja por ejemplo en los exónimos peyorativos que se dan a otros grupos y en los autónimos positivos que el grupo se aplica a sí mismo. Dentro de esta ideología, los individuos juzgan a otros grupos en relación con su propia cultura o grupo particular, especialmente en lo referido a la lengua, las costumbres, los comportamientos, la religión o las creencias. Dichas diferencias suelen ser las que establecen la identidad cultural. El etnocentrismo, unido al chovinismo o patrioterismo, con un sentimiento exacerbado de nacionalismo, es la base de la xenofobia, que es el rechazo u odio al extranjero o inmigrante. En este último caso, el rechazo a los inmigrantes extranjeros se expresa en el nativismo, que es la ideología o pensamiento político y social que defiende o privilegia a los nativos o autóctonos de un territorio y sus intereses. Por ende, los nativistas suelen promover medidas para restringir la inmigración.

El nativismo es uno de los componentes esenciales del populismo de derecha, y su ideal político sería la etnocracia y el monoculturalismo. El nativismo es una de las expresiones del nacionalismo demográfico donde los extranjeros nunca son bien recibidos, ya sea por el conjunto de toda la sociedad o por alguno de los grupos étnicos de dicha sociedad, al considerar a los extranjeros distintos a ellos, por origen geográfico, religión o cualquier otro rasgo socioeconómico. Aunque las raíces del nativismo se remontan a la colonización de Estados Unidos por europeos -con la conquista y desplazamiento de la población nativa y su reclusión en reservas indias-, el nativismo se va construyendo con sucesivas limitaciones a la nueva inmigración (alemana, europea, china, hispana). El nativismo apareció con fuerza con limitaciones a la concesión de la nacionalidad -aprobación de leyes de extranjería, sedición y nacionalidad-.​ El término «nativismo» se utilizó por primera vez en 1844​ pero el término nativismo no se refiere a los nativos americanos sino a los descendientes de las denominadas primeras trece colonias. El nativismo continuó su expansión con la limitación periódica a la inmigración cuando las circunstancias económicas o políticas lo hacían conveniente, como por ejemplo, con la Ley de Exclusión China, que fue una ley federal de Estados Unidos firmada por el presidente Chester A. Arthur el 6 de mayo de 1882, que prohíbe toda inmigración de trabajadores chinos.

Una forma particular de etnocentrismo y, por tanto, del nativismo, es el eurocentrismo. Este concepto se refiere a la mirada del mundo a partir de la experiencia europea occidental, donde las ventajas o beneficios para los europeos y sus descendientes, se buscan a expensas de otras culturas, justificando esta acción con paradigmas o normas éticas. En ese aspecto se producen imposiciones dadas por las hegemonías culturales consideradas de rango superior. Por ejemplo, en el siglo XVIII, la Europa moderna inventó una trayectoria histórica lineal entre la Antigua Grecia, el Imperio romano y la Europa moderna, que ha sido utilizada desde entonces como esquema ideológico básico del relato histórico. Los europeos usaron sus prejuicios eurocéntricos y la excusa de la evangelización de pueblos no cristianos para justificar el colonialismo. El proselitismo religioso presente desde siempre en la cosmovisión europea ayudó a justificar y amparar el uso de la ventaja tecnológica militar que Europa consiguió por su acceso a recursos y la historia de guerras intestinas en el continente. Además el tráfico de esclavos a gran escala que los europeos, norteafricanos y musulmanes habían practicado desde hacía siglos fue una parte del modo de producción colonial que los europeos usaron para explotar recursos mediante mano de obra aún en regiones donde previamente la densidad de población no habría permitido el uso intensivo, de no haber tenido esclavos.

Basado en el eurocentrismo y el nativismo se desarrolla el supremacismo blanco, que es una creencia supremacista que sostiene que las personas blancas son superiores en muchos aspectos a las personas de otras etnias, y que, por lo tanto, las personas blancas deben dominar por sobre todas las etnias. El término también se usa normalmente para describir una ideología política que perpetúa y mantiene el dominio social, político, histórico o institucional de los blancos, y con frecuencia se basa en argumentos pseudocientíficos.

La supremacía blanca fue dominante en los Estados Unidos tanto antes como después de la Guerra civil estadounidense, y persistió durante décadas después de la Era de la Reconstrucción. En la época anterior a la guerra en el Sur de dicho país, esto incluía la esclavitud de gran parte de la población afrodescendiente, con cuatro millones de ellos a quienes se les negó la libertad. El estallido de la Guerra Civil vio el deseo de defender la supremacía blanca siendo citada como una causa para la secesión del Estado y la formación de los Estados Confederados de América. Después de la guerra, los veteranos sureños que quisieron resistirse a la reconstrucción se agruparon en varias organizaciones estructuradas a modo de sociedad secreta, que con frecuencia recurrían al terrorismo, la violencia y los actos intimidatorios para defender la idea del supremacismo blanco. La más conocida de estas organizaciones es el Ku Klux Klan, fundado a finales de 1865. La organización adoptó rápidamente métodos violentos para conseguir sus fines. Sin embargo, hubo una reacción que en poco tiempo llevó a la organización al declive, pues las élites sureñas veían al Klan como un pretexto para que las tropas federales estuvieran activas en los estados del sur. El KKK fue formalmente disuelto por el presidente republicano Ulysses Grant, a través del Acta de derechos civiles de 1871, aunque el supremacismo blanco no desapareció y continuó actuando en la clandestinidad.

En Europa, la cuestión alemana tuvo una primera solución pangermanista con la colaboración de Austria y Prusia en la guerra de los Ducados, que fue un conflicto militar que enfrentó a Austria y Prusia contra Dinamarca en 1864, por el control de los ducados de Schleswig y de Holstein, de población mayormente alemana pero bajo soberanía danesa. Ante la pretensiones del monarca danés de anexionar ambos ducados a su reino, Bismarck reclama en la Dieta de Fráncfort la intervención contra Dinamarca. Ésta salió derrotada, por lo que debió ceder Schleswig-Holstein, que a través del acuerdo en la Convención de Gastein en 1865 quedará repartido: el ducado de Schleswig quedará bajo la administración de Prusia, mientras que el ducado de Holstein quedó bajo la administración de Austria. No obstante, Bismarck aprovechó el atractivo de la Zollverein para imponer la influencia de Prusia en tales ducados.

Uno de los obstáculos principales para hacer realidad una Alemania unificada incluyendo todas las tierras del Imperio austrohúngaro, era la numerosa población húngara y eslava, que no tenían ningún deseo de unirse al Imperio alemán. Por esta razón se propuso una alternativa: una visión que incluía Austria, las regiones de BohemiaMoraviaSilesia (donde vivían los alemanes de los Sudetes) y las tierras austríacas eslovenas, pero no los territorios del Reino de Hungría (Hungría y Croacia). Sin embargo, esto habría requerido el desmembramiento del Imperio austríaco, y los checos de todos modos rechazaron la idea. Bismarck también logró marcar la primacía prusiana sobre los austriacos entre los otros estados germanos, aumentando el prestigio de Prusia y debilitando las posibles alianzas de Austria. Bismarck se sirvió de las tensiones políticas que germinaban entre ambos estados, y había impulsado el desarrollo industrial de Prusia para tornarla en un enemigo temible ante Austria. El objetivo era expulsar a los austriacos de la Confederación Germánica y descartar toda posible «unificación» en torno a la corona de Austria, por lo que en 1866 estalló la guerra austro-prusiana entre el Imperio austríaco y Prusia por el que esta última, que resultó vencedora, se convirtió en el Estado hegemónico de Alemania.

La unificación de Alemania bajo la dirección de Prusia, y supeditada al prusianismo, es el origen de un ultranacionalismo palingenético en el cual se alcanza un «renacimiento nacional», o palingenesia, bajo el mando de un líder carismático, como el canciller alemán Otto von Bismarck. En 1862, tras ser nombrado ministro-presidente de Prusia, emprendió una importante reforma militar que le permitió disponer de un poderoso ejército. Tras la victoria prusiana en la guerra con Austria consiguió la anexión de HesseFráncfortHannover y Nassau,​ lo que dio lugar a la creación de la Confederación Alemana del Norte, de la que fue nombrado canciller, tratando de evitar que los católicos austriacos y bávaros en el sur fueran una fuerza predominante en una Alemania prusiana principalmente protestante.

La política interior de Bismarck se apoyó en un régimen de poder autoritario, a pesar de la apariencia constitucional y del sufragio universal destinado a neutralizar a las clases medias. A propuesta del ideólogo Lorenz von Stein, se estableció durante la época de Bismarck el Estado social como una manera de evitar la revolución. Para Von Stein un Estado social sería un Estado que inicie una reforma a fin de mejorar la calidad de la vida de las clases «bajas», evitando así, en sus palabras, «el proceso de las clases que buscan ascender socialmente» (der soziale Prozeß der aufsteigenden Klassenbewegung). Lo anterior se lograría a través de una «monarquía social». Bismarck introdujo, motivado por un deseo de evitar el ascenso de los socialdemócratas, una serie de reformas que él llamó «cristianismo aplicado». Posteriormente se refirió al proyecto como «Socialismo de Estado» observando, proféticamente, que «es posible que todas nuestras políticas se deshagan cuando yo muera, pero el Socialismo de Estado perdurará» (Der Staatssozialismus paukt sich durch). Algunos se han referido al sistema bismarckiano como «revolución desde arriba«, «Reformismo de derecha» o «Estado de Bienestar Conservador».

La ruptura del equilibrio de poder que se había establecido en Europa en el Congreso de Viena de 1815, tras el rotundo éxito obtenido por Prusia en la guerra contra Austria, fue la causa fundamental de la guerra franco-prusiana. Después de la decisiva victoria de Sadowa, Bismarck se apresuró a extender el control prusiano a la mayor parte del norte de Alemania, incluyendo el territorio de Schleswig-Holstein, HannoverHesse-KasselNassau, y la ciudad de Fráncfort. Berlín estuvo a punto de conseguir el dominio de SajoniaHesse-DarmstadtMecklemburgo, los ducados de Turingia y las ciudades libres de HamburgoLubeca y Bremen, bajo la influencia de Prusia en la Confederación Alemana del Norte. De hecho, si no estalló inmediatamente la guerra fue únicamente porque Bismarck deseaba hacer que creciera el sentimiento nacional alemán y Napoleón III necesitaba tiempo para completar la reforma modernizadora en el ejército.

La Francia del Segundo Imperio aspiraba a ocupar una posición de máximo prestigio y poder en Europa. En 1870, París había completado una extensa labor de reestructuración urbana y modernización comenzada en 1852 por Georges Eugène Haussmann. El ejército francés había logrado una buena victoria entre 1854 y 1856 en la guerra de Crimea, mientras que en Italia el recuerdo de la intervención francesa en apoyo del Reino de Cerdeña-Piamonte y la clara victoria de la alianza italiana-francesa lograron, gracias a las buenas actuaciones del ejército, una huella indeleble en el poder militar bonapartista. Sin embargo, la posición de Francia en Europa, se vio socavada por la creciente influencia de Prusia. A pesar de los problemas políticos internos, la Francia de 1870 había consolidado su posición militar y se veía capaz de lidiar con el conflicto con Prusia. Las presiones del nacionalismo, un gobierno formado por ministros antiprusianos, el desastre de la segunda intervención francesa en México y la imposibilidad de lograr mediante la diplomacia el consenso en el país, permitieron acercarse inexorablemente hacia la guerra.

El detonante final de la crisis fue la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, para acceder al trono español, vacante tras el destronamiento de Isabel II mediante la Revolución de 1868. A finales de 1869, el entonces presidente del Consejo de Ministros español, el general Juan Prim propone la candidatura del príncipe Leopoldo, que favorecía a Prusia que adquiría de tal modo una gran ventaja estratégica sobre Francia. Por tal motivo, Napoleón III, presionado por la opinión pública, maniobró para impedir que Leopoldo se sentara en el trono español, logrando que el padre de este, Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen, renunciara públicamente en nombre de su hijo.

A pesar de dicha renuncia, el Estado francés consideró insuficiente las garantías verbales dadas por Carlos y ordenó desplazar un embajador a Bad Ems, donde se encontraba veraneando el rey de Prusia Guillermo I, para lograr una renuncia pública por escrito de Leopoldo a esta candidatura. Este encuentro daría pie al famoso incidente del telegrama de Ems, que Napoleón III tomaría como pretexto para iniciar la guerra.

El Estado Mayor francés planeó avanzar hacia el este lo más rápido que pudiera e iniciar las hostilidades en territorio alemán. Ya en los primeros días de agosto de 1870, el ejército francés, considerado como uno de los mejores de Europa, comenzó a sufrir serios reveses. Batalla tras batalla, los franceses se veían forzados a introducirse cada vez más en su país. Tras unas pocas semanas, el ejército alemán luchaba en pleno territorio enemigo. Aunque las fuerzas alemanas tuvieron éxito ante el ejército francés, se habían formado filas de partisanos franceses tras las líneas de la batalla que atacaron las rutas alemanas de abastecimiento. Los partisanos eran una amenaza impredecible y constante para las tropas alemanas.

Tras las numerosas derrotas que había sufrido en las primeras semanas de guerra, el ejército francés se retiró a Sedán (en el norte de Francia) para ganar algo de espacio. Pero las fuerzas alemanas le perseguían incesantemente y rodearon al ejército francés por todas partes. La batalla de Gravelotte terminó con una gran victoria estratégica prusiana a pesar de las dificultades, los errores tácticos y las grandes pérdidas humanas causadas por el fuego mortal de las armas francesas. La batalla de Sedán se libró entre el 1 y 2 de septiembre de 1870. El resultado fue la captura del emperador Napoleón III junto con su ejército y decidió en la práctica la guerra en favor de Prusia y sus aliados, si bien la lucha continuó.

 La rendición de Napoleón III no puso fin a la guerra, pues cuando la noticia llegó a París, un levantamiento popular daría pie a la proclamación de la Tercera República, la cual nombró un Gobierno de Defensa Nacional presidido por el general Louis Jules Trochu y del que formarían parte destacadas figuras políticas de los años siguientes, como Jules Ferry o Léon Gambetta. Bismarck esperaba lograr una rendición rápida, pero no existiendo una autoridad legítima con la que negociar (el emperador estaba prisionero, la emperatriz Eugenia de Montijo exiliada y el Gobierno así formado no tenía mandato electoral alguno), ordenó a sus tropas que sitiaran la capital francesa. Para el día 20 de septiembre, el cerco era una realidad.

Entretanto, el nuevo Gobierno de Defensa Nacional, que inicialmente estaba dispuesto a una rendición a cambio de algunas colonias y reparaciones de guerra, al oír las durísimas condiciones que exigía el canciller germano para la rendición (exigía la entrega de AlsaciaLorena y diversas fortificaciones fronterizas), optó por continuar la guerra a toda costa. Ante los constantes reveses sufridos por las nuevas tropas, y ante la dureza del sitio de París el Gobierno de Defensa Nacional aceptó (en contra de los deseos de la población) negociar un armisticio en Versalles, para el que se envió al ministro de Asuntos Exteriores Jules Favre. Bismarck aceptó únicamente levantar el sitio a cambio de la entrega de varias fortalezas que eran claves en la defensa de París. El presidente Trochu dimitió, Gambetta intentó resistirse, pero tras un estrepitoso fracaso en Orléans, se rindió también.

Mientras París sufría el asedio, aún hubo de presenciar la Proclamación del Imperio alemán en el Palacio de Versalles. La ceremonia fue oficiada el 18 de enero, sufriendo de esa forma el orgullo francés un nuevo golpe. El 28 de enero se firmó un armisticio, que entraría en vigor al día siguiente, mientras el nuevo Gobierno francés encabezado por Adolphe Thiers negociaba un tratado de paz definitivo. Por el Tratado de Fráncfort, Bismarck impuso una dura paz a Francia: le fueron arrebatadas las provincias de Alsacia y Lorena, ricas en minas de carbón y de hierro, además de imponérsele el pago de grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra.

Los estados del sur de Alemania —BadenHesse-Darmstadt, con sus territorios al sur de la línea principal, Württemberg y Baviera— se habían unido a la «Confederación Alemana» dominada por Prusia el 1 de enero de 1871.​ El mismo día, entró en vigor la nueva Constitución de la Confederación Alemana, extendiendo significativamente las tierras alemanas federales al recién creado Imperio alemán.  El día de la fundación del Imperio alemán, el 18 de enero, se convirtió en un día de celebración, marcando cuando el rey prusiano Guillermo I fue proclamado emperador alemán en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles.

El general Moltke recibió órdenes de Bismarck de dejar una guarnición prusiana en París, pero retirar la mayor parte de sus tropas a posiciones de fácil defensa cercanas a la ciudad. En paralelo, quedó acuartelada allí la llamada Guardia Nacional, que había sido encargada de asegurar la defensa de la capital durante el asedio prusiano. La Guardia Nacional, formada en su mayoría por individuos de las clases populares y miembros de la pequeña burguesía, mantuvo un gran resentimiento contra el Gobierno de Defensa Nacional, que no pudo impedir la rendición de la ciudad de París. Debido a que París no aceptaba rendirse, la nueva Asamblea Nacional y el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers, prefirieron instalarse en Versalles y desde ahí doblegar a la población rebelde. El vacío de poder en París provocó que la Guardia Nacional se hiciera de forma efectiva con el poder, a fin de asegurar la continuidad del funcionamiento de la administración de la ciudad. Se beneficiaron del apoyo y de la participación activa de la población obrera descontenta, del radicalismo político muy extendido en la capital, que exigía una república democrática, y de la oposición a la más que probable restauración de la monarquía borbónica

Al intentar el gobierno arrebatarles el control de las baterías de cañones que habían sido compradas por los parisinos por suscripción popular para defender la ciudad, estos se alzaron en armas. Soldados de la Guardia Nacional asesinaron a dos generales del ejército francés, y estalló un movimiento insurreccional que del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, gobernó brevemente la ciudad de París, instaurando el primer gobierno de la clase obrera del mundo cuyo espíritu era el socialismo autogestionario y que es conocido como la Comuna de París. Ante esta rebelión, Thiers ordenó a los empleados de la administración evacuar la capital, y la Guardia Nacional convocó elecciones para el consejo municipal, que fue copado por radicales republicanos y socialistas. La Comuna (el término commune designaba entonces y aún designa al ayuntamiento en francés) se negó a aceptar la autoridad del gobierno francés y gobernó durante 60 días promulgando una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra.

La Comuna fue asaltada desde el 2 de abril por las fuerzas del gobierno, salido de una Asamblea Nacional con una amplia mayoría monárquica (dividida entre legitimistas y orleanistas) seguida de los republicanos conservadores. La ciudad fue bombardeada de manera constante, y la ventaja del gobierno era tal que desde mediados de abril negaron la posibilidad de negociaciones. La resistencia más acérrima llegó en los distritos de clase trabajadora del este, donde la lucha continuó durante ocho días de combates callejeros (La Semaine sanglante, la semana sangrienta). Durante el asalto, las tropas del gobierno fueron responsables de la matanza de miles de ciudadanos desarmados: se disparó a los prisioneros que estaban fuera de control y convirtieron las ejecuciones múltiples en algo común.

Las represalias se llevaron a cabo contra prácticamente toda la población. Se declaró un crimen haber apoyado a la Comuna en cualquier modo, de lo que se podía acusar —y se acusó— a miles de personas. Más de 20.000 parisinos, comuneros, fueron fusilados masivamente (de diez en diez) en lo que ahora se llama «El Muro de los Comuneros» en el Cementerio de Père-Lachaise mientras que otros miles de personas fueron llevados a Versalles u otras localidades en las afueras de París, para ser juzgados. El gobierno arrestó a aproximadamente a 40.000 personas y las persecuciones siguieron hasta 1874. Internados en campos de concentración, muchos fueron juzgados y condenados a muerte, aunque otros muchos fueron ejecutados sumariamente; otros fueron condenados a trabajos forzados o encarcelados en fortalezas penitenciarias en territorio francés; otros más fueron deportados temporalmente o de por vida a unos penales situados en islas francesas del Pacífico: unas 7000 personas fueron deportadas a penales improvisados en Nueva Caledonia,​ como fue el caso de la maestra anarquista Louise Michel. París estuvo bajo la ley marcial durante cinco años.

Tras la derrota de la Comuna de París la mayoría monarquista concibió las instituciones republicanas como un Estado transitorio. El movimiento realista dominó la legislatura, creando la paradoja de una república gobernada por anti-republicanos. Los diputados realistas apoyaron a Patrice de Mac-Mahon, un monarquista declarado del partido legitimista, como presidente de la República. Estaba previsto que su mandato durara siete años, el tiempo necesario para encontrar un compromiso entre las dos familias realistas rivales.

En 1873, un plan para reponer en el trono a Enrique conde de Chambord, cabeza de la rama borbónica apoyada por los legitimistas, fracasó debido a la intransigencia del Conde, que rechazó este plan por el «manifiesto de la bandera blanca»,en el que explicaba que en ningún caso abandonaría la bandera blanca, símbolo de la monarquía (junto con la flor de lis), a cambio de la bandera tricolor republicana. Entonces, la decisión de Chambord frustró las esperanzas de una rápida restauración de la monarquía.

Enrique de Artois, Conde de Chambord

Aunque el Reino de Italia fue proclamado en 1861 con la coronación de Víctor Manuel II como Rey de Italia, la unificación italiana sin embargo no se había completado. Tras la tercera guerra de la Independencia italiana Italia consiguió anexionarse el VénetoMantua, pero los irredentistas italianos no estaban satisfechos con el resultado: reclamaron que aún faltaba anexionar al reino italiano la ciudad de Roma, el Trentino, el Tirol del Sur (el Alto Adige), y Trieste. Giuseppe Garibaldi, después de la fundación del Reino de Italia, prosiguió incansablemente sus actividades militares en busca de completar la unidad de Italia ( durante la segunda guerra de la Independencia italiana logró la anexión del Reino de las Dos Sicilias al Piamonte. En dicho reino Francisco II de Nápoles ejercía una monarquía absoluta. Los movimientos separatistas en Sicilia fueron el caldo de cultivo para la expedición de los mil Camisas rojas, auspiciada por Cavour ).

Durante la guerra franco-prusiana Napoleón III llamó para la guerra a la guarnición que defendía de un posible ataque italiano a los Estados Pontificios. Numerosas manifestaciones públicas demandaban que el gobierno italiano tomara Roma. El gobierno italiano no inició ninguna acción bélica directa hasta el derrumbamiento del Segundo Imperio francés, en la batalla de Sedán. Tras oponer una resistencia más que simbólica, el papa, que quería mantener el poder terrenal de la Iglesia, se declaró prisionero en el Vaticano. Además, conociendo su influencia, prohibió a todos los católicos italianos votar en las elecciones del nuevo reino. El 20 de septiembre de 1870 los Bersaglieri marcharon por la Vía Pía, y, tras un plebiscito, Roma y el Lacio se unieron al reino de Italia.

Algunas regiones y provincias, como Trentino, Alto Adigio, Trieste, Istria y las ciudades entonces de mayoría italiana de Ragusa y Zara en Dalmacia, aún continuaban bajo dominio austriaco, por lo que fueron denominadas tierras irredentas (tierras no liberadas). En estos lugares surgió un movimiento de carácter nacionalista que buscaba su incorporación a Italia, como vimos en la entrada anterior. Este movimiento, a favor de unificar al Reino de Italia la llamada Italia irredenta, estaba extendido también a las áreas «francesas» de Niza y Córcega, y al archipiélago de Malta, entonces bajo soberanía británica.

El irredentismo italiano surge en el contexto de un debilitamiento del Imperio austríaco, a consecuencia de su derrota en la guerra austro-prusiana. Esto favorece los movimientos nacionalistas de los distintos pueblos que formaban el Imperio, en especial de los húngaros que ya habían protagonizado diversas revoluciones contra el centralismo de los Habsburgo. Esta situación llevó a la formalización política del Compromiso Austrohúngaro por lo que el país se transformaba en una monarquía dual con dos Estados confederados bajo la casa de Habsburgo, el Imperio austrohúngaro.

Cisleitania era el nombre de la parte austríaca del Imperio austrohúngaro. Las tierras de Cisleitania siguieron constituyendo el Imperio austríaco. Su nombre oficial era «Die im Reichsrat vertretenen Königreiche und Länder» («Los reinos y países representados en el Consejo Imperial»). El nombre latino Cisleitania se deriva del río Leita (Lajta), y se le aplica por encontrarse en su mayor parte al oeste del río. Cisleitania tenía por capital Viena. En un principio cada territorio de la Corona tenía una asamblea regional, el Landtag, que enviaba representantes a las cuatro curias del Reichsrat. El Reichsrat era escenario de la pugna nacionalista entre los alemanes y los eslavos del Imperio, especialmente los checos.

  

Como una oposición efectiva contra el imperialismo de Austria, y con el objetivo de promover la unión cultural, religiosa y política, así como la mutua cooperación, entre todos los países eslavos de Europa surge el paneslavismo, contemporáneo de otros movimientos nacionalistas, como el pangermanismo y el panescandinavismo. Paulatinamente, el Imperio austrohúngaro combatió el paneslavismo dentro de sus dominios, al considerarlo una amenaza contra sus intereses estratégicos y políticos. El Imperio ruso mostró cierto interés en promover el paneslavismo, pero el gobierno austriaco acusó permanentemente a Rusia de emplear dicha doctrina solo como pretexto para su propio expansionismo, en detrimento de Austria, alcanzando esta tensión su punto más álgido durante la guerra ruso-turca de 1877. Por su parte, la oposición total de Rusia a conceder alguna clase de autonomía al sector de Polonia que dominaba tras las particiones de dicho país, causó que el paneslavismo fuese rechazado por la mayor parte de la opinión pública polaca (que igualaba el paneslavismo con la «rusificación«).

Transleitania  fue el nombre de la parte húngara del Imperio austrohúngaro. Las tierras transleitanas también se denominaron Territorios de la Corona de San Esteban y, en terminología medieval, Archiregnum Hungaricum («Alto Reino de Hungría»). El nombre se le aplica por encontrarse en su mayor parte al este del río Leita, por contraste con Cisleitania. Transleitania se componía del Reino de Hungría (Magyar Királyság), que incluía la región autónoma de Croacia-Eslavonia (Horvát-Szlavónia Királyság), y el puerto franco de Rijeka (Fiume). Tras alcanzar el gobierno en 1875, la negociación del concierto económico entre las dos partes del Imperio, que resultó más desfavorable que el original para Hungría, le hizo a Colomán Tisza entender la necesidad de promover el desarrollo industrial húngaro para poder tratar en igualdad con Austria, en aquel momento más desarrollada. El desarrollo industrial entre 1848 y 1867 había sido lento. La eliminación de las fronteras internas en 1850 favoreció, no obstante, la aceleración del proceso, tanto por el desarrollo agrícola como por el de las comunicaciones (las líneas férreas crecieron de 178 km en 1850 a 2200 en 1867).

A la defensa de los intereses de la aristocracia magiar en el campo, que Tisza consideraba esencial, se unió la infracción de la ley de nacionalidades de 1868, que garantizaba en teoría los derechos culturales y educativos de las minorías, que el Gobierno se empeñó en reducir poco a poco. Durante el gobierno de Tisza, se extendió el uso del magiar con la intención de favorecer el número de magiares en el territorio en el que a duras penas alcanzaban la mitad de la población. Al reforzamiento del ideal de la nobleza magiar, nacionalista, se enfrentó cada vez más el nacionalismo de las minorías, que medró.​ La nobleza reaccionó con dureza a esta nueva oposición, favoreciendo la asimilación. Entre las medidas de magiarización de las minorías, destacó la Ley 18 de 1879, que extendía el aprendizaje del húngaro a las escuelas primarias, mientras que se trataba de aplicar también en las instituciones de educación superior y en la administración.

Según el Compromiso ( Ausgleich ), Austria y Hungría tendrían parlamentos separados (el Consejo Imperial y la Dieta de Hungría) que aprobaron y mantuvieron leyes separadas. Cada región tenía su propio gobierno, encabezado por su propio primer ministro. La «monarquía común» estaba formada por el rey emperador y los ministros comunes de asuntos exteriores, defensa y finanzas en Viena. El compromiso confirmó la relación histórica entre Croacia y Eslavonia, de ocho siglos de antigüedad, con Hungría y perpetuó la división de las tierras croatas, ya que tanto Dalmacia como Istria permanecieron bajo la administración austriaca (como Reino de Dalmacia y Margraviato de Istria).

Con la insistencia de Francisco José, Hungría y Croacia alcanzaron un acuerdo (o Nagodba en croata) en 1868, otorgando a los croatas un estatus especial en Hungría. El acuerdo otorgó a los croatas autonomía sobre sus asuntos internos. El Ban (Virrey o gobernador) croata ahora sería nominado por el gobierno conjunto croata-húngaro liderado por el primer ministro húngaro, y nombrado por el rey. Las áreas de interés «común» para los húngaros y croatas incluían finanzas, asuntos cambiarios, política comercial, la oficina de correos y el ferrocarril. El croata se convirtió en el idioma oficial del gobierno de Croacia y los representantes croatas, que discutían asuntos «comunes» antes de que la dieta croata-húngara pudieran hablar croata. Un Ministerio de Asuntos croatas fue creado dentro del gobierno húngaro. El espíritu nacional croata resurgió en oposición a la germanización y la magiarización.

Sesión del parlamento

Con el estallido de la guerra ruso-turca de 1877,  el imperio austrohúngaro decidió comenzar a intervenir asiduamente en los Balcanes. Rusia (príncipe Gorchakov) y Austrohungría (conde Andrássy) firmaron el acuerdo secreto de Reichstadt el 8 de julio, por el que se dividiría la península balcánica dependiendo del resultado de la guerra. La oposición directa a los intereses rusos en los Balcanes llevó a Francisco José a aliarse con Alemania para intentar lograr un equilibrio político y militar que era vital para sus intereses.

El Imperio ruso siempre intento explotar los sentimientos paneslavos de los pueblos que se encontraban dentro del Imperio otomano para su propio interés, y promovía la idea de que el zar era el líder natural de los pueblos eslavos. Este sentimiento de apego, admiración, o afinidad, hacia los pueblos eslavos o eslavofilismo surgió de la división de la llamada «intelligentsia rusa» en el siglo XIX. Sus principales fundamentos se basaban en la idea de que el racionalismo grecolatino había contaminado con su apego a las leyes al cristianismo occidental, todo lo contrario a lo ocurrido en la Rusia ortodoxa. Sus principales ideólogos fueron Iván KiréievskiKonstantín Aksákov y Yuri Samarin. Ivan Kireyevsky fue el más radical en sus posturas, implorando siempre la conveniencia de permanecer fieles a los ideales, creencias y cultura eslavos, que se identificaban con la religión ortodoxa, en contraposición a las demás etnias, así como para justificarse en las guerras contra el Imperio Otomano. 

De estos ideales surgió un paneslavismo que se reflejó en la obra de Nikolái Danilevski «Rusia y Europa» de 1869. Sus afirmaciones idealizaban el cristianismo ortodoxo previo a Pedro el Grande. Los eslavófilos, opuestos a los occidentalistas, consideraban que la solución de los problemas de Rusia estaba en la vuelta a la auténtica tradición pre-petrista y a la ortodoxia. Idealizaban el pasado ruso antes de la apertura a occidente, donde el aislamiento geográfico habría creado una Rusia armónica, sin privilegios, con autoridad pero sin abusos, ponían el futuro en manos del campesinado redimido, donde Moscú era el faro de la regeneración del mundo. Fiódor Dostoyevski llevó estos ideales a la más pura de sus expresiones en sus múltiple obras. Todo esto envuelto en un halo mesiánico que pretendía la pureza religiosa rusa.

Sin embargo, dentro del Imperio ruso, el eslavofilismo y el paneslavismo contrastaban con los sentimientos nacionalistas polacos, expresados en el levantamiento de Enero de 1863 contra el poder zarista, y con el nacionalismo ucraniano, que remontaba la idea de un pueblo ucraniano unido a la rebelión cosaca contra la república de las dos naciones que formó el Hetmanato cosaco en 1648. Las ideas de tener una Ucrania independiente y soberana, en el siglo XIX, fueron expresadas por el poeta ucraniano Tarás Shevchenko, que utilizó la poesía para inspirar el renacimiento cultural del pueblo ucraniano.

Tarás Shevchenko a mediados del siglo xix.

 En 1875 había comenzado una revuelta en Bosnia y Herzegovina contra el dominio otomano y varios voluntarios rusos se unieron a los serbios contra los turcos en aras de una guerra de liberación. Se extendió en primavera de 1876 a Bulgaria donde la represión fue inmediata y salvaje. Entonces, en 1876 Serbia y Montenegro declararon la guerra al Imperio otomano, pero el general ruso Mihail Grigorievich Chernaiev, quien dirigía el ejército aliado, fue derrotado,  lo que no fue impedimento para que comenzase una sublevación de cristianos ortodoxos en Bulgaria que fue sangrientamente reprimida por los turcos. La prensa difundió por toda Europa la crueldad de la represión y el Imperio ruso comenzó la movilización de sus tropas. William Gladstone dio comienzo a una campaña para que el gobierno conservador no prestara ayuda al Imperio otomano.

Como resultado, en la Conferencia de Constantinopla, que se celebró en diciembre de 1876 sin representación otomana, las grandes potencias debatieron las fronteras de las futuras provincias autónomas búlgaras dentro del Imperio otomano, entre otras reformas. Las repetidas negativas otomanas a aceptar las exigencias de las potencias precipitó el estallido de la guerra ruso-otomana. La consecuencia de la guerra fue la firma del Tratado de San Stefano el 3 de marzo de 1878, por el cual el Imperio otomano reconocía la independencia de una gran Bulgaria. Alarmadas por la extensión del poder ruso en los Balcanes, las grandes potencias modificaron el tratado en el Congreso de Berlín. Las conclusiones del congreso se plasmaron en el Tratado de Berlín del 13 de julio de 1878. En virtud de este se reconoció la independencia de Serbia, Rumanía y Montenegro, Austria-Hungría obtuvo el dominio de Bosnia-Herzegovina y del Sanjacado de Novi Pazar, el Reino Unido, Chipre, y Rusia, Besarabia.

Después de 1878, los nacionalistas serbios emergieron junto a algunos de los yugoslavistas y emularon el liderazgo del Piamonte en el Risorgimento italiano, al afirmar que Serbia no sólo buscaba unir a todos los serbios en un estado, sino que Serbia pretendía ser una «Piamonte sudeslava» que uniría a todos los eslavos del sur en un estado conocido como Yugoslavia. Los orígenes del nacionalismo serbio pueden rastrearse hasta 1804 con la primera insurrección serbia.

Sin embargo, los nacionalistas serbios citan para el origen del movimiento el final de la Batalla de Kosovo el Día de San Vito en 1389 entre la Serbia del Morava y el Imperio Otomano, tras lo que se ha dado un importante y gran valor patriótico a dicha fecha, y que dicha batalla y fecha son el aliciente mayor del nacionalismo serbio. El lingüista serbio Vuk Stefanović Karadžić es comúnmente considerado el padre del nacionalismo serbio. Ilija Garašanin fue un proponente temprano del nacionalismo serbio, además de un ideólogo de la Gran Serbia -una gran patria para los serbios que abarca muchas regiones donde habitan serbios en los Balcanes- como antecedente del paneslavismo y de la propia Yugoslavia como idea política.

Los nacionalistas serbios siempre apoyaron la idea de una Yugoslavia centralizada que preservara la unidad de los serbios y rechazara los esfuerzos de los otros pueblos eslavos por la descentralización del estado. Los nacionalistas croatas se interesaron en el yugoslavismo como medio para lograr la unificación de las tierras croatas en oposición a su división bajo Austria-Hungría, en particular con el líder yugoslavista Josip Juraj Strossmayer, quien consideró esto alcanzable dentro de una monarquía yugoslava federalizada. Esta división interna astillaría el movimiento yugoslavista. Los yugoslavistas afirman que la brecha entre facciones, las diferencias y los conflictos entre los pueblos yugoslavos son el resultado del imperialismo extranjero en la historia de los Balcanes.

El nacionalismo bosnio estuvo fuertemente favorecido por el mandato austrohúngaro en Bosnia bajo la figura de Benjamin Kallay; quien promocionó la figura de un estado-nación multi-confesional para Bosnia, agrupando a los musulmanes, católicos y ortodoxos, con la finalidad de fortalecer la integridad territorial y crear una conciencia de estado para Bosnia-Herzegovina, la cual sería como una amenaza para el irredentismo serbio y croata vecinos. Sin embargo, posteriores esfuerzos hechos para expandir el nacionalismo y la identidad Bosnia, que remite sus orígenes hasta el Reino de Bosnia medieval y el Valiato de Bosnia, fallaron por diversas causas, entre las que se encuentra el deseo nacionalista de los bosnios musulmanes, que rememoraban la insurrección dirigida por el capitán Husein Gradaščević, en 1831. 

Cuadro de un mercado en Sarajevo. Václav Příhoda.

La guerra ruso-turca de 1877–1878 dejó al imperio otomano desecho, y sin ninguna alternativa para retener su ya decadente control, lo que dejó a los pueblos bajo su control con una muy favorable y en una muy decisiva situación para acabar con el poco poder otomano en los Balcanes principalmente, dejándole reducidos los dominios del imperio allí a tan solo las posesiones que retenía muy débilmente en Macedonia y en las tierras habitadas por los albaneses. Los albaneses, luego de la derrota otomana, temieron que tras la caída de la predominancia otomana allí, verían sus territorios tradicionales caer en las manos de MontenegroSerbiaBulgaria y Grecia. Este final le dio el impulso necesario al nacionalismo en Albania.

El surgimiento del nacionalismo, en la parte occidental del Imperio otomano, eventualmente causó la caída del dominio de los turcos otomanos y su concepto del millet. El Imperio otomano, aparte de ser  un Estado multiétnico, era multi-confesional, y en el convivían diversas minorías religiosas a las cuales  se les permitió gobernarse a sí mismos bajo su propio sistema dentro del sistema musulmán predominante. Las comunidades se autoorganizaban y gobernaban y sus más altos representantes mostraban obediencia al sultán. Después de las reformas otomanas Tanzimat (1839-1876) el término millet fue utilizado para referirse a grupos religiosos minoritarios legalmente protegidos, siendo un ejemplo de pluralismo religioso.

Entre las minorías religiosas que habitaban en el territorio del Imperio otomano vivieron varios miles de judíos. Los judíos, junto con los cristianos y los zoroastristas , típicamente tenían el estatuto jurídico de dhimmi (minoría protegida), generalmente aplicados a minorías no musulmanas. Los judíos generalmente se veían como un grupo religioso (no una raza separada). Según el Corán y el hadiz, los dhimmis deben pagar el impuesto de yizia como señal de sumisión.

Tras la aprobación del Edicto de Granada por parte de los Reyes Católicos, hubo una emigración masiva hacia tierras que habían sido conquistadas por los turcos otomanos. El sultán Beyazid II envió a Kemal Reis a rescatar a los sefardíes de la Inquisición en 1492, y les concedió el permiso para establecerse en su Imperio. Los sefardíes encontraron en el Imperio Otomano «una segunda patria en la que, sometidos a vejaciones y a una fuerte presión fiscal, menospreciados por los turcos, pudieron, sin embargo, seguir practicando su religión, dada la tolerancia de los turcos en materia de creencias…» . En la ciudad griega de Salónica se instaló una de las mayores comunidades judías.

Pareja de judíos otomanos, finales del siglo XIX.

La independencia de varios países balcánicos tensó las relaciones entre judíos y cristianos, debido al antijudaísmo cristiano, aumentando la discriminación y la hostilidad de los cristianos y de sus iglesias hacia los judíos, basada fundamentalmente en argumentos religiosos, y alimentada de los mitos y libelos antijudíos elaborados durante los siglos anteriores. Algunos alegatos antijudíos o falsas acusaciones, se remontan al nacimiento del cristianismo, como la alegación de que los judíos son responsables colectivamente de la crucifixión de Jesús. En la Europa medieval, el alcance de estos alegatos se amplió y se convirtió en la base de las persecuciones regulares y las expulsiones formales de los judíos en Inglaterra, Francia, Alemania, España y Portugal. Durante esta época, se creía que los judíos causaban epidemias como la peste negra envenenando los pozos. También se acusaba a los judíos de consumir ritualmente la sangre de los cristianos.

Como consecuencia de las sucesivas expulsiones, vivían pocos judíos en Europa occidental. Alejandro I Jagellón, que había expulsado a los judíos del Gran Ducado de Lituania, cambió de punto de vista en 1503, pasando a promover la inmigración judía hacia una Polonia mucho más tolerante. De esta manera Polonia pasó a ser un refugio seguro para los exiliados del oeste de Europa, y el incremento resultante de la comunidad judía del país convirtió a Polonia en el centro cultural y espiritual del pueblo Judío. Salvo episodios antijudíos esporádicos en el siglo XVII, como el levantamiento cosaco comandado por Bohdan Khmelnytsky, o la invasión por el Imperio sueco en una época que sería después conocida como «El Diluvio», Polonia continuó siendo el centro espiritual del judaísmo en aquella época. Tras las particiones de Polonia en el siglo XVIII, la población judía quedó repartida entre Prusia, Austria y Rusia.

Las reformas de Federico II de Prusia y de los emperadores de Austria José II y María Teresa atrajeron contingentes judíos a zonas empobrecidas de sus reinos. El Schutzjude era un estatus para los judíos alemanes otorgado por las cortes imperial, principesca o real. Los judíos alemanes, que identificaron las tierras que habitaban con el nombre de la tierra de Askenaz, y de ahí su denominación de askenazíes, hablaban un dialecto germánico cercano al alsaciano: el yídish, que se convertirá en la lengua de todos los judíos de la Europa Central.

A partir de 1791, por iniciativa de Catalina la Grande, los judíos del imperio ruso fueron obligados a residir en las provincias de la así llamada Zona de Asentamiento, donde formaron una novena parte de la población. La Zona incluía gran parte de la antigua Polonia aunque excluía zonas donde anteriormente había habitantes judíos. Al principio la política rusa hacia los judíos de la Zona fue vacilante, alternando duras leyes en su contra con políticas más tolerantes. Se proponía que se permitiese que los judíos asistiesen a escuelas laicas e incluso que pudiesen poseer tierras, pero en cambio restringía su acceso a Rusia, no solo prohibiendo que se instalasen en esos territorios, sino incluso dificultando su entrada en ellos aunque fuese de forma temporal. Pese a que los judíos fueron poco a poco adquiriendo nuevos derechos, sobre todo tras la reforma de emancipación de 1861, todavía se les sometía a restricciones en lo que respecta a derechos de propiedad y en el acceso a ciertos empleos.

El adjetivo semítico fue acuñado por el orientalista alemán August Ludwig von Schlözer en el tomo VIII del Repertorium für biblische und morgenländische Literatur de J. G. Eichhorn, publicado en 1781. Pero Schlözer no hace referencia a una raza —concepto que había aparecido cincuenta años antes por obra del francés Henri de Boulainvilliers que pretendía demostrar la superioridad de la «raza» franca o germánica sobre la raza galorromana— sino a un grupo de lenguas llamadas semíticas –el arameo, el hebreo y el árabe, entre otras–, que serían las que hablan los descendientes del hijo de NoéSem, padre de Abraham y antepasado de Eber —los hebreos—, así como de Yoqtan, antecesor de varios pueblos de Arabia. Esta acepción de la palabra semítico fue usada en el siglo XIX, por otros lingüistas como el alemán Max Müller, catedrático en la Universidad de Oxford entre 1850 y 1876, que siguió distinguiendo dos tipos de lenguas: la semítica y la «aria», vocablo que utilizó en lugar del término indoeuropeo, que fue el que acabaría imponiéndose. Pero en ningún momento estos autores identificaron grupos lingüísticos con grupos étnicos o «razas».

Sin embargo, a mediados del siglo XIX se empieza a pasar del concepto lingüístico al racial, es decir, de la noción de lenguas semíticas al de «raza» semita opuesta a la «raza» indoeuropea o aria, todo ello ligado al nacimiento del racismo. Entre 1853 y 1855 el francés Arthur de Gobineau publica su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas que es el libro que inaugura el racismo y en 1855 el también francés Ernest Renan publica en París Histoire générale et système comparé des langues sémitiques, en el que afirma que los pueblos semitas son inferiores a los pueblos arios, por lo que aboga por depurar el cristianismo de todos sus elementos semíticos.​ Así pues, semita se empezó a utilizar a mediados del siglo XIX para designar a los pueblos hablantes de las lenguas semíticas y sus realizaciones culturales. Pese a carecer de toda base étnica, y al igual que sucedió con el término ario, la voz semita se transfirió de su significado lingüístico original a un nuevo significado racial.

El término antisemitismo aparece poco después, en 1873, por obra del periodista alemán Wilhelm Marr. Lo utiliza para descalificar a los judíos, definidos como un grupo étnico, como una «raza», no como los seguidores de una determinada religión, por lo que para Marr y para todos los antisemitas posteriores los judíos seguían siendo judíos aunque se convirtieran al cristianismo, lo que diferenciaba el antisemitismo del antijudaísmo tradicional defendido por el cristianismo desde sus comienzos —un judío convertido al cristianismo dejaba de ser judío y pasaba a ser cristiano—.

Como han destacado muchos autores, recurrir a la palabra «antisemitismo» para designar el rechazo racial a los judíos «no deja de presentar una contradicción interna: el antisemitismo viene dirigido únicamente contra los judíos, cuando, en rigor, tan semitas son los árabes como los judíos». ( Pierre-André Taguieff propone englobar todas las manifestaciones de hostilidad, aversión y odio hacia los judíos que se han producido a lo largo de la historia bajo el término de judeofobia ). Marr desarrolló el nuevo concepto de antisemitismo en su libro publicado en 1879 Zwanglose Antisemitische Hefte (y Wilhelm Scherer empleó ese mismo año el término Antisemiten en Neue Freie Presse), aunque lo utilizó por primera vez en un panfleto antisemita que exhortaba a la hostilidad contra los judíos desprovisto de toda connotación religiosa. El panfleto de Marr, publicado en Berna, tuvo mucho éxito (doce ediciones en el mismo año) y fundaría unos meses después la Liga de los antisemitas (Antisemitenliga).

Wilhelm Marr, creador del término «antisemitismo».

Las teorías sobre la superioridad racial se basaban en el darwinismo social, que aplicaba los conceptos biológicos de la selección natural y la supervivencia del más apto a la sociología, la economía y la política. El darwinismo social postula que los fuertes ven aumentar su riqueza y poder, mientras que los débiles van disminuir su riqueza y poder. Las distintas escuelas de pensamiento darwinista difieren en cuanto a qué grupos de personas son los fuertes y cuáles son los débiles, y también difieren en cuanto a los mecanismos precisos que premian la fuerza y castigan la debilidad. Muchos de estos puntos de vista hacen hincapié en la competencia entre individuos en el capitalismo de libre mercado (laissez faire), mientras que otros hacen hincapié en la lucha entre grupos nacionales o raciales, como se puede observar en la eugenesia, el racismo, el imperialismo, etc. La ideología del darwinismo social inspiró a los autores de genocidios.

Tras la publicación de El origen de las especies en 1859, una corriente de seguidores de Darwin, liderada por Sir John Lubbock, argumentó que la selección natural dejaba de tener efectos notables en los seres humanos una vez que se habían formado sociedades organizadas.​ Sin embargo, algunos académicos sostienen que la visión de Darwin cambió gradualmente y llegó a incorporar puntos de vista de otros teóricos como Herbert Spencer.​ Spencer publicó sus ideas evolutivas lamarckianas sobre la sociedad antes de que Darwin publicara su hipótesis en 1859,​ y tanto Spencer como Darwin promovieron sus propias concepciones de los valores morales. Spencer apoyaba el capitalismo del laissez-faire basándose en su creencia lamarckiana de que la lucha por la supervivencia estimulaba la superación personal que podía ser heredada.​

La eugenesia (del griego εὐγονική /eugoniké/, que significa ‘buen origen’: de εὖ /eu/ [‘bueno’], y γένος /guénos/ [‘origen’, ‘parentesco’]) es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos. El eugenismo pretendería el aumento de personas más fuertes, sanasinteligentes o de determinada etnia o grupo social para lo que promueve directa o indirectamente la no procreación de aquellos que no poseen esas cualidades llegando a considerar su aplicación como una ventaja en el ahorro de recursos económicos para los países. En este sentido estaría relacionado con el malthusianismo, el natalismo selectivo y el nacionalismo. El medio tradicional de selección genética, en plantas y animales, era la selección artificial (basada, aunque se desconocieran, en la Leyes de Mendel). Los métodos del eugenismo del siglo XIX y XX incluyen desde la esterilización forzada hasta el genocidio.

Durante los años 1860 y 1870, Sir Francis Galton sistematizó diversas ideas eugenésicas tras leer El Origen de las Especies de Charles Darwin (que era primo suyo). Tras leer El origen de las especies, Galton alegó que los mecanismos de la selección natural estaban siendo frustrados potencialmente por la civilización humana. En su razonamiento, Galton consideró que las muchas sociedades humanas buscaban proteger a los desfavorecidos y los débiles y dichas sociedades estaban «reñidas» con la selección natural responsable de la extinción de los más débiles. Él pensó que solo cambiando esas políticas sociales se podría «salvar» a la sociedad de una «reversión hacia la mediocridad», una frase que acuñó primero en la biometría estadística y que más tarde se cambió por la frase «regresión hacia la media». Galton concluyó que, de la misma forma que la selección artificial se podría usar para exagerar rasgos en otros animales, se podrían esperar resultados similares al aplicar estas prácticas en seres humanos.

La idea de «la supervivencia del más apto» se ha usado como fundamento de teorías discriminatorias que apelaban a la «supervivencia del más fuerte«. La idea ha implicado el maltrato o discriminación a los «débiles» como una medida eugenésica en favor de los más «fuertes» y fue interpretada por los países neoimperialistas y capitalistas desde fines del siglo XIX como «un precepto ético que autorizó la feroz competencia económica» y llevó a que el darwinismo social impulsara y justificara las ideologías de laissez-faire, de guerra y de racismo, estableciendo prácticas y normas en perjuicio de los considerados «débiles», como los casos de esterilización forzada o la prohibición de los matrimonios interraciales.

Los Estados Unidos fue el primer país en emprender concertadamente programas de esterilización forzosa con propósitos eugenésicos. Los propulsores de este programa eran ávidos creyentes en la eugenesia y defendieron frecuentemente este programa. Los objetivos principales del programa estadounidense fueron las personas con discapacidad mental y personas con problemas de salud mental; pero, bajo muchas leyes estatales, también se centraron en los sordosciegos, personas con epilepsia y físicamente deformes. Los amerindios y las mujeres afroamericanas fueron esterilizados contra su voluntad en muchos estados, a menudo sin su consentimiento, mientras estaban hospitalizadas por otras razones (por ejemplo, para dar a luz).​ Algunas esterilizaciones también tuvieron lugar en las prisiones y otras instituciones penales, fijando como objetivo la lucha contra la criminalidad, pero fueron una minoría relativa.

El movimiento eugenésico estadounidense se originó en las ideas deterministas biológicas de Sir Francis Galton, expuestas en los años 1880. Galton estudió las clases altas del Reino Unido y llegó a la conclusión que su posición social se debía a su configuración genética superior. Los primeros defensores de la eugenesia creían que la especie humana debía dirigir su propia evolución a través de la cría selectiva. Asimismo, tendieron a creer en la superioridad genética de los pueblos nórdicos y anglosajones; por lo que apoyaron leyes estrictas de inmigración y antimiscegenación y los programas de esterilización forzada de los pobres, discapacitados e «inmorales».

La eugenesia y las prácticas relacionadas con ella, como la esterilización forzosa, están influidas por el control de la población que, en relación con la población humana, las teorías demográficas han tratado de explicar. En este sentido Thomas Malthus, que está considerado como uno de los primeros demógrafos ( anteriores a Malthus fueron Johann Peter Süssmilch (1707-1767), a quien Malthus menciona en su libro, y John Graunt (1620-1674) ), publicó en 1798 el libro Ensayo sobre el principio de la población (An Essay on the Principle of Population), en el que desarrolla la influyente teoría de que la población crece más rápidamente que los recursos, conduciendo a una progresiva pobreza de la población. El trabajo de Malthus pretendía interpretar la desigualdad económica, la miseria y la pobreza de las masas trabajadoras bajo el capitalismo como una consecuencia práctica del crecimiento de la población y la escasez de recursos.

Malthus fue muy influyente en el pensamiento económico, político, social y científico. Influyó, a través de la novelista Harriet Martineau, en los biólogos evolucionistas, en particular en Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, para quienes el maltusianismo era una especie de trampolín intelectual a la idea de selección natural y a la teoría de la evolución. Para el malthusianismo el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética. Por esta razón, de no intervenir obstáculos represivos (hambre, guerras, pestes, etc.), el nacimiento de nuevos seres aumentaría la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción -lo que se ha denominado catástrofe malthusiana.

Como economista Malthus defendía la estabilidad a largo plazo de la economía por encima del corto plazo. Criticó las Poor Laws inglesas, que para Malthus suponían una liberación de la restricción moral y finalmente una carga innecesaria para el Estado en forma de ayudas a padres e hijos que suponían costes innecesarios. Malthus también realizó importantes aportes a la teoría del valor y su medida, así como a la teoría de las crisis y el subconsumo. Una de las ideas que preocupaba a Malthus era lo que él llamaba el “atascamiento general”, una situación en el que la oferta supera a la demanda, específicamente, cuando se da más producción en todos los campos productivos en comparación con los recursos que están disponibles para el consumo (adquisición) de dicha producción.

Gin Lane. William Hogarth.

Influenciado por el malthusianismo Arthur Schopenhauer en su ensayo «Los dolores del mundo«, planteó posturas antinatalistas. El antinatalismo es la posición filosóficapolítica o demográfica contraria a la reproducción y el nacimiento de nuevos seres humanos. El antinatalismo atribuye un valor negativo a la procreación. Para Schopenhauer «Si el acto de la procreación no fuera acompañado de deseo y de placer, y se basara en consideraciones puramente racionales, ¿existiría la raza humana hoy? Tendríamos compasión por las siguientes generaciones como para preferir ahorrarles la carga de la existencia o al menos para no arrojar sobre ellos esta carga a sangre fría».

Schopenhauer es el máximo representante del pesimismo filosófico, donde este es el peor de los mundos posibles. Rechazó la filosofía de Hegel, a la que él mismo se refirió peyorativamente y escribió polémicas drásticas contra Hegel, Schelling, Fichte e inicialmente contra Schleiermacher. En su trabajo más famoso, El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und Vorstellung), presenta un sistema filosófico que comprendía una sola «metafísica» como fundamento único de la realidad. La característica principal de todas las cosas, incluidos los seres humanos, es la «voluntad», la cual es ciega, irracional, absurda y fuente de inmensos sufrimientos en el mundo. Su filosofía culmina con el ideal budista del nirvana, serenidad absoluta, que aniquila la «voluntad de vivir». También recalcó la importancia de la contemplación estética en el arte y la compasión moral como medios de huida del sufrimiento.

Tanto el malthusianismo, como la eugenesia y el antinatalismo, sirvieron de excusa a las potencias mundiales para justificar su política de expansión colonial o neoimperialismo, que fue adoptada desde finales del siglo XIX. Se caracterizaba por una persecución sin precedentes de lo que ha sido denominado «el imperio por el imperio mismo», una agresiva competición por la adquisición de territorios de ultramar acompañada por la emergencia en los países colonizadores de doctrinas de superioridad racial que negaban la capacidad de los pueblos subyugados para gobernarse por ellos mismos. 

Como en 1880 la mayor parte de África todavía estaba sin ocupar por las potencias occidentales, ese continente se constituyó en el principal objetivo de la «nueva» expansión imperialista, dando lugar al llamado «reparto de África». Dicha expansión también tuvo lugar en otras áreas, notablemente en el Sureste Asiático y las regiones marítimas del Este de Asia, Japón se unió a las potencias europeas en el reparto territorial.

Comparación de África entre 1880 y 1913.

El canal de Suez, inicialmente construido por los franceses, se convirtió en un proyecto conjunto franco-británico en 1875, pues ambos lo consideraron vital para mantener su influencia e imperios en Asia. En 1882, las prolongadas perturbaciones en Egipto impulsaron a Gran Bretaña a intervenir, tendiendo una mano a Francia. El expansionista líder de Francia, Jules Ferry no desempeñaba ningún cargo, y el gobierno permitió a Gran Bretaña asumir el control efectivo de Egipto. La consecuencia más decisiva de la guerra anglo-egipcia, fue la ocupación británica de Egipto durante varias décadas, aunque el Imperio otomano retuvo la propiedad nominal hasta 1914. 

Francia estableció un protectorado sobre Túnez en 1881 (Tratado del Bardo). Poco a poco, el control francés se constituyó en la mayor parte del norte, oeste, y centro de África.  El explorador coronel Parfait-Louis Monteil viajó desde Senegal hasta el lago Chad, en 1890-1892, firmando tratados de amistad y protección con los gobernantes de varios de los países que cruzaba. Otro protectorado francés se estableció en la desembocadura del río Congo, y sus fronteras con CabindaKamerun, y el Estado Libre del Congo fueron establecidas por varios tratados a lo largo de los años posteriores.

La conferencia de Berlín celebrada entre 1884 y 1885, fue convocada por Portugal y Leopoldo II de Bélgica por sus intereses en el estuario del Congo, y organizada por el canciller de Alemania, Otto von Bismarck, con el fin de resolver los problemas que planteaba la expansión colonial en África y resolver su repartición por las grandes potencias Europeas. La conferencia se realizó debido a los celos y desconfianza con que estas potencias se movían en su expansión colonial de África y coincidió con la aparición del Imperio Alemán como potencia imperial. Las potencias se reasignaron África sin tener en cuenta las fronteras culturales y lingüísticas que ya se habían establecido.

Al final de la conferencia, África se dividió en 50 colonias diferentes. Los asistentes establecieron el control de cada una de estas colonias recién divididas. También planearon, sin comprometerse, poner fin a la trata de esclavos en África. Ningún país africano fue representado. Se intentó destruir la competencia entre potencias mediante el concepto de «uti possidetis iure« o de «ocupación efectiva» como criterio para el reconocimiento internacional de un reclamo territorial, especialmente en África . La imposición de este tipo de dominio directo hizo necesario el uso de las fuerzas armadas contra los Estados y los pueblos indígenas.

Bélgica, un Estado reciente que se había independizado de los Países Bajos en 1830, era en la segunda mitad del siglo XIX uno de los países más desarrollados de Europa, cuya prosperidad se basaba más en la industria que en el comercio. Carecía de colonias, y la opinión pública era fuertemente anticolonialista. Sin embargo, el rey de Bélgica, Leopoldo II, no era de la misma opinión que sus compatriotas. Desde antes de acceder al trono había mostrado un gran interés por la empresa colonial. Su modelo era la explotación neerlandesa de Java, a la que consideraba «una inagotable mina de oro».​ El rey centró su atención primero en Oriente, pero pronto se convenció de que no existía en Asia ningún lugar disponible que le permitiese hacer realidad sus fantasiosos proyectos.

Leopoldo, rey desde 1865, comenzó a interesarse por África en 1873, pero sus planes empezaron a concretarse en 1875. En agosto de ese año, el monarca asistió en París al congreso de la Asociación Geográfica francesa, lo cual le dio la idea de celebrar su propia conferencia en Bruselas. Al año siguiente, el 12 de septiembre, inauguró en el palacio real de Bruselas la reunión que sería conocida como Conferencia Geográfica de Bruselas, a la que asistieron geógrafos y exploradores de las principales naciones europeas. En el discurso con el que inauguró el congreso, Leopoldo planteó la necesidad de civilizar África Central. Para ello, se decidió crear bases de operaciones tanto en el este —en Zanzíbar— como en el oeste —la desembocadura del río Congo —; se establecieron las posibles rutas para la exploración del interior del continente; y se decidió crear una asociación internacional, la Asociación Internacional Africana (Association Internationale Africaine, AIA), que coordinaría las acciones de los distintos comités nacionales.

La AIA se constituyó el 14 de septiembre de 1876, con sede en Bruselas y bajo la presidencia de Leopoldo II. La asociación era, en apariencia, meramente filantrópica. Los comités nacionales, sin embargo, no tuvieron demasiado éxito, excepto en Francia, donde su presidente era Ferdinand de Lesseps, el constructor del canal de Suez. Al mismo tiempo que Leopoldo perfilaba sus planes en Bruselas, tuvieron lugar tres viajes que contribuirían eficazmente al conocimiento de región que el monarca belga se había propuesto «civilizar»: el inglés Verney Lovett Cameron llegó en 1873 a Nyangwe, a orillas del río Lualaba, partiendo del lago Tanganika; Henry Morton Stanley, mundialmente famoso desde que en noviembre de 1871 localizó a David Livingstone, había emprendido en 1873 un nuevo viaje, por encargo de los periódicos New York Herald y Daily Telegraph, para atravesar de costa a costa África Central; y el italiano nacionalizado francés Savorgnan de Brazza emprendió el 13 de noviembre de 1875 un viaje, por encargo del gobierno francés, remontando el río Ogooué. Brazza descubrió otra vía de acceso al Congo desde la colonia francesa de Gabón, y logró despertar el interés de Francia por colonizar la región.

En 1878, Stanley expuso su plan a Leopoldo de Bélgica. Para abrir al comercio europeo la región del Congo, proponía construir una línea de ferrocarril que permitiera eludir la parte no navegable del curso del río (las cataratas Livingstone), y abrir en el curso alto, donde el Congo volvía a ser navegable, asentamientos comerciales. Leopoldo dio su aprobación al proyecto. Para obtener los fondos entró en negociaciones con la compañía neerlandesa Afrikaansche Handels-Vereeniging (AHV, Asociación Comercial Africana). Resultado de estas negociaciones fue la fundación, el 24 de noviembre de 1878, en Bruselas, del Comité de Estudios del Alto-Congo (CEHC), una «société en participation« con un capital social de un millón de francos, cuyos principales suscriptores eran el propio Leopoldo, con más de la cuarta parte del capital (260 000 francos), y la AHV, con 130 000. Aunque la finalidad del Comité, según se definía en sus estatutos, era principalmente filantrópica y científica, se hablaba ya abiertamente de fomentar el comercio y la industria en la zona. El objetivo del Comité era, primero, financiar una nueva expedición de Stanley para determinar las posibilidades de la zona; si tales posibilidades eran favorables, se proyectaba construir la línea de ferrocarril e iniciar la actividad comercial.

Stanley partió a África en enero de 1879. Desembarcó primero en Zanzíbar para reclutar el personal de la expedición, y luego continuó viaje hacia el Congo por vía marítima, a través del canal de Suez. Mientras Stanley realizaba este viaje, ocurrió algo inesperado: la AHV hizo suspensión de pagos.  Leopoldo, sin embargo, no se arredró, sino que vio en este suceso la oportunidad de tomar por completo las riendas de la empresa. Hizo una oferta a los demás accionistas del Comité, quienes aceptaron sin dudarlo, y se convirtió en el único propietario de la sociedad, que terminaría por desaparecer un año después. Para enmascarar sus propios intereses, Leopoldo fundó la Asociación Internacional del Congo, cuyo nombre estaba pensado para inducir al público a confusión con la filantrópica Asociación Internacional Africana.

A partir de 1880 Stanley firmó varios tratados con jefes locales. En un principio, en los convenios no se mencionaba la cesión de la soberanía; se trataba solo de lograr un monopolio comercial. Pero cuando, en 1882, el explorador Brazza hizo públicos en París los tratados que había firmado con varios jefes de la orilla izquierda del río, y que implicaban la cesión de la soberanía a Francia, Leopoldo modificó su estrategia. En los siguientes documentos que firmó Stanley con los jefes locales, estos traspasaban sus derechos sobre sus territorios a la Asociación Internacional del Congo «para el avance de la civilización y del comercio». Desde enero de 1884, Leopoldo empezó a referirse al conjunto de los territorios cuya soberanía reclamaba como «Estado Libre del Congo«. Ya solo necesitaba que las potencias occidentales reconociesen su soberanía.

Se necesitaba, sin embargo, que todas las potencias europeas llegasen a un acuerdo acerca de la cuestión del Congo. Bismarck pretendía que el Congo quedase bajo control internacional, y la AIC de Leopoldo le parecía la mejor garantía de que la zona iba a estar abierta al libre comercio.​ Con este fin, convocó a una conferencia internacional, conocida como la Conferencia de Berlín, a la que fueron convocadas tanto las principales potencias coloniales como otras países cuyos intereses en África eran mucho más limitados. El resto de las potencias europeas fueron también invitadas, con el fin de «asegurar el consentimiento general a las resoluciones de la conferencia», según rezaba la carta de invitación enviada por Bismarck.

En la conferencia, clausurada el 26 de febrero de 1885, Leopoldo obtuvo el reconocimiento de su soberanía sobre el Estado Libre, cuyas fronteras había trazado, con ayuda de Stanley, en agosto del año anterior.​ La zona costera cercana a la desembocadura del Congo quedó repartida entre Francia, la AIC y Portugal. Leopoldo obtuvo el puerto de Matadi, su punto de partida para la exploración y colonización del interior. Inicialmente, el Estado Libre del Congo no incluía la provincia de Katanga, sin embargo, Leopoldo lo incluyó después, como contrapartida por ceder a Francia la región de «Niari-Kwilu«, en el Bajo Congo.

El reconocimiento del Estado Libre del Congo chocaba con los intereses británicos en la zona. La Compañía Británica de Sudáfrica  fue una compañía privilegiada del Reino Unido establecida luego de la fusión de la Central Search Association de Cecil Rhodes y la Exploring Company Ltd con sede en Londres, las cuales originalmente competían para explotar la esperada riqueza mineral de Mashonalandia, pero se unieron debido a intereses económicos comunes y para asegurar el apoyo del gobierno británico. Cecil Rhodes intentó expandir el territorio de la Compañía Británica de Sudáfrica hacia el norte en la cuenca del Congo , presentando un problema para Leopoldo II.

Ferviente partidario del imperialismo británico, Rhodes y su Compañía Británica de Sudáfrica fundaron el territorio sudafricano de Rodesia (actuales Zimbabue y Zambia), al que la compañía dio su nombre en 1895. Rhodes también usó su fortuna, la primera del mundo en su tiempo, para conseguir su sueño de expandir el imperio británico por África: utilizó la fuerza de la guardia de su Compañía Británica de Sudáfrica, fundada en 1890, para colonizar, con granjeros blancos, Mashonaland, en el actual Zimbabue. Rhodes también fue esencial en el proyecto de construcción del ferrocarril de Ciudad del Cabo a El Cairo.

El Coloso de Rhodes: Caricatura de Cecil Rhodes.

En 1873, al anunciarse que la mina más rica de Kimberley estaba agotada, Rhodes se hizo con todas las licencias que le ofrecieron y se hizo rico al descubrirse más capas de diamantes debajo, que dejó al cuidado de su socio, Charles Rudd. En abril de 1880, Rhodes y Rudd fundan De Beers Mining Company, con 200 000 libras de capital, que en 1885 controlaba más del 50 % de las concesiones de Kimberley. Rhodes utilizó su riqueza y la de su socio de negocios Alfred Beit y otros inversores para seguir su sueño de crear un Imperio británico en los nuevos territorios hacia el norte por la obtención de las concesiones minerales de los jefes más poderosos. La ventaja competitiva de Rhodes sobre otras empresas de prospección de minerales era su combinación de la riqueza y el «factor imperial».

En la provincia de Katanga, bajo control de Leopoldo II, los recursos minerales (cobre, estaño, manganeso, cinc, platino, uranio, oro y diamantes) fueron explotados por empresas belgas (particularmente la Unión Minera del Alto Katanga). El cártel minero belga empleó tanto a mercenarios contratados como a guardias de alquiler a fin de someter a la población local y asegurarse el transporte sin contratiempos de los minerales y otras materias primas fuera del país. Esta situación de monopolio, junto con la montañosa selva tropical de la cuenca del Congo, echó por tierra los planes de Rhodes del ferrocarril de Ciudad del Cabo a El Cairo.

El territorio bajo el control de Leopoldo II superó los 2 600 000 km² y, en medio de problemas financieros, fue gobernado por un pequeño grupo de administradores blancos procedentes de toda Europa. En un primer momento, el producto más buscado por su valor en los mercados internacionales fue el marfil. Sin embargo, el descubrimiento de las numerosas aplicaciones industriales del caucho tuvo como consecuencia una demanda creciente de este producto, especialmente desde comienzos de la década de 1890, que multiplicó los beneficios de Leopoldo y de sus socios. Para facilitar la extracción y exportación de caucho, se nacionalizó toda la tierra «deshabitada» del Congo, y la mayoría se distribuyó a empresas privadas a modo de concesiones. Algunos de los terrenos fueron reservados para el Estado.

Los agentes coloniales en el Congo llevaron a cabo un sistemático saqueo de los recursos naturales del territorio. Acabaron con los modos de producción propios de las sociedades indígenas, especialmente con la agricultura, implantando un modelo económico basado exclusivamente en la caza y en la recolección. Se cazaban elefantes para obtener marfil y se sangraban las enredaderas del género Landolphia para obtener caucho. Para la realización de estas tareas se utilizó siempre a los nativos como mano de obra esclava. En teoría, se les pagaba por el marfil o el caucho que conseguían; el precio, sin embargo, era fijado por estado y estaba muy por debajo del valor real de la mercancía. Se forzaba a trabajar a los nativos mediante procedimientos represivos que incluían la toma de rehenes o las expediciones punitivas contra los poblados que no cumplían las expectativas de los administradores coloniales.

Entre 1891 y 1906, se permitió a las compañías hacer lo que quisieran con casi ninguna interferencia judicial, y el resultado fue que el trabajo forzado y la coacción violenta se usaron para recolectar el caucho a bajo precio y maximizar los beneficios. También se creó un ejército paramilitar nativo, la Force Publique, para hacer cumplir las políticas laborales. Los trabajadores individuales que se negaron a participar en la recolección de caucho podrían ser asesinados y pueblos enteros arrasados. Los administradores blancos individuales también eran libres de complacer su propio sadismo.

La amputación de las manos de los trabajadores a modo de castigo alcanzó particular notoriedad internacional. Esta era una práctica común entre los soldados de la Force Publique, a los que se le demandaba justificar cada bala gastada trayendo las manos a sus víctimas. El incumplimiento de las cuotas de recolección de caucho era punible con la muerte. Mientras tanto, la Force Publique estaba obligada a proporcionar la mano de sus víctimas como prueba cuando habían disparado y matado a alguien.

En teoría, cada mano derecha era prueba de un congolés muerto. En la práctica, para a fin de ahorrar balas los soldados simplemente cortaban manos de víctimas para luego dejarlas a su suerte. Como consecuencia, las cuotas de caucho fueron pagadas en parte en manos cortadas. A veces las manos fueron recolectadas por los soldados de la Force Publique y a veces por los pueblos mismos. Estas atrocidades a veces eran referidas colectivamente por los contemporáneos europeos como los «horrores del Congo».

Los historiadores generalmente están de acuerdo en que una reducción drástica en el tamaño total de la población congoleña se produjo durante las dos décadas de gobierno del Estado Libre en el Congo. Las estimaciones de algunos observadores contemporáneos sugieren que la población disminuyó a la mitad durante este período. Según Edmund Dene Morel, el Estado Libre del Congo contaba «20 millones de almas».​ Es por esto que Mark Twain citó el número como diez millones de muertes. Este número elevado de víctimas es conocido como el primer genocidio congoleño. Diversos historiadores ponen en duda esta cifra debido a la ausencia de censos fiables y a la enorme mortalidad de las enfermedades como la viruela o la enfermedad del sueño.

Eventualmente, el creciente escrutinio del régimen de Leopoldo II llevó a un movimiento de campaña popular, centrado en el Reino Unido y los Estados Unidos, para obligar a Leopoldo II a renunciar a su propiedad del Congo. En muchos casos, las campañas basaron su información en informes de misioneros británicos y suecos que trabajan en el Congo. La primera protesta internacional ocurrió en 1890 cuando George Washington Williams, un afroestadounidense, publicó una carta abierta a Leopoldo sobre los abusos que había presenciado.

En 1890, el escritor polaco Joseph Conrad remontó el río Congo desde el lago Stanley a las cataratas de Stanley como segundo oficial de un vapor. Fruto de esta experiencia fue una de las novelas cortas más conocidas del siglo XX, El corazón de las tinieblas, que ofrece un cuadro bastante verídico de los atropellos llevados a cabo por los funcionarios blancos encargados de la recolección del marfil y el caucho. El interés público en los abusos en el Estado Libre del Congo creció abruptamente desde 1895, tras el incidente internacional conocido como L’Affair Stokes en que un misionero irlandés fue ejecutado; tras ello los informes de mutilaciones llegaron al público europeo y estadounidense que comenzó a discutir la «Cuestión del Congo». En Gran Bretaña, la campaña fue dirigida por el activista y panfletista Edmund Dene Morel. Morel encontraría un valioso aliado en la persona del cónsul británico en el Estado Libre, Roger Casement

El modelo de extracción del caucho usado por el rey Leopoldo II, fue ampliamente replicado en otros proyectos coloniales en África, como lo fue el Congo Francés, el Camerún Alemán y la Angola portuguesa. En la Conferencia de Berlín Alemania reclamó gran parte de las colonias que aún no se habían reclamado en la división de ese continente, y logró construir en ese momento el tercer imperio colonial más grande, después de los británicos y los franceses. En términos de población, fue el cuarto imperio colonial después del neerlandés. Sin embargo el período de colonización alemana fue muy corto.

El 16 de noviembre de 1882 un comerciante alemán Adolf Lüderitz, de la ciudad de Bremen, solicitó la protección (por parte del canciller Bismarck) de una estación que planeaba construir en el suroeste de África. Una vez que se le concedió esto, su empleado Heinrich Vogelsang compró tierras a un jefe nativo y estableció una ciudad en Angra Pequeña, que pasó a llamarse Lüderitz, y colocó el área bajo la protección del Imperio alemán para desalentar la ocupación británica. El Imperio alemán, deseoso de obtener posesiones en el extranjero, anexó el territorio muy pronto y lo llamó África del Sudoeste Alemana

En abril de 1885 se fundó la Deutsche Kolonialgesellschaft für Südwest-Afrika (Sociedad Colonial Alemana para el África del Suroeste), conocida como DKGSWA, con el apoyo de banqueros alemanes (Gerson von BleichröderAdolph von Hansemann), industriales (Guido Henckel von Donnersmarck) y políticos (el alcalde de Fráncfort Johannes von Miquel). La DKGSWA recibió derechos de monopolio para explotar depósitos minerales. La nueva sociedad pronto compró los activos de las desfallecientes empresas de Lüderitz, quien se ahogó en 1886 durante una expedición al río Orange.

En 1890, la colonia fue declarada Colonia de la corona alemana y se enviaron más tropas.​ En julio del mismo año, como parte del Tratado Heligoland-Zanzíbar entre el Reino Unido y Alemania, la colonia creció de tamaño a través de la adquisición de la Franja de Caprivi en el noreste, prometiendo nuevas rutas comerciales hacia el interior. Casi simultáneamente, entre agosto y septiembre de 1892, se fundó  la Compañía del África del Sudoeste (SWAC, por sus siglas en inglés) por los gobiernos de Alemania, Gran Bretaña y la Colonia del Cabo, y contó con la ayuda de financieros para aumentar el capital necesario para aumentar la explotación mineral (específicamente, el cobre de la concesión de Damaraland).

Por otro lado Rhodes no quería que los burócratas de la Oficina Colonial de Londres interfirieran en el Imperio en África. Quería colonos británicos y políticos locales y gobernadores, como él. Esto lo puso en conflicto con muchos en Gran Bretaña, así como con los misioneros británicos que no estaban a favor de lo que sucedía en la colonia. Sin embargo, Rhodes ganó porque él iba a pagar para administrar los territorios al norte de África del Sur con los beneficios de la minería en el futuro, ya que la Oficina Colonial no tenía los fondos para hacerlo, y su presencia impediría a los portugueses, los alemanes o los bóeres realizar movimientos en el sur de África central. Las empresas y los agentes de Rhodes cimentaron estas ventajas mediante la obtención de concesiones mineras, como lo demuestran las concesiones de Lochner y Rudd.

Los territorios administrados por Rhodes se reorganizaron posteriormente en dos regiones, Rodesia del Norte y Rodesia del Sur. Rodesia del Sur fue colonizada intensamente por los británicos que desarrollaron en ella una rica y productiva agricultura para la exportación; Rodesia del Norte formó alrededor del Copperbelt (Cinturón del cobre) una zona industrial en la que obreros calificados europeos y mano de obra africana cohabitaron con dificultad. Rhodes creía en muchas teorías conspirativas ahistóricas para justificar sus opiniones supremacistas blancas, como su creencia de que los antiguos griegos habían construido la civilización del Gran Zimbabue, y que los europeos blancos eran «la primera raza del mundo». Al explicar sus creencias sobre la supremacía blanca, Rhodes declaró que «si los blancos mantienen su posición como raza suprema, puede llegar el día en que todos agradezcamos tener a los nativos en su lugar». 

Varias teorías conspirativas durante el siglo XIX implicaban a la masonería. Desde su fundación, la masonería ha encontrado la oposición de distintos tipos de actores sociales. Los motivos de esta oposición pueden referirse a la institución masónica en cuanto forma de organización, o bien poner el acento en una característica pretendidamente negativa de sus principios filosóficos y valores morales. El término «antimasonería» o «antimasonismo» se refiere a la desconfianza, a la crítica, a la oposición, a la hostilidad, a la discriminación, a la represión o a la persecución de la masonería. En todo caso, la oposición más visible contra la masonería es y ha sido aquella que, proviniendo desde las estructuras próximas al poder, o desde el poder mismo, ha adoptado la forma de su prohibiciónanatemización, persecución y castigo.

La masonería ha sido considerada por no pocas personalidades e instituciones como una asociación peligrosa, por su carácter secreto. Muchos la ven como «una sociedad secreta de corte esotérico y ocultista que busca destruir la civilización cristiana y la Iglesia católica». Los primeros que condenan la masonería en Europa, en 1735 son las autoridades protestantes de Amsterdam y La Haya. La primera condena pontificia de la masonería es una bula papal emanada por Clemente XII el 28 de abril de 1738 ( In Eminenti Apostolatus Specula ). Después de que el papa Clemente XII excomulgase a la masonería en 1738, la influyente comunidad cristiana del Imperio otomano, junto con algún ulema (teólogo islámico), presionaron al sultán turco Mahmud I para que prohibiese la masonería bajo la acusación de ateísmo.

Las teorías otorgan a la masonería una influencia decisiva para desencadenar procesos revolucionarios, incluso si la masonería, una sociedad a menudo vinculada a la nobleza, también es víctima de la revolución. Los círculos contrarrevolucionarios planteaban la tesis de que la Revolución Francesa fue resultado de un complot fomentado contra la Iglesia y la realeza por filósofos ateos y masones, con los iluminadosjacobinosGeorge DillonNicolas Deschamps y otros autores denunciaron los enlaces de Napoleón Bonaparte con la masonería para derrotar la «civilización cristiana». Esos enlaces son descritos por Alexandre Dumas (padre) en uno de sus libros.

Se decía que las guerras de independencia en América Latina estaban organizadas por la masonería. En 1826 la desaparición de William Morgan es el detonante de la virtual desaparición de la masonería en Estados Unidos , siguiendo las convenciones anti-masónicas en el estado de Nueva York y en los estados vecinos, Vermont y Pensilvania .Después de las revoluciones de 1848, Eduard Emil Eckert investigó la posibilidad que todas esas revoluciones simultáneas tuvieran una sola fuente, la sociedades secretas y dentro una de ellas, la masonería. El abad George Dillon también denunció las conexiones entre la masonería y los carbonarios ( artífices de la unificación italiana), basándose en el libro de Jacques Crétineau-Joly , La Iglesia Romana y la Revolución que denunciaba, con la aprobación del papa Pío IX en 1861, una “trama de gran venta” ( Alta Vendita ) por los carbonarios.

Henri Delassus , activista antimasónico, cita y denuncia un artículo en el Journal de Genève de 1881 donde un líder de la mayoría, que era masón, en la Asamblea Nacional francesa, que permanece en el anonimato, declara al periodista en privado, que quiere romper el catolicismo romano. En los años 1890, Léo Taxil con su «broma de Taxil» va a acusar a la masonería de satanismo y de adoración a un ídolo con cabeza de macho cabrío definido como BaphometAbel Clarin de La Rive señaló una relación entre la masonería y el luciferismo en un texto que presenta escrito por Albert Pike. Se ha llegado a afirmar que el propio Pike intercambió correspondencia por cartas en 1871 con Giussepe Mazzini, cabeza de la sociedad secreta revolucionaria Carbonarios y supuesta cabeza de los supuestos Illuminati de Europa, en las que se plantearía la preparación de tres guerras mundiales, dos pasadas y otra que estaría por llegar, así como las consecuencias de estas sobre la población.

El primer Congreso antimasónico de Trento comenzó el 26 de septiembre de 1896 en Trento. Fue presidido honorariamente por numerosos obispos y arzobispos de Europa y América, siendo su presidente efectivo el Príncipe Carlos de Lowestein. Cuatro temas fueron tratados durante el congreso: la doctrina masónica, la acción masónica, la oración, y la acción antimasónica. El congreso recomendó la publicación de libros y panfletos baratos contra la masonería. Los Actos del congreso antimasónico international fueron publicados en Tournai en 1897 por el editor francés Desclée. El pretendiente carlista al trono español , Carlos VII , acudió a Trento para participar en el Te Deum de clausura. 

Cuando las logias masónicas se abren a los judíos, los dos grupos son relacionados. En 1871, a los judíos de Argelia francesa se les concede la nacionalidad francesa por los decretos Crémieux, en referencia a Adolphe Crémieux, ministro de Justicia, a la vez judío y francmasón. Su denuncia constituye el verdadero nacimiento de la «conspiración judeo-masónica«. El antijudaísmo cristiano ya había elaborado varias teorías de una conspiración judía. Probablemente la primera obra en la que se habla de la supuesta conspiración judía fue la Carta de los judíos de Constantinopla, una falsificación de Juan Martínez Silíceoarzobispo de Toledo desde 1546, que la presentó como «prueba» para convencer al cabildo de la catedral de Toledo y al príncipe regente, el futuro Felipe II, que aprobaran y confirmaran, respectivamente, el estatuto de limpieza de sangre que estaba empeñado en establecer en la sede primada. Cien años después Francisco de Quevedo aportaba la «estructura narrativa» al mito de la conspiración judía con La Isla de los Monopantos. Quevedo describía una reunión secreta celebrada en Salónica —entonces una ciudad del Imperio Otomano donde vivían miles de sefardíes— entre judíos llegados de todas partes de Europa y los Monopantos, es decir, los cristianos que estaban dispuestos a colaborar con ellos para acabar con el mundo cristiano.

Ya en 1807 el canónigo jesuita de la Catedral de Notre-DameAugustin Barruel, alertó al gobierno francés acerca de un supuesto complot judío internacional «que transformaría iglesias en sinagogas». En 1816 Johann Christian Ehrmann publica en Alemania de manera anónima un libro apoyando la tesis de que los judíos masones de Fráncfort del Meno querían una república mundial fundada sobre el humanismo. Ehrmann era francmasón. En 1850 el compositor alemán Richard Wagner publicó Das Judenthum in der Musik (El judaísmo en la música) bajo el seudónimo de K. Freigedank (K. Librepensamiento). El artículo comenzó con un ataque a los compositores judíos, particularmente a los contemporáneos (y adversarios) de Wagner Felix Mendelssohn y Giacomo Meyerbeer, pero se expandió a acusar a los judíos de ser un elemento dañino y extraño en la cultura alemana.

La hostilidad común contra francmasones y judíos fue argumentada por primera vez en un libro de 1852 de Eduard Emil Eckert, según Jacob Katz. Hermann Goedsche, escribió la novela «Biarritz» en 1868 bajó el seudónimo de «Sir John Retcliffe». Goedsche plagió un libro del escritor satírico francés Maurice JolyEl diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, e hizo una adición: el capítulo «En el cementerio judío de Praga» describía una cabal rabínica secreta, el Consejo de Representantes de Las Doce Tribus de Israel, que se reúne en el cementerio a la medianoche para una de sus reuniones centenarias. Informan sobre el progreso de su conspiración a largo plazo para establecer la dominación mundial. La novela, y en concreto el capítulo del cementerio, sirvió de propaganda antisemita durante las décadas siguientes en forma de panfleto con el título El discurso del rabino.

También puede verse antisemitismo en los cuentos de los hermanos Grimm, publicados entre 1812 y 1857. Los judíos son principalmente caracterizados como los villanos de la historia, como en «Un buen negocio» y «El judío en las espinas». A mediados del siglo XIX se vio un continuo acoso a los judíos, especialmente en el este de Europa bajo la influencia zarista. En Estados Unidos, figuras influyentes tales como Walt Whitman toleraban el fanatismo contra los judíos. En su libro La Cuestión judía, publicado en 1843, Bruno Bauer sostuvo que los judíos pueden lograr la emancipación política solo si renuncian a su conciencia religiosa particular, ya que la emancipación política requiere un estado laico. Su último libro, Cristo y los césares (1877), muestra cómo el judaísmo se introdujo en Roma durante la época de los Macabeos, e incrementó su población e influencia en Roma desde entonces. En 1869 Roger Gougenot des Mousseaux publicó Le Juif, le Judaïsme et la Judaïsation des Peuples Chrétiens («El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos»), en el que desarrolló su teoría sobre los objetivos de dominación mundial de los judíos.

La Tercera República francesa había quedado aislada dentro de Europa, por los sistemas bismarckianos de alianzas.  Entre 1873 y 1877, Alemania intervino repetidamente en los asuntos internos de los vecinos de Francia. En Bélgica, España e Italia, Bismarck ejerció una presión política sostenida y fuerte para apoyar la elección o el nombramiento de gobiernos liberales anticlericales. Esto era parte de una estrategia integrada de promocionar el republicanismo en Francia, aislando estratégica e ideológicamente al régimen. La crisis del 16 de mayo de 1877 fue ocasionada por el presidente realista Mc Mahon, quien destituyó al republicano moderado y presidente del Consejo Jules Simon, llevando a un conflicto entre el poder ejecutivo y el legislativo por una parte, pero también a uno entre los partidarios de la monarquía y los republicanos.

Como consecuencia del aislamiento, los monarquistas franceses abogaban por la revancha por la derrota francesa durante la Guerra Franco-Prusiana. MacMahon disolvió la Asamblea, pero las nuevas elecciones dieron una mayoría aplastante a los republicanos. El presidente dimitió en 1879. Pocos años más tarde, las leyes Jules Ferry de 1881-82 implementaron la educación gratuita, obligatoria y laica. En 1883, falleció el Conde de Chambord, lo que llevó a varios orleanistas a seguir los pasos de Adolphe Thiers y aceptar la República. Únicamente los legitimistas permanecieron en la oposición anti-republicana.

Bismarck temía el estallido de una revolución socialista similar a la que había dado lugar a la Comuna de París en 1871. Como consecuencia de los atentados fallidos de Max Hödel y Karl Nobiling contra Guillermo I de Alemania, y para contrarrestar la creciente fuerza del Partido Social Demócrata de Alemania, acusado de inspirar aquellos hechos, se promulgaron las Leyes Antisocialistas, que el Reichstag sancionó entre el 19 de octubre de 1878 y marzo de 1881.

La acusación de que el levantamiento de la Comuna había sido organizado por la I Internacional y el fracaso de la insurrección, supuso que aumentara la represión contra el movimiento obrero , y que las tensiones dentro de la Internacional dieran como resultado que en el V Congreso de la AIT (1872), en La Haya, se produjera la escisión entre los partidarios de Mijaíl Bakunin y los de  Karl Marx. En 1872 el Consejo General de la AIT se traslada desde Londres, donde está situado desde sus inicios, a Nueva York, disolviéndose oficialmente el 1876. En 1889 se establece la Segunda Internacional, de carácter socialdemócrata, como la sucesora en sus fines políticos.

Publicación oficial de la primera Ley Antisocialista, 1878.

La Reforma Emancipadora de 1861 en Rusia fue la primera y más importante de las reformas liberales llevadas a cabo durante el gobierno del zar Alejandro II de Rusia. La reforma significó la liquidación de la dependencia servil anteriormente sufrida por los campesinos rusos. La legislación ni liberó a los campesinos de excesivas obligaciones externas ni arregló en su mayoría sus restricciones sociales y económicas. Los naródniki surgieron en respuesta a los conflictos crecientes entre el campesinado y los kuláks o kulakí. Los grupos no establecieron una organización concreta, pero compartían el propósito general común de derrocar a la monarquía y a los kulakí, y distribuir la tierra entre los campesinos.

En la primavera de 1874, los conflictos entre los kuláks y el campesinado trajeron tiempos turbulentos a los centros urbanos de Rusia, y la «intelectualidad naródnik» dejó las ciudades por los pueblos, yendo «entre el pueblo» (de народ = narod, pueblo, gente, nación; y ник = nik, equivalente al sufijo «ismo»). De ahí que se conozca como populismo. Ni antes, ni después, ningún otro movimiento en el mundo se definió como populista. Pese a ello, algunos estudiosos han sostenido que, tanto antes como después, aparecieron otros movimientos y partidos políticos «populistas», aun sin que ellos mismos se reconocieran como tales. Los populistas rusos, a su vez, influyeron en los movimientos agraristas que se extendieron por Europa del Este durante las dos primeras décadas del siglo XX.

La tendencia nihilista fue una parte del radicalismo ruso de la época. Tuvo su medio de expresión en una publicación llamada Rússkoe Slovo (Palabra Rusa, Русское слово), creada el año 1859. Pero no fue sino hasta la incorporación del joven Dmitri Písarev (1840-1868) el año 1860 que la publicación se convirtió en representativa de esta tendencia. De carácter fundamentalmente intelectual, el nihilismo representó una reacción contra las antiguas concepciones religiosas, metafísicas e idealistas. Los jóvenes nihilistas, retratados como rudos y cínicos, combatieron y ridiculizaron las ideas de sus padres. Su sinceridad rayaba la ofensa y el mal gusto, y esta actitud fue lo que más pareció definir a este movimiento. La actitud despectiva y negativa quedó perfectamente retratada en el personaje Bazárov de la novela Padres e hijos de Iván Turguénev. Algunos naródniki criticaban a los nihilistas.  Nikolái Mijailovski, conocido poeta radical, veía en esta corriente un egoísmo y un solipsismo contrarios al espíritu populista.

El nihilismo tiene antecedentes muy antiguos y se encuentra ya en algunos textos filosóficos hebreos, como el Eclesiastés. Entre los filósofos que han escrito sobre esta materia se incluye a Friedrich Nietzsche. Nietzsche se familiarizó con la obra de Arthur Schopenhauer, por lo que se encuadra en la corriente irracionalista. El término irracionalismo, designa genéricamente a las corrientes filosóficas que privilegian el ejercicio de la voluntad y la individualidad por encima de la comprensión racional del mundo objetivo. Suele aplicarse a las distintas corrientes que reaccionaron contra la hegemonía de la filosofía positivista y neokantiana. Los defensores de posiciones racionalistas argumentan que todavía la crítica de la comprensibilidad del mundo o de la primacía de las facultades intelectivas sobre las pulsiones psíquicas o biológicas se realiza mediante la razón. Por este motivo, se prefiere a veces aplicar la denominación de vitalismo.

El vitalismo, como teoría protocientífica, se opone a las explicaciones mecanicistas que presentan la vida como fruto de la organización de los sistemas materiales que le sirven de base. Es un aspecto del voluntarismo que argumenta que los organismos vivos, no la materia simple, se distinguen de las entidades inertes porque poseen fuerza vital o élan vital, en francés, que no es ni física, ni química. Esta fuerza es identificada frecuentemente con el alma o el espíritu del que hablan muchas religiones. Los vitalistas establecen una frontera clara e infranqueable entre el mundo vivo y el inerte. La muerte, a diferencia de la interpretación mecanicista característica de la ciencia moderna, no sería efecto del deterioro de la organización del sistema, sino resultado de la pérdida del impulso vital o de su separación del cuerpo material. 

En filosofía el vitalismo es la doctrina filosófica que defiende la vida por encima de todo. Se caracteriza por una afirmación y exaltación de la vida en toda su magnitud y con todas sus consecuencias. Nietzsche recoge la idea de Schopenhauer de la «voluntad de vida», que transforma en «voluntad de poder», porque el poder es la expresión central de la vida, pero critica el pesimismo Schopenhauer.

Xavier Bichat, uno de los principales defensores del vitalismo.

Según Nietzsche la civilización occidental está asentada sobre la metafísica socráticoplatónica y sobre el cristianismo y la moral que éste engendra. La crítica de Nietzsche a la tradición occidental se dirige fundamentalmente en tres frentes: La crítica a la metafísica socrático-platónica: la metafísica tradicional se asienta sobre un error: considerar que los valores de las cosas no están en ellas (en la vida) sino en un mundo ultraterreno de esencias. La crítica al cristianismo: el otro gran pilar de la civilización occidental es la afirmación de la existencia de Dios, y ésta se ha concretado en Occidente en el cristianismo. Nietzsche piensa que el concepto de Dios ha sido hasta ahora la objeción mayor contra la existencia. La crítica a la moral occidental: el fruto más granado de la metafísica socrático-platónica y del cristianismo es lo que Nietzsche denominará la moral de los esclavos. La moral de los esclavos es la moral del rebaño, la negadora de la vida. Hay que transmutar la moral y los valores que defiende para que nazca un nuevo tipo de hombre.

En contraposición, Nietzsche propone tres ideas, íntimamente relacionadas entre sí: La voluntad de poder: el nihilismo (activo) nos lleva a patentizar la auténtica realidad del mundo y de la vida. El devenir constante, la afirmación de la vida. A esto llama Nietzsche voluntad de poder. Es, al fin y al cabo, la expresión de la instintividad de la vida; la vuelta a las actitudes dionisíacas. El eterno retorno: si la vida, que es puramente material, terrestre, se reduce a voluntad de poder, y ésta no es más que la primacía del
instinto, se comprende que todo se mida en clave de placer y que las ansias de inmortalidad que tiene todo ser humano en su interior, y que Nietzsche percibía con angustiosa exigencia, se vislumbren
también en el placer. El superhombre: Nietzsche reclama una realidad guiada por un hombre «irracional»: con voluntad de poder. Un hombre en el que se hayan superado todos los errores de Occidente. Un hombre sin Dios. Un hombre que asuma la vida en toda su fuerza. Un hombre que ame
la vida, que sea pura instintividad. Por eso este nuevo modelo humano está más allá del hombre occidental y sólo será posible cuando la civilización que está por venir se haga real.

Hay una controversia sobre si Nietzsche abogaba por un único punto de vista de comprensión filosófica. Muchos rechazan a Nietzsche por la contradicción de sus pensamientos e ideas. Algunos filósofos han designado al estilo aforístico de Nietzsche como el responsable de estas aparentes contradicciones en su pensamiento. Su pensamiento puede dividirse en 4 etapas, pero hay una absoluta continuidad en el desarrollo de las ideas de Nietzsche.

Periodo romántico: la filosofía de la noche. Coincide con su estancia como docente en Basilea y con la publicación de El nacimiento de la tragedia (1871). Se nota de un modo muy marcado la influencia de Wagner y de Schopenhauer, cuya filosofía le cautivó ya en su juventud. Durante estos primeros años estudia con profundidad el pensamiento de los presocráticos. Sócrates es
el objetivo constante de su crítica, y lo dionisíaco aparece una y otra vez como trasfondo de su pensamiento. A esta misma época pertenecen, Sobre la verdad y la mentira ensentido extramoral (1873) y las Consideraciones intempestivas.

Período ilustrado: la filosofía de la mañana. Comienza con sus viajes, y aunque aparentemente trata de romper con su pensamiento anterior (sobre todo respecto a Wagner y Schopenhauer) continúa con una auténtica inversión del pensamiento tradicional, tomando como referencia a Voltaire y a otros ilustrados franceses. Desprecia la metafísica, la religión y el arte, y emerge la figura del “hombre libre”. A esta etapa pertenecen Humano, demasiado humano (1878), Aurora (1881) y La gaya ciencia (1882).

Zaratustra como el nuevo profeta: la filosofía del mediodía. En este período la filosofía
nietzscheana alcanza su madurez y esplendor. La obra fundamental, aquella en la que
nos presenta a Zaratustra, su nuevo profeta que será símbolo del superhombre: Así
habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie
(1883-1884). Zaratustra
representará también a Dioniso, y será el encargado de anunciar la muerte de Dios, y la
venida del Superhombre.

Período crítico: la filosofía del atardecer. Esta vez el punto de mira de la crítica
nietzscheana
se fijará en toda la civilización occidental, particularmente en algunos de
sus productos culturales: la religión, la filosofía y la moral, también la ciencia. Se recupera el carácter del segundo período, pero de un modo más agresivo, obsesionado por denunciar el nihilismo y la decadencia occidentales. Nietzsche es ahora el “filósofo a martillazos”, cuya crítica radical y visceral campa a sus anchas por obras como Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1889), El anticristo (1888) y Ecce homo (1888). A partir de estas obras
continuará plasmando sus ideas en aforismos que serán recogidos después en la obra La voluntad de poder (publicada póstumamente en 1901).

Durante sus primeros años en Basilea se cocinó la ambivalente amistad de Nietzsche con Wagner, y aprovechó toda oportunidad para visitar a Richard y a su esposa Cósima. Nietzsche apreciaba a Wagner como un brillante apóstol catedrático, pero la explotación de motivos artísticos cristianos cada vez más acentuada, junto con su chovinismo y antisemitismo excederían lo que Nietzsche podría soportar. En 1882 conoció a Lou AndreasSalomé a través de Malwida von Meysenbug y Paul Rée. Nietzsche y Salomé
estuvieron el verano juntos en Tautenburg, a menudo con la hermana de Nietzsche, Elisabeth.

Él se enamoró de ella, lo cual provocó una situación ambigua e incómoda entre los tres amigos, puesto que Rée a su vez se interesaba por Lou. Cuando Nietzsche le pidió que se casara con él, Salomé lo rechazó. Las relaciones de Nietzsche con Salomé y Rée se rompieron en el otoño de 1882-1883, en parte por las intrigas llevadas a cabo por su hermana Elisabeth. En paralelo a esta historia, Lou Salomé de vez en cuando mantenía correspondencia con Freud, introduciéndolo en el pensamiento de Nietzsche. En el proceso de aparición de nuevos síntomas de su enfermedad, aislado tras las discusiones con su hermana y su madre, y acosado por pensamientos suicidas, se marchó a Rapallo.

Después de varias críticas filosóficas contra Schopenhauer y Wagner, Nietzsche mantuvo a pocos amigos. Malwida le había presentado a Nietzsche a la mayoría de sus amigos, incluida Helene von Druskowitz. En el otoño de 1877 Malwida había invitado a Paul Rée y a Nietzsche a Sorrento . Allí, Rée escribió El origen de las sensaciones morales. Entre 1884 y 1887 conoció a Meta von SalisCarl Spitteler, y también a Gottfried Keller. También intercambiaba correspondencia con Hippolyte Taine, y después también con Georg Brandes, quien al comienzo de 1888 desarrolló en Copenhague la primera lectura pública de la obra filosófica de Nietzsche y su estudio.

El 3 de enero de 1889 Nietzsche sufrió un colapso mental. Ese día fue detenido tras, al parecer, haber provocado algún tipo de desorden público, por las calles de Turín. Overbeck viajó a Turín y trajo a Nietzsche a una clínica psiquiátrica en Basilea. Se le diagnosticó una parálisis progresiva y su madre lo llevó entonces a Jena. Allí vivió los últimos años de su vida, con momentos de relativa lucidez entre crisis y crisis, pero al parecer completamente olvidado de su obra, aunque no de la música, que componía todavía a ve­ces. En 1893, Elisabeth Nietzsche volvió de Paraguay​ después del suicidio de su marido. En 1886 se Había casado con el antisemita Bernhard Förster y viajó con él a Paraguay para fundar una colonia alemana, un plan al que Nietzsche contestó con ironía. Elisabeth leyó y estudió los trabajos de Nietzsche, y pieza por pieza tomó control sobre ellos y su publicación. Overbeck fue paulatinamente relegado al ostracismo. Después de la muerte de Franziska en 1897, Nietzsche vivió en Weimar, donde fue cuidado por Elisabeth, quien permitió a la gente visitar a su poco comunicativo hermano. El 25 de agosto de 1900, Nietzsche murió después de contraer neumonía.

Aunque Nietzsche no era antisemita, la manipulación y tergiversación de sus escritos por parte de su hermana sirvió al antisemitismo alemán para justificar su ideología. Al igual que Soren Kierkegaard (1813-1855), Nietzsche fue un apasionado defensor del individualismo y a su concepto de superhombre se le reprochó ser el fruto de un intelectual que se desenvolvió en una sociedad de amos y esclavos. De allí que se lo haya identificado con las filosofías autoritarias.

La emancipación constitucional de los judíos, decidida en 1869 por la Confederación de Alemania del Norte y en 1871 para el Reich alemán supuso un movimiento de rechazo a tal medida, por parte de muchos antisemitas alemanes. Iniciada por el movimiento antisemita moderado Berliner Bewegung, la petición antisemita fue un escrito que circuló en Alemania entre 1880 y 1881, dirigido a Bismarck, que reclamaba la restricción de la igualdad constitucional de los judíos, además de su expulsión de la función pública y del ejército ( específicamente exclusión de la magistratura y de la enseñanza primaria ), la recuperación de las estadísticas oficiales sobre la población judía y la restricción de la inmigración de los judíos de Austria-Hungría y de Rusia. Los principales inspiradores del escrito fueron el profesor de física y de astronomía de Leipzig Karl Friedrich Zöllner (1834-1882), el oficial Max Liebermann von Sonnenberg (1848-1911), el profesor de liceo Bernhard Förster (1843-1889), su hermano el periodista Paul Förster (1844-1925) y el profesor de liceo Ernst Henrici (1854-1915). Entre los primeros firmantes, se encuentra el célebre predicador de Berlín, Adolf Stoecker (1835-1909) (que fundó el Partido Social Cristiano alemán), el editor de ChemnitzErnst Schmeitzner (1851-1895), así como el compositor y director de orquesta Hans von Bülow (1830–1894).

Los efectos de la petición popular se hicieron evidentes en la política prusiana a partir de 1884. En los dos años siguientes, 10.000 judíos fueron expulsados del país, así como 25.000 polacos no judíos. La base jurídica de estas expulsiones fue la conocida como «Derecho de sangre» (ius sanguinis) introducida en Prusia en 1842. Los expulsados no podían obtener la nacionalidad prusiana ni la nacionalidad alemana, quedando como extranjeros bajo un régimen jurídico especial.​

En 1867 se completó la emancipación de los judíos en el Imperio Habsburgo en el Compromiso Austro-Húngaro . Por primera vez en su historia, la constitución de diciembre permitió a los judíos residir y practicar su religión sin obstáculos en toda Austria. A partir de 1875 surgió un movimiento “cristiano-social”, tanto en Austria como en el Imperio alemán, cuyo principal representante fue el converso desde el protestantismo Karl von Vogelsang, director del periódico conservador vienés Das Vaterland (La Patria). En 1881 se distanció del torpe «hostigamiento a los judíos» que surgió en la controversia antisemita de Berlín, pero él también polemizó contra la supuesta dominación mundial de la Casa Rothschild. De este movimiento surgió el Partido Social Cristiano fundado en 1893 por Karl Lueger.

Karl Lueger, Alcalde de Viena 1897 – 1910.
 

En respuesta a la creciente posición social, económica y política de los pueblos eslavos dentro del Imperio austrohúngaro, un consorcio de grupos e intelectuales nacionalistas alemanes étnicos publicó el Programa de Linz en 1882, que exigía el reconocimiento del predominio alemán, junto con la germanización completa del Imperio. Entre los firmantes del programa estaba el alcalde de Viena, Karl Lueger, y el nacionalista alemán radical Georg von Schönerer. En 1885 Schönerer agregó un «párrafo ario«.

El aumento del antisemitismo en Austria, se debió a un incremento de la población judía de origen ruso, que huía de los pogromos que asolaron el sur de imperio zarista en el período 1881-1884, después de que se acusara, sin evidencia alguna, a los judíos como culpables del asesinato del zar Alejandro II. Del 12 de marzo de 1881 al 1 de enero de 1883 funcionó el Svjashchjennaja druzhina (Escuadrón Sagrado), organización monárquica secreta en el Imperio ruso. El centro del primer pogromo fue la gobernación de Jersón. El pogromo de Kiev se considera el peor de los pogromos de 1881, también se dieron pogromos en las gobernaciones de PodoliaVoliniaChernígovYekaterinoslav, y otras. Durante estos pogromos se formaron las primeras organizaciones de autodefensa judías, estando las más importantes en Odessa.

En Francia el poeta Paul Déroulède creó en 1882 la antisemita Ligue des patriotes (Liga de los patriotas) que, en principio se centraba en abogar por la revancha por la derrota francesa durante la guerra franco-prusiana. Durante la crisis boulangista, Déroulède cooptó la Liga en apoyo al general Boulanger, alineando a muchos miembros republicanos. Tras el exilio de Boulanger en 1889, la Liga fue suprimida por el gobierno francés. El contexto social se caracterizó por el aumento del nacionalismo y el antisemitismo.

Este recrudecimiento del antisemitismo, muy virulento desde la publicación de La France juive (la Francia judía) de Édouard Drumont en 1886, se evidenciaba junto con un aumento del clericalismo. Las tensiones se elevaron en todos los sectores de la sociedad, alimentada por una prensa influyente y prácticamente libre de escribir y difundir cualquier tipo de información, incluso injuriosa o difamatoria. En 1890, Drumont fundó la Liga Antisemita de Francia. Para amplificar su campaña antisemita, Drumont lanzaría el 20 de abril de 1892 La Libre Parole. El antisemitismo no solo fue difundido por La Libre Parole, sino también por otros periódicos, como Le Petit Journal o La Croix, basándose en las raíces antisemitas de los círculos católicos. El antisemitismo incluía al ejército, con prácticas de discriminación oculta.

A finales de 1894, el capitán del Ejército Francés Alfred Dreyfus, un ingeniero politécnico de origen judío-alsaciano, fue acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos. Enjuiciado por un tribunal militar, fue condenado a prisión perpetua y desterrado en la Colonia penal de la Isla del Diablo situada a 11 km de la costa de la Guayana Francesa, por el delito de alta traición. En ese momento tanto la opinión pública como la clase política francesas adoptaron una posición abiertamente en contra de Dreyfus.

Convencida de la arbitrariedad de la condena, la familia del capitán, con su hermano Mathieu al frente, intentó probar su inocencia y para ello recurrieron a los servicios del periodista Bernard Lazare. Simultáneamente, el coronel Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje, comprobó, en marzo de 1896, que el verdadero traidor había sido el mayor Ferdinand Walsin Esterhazy. El Estado Mayor se negó, sin embargo, a reconsiderar su decisión y sacó a Picquart de Francia destinándolo al norte de África. La revelación del escándalo en J’accuse…! (Yo acuso), un artículo de Émile Zola de 1898, provocó una sucesión de crisis políticas y sociales inéditas en Francia que, en el momento de su apogeo en 1899, revelaron las fracturas pronunciadas que subyacían en la Tercera República Francesa. Dividió profunda y duraderamente a los franceses en dos campos opuestos, los dreyfusards (partidarios de Dreyfus) y los antidreyfusards (opositores a Dreyfus). El caso se convirtió en símbolo moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado.

Degradación de Alfred Dreyfus.

En medio del «caso Dreyfus«, apareció una nueva derecha, y el nacionalismo fue reapropiado por la extrema derecha, que lo convirtió en una forma de nacionalismo étnico mezclado con antisemitismo, xenofobia, anti-protestantismo y antimasonería. La Liga de la Patria Francesa se creó a finales de 1898 y reunía a los antidreyfusards (opositores a Dreyfus) intelectuales, entre los que se contaban François CoppéeJules Lemaître y Paul Bourget y algunos artistas y escritores como  DegasRenoir, el músico Vincent d’Indy, y otros. Los dos principales pensadores de la liga fueron el escritor Maurice Barrès y el crítico literario Jules Lemaître. Al contrario que el otro pensador del nacionalismo conservador de la época, Charles Maurras, Barrès es republicano, aunque «cesarista», cercano a la idea bonapartista de gobierno.

Charles Maurras (1868-1952), fundador del «integralismo» (o «nacionalismo integral«), creó el término Anti-France (Anti-Francia) para estigmatizar a los «extranjeros internos» o a los cuatro estados confederados de Protestantes, Judíos, Masones y extranjeros (siendo mucho menos correcta la palabra real utilizada para estos últimos: metecos). Unos cuantos años más tarde, Maurras se uniría a la monárquica Action française, creada por Maurice Pujo y Henri Vaugeois en 1898. Maurras, quien era agnóstico, encabezó un renacimiento monarquista y católico. Concibió pragmáticamente la religión como una ideología útil para unificar la nación. La mayor parte de los católicos franceses era de tendencia conservadora. Por otra parte, la mayoría de los protestantes, judíos y ateos pertenecía a la izquierda política. Desde entonces, la concepción de los republicanos era, por el contrario, que solo el secularismo del Estado podía reunir pacíficamente a la diversidad de tendencias religiosas y filosóficas para evitar cualquier retorno a las guerras de religión. Además, los curas católicos eran vistos por los republicanos como la principal fuerza reaccionaria, pues entre ellos se había extendido bastante el anticlericalismo. Las leyes Ferry sobre la educación pública habían sido un primer paso para que la República extirpara la influencia del clero, lo que sería completado por la ley de 1905 sobre la separación Iglesia-Estado.

A finales del siglo XIX los judíos estadounidenses formaban menos del 1% de la población. La ola de antisemitismo en Europa del del Este, particularmente en Rusia, provocaron oleadas de inmigrantes judíos después de 1881. Los judíos, junto con muchos inmigrantes del resto de Europa, llegaron para trabajar en las crecientes minas y fábricas del país. Muchos estadounidenses desconfiaban de estos inmigrantes judíos. Junto con los italianos, irlandeses y otros europeos del este y del sur, los judíos enfrentaron discriminación en los Estados Unidos en el empleo, la educación y el progreso social. Grupos estadounidenses como la Liga de Restricción de la Inmigración criticaron a estos recién llegados junto con inmigrantes de Asia, como cultural, intelectual, moral y biológicamente inferiores.

A principios de la década de 1880, la caída de los precios agrícolas también llevó a elementos del movimiento populista a culpar a los judíos de los males percibidos del capitalismo y el industrialismo, debido a su supuesta inclinación a la explotación financiera y, más específicamente, a causa de las supuestas manipulaciones financieras de los judíos. Aunque los judíos jugaron solo un papel menor en el sistema bancario comercial de la nación, la prominencia de los banqueros de inversión judíos como los Rothschild en Europa, y Jacob Schiff , de Kuhn, Loeb & Co. en la ciudad de Nueva York, hizo las afirmaciones de los antisemitas creíbles para algunos. El escándalo de los Bonos Morgan inyectó antisemitismo populista en la Campaña presidencial de 1896. Se reveló que el presidente Grover Cleveland había vendido bonos a un consorcio que incluía a JP Morgan y la casa Rothschild, bonos que ese consorcio estaba vendiendo ahora para obtener ganancias. Los populistas lo utilizaron como una oportunidad para defender su visión de la historia y demostrarle a la nación que Washington y Wall Street estaban en manos de las casas bancarias judías internacionales. Otro foco de sentimiento antisemita fue la acusación de que los judíos estaban en el centro de una conspiración internacional para fijar la moneda y, por lo tanto, la economía en un solo patrón oro.

Caricatura política antisemita de las 
elecciones presidenciales de Estados Unidos de 1896.

La anexión de Cuba fue discutida en varias administraciones presidenciales estadounidenses. Los presidentes John Quincy Adams y Thomas Jefferson manifestaron un gran interés en la isla, con Adams observando durante su periodo como secretario de Estado que «se ha convertido en un objeto de importancia trascendente para los intereses comerciales y políticos de nuestra Unión». Más tarde describió a Cuba y Puerto Rico como «apéndices naturales para el continente norteamericano» y consideraba que la anexión de la primera era «indispensable para la continuidad e integridad de la propia Unión».

Cuba era de especial importancia para los demócratas del Sur, que creían que sus intereses económicos y políticos serían mejor servidos con la admisión de otro estado esclavista en la Unión. La existencia de la esclavitud en Cuba, una economía basada en la plantación de caña de azúcar y su ubicación geográfica se consideraban factores favorables a la influencia del sur estadounidense. Su admisión permitiría aumentar significativamente la posición de los dueños de esclavos del Sur, cuyo modo de vida se veía amenazado por los abolicionistas del Norte.

Durante el gobierno del presidente Franklin Pierce los expansionistas del sur reclamaban la adquisición de Cuba, pero la ola de violencia después de la Ley de Kansas-Nebraska provocó la inseguridad en la administración sobre cómo proceder. Por sugerencia del secretario de Estado William L. Marcy, los ministros estadounidenses en Europa se reunieron para discutir la estrategia relacionada con una hipotética adquisición de Cuba. Se encontraron secretamente en Ostende (Bélgica) y elaboraron un comunicado en Aquisgrán. El documento fue enviado a Washington D. C. en octubre de 1854, describiendo los motivos por los que Estados Unidos debía comprar Cuba a España, debiendo declarar la guerra al país europeo si este rechazase la venta. 

El comunicado se publicó, según lo solicitado por la Cámara de Representantes. El denominado «Manifiesto de Ostende» fue inmediatamente criticado tanto en los estados del Norte como en Europa. Se convirtió en un grito de guerra para los norteños y  los opositores de la esclavocracia, que buscaban controlar las votaciones sobre la esclavitud y los conflictos surgidos de ella, en lo que más tarde fue conocido como Bleeding Kansas. El incidente fue uno de los muchos factores que dieron origen al Partido Republicano. El gobierno de Pierce sufrió un revés significativo. James Buchanan fue elegido presidente con una victoria fácil en 1856. Aunque seguía comprometido con la anexión cubana, se vio obstaculizado por la oposición popular y el creciente conflicto seccional. La cuestión de la anexión de Cuba se abandonó hasta el final del siglo XIX.

Los liberales en el poder durante el reinado de Isabel II escogieron mantener la esclavitud en las colonias y abolirla en la Península, islas adyacentes y territorios africanos «por el solo hecho de pisar», el 8 de marzo de 1837 cuando la Gaceta de Madrid publicó el “Dictamen de la Comisión de Legislación sobre abolición de la esclavitud”. En 1842 se reguló la esclavitud con un Reglamento. El 2 de abril de 1865 se crea la Sociedad Abolicionista Española por iniciativa del hacendado puertorriqueño Julio Vizcarrondo, trasladado a la península tras haber liberado a sus esclavos. Tras la Revolución de 1868 (“la Gloriosa”) que destronó a Isabel II, en 1870, siendo ministro de ultramar Segismundo Moret, se promulgó una ley llamada de “libertad de vientres” que concedía la libertad a los futuros hijos de las esclavas y que irritó a los esclavistas. En 1872 el gobierno de Ruiz Zorrilla elaboró un proyecto de ley de abolición de la esclavitud en Puerto Rico.

Contra este proyecto se desató una feroz oposición. Para coordinar la acción opositora se crearon en varias ciudades como MadridSantanderCádiz, o Barcelona Círculos Hispano Ultramarinos de ex residentes de las Antillas y se impulsó también la constitución en varias ciudades de la “Liga Nacional” antiabolicionista. Instigaron plantes de la nobleza al rey Amadeo de Saboya, conspiraciones, campañas de prensa y manifestaciones callejeras. Precisamente, la oposición a este proyecto de ley abolicionista fue uno de los elementos más visibles de la crítica al rey Amadeo en la prensa conservadora. La ley por la que se abolía la esclavitud en Puerto Rico fue finalmente aprobada el 25 de marzo de 1873, un mes después de la abdicación del rey y de haberse votado la proclamación de la Primera República Española. Cuba debió esperar varios años más que Puerto Rico, ya que la abolición no llegó hasta el decreto del 17 de febrero de 1880, ya en el reinado de Alfonso XII.

PADRÓ, T.‘Las ligas de mi morena’ en La Flaca, nº48 (Año IV), Barcelona, Imprenta de Luis Tasso,16 de enero de 1873, pp.2.

La Restauración heredó, junto con la tercera guerra carlista, otra guerra en Cuba, iniciada en octubre de 1868, la que sería conocida como guerra de los Diez Años. El proceso independentista de Cuba de España fue iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868. En el ingenio La Demajagua dio a conocer el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, las ideas y los fines del movimiento revolucionario que buscaba la independencia basado en la igualdad de todos los hombres, blancos o negros, cubanos o españoles, mantenida por el Padre Félix Varela al defender la abolición de la esclavitud. Esa acción se conoce como Grito de Yara y dio comienzo a la guerra de los Diez Años, también conocida en España como Guerra de Cuba

Las «leyes especiales» prometidas en la Constitución española de 1837 nunca se promulgaron por lo que la isla de Cuba siguió regida por un capitán general que ejercía un poder prácticamente absoluto, generalmente en favor de los grandes propietarios de las plantaciones esclavistas de caña de azúcar —la llamada «sacarocracia»—, por ejemplo, tolerando la entrada clandestina de medio millón de esclavos procedentes de África entre 1820 y 1873. Sin embargo el grito de Yara no fue secundado por los hacendados del occidente de la isla, mucho más próspero que el oriente. Por su parte el «partido español» optó por enfrentarse tanto a los insurrectos como a los representantes del gobierno metropolitano que tras la revolución de 1868 pretendía introducir ciertas reformas en la isla.

Esta guerra tuvo un carácter antiesclavista, anticolonialista y de liberación nacional. Además, desde el punto de vista cultural ayudó a que el sentimiento de nacionalismo se afianzara. Se luchó por el progreso de la economía y sociedad, por lo que tuvo un carácter contracultural. Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o Pacto de Zanjón, donde se establece la capitulación del Ejército Independentista Cubano frente a las tropas españolas. Este acuerdo no garantizaba ninguno de los dos objetivos fundamentales de dicha guerra: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. Por dicha razón, grupos dispersos de patriotas cubanos continuaron luchando durante la mayor parte del año 1878 e intentarían reiniciar la lucha durante la llamada Guerra Chiquita (1879-1880).

Aunque el movimiento independentista fracasó, la Guerra Chiquita demostró que el problema cubano no estaba resuelto, que la guerra había terminado sobre todo por agotamiento, y que si el gobierno español no efectuaba drásticas reformas, (que nunca llegaron) la revuelta prendería de nuevo más tarde o temprano. El factor más trascendente fue el ascenso de José Martí como dirigente del pueblo cubano. Martí, ausente de la isla desde su deportación a la península en 1871, organizó en los Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano cuyo principal objetivo era lograr la independencia de Cuba. Más tarde patriotas puertorriqueños, que habían participado en el movimiento conocido como Grito de Lares, se unieron con el compromiso de que una vez liberada Cuba, las fuerzas independentistas hicieran lo mismo con Puerto Rico.

Al concluir la guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878), muchas inversiones españolas se reorientaron hacia Filipinas, porque se creyó que un lugar tan lejano no podría interesar a la nueva potencia emergente en el panorama mundial, Estados Unidos. Haciéndose eco de estas inquietudes el ministro de MarinaSantiago Durán, manifestó que la recolonización de Filipinas era indispensable para España. En esos momentos, cuando la península estaba «a punto de ver desaparecer su preponderancia en las Antillas», aparecían nuevas oportunidades en Extremo Oriente.

Según Durán, se abrían «las puertas de un imperio marítimo, fuente de inagotable prosperidad y de riqueza». Para la promoción del mercado filipino se organizó una exposición en Madrid en 1887, y un año después, en el seno de la Exposición Universal de Barcelona, Filipinas tuvo su propio pabellón. Por otra parte, se había producido un hecho que acortaba enormemente las distancias. En 1869 se inauguró el canal de Suez. A partir de entonces, la travesía entre España y Filipinas duraba de veinte a treinta días, dependiendo de las condiciones meteorológicas. El suceso también tuvo una notable trascendencias para Barcelona, porque se convirtió en el puerto español que recibía todo el tráfico marítimo procedente del Pacífico.

En 1879, los diputados cubanos volvieron a ser admitidos en las Cortes de España. Entre 1880 y 1886 la esclavitud fue abolida en Cuba. Entre 1880 y 1890 Martí alcanzaría renombre en América a través de artículos y crónicas que enviaba desde Nueva York a importantes periódicos. Posteriormente decide buscar mejor acomodo en Venezuela, a donde llega el 20 de enero de 1881. En Caracas fundó la Revista Venezolana, de la que pudo editar solo dos números. En el segundo número Martí, escribe un notable ensayo sobre el destacado intelectual Cecilio Acosta que disgusta al presidente Guzmán Blanco motivo suficiente para ser expulsado del país.

Conocedor de las razones del fracaso de la guerra de los Diez Años, Martí preparó las condiciones para que las mismas no se repitieran, dándole a la fuerza militar un poder ilimitado en cuanto a estrategia y táctica, pero dejando al poder civil solamente la tarea de sustentar diplomática, financiera y legalmente la guerra y de gobernar en los territorios liberados. Martí viajó a Costa Rica, en donde vivía Antonio Maceo, para convencerlo de la necesidad de su participación. Lo mismo hizo con Máximo Gómez, quien vivía en la República Dominicana. Fue en este último país, de nuevo independiente tras la guerra de la Restauración (1863-1865), en donde se firmó el Manifiesto de Montecristi, que expresaba la necesidad de la independencia de Cuba. Embarcando desde Haití al frente de una reducida fuerza militar, desembarcaron en Playitas de Cajobabo para coincidir con el Grito de Baire y los levantamientos en varias zonas del oriente de Cuba.

Martí y su arribo a Playitas de Cajobabo.

Con el levantamiento simultáneo de treinta y cinco localidades cubanas el 24 de febrero de 1895, se inició la guerra de independencia de Cuba. Las autoridades lograron descabezar la insurrección en las cuatro provincias occidentales, con la detención de Julio Sanguily y José María Aguirre Valdés. La capital del Estado envía a la provincia sublevada 9000 hombres, suspende las garantías constitucionales y aplica censura a la prensa. El 21 de marzo Antonio Cánovas del Castillo envía otros 7000 hombres y nombra a Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjóncapitán general de Cuba.

No fue fácil someter el Oriente de Cuba, en donde las fuerzas españolas tuvieron grandes aprietos para contener a los secesionistas. Sin embargo, José Martí y Antonio Maceo murieron en la contienda: Martí casi al inicio de la guerra (19 de mayo del 1895).  Entre las victorias obtenidas por los secesionistas cubanos se destaca el cruce de Trocha de Júcaro a Morón en lo que actualmente es la provincia de Ciego de Ávila, casi en el centro del país, con el objetivo de impedir el cruce de las tropas libertadoras hacia el occidente. Generalizada la rebelión en toda la isla, el gobierno central de Madrid destituyó al general Martínez Campos y decidió enviar a la isla al general Valeriano Weyler

Weyler llevaría a cabo una guerra atroz en su afán de derrotar a los independentistas cubanos. Con un cuarto de millón de hombres, el general Weyler se propuso acabar la guerra en un periodo de veinticuatro meses. Una de sus medidas sería colocar a los habitantes rurales en campos de concentración para de esta manera privar a los sublevados del apoyo del campesinado. Se calcula que murieron unos cien mil cubanos en dichos campos de concentración debido al hambre y las enfermedades.

A pesar del incremento constante de tropas españolas, la política de reconcentración y la abrumadora superioridad de su ejército, Weyler fue incapaz de derrotar a los rebeldes cubanos. Estos, conocedores del terreno y movidos por el espíritu secesionista llevaron a cabo una eficiente guerra de guerrillas que fue desgastando al ejército español paulatinamente sin que este pudiera obtener resultados favorables, a pesar de contar con líneas de fortificación, ferrocarriles, vigilancia de costas y un armamento más moderno que el de los rebeldes cubanos.

Víctimas de la Reconcentración de Weyler.

Para finales de 1897, el gobierno español se encontró con las arcas vacías y con un ejército agotado por las enfermedades tropicales y la resistencia de los rebeldes. El presidente Sagasta decidió finalmente destituir a Weyler en favor del general Ramón Blanco, tanto por el costo político de su modo de hacer la guerra como por su fracaso militar al no poder derrotar a los rebeldes. Hay que destacar que las medidas del General Weyler fueron en ocasiones excesivamente exageradas por la prensa de  los Estados Unidos, (PulitzerHearst), lo que granjeó la impopularidad internacional a España. Medidas como esas eran prácticas que se realizaban en conflictos contemporáneos similares: Horatio Kitchener en la Guerra de los Bóeres; el ejército de Estados Unidos en sus Guerras Indias y en la Guerra de Secesión, como hicieran los generales Sheridan y Hunter al devastar completamente el valle de Shenandoah o Sherman al arrasar Georgia y Carolina del Sur; el Ejército de la República Argentina en su Conquista del Desierto, etc. 

En 1897 el gobierno de los Estados Unidos reclamaba que la guerra afectaba sus intereses y le exigió a España reformas para lograr la paz. Los proyectos de autonomía para Cuba y Puerto Rico redactados por los políticos de la metrópolis (MauraAbárzuzaCánovas del Castillo) cristalizaron durante el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta, con Segismundo Moret en el Ministerio de Ultramar, en una Constitución para la isla que le otorgaba autonomía plena (25 de noviembre de 1897) con la sola reserva del cargo de gobernador general, así como la Carta Autonómica de Puerto Rico. Fueron los primeros estatutos de autonomía concedidos en España a sus provincias, y junto a los reales decretos por los que se establecía la igualdad de derechos políticos de los españoles residentes en las Antillas y los peninsulares, se hizo extensivo a Cuba y Puerto Rico el sufragio masculino. Sería equiparable a la del Canadá británico. Se formó un gobierno autonómico y se eligió un nuevo Parlamento insular bicameral, en unos comicios ganados por el autonomismo moderado. El primer gobierno autónomo estuvo presidido desde el 1 de enero de 1898 por José María Gálvez Alonso.

Ninguna de las iniciativas emprendidas desde el Gobierno central tuvieron éxito a pesar de los claros avances, ya que para los intereses de la oligarquía criolla como los de los intervencionistas de los Estados Unidos, la presencia española era un obstáculo a eliminar. Los rebeldes cubanos declararon que ya era demasiado tarde para un arreglo pacífico y aseguraron que solo se detendrían hasta lograr la independencia. Ante esta situación Estados Unidos acusó a España de agresión y anunció una guerra inminente. Ante la amenaza, el capitán general de Cuba, Ramón Blanco, le propuso al general Máximo Gómez, líder de los rebeldes, una alianza para enfrentar a los norteamericanos. El general Gómez se negó rotundamente y recibió órdenes del gobierno rebelde de apoyar al ejército estadounidense para lograr la secesión de Cuba respecto de la Corona de España.

En agosto de 1896, los independentistas tagalos se sublevaron y hostigaron a las tropas españolas a través de una guerra de guerrillas. El ejército colonial, al mando del general Polavieja, declaró el estado de guerra el día 24, con una dura respuesta. Entre sus víctimas figuró José Rizal, acusado injustamente de complicidad con el Katipunan. Por ello fue detenido aquel mismo año, juzgado y fusilado por las tropas coloniales. Su muerte supuso un error de las autoridades de la isla y prendió la mecha definitiva de la sublevación, avivada ya por las noticias de la revolución que había dado comienzo en Cuba en febrero de 1895.

Fusilamiento de José Rizal.

Miembros del Katipunan habían fundado la República del Kakarong en la localidad de Kakarong de Sili (Kakarong Real o Caracóng de Sile), en la provincia de Bulacán, isla de Luzón. Al enterarse, el Gobierno español lanzó una ofensiva y, el 1 de enero de 1897, el comandante José Olaguer Feliú, al mando de una columna de seiscientos soldados españoles, tomó por asalto la fortificación de Caracong de Sile, derrotando a los katipuneros. La guerrilla, mal organizada, mal armada y para colmo dividida, se vio incapaz de liberar el archipiélago. Sin embargo, los españoles tampoco conseguían imponerse a pesar de la represión y de sus victorias parciales. En realidad, para hacer frente al ímpetu independentista, España oponía muy pocas fuerzas. 

El 1 de noviembre de 1897 el Katipunan proclamó la República de Biac-na-Bató, el primer gobierno de Filipinas con Emilio Aguinaldo a la presidencia, y su primera constitución. Ante esta situación, Madrid sustituyó a Polavieja por el general Fernando Primo de Rivera, que comprendió la necesidad de negociar.​ A cambio de la rendición, prometió iniciar un proceso de reformas entre cuyos puntos figuraban la igualdad entre nativos y españoles, autonomía económica para el archipiélago, expulsión de las órdenes religiosas y diputados propios en las Cortes españolas. Finalmente el 14 de diciembre de 1897 Primo de Rivera y los rebeldes firmaron el Pacto de Biak-na-Bató, disolviendo así el breve gobierno filipino, que duró 45 días. Los líderes independentistas, como Emilio Aguinaldo, emprendieron el camino del exilio, no sin antes recibir dinero del Gobierno español con el fin de asegurar su subsistencia en el extranjero. La paz, después de muchos esfuerzos, parecía asegurada. Fue entonces cuando entró en escena un actor imprevisto: los Estados Unidos.

La escalada de recelos entre los gobiernos de Estados Unidos y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: un país impetuoso, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otro viejo, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria.

Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. Ninguno de ambos bandos tenía gran experiencia militar reciente. Las últimas campañas bélicas de EE. UU. se remontaban a su guerra civil (1861-65) y las campañas contra los indígenas de los Estados Unidos (en torno a 1870-90). En el caso español, además del conflicto independentista de Cuba y Filipinas, sus últimas experiencias bélicas fueron la Tercera Guerra Carlista (1872-76) y la Guerra de Margallo en Marruecos (1893-94).

Tipos de uniformes en la infantería española.

El de Cuba no era el primer conflicto internacional desatado por el control de las colonias españolas. En 1885, el Imperio alemán intentó extender su dominio sobre el noreste de Papúa a las islas Carolinas, donde se preveía establecer un protectorado debido a su valor estratégico. La intentona dio lugar a la crisis de las Carolinas y fue duramente combatida por España, no obstante, los alemanes (al igual que en otras ocasiones habían hecho los británicos) argüían que España las había abandonado al eliminar la presencia militar en 1787. La mediación del papa León XIII terminó, al igual que en otras ocasiones, con el reconocimiento de la soberanía española.

En La Habana, se sucedían manifestaciones y enfrentamientos entre los sectores independentistas y españolistas. Por otra parte, muchos cubanos influyentes reclamaban insistentemente en Washington la intervención estadounidense. El gobierno de los Estados Unidos, viendo la posibilidad de que el ejército independentista en Cuba lograra derrocar finalmente al español, y con ello perder la posibilidad de controlar la isla, se decide a intervenir. El gobierno español se hallaba en una encrucijada: si iba a la guerra la derrota era segura por la diferencia de recursos con la que contaba un bando y otro; pero si concedía la independencia a Cuba o se la vendía a EE. UU. casi seguro habría una revolución que derrocaría el régimen de la restauración.

«El melodrama cubano», Puck (1896) España a la izquierda vestido de negro y con capa; EE. UU. a la derecha, de pie, pone una mano en la cabeza de Cuba, representada como una mujer de rodillas, pidiendo ayuda.

El gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine entró en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York.

A pesar de lo inoportuno de la visita, la población habanera permanecía tranquila y expectante y parecía que el capitán general, Ramón Blanco, controlaba perfectamente la situación. Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión iluminó el puerto de La Habana: el Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 marineros y dos oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas. Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa de William Randolph Hearst publicó al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo».

Dibujo estadounidense de como fue la explosión en el Maine.

A fin de determinar las causas del hundimiento, se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta.​ Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas. Los españoles argumentaron que no podía ser una mina como pretendían los estadounidenses, pues no se vio ninguna columna de agua y, además, si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición. En el mismo sentido, hicieron notar que tampoco había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión externa.

Tradicionalmente ha sido una opinión muy extendida el creer que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses para utilizarla como excusa para su entrada en la guerra en una operación de bandera falsa. Otra teoría apunta a una explosión accidental de la santabárbara, motivada por el calentamiento de los mamparos que la separaban de la carbonera contigua, que en esos momentos estaba ardiendo. Dados los desperfectos causados por la explosión, si la misma hubiera sido provocada por algún artefacto externo, esta habría hecho al barco saltar (literalmente) del agua.

Consejo de investigación de 1898 de Sampson.

España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España, a pesar de las críticas de algunos intelectuales estadounidenses, como el poeta Edgar Lee Masters.

Estados Unidos acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense. Comenzó así la guerra hispano-estadounidense, que con posterioridad se extendió a otras colonias españolas como Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Las tropas de Estados Unidos rápidamente arribaron a Cuba. La Armada de los Estados Unidos destruyó dos flotas españolas, una en la batalla de Cavite, en Filipinas, y otra en la batalla naval de Santiago de Cuba cuando la flota española intentaba sin casi esperanza escapar a mar abierto. Sin embargo, los españoles solo habían logrado hundir un barco estadounidense en toda la guerra: el USS Merrimac. Por si fuera poco, algunas de las mejores unidades de la armada como el acorazado Pelayo o el crucero Carlos V no intervinieron en la guerra a pesar de ser superiores a sus contrapartes estadounidenses, aumentado la sensación entre algunos de que se estaba asistiendo a una «demolición controlada» por parte del gobierno español de colonias ingobernables que se iban a perder más pronto que tarde para evitar que el régimen de la restauración colapsara. Finalmente, el gobierno español pidió en julio negociar la paz.

A pesar de su superioridad numérica las tropas de los EE. UU. se atascaron en la batalla de las Colinas de San Juan, donde sufrieron más bajas que las tropas españolas debido, entre otros motivos, que estas tenían más experiencia y un fusil, el Mauser Modelo 1893, superior a los fusiles Springfield yankis. No obstante al final Santiago de Cuba se rindió el 16 de julio. Algunas cifras estiman los fallecidos en la campaña, que culminó con la toma de Santiago, en alrededor de 600 por la parte española, 250 por la estadounidense y 100 por la cubana. A pesar de que la guerra fue ganada principalmente por el apoyo de los mambises, el general Shafter impidió la entrada victoriosa de los cubanos en Santiago de Cuba, bajo el pretexto de «posibles represalias».

Batalla naval de Santiago de Cuba, 3 de julio de 1898.

Tras conocerse el hundimiento de las dos flotas, el gobierno de Sagasta pidió la mediación de Francia para entablar negociaciones de paz con Estados Unidos que tras la firma del protocolo de Washington el 12 de agosto, comenzaron el 1 de octubre de 1898 y que culminaron con la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre. Mediante los acuerdos de París del 10 de diciembre de 1898, se concuerda la futura independencia de Cuba, que se concretará en 1902, y España cede Filipinas, Puerto Rico y Guam.

Tras la derrota de la flota española por la estadounidense en Cavite el 1 de mayo, Aguinaldo y los suyos, financiados y armados por Estados Unidos, volvieron a Filipinas y reanudaron la revolución. Al mes siguiente el destacamento de Baler, desconocedor del estallido de la guerra con Estados Unidos y de la recién proclamada independencia de Filipinas, fue atacado por los revolucionarios filipinos y se refugió en la iglesia, comenzando así el sitio. Desde el principio del asedio, las fuerzas sitiadoras intentaron en vano la rendición de las tropas españolas mediante el envío de noticias, que les informaban del desarrollo del conflicto entre los españoles con los insurrectos filipinos y los invasores estadounidenses. Tras la caída de Manila en manos estadounidenses, en agosto, las autoridades españolas mandaron repetidamente misivas y enviados para lograr su rendición, igualmente sin conseguirlo. Los sitiadores también enviaron en agosto a dos franciscanos españoles que tenían prisioneros para que convencieran a los sitiados, sin éxito. Estos, sin embargo, se quedaron con el destacamento español durante el resto del asedio. El 2 de junio de 1899, el destacamento español de Baler se rindió, tras un sitio de 337 días. Debido a esto, los sitiados en Baler son conocidos como los últimos de Filipinas.

El gobierno estadounidense había asegurado a los rebeldes filipinos que su único interés residía en derrotar a España y, de paso, ayudar a los filipinos a conseguir la independencia. El 14 de agosto de 1898, tras la entrada de las tropas estadounidenses en Intramuros, los Estados Unidos establecieron un gobierno militar en Filipinas bajo el mando del general Merritt. Tras la derrota española, se proclama la independencia y se establece la Primera República Filipina. En febrero de 1899 los filipinos, engañados y atacados por los estadounidenses a los que creían aliados, decidieron resistir por las armas, con lo que empezó una nueva fase del conflicto: la Guerra filipino-estadounidense, de la que los españoles eran ya solo espectadores, mientras las últimas tropas eran repatriadas a España.

El presidente estadounidense William McKinley más tarde diría a los reporteros «que los insurgentes habían atacado Manila» para así justificar la guerra en Filipinas. La guerra duró tres años y fue muy desigual. Durante la guerra, la técnica de tortura de la toca, llamada eufemísticamente water cure / cura de agua (mantener a un prisionero inmóvil en el suelo y casi asfixiarlo con agua en abundancia) se utilizó masivamente para hacer hablar a los prisioneros filipinos. La quema de aldeas, las torturas y las violaciones por parte de los soldados estadounidenses también fueron abundantes.

Filipinos muertos en el primer día de la guerra.

Se considera que la Guerra filipino-estadounidense fue primera guerra de liberación nacional del siglo XX. Tras la derrota, Filipinas se convirtió en una colonia de Estados Unidos, que impulsó su cultura e idioma en las islas. El Tratado de París de 1898 se considera el punto final del Imperio español de ultramar y el principio del periodo de poder colonial de los Estados Unidos ( Guam (cuyo nombre oficial hasta 1898 fue Guaján (acorde con la pronunciación que representa la actual grafía en chamorro) ), fue capturada por Estados Unidos en la toma de Guam y cedida como colonia ). El tratado se firmó sin la presencia de los representantes de los territorios invadidos por Estados Unidos, lo que provocó un gran descontento entre la población de esas nuevas colonias. Estados Unidos ganó varias posesiones insulares en todo el mundo, lo que provocó un polémico debate sobre un país que oscilaba entre el aislacionismo y el expansionismo.

Pese a las críticas de los antiimperialistas, Estados Unidos comenzó a gravitar cada vez con más fuerza en toda el área del Caribe. Desde el 1 de enero de 1899 se inicia oficialmente la ocupación militar estadounidense de Cuba. Puerto Rico fue administrado por el Departamento del Interior de los Estados Unidos, y el gobernador era nombrado por el presidente de los Estados Unidos. El presidente Theodore Roosevelt propuso construir un canal interoceánico en Centroamérica, y en 1903 ofreció al gobierno colombiano comprar una franja de tierra de lo que hoy es Panamá.

El «gran garrote» en el mar Caribe.

Las restantes posesiones españolas en Oceanía (islas MarianasCarolinas y Palaos), incapaces de ser defendidas debido a su lejanía y la destrucción de buena parte de la flota española, fueron vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de pesetas, por el tratado germano-español. La derrota y pérdida de los últimos vestigios del Imperio español (salvo posesiones africanas) fue un profundo shock para la psique nacional de España y provocó una profunda revaluación filosófica y artística de la sociedad española conocidos como el «Regeneracionismo» y la «Generación del 98». Las consecuencias políticas fueron serias, ya que comenzó el debilitamiento de la frágil estabilidad del régimen político conocido como «la Restauración» que había sido establecida anteriormente por el gobierno de Alfonso XII.

Los regeneracionistas reflexionaron sobre la nación española e intentaron poner remedio a la «decadencia de España» especialmente tras el enorme impacto del «desastre del 98». A diferencia de la llamada «generación del 98», con la que se los suele confundir, si bien ambos movimientos expresan el mismo juicio pesimista sobre España, los regeneracionistas lo hacen de una forma menos subjetiva y algo más documentada y práctica, mientras que la generación de 1898 lo hace en forma más literaria, subjetiva y artística. El principal representante del regeneracionismo fue el aragonés Joaquín Costa con su lema «Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid».

Los regeneracionistas, conscientes del atraso de España respecto de otros países más desarrollados» —atraso que incluso exageran—, se proponen hallar las vías para una «regeneración» nacional que arranque las raíces de los males de la patria (el mal reparto de la riqueza originado en la desamortización de Mendizábal de 1836, la falta de estabilidad a causa de las guerras carlistas civiles, el sistema político corrupto de la Restauración basado en el fraude electoral o pucherazo caciquil, el latifundismo, la miseria campesina, el atraso educativo, científico, técnico e industrial, el analfabetismo, la cuestión regional, la irrelevancia en el panorama internacional, …) y la sitúen al nivel de modernidad y potencia que le corresponde por su grandeza pasada.

El regeneracionismo se convirtió en un movimiento de carácter fuertemente transversal, con regeneracionistas tanto de cuño conservador como progresista, tradicionalista como republicano. Entre la derecha fue de vocación mayoritariamente africanista. Algunos, como Macías Picavea, defienden un regeneracionismo regionalista. Así, el regeneracionismo influirá en movimientos de derecha (maurismo) y de extrema derecha y también en las izquierdas. Los intelectuales regeneracionistas trataban de forjar una nueva idea de España basada en la autenticidad, por lo que era esencial desenmascarar las imposturas de la falsa España oficial mediante la divulgación de sus estudios en revistas de amplia difusión.

Con el regeneracionismo, y coincidiendo con la aparición de los nacionalismos periféricos, surge un debate intelectual acerca de la identidad nacional española, conocido como «Ser de España» y que confluye con el tópico de las dos Españas, imagen muy descriptiva de la división violenta y el enfrentamiento fratricida como característica de la historia contemporánea de España. El objeto del debate no fue propiamente político o jurídico-constitucional ni tampoco propiamente historiográfico. Lo que aquellos pensadores pretendían era dilucidar la preexistencia de un carácter nacional es decir: cuáles son «las esencias» de «lo español». Todo lo cual dio origen a un famoso debate ensayístico, literario e historiográfico que se prolongó por décadas.

A partir de este debate, y como expresión de la frustración por el desastre de 1898, se desarrolla un nacionalismo español, heredero del que surgió con el liberalismo y en la guerra contra Napoleón, pero que desde entonces fue cambiando sus contenidos y propuestas ideológicas y políticas (sucesivamente «doceañista«, «esparterista«, incluso brevemente «iberista«, propugnando la unión con Portugal en el contexto de la crisis dinástica de 1868). Para los tradicionalistas españoles, la nación española era milenaria: había nacido en el momento de la conversión al catolicismo del rey visigodo Recaredo («unidad católica») y se había reafirmado en la Reconquista. Los autores de la generación del 98, viniendo de la periferia, coincidían en considerar a Castilla la expresión de «lo español», que reivindican movimientos muy opuestos entre sí: desde los dinásticos (Francisco SilvelaEduardo DatoAntonio Maura) hasta la oposición republicana pasando por los militares. En concreto, con el nombre de panhispanismo (que más propiamente se refiere a un movimiento centrado en la unidad de las naciones hispanoamericanas) entendido como imperialismo español, suele referirse concretamente al aparecido tras la crisis de 1898, expresado en su forma más clara por Ramiro de Maeztu.

Por otro lado el catolicismo político y el carlismo seguían teniendo representación política y social. Así, una parte del antiguo «neocatolicismo» se transformó en integrismo y en 1888 se había creado el Partido Integrista. Este defendía la subordinación total al magisterio de la Iglesia, tanto en el ámbito político como en el social, y solo reconocía como soberano a Cristo-Rey. En consecuencia se oponían radicalmente a la libertad de culto y a la libertad de pensamiento. El desastre no tuvo nada de excepcional en el contexto de la época: ese mismo año los franceses habían tenido que retirarse vergonzosamente ante los británicos en el incidente de Fachoda, los portugueses también habían tenido que ceder ante ellos en 1890, los italianos fueron humillados por nativos en Abisinia en 1896, los griegos sufrieron una dura derrota ante los turcos, y China era un Estado dominado por los extranjeros.

Gran Bretaña había convertido a Egipto en un protectorado de facto desde 1881 y aspiraba a disfrutar de los mismos derechos de soberanía que el gobierno egipcio poseía sobre Sudán, aunque era débil la autoridad efectiva ejercida por Egipto sobre esos territorios y esto obligaba a la presencia militar británica. En 1881 estalló la revuelta mahdista en Sudán, en la que el líder religioso Muhammad Ahmad ibn Abdalla, autoproclamado Mahdi (Mesías), intentó unificar las tribus del oeste y centro del país.   Después de cuatro años de lucha los rebeldes mahdistas derrocaron a la administración otomana-egipcia, culminando en la caída de Jartum en 1885, en la que el general británico Charles George Gordon fue asesinado, y establecieron su propio gobierno «islámico y nacional», con capital en Omdurmán. Por lo tanto, desde 1885 el gobierno mahdista mantuvo la soberanía y el control sobre los territorios sudaneses hasta que fue eliminado por las fuerzas anglo-egipcias en 1898. Los dieciocho años de guerra dieron origen al Sudán anglo-egipcio (1899-1956), un condominio del Imperio británico y el Reino de Egipto.

Pintura de la Batalla de Omdurmán (1898).

Francia ansiaba conectar sus colonias por una línea terrestre continua a lo largo de África del Norte, cruzando el desierto del Sáhara y uniendo el puerto de Yibuti (posesión de Francia a orillas del océano Índico) con los puertos de Brazzaville y Duala, posesiones francesas a orillas del océano Atlántico. La ciudad de Fachoda, a orillas del Nilo, situada en la intersección de dos líneas de expansión imperialista, se convierte así en el escenario de la confrontación francobritánica. Una tropa francesa de 150 tirailleurs o fusileros africanos, con una docena de oficiales europeos, partió de Brazzaville, en la cuenca del río Congo en mayo de 1897 al mando del mayor Jean-Baptiste Marchand con orden de establecerse en el área de Fachoda y declararlo protectorado de Francia. Una vez allí, los oficiales franceses deberían esperar a dos expediciones militares bajo mando francés, que serían enviadas como refuerzo desde Yibuti, cruzando Etiopía.

La expedición de Marchand llegó a Fachoda el 10 de julio de 1898,​ pero no hallaron a la expedición francesa que había partido desde Yibuti. El 18 de septiembre de 1898 Marchand y sus hombres avistaron una flotilla bien armada de cañoneros británicos que llegaban también a Fachoda, liderados por el comandante Horatio Kitchener.  Los británicos se habían dedicado en esos meses a reasegurar su dominio sobre Sudán, lo cual comunicó Kitchener a los oficiales franceses, solicitando cortésmente que la expedición de Marchand se retirara.

Ilustración contemporánea de la caminata de Marchand por África.

Cuando llegaron a Europa, mediante el telégrafo de Egipto, las noticias de esta reunión de tropas la  prensa de ambos países dio ánimos al imperialismo más apasionado. La opinión popular de Francia y Gran Bretaña estallaron en mutuas acusaciones de expansionismo hostil, y en manifestaciones de patrioterismo exacerbado contra la potencia rival. Esto generó un fuerte clima de tensión internacional durante todo el mes de octubre de 1898, además de poner en evaluación por ambos gobiernos la posibilidad de movilizarse para un conflicto armado.

La superioridad naval británica fue considerada por los políticos franceses como un elemento disuasivo muy importante, lo cual generó que el gobierno francés ordenase a sus tropas la retirada el 3 de noviembre de 1898, dando fin al incidente. Los franceses se retiraron del conflicto debido a la superioridad naval de los británicos. Este hecho significó la derrota definitiva de las aspiraciones transafricanas de Francia.

El Reino Unido consolidó su poder sobre la mayoría de las colonias de Sudáfrica en 1879 después de la Guerra Anglo-Zulú. Los bóeres protestaron y en diciembre de 1880 se sublevaron, lo que llevó a la Primera Guerra de los Bóeres (1880-1881). El primer ministro británico William Gladstone firmó un tratado de paz el 23 de marzo de 1881, otorgándoles un gobierno libre a los Bóeres en Transvaal. La Segunda Guerra de los Bóeres se desarrolló entre 1899 y 1902; las repúblicas independientes de los Bóeres del Estado Libre de Orange y la República de Sudáfrica (Transvaal) fueron derrotadas esta vez y absorbidas por el Imperio británico.

En 1895, Rhodes apoyó un ataque sobre el Transvaal, el Jameson Raid, que fracasó e hizo que Rhodes dimitiera como primer ministro. En marzo de 1896, los matabele se rebelaron de nuevo contra la autoridad de la Compañía Británica de Sudáfrica en la segunda guerra matabele. En junio de 1896, el General Frederick Carrington ordenó al Mayor Robert Baden-Powell que iniciara un plan para derrotar a los violentos indígenas matabeles que acosaban toda la zona cercana a Bulawayo, donde se situaba el cuartel general militar. Baden-Powell encontró muchos obstáculos para iniciar la guerra, principalmente por la inaccesibilidad de los Montes Matobo, en donde se refugiaban las impis (fuerzas de combate) matabeles. Con ayuda de Frederick Russell Burnham, explorador militar estadounidense y jefe de exploradores (fuerzas especiales) del ejército británico, logró hacer unos bosquejos del territorio en los que se señalaban los escondites de los matabeles, lo que fue decisivo en su sometimiento. De la relación entre ambos militares surgirían en Baden-Powell las ideas que dieron el origen al escultismo.

En 1870 los herero firmaron un pacto de protección con los británicos a cambio de permitir el asentamiento de estos en Walvis Bay. Al mismo tiempo el Imperio alemán buscaba acuerdos con otros pueblos de la zona y llevaba adelante distintas acciones con el fin de asentar una colonia en la región. ​Las fuerzas coloniales alemanas se asentaron en la zona en 1884 e intentaron por todos los medios lograr la colaboración de los herero pero estos resistieron las presiones de los europeos. Con prácticas fraudulentas los colonos alemanes compraron o directamente expropiaron tierras y ganado a las poblaciones locales.

Desde el principio, hubo resistencia por parte de los Khoikhoi a la ocupación alemana, a pesar de una tenue paz firmada en 1894. En ese año, Theodor Leutwein se convirtió en gobernador del territorio,  mientras que Alemania envió a las Schutztruppe, tropas coloniales o imperiales, para dominar la región. En 1903, algunas de las tribus nama se levantaron en armas bajo el liderazgo de Hendrik Witbooi. Más tarde la situación llevó a los herero a unírseles en enero de 1904. En esos momentos los alemanes tenían 2.500 hombres y los hereros 10.000. Los rebeldes herero sitiaron Okahandja y rompieron relaciones con Windhoek, la capital colonial. Leutwein se vio entonces obligado a pedir refuerzos y que le remitan un experimentado funcionario de la capital alemana, Berlín.​ Ante ello, el Teniente General Lothar von Trotha fue nombrado Comandante en Jefe del África del Sudoeste Alemana el 3 de mayo de 1904; llegó a la colonia con un contingente de 14.000 hombres el 11 de junio. En total los alemanes tenían movilizados 20.000 soldados en la región.

Leutwein quedó subordinado al Departamento Colonial de la Oficina de Relaciones Exteriores de Prusia, presidida por el canciller Bernhard von Bülow. Von Trotha, por otra parte, declaró que en su calidad de gobernador militar sólo estaba subordinado ante el káiser Guillermo II y no ante la Cancillería ni ante el gobernador civil de la colonia. Leutwein proyectaba derrotar a los jefes rebeldes y sus principales seguidores y sólo después negociar con el resto de la población nativa para lograr una solución política. Von Trotha, no obstante, rechazó la idea de una negociación y ordenó a sus tropas aplastar la resistencia nativa con toda la violencia necesaria.

Von Trotha y sus tropas derrotaron a los 3.000-5.000 hereros combatientes en la batalla de Waterberg, pero no pudieron eliminar la amenaza militar. Los herero supervivientes se retiraron con sus familias hacia Bechuanalandia, después de que los británicos les ofrecieron asilo con la condición de no continuar con la revuelta en suelo británico. Unos 24.000 hereros lograron huir a través de un hueco en el cerco militar alemán, hacia el desierto de Kalahari, con la esperanza de alcanzar el protectorado británico. Al no lograr una victoria total por medio de la batalla, von Trotha ordenó que los hombres herero fueran capturados para ser ejecutados inmediatamente, mientras que las mujeres y los niños debían a ser expulsados al desierto para que muriesen allí. Se considera que estas y otras acciones, conocidas como el genocidio de los hereros y nama, son el primer genocidio del siglo XX.

El general alemán Lothar von Trotha.

En 1872 el gobierno de Berlín favoreció la creación de la Liga de los Tres Emperadores entre los imperios alemán, ruso y austrohúngaro. Pese a esta alianza las tensiones entre rusos y austriacos con intereses contrapuestos en los Balcanes acabaron con la liga en 1878, a raíz de la falta de apoyo del Imperio alemán y Austria-Hungría al proyecto de la Gran Bulgaria impuesto por el zar Alejandro II como consecuencia de la guerra ruso-turca. Bismarck volvió a reactivar la alianza con Rusia a través de la Alianza de los Tres Emperadores el 18 de junio de 1881. La iniciativa alemana contravenía la Doble Alianza con Austria-Hungría cuyo principal objetivo era una alianza militar contra Rusia.

Mientras que el Imperio alemán se atraía a Rumanía y al entonces Principado de Serbia mediante sendos tratados en 1881 y 1883, Rusia jugaba la baza de Bulgaria.  Bulgaria intentó, desde el principio, desprenderse de la tutela rusa y orbitar hacia Austria-Hungría lo que contravenía el principio de neutralidad del renovado acuerdo de 1881. La ruptura a raíz de la guerra serbo-búlgara provocó un intento de golpe de estado el 20 de agosto de 1886 apoyado por Rusia; pese a salvarse con un contragolpe nacionalista, Alejandro de Battenberg fue depuesto ocho días después. El gobierno del zar Alejandro III se negó a reconocer al nuevo príncipe, Fernando de Sajonia-Coburgo, de origen alemán y que con la ayuda del primer ministro nacionalista, Stambolov buscó la alianza con Austria-Hungría.

Zar Alejandro III (1881-1894).

Ante el peligro de ruptura con el Imperio ruso, Bismarck intentó acercarse al zar mediante la firma del ultra-secreto Tratado de Reaseguro (18 de junio de 1887). Sin embargo el gobierno ruso comenzó a desconfiar de las promesas alemanas dada la falta de apoyo a las pretensiones rusas en la cuestión búlgara o la creciente influencia alemana sobre el Imperio otomano a través del envío de instructores militares y la construcción de ferrocarriles con capital alemán. 

La ambigüedad del Imperio alemán respecto a los intereses rusos determinó, en gran medida, el acercamiento del gobierno ruso a la Tercera República Francesa, si bien las relaciones no se concretaron hasta 1894 los acontecimientos ocurridos entre 1885 y 1890 fueron claves para el acercamiento. El nuevo intento alemán de contrarrestar este acercamiento causó preocupación en Francia, el motivo era la visita del zar a la capital alemana en enero de 1888. Sin embargo el viraje de la diplomacia germana en 1890 terminará por acercar el Imperio ruso a Francia. La destitución de Bismarck por el káiser Guillermo II supuso que el nuevo gabinete dirigido por Leo von Caprivi destacara por una política antirrusa, dirigida por el secretario de Estado Friedrich von Holstein, negándose en repetidas ocasiones a renovar el tratado de Reaseguro a petición rusa. Ésta actitud unida al acercamiento al Reino Unido, enemiga de Rusia y la renovación de la Triple Alianza supusieron duros golpes a la diplomacia rusa.

Las negociaciones franco-rusas progresaron al calor de estos acontecimientos, así en julio de 1891 la escuadra francesa visitaba la base naval de Kronstadt cercana a San Petersburgo. El zar Alejandro III subió a bordo de varios buques, y al difundir la prensa mundial la noticia de que el zar se había puesto en pie para oír la Marsellesa alertó a las cancillerías europeas que las relaciones entre ambas naciones habían mejorado. El 4 de agosto el zar autorizó las conversaciones con Francia, el acuerdo del 27 de agosto determinó una alianza para contribuir al mantenimiento de la paz sin más. En 1894 moría Alejandro III siendo sucedido por su hijo Nicolás II, el nuevo zar era partidario del gobierno autoritario y conservador negándose a cualquier tipo de concesión democrática. Este cambio fue aprovechado por el kaiser Guillermo II que intentó influir sobre su sobrino a través de una intensa relación epistolar. Pese a todo el zar Nicolás II mantuvo los acuerdos alcanzados por su padre.

Finalmente las relaciones franco-rusas entre 1895 y 1907 se fueron encaminando hacia una alianza formal, así, en abril de 1895 Francia apoyó a Rusia a través de una Triple Intervención (junto al Imperio alemán) para frenar el expansionismo japonés en Manchuria objeto de interés ruso. La visita hecha por el presidente Félix Faure a San Petersburgo (agosto de 1897) significó la confirmación de la alianza franco-rusa de cara a las cancillerías extranjeras de boca del mismo presidente francés. En 1899 se añadía una cláusula adicional a la renovación del acuerdo militar de 1892 y en 1900 el protocolo militar se hacía también extensible a una posible guerra contra el Reino Unido.

Visita del zar Nicolás II de Rusia a París en 1901. Postal conmemorativa.

Ucrania en la encrucijada (XXIII)

Se cumplen seis meses de la invasión rusa de Ucrania y el conflicto ha visto varias fases en este tiempo. Rusia amenazó Kiev, la capital de Ucrania, en las primera semanas, pero luego, y en medio de una fuerte resistencia, se retiró del norte del país para concentrarse en una nueva ofensiva en el este de Ucrania, en la región del Dombás. De una posible guerra relámpago que se desarrollaría en poco tiempo, se ha pasado a una guerra de desgaste en la que aún se desconocen los objetivos finales irrenunciables que necesitan ser alcanzados por el Kremlin para detener la ofensiva militar.

Mapa animado de la invasión.

Parece claro que el control total del Dombás es prioritario con independencia de los ataques indiscriminados a otras ciudades. Una posibilidad mucho más ambiciosa geopolíticamente, pero de un enorme coste militar para Moscú, sería la ampliación de las operaciones a Odesa para conectar todo el corredor este-sur de Ucrania –con Crimea– y cortocircuitar la salida al mar de Kiev. “Hasta dónde” y “hasta cuándo” son las principales incógnitas en este momento del conflicto.

Por otro lado el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha prometido que su país recuperará el control de la península de Crimea, ocupada y anexionada por Rusia en 2014. En ese sentido se enmarcan los ataques efectuados contra el Estado Mayor de la flota rusa del mar Negro en Sebastopol.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

c. Fascismos. I- Surgimiento, características y definición.

La nueva configuración del mundo tras el final de la Primera Guerra Mundial fue decidida por las potencias aliadas durante la Conferencia de Paz de París de 1919, y marcaría el comienzo de esta época, conocida como período de entreguerras. Sin embargo, el final de la guerra no supuso ni mucho menos el comienzo de un periodo estable o pacífico: en el caso de Europa, la situación político-social se vio inmediatamente agitada por hechos como la Revolución de noviembre de 1918 en Alemania, la Revolución húngara de 1919 o la Guerra de Independencia turca (1919-1923). Estos sucesos no hicieron sino confirmar el fracaso de la pretendida intención de instaurar un periodo de paz y estabilidad tras la «Gran Guerra», aunque la creación de la Sociedad de Naciones iba encaminada a evitar el estallido de nuevos conflictos.

No menos importante fue el establecimiento en el territorio del Imperio ruso del primer estado socialista de la historia. Al comienzo del periodo se produjo la victoria de los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa y el asentamiento definitivo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Su victoria, sin embargo, provocó que las potencias occidentales y los vecinos de la URSS establecieran el conocido como «Cordón sanitario«, para aislar a Europa y al mundo capitalista del nuevo estado. La temprana muerte de Vladímir Ilich Lenin dejaría el poder del país en manos de Iósif Stalin, que se convertiría en uno de los más importantes líderes a nivel global. A pesar de los temores de las potencias occidentales por el contagio revolucionario, Stalin, a diferencia de Lenin y Trotsky, se opuso a la revolución mundial y fue más partidario de la teoría del socialismo en un solo país que consolidaría el sistema soviético.

A pesar de la relativa brevedad del periodo, éste representó una época de cambios significativos en todo el planeta. La producción de energía basada en el petróleo y la mecanización asociada se expandieron de forma espectacular, dando lugar, tras la crisis de posguerra de la I Guerra Mundial, a los locos años veinte, un periodo de prosperidad y crecimiento económico para la clase media de Norteamérica, Europa, Asia y muchas otras partes del mundo. Los automóviles, el alumbrado eléctrico y las emisiones de radio que produjeron una burbuja económica a partir de 1918: la radiomanía; entre otras cosas, se convirtieron en algo habitual entre las poblaciones del mundo desarrollado.

Políticamente, este periodo se vio caracterizado por la crisis de las democracias liberales, el ascenso de los regímenes autoritarios, así como el auge del movimiento obrero que se inspira en el triunfo bolchevique de la Revolución rusa.  Económicamente, vio la recuperación de la Gran Guerra y una etapa de euforia económica durante los años 1920 que se vería truncada por el crac del 29 y una profunda crisis que marcó los años 1930. Tradicionalmente, la historiografía ha señalado esta época como el preludio que acabaría desembocando en la Segunda Guerra Mundial

La disolución de los imperios alemánrusoaustrohúngaro y otomano creó una serie de nuevos países en Europa oriental y Oriente Medio. Algunos de ellos, como Checoslovaquia y Polonia, tenían minorías étnicas sustanciales que a veces no estaban completamente satisfechas con los nuevos límites que los separaban de sus compañeros étnicos. Una consecuencia de la redefinición masiva de las fronteras y los cambios políticos posteriores a la guerra fue la gran cantidad de refugiados europeos, ya que el conflicto y los acontecimientos geopolíticos posteriores obligaron a poblaciones enteras a abandonar sus lugares habituales de residencia rumbo a territorios más seguros.

La creación de estos nuevos Estados, surgidos de un proceso emancipador, avivó las rivalidades nacionalistas, dando lugar a un nacionalismo de segunda generación o centrífugo, que a diferencia del nacionalismo de primera generación o centrípeto, se basaba en las diferencias de las minorías étnicas con respecto del grupo étnico considerado mayoritario. Otra consecuencia de la creación de nuevos Estados fue la rivalidad entre Italia y Yugoslavia, que no estaba dispuesta a aceptar las concesiones prometidas a Italia por la Entente en el Tratado de Londres de 1915.

Esta rivalidad reavivó el irredentismo, movimiento político italiano posterior a 1870 que reivindicaba para el Reino de Italia las tierras «no rescatadas» (Italia irredenta) del Imperio austrohúngaro (DalmaciaIstriaTrentino) y más tarde, por extensión, de todos los territorios que se consideraban italianos. El movimiento tomó nueva extensión a principios del siglo XX, cuando agrupó a los patriotas de derecha ( D’AnnunzioCorradini ) y a los socialistas ( Battisti ); entonces provocó graves disturbios en Trieste (1913). El irredentismo explica la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial contra los Imperios Centrales (mayo de 1915) y la disolución de la Tríplice.

Debido a la oposición del presidente estadounidense Wilson a la completa incorporación de estos territorios a soberanía italiana, se exacerbó el sentimiento irredentista, ya que las expectativas territoriales italianas quedaron frustradas por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, iniciándose la cuestión adriática. El poeta Gabrielle D’Annunzio llevó a cabo una aventura militar que acabó en la creación del Estado libre de Fiume

Gabriele D’Annunzio

 A finales del siglo XIX existían en Italia algunas organizaciones denominadas fascio (traducible por haz, significando la fuerza de la unión), de la que la más importante era el Fasci Siciliani (fascio siciliano, 1895-1896). Los Fasci tuvieron el apoyo de las clases más pobres y explotadas de la isla, canalizando su frustración y descontento en un programa coherente basado en el establecimiento de nuevos derechos. Tras el rechazo de estas condiciones, hubo un estallido de huelgas que se difundieron rápidamente por toda la isla, creándose un conflicto social violento, que se acercaba a la insurrección. A partir de entonces, la palabra conservó en Italia connotaciones fuertemente revolucionarias.

Fueron estas connotaciones de rebeldía agresiva las que hicieron atractivo el uso de este término por parte de jóvenes nacionalistas que exigieron vehementemente la intervención italiana en la Primera Guerra Mundial. Estas situaciones causaron una profunda división dentro de la Unión Sindical Italiana (Unione Sindacale Italiana o USI). La mayoría optó por apoyar la neutralidad del gobierno en conformidad con los planteamientos de los líderes socialistas, pero los grupos más radicales fundaron el 1 de octubre de 1914 la Fasci d’Azione internazionalista rivoluzionaria. El 5 de octubre, el ultranacionalista Angelo Oliviero Olivetti publicó su manifiesto en el primer número de su órgano de prensa, Pagine libere; fue entonces cuando Benito Mussolini, se unió al grupo y tomó prontamente el liderazgo. El 11 de diciembre de 1914, Mussolini propulsó un grupo político más nacionalista, los Fasci d’Azione rivoluzionaria, que era una fusión de otros dos movimientos previos. Tras una serie de intentos para mantener la neutralidad, el gobierno italiano decidió intervenir en la guerra en mayo de 1915, estimulando que los fascio se convirtieran entonces en fuente de numerosos voluntarios para el frente de lucha contra el Imperio austrohúngaro.

Durante la guerra, los soldados de asalto de élite del Regio Esercito adoptaron el nombre de Arditi, nombre que se deriva del verbo italiano ardire (osar), traduciéndose como «Osados». Los Reparti d’assalto (Unidades de asalto) fueron formadas en el verano de 1917, siendo asignados al papel táctico de tropas de choque, rompiendo las defensas enemigas. Los Arditi contribuyeron en la mayor parte de la Batalla de Vittorio Veneto, haciendo posible la victoria final sobre los ejércitos austríacos en noviembre de 1918. En enero de 1920, al poco tiempo del fin de la guerra, todas las unidades fueron disueltas.

En el período de la posguerra de la Primera Guerra Mundial, muchos Arditi se unieron a la Associazione Nazionale Arditi d’Italia (Asociación Nacional Arditi de Italia, ANAI), fundada por el Capitán Mario Carli, que estaba involucrado en el movimiento artístico del Futurismo. Carli escribió el ensayo «Los Arditi no son gendarmes» en colaboración con Filippo Tommaso Marinetti. Los Arditi participaron activamente en el golpe que dio Gabriele D’Annunzio en la ciudad de Fiume (hoy Rijeka, en Croacia). Estos llevaban un uniforme con camisa negra y un fez negro, que más tarde fue adoptado por los Camisas Negras de Benito Mussolini. Cuando su plan original para una anexión italiana fue rechazado por el gobierno de Roma, D’Annunzio proclamó la fundación de la «Regencia italiana de Carnaro». Con el sindicalista Alceste De Ambris, D’Annunzio promulgó una constitución, la Carta del Carnaro, que contenía elementos fuertemente progresistas o incluso radicales. El 25 de diciembre de 1920, los soldados del Regio Esercito pusieron fin a la corta «regencia» después de breves enfrentamientos.

El movimiento obrero, motivado por el éxito reciente de la revolución rusa, llevó a cabo eventos similares en otros países europeos en el mismo período como los espartaquistas alemanes, la revuelta socialista de Baviera y la «república soviética» de Hungría, pero en la primavera de 1919 todas estas sublevaciones socialistas habían sido ya vencidas. En el caso italiano estos hechos fueron protagonizados principalmente por los consejos de fábrica, inspirados en los soviet de Rusia, que durante los años de 1919-1920, periodo conocido como biennio rosso, llevaron a cabo una masiva revuelta popular de orientación socialista y anarquista que se dio sobre todo en el norte de Italia. Los consejos de fábrica tenían una estructura de democracia directa practicada y propuesta por los anarcosindicalistas.

Las revueltas del biennio rosso motivaron a la alta burguesía italiana a mirar con sospecha cualquier movimiento obrero, y cuando en 1919 Benito Mussolini fundó su movimiento de los Fasci italiani di combattimento  la burguesía italiana decidió apoyarlo como medio de contrarrestar las protestas. Mussolini aprovechó el miedo de los industriales y se mostró como decidido opositor del bienio rosso, utilizando como táctica básica la violencia contra personas y bienes, violencia ejecutada por un grupo paramilitar creado específicamente para ello.

Un gran número de Arditi se unieron al movimiento fascista, pero su apoyo no fue unánime. Formaron parte de las squadre d’azione, grupos de fascistas armados comandados por los jefes locales e integrados por ex-combatientes, parados, estudiantes, ciudadanos, burgueses y delincuentes. La violencia squadrista, denominada escuadrismo, estaba dirigida contra los ayuntamientos, los sindicatos y las Camere del Lavoro controladas por los socialistas y los popolari católicos y se desató especialmente en los campos de la llanura del Po y de Toscana donde llevaron a cabo sus «expediciones». Estas squadre fueron la base para la creación de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional, cuyos miembros fueron conocidos popularmente como Camisas negras, debido al color de su uniforme.

Los principios expuestos por Benito Mussolini en el acto fundacional de los Fasci italiani di combattimento el 23 de marzo de 1919, en la plaza del Santo Sepulcro (San Sepolcro) de Milán, y  publicados al día siguiente en el diario Il Popolo d’Italia, serán la base por la que se rija el movimiento fascista hasta la creación en 1921 del Partido Nacional Fascista. A este periodo de la historia del fascismo se le denomina sansepulcrismo.

Mientras la represión estatal, la desorganización de los anarcosindicalistas, y la división entre los sectores de socialistas, que daría lugar a la creación del Partido Comunista Italiano en 1921, terminaron por quitar toda fuerza al movimiento obrero italiano, Mussolini aprovechó el miedo de los industriales y se mostró como decidido opositor del bienio rosso, empleando desde 1921 a sus belicosos camisas negras para someter por la violencia a los obreros izquierdistas, que intentarán repetir las huelgas en 1922. Como cuenta Bertolucci en su película Novecento: «Los fascistas no son como los hongos, que nacen así en una noche, no. Han sido los patronos los que han plantado los fascistas, los han querido, les han pagado.» El fascismo fue apoyado por la burguesía italiana como «prevención contrarrevolucionaria», lanzado como resultado de la fracasada revolución.

Desde el nacimiento del fascismo surgió un movimiento de oposición a este, el antifascismo. Como el apoyo de los Arditi al movimiento fascista no fue unánime, se formaron, por parte de grupos de ex-combatientes, los llamados Arditi del Popolo para oponerse al auge del Partido Nacional Fascista. Estos Arditi los formaban, además de ex oficiales del Regio Esercito, una mezcla heterogénea de anarcosindicalistas, socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos y otros. Uno de los mayores éxitos de los Arditi del Popolo tuvo lugar en Parma, en agosto de 1922, cuando 350 arditi  defendieron con éxito la ciudad contra una ofensiva fascista de 20.000 hombres dirigida por Roberto Farinacci  e Italo Balbo.

Temiendo que los exaltados fascistas causaran una guerra civil, el gobierno de Luigi Facta buscó el apoyo del escritor ultranacionalista Gabriele D’Annunzio para encabezar una manifestación patriótica el 4 de noviembre de 1922 que festejara el triunfo italiano en la Gran Guerra, lo cual motivó a Mussolini para actuar rápidamente a fin de no ser eclipsado por D’Annunzio. Mussolini ordenó a mediados de octubre de 1922 que todos los militantes del Partido Nacional Fascista se preparasen para llevar a cabo manifestaciones públicas masivas en todas las ciudades principales de Italia. Para esa fecha, los fascistas habían conseguido, por medio de agresiones y amenazas varias, forzar la renuncia de casi todas las autoridades socialistas del Norte de Italia, región que dominaron en pocos días, ante la pasividad del ejército y la policía.

Ante una orden de Mussolini, masas de fascistas se lanzaron tanto a carreteras como a trenes para dirigirse a Roma, con el fin de tomar el poder para su líder, en la llamada marcha sobre Roma. Armados apenas con algunas pistolas, mazas de acero y armas caseras, los camisas negras acudieron a la capital italiana desde el 22 de octubre, amenazando con provocar una guerra civil si las autoridades les cerraban el paso. Los manifestantes fascistas acudieron en ferrocarril, en automóviles o camiones, e incluso a pie aquellos que residían en regiones próximas. Hacia el 25 de octubre, una gran masa de camisas negras había llegado a las afueras de Roma y su número aumentó en escasos días. Para disolver la amenaza que presentaban los fascistas que llegaban a las afueras de la ciudad, el gobierno del primer ministro Luigi Facta pidió el estado de sitio para la ciudad, sin embargo, el rey Víctor Manuel III rechazó firmar la orden. 

Mussolini, ahora seguro de su control sobre los acontecimientos, estaba decidido a controlar el gobierno, y el 29 de octubre el rey le pidió que fuera primer ministro y que formara un gabinete. Viajando desde Milán en tren, Mussolini formó gobierno en Roma el día 30 de octubre. Cerca de 25 000 camisas negras fueron transportados a la ciudad sólo ese día, desde donde marcharon en un triunfal desfile ceremonial el 31 de octubre de 1922. Al día siguiente, Mussolini instaló su gobierno en Roma.

Formalmente la dictadura fascista no comenzó de inmediato, sino que los fascistas recurrieron a diversos procedimientos durante los meses siguientes para asegurar el control de todos los mecanismos de poder político. El 16 de noviembre, Mussolini se presentó en la Cámara de Diputados del Reino (obtuvo el voto de confianza con 316 a favor, 116 en contra y 7 abstenciones) y dio su primer discurso como Presidente del Consejo de Ministros. El 25 de noviembre le fueron conferidos a Mussolini por el parlamento (con 215 votos a favor y 80 en contra) plenos poderes en el ámbito económico y administrativo desde el 3 de diciembre de ese año (fecha de promulgación de la ley) hasta el 31 de diciembre de 1923, con el fin de «restablecer el orden», pudiendo gobernar por decreto sin la aprobación previa de los parlamentarios. El 15 de diciembre de 1922 se reunió, por primera vez, el Gran Consiglio del Fascismo (‘Gran Consejo del Fascismo’). El 14 de enero de 1923 los camisas negras fueron institucionalizados como fuerza paramilitar bajo amparo estatal, siendo convertidos en la Milizia Volontaria per la Sicurezza Nazionale (‘Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional’). Luego, el 9 de junio Mussolini presentó en la Cámara la Ley Acerbo (llamada así al ser propuesta por el economista fascista Giacomo Acerbo) estableciendo nuevas reglas para la elección al parlamento.

Benito Mussolini

La Italia fascista exaltaba la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprimía la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo. El fascismo se caracteriza por su método de análisis o estrategia de difusión de juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población.

La desinformación, la manipulación del sistema educativo y un gran número de mecanismos de encuadramiento social, vician y desvirtúan la voluntad general hasta desarrollar materialmente una oclocracia que se constituye en una fuente esencial del carisma de liderazgo y en consecuencia, en una fuente principal de la legitimidad del caudillo.

Las distintas definiciones de fascismo y las características específicas de los regímenes fascistas han sido —y son— objeto de gran controversia, en la que se ha discutido —y se discute— la naturaleza exacta del fascismo y sus rasgos básicos. La mayoría de académicos coincide en que un régimen fascista es, por encima de todo, una forma de gobierno autoritaria, aunque no todos los regímenes autoritarios sean fascistas. El autoritarismo es, en el fascismo, tan solo una de sus características, de forma que la mayoría de académicos afirman que son necesarios más rasgos identificativos para poder definir un régimen autoritario como fascista.

De forma similar, el fascismo como ideología y como movimiento político es también difícil de definir. Se trata de un movimiento político totalitario enlazado con el corporativismo. Es evidente que si esa definición se limita al fascismo italiano original, el término fascismo tendrá poco sentido fuera de la historia de la política italiana. La mayoría de académicos, por tanto, prefiere usar la palabra fascismo en sentido amplio para referirse a una serie de ideologías y de movimientos políticos con características parecidas que se dieron en prácticamente toda Europa durante el período de entreguerras y cuyo ejemplo más radical no fue paradójicamente el fascismo italiano sino el nacionalsocialismo alemán.

Se suele definir el fascismo como una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno​ de carácter totalitarioantidemocráticoultranacionalista, y de extrema derecha; pero para conseguir el propósito de definir al fascismo, hay que identificar un «mínimo fascista», es decir, las condiciones mínimas indispensables que debe cumplir un movimiento político para poder ser considerado fascista. La mejor forma de hacerlo es considerar cuál ha sido la propia definición de fascismo para diversos autores relevantes, para la mayoría de los cuales es un movimiento político y un tipo de régimen político de carácter totalitario, autoritario, antiliberal, antimarxista y antidemocrático.

Como ejemplo el semiólogo italiano Umberto Eco plantea el concepto de Ur-Fascismo o «fascismo eterno». Eco considerara que el fascismo no es un fenómeno político circunscrito al período de entreguerras, y derrotado en 1945, sino que es un hecho «ahistórico», «eterno», y enumera catorce características generales del fascismo, de las que la presencia de al menos una de ellas sería suficiente para crear «una nebulosa fascista».


Ucrania en la encrucijada (XXII)

Tras más de 40 días desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y a pesar del intento fallido de tomar la capital, la guerra continúa. Rusia aún tiene capacidad suficiente de efectuar una operación ofensiva en el este de Ucrania.

Mapa con la situación de la guerra en Ucrania el 11 de abril de 2022 (Estado a las 12:30 horas) – Europa Press https://www.europapress.es/internacional/noticia-guerra-rusia-ucrania-mapas-20220228121855.html

Las tropas rusas que acechaban Kiev y las que avanzaban por el noroeste de Ucrania desde hace semanas abandonan la zona ocupada. En su retirada hacia Bielorrusia y Rusia, informa el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), el Ejército ruso está dejando tras de sí un rastro de minas que obliga a los ucranios a avanzar lentamente en su camino para asegurar las posiciones recuperadas.

El alcalde de Mariupol, Vadim Boichenko, ha afirmado este lunes en una entrevista con la agencia Associated Press que al menos 10.000 civiles han muerto en la ciudad, en el sudeste de Ucrania, tras más de seis semanas de asedio por parte de las fuerzas rusas. 

Los bombardeos rusos en algunas áreas en Ucrania han sido tan intensos que poblaciones y ciudades se están viendo obligadas a enterrar decenas de víctimas civiles, sin ningún tipo de ceremonia, en fosas comunes.

Mientras Rusia denuncia ante la ONU que Ucrania prepara un «montaje» de fosas comunes en una ciudad cercana a Kiev.

La guerra y las sanciones económicas derivadas de ella están afectando a la economía rusa, ya que, según asegura la agencia de calificación Standard and Poor´s, Rusia entra en impago de su deuda externa.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 10- Crisis cíclicas y sus consecuencias. De la crisis de 1772 a la crisis de posguerra de la I Guerra Mundial.

Como ya vimos en una entrada anterior, el fenómeno de las crisis cíclicas ha sido uno de los más estudiados en teoría económica. La sucesión de ciclos económicos, en los que una fase de expansión va seguida de otra de contracción, seguida a su vez de expansión y así sucesivamente, son fenómenos específicos de las economías basadas en el dinero y la actividad comercial, según Wesley Mitchell.  La contracción genera como resultado una crisis económica que afecta en forma negativa la economía de millones de personas.

En la anterior entrada vimos que la última fase de la transición del feudalismo al capitalismo estaba enmarcada en la crisis del Antiguo Régimen, y que esta crisis culmina con  la llamada «era de las revoluciones», considerando a la “Revolución Estadounidense” como la primera de ellas, dentro de lo que se ha denominado el «ciclo atlántico». Las causas de esta revolución fueron varias, pero pueden destacarse las leyes impositivas con el establecimiento de restricciones mercantiles y de cargas fiscales que Gran Bretaña impuso a las Trece colonias.

Desde mediados de la década de 1760 hasta principios de la década de 1770, el auge crediticio, apoyado por comerciantes y banqueros, facilitó la expansión de la manufactura, la minería y las mejoras internas tanto en Gran Bretaña como en las trece colonias. Hasta el estallido de la crisis crediticia, el período de 1770 a 1772 se consideró próspero y políticamente tranquilo tanto en Gran Bretaña como en las colonias americanas. Como resultado de la Ley Townshend y el desglose de la Ley de No Importación, el período estuvo marcado con un tremendo crecimiento en las exportaciones de Gran Bretaña a las colonias americanas. Las exportaciones a América del Norte, aumentaron rápidamente en comparación con las importaciones entre 1750-1772.

Sin embargo, los problemas están detrás del auge crediticio:  la especulación y el establecimiento de instituciones financieras dudosas. En Escocia, los banqueros adoptaron «la notoria práctica de dibujar y redibujar títulos de crédito ficticios … en un esfuerzo por expandir el crédito». Esto llevó a la crisis financiera en 1772, que supuso la parálisis del sistema de crédito, del que dependía en gran medida el crecimiento económico. La crisis de 1772 también desencadenó una cadena de eventos relacionados con la controversia sobre el mercado colonial del té, que llevaron a movilizaciones populares de protesta (motín del téBoston, 16 de diciembre de 1773).

El ejemplo estadounidense fue decisivo para que en 1789 el protagonismo revolucionario pasara a Francia. El Reino de Francia se encontraba con un enorme déficit presupuestario, en buena medida debido a su intervención en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Por otro lado había sufrido, durante los años que precedieron a 1789, numerosas sequías y heladas, lo que había arruinado varias cosechas.

No obstante esa penosa situación, los agricultores debían cumplir con sus obligaciones fiscales, independientemente de los rendimientos agrícolas obtenidos. Y poco a poco, y año a año, la situación se transformó en insoportable, pues en los campos y en ciertos sectores de las ciudades, la desnutrición y aún la muerte por inanición, pasó a ser algo relativamente corriente. Como resultado del devenir económico y de la rigidez de la estructura política el pueblo aspiraba a mejorar su propia y penosa situación, ya que no podía tolerar ni soportar más una sociedad tan injusta y tan rígida, que los conducía a la extrema pobreza y al hambre.

Estas crisis agrícolas se tradujeron en crisis industriales.  El alza del precio del pan, que absorbía el 90% del presupuesto de los trabajadores en 1789, fue un sinónimo de contracción del mercado para las actividades artesanales. Además, los industriales franceses se quejaban de los efectos del tratado Eden-Raynevalacuerdo comercial firmado entre Francia y Gran Bretaña en 1786, acusado de poner en dificultades a las industrias de ciertas ciudades.

A estos problemas se añadía el riesgo de bancarrota del Estado debido a su fuerte endeudamiento y a la ausencia de una reforma fiscal. La crisis financiera inquietaba también a los acreedores del Estado,  que sospechaban que no podrían ser adecuadamente compensados. Justamente, fue el problema financiero de Francia lo que motivó la reunión de los Estados Generales, punto de inicio de la Revolución francesa.

En los recién formados Estados Unidos, el Secretario del Tesoro Alexander Hamilton, había pedido en 1790 la creación del Banco de los Estados Unidos. En 1791 el presidente George Washington firmó la carta que permitía su apertura. La expansión del crédito por parte del recién formado banco, así como la especulación  desenfrenada por parte de William Duer , Alexander Macomb y otros banqueros destacados, provocó una crisis crediticia conocida como pánico de 1792.

Duer, Macomb y sus colegas intentaron aumentar los precios de los títulos de deuda y  las acciones bancarias, pero cuando incumplieron los préstamos los precios cayeron, lo que provocó un pánico bancario. El endurecimiento simultáneo del crédito por parte del Banco de los Estados Unidos sirvió para aumentar el pánico inicial. Hamilton pudo manejar hábilmente la crisis al proporcionar a los bancos del noreste cientos de miles de dólares para realizar compras de valores en el mercado abierto, lo que permitió que el mercado se estabilizara en mayo de 1792.

En Gran Bretaña se produjo la tercera burbuja económica a comienzos de los años noventa del siglo XVIII, la canalmanía. Los primeros canales de transporte fluvial ingleses se construyeron a iniciativa de empresarios locales, comerciantes, industriales o mineros, que necesitaban transportar sus productos. Con la Primera Revolución Industrial se había iniciado una innovación tecnológica por medio de la introducción de la máquina de vapor de James Watt (patentada en 1769) en las distintas industrias, por lo que aumentó la utilización de carbón y la necesidad de transportarlo desde las minas a las industrias donde se utilizaba, sobre todo la industria textil.

Uno de los primeros canales era el Canal de Bridgewater, con el que el Duque de Bridgewater daba salida a su carbón desde Worsley hasta Mánchester. A pesar del alto coste de la construcción, el precio del carbón en Mánchester cayó un 50% tras su apertura, y su éxito financiero atrajo inversores. Hubo un gran incremento de los proyectos de canales que se promovían: mientras que en 1790 sólo un proyecto había recibido autorización por Act of Parliament, para 1793 lo habían recibido veinte. El capital autorizado en 1790 era de 90,000 libras esterlinas, que para 1793 era de 2,824,700. Alguno de los canales autorizados fueron rentables, pero la mayor parte de ellos, incluyendo al Herefordshire and Gloucestershire Canal, nunca pagó dividendos. Otros, como el Grand Western Canal, nunca se completaron. La burbuja terminó provocando una crisis en Inglaterra y Gales que se prolongó hasta la segunda década del siglo XIX.

En los EE. UU. estalló una burbuja de especulación de tierras en 1796. La crisis se profundizó cuando el Banco de Inglaterra suspendió los pagos en especie el 25 de febrero de 1797, bajo la Ley de Restricción Bancaria de 1797. Se produjeron una serie de caídas en los mercados crediticios tanto en Gran Bretaña, como en los recientemente formados Estados Unidos, lo que condujo al pánico de 1796–1797

El pánico provocó una recesión comercial pronunciada en las ciudades portuarias estadounidenses que no cedió hasta después de 1800. Los inversores en planes de tierras no sufrieron solos. Los comerciantes, artesanos, y trabajadores asalariados, todos los cuales dependían de la continuidad del comercio exterior, sintieron el impacto cuando los negocios fracasaron entre 1796 y 1799. El pánico también reveló la interconexión económica de la joven república con Europa, y demostró que la naciente economía estadounidense estaría sujeta a ondas de turbulencia política en el continente europeo, un efecto que impulsó a Thomas Jefferson para firmar la Ley de Embargo de 1807.

En Gran Bretaña el llamado Country Party, era partidario de reformas encaminadas sobre todo contra la corrupción y en 1791 Thomas Paine publicó Los derechos del hombre, donde defendía que la Revolución Francesa aportaba buenos cambios en el sistema político de Francia. También declaraba que el pueblo de Gran Bretaña debía rebelarse para establecer la democracia y los derechos del hombre para todos los británicos sin distinción, y esta obra alimentó la ideología radical en Gran Bretaña en ese momento.

En 1792 el partido Whig fundó la Sociedad de los Amigos del Pueblo, que se centró en defender la reforma del Parlamento. Tuvo dos ramas muy diferentes, la inglesa y la escocesa. La Sociedad en Inglaterra era aristocrática y excluyente, en contraste con la Sociedad en Escocia, que se fue abriendo a cada vez mayor número de miembros. De la rama escocesa surgió la Sociedad de los Escoceses Unidos, que se inspiró en los acontecimientos de las revoluciones francesa y estadounidense. Los escoceses unidos eran particularmente hábiles para obtener el apoyo de las clases trabajadoras de Escocia, que se beneficiarían al obtener derechos políticos, como buscaba la Sociedad.

Sus objetivos eran en gran medida los mismos que los de la Sociedad de los Irlandeses Unidos: la consecución del sufragio universal y los parlamentos elegidos anualmente. También tenía una fuerte veta de republicanismo. La sociedad se impulsó aún más cuando el Parlamento aprobó la Ley de milicias de 1797 que permitió el reclutamiento de hombres jóvenes en el ejército. Esto resultó muy impopular entre muchos escoceses comunes, y en agosto de 1797 hubo grandes protestas en todo el país que fueron brutalmente reprimidas, con muchos manifestantes asesinados (por ejemplo , Masacre de Tranent ).

Los escoceses unidos esperaban obtener apoyo tanto de los holandeses, que habían realizado la revolución de Batavia, como de los franceses , y había planes para que los holandeses desembarcaran en Escocia. Sin embargo, la Royal Navy interceptó una flota holandesa y la derrotó en la Batalla de Camperdown en octubre de 1797. Los escoceses unidos todavía organizaron una rebelión contra el gobierno en 1797, en la que querían establecer un nuevo gobierno provisional con Thomas Muir como presidente, pero a pesar de los éxitos iniciales de los insurrectos, las tropas del gobierno reclutadas rápidamente desde Inglaterra pronto sofocaron la rebelión.

Aprovechando las circunstancias, un levantamiento nacionalista irlandés, conocido como rebelión irlandesa de 1798, tuvo lugar en 1798 contra el dominio británico en Irlanda. Los Irlandeses Unidos, un grupo revolucionario irlandés de orientación republicana e influenciado por las ideas de las revoluciones americana y francesa fueron los principales artífices de la revuelta. En 1782 la Corona británica había concedido a la Ascendencia ( miembros ricos de la Iglesia de Irlanda leales a la Corona ) cierto grado de autogobierno y un parlamento más independiente. El Partido Patriota Irlandés, liderado por Henry Grattan, presionó activamente a la administración inglesa en busca de mayor autonomía y en 1793, el Parlamento aprobó una serie de leyes que autorizaban a los católicos propietarios a votar, pero sin que pudieran ser elegidos o nombrados para cargos públicos.

La perspectiva de reformas inspiró a un pequeño grupo de liberales protestantes en Belfast a fundar la  Society of the United Irishmen (Sociedad de los Irlandeses Unidos) en 1791. La organización obviaba la división religiosa con una afiliación compuesta por protestantes de la Ascendencia, católicos, presbiterianosmetodistas y otros grupos protestantes disidentes. Los principales objetivos de la Sociedad eran la reforma democrática y la emancipación católica y la independencia de Irlanda, medidas que él ni el Parlamento de Irlanda ni el gobierno británico estaban dispuestos a aprobar. La rebelión estalló tras la implantación de la Ley marcial el 2 de marzo de 1797, recurriendo el gobierno británico a tácticas que serían descritas hoy en día como terrorismo de Estado.

A imitación de la Revolución estadounidense se produjeron movimientos independentistas en América latina. En el Brasil colonial de fines del siglo XVIII, pese a la fuerte censura establecida por las autoridades portuguesas, era conocido el éxito de la sublevación ocurrida en las Trece Colonias. También se habían difundido entre las élites brasileras las ideas de la Ilustración y sus principios de libertad y democracia, así como de gobierno representativo, contrapuesto al absolutismo practicado en Portugal y sus colonias.

Tales ideas hallaron un terreno fértil en la provincia brasilera de Minas Gerais, dedicada a la extracción de oro y donde se había formado una poderosa élite nativa de la región que recibió con agrado las tesis de la Ilustración, debido a su descontento con la administración colonial portuguesa que exigía a toda la provincia de Minas Gerais el pago de un monto equivalente al 20% de la producción de oro (el llamado «quinto real») de manera colectiva, del mismo modo que impedía la construcción de caminos y la instalación de imprentas para mantener a la provincia en el mayor aislamiento posible.

Aprovechando una revuelta popular contra los tributos instaurados por las autoridades coloniales, importantes terratenientes y mineros de la región empezaron a formar planes para una revuelta masiva que proclamase la independencia de Minas Gerais, forjando un núcleo amplio de conspiradores. Para entonces, en 1789, no existía aún una «identidad nacional brasilera«, por lo cual los planes de los conspiradores mineiros se limitaban sólo a obtener la independencia de la propia Minas Gerais.

Para esa fecha la economía de Portugal dependía fuertemente de la minería de oro establecida en Brasil, especialmente en Minas Gerais, y se había establecido un sólido núcleo de burócratas portugueses tanto civiles como militares para mantener bajo el mayor control posible la extracción aurífera. La conspiración estaba planificada para estallar en cuanto el gobernador portugués proclamase oficialmente la vigencia de la derrama, fecha cuando los conspiradores proyectaban aprovechar el descontento para iniciar su revuelta. No obstante, en junio de 1789 la conspiración fue denunciada. Casi la totalidad de los procesados negaron su participación en la conspiración, a excepción del dentista y oficial militar Joaquim José da Silva Xavier, que asumió la plena responsabilidad de la revuelta proyectada.

La economía del Imperio portugués había quedado muy debilitada tras el terremoto de Lisboa de 1755, que dificultó los proyectos coloniales portugueses en el siglo XVIII. Desde el Tratado Anglo-Portugués de 1373 que formalizó la alianza anglo-portuguesa, la política y la economía de Portugal estaba ligada a la británica, por lo que la crisis de 1796, también afecto al Imperio portugués, sobre todo a sus colonias. 

En 1798 se produjo la conjura Bahiana, también denominada como revuelta de los alfaiates («alfaiate», en portugués, significa ‘sastre’, oficio que ejercían los conjurados). Fue un movimiento independentista ocurrido en la entonces Capitanía de Bahía, en Brasil. El clima de insubordinación se propagó rápidamente, especialmente entre las clases más humildes, cuyas quejas contra el gobierno, cuya política elevaba los precios de las materias más esenciales, llegaron a alcanzar a los cuarteles militares.

Pero el primer movimiento revolucionario de América Latina fue la revolución haitiana, que culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue y la proclamación del Primer Imperio de Haití. Saint-Domingue pasó de ser una colonia regida por un sistema de castas, la posesión colonial más rica de su tiempo,​ a ser el lugar donde se produjo la única rebelión de esclavos exitosa de la historia, además de ser una de las revoluciones más radicales.

A finales del siglo XVIII las colonias francesas del Caribe producían un tercio de los ingresos galos. La principal era Saint-Domingue por producir dos tercios del azúcar del mundo, 140 millones de libras en ese producto cada año. Había 789 plantaciones de algodón, 3.100 de café, 3.100 de índigo (añil), 673 de víveres y casi 800 ingenios de azúcar. La población servil decuplicaba a los blancos y constituían la mitad del millón de esclavos antillanos.

El 26 de agosto de 1789 se publica la Declaración de los derechos del hombre, que proclamaba a todos los hombres libres e iguales, entrando en conflicto con la situación de Saint-Domingue, obligando a decidir si este principio se extendía a toda la población de la colonia. Los propietarios blancos vieron la oportunidad de despojar a los funcionarios reales del control de la isla, abolir las regulaciones comerciales para acrecentar su riqueza e independizarse, pero cuando los esclavos se enteraron tomaron partido por los contrarrevolucionarios y británicos, temerosos que si había independencia quedarían completamente en manos de sus amos y su vida sería aún más dura.​ Sin embargo, durante los primeros dos años el conflicto se centró entre facciones de blancos independentistas, blancos leales a la metrópolis y libertos. Los negros quedaron al margen.

Los libres de color reclamaban en París la igualdad de derechos desde antes de la revolución. Liderados por Julien RaimondJacques-Vincent Ogé se dirigieron ante la Asamblea Nacional y después a la Convención Nacional, consiguiendo la igualación legal para todos los hombres libres. Ogé volvió a la colonia en octubre de 1790 y consideró que esto contemplaba el derecho a votar pero el gobernador general, el vizconde de Blanchelande se negó a permitir a los libertos votar. Una pequeña revuelta estalló el 24 de enero de 1791 en Port-Salut, cerca de Les Cayes. Los 200 rebeldes son rápidamente vencidos pero al mismo tiempo se organiza una guerrilla de mulatos al mando de André Rigaud. El 15 de mayo la Asamblea Nacional decidió dar la igualdad política a los libertos, cuando las noticias llegaron a la isla el 8 de julio los blancos empezaron a tramar su reacción.

Ya en 1791, el resto de las monarquías europeas observaron con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Francia, y consideraron la conveniencia de intervenir, ya fuera en apoyo de Luis XVI o bien para sacar provecho del caos en el país. El principal protagonista fue Leopoldo II, hermano de María Antonieta, que inicialmente vio la Revolución con ecuanimidad, pero que se vio cada vez más perturbado por la progresiva radicalización de esta, aunque a pesar de ello esperaba evitar la guerra. El 27 de agosto, el rey Leopoldo y Federico Guillermo II de Prusia, asesorados por nobles franceses exiliados, publicaron la Declaración de Pillnitz, que expresaba el interés de las monarquías europeas por el bienestar de Luis y su familia, y amenazaban vagamente con severas consecuencias si algo les sucediese.

Al final, fue Francia quien declaró la guerra a Austria, con el voto en la Asamblea a favor de la guerra el 20 de abril de 1792, tras una larga lista de agravios pasados presentada por el ministro de exteriores Charles François Dumouriez. Dumouriez preparó una invasión inmediata de los Países Bajos austriacos, donde esperaba obtener el apoyo popular contra el dominio austriaco. Sin embargo, la Revolución había desorganizado el ejército, y las fuerzas movilizadas eran insuficientes para una invasión. Mientras el gobierno revolucionario movilizaba tropas de refresco y reorganizaba sus ejércitos, un ejército aliado prusiano bajo el mando del Duque de Brunswick se reunía en Coblenza, en el Rin. En julio comenzaba la invasión, con los ejércitos de Brunswick tomando con facilidad las fortalezas de Longwy y Verdún. Este sería el primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa, conocido como Primera Coalición. Las campañas bélicas se extendieron por Europa Occidental y el Caribe, convirtiéndola en una guerra a gran escala.

En el verano de 1798, Napoleón dirigió una expedición a Egipto, logrando numerosas victorias, pero fue incapaz de transportar a su ejército de vuelta a Francia por mar tras la batalla del Nilo. En su ausencia de Europa, un estallido de violencia en Suiza requirió el apoyo francés contra la antigua Confederación Suiza. Cuando los revolucionarios depusieron el gobierno cantonal de Berna, el ejército francés de los Alpes comenzó la invasión de Suiza, con el apoyo de los suizos republicanos.

Cierto número de enemigos de Francia prepararon una nueva alianza con Inglaterra para deshacer las anteriores conquistas francesas. Austria y Rusia movilizaron ejércitos de refresco para las campañas de Alemania e Italia en 1799. Se forma así la Segunda Coalición continuando las guerras revolucionarias francesas, que terminaron con la firma del Tratado de Luneville en 1801, aunque Francia estuvo constantemente en guerra con Gran Bretaña desde 1793 hasta el Tratado de Amiens en1802.

Tras el golpe de Estado del 18 de brumario ( 9 de noviembre de 1799 ) que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, se inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder. Este golpe de Estado, que en principio pretendía acabar con la corrupción del anterior gobierno y favorecer los intereses de la nueva burguesía republicana, le condujo a recibir el título de Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804, disolviendo la Primera República Francesa y estableciendo el Primer Imperio francés.

Dinamarca y Noruega, que originalmente se habían declarado neutrales sacaron provecho de la guerra a través del comercio y organizaron una armada. Tras una muestra de intimidación en la primera batalla de Copenhague (1801), los británicos capturaron un gran número de naves de la flota danesa en la segunda batalla de Copenhague (1807). Esto terminó con la neutralidad danesa, enzarzándose los daneses en una guerra naval de guerrillas conocida como la guerra de las Cañoneras, parte de las guerras napoleónicas.

El Tratado de Amiens nunca se consideró un tratado duradero: ninguna de las partes estaba satisfecha y ambas incumplieron partes del mismo. Las hostilidades recomenzaron el 18 de mayo de 1803. El objeto del conflicto cambió desde el deseo de restaurar la monarquía francesa a la lucha para acabar con Napoleón Bonaparte. Napoleón planeaba la invasión de las islas británicas y reunió 180 000 soldados en Boulogne. Sin embargo, necesitaba conseguir antes la superioridad naval para llevarla a cabo, o al menos, alejar a la flota británica del canal de la Mancha. El complejo plan de distracción, llevado a cabo por el almirante Villeneuve fracasó tras la batalla del Cabo Finisterre y la posterior destrucción de la flota franco-española en la batalla de Trafalgar. Entonces, Napoleón se vio forzado a abandonar sus planes contra Inglaterra y a centrar su atención en sus enemigos continentales.

La Tercera Coalición buscando tomar ventaja de la concentración de las fuerzas francesas en Boulogne, hizo planes para atacar Italia y Baviera. Los ejércitos aliados organizados en Alemania e Italia, al mando de Karl Mack von Leiberich prepararon la invasión de Baviera mientras esperaban a los ejércitos rusos de Mijaíl Illariónovich Kutúzov que les reforzarían. El ejército de Baviera, aliado de Napoleón, se vio forzado a retirarse hacia el norte, abandonando Múnich. Napoleón dejó Boulogne en agosto, marchando con rapidez hacia el Rin. Cruzó el Rin a finales de septiembre, cayendo sobre el flanco derecho del ejército de Lieberich y rodeando al ejército austriaco en Ulm. Kutúzov, en la frontera austro-bávara, tuvo que retirarse a Viena, y tomar el camino hacia Moravia para conseguir refuerzos el 13 de noviembre. Napoleón marchó entonces hacia el norte para enfrentarse a los ejércitos aliados, encontrándolos finalmente en posición defensiva en Austerlitz. En la batalla de Austerlitz, Napoleón engañó a los austriacos con un asalto y una retirada fingidas, para luego atacar las posiciones elevadas que el enemigo había dejado, rodeando y destruyéndolos a todos excepto al ala derecha, bajo el mando de Piotr Bagratión.

El ejército austriaco de Italia, bajo el mando del Archiduque Carlos se vio forzado a retirarse sin luchar por las victorias francesas en Alemania, y los desembarcos aliados en el norte de Alemania y Nápoles fueron abortados. Austria fue eliminada de la coalición y expulsada definitivamente de Italia por el Tratado de Presburgo. Napoleón derrotó a Rusia en combate, aunque ésta siguió en la guerra, y Prusia entró en la guerra en 1806, en protesta por la violación francesa de su territorio en la campaña de 1805. Daba entonces comienzo la guerra de la Cuarta Coalición.

Napoleón contraatacó, derrotando a los prusianos de forma decisiva en la batalla de Jena-Auerstädt, en octubre de 1806. Las fuerzas francesas de Napoleón ocuparon entonces Prusia, capturando Berlín el 25 de octubre de 1806, y marchando sobre el este de Prusia y la frontera rusa, donde tuvieron un encuentro con las tropas rusas en la batalla de Eylau, en febrero de 1807, y donde el avance de Napoleón fue detenido brevemente. Finalmente, las fuerzas rusas fueron destruidas por el ejército de Napoleón en la batalla de Friedland, el 14 de junio de 1807, y tres días después Rusia solicitaba una tregua. Por el posterior Tratado de Tilsit, en julio de 1807, Francia hizo la paz con Rusia y forzó a Prusia a ceder la mitad de sus territorios a Francia, al Reino de Westfalia de Jerónimo Bonaparte y al nuevo Gran Ducado de Varsovia. Napoleón ahora tenía virtualmente el control absoluto sobre el oeste y el centro de Europa.

En el Congreso de Erfurt (1808), Napoleón y el zar Alejandro I acordaron que Rusia debía forzar a Suecia a unirse al Bloqueo Continental, lo cual condujo a la guerra finlandesa y a la división de Suecia por el golfo de Botnia. La parte oriental fue anexionada por Rusia en el Gran Ducado de Finlandia. En mayo de 1801, cuando Napoleón decidió forzar la neutralidad de Portugal que se resistía a romper como aliado de la corona británica, el ejército español intervino en Portugal provocando la efímera Guerra de las Naranjas. La gravedad de la derrota de Trafalgar no tuvo las mismas repercusiones en España y Francia, en España la destrucción de una parte importante de su Armada agravó la crisis económica al no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, en tanto que aumentaba el recelo hacia la política de alianza.

La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la península ibérica y el Mediterráneo occidental, incrementando la presión sobre la corte de Portugal, a la que se le advirtió para que adoptase medidas para el cierre al comercio con los británicos desde sus puertos, así como la confiscación de los bienes y bloqueo de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30 000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del conde de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807. A partir del 25 de septiembre de 1807 los portugueses expulsaron a los navíos ingleses, pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido. El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania y Algarves, así como el reparto de las colonias.

A finales de 1807 Napoleón decidió que la monarquía de Carlos IV, aliada, pero independiente, era ya de muy escasa utilidad y que sería mucho más conveniente para sus designios la creación de un Estado satélite. La presencia de tropas francesas en España en virtud del tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando diversas localidades españolas, como lo fueron BurgosSalamancaPamplonaSan SebastiánBarcelona o Figueras. El total de soldados franceses acantonados en España ascendía a unos 65 000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid y la frontera francesa.

La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró al Palacio Real de Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, la multitud, dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos al príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy, quemando todos sus enseres. Aprovechando los sucesos derivados del motín de Aranjuez y el hecho de que tropas francesas al mando de Murat habían ya ocupado el norte de España, Napoleón forzó la cesión de la corona española a su hermano, José Bonaparte, como José I en las Abdicaciones de Bayona.

El levantamiento contra los franceses partió de las clases populares y de los notables locales. Comenzó como una serie de motines espontáneos. Ya en abril hubo revueltas en ciudades como León o Burgos, si bien, tras el levantamiento de Madrid, el 2 de mayo de 1808, los levantamientos se propagaron por toda España. La difusión de las noticias sobre la represión ejercida por los franceses en Madrid y en otras localidades alentó la insurrección. 

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero, que, junto con los ejércitos regulares aliados dirigidos por el duque de Wellington, provocó el desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas. La población civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como aliados se cebaron con la población y objetivos civiles, saqueando y pillajeando a gran escala y devastando, por ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para sus respectivos intereses. Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, lograda por un ejército exclusivamente español, provocaron la evacuación de Portugal y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808 por la entrada de la Grande Armée, encabezada por el propio Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta mediados de 1812.

El Reino Unido se encontraba ya luchando contra Francia aliado con los rebeldes españoles en la Guerra de Independencia. Al mismo tiempo, Austria había reclutado un nuevo ejército para tratar de dar un vuelco a las desfavorables condiciones impuestas tras la derrota de la guerra anterior que culminó con el Tratado de Pressburg. La alianza entre Austria y el Reino Unido dio lugar a la Quinta coalición.

La guerra comenzó el 10 de abril cuando los austriacos invadieron a los aliados del emperador: el Reino de Italia, el Gran Ducado de Varsovia y el Reino de Baviera, produciéndose la batalla de Sacile, de Raszyn y Eckmühl A pesar de que Austria obtuvo algunas victorias en operaciones menores de tipo defensivo (como en Aspern-Essling), la ausencia de Rusia y Prusia de la coalición significó la inferioridad numérica de Austria frente a los enormes ejércitos franceses, lo que la condujo a la posterior derrota en la batalla de Wagram. Austria fue obligada a firmar el Tratado de Schönbrunn, perdiendo aún más territorio frente a Napoleón y sus aliados. Los intentos británicos de aliviar la situación de sus aliados, como la Expedición de Walcheren, terminó en fracaso, esta fue la última campaña victoriosa de Napoleón.

La invasión napoleónica de Rusia fue un punto de inflexión en el transcurso de las guerras napoleónicas. La campaña redujo a las fuerzas de invasión francesas y aliadas a menos del veinte por ciento de su capacidad inicial. El tratado firmado tras la guerra austriaca contenía una cláusula por la que la Galitzia oriental era anexada al Gran Ducado de Varsovia, y el Imperio ruso consideró que esta disposición obraba contra sus intereses creando una entrada estratégica para lanzar una posible invasión contra Rusia.​

Por otra parte, el zar Alejandro I había encontrado a Rusia en un dilema económico: su país tenía pocos medios para generar manufacturas aun siendo rico en materias primas, y el bloqueo continental contra el Reino Unido ordenado por Napoleón, había estrangulado no solo el comercio británico, sino el ruso, vital para su economía en términos no simplemente monetarios, sino en cuanto a bienes manufacturados. El hecho de que Rusia se retirara del bloqueo fue una causa adicional para incentivar a Napoleón a tomar su decisión de invadirla. En 1811, el Estado Mayor ruso desarrolló un plan de guerra ofensiva, suponiendo un asalto ruso sobre Varsovia y Gdańsk.

La invasión comenzó el 24 de junio de 1812. Napoleón había enviado una oferta final de paz a San Petersburgo poco antes del inicio de las operaciones, de la que nunca recibió contestación, por lo que ordenó a su ejército internarse en el Gran Ducado de Varsovia. Al principio, contó con poca o ninguna resistencia, por lo que avanzó con rapidez dentro del territorio enemigo.  La batalla de Borodinó, el 7 de septiembre, se saldó con victoria francesa. El ejército ruso pudo solo reunir a la mitad de sus fuerzas el 8 de septiembre, y hubo de retirarse, dejando expedito el camino hacia Moscú.

Napoleón entró finalmente el 14 de septiembre en una ciudad fantasma, desalojada de habitantes y vaciada de suministros. Napoleón esperaba que el mismo zar Alejandro I le ofreciera la capitulación en la colina Poklónnaya, pero muy lejos de esto, los comandantes rusos no se rindieron. En lugar de ello, prendieron fuego a Moscú y vaciaron la ciudad entre el 2 y el 6 de septiembre. Moscú, una ciudad constituida principalmente por edificios de madera, se quemó prácticamente por completo, privando de forma efectiva a los franceses de la posibilidad de abrigarse en la ciudad. Se asume que estos incendios fueron debidos a los sabotajes rusos.

 La ciudad incendiada era tácticamente inútil, por lo cual Napoleón inició la larga retirada el 19 de octubre, tras solo seis semanas de ocupación. En la batalla de Maloyaroslávets, Kutúzov pudo al fin forzar a los franceses a usar la misma carretera de Smolensk, que antes les había llevado al este, para volver hacia Occidente. Al tiempo, continuaban bloqueando el flanco sur para impedir a los franceses salir de esta ruta. Kutúzov desplegó tácticas de guerrillas para hostigar y atacar constantemente a los franceses donde éstos fueran más débiles. Las tropas cosacas asaltaban y rompían las unidades francesas aisladas o descolgadas. 

Debido a la llegada del invierno, las praderas rusas carecían de pastos para caballos, que al no poder alimentarse morían y eran utilizados como fuente de carne para los soldados; si bien esta medida permitía alimentar a las tropas francesas, las obligaba a desplazarse lentamente a pie, siendo presa fácil de la hipotermia y el congelamiento en pies, piernas y brazos. El cruce del río Berézina los llevó a una nueva gran derrota, ya que Kutúzov decidió que aquel era el momento de llevarlos a un combate en campo abierto. Las divisiones rusas atacaron y aplastaron a la parte del Ejército francés que aún no había cruzado el río. Durante las siguientes semanas, los remanentes de la Grande Armée fueron aún más diezmados, y el 14 de diciembre de 1812, fueron definitivamente expulsados del territorio ruso al cruzar el río Niemen

Al mismo tiempo, en la guerra española, en la batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), la ocupación francesa de España se acabó definitivamente por la victoria de sir Arthur Wellesley sobre José Bonaparte, y los franceses se vieron forzados a abandonar España cruzando los Pirineos. Viendo una oportunidad en esta histórica derrota de Napoleón, Prusia volvió a la guerra formando parte de la Sexta Coalición. Tras el desastre de la Grande Armée en Rusia, las potencias continentales que habían sido constantemente humilladas por Napoleón en varias guerras a lo largo de toda una década, vieron finalmente una oportunidad de derrotarle, y se unieron a la coalición que hasta entonces consistía en la alianza entre rusos, británicos, españoles y portugueses.

Bonaparte, a pesar de grandes éxitos donde su genio brilló con fuerza (como la batalla de Dresde donde derrotó a tropas que casi le doblaban en número) se vio obligado a reorganizar sus ejércitos a lo largo de todas las líneas de defensa, estando desesperadamente falto de caballería. Finalmente fue derrotado en la batalla de Leipzig en Sajonia, en octubre de 1813, y emprendieron la exitosa invasión de Francia en 1814, que forzó a Napoleón a abdicar y abrió el camino a la restauración de los Borbones. La etapa final de la campaña, la defensa de Francia, hizo volver al emperador a la lucha al frente de sus tropas contra un enemigo inmensamente superior en número en la Campaña de los Seis Días, la cual muchos consideran la mejor campaña de toda su carrera.

París fue ocupada el 31 de marzo de 1814. El 11 de abril, el tratado de Fontainebleau estableció la renuncia de soberanía en Francia e Italia para sí y su familia, y su exilio a la isla de Elba, una isla pequeña a 20 km de la costa italiana, manteniendo su título de emperador de manera vitalicia. El Congreso de Viena (1814-1815) dispuso el nuevo orden en la Europa post-napoleónica. En Francia, los realistas instalaron en el poder a Luis XVIII. Consciente de los deseos de los británicos de desterrarlo a una isla remota en el Atlántico y del rechazo del pueblo francés a la restauración borbónica, Napoleón escapó de Elba en febrero de 1815 y desembarcó en Antibes el 1 de marzo desde donde se preparó para retomar Francia.

El 13 de marzo de 1815, siete días antes de que Napoleón llegara a París, las potencias del Congreso de Viena le declararon fuera de la ley; el 25 de marzo siguiente, el Reino Unido, Rusia, Austria y Prusia se comprometieron entre ellos a aportar 150 000 hombres cada uno para terminar con su gobierno, formando la Séptima Coalición. La campaña, también conocida como «Los Cien Días«, fue la fase final de las guerras napoleónicas y puso fin al reinado de Napoleón, quien fue forzado a abdicar nuevamente tras su derrota en la Batalla de Waterloo. Napoleón fue exiliado a la Isla Santa Elena y las potencias europeas restauraron la anterior monarquía en Francia, dando inicio al periodo conocido como la Europa de la Restauración.

La depresión posnapoleónica fue una depresión económica en Europa y Estados Unidos después del final de las guerras napoleónicas en 1815. En Gran Bretaña, una depresión agrícola condujo a la aprobación de las Leyes de cereales y ejerció una gran presión sobre el sistema de ayuda a los pobres heredado de la época isabelina. Además un breve auge en la fabricación textil en Inglaterra fue seguido por períodos de depresión económica industrial crónica, particularmente entre los tejedores e hilanderos textiles.

Al mismo tiempo, las leyes de cereales exacerbaron la situación. Impusieron un arancel sobre el grano extranjero en un esfuerzo por proteger a los productores de granos ingleses.  El costo de los alimentos para los trabajadores aumentó cuando la gente se vio obligada a comprar el grano británico más caro y de menor calidad. En Irlanda, los precios del trigo y otros cereales se redujeron a la mitad y, junto con el continuo crecimiento de la población, los terratenientes convirtieron las tierras de cultivo en pastizales al garantizar la aprobación de la legislación de desalojo de los agricultores arrendatarios en 1816. En Escocia, la depresión terminó en 1822. 

La solidez de la economía danesa se vio fuertemente afectada por las pérdidas provocadas durante las guerras napoleónicas. Dinamarca se había aliado con Francia y había librado diversas batallas contra las tropas británicas. En 1808 un ejército español de 15.000 hombres al mando del Marqués de La Romana intervino en Dinamarca en apoyo de Napoleón.

Tras la derrota de la flota danesa, Noruega pasó de la corona de Dinamarca a la de Suecia por el tratado de Kiel, como recompensa a Suecia por parte del bando vencedor. Pero las revueltas noruegas terminaron en la independencia, y los noruegos coronaron a Christian Frederick (el futuro Christián VIII) como rey. Durante este periodo, Dinamarca estuvo literalmente en bancarrota y la población sufrió grandes privaciones.

El Pánico de 1819 fue la primera crisis financiera generalizada y duradera en los Estados Unidos que frenó la expansión hacia el oeste en el Cinturón del Algodón y fue seguida por un colapso general de la economía estadounidense que persistió hasta 1821. El Pánico anunció la transición de la nación desde su estatus comercial colonial con Europa hacia una economía independiente. Aunque la recesión fue impulsada por los ajustes del mercado mundial tras las guerras Napoleónicas, su gravedad se vio agravada por la excesiva especulación en tierras públicas, alimentada por la emisión desenfrenada de papel moneda por parte de bancos y empresas.

El Segundo Banco de los Estados Unidos (SBUS), profundamente implicado en estas prácticas inflacionistas, trató de compensar su laxitud en la regulación del mercado crediticio de los bancos estatales iniciando una fuerte reducción de los préstamos por parte de sus sucursales del oeste, a partir de 1818. Al no poder suministrar oro de su reserva de oro cuando el SBUS les presentaba sus propios billetes para su reembolso, los bancos estatales empezaron a embargar las granjas y propiedades comerciales que habían financiado y que estaban fuertemente hipotecadas. El pánico financiero resultante, junto con una repentina recuperación de la producción agrícola europea en 1817, provocó quiebras generalizadas y desempleo masivo.

Aprovechando la guerra de independencia española, se produjeron en América latina varias revoluciones, movimientos independentistas y guerras de independencia. El vacío de poder conduce a una revolución liberal en América y España. Entre 1808 y 1810 se instalaron muchas juntas de gobierno que ejercieron la soberanía en nombre del abdicado rey Fernando VII, tanto en la península ibérica, como en los territorios americanos. La resistencia de las juntas americanas a someterse a los gobiernos formados en España radicalizó las posiciones políticas. El establecimiento en las Cortes de Cádiz de un imperio unitario de hegemonía peninsular en ambos hemisferios, como en el Estatuto de Bayona, fue un punto de quiebra con las Juntas americanas que pedían el autogobierno; entonces se las declaró en rebeldía, comienza el conflicto armado entre el gobierno español y los americanos, y aparecen las primeras declaraciones de independencia.

Tras la derrota de Napoleón, el Tratado de Valençay reconoció a Fernando VII rey de España, y como rey efectivo, rechazó la constitución española de 1812 por considerarla una constitución republicana, contraria al Antiguo Régimen. Pero, la restauración de Fernando VII en la península ibérica tampoco significó la vuelta al Antiguo Régimen sino a una nueva forma de poder, más radicalizado hacía una tiranía personal, el Absolutismo. En España, a través de un golpe de estado, el Manifiesto de los Persas, Fernando declaró estos decretos «nulos y de ningún efecto», se borró todo rastro de liberalismo, se persiguió y exilió a los liberales españoles, mientras volvían los afrancesados, bonapartistas favorables al poder establecido. En América, por el contrario, la resistencia armada de las juntas posibilitó nuevas declaraciones de independencia a través de sus congreso constituyentes y la creación de estados republicanos ahora completamente separados del Imperio español.

El conflicto militar dio paso a la aparición de la figura de los libertadores, entre los que destacaron Hidalgo y Morelos en México, el argentino José de San Martín en ArgentinaChile y Perú y el venezolano Simón Bolívar en América del Sur. La independencia de los nuevos estados de América se consolidó en la década de 1820, con el Trienio Liberal, derivando en la creación en México del Ejército Trigarante en 1821 y terminando en América del Sur con la destrucción del último ejército virreinal en la batalla de Ayacucho en 1824, suceso al que se suele recurrir como el fin de las grandes campañas de las guerras de independencia en América del Sur. Aunque el periodo estricto de lucha militar iría desde la batalla de Chacaltaya (1809)​ o el combate de Cotagaita (1810), en el actual Bolivia, hasta la batalla de Tampico (1829), en México.

Los últimos bastiones españoles son el Castillo San Felipe en Puerto Cabello hasta 1823; en San Juan de Ulúa, Veracruz hasta 1825. Por último, en enero de 1826, caen los reductos españoles del Callao y Chiloé. Solo permanecen como últimos dominios españoles las islas de Cuba y Puerto Rico, que resisten como bases de la reconquista tras los frustrados planes colombo-mexicanos de expedición conjunta para la liberación de Cuba (1820-1827).​ El último capítulo de la guerra terminó con la tentativa de reconquista de España contra sus antiguas posesiones mexicanas en 1829, cuando la expedición de Isidro Barradas llegó a Tampico y fue derrotada por el Ejército Mexicano. Sin embargo los gobiernos independientes tuvieron que enfrentar las guerrillas realistas, por ejemplo entre 1823 y 1827 en Venezuela; entre 1822 y 1826 en PastoColombia; hasta 1832 en el sur de Chile, apoyados por mapuches y pehuenches; y hasta la década de 1830, la guerrilla de Iquicha en Perú.

En 1820 se inicia un ciclo revolucionario mediterráneo, con España como epicentro de un movimiento que se extendió a ItaliaPortugalGrecia. Sus ejes ideológicos fueron el liberalismo y el nacionalismo. Las revoluciones de 1820 surgieron como reacción a la Restauración, que se produjo como consecuencia de la derrota de la Francia revolucionaria, y que suponía el restablecimiento del Antiguo Régimen y la aplicación de los principios legitimistas del Congreso de Viena de 1815, confiados a la fuerza y determinación intervencionista de la Santa Alianza. Esta alianza de las monarquías absolutas finalmente consiguió evitar la posibilidad de una generalización del contagio revolucionario y sofocó los focos revolucionarios. Ante la desigualdad de fuerzas, como forma de organización de los revolucionarios de 1820 predominó la conspirativa, a través de sociedades secretas, similares a la masonería, como los carbonarios.

El movimiento revolucionario que suscitó el contagio y en varios casos la imitación explícita (incluso del texto constitucional), fue el pronunciamiento de los militares liberales españoles que inició el llamado trienio liberal. Las revoluciones de Portugal e Italia (especialmente en el Piamonte y en Nápoles) fueron las siguientes. Con mucha más lejanía en tiempo y espacio, también hubo movimientos de muy distinta naturaleza en el Imperio ruso (Revuelta Decembrista de 1825). El caso más peculiar fue Grecia, donde en 1821 se pueden datar los inicios del movimiento por la independencia griega, proclamada en 1822; y que fue la única de las revoluciones de este ciclo en tener éxito, gracias al apoyo de las potencias europeas contra el Imperio otomano.

El pánico de 1825 fue una caída de la bolsa de valores que comenzó en el Banco de Inglaterra, surgida en parte de inversiones especulativas en América Latina, incluido el país imaginario de Poyais. La crisis se sintió de manera más aguda en Inglaterra, donde precipitó el cierre de seis bancos de Londres y de sesenta bancos de otros países en Inglaterra, pero también se manifestó en los mercados de Europa, América Latina y Estados Unidos. Una transferencia de reservas de oro del Banco de Francia salvó al Banco de Inglaterra de un colapso completo.

El «pánico» se ha referido como la primera crisis económica moderna no atribuible a un evento externo, como una guerra, con el inicio de los ciclos económicos modernos. El período de las Guerras Napoleónicas había sido excepcionalmente rentable para todos los sectores del sistema financiero británico, y las acciones monetarias expansionistas tomadas durante la transición de la guerra a la economía en tiempos de paz iniciaron una oleada de prosperidad y de empresas especulativas. El auge del mercado de valores se convirtió en una burbuja y los bancos atrapados en la euforia hicieron préstamos de alto riesgo.

Cuando Carlos X subió al trono el 16 de septiembre de 1824, Francia estaba regida según los principios de la Carta de 1814, firmada por su antecesor, su hermano Luis XVIII. Los gobiernos monárquicos de los dos últimos Borbones se caracterizaron por intentar restablecer una monarquía con tendencias absolutistas y limitar el ya de por sí reducido poder de las cámaras. A partir de 1821, los gobiernos fueron dominados por ministros ultramonárquicos, provocando un descontento creciente tanto entre los monárquicos moderados como entre la burguesía liberal, y un repunte de las posturas republicanas. Por otro lado, las clases populares venían soportando una prolongada crisis económica y las hambrunas aún asolaban el país.

Según avanzaba el reinado de Carlos X, el pueblo veía cada vez más improbable que se aprobaran unas necesarias reformas políticas (como la ampliación del voto censitario en el que solo podían votar las personas con un determinado nivel de ingresos, y que la Paridad en la Cámara Alta dejara de ser hereditaria) y que se garantizaran los derechos civiles (como la libertad de expresión y de prensa, y la supresión de la censura). Después de las elecciones a la Cámara Baja de julio de 1830, Carlos X se enfrentaba a una mayoría liberal moderada. Ante este hecho, disolvió la recién elegida Cámara de diputados, y decretó las 4 ordenanzas de julio, esperando así poder reconstituir una mayoría parlamentaria que le fuese más favorable. Las ordenanzas (decretos) suspendían la libertad de prensa, alargaban el cargo de los diputados reduciendo su número y limitaban el derecho de voto.

Durante las «jornadas de julio» el pueblo de París se precipitó a la calle, alentado por la mayoría de los medios de prensa. Con el apoyo de la Guardia Nacional, consiguió derrotar al ejército real. Durante estos hechos se produjeron actos de violencia anticlerical. Se inicia así la revolución de 1830, un proceso revolucionario que dotó a Francia de una Constitución liberal, llevó al trono a Luis Felipe I de Francia y abrió el periodo conocido como Monarquía de Julio.

La revolución se extendió por buena parte del continente europeo, especialmente en Bélgica, que obtuvo la independencia frente a Países BajosAlemania e Italia, donde se identificó con los movimientos de tipo nacionalista unificador; Polonia y el Imperio austríaco, donde se identificó con movimientos de tipo nacionalista disgregador. Las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario sin caer, y en el Reino Unido se contempla el surgimiento del movimiento obrero y el movimiento político de reivindicación de la extensión del sufragio denominado Cartismo.

El Pánico de 1837 es el nombre con el que se conoce a una ola de pánico económico ocurrido en Estados Unidos, y que nació a raíz de una fiebre especulativa. El hecho que desencadenó el caos ocurrió el 10 de mayo de 1837 en Nueva York, cuando todos los bancos dejaron de efectuar sus pagos en especie (monedas de oro y plata). El pánico fue seguido por una crisis económica que duró cinco años, durante la cual los bancos quebraron y se llegó a niveles muy elevados de desempleo.

El presidente de los Estados Unidos Andrew Jackson promulgó una orden ejecutiva sobre los pagos en especie y rehusó renovar los estatutos jurídicos del Second Bank of the United States, lo cual significaba el retiro de los fondos del gobierno de ese banco; y, por otra parte, el Partido Whig culpó a Martin Van Buren, siguiente presidente, por su negativa a involucrar al Gobierno en la economía. Esta fue una de las dos depresiones económicas más severas de los Estados Unidos.

En 1839 estalló la primera guerra del Opio. El conflicto estalló ante la decisión del Gobierno imperial de China de endurecer las medidas contra el tráfico ilegal de opio que narcotraficantes británicos liderados por William Jardine practicaban con relativa impunidad en China. Las raíces del conflicto se encuentran en los desequilibrios en la balanza de pagos entre el Imperio Chino y el Reino Unido. Para poder preservar las reservas de plata del país (que formaban la base monetaria del mismo), desde mediados del siglo XVIII China practicaba un política comercial proteccionista, restringiendo el comercio con Europa al puerto de Cantón, y primaba las exportaciones de sus propios productos (sedaporcelanatejidos) frente a la importación de productos europeos. 

Los productos chinos solo podían ser adquiridos con plata que los británicos importaban de América y Europa. A fin de corregir el déficit comercial que ello causaba, los británicos comenzaron a exportar opio producido en sus posesiones de la India a China. El tráfico de opio era ilegal tanto en China como en el propio Reino Unido, pero se desarrolló con el consentimiento tácito de las autoridades británicas, deseosas de limitar la pérdida de reservas de plata en Europa. Deseoso de acabar con el narcotráfico, en 1839 el emperador Daoguang decretó la incautación de todo el opio en manos extranjeras en Cantón. Esto causó una escalada del conflicto comercial entre China y el Reino Unido a lo largo de 1839, que devino en una declaración de guerra formal en el verano de 1840. Los británicos aprovecharon su superioridad naval para forzar la rendición de China, que cedió Hong Kong a los británicos y accedió a abrir al comercio con Occidente varios puertos de China.

La cuarta burbuja económica fue la denominada Railway Mania («manía de los ferrocarriles» en lengua inglesa). Tuvo lugar en Gran Bretaña en la década de 1840 y siguió un patrón común a otros fenómenos del mismo tipo: a medida que se incrementaba el precio de las acciones de las compañías ferroviarias, cada vez más capital y especuladores llegaban al mercado, hasta que se produjo el inevitable colapso. Alcanzó su cénit en 1846, cuando se aprobaron no menos de 272 Acts of Parliament permitiendo nuevas compañías ferroviarias, sumando las nuevas rutas propuestas unas 9500 millas (15 288,7 km) de nuevas vías. Cerca de un tercio de ellas nunca se construyeron. Las empresas, o bien quebraron a causa de su deficiente planificación financiera, o bien fueron compradas por sus competidoras antes de que pudieran construir su propia línea, o bien se convirtieron en empresas fraudulentas para desviar el dinero de los inversores a otros negocios.

La línea Liverpool-Manchester (L&M), primera del mundo, se abrió en 1830, demostrando su éxito en el transporte tanto de pasajeros como de carga. Los años finales de la década de 1830 y los primeros de la de 1840 significaron un ralentizamiento del crecimiento económico británico. La tasa de interés crecía, haciendo más atractiva la inversión en bonos del Estado, mientras el descontento político y social retraía a particulares y bancos de la inversión de las grandes sumas necesarias para la construcción de ferrocarriles. A mediados de la década de 1840, la economía y las industrias manufactureras crecían de nuevo. El Banco de Inglaterra recortó los tipos de interés, haciendo menos atractiva la inversión en bonos. Las acciones de las compañías ferroviarias existentes comenzaron a subir su cotización, al mismo tiempo que crecía su negocio de transporte tanto de pasajeros como de carga, haciéndose atractivas para muchos inversores.

Fue crucial el crecimiento del número de inversores en los negocios británicos. La Revolución industrial estaba creando una nueva creciente clase media. Mientras que los negocios anteriores dependían de la inversión de un menor número de bancos, hombres de negocios y ricos aristócratas, las compañías ferroviarias que se proponían contaban con un público inversor mucho más amplio, formado por un amplio sector de la población, informada y con ahorros que invertir.

La difusión de periódicos como medio de comunicación y el surgimiento del moderno mercado bursátil hizo fácil para las compañías promoverse a sí mismas y facilitar la inversión del público general. Los ferrocarriles habían sido promocionados tan insistentemente que miles de inversores de rentas modestas compraron gran número de acciones aunque sólo fueran capaces de permitirse pagar el depósito. Muchas familias invirtieron todos sus ahorros en las compañías proyectadas, y muchos perdieron casi todo cuando la burbuja estalló y las compañías les exigieron hacer frente a su compromiso de pago.

Como resultado de la Railway Mania se produjo la crisis de 1847pánico de 1847 que por una parte, es una típica crisis de subsistencias y, por otra parte, ofrece rasgos novedosos ya propios de una economía inmersa en un capitalismo más desarrollado. La crisis comenzó en Francia en enero, antes de extenderse a Inglaterra en abril y a Estados Unidos en noviembre. El impacto provocó la aparición de un desempleo significativo en Francia, estimado en 780.000 personas, incluidas 100.000 en París.

Como crisis de subsistencia se inicia como una crisis agraria para afectar luego al sector textil.  En este caso es la disminución en la producción de patatas la que desencadena el mecanismo; este producto ocupaba un importante papel en la alimentación popular, especialmente en el norte de Europa (Países Bajos, Irlanda, Francia). Durante la década de los años 40 se había extendido por todas las zonas de cultivo una plaga ocasionada por un hongo (mildiu) que destruía las cosechas. Especial incidencia tuvo este descenso en Irlanda, donde ocasionó la Gran Hambruna, un período comprendido entre 1845 y 1849 en el que murió alrededor de un millón de personas y otro millón tuvo que emigrar –especialmente a Estados Unidos.

De esta manera se conjugan los dos factores económicos que contribuirán a desencadenar la ola revolucionaria de 1848 en Europa. Por un lado, el alza de los productos agrícolas básicos y, por otro, el aumento del paro industrial consecuencia de la crisis, aunque fuese coyuntural, primero del textil y después de los ferrocarriles y de la metalurgia. Ambos factores generaron un gran malestar social que impulsó estas revoluciones. 

Como consecuencia de la Primera Revolución Industrial hubo una migración del campo a la ciudad porque la ocupación en labores agrícolas disminuyó mientras crecía la demanda de trabajo en las ciudades. El aumento de la población urbana en ciudades con trazado medieval supuso el hacinamiento, la insalubridad y la aparición de las primeras patologías sociales (alcoholismo, prostitución y delincuencia).

La revolución industrial también supuso la aceleración de la crisis del Antiguo Régimen y el cambio de la sociedad estamental a la sociedad de clases. En este contexto surge el proletariado: los trabajadores industriales y campesinos pobres sin propiedades ni recursos, que solamente podían trabajar y tener hijos. Esta clase obrera que sufre el hacinamiento en las ciudades y las condiciones de vida insalubres, tiene que cumplir jornadas de trabajo que llegaban a más de catorce horas diarias, en las que participaban hombres, mujeres y niños con salarios miserables, y carentes de protección legal frente a la arbitrariedad de los dueños de las fábricas o centros de producción. Este conjunto de males que afectaba al proletariado urbano se llamó la Cuestión social, haciendo alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que les afectaban.

Frente a la situación de pobreza y precariedad de los obreros, surgieron críticas y fórmulas para tratar de darles solución; por ejemplo los socialistas premarxistas que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre de todo tipo de problemas sociales. Por otro lado Marx y Engels publicaron en 1848 el Manifiesto del Partido Comunista, en donde proponen la revolución proletaria y la abolición de la propiedad privada. El desarrollo de sus tesis dieron lugar al marxismo, al que Engels, tomando un término acuñado por Pierre-Joseph Proudhon en su obra ¿Qué es la propiedad? , calificó como socialismo científico, para distinguir al marxismo de las demás corrientes socialistas.

Como contraste al proletariado industrial, se fortaleció el poder económico y social de la burguesía, afianzando de este modo el sistema económico capitalista, caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción y la regulación de los precios por el mercado, de acuerdo con la oferta y la demanda. En este escenario, la burguesía desplaza definitivamente a la aristocracia terrateniente y su situación de privilegio social se basó fundamentalmente en la fortuna y no en el origen o la sangre. Avalados por una doctrina que defendía la libertad económica, los empresarios obtenían grandes riquezas, no solo vendiendo y compitiendo, sino que además pagando bajos salarios por la fuerza de trabajo aportada por los obreros. 

Es en ese contexto de crisis económica y malestar social en el que se producen las revoluciones de 1848, que acabaron con la Europa de la Restauración. Además de su condición de revoluciones liberales, con un componente social de revoluciones burguesas, pues es la burguesía la que obtiene el poder político, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.

Iniciadas en Francia se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, AustriaHungría) y por Italia en el primer semestre de 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido las comunicaciones (telégrafoferrocarril). También se las conoce por eso como la “Primavera de los pueblos”. La revolución en Francia tuvo dos episodios diferentes: el de febrero y el de junio. Contra la gran burguesía se hizo la revolución de febrero, pero cuando el proletariado amenazó el orden social en junio, la pequeña y la gran burguesías se unieron ante la subversión proletaria.

Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipo conservador (la espontaneidad de los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración. Resulta también evidente la relación que se genera entre los fenómenos económicos y los acontecimientos políticos, pues casi todas las revoluciones liberales del siglo XIX están precedidas o son simultáneas con crisis económicas, lo mismo que la de 1789 en Francia.

Crisis y ciclos económicos desde finales del s. XVIII hasta principios del XX. Fuente: https://puntosinapsis.wordpress.com/2017/10/21/los-ciclos-economicos-y-las-crisis-del-capitalismo-industrial/

En Francia, los conflictos sociales se presentaron como una lucha de clases triangular, con las dos burguesías y la masa popular. La gran burguesía, identificada con el Antiguo Régimen, era predominante en el poder y se negaba a compartirlo con la pequeña burguesía, mientras que la clase obrera comenzaba a ser consciente de su miseria y de su fuerza para reivindicar sus intereses. Sin embargo, no fue solo el conflicto social lo que desencadenó la revolución de 1848, sino que la cultura política francesa también supuso un importante factor de inestabilidad.

No había una unificación de ideologías, y todas las crisis políticas se convertían en crisis constitucionales. En este caso, la denominada revolución de febrero supuso la caída de la monarquía de julio de Luis Felipe I de Francia. El 25 de febrero se proclamó la Segunda República Francesa, inicialmente muy social.​ Pero tras las jornadas de junio se impuso un régimen conservador liderado a partir del 10 de diciembre de 1848 por Luis Napoleón Bonaparte como presidente de la República.

En la mayor parte de los Estados de la Confederación Germánica el movimiento revolucionario conocido como Märzrevolution (revolución de marzo) llevó a la formación de gobiernos liberales, los denominados Märzregierungen («gobiernos de marzo»). El 10 de marzo de 1848, el Bundestag (parlamento federal) de la Confederación Germánica nombró un Siebzehnerausschuss («comité de los diecisiete») para preparar un texto constitucional; el 20 de marzo, el Bundestag urgió a los estados de la confederación a convocar elecciones para una asamblea constituyente. Tras graves altercados callejeros en Prusia, también se convocó una Asamblea Nacional Prusiana, para preparar la constitución de ese reino.

El parlamento de Fráncfort, reunido desde el 18 de mayo, redactó la Constitución de Fráncfort de 1849, que preveía una Alemania unificada como una monarquía constitucional. No fue aceptada por los príncipes soberanos de los estados alemanes, ni siquiera por el rey de Prusia, al que se ofreció elegirle como emperador. En los territorios de Schleswig-Holstein, anexionados al reino de Dinamarca (donde a su vez hubo un movimiento revolucionario que condujo a la formación de una monarquía constitucional) se produjo un movimiento nacionalista que llevó a la primera guerra de Schleswig-Holstein (1848-1849).

En el Imperio austríaco se intentaron llevar a cabo ciertas reformas, obligados por la presión revolucionaria en todos los territorios del imperio plurinacional y otros territorios controlados por los Habsburgo: Austria, Hungría, BohemiaVoivodina, Italia, etc. En este caso, la burguesía era prácticamente inexistente, por lo que el papel de Tercer Estado correspondió a la nobleza media y a la plebe noble, gran parte de la cual estaba compuesta por individuos con estudios universitarios, las cuales vislumbraban la necesidad de reforma y exigían la supresión del régimen feudal y de la servidumbre.

A diferencia de las otras, la revolución en Hungría llegó a convertirse en una guerra por la independencia del país del Imperio austríaco y aunque fracasó, fue uno de los eventos más importantes de la historia moderna de Hungría y constituye una piedra angular de la identidad nacional húngara moderna. 

Además de los movimientos revolucionarios en las zonas controladas por los Habsburgo (reino Lombardo-VénetoMódena y Toscana), hubo sublevaciones en zonas de los Estados Pontificios y del reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia), siendo particularmente importantes la revolución siciliana de 1848 (que se inició el 12 de enero, un mes antes de las jornadas revolucionarias de París), las Cinco jornadas de Milán y la proclamación de la República de San Marco y de la República Romana.

El Reino de Cerdeña decidió entonces aprovechar la coyuntura, declaró la guerra a la debilitada Austria, en alianza con los Estados Papales y el Reino de las Dos Sicilias y la atacó en sus posesiones italianas. Después de la exitosa campaña inicial, con las victorias de las batallas de Goito y Peschiera del Garda, el por entonces papa Pío IX, temiendo que el Piamonte intentara expandirse en caso de victoria, retiró a sus tropas; esta defección provocó la proclamación de la efímera República Romana (1849). Las tropas del Reino de las Dos Sicilias se negaron a abandonar la guerra como se les ordenó también y a volver a Nápoles y el general Guglielmo Pepe se dirigió con ellas a Venecia para protegerla de la contraofensiva austriaca. Sin refuerzos y apoyos, los piamonteses fueron derrotados por los austríacos en la batalla de Custoza, el 1 de julio de 1848.

La Revolución de Valaquia de 1848 (o Revolución valaca) fue un movimiento rumano liberal y un levantamiento nacionalista romántico que se desarrolló principalmente en la región de Valaquia, al sur de la actual Rumania, en que este pueblo se quería liberar de las injerencias del gobierno de Moscú. En ese tiempo, Valaquia era parte del Imperio otomano. Mediante este levantamiento se pretendía expulsar al gobierno impuesto por el Imperio ruso mediante el Regulamentul Organic. Además, muchos de los líderes revolucionarios apoyaron la abolición de los privilegios de los boyardos.

El movimiento, acaudillado por un grupo de jóvenes intelectuales y oficiales de la Milicia Valaca, triunfó en sus intenciones de derrocar al príncipe Gheorghe Bibescu, quien fue sustituido por un gobierno provisional y una regencia. Finalmente, tras una serie de reformas progresivas, se llegó a la Proclamación de Islaz. Pese a las rápidas victorias y al apoyo popular, la nueva administración se vio afectada por los conflictos entre el ala más radical y las fuerzas conservadoras, especialmente en el asunto de la reforma agraria.

En la vecina Moldavia se produjo un movimiento revolucionario de carácter nacionalista romántico y liberal. Liderado por un grupo de jóvenes intelectuales, el movimiento se limitó principalmente a presentar peticiones y proyectos constitucionales, a diferencia del exitoso levantamiento que tuvo lugar más tarde ese año en la vecina Valaquia, y fue rápidamente sofocado. Esto fue a pesar del hecho de que los revolucionarios de Moldavia eran más moderados y estaban más dispuestos a transigir en sus demandas de reformas que sus homólogos de Valaquia, ya que la vida política y social de Moldavia seguía estando dominada por una aristocracia conservadora y terrateniente, con una clase media todavía embrionaria.

El campesinado también se vio agraviado, y entre 1846 y 1848 se intensificó la oposición. Las asociaciones comerciales e industriales de Iaşi (la capital) en 1846 protestaron contra el plan de aumentar los impuestos nuevamente; en varias zonas rurales, los pequeños y medianos propietarios se opusieron al pago de impuestos adicionales; y en el verano de 1847 se vieron fuertes contiendas en varios judeţes por boyardos liberales por escaños en la asamblea general. Los campesinos de Moldavia y de Valaquia se negaron a realizar servicios laborales, y la violencia y la huida al extranjero aumentaron en el otoño de 1847 y la primavera siguientes. Ansiosos por el cambio, los intelectuales se despertaron con la revolución de febrero en París, donde varios de ellos estaban estudiando.

De modo simultáneo a la revolución parisina, hubo intentos de sublevación contra el gobierno moderado de Narváez por parte de elementos liberales progresistas, pero la división interna de estos, especialmente las dudas que los dirigentes tenían sobre el radicalismo de las bases, y la energía de la represión que desplegó el gobierno las hicieron fracasar. El «espadón» español fue considerado en las cortes europeas como un defensor del orden establecido, a la altura de Radetzky y Windischgrätz; y el discurso de Donoso Cortés apoyando su actuación tuvo también eco en la opinión conservadora internacional.

El primer intento revolucionario sucedió en Madrid el día 26 de marzo. Muchos civiles, apoyados por militares, levantaron las primeras barricadas de la capital en las calles cercanas al Palacio Real y exigieron la destitución de Narváez. Sin embargo, el gobierno, actuando con rapidez, movilizó al ejército leal y a la policía, logrando sofocar la revuelta al día siguiente de haberse iniciado. La segunda tentativa se produjo dos meses después. El 7 de mayo el madrileño regimiento de España, liderado por el comandante Buceta, se declaró en rebelión e instigó al pueblo a alzarse. El fracaso revolucionario se debió a la falta de decisión de muchos militares y progresistas contrarios a Narváez. A su vez, el líder moderado actuó en ambas revueltas con rapidez y decisión, haciendo que las revoluciones de 1848 no tuvieran en España apenas repercusión.

En la década de 1850 se vio un rápido crecimiento del imperialismo. Algunos objetivos compartidos entre las potencias occidentales incluían expandir sus mercados ultramarinos y establecer nuevos puertos de escala. En un esfuerzo de expandir sus territorios en China, el Reino Unido pidió a las autoridades de la dinastía Qing renegociar lo acordado en el Tratado de Nankín, en 1842. Las demandas británicas incluían que pudieran ejercer el libre comercio en toda China, legalizar la comercialización del opio, abolir los impuestos a extranjeros para el tránsito interno, suprimir la piratería, regular el tráfico de culíes (trabajadores semiesclavos) y permitir al embajador británico residir en Pekín, entre otras cosas. La corte de los Qing rechazó las demandas presentadas por el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos.

El 8 de octubre de 1856, los oficiales de los Qing abordaron el Arrow, un barco de dueños chinos que había sido registrado en Hong Kong (en posesión de los británicos) y era sospechoso de piratería y contrabando. Doce sujetos chinos fueron arrestados y apresados. Este hecho fue conocido como el «Incidente del Arrow». Los oficiales británicos en Cantón pidieron la liberación de los navegantes afirmando que como el barco había sido recientemente registrado por británicos estaba protegido bajo el Tratado de Nankín. Sólo cuando fue demostrado que aquel era un argumento débil, los británicos insistieron en que el Arrow había tenido una insignia británica y que los soldados de los Qing habían insultado la bandera. Estando en guerra con los insurgentes de la Rebelión Taiping, los Qing no estaban en condiciones de recibir un ataque de Occidente. Aunque los británicos fueron retrasados por la Rebelión de la India, respondieron al Incidente del Arrow en 1857 atacando Guangzhou desde el Río de las Perlas, comenzando la segunda guerra del Opio.

El Pánico de 1857 fue una crisis financiera con origen en los Estados Unidos, causada por el declive de la economía internacional y la sobre-expansión de la economía doméstica. Debido a la interdependencia de la economía mundial en ese momento de los años 1850, la crisis financiera que comenzó a finales de 1857 se convirtió en la primera crisis económica a nivel mundial.

En el Reino Unido, el gobierno de Lord Palmerston eludió los requerimientos de la Ley bancaria de Peel (Bank Charter Act) de 1844, que requería la existencia de reservas de oro y plata para respaldar la cantidad de dinero en circulación. Esto fue lo que hizo detonar el pánico en Gran Bretaña.​ El hundimiento del navío SS Central America contribuyó al pánico de 1857, ya que los bancos de Nueva York estaban esperando un muy necesario cargamento de oro; de hecho, no se recuperaron financieramente hasta después de la Guerra Civil. Para finales del Pánico, aproximadamente en 1859, las tensiones entre el norte y el sur sobre el tema de la esclavitud en los Estados Unidos se estaban incrementando. 

La crisis de 1866 fue una de las crisis económicas del siglo XIX generalizada a toda Europa, aunque particularmente causó la quiebra de los principales agentes de cambio​ de las bolsas de Londres y de París. A comienzos del año 1866, se constató un frenazo de las operaciones bursátiles que no tardó en propagarse por toda Europa. Los inversores más temerosos comenzaron a deshacerse de sus carteras de valores, desconfiando especialmente de los sectores punteros como el ferrocarril. Además de los factores financieros, tuvo un gran peso el escenario político internacional, caracterizado por las tensiones entre el imperio austro-húngaro, el reino de Prusia y el joven reino de Italia.

Entre los factores que contribuyeron a la crisis que se desencadenó en Londres, se encuentran: las peculiaridades del sistema jurídico-comercial británico, que en 1862 abrió el mercado a un número mayor de actores menos experimentados, las «sociedades de responsabilidad limitada» (Limited liability company) que tomaron riesgos desproporcionados; la formación, a un nivel internacional, de una burbuja especulativa en el sector ferroviario, ávido de capital, y de los primeros signos de frenazo; y la toma de posición de ciertos bancos y organismos de crédito y, consecuentemente, una mayor presión sobre el Banco de Inglaterra, lo que produjo un alza en cascada de las tasas de descuento en Europa.

En junio, el estallido de la guerra austro-prusiana provocó en la bolsa de Milán una especulación a la baja sobre los títulos italianos. Los especuladores descontaban las consecuencias financieras de una previsible y pronta victoria austríaca, que conllevaría una próxima invasión de Italia por los supuestos vencedores. En París, la crisis se concretó en la quiebra de dos importantes agentes de cambio, Doyen y Porché, que habían especulado a la baja y sufrieron grandes pérdidas tras la batalla de Sadowa (3 de julio de 1866). En los días precedentes, el mercado de obligaciones había caído, porque se pensaba que la guerra sería interminable, en razón de una victoria austriaca en Italia, lo que impediría la unificación de Italia.

La victoria prusiana en Sadowa, imprevista pero muy clara, modificó completamente la tendencia en los mercados de obligaciones, que pasaron a subir fuertemente tras haber estado en situación de venta corta. Tras la batalla de Sadowa, Austria cedió en beneficio de Prusia la hegemonía en la Confederación germánica, que se transformó en la Confederación de Alemania del Norte. Para Prusia significó abrir la vía para obtener cuatro años más tarde la unificación alemana en su propio beneficio, mucho más rápidamente que lo que hubiera podido esperar.

A principios de 1866 estalló la primera crisis financiera de la historia del capitalismo español. Aunque estuvo precedida de la crisis de la industria textil catalana, cuyos primeros síntomas aparecieron en 1862 a consecuencia de la escasez de algodón provocada por la Guerra de Secesión norteamericana, el detonante de la crisis financiera de 1866 fueron las pérdidas sufridas por las compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y sociedades de crédito. Las primeras quiebras de sociedades de crédito vinculadas a las compañías ferroviarias se produjeron en 1864, pero fue en mayo de 1866 cuando se desató una oleada de pánico.

A la crisis financiera de 1866 se sumó una grave crisis de subsistencias en 1867 y 1868 motivada por la malas cosechas de esos años. Los afectados no fueron los hombres de negocios o los políticos, como en la crisis financiera, sino las clases populares debido a la escasez y carestía de productos básicos como el pan. Se desataron motines populares en varias ciudades, como en Sevilla, donde el trigo llegó a multiplicar por seis su precio, o en Granada, al grito de «pan a ocho [reales]». La coincidencia de ambas crisis, la financiera y la de subsistencias, creaba «unas condiciones sociales explosivas que daban argumentos a los sectores populares para incorporarse a la lucha contra el régimen isabelino».​

A principios de septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se acordó que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la flota por el almirante unionista Juan Bautista Topete. En los días siguientes el levantamiento se fue extendiendo por el resto del país, empezando por Andalucía. El 20 de septiembre se formaba en Sevilla la primera junta que publicó un manifiesto en el que exponía una serie de reivindicaciones populares, como la abolición de las quintas y los consumos o la libertad religiosa, que iban mucho más lejos que lo ofrecido en el manifiesto leído por Topete.​

Prim por su parte a bordo de la fragata blindada Zaragoza recorrió la costa mediterránea logrando que se sumaran al movimiento todas las ciudades ribereñas desde Málaga hasta Barcelona. El 28 de septiembre tuvo lugar la decisiva batalla de Alcolea (en la provincia de Córdoba) en la que la victoria fue para las fuerzas sublevadas al mando del general Serrano que contaron con el apoyo de millares de voluntarios armados. Al día siguiente el levantamiento triunfaba en Madrid y el día 30 Isabel II abandonaba España desde San Sebastián. La sublevación militar que dio lugar a la Revolución de 1868 supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).

La  crisis financiera de 1869 denominada Viernes Negro  fue provocada por las maniobras de dos especuladores estadounidenses, James Fisk y Jay Gould, para acaparar el Mercado del Oro de Nueva York. Fue uno de los distintos escándalos que socavó la estabilidad de la presidencia de Ulysses S. Grant. Durante la era de reconstrucción tras la Guerra Civil, el gobierno de los Estados Unidos emitió una gran cantidad de deuda pública para financiar la construcción. Esto indujo la emisión de dinero fiduciario en dólares (denominados greenbacks), no respaldado por oro, pero legalizado para ser aceptado como pago de la deuda federal. Existía la creencia general de que el Gobierno de EE. UU. finalmente convertiría los greenbacks en oro.

En 1869, un grupo de especuladores, al mando de James Fisk y de Jay Gould, buscaron beneficiarse de este hecho acaparando el mercado del oro. Fisk y Gould primero recurrieron al cuñado del presidente Ulysses S. Grant, un financiero llamado Abel Corbin, a quien utilizaron para conseguir acercarse a Grant en actos sociales, donde argumentaron en contra de la venta de oro por parte del gobierno, y Corbin apoyó sus argumentos. Corbin convenció a Grant para nombrar al general Daniel Butterfield como asistente del Tesorero de los Estados Unidos. Butterfield acordó avisarles antes de que el gobierno pretendiese vender oro.

A finales del verano de 1869, Gould comenzó a comprar grandes cantidades de oro, reteniéndolo. Esto causó el aumento de los precios, desplomándose el volumen de las existencias. Después de que Grant se dio cuenta de lo que había pasado, el gobierno federal vendió 4 millones de dólares en oro. El 20 de septiembre de 1869, Fisk y Gould empezaron a acaparar oro, haciendo subir el precio aún más. El 24 de septiembre el sobreprecio del Águila Doble (una moneda con 30,09 gramos de oro con un valor facial de 20 dólares) era un 30 por ciento más alto que cuando Grant había accedido al cargo. Pero cuando el oro del gobierno inundó el mercado, el precio se desplomó en cuestión de minutos. Los inversores vendieron precipitadamente sus participaciones y, muchos de ellos, incluyendo Corbin, se arruinaron. Fisk y Gould salieron del desplome sin daños financieros significativos.

 Butterfield dimitió de su cargo en el Departamento del Tesoro de los Estados UnidosHenry Adams, quien creía que el presidente Ulysses S. Grant había tolerado, animado, y quizás incluso participado en la corrupción y la estafa, atacó a Grant en un artículo de 1870 titulado La Conspiración de Oro de Nueva York. Las sospechas sobre la implicación de Grant hicieron que su periodo presidencial fuese conocido como la «Era del Robo de Bienes». A pesar de que Grant no fue directamente implicado en el escándalo, su asociación personal con Fisk y con Gould le hizo sospechoso de manipular el mercado del oro. Asimismo, la orden de Grant de vender oro en respuesta al aumento de su precio era una manipulación del mercado.

La ruptura del equilibrio de poder que se había establecido en Europa en el Congreso de Viena de 1815, como consecuencia tanto de la guerra de Crimea como de la guerra austro-prusiana, supuso que Prusia extendiera su control a la mayor parte del norte de Alemania, incluyendo el territorio de SchleswigHolsteinHannoverHesse-KasselNassau, y la ciudad de Fráncfort. Berlín estuvo a punto de conseguir el dominio de SajoniaHesse-DarmstadtMecklemburgo, los ducados de Turingia y las ciudades libres de HamburgoLubeca y Bremen, bajo la influencia de Prusia en la Confederación Alemana del Norte.

La Francia del Segundo Imperio aspiraba a ocupar una posición de máximo prestigio y poder en Europa. El ejército francés había logrado una buena victoria entre 1854 y 1856 en la guerra de Crimea, mientras que en Italia el recuerdo de la intervención francesa en apoyo del Reino de Cerdeña-Piamonte y la clara victoria de la alianza italiana-francesa lograron, gracias a las buenas actuaciones del ejército (en la guerra de Independencia italiana), una huella indeleble en el poder militar bonapartista. Sin embargo, la posición de Francia en Europa, se vio socavada por la creciente influencia de Prusia.

Durante 1868 hubo una crisis más aguda. Ese año, Bismarck intentó construir una nueva y más fuerte unión aduanera con el sur de Alemania (después de haber perdido el Zollverein, luego reformado sustancialmente), por medio del establecimiento de un Zollparlament (parlamento de aduanas en alemán): Esta acción fue interpretada como un nuevo desafío a la autoridad francesa. En 1866, de hecho, durante las negociaciones para un armisticio entre los prusianos y los austríacos, Napoleón III se había opuesto enérgicamente a una unión de Prusia con los Estados alemanes del sur. El emperador entonces ordenó la movilización del ejército en el verano, amenazando con iniciar una guerra si Bismarck pretendía anexar alguno de los tres estados del sur de Alemania: Baviera, Wurtemberg y Baden.

Sin embargo Napoleón III había perdido gran parte de su prestigio en el país. Subvirtió la Segunda República Francesa el 2 de diciembre de 1851 por medio de un golpe de Estado y estableció el Segundo Imperio. La promulgación al año siguiente de una constitución le dio el poder absoluto. En esos mismos años, el nuevo emperador tuvo que lidiar con las presiones de los líderes republicanos que exigían la puesta en práctica de reformas democráticas y la constante amenaza de una revolución.

El detonante final de la crisis fue la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen al trono de España, a propuesta del entonces presidente del Consejo de Ministros, el general Juan Prim ( a causa de la difícil pronunciación de su apellido para los españoles se le empezó a llamar Leopoldo Olé-Olé si me eligen ). Aquello favorecía mucho a Prusia, que adquiría de tal modo una gran ventaja estratégica sobre Francia. Por tal motivo, Napoleón III, presionado por la opinión pública, maniobró para impedir que Leopoldo se sentara en el trono español, logrando que el padre de este, Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen, renunciara públicamente en nombre de su hijo.

A pesar de dicha renuncia, el Estado francés consideró insuficiente las garantías verbales dadas por Carlos y ordenó desplazar un embajador a Bad Ems, donde se encontraba veraneando el rey de Prusia Guillermo I, para lograr una renuncia pública por escrito de Leopoldo a esta candidatura. Este encuentro daría pie al famoso incidente del telegrama de Ems.  La publicación de este telegrama instigó (casus belli) la Guerra franco-prusiana, que comenzó el 19 de julio de 1870.

La batalla de Gravelotte terminó con una gran victoria estratégica prusiana a pesar de las dificultades, los errores tácticos y las grandes pérdidas humanas causadas por el fuego mortal de las armas francesas. El choque representó un punto crucial de toda la guerra, sellando el destino del ejército del mariscal Bazaine, que contaba con las mejores tropas del ejército francés. Tras la derrota del Ejército del Rin, al mando del mariscal Aquiles Bazaine, en la batalla de Gravelotte, este fue obligado a retirarse a Metz, donde fue sitiado por 150 000 efectivos del Primer y Segundo ejércitos prusianos. El emperador Napoleón III, junto al mariscal Patrice MacMahon, reclutó al nuevo Ejército de Châlons para marchar sobre Metz y rescatar a Bazaine. Con el emperador dirigiendo personalmente al ejército y el mariscal MacMahon como ayudante, guiaron al Ejército de Chalôns en una marcha por el flanco izquierdo hacia la frontera belga, en un intento de evitar a los prusianos antes de atacar hacia el sur para reunirse con Bazaine.

Los prusianos, bajo el mando de von Moltke, aprovecharon esta maniobra para capturar a los franceses en una tenaza. Tras dejar al primer y segundo ejércitos prusianos asediando Metz, Moltke maniobró con el Tercer Ejército y el Ejército del Mosa hacia el norte, encontrándose con los franceses en Beaufort el 30 de agosto. Tras una dura batalla, en la que los franceses perdieron 5000 hombres y 40 cañones, MacMahon se retiró hacia Sedán. Tras replegarse en la ciudad, el Ejército de Chalôns fue rápidamente aislado por los dos ejércitos prusianos que convergían hacia la zona. Napoleón III ordenó a su ejército romper el cerco inmediatamente. Sustituyendo a MacMahon, herido el día anterior, el general Auguste Ducrot tomó el mando de las tropas francesas en el campo. La batalla de Sedán se libró entre el 1 y 2 de septiembre de 1870. El resultado fue la captura del emperador Napoleón III junto con su ejército y decidió en la práctica la guerra en favor de Prusia y sus aliados, si bien la lucha continuó bajo un nuevo gobierno francés republicano.

La rendición de Napoleón III no puso fin a la guerra, pues cuando la noticia llegó a París, un levantamiento popular daría pie a la proclamación de la Tercera República, la cual nombró un Gobierno de Defensa Nacional presidido por el general Louis Jules Trochu y del que formarían parte destacadas figuras políticas de los años siguientes, como Jules Ferry o Léon Gambetta. Bismarck esperaba lograr una rendición rápida, pero no existiendo una autoridad legítima con la que negociar (el emperador estaba prisionero, la emperatriz Eugenia de Montijo exiliada y el Gobierno así formado no tenía mandato electoral alguno), ordenó a sus tropas que sitiaran la capital francesa. Para el día 20 de septiembre, el cerco era una realidad.

Entretanto, el nuevo Gobierno de Defensa Nacional, que inicialmente estaba dispuesto a una rendición a cambio de algunas colonias y reparaciones de guerra, al oír las durísimas condiciones que exigía el canciller germano para la rendición (exigía la entrega de AlsaciaLorena y diversas fortificaciones fronterizas), optó por continuar la guerra a toda costa, pero a pesar de sus proclamas de que no se cedería ni un palmo de terreno, no consiguió ni siquiera reducir el ritmo del implacable avance alemán. No obstante, el nuevo ministro de Defensa, Léon Gambetta, consiguió atravesar las líneas germanas en globo y empezó a organizar el reclutamiento de nuevas tropas que debían atacar desde fuera a los sitiadores así como organizar guerrillas. No sin dificultades, las tropas alemanas consiguieron vencer una y otra vez a dichas tropas 

Ante los constantes reveses sufridos por las nuevas tropas, y ante la dureza del sitio de París (como consecuencia de este muchos parisinos estaban muriéndose de hambre) el Gobierno de Defensa Nacional aceptó (en contra de los deseos de la población) negociar un armisticio en Versalles, para el que se envió al ministro de Asuntos Exteriores Jules Favre. Bismarck aceptó únicamente levantar el sitio a cambio de la entrega de varias fortalezas que eran claves en la defensa de París. El presidente Trochu dimitió y dos días después, el 25 de enero, Favre firmaba el armisticio definitivo. Gambetta intentó resistirse, pero tras un estrepitoso fracaso en Orléans, se rindió también.

El 18 de enero de 1871, Guillermo I fue proclamado emperador (káiser) en la Galería de los Espejos del palacio de Versalles (cerca de París) y con ello se completó la unificación alemana. En realidad, este conflicto fue aprovechado por el reino de Prusia para concretar la unificación alemana formando el Imperio alemán, desde luego en torno a Prusia, que agruparía a diversos y minúsculos estados alemanes que nunca habían podido cohesionarse, tanto durante como después de la vigencia del Sacro Imperio Romano Germánico. Por el Tratado de Fráncfort, Bismarck impuso una dura paz a Francia: le fueron arrebatadas las provincias de Alsacia y Lorena, ricas en minas de carbón y de hierro, además de imponérsele el pago de grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra.

Debido a que París no aceptaba rendirse, la nueva Asamblea Nacional y el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers, prefirieron instalarse en Versalles y desde ahí doblegar a la población rebelde. El vacío de poder en París provocó que la milicia ciudadana, la Guardia Nacional de París, se hiciera de forma efectiva con el poder a fin de asegurar la continuidad del funcionamiento de la administración de la ciudad.

Un movimiento insurreccional, conocido como la Comuna de París (el término commune designaba entonces y aún designa al ayuntamiento en francés), gobernó brevemente la ciudad del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, siendo el primer ejemplo de revolución proletaria del mundo, cuyo espíritu era el socialismo autogestionario. La Comuna promulgó una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza.

Al intentar el gobierno arrebatarles el control de las baterías de cañones que habían sido compradas por los parisinos por suscripción popular para defender la ciudad, la Comuna se negó a aceptar la autoridad del gobierno francés.​ Ante esta rebelión, Thiers ordenó a los empleados de la administración evacuar la capital, y la Guardia Nacional convocó elecciones para el consejo municipal que fue copado por radicales, republicanos y socialistas.

Tras un mes de combates, la reconquista del casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada «Semana Sangrienta» (Semaine sanglante) del 21 al 28 de mayo. El balance final supuso unos 20 000 muertos, el destrozo e incendio de más de 200 edificios y monumentos históricos, y el sometimiento de París a la ley marcial durante cinco años. Además, se calculan cerca de 40.000 arrestados y miles fueron deportados a campos inhóspitos en Nueva Caledonia. Los consejos de guerra señalaron 13.450 sentencias, entre ellos 157 mujeres y 80 niños. Thiers ordenó que se exhibieran sus cadáveres para dar una «lección» a los rebeldes. La semana sangrienta es uno de los episodios más importantes de la Guerra Civil de 1871, durante el cual la insurrección fue aplastada y sus miembros ejecutados en masa. 

El pánico de 1873 fue una ola de pánico económico en Estados Unidos por la quiebra de la entidad bancaria Jay Cooke and Company, de la ciudad de Filadelfia, el 18 de septiembre de 1873, junto a la previa caída de la Bolsa de Viena el 9 de mayo de 1873. En septiembre del año 1873, Jay Cooke & Company, una importante entidad financiera se vio incapaz de lograr la suscripción de bonos por importe de varios millones de dólares de la compañía ferroviaria Northern Pacific Railway. Cooke, como muchas otras entidades, había realizado importantes inversiones en el sector ferroviario. En un momento en que los bancos de inversión estaban necesitados de más capital para sus empresas; la política monetaria restrictiva del presidente Ulysses S. Grant de contraer la oferta monetaria empeoró la situación para las entidades que se encontraban fuertemente endeudadas. Mientras que las empresas se estaban expandiendo, los recursos que necesitaban para financiar ese crecimiento eran cada vez más escasos.

El pánico de 1873 y la consecuente crisis económica supusieron el inicio de una dura depresión económica de alcance global, conocida como la Gran Depresión de 1873 (en inglés: Long Depression, literalmente traducida como depresión prolongada), que perduró hasta el año 1879, coincidiendo con el inicio de la Segunda Revolución Industrial. Es la primera de las grandes depresiones o crisis sistémicas del capitalismo. A menudo se considera que el Reino Unido fue el país golpeado con mayor intensidad; durante este período perdió su posición de liderazgo en varios campos industriales frente a las economías de Europa Continental. Fue un período de deflación generalizada y bajo crecimiento que se considera como la contracción más prolongada que se ha identificado.

Como consecuencia de la Gran Depresión de 1873 la agricultura europea sufrió en muchos países la competencia de productos (cereales, lana) más baratos que llegaban desde Ultramar, a bordo de transportes cada vez más baratos. Se quebró el monopolio industrial inglés, al aparecer otros países industrializados que competían en el mercado internacional y marcó el fin del período de supremacía económica británica y de la expansión basada en el algodón, el carbón, la siderurgia y el ferrocarril. El descubrimiento y difusión de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo), nuevas técnicas (motores de combustión, dinamos eléctricas, radio), nuevos sectores industriales (química y electricidad) o nuevas formas de organización de la industria (cárteles o trust) permitieron a algunos países salir de la crisis en mejores condiciones e iniciar una Segunda Revolución Industrial. 

El mercado se saturó por la superproducción y la caída de los precios de los productos industriales, provocando deflación. La abundancia de máquinas hace caer los costes laborales, agudizándose los conflictos sociales y se desarrolló fuertemente el sindicalismo ante los frecuentes abusos patronales: largas jornadas, trabajo infantil y femenino, condiciones insalubres y paro. El gran momento del librecambio –entre las décadas de 1850 a 1870- fue efímero, Esta crisis es una crisis del mercado, que hasta entonces no estaba regulado, y surge el proteccionismo. Vuelven los privilegios y los monopolios. El imperialismo -la expansión económica y militar de Europa en otros continentes- será otra de las vías para tratar de superar la crisis.

La crisis de 1873 provocó el descenso de los precios, y con ello el proteccionismo, es decir, la protección de los productos propios de cada país prohibiendo la entrada de artículos extranjeros o gravándolos con impuestos. Esto dio lugar a la necesidad de encontrar nuevos mercados que no estuvieran controlados por dicho sistema. Por otra parte, potencias capitalistas europeas como Reino Unido, Países Bajos y Francia necesitan dar salida a su excedente de capital y lo hacen invirtiendo en países de otros continentes estableciendo préstamos, implantando ferrocarriles, instalando puertos, etc.

Además estos países necesitan buscar materias primas para sus industrias, ya que empiezan a agotarse o a escasear en Europa. La Segunda Revolución Industrial, por otra parte, necesita de nuevas materias primas de las que Europa no dispone o escasean, como plata, petróleo, caucho, oro, cobre, etc. A partir de ese momento se produjo una verdadera carrera para construir imperios coloniales, principalmente con el llamado reparto de África. A finales del siglo XIX el imperialismo se caracterizó sobre todo por la dominación económica impuesta por las potencias sobre naciones inferiores a éstas, ya que la dominación política cada vez fue más puesta en duda.

A medida que progresaba la expansión colonial, se produjeron disputas entre las potencias imperialistas en su intento por controlar territorial, política y militarmente amplias áreas de África, Asia y Oceanía. Mientras en América se habían desarrollado movimientos independentistas, que habían reducido el Imperio español a la mínima expresión, y en Estados Unidos se llevaba a cabo la Doctrina Monroe, con su conocido corolario «América para los americanos», que establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos.

La rivalidad entre el Imperio ruso y el Imperio británico en su lucha por el control de Asia Central y el Cáucaso llevó a denominar esta disputa como El Gran Juego. El Imperio británico buscaba expandir el Imperio indio y proteger sus intereses allí, mientras que el Imperio ruso quería un acceso al océano Índico y a las riquezas minerales de Asia central.  Comenzó una carrera por la supremacía y desde 1813 Inglaterra y Rusia se convirtieron en enemigos, pero nunca se enfrentaron directamente (aparte del único episodio de la Guerra de Crimea). La rivalidad se mantuvo siempre en un estado parecido al de la «Guerra Fría», por lo que tuvieron un gran protagonismo exploradores (como Nikolái Przewalski), agentes de inteligencia (como Alexander Burnes o William Moorcroft) y agentes comerciales y diplomáticos, aunque la zona no se vio exenta de guerras en la que alcanzaron fama generales como Frederick Sleigh RobertsKonstantin von Kaufman o Mijaíl Skobelev.

La Triple Alianza fue una alianza entre Alemania, Italia y el Imperio austrohúngaro, el nombre que recibió la coalición inicialmente integrada por el Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro por iniciativa del Canciller Otto von Bismarck, a la que posteriormente se uniría Italia.

Por un lado, Otto Von Bismarck consideraba su principal objetivo diplomático mantener el aislamiento de Francia; por otro lado, Italia pensaba que su adhesión a la Alianza y su asociación a Alemania eran el mejor camino para acceder al rango de gran potencia. Italia estaba descontenta por la actitud francesa (y más tarde la alemana) ante sus aspiraciones coloniales en Túnez y el Cuerno de África, y posteriormente se añadiría un problema por los intereses contrapuestos sobre el dominio del Trentino entre Austria-Hungría e Italia. Los tres países acordaron apoyarse, en caso de ser atacados por Francia o por Rusia. El tratado fue reafirmado varias veces hasta 1913, aunque la posición italiana era cada vez más incómoda.

La Depresión de 1882–1885 fue una contracción económica en los Estados Unidos que duró desde marzo de 1882 hasta mayo de 1885, según la Oficina Nacional de Investigación Económica. Esta depresión no fue inaugurada por un desastre financiero o un pánico masivo, sino que fue una recesión económica que se produjo a través de un proceso prolongado y gradual. La recesión estuvo precedida por un período de prosperidad durante los años 1879 a 1882, un crecimiento impulsado por la expansión de la industria ferroviaria estadounidense y la apertura de oportunidades económicas asociadas con el desarrollo del sistema de transporte. Durante este intervalo, la construcción anual de ferrocarriles se cuadriplicó, pasando de 2.665 millas (4.289 km) en 1878 a 11.569 millas (18.619 km) en 1882. En 1882, esta tendencia se invirtió, lo que resultó en una disminución de la construcción de ferrocarriles y una disminución de las industrias relacionadas, particularmente del hierro y el acero.

Un acontecimiento económico importante durante la recesión fue el pánico de 1884. La Depresión de 1882-1885 fue más una depresión de los precios que una depresión de la producción, ya que los precios y los salarios se contrajeron mientras que la producción bruta permaneció más o menos constante. En un informe publicado por el Comisionado de Trabajo Carroll D. Wright , se encontró que la explicación de la depresión de 1882 variaba mucho según la profesión del observador, con banqueros y comerciantes que tendían a culpar a razones financieras o comerciales, miembros del clero que tendían a culpar a las causas sociales combinadas con la providencia divina, los fabricantes tienden a culpar a las causas regulatorias y las demandas salariales de los trabajadores, y los trabajadores tienden a identificar la sobreproducción debido a la introducción de nueva maquinaria que ahorra mano de obra y los bajos niveles salariales que hacen imposible consumir la cantidad total de salida.

Entre otros factores propuestos para explicar las causas de esta depresión se encuentran los defectos en el sistema bancario, el lugar del crédito en la agricultura, el uso de mano de obra infantil, los efectos negativos del monopolio corporativo, un falta de confianza pública en el futuro de la economía, expansión del papel de la plata en el sistema monetario debido a una relación de precios desigual entre el oro y la plata , inmigración excesiva, el uso extendido de maquinaria que ahorra mano de obra , un crecimiento de la inversión especulativa y manipulación del mercado , el declive de la construcción de ferrocarriles, los efectos negativos de una política de tarifas altas y la creciente consolidación de la riqueza en manos de unos pocos comparativamente.

Al declive de la construcción de ferrocarriles contribuyó la terminación de la conquista del Viejo Oeste, que bajo la doctrina del destino manifiesto había significado la justificación para la expansión desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico. A partir de este supuesto, los Estados Unidos anexan los territorios de Texas (1845), California (1848) e invaden México (1846), en lo que sería la guerra México-Estados Unidos. Como consecuencia, los Estados Unidos se apropian de ColoradoArizonaNuevo MéxicoNevadaUtah y partes de WyomingKansas y Oklahoma, en total 2 millones 100 mil kilómetros cuadrados –el 55 % del territorio mexicano de entonces–, lo que se dio en llamar «la Cesión Mexicana». A cambio, los Estados Unidos se comprometieron a pagar 15 millones de dólares.

Con el fin de solventar los problemas que implicaba la expansión colonial en África y resolver su repartición, se organizó la Conferencia de Berlín, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 en la ciudad de Berlín (Imperio alemán), convocada por Francia y el Reino Unido​ y organizada por el canciller de AlemaniaOtto von Bismarck. La presencia europea hasta 1885 se había limitado a enclaves costeros salvo en la zona de Argelia y Túnez francesas, África del sur británica estados bóeres, y los territorios portugueses, el interior era un territorio poco conocido. Además se hallaban las posesiones del Imperio turco. El proceso de exploración se realizó siguiendo las grandes vías fluviales, unos años después. 

El viaje de exploración de Henry Morton Stanley, entre 1874 y 1877, de la cuenca del río Congo, financiado conjuntamente por el periódico británico Daily Telegraph y el estadounidense New York Herald, determinó que prácticamente todo el territorio de África fuese conocido y cartografiado detalladamente por los europeos. Como resultado, el interés de los países europeos en África aumentó considerablemente, donde el nacionalismo y el imperialismo influyeron para que diversos estados de Europa enviaran expediciones científicas y militares a territorio africano con el doble fin de conocer las posibilidades de explotación económica e instalar guarniciones y puestos comerciales que asegurasen su presencia y control efectivo antes que otros competidores.

El monarca Leopoldo II de Bélgica, cumpliendo su deseo de apropiarse de las tierras en beneficio propio, contrató a Stanley para introducir la civilización occidental y la religión en la zona, y Stanley regresó al Congo por mandato del rey para negociar con los jefes tribales la obtención de concesiones de terrenos. Leopoldo había formado la Asociación Internacional del Congo para explotar las riquezas de la cuenca de ese río, aunque manteniendo dicho territorio en forma de propiedad privada y sin que dicha zona se transformara aún en posesión de Bélgica. Si bien esta Sociedad controlaba la desembocadura del río Congo, encontró la oposición de Portugal, que controlaba la zona sur con Angola, y su aliado el Reino Unido.

Por su parte, Francia había logrado en 1881 tomar posesión de Túnez, y en ese mismo año una expedición francesa dirigida por Pierre de Brazza tomó posesión efectiva del Congo Occidental a orillas del océano Atlántico y entraba en disputa con los dominios del rey Leopoldo. Al año siguiente el Reino Unido asumió por completo el gobierno de Egipto (que estaba sujeto al Imperio otomano solo en la teoría) y consiguió así los derechos de soberanía egipcia sobre Sudán y el norte de Somalia. En 1884 Francia aseguró su posesión de la costa de Guinea, con lo cual resultaba evidente en Europa que la carrera por África debía ser regulada.

A finales del siglo XIX tuvo lugar la gran ola de inmigración europea a la Argentina. La Constitución de Argentina de 1853 promovió inmigración europea eliminando las barreras para la llegada de extranjeros. Llegaron inmigrantes de diversos países de Europa: italianos y españoles, junto con otras nacionalidades, especialmente ucranianospolacosrusoscroatasfrancesesalemanessuecos e irlandeses, entre otros. Algunos de ellos sencillamente buscaban un estilo de vida mejor, pero muchos otros llegaron huyendo de los conflictos europeos. Algunos de los recién llegados, de nacionalidad española e italiana pertenecían a la Asociación Internacional de los Trabajadores. Algunos inmigrantes alemanes habían sido exiliados de Alemania por un decreto de 1878 de Bismarck que prohibía el socialismo. Los inmigrantes españoles huían de la Tercera guerra Carlista.

Esta gran corriente inmigratoria supuso el aumento de mano de obra, por lo que en la época de Julio Argentino Roca, Argentina había tomado crédito, principalmente, para la construcción de ferrocarriles, la modernización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires. Si bien lo anterior produjo en 1880 que el país creciera de manera sorprendente con el modelo agro-exportador, las políticas del gobierno del Presidente Miguel Juárez Celman (1886-1890) llevaron a un período de especulación que creó una burbuja financiera. En lo económico, Inglaterra canalizó hacia Argentina entre 40% y 50 % de todas sus inversiones mundiales. En 1888, las acciones del Banco Constructor de La Plata cayeron, bajando rápidamente de 235 a 160 puntos, desencadenando una gran crisis económica en Argentina, precedida por el pánico de 1890.

Argentina ingresó entonces en cesación de pagos por cuatro años. La crisis ocasionó la quiebra del Banco Nacional que, junto con la crisis política expresada a través de la Revolución del Parque, provocó la renuncia del Presidente Miguel Juárez Celman. El vicepresidente Carlos Pellegrini asumió el cargo hasta 1892. Bajo su gestión se creó el actual Banco de la Nación Argentina.

En el plano internacional, la banca Baring Brothers estuvo cerca de entrar en bancarrota debido al exceso de crédito otorgado a Argentina. Un consorcio liderado por el Banco de Inglaterra rescató a la Baring y evitó lo que podría haber sido una catástrofe de la banca londinense, previniendo de esta manera una crisis financiera de mayor gravedad. Nathan Mayer Rothschild remarcó que, de no haber ocurrido esto, quizás el sistema bancario londinense completo hubiera colapsado, con la consecuencia de una verdadera catástrofe. El pánico se asoció con una demanda monetaria que alcanzó el 45% y una caída del mercado de las commodities en todo el mundo. La desconfianza financiera internacional generada con esta crisis ayudó a estallar una burbuja en la economía brasileña,  como la crisis financiera que siguió a ese país, que a su vez acompañó a Argentina y a Uruguay. También disminuyó dramáticamente la cantidad de dinero enviado por los inmigrantes europeos a sus países de origen.

La alianza franco-rusa fue una alianza militar entre la Tercera República Francesa y el Imperio ruso, que se mantuvo en vigor desde 1892 hasta 1917. La alianza terminó con el aislamiento diplomático de Francia fruto de la elaborada política diplomática del canciller alemán Bismarck. Para el Imperio ruso significó un aliado frente a las pretensiones balcánicas de Austria-Hungría, aliada del Imperio alemán, y una contraposición a los intereses coloniales británicos. Francia seguirá siendo el principal aliado de Rusia hasta 1917, desde el punto de vista económico, financiero y militar.

Las relaciones internacionales entre las potencias europeas de 1871 a 1893 giran entorno al complejo sistema de alianzas impuesto por Bismarck gracias a la preponderancia del Imperio alemán a raíz de su unificación estatal y la derrota francesa en la guerra franco-prusiana. El sistema bismarckiano tenía como objetivo conservar el statu quo europeo a la vez que favorecía los intereses de Alemania convirtiéndola en una potencia europea.

El pánico de 1893 fue una depresión económica en los Estados Unidos que empezó en 1893 y concluyó en 1897.​ Afectó de manera profunda a todos los sectores de la economía y produjo una agitación política que condujo al realineamiento político de 1896 y a la presidencia de William McKinley. Una de las causas que se atribuyen a esta crisis, es la crisis argentina de 1890. Las malas cosechas de trigo de 1890 y un fallido golpe de estado en Buenos Aires pusieron fin a nuevas inversiones. Además, especulaciones en propiedades sudafricanas y australianas también colapsaron. Puesto que a los inversores europeos les preocupaba que estos problemas pudieran extenderse, iniciaron una carrera por el oro en el Tesoro de Estados Unidos. El dinero en monedas de inversión era considerado más valioso que el papel moneda; cuando la gente se sentía insegura sobre el futuro, acaparaban monedas de inversión y rechazaban los billetes.

Durante la Edad Dorada de las décadas de 1870 y 1880, los Estados Unidos habían experimentado crecimiento y expansión económicos, pero gran parte de tal expansión dependía de los altos precios internacionales de las materias primas. Los precios del trigo se desplomaron en 1893, exacerbando los problemas con las inversiones internacionales.​ En particular, la apertura de numerosas minas en el oeste de los Estados Unidos condujo a una sobreoferta de plata, lo que llevó a un debate significativo sobre cuánta de esta plata debía acuñarse en monedas.

Como resultado del pánico, los precios de las acciones disminuyeron. Quinientos bancos cerraron, 15.000 negocios quebraron y numerosas granjas dejaron de operar. La tasa de desempleo llegó al 25% en Pensilvania, al 35% en Nueva York y al 43% en Míchigan. Para ayudar a dar comida a los desamparados se abrieron comedores sociales. Enfrentando la posibilidad de morir de inanición, la gente cortaba leña, rompía piedras o cosía a mano con hilo y aguja a cambio de comida. En algunos casos, las mujeres recurrieron a la prostitución para alimentar a sus familias. Para ayudar a la gente de Detroit, el alcalde Hazen S. Pingree lanzó su «Potato Patch Plan» (Plan de la Huerta de Papas), que creó huertos comunitarios para el cultivo.

Se culpó al presidente Grover Cleveland de la depresión. Las reservas de oro almacenadas en el Tesoro de los Estados Unidos cayeron a un nivel peligrosamente bajo. Esto obligó al presidente Cleveland a pedir un préstamo de $65 millones de dólares en oro al banquero de Wall Street J. P. Morgan y a la familia de banqueros Rothschild de Inglaterra. El Partido del Pueblo, también conocido como los «populistas,» fue un partido político agrario- populista de los Estados Unidos. Entre 1892 y 1896, jugó un papel fundamental como fuerza de izquierda en la política estadounidense. Tenía el soporte de granjeros enojados en el oeste y el sur de los Estados Unidos. Era muy crítico del capitalismo, especialmente de bancos y ferrocarriles, y se alió con el movimiento obrero. El Partido del Pueblo alcanzó su cenit en las elecciones presidenciales de 1892, cuando su terna de candidatos, compuesta por James B. Weaver y James G. Field, obtuvo el 8.5% del voto popular y ganó cinco estados.

El pánico de 1896 fue una depresión económica aguda en los Estados Unidos que fue menos grave que otros pánicos de la época, precipitada por una caída en las reservas de plata y las preocupaciones del mercado sobre los efectos que tendría en el patrón oro . La deflación de los precios de las materias primas llevó al mercado de valores a nuevos mínimos en una tendencia que comenzó a revertirse solo después de la fiebre del oro de Klondike en 1896. La quiebra del Banco Nacional de Illinois en Chicago se recuerda como uno de los factores motivadores del sensacional caso de asesinato de Adolph Luetgert . Durante el pánico, el call money alcanzaría el 125 por ciento, el nivel más alto desde la Guerra Civil.

El pánico de 1896 tiene sus raíces en el pánico de 1893 y se considera una continuación de esa depresión económica. La caída de las reservas de oro estadounidenses empeoró los efectos del pánico de 1893, y el pánico de 1896 recibió su propia distinción.  La Ley de Monedas de 1873 desmonetizó el uso de la plata en Estados Unidos, y la Ley de Reanudación de 1875 estableció aún más el patrón oro. Este período de deflación encontró cierta resistencia, ya que se formó el Partido Populista Agrario para protestar por la adopción del patrón oro y restablecer el patrón bimetálico, debido a la incapacidad de los agricultores para pagar las deudas a precios más bajos, y la pérdida de cuota de mercado de los mineros de plata. Los agricultores también querían adoptar el estándar bimetálico porque podían vender sus cosechas a precios más altos.

La guerra hispano-estadounidense fue un conflicto bélico que enfrentó a España y Estados Unidos de abril a agosto de 1898, al intervenir Estados Unidos en la guerra de Independencia cubana (1895-1898). La derrota de España y la consiguiente pérdida de sus últimas colonias de ultramar dieron lugar en España a la expresión «Desastre del 98». Tras su derrota, España perdió Cuba (que quedó bajo tutela de Estados Unidos), Puerto RicoFilipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. El resto de posesiones españolas del Pacífico fueron vendidas al Imperio alemán mediante el tratado hispano-alemán del 12 de febrero de 1899, por el cual España cedió al Imperio alemán sus últimos archipiélagos —las Marianas (excepto Guam), las Palaos y las Carolinas— a cambio de 25 millones de pesetas (17 millones de marcos), ya que eran indefendibles por España.

Las tensiones por Cuba entre España y EE. UU. se llevaban teniendo desde los años 1870 (como el incidente del Virginius). España se encontraba en una hipotética guerra contra EE. UU. en clara desventaja tanto en el aspecto militar (tamaño y capacidades de las flotas de guerra, además de que España llevaba años luchando contra guerrillas de independentistas), el demográfico (en 1890 EE. UU. tenía más de 62 millones de habitantes por unos 18 millones en España), el geográfico (EE. UU. luchaba cerca de su territorio, mientras que España tenía que mandar tropas al otro lado del planeta, a Cuba o Filipinas), el económico-industrial (EE. UU. tenía grandes zonas industrializadas, mientras que España era principalmente agrícola). Sin embargo la agitación nacionalista española, en la que la prensa escrita tuvo una influencia clave, provocó que el gobierno español no pudiera ceder y vender Cuba a EE. UU. como por ejemplo antes había vendido Florida a ese país en 1821. Si el gobierno español vendía Cuba sería visto como una traición por una parte de la sociedad española y probablemente habría habido una nueva revolución.​ Así que el gobierno prefirió librar una guerra perdida de antemano, antes que arriesgarse a una revolución, es decir optó por una «demolición controlada» para preservar el Régimen de la Restauración.

La guerra fue relativamente breve. La explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 fue el casus belli de esta guerra. Aún hoy se sigue discutiendo si fue un accidente, un ataque intencionado español o un ataque de «bandera falsa» de los propios estadounidenses. Entonces la opinión pública estadounidense, convenientemente agitada por sus medios de comunicación (como la prensa amarilla), clamaba venganza y la guerra se declaró oficialmente un mes después. Aunque para las tropas estadounidenses la lucha en territorio cubano no fue tan favorable como se esperaban (batalla de El Caney y batalla de las Colinas de San Juan), las dos incontestables victorias navales estadounidenses (la batalla naval de Cavite en Filipinas el 1 de mayo, y la batalla naval de Santiago de Cuba el 3 de julio) provocaron que el gobierno español pidiera en verano negociar la paz, que por intermediación de Francia, se plasmaría en el Tratado de París el 10 de diciembre. Las últimas colonias en el océano Pacífico se venderían al año siguiente al Imperio alemán por ser indefendibles.

La derrota y pérdida de los últimos vestigios del Imperio español (salvo posesiones africanas) fue un profundo shock para la psique nacional de España y provocó una profunda revaluación filosófica y artística de la sociedad española conocidos como el «Regeneracionismo» y la «Generación del 98». Estados Unidos ganó varias posesiones insulares en todo el mundo, lo que provocó un polémico debate sobre un país que oscilaba entre el aislacionismo y el expansionismo. Poco tiempo después, en febrero de 1899, estalló la guerra filipino-estadounidense (1899-1902), en la que los filipinos se enfrentaron a las fuerzas estadounidenses que pasaron a tomar posesión del archipiélago.

El pánico de 1901 fue el primer desplome bursátil en la Bolsa de Valores de Nueva York , causado en parte por las luchas entre EH Harriman , Jacob Schiff y JP Morgan / James J. Hill por el control financiero del Ferrocarril del Pacífico Norte . El acaparamiento de acciones fue orquestado por el First National City Bank de James Stillman y William Rockefeller , financiado con dinero de la Standard Oil . Después de llegar a un compromiso, los magnates formaron Northern Securities Company. Como resultado del pánico, miles de pequeños inversores se arruinaron.

Una de las causas de esta caída del mercado de valores fue el esfuerzo de Harriman por hacerse con el control de Northern Pacific comprando sus acciones. El pánico comenzó cuando el mercado colapsó durante la tarde del 8 de mayo. Primero vino la disminución gradual de las acciones de Burlington. Los precios de acciones como St. Paul, Missouri Pacific y Union Pacific comenzaron a caer. Sin embargo, no todas las acciones terminaron el día cayendo: Northern Pacific no solo evitó una caída, sino que experimentó un avance. Como resultado de este pánico, Harriman y Hill unieron fuerzas para formar una sociedad de cartera, Northern Securities Company, para controlar Northern Pacific, Great Northern y Burlington. Esta empresa se cerró poco después bajo la Ley Sherman Antimonopolio de 1890.

La Alianza de las Ocho Naciones fue el nombre dado a la unión de tropas del Imperio británico, del Imperio del Japón, del Imperio Ruso, de la Tercera República Francesa, el Imperio Alemán, los Estados Unidos, el Imperio Austrohúngaro, y el Reino de Italia, destinadas a ser enviadas al Imperio de China para derrotar al Levantamiento de los Bóxers. Tras el estallido de la sangrienta revuelta en las regiones septentrionales de China, fueron asesinados numerosos misioneros religiosos de origen europeo, así como comerciantes y diplomáticos extranjeros, junto con chinos convertidos al cristianismo.

Las tropas enviadas inicialmente comprendían destacamentos de potencias que poseían guarniciones dentro de territorio chino, como Reino Unido en su concesión del puerto de Weihai, Francia en la región sureña de Hunan (limítrofe con la Indochina Francesa) y Alemania en el puerto de Qingdao, o en países que poseían territorio limítrofe con China (como Rusia y Japón), aunque después fueron reforzados con contingentes provenientes de sus países de origen. Los contingentes de Italia e Imperio Austrohúngaro (estados que carecían de colonias en Asia) salieron de las pequeñas concesiones que ambos países poseían en China y estaban formadas exclusivamente por tropas navales, mientras que las tropas estadounidenses fueron remitidas desde Filipinas.

En los últimos años del siglo XIX y principios del siglo XX, varios países occidentales compitieron por influir, comerciar y dominar un territorio en Asia Oriental. Mientras, el Japón se esforzaba por asumir el papel de potencia moderna. La situación geográfica de Japón lo alentó a enfocarse en Corea y el norte de China, lo que chocaba con los intereses expansionistas rusos. El esfuerzo japonés por ocupar Corea condujo a la primera guerra sino-japonesa. La derrota china por parte del Japón condujo al Tratado de Shimonoseki (17 de abril de 1895), por el cual China renunciaba a sus reclamaciones sobre Corea, cediendo además Taiwán y Lüshunkou (a menudo llamado Port Arthur). Sin embargo, la presión occidental (por parte de Rusia, Alemania y Francia) obligó al Japón a devolver Port Arthur y Manchuria a China (Triple Intervención del 23 de abril de 1895).

Rusia aprovechó la desestabilización de la zona y en 1896 se firmó un acuerdo con China para el uso de Port Arthur como base ubicada al extremo de la península de Liaodong, en Manchuria, así como el libre acceso ruso a todos los puertos chinos. En el curso de la revuelta de los bóxers de 1900, los rusos ocuparon Manchuria, pese a que parte del Gobierno se mostró contrario a la medida, pues temía que la acción terminase de agriar las relaciones entre Rusia y China. La ocupación, que se verificó sin grandes problemas para los rusos, no suscitó apenas protestas de las demás potencias.  El 8 de abril de 1902, la corte china logró, merced al apoyo de las potencias, que Rusia se comprometiese a evacuar Manchuria en los dieciocho meses siguientes, según un plan de retirada en tres etapas que no cumplió. Los rusos se retiraron de la parte sur de la provincia de Fengtian en octubre, pero en septiembre del año siguiente volvieron a apoderarse de Mukden. En 1901, la Flota del Pacífico rusa se había trasladado a Port Arthur desde Vladivostok, tras el fin de las obras del ferrocarril del Sur de Manchuria.

En 1902, el Reino Unido firmó una alianza con Japón.​ El nuevo Gobierno del conde Hayashi Tadasu había optado por pactar con los británicos ante la imposibilidad de hacerlo con los rusos, que rechazaron la propuesta japonesa de que conservasen Manchuria a cambio de reconocer la posesión japonesa de Corea. El pacto admitía la existencia de especiales intereses políticos y económicos nipones en Corea. Japón trató por última vez de alcanzar un acuerdo con Rusia en 1903, aunque con condiciones más duras merced al respaldo británico y estadounidense del que gozaba; los rusos nuevamente se negaron a permitir que los japoneses dispusiesen a su albedrío de Corea, pero creyeron poder evitar la guerra.​ Al considerar que la penetración rusa en Corea y Manchuria suponía un riesgo para su seguridad nacional, Japón exigió a Rusia que abandonase Manchuria, en cumplimiento de los acuerdos de 1900. Rusia dilató las conversaciones diplomáticas durante dos años y Japón, harto de esperar en vano una respuesta, rompió las relaciones diplomáticas el 6 de febrero de 1904.

La ruptura de relaciones diplomáticas con Japón no preocupó al jefe ruso de Port Arthur, el almirante Yevgueni Alekséyev, que no se la comunicó a parte de sus subordinados, pese a que se sabía que el país vecino se estaba preparando para la guerra.​ La base naval no realizó preparativo alguno para repeler un posible ataque nipón, aunque el jefe de la flota sí dispuso a sus dieciséis navíos a las afueras del puerto,​ para evitar quedar encerrado en él si lo acometían los japoneses.​ La misma noche del 8 de febrero, los japoneses atacaron la flota de Alekséyev. Dos días antes, el mismo en que los japoneses anunciaron la ruptura de relaciones con Rusia, una gran flota japonesa al mando del vicealmirante Heihachiro Togo había zarpado de la base de Sasebo rumbo al mar Amarillo dividiéndose en dos columnas: la principal, al mando del propio Togo, se dirigió hacia Port Arthur, mientras que un destacamento menor se encaminó al puerto de Chemulpo (hoy denominado Incheon).​ Sin previo aviso ni declaración de guerra, la noche del 8 de febrero de 1904 la flota rusa fondeada en Port Arthur fue atacada por sorpresa. En la mañana del 9 de febrero, Chemulpo corrió la misma suerte, lo que dio comienzo a la guerra ruso-japonesa.

Las campañas resultantes, en las cuales el Ejército Imperial Japonés logró obtener varias victorias de manera consistente sobre sus oponentes rusos, fueron un hecho inesperado para muchos en el mundo, pues fue la primera vez que un pueblo no caucásico se enfrentaba y vencía a una potencia imperialista europea. Estas victorias transformaron profundamente el equilibrio de poder en el este de Asia, lo que dio como resultado la consolidación de Japón como país importante en el escenario mundial. Las inesperadas derrotas generaron malestar entre los rusos, debido a su corrupto e ineficiente gobierno zarista, y fueron una de las principales causas que ocasionaron la Revolución rusa de 1905.

La Revolución rusa de 1905 fue una ola de agitación política de masas a lo largo de grandes zonas del Imperio ruso ocurrida a lo largo del año 1905. Algunos de los altercados estaban dirigidos contra el gobierno, otros simplemente carecían de objeto más allá de reclamos muy puntuales de la clase obrera o del campesinado. Se dieron casos de terrorismohuelgas de trabajadores, disturbios campesinos y motines militares, teniendo todos en común una insatisfacción popular generalizada hacia el régimen del zar Nicolás II de Rusia. La revolución condujo al establecimiento de una monarquía constitucional limitada y a la Duma Estatal del Imperio ruso.

La emancipación fue solo una parte de un conjunto de cambios políticos, legales, sociales y económicos que comenzaron en la década de 1860 mientras el imperio se desplazaba lentamente desde el absolutismo feudal hacia el capitalismo, bajo el régimen de la autocracia zarista. Mientras estas reformas habían liberalizado las estructuras económicas, sociales y culturales, el sistema político permaneció prácticamente inalterado. Diversos intentos de reforma fueron duramente rechazados por la monarquía y la burocracia. Incluso los cambios consensuados tuvieron un alcance relativo; por ejemplo, menos de cuarenta provincias tenían zemstva (consejos rurales), cincuenta años después de su introducción legislativa. Las expectativas, contrarrestadas por el limitado progreso reformador, produjeron frustración que, llegado el momento, desembocó en rebeliones. La sensación entre aquellos que se rebelaron fue que la demanda de «tierra y libertad» solo podía satisfacerse mediante la revolución.

En 1905, los grupos revolucionarios se habían recuperado de la opresiva década de 1880. La guerra contra Japón, en un principio popular, estaba ahora contribuyendo al descontento general por la sucesión de las derrotas y la falta de objetivos claros. La evidente desigualdad de la emancipación estaba siendo revisada, al tiempo que los campesinos protestaban quemando granjas en todo el país. El crecimiento económico de la década de 1890 dio paso a una depresión durante la que los obreros protestaban por sus pésimas condiciones. En 1903, un tercio del ejército ruso en la parte occidental del país tenía asignadas tareas de «acción represora».

El 9 de enerojul./ 22 de enero de 1905greg., día conocido como «Domingo Sangriento», hubo una marcha pacífica de protesta de obreros en San Petersburgo. El objetivo de la marcha era entregar al zar una petición de mejoras laborales, y la formaban familias trabajadoras enteras. Iba encabezada por un sacerdote, el clérigo Gueorgui Gapón y no respondía a ninguna consigna política: era fundamentalmente obrera y campesina, al punto que numerosos obreros avanzaban llevando iconos religiosos y cruces, sin armas.

La manifestación fue salvajemente aplastada por soldados de infantería y tropas cosacas, apostados enfrente del Palacio de Invierno, que dispararon sucesivas descargas de fusilería contra la multitud desarmada y luego persiguieron por calles y avenidas a los supervivientes, disparando durante horas, cobrándose un número de víctimas que aún hoy se discute; los periódicos del momento hablaron de al menos 2000 muertos, entre hombres, mujeres, y niños, más un número impreciso de heridos. El zar Nicolás II, mientras tanto, no se encontraba en la ciudad; la había abandonado temiendo por su seguridad. Cuando se difundieron las noticias de la sangrienta represión política en la capital, se generó una oleada de protestas en toda Rusia: el divorcio entre el zar y la masa de campesinos y obreros abocaba a Rusia a lo peor.

La represión del Domingo Sangriento hizo posible que muchos elementos de la sociedad rusa emprendieran una protesta activa. Cada grupo tenía sus propios objetivos, e incluso dentro de clases similares no existía un liderazgo predominante. Los principales colectivos movilizados fueron los campesinos (razones económicas), los obreros (razones económicas y antiindustrialismo), los intelectuales y liberales (en lo concerniente a los derechos civiles), las fuerzas armadas (razones económicas) y grupos étnicos minoritarios (libertad cultural y política).

La situación económica de los campesinos era insostenible. Los levantamientos se multiplicaron durante todo el año, alcanzando máximos a principios de verano y en otoño, y culminando en noviembre. Las actividades incluían la ocupación de tierras de la aristocracia —acompañada a veces de violencia e incendios de fincas—, el saqueo de latifundios y la caza y tala ilegales en los bosques. El medio de resistencia de los obreros era la huelga. Se produjeron huelgas masivas en San Petersburgo inmediatamente después del Domingo Sangriento. Más de 400 000 trabajadores se habían unido a una huelga general en la capital rusa a finales de enero de 1905. Esta actividad se propagó rápidamente a otros centros industriales en PoloniaFinlandia y la costa báltica. El 13 de enero (jul.), en Riga, murieron setenta manifestantes en una batalla campal con la policía imperial y, unos cuantos días después, en las calles de Varsovia, cien huelguistas fueron disparados por tropas imperiales. En febrero hubo huelgas en la cuenca minera del Cáucaso y en abril en las fincas y minas de los montes Urales y más allá de la cordillera.

En marzo, todas las universidades fueron obligadas a cerrar hasta fin de año en tanto docentes y alumnos eran «animadores» de las huelgas y protestas, haciendo que se unieran estudiantes radicales a los trabajadores en huelga. En octubre, el efímero Sóviet de San Petersburgo, un organismo democrático de masas que servía de interlocución con el zarismo y del cual fue votado León Trotski como representante, organizó la huelga de doscientas fábricas, la «Gran Huelga de Octubre», paralizando la capital rusa por días, durante los cuales no circularon tranvías, ni operaron telégrafos ni teléfonos. De la capital esta huelga se propagaría rápidamente a Moscú, y para el 13 de octubre (jul.) estalló una huelga general de los ferrocarriles: no habría ningún tren en activo en todo el Imperio ruso.

Con la sangrienta y fracasada guerra ruso-japonesa hubo cierta inquietud entre las unidades de reserva del Ejército desde 1904, y se hizo más difícil para el gobierno contar con la lealtad de los reclutas. Al difundirse las noticias de las graves derrotas rusas en el Extremo Oriente, el ministro Serguéi Witte emprendió rápidamente las negociaciones de paz con Japón, firmando el 5 de septiembre el Tratado de Portsmouth con mediación de Estados Unidos y donde el Imperio Ruso se reconocía derrotado. En 1905 hubo diversos motines entre la marinería en SebastopolVladivostok y Kronstadt, alcanzando en junio su mayor fuerza con la insurrección del acorazado Potiomkin.  Los motines de marineros eran desorganizados y acabaron siendo brutalmente aplacados, pero el descontento entre la masa popular y los reclutas (originarios de las capas campesinas y obreras) causó el temor gubernamental.

Los grupos nacionalistas estaban furiosos a causa de la rusificación llevada a cabo desde el reinado de Alejandro II. Los polacos, fineses y las provincias bálticas reivindicaban la autonomía, así como libertad para usar sus lenguas nacionales y promover su propia cultura. Los colectivos musulmanes también fueron especialmente activos. Algunos grupos aprovecharon la oportunidad para marcar diferencias entre sí antes que con Rusia. Algunos nacionalistas, a su vez, llevaron a cabo acciones antisemitas (pogromos), posiblemente con ayuda del gobierno, deseoso de derivar la furia de las masas contra una minoría étnica muy impopular como los judíos

El gobierno respondió rápidamente. El zar había tenido la esperanza de evitar cualquier cambio importante; como medio de evitar mayor animadversión del pueblo hacia la corona destituyó a su ministro del Interior Sviatopolk-Mirski, responsabilizándolo de la masacre del Domingo Sangriento. Tras el asesinato de su pariente, el gran duque Serguéi Aleksándrovich el 4 de febrero (jul.), acordó la realización de diversas concesiones. El 18 de febrero (jul.) firmaría tres declaraciones, en la más importante de las cuales anunciaría la creación de una asamblea consultiva, la Duma Imperial de Rusia. El 14 de octubre (jul.) se entregó al zar el Manifiesto de Octubre, escrito por Witte y Alekséi Obolenski. En él se indicaban la mayoría de las demandas del congreso zemstvo de septiembre, como la concesión de derechos civiles, la legalización de los partidos políticos, el sufragio universal y el establecimiento de la Duma Imperial de Rusia como órgano legislativo central.​ El zar esperó y discutió durante tres días, pero finalmente firmó el manifiesto el día diecisiete.

En abril de 1906, el gobierno promulgó la Constitución, asentando los límites de este nuevo orden político. Confirmó al zar como gobernante absoluto, con control total del ejecutivo, política exterior, Iglesia y Fuerzas Armadas. La Duma fue reformada, transformándose en una cámara de menor rango que el Consejo de Estado, la mitad de cuyos miembros eran elegidos directamente por el monarca. Las leyes habían de ser aprobadas por la Duma, el Consejo y el zar como trámite previo a su puesta en vigor; en «condiciones excepcionales», el gobierno podría sortear la Duma y promulgar leyes sin el beneplácito de la Duma. Entre las múltiples limitaciones de esta se contaban también que los ministros los elegía el zar y le rendían cuentas a él, no al Parlamento.​ Los ministros no formaban un Consejo de Ministros, sino que respondían individualmente ante el monarca.​ La Duma carecía de poderes para controlar la acción de gobierno del soberano o de los ministros. Además, podía ser disuelta por el zar en cualquier momento. 

También en abril, tras haber negociado un préstamo de novecientos millones de rublos con el fin de reparar las finanzas rusas, Serguéi Witte dimitió. Aparentemente, el zar había «perdido la confianza» en él. Conocido posteriormente como el «político más destacado de la última Rusia Imperial», Witte fue reemplazado por Iván Goremykin, un lacayo del zar. Tras haber demandado una liberalización más profunda  la Primera Duma fue disuelta por el zar en julio de 1906.La represión recrudeció tras el intento de asesinato de Piotr Stolypin. En esencia el país permaneció inalterado, el poder político continuó perteneciendo al zar en exclusiva, con la riqueza y la tierra en manos de la nobleza. 

Un tratado de no agresión y regulación de la expansión colonial entre el Reino Unido y Francia, conocido como Entente cordiale (del francés: entendimiento cordial), se firmó el 8 de abril de 1904, ratificado mediante una serie de acuerdos firmados posteriormente. Más allá de la preocupación inmediata por la expansión colonial incluida en el tratado, la firma de la Entente Cordiale marcó el fin de siglos de conflictos intermitentes entre ambas naciones y el inicio de una coexistencia pacífica que continúa en el presente.

Una primera entente cordiale entre Francia y el Reino Unido fue llevada a buen término con el hecho de las dos visitas de la reina Victoria con el soberano francés en 1843 y 1845, en el castillo de Eu, en Normandía. Bajo la Tercera República, una nueva aproximación se hizo entre ambos países bajo el mismo nombre.

La Conferencia Internacional de Algeciras tuvo lugar en la ciudad española de Algeciras entre el 16 de enero y el 7 de abril de 1906. El objetivo de la conferencia fue solucionar la llamada Primera Crisis Marroquí que enfrentaba a Francia con Alemania. Dicha crisis había surgido en 1904 con motivo del acuerdo que habían suscrito Francia y España, con el visto bueno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, para delimitar las zonas de África sobre las que dichas potencias coloniales ejercerían su dominio.

Los alemanes mostraron su disconformidad con dicho acuerdo al estar también interesados en un protectorado propio en Marruecos, alegando como justificación la crecida deuda que tenía el sultán de Marruecos con bancos alemanes, así como el interés de importantes comerciantes germanos en desarrollar sus actividades en suelo marroquí, e iniciaron una ofensiva diplomática que culminaría el 31 de marzo de 1905 con la visita a Tánger del káiser Guillermo II, donde este anunció su defensa de la independencia marroquí y exigió la convocatoria de una reunión de las potencias afectadas por la situación inestable del sultanato, lo cual implicaba una velada crítica a los intereses coloniales de Francia en esa región.

El pánico financiero de 1907, también conocido como el pánico de los banqueros de 1907, fue una crisis financiera que tuvo lugar en los Estados Unidos cuando la Bolsa de Nueva York cayó cerca de un 51% respecto a su máximo del año anterior. El pánico se desencadenó durante un momento de recesión, cuando se produjeron varios episodios de desplome de bancos y de sociedades fiduciarias. El pánico de 1907 se propagó por todo el país cuando numerosos bancos nacionales y locales así como diversos otros negocios entraron en bancarrota.

La crisis se produjo después del fracaso, en octubre de 1907, de un intento de acaparar el mercado con acciones de la United Copper Company. Cuando esta oferta fracasó, los bancos que habían prestado dinero para la operación de acaparamiento quebraron, y todos sufrieron pérdidas que se propagaron a los bancos y sociedades fiduciarias afiliadas. Como resultado, una semana más tarde la Knickerbocker Trust Company, el tercer fondo más grande de Nueva York, estaba en la ruina. El colapso del Knickerbocker acrecentó el temor en torno a los fondos de la ciudad, mientras que los bancos regionales retiraban sus reservas de los bancos de Nueva York. El pánico se extendió por todo el país, cuando un vasto número de ahorristas retiraron sus depósitos de los bancos regionales.

El pánico podría haberse profundizado si no hubiera sido por la intervención de J. P. Morgan, quien empeñó grandes sumas de su propio dinero y convenció a otros banqueros neoyorquinos para que hicieran lo mismo, apuntalando el sistema financiero. En esa época, los Estados Unidos no contaban con un banco central que pudiera inyectar liquidez al mercado.

En noviembre, el contagio había terminado en su mayor parte, aunque surgió una posterior crisis cuando una gran compañía de corretaje prestó importantes cantidades de dinero usando las acciones de la Tennessee Coal, Iron and Railroad Company (TC&I) como garantía. El colapso del precio de las acciones de TC&I fue evitado por una adquisición de emergencia aprobada por el presidente antimonopolista Theodore Roosevelt. Al año siguiente, el senador Nelson W. Aldrich estableció y presidió una comisión para investigar la crisis y propuso soluciones para situaciones futuras, llevando a la creación del La Reserva Federal.

La Entente anglo-rusa fue un acuerdo de 1907, en el cual la Gran Bretaña y el Imperio ruso apaciguaron sus disputas coloniales sobre PersiaAfganistán y el Tíbet. Fue firmado durante el Convenio anglo-ruso. Delineó las esferas de influencia en Persia, estipulando que ningún país debía interferir en los asuntos internos del Tíbet y reconociendo el control de los británicos sobre Afganistán. Este acuerdo indujo a la formación de la Triple Entente.

La Triple Entente  fue un pacto firmado en 1907, conformado por la alianza franco-rusa, la Entente Cordiale franco-británica de 1904 y el acuerdo ruso-británico de 1907. La Tercera República Francesa se comprometió a entrar en guerra contra el Imperio alemán si atacaba al Imperio ruso, y, por el otro lado, el Reino Unido solo se comprometió a prestar apoyo diplomático.

La crisis del mercado de valores de caucho de Shanghái fue una crisis económica causada por los banqueros y accionistas que estimularon en exceso las existencias de caucho en Shanghái en 1910. Esta crisis provocó una gran cantidad de quiebras de bancos nativos chinos en Tianjing . Guangzhou , etc. Históricamente, esta crisis, culminada con la crisis del mercado en la década de 1920, provocó una destrucción masiva del desarrollo del mercado en Shanghái.

En el período tardío de la dinastía Qing (principios del siglo XX), la industria del automóvil estaba creciendo, lograda con el producto del caucho. En los Estados Unidos , la exportación de caucho aumentó de $57 millones en 1908 a $70 millones en 1909. En Gran Bretaña, la exportación de caucho aumentó de 840 mil libras en 1908 a 1,41 millones de libras en 1909. Esta demanda estimuló los precios del producto.

La especulación en el mercado de materias primas, produjo crisis tanto en los mercados financieros de Occidente, como en los países productores de estas materias primas. estas crisis condujeron a revueltas y revoluciones, en América latina y Asia, sobre todo.

La Revolución mexicana fue un conflicto armado que se inició en México el 20 de noviembre de 1910. Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo la dictadura conocida como el porfiriatoPorfirio Díaz ejerció el poder en el país de manera dictatorial desde 1876 hasta 1911. Durante estos 35 años, México experimentó un notable crecimiento económico y tuvo estabilidad política, pero estos logros se realizaron con altos costos sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el porfiriato.

Cuando Díaz aseguró en una entrevista que se retiraría al finalizar su mandato sin buscar la reelección, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al Gobierno cobró relevancia ante la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.

Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio (Texas), el 5 de octubre de 1910, proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el Gobierno de Díaz el 20 de noviembre de 1910. El conflicto armado se inició en el norte del país y posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados ocuparon Ciudad Juárez. (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia. Lo sucedió Francisco León de la Barra como presidente interino.

En 1911 se realizaron nuevas elecciones en las cuales resultó electo Madero. Desde el comienzo de su mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el Gobierno maderista, y la Rebelión de Baja California,  una campaña militar de carácter anarquista impulsada por el Partido Liberal Mexicano (PLM) de los hermanos Flores Magón. En 1913 un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por Félix DíazBernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza y Francisco Pancho Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país.

A partir de ese suceso se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Carranza, jefe de la Revolución, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado presidente del país, pero las hostilidades reiniciaron cuando Carranza desconoció el acuerdo. Después de derrotar a la Convención, los constitucionalistas pudieron iniciar trabajos para la redacción de una nueva Constitución y llevar a Carranza a la presidencia en 1917. La lucha entre facciones estaba lejos de concluir. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios: Emiliano Zapata en 1919, Venustiano Carranza en 1920, Francisco Villa en 1923, y Álvaro Obregón en 1928.

Actualmente no existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario. Algunas fuentes lo sitúan en 1917, con la proclamación de la Constitución mexicana, en 1924 con la presidencia de Plutarco Elías Calles o en 1928 con el asesinato del reelecto presidente Álvaro Obregón. Incluso hay algunas que aseguran que el proceso se extendió hasta los años 1940, como Alfonso Taracena.

La Revolución de Xinhai fue una revolución que derrocó a la última dinastía imperial de China (la dinastía Qing) y estableció la República de China. La revolución se llamó Xinhai (Hsin-hai) porque ocurrió en 1911, el año de la rama madre de Xinhai (en chino, 辛亥, «cerdo de metal») en el ciclo sexagenario del calendario chino. La revolución consistió en muchas revueltas y alzamientos. El punto de inflexión fue el levantamiento de Wuchang el 10 de octubre de 1911, que fue el resultado del mal manejo del Movimiento de Protección Ferroviaria. La revolución terminó con la abdicación del último emperador de seis años, Puyi, el 12 de febrero de 1912, que marcó el fin de los 2000 años de gobierno imperial y el comienzo de la era republicana de China.

La revolución surgió principalmente en respuesta al declive del estado Qing, que había demostrado ser ineficaz en sus esfuerzos por modernizar a China y enfrentar la agresión extranjera. Muchos grupos clandestinos anti-Qing, con el apoyo de los revolucionarios chinos en el exilio, intentaron derrocar a los Qing. La breve guerra civil que siguió se terminó a través de un compromiso político entre Yuan Shikai, el hombre fuerte militar de Qing, y Sun Yat-sen, el líder de Tongmenghui (Liga Unida). Después de que la corte Qing transfirió el poder a la república recién fundada, se creó un gobierno de coalición provisional junto con la Asamblea Nacional. Sin embargo, el poder político del nuevo gobierno nacional en Beijing pronto fue monopolizado por Yuan y llevó a décadas de división política y caudillismo, incluidos varios intentos de restauración imperial.

La crisis de Agadir o Segunda Crisis Marroquí (1911) estuvo a punto de desencadenar una guerra entre Francia y el Imperio alemán. En 1911 estalló una revuelta contra el Sultán de Marruecos, que en poco tiempo se ve sitiado en su palacio por los rebeldes; ante lo cual Francia y España lanzaron sendas operaciones militares para restablecer la autoridad del sultán. El incidente comenzó por el envío de un buque cañonero alemán al puerto atlántico marroquí de Agadir, un enclave estratégico de importancia tanto por sí mismo (es el mejor puerto de la zona entre Gibraltar y Canarias) como por la situación de protectorado colonial francés en Marruecos, con el pretexto de defender a los comerciantes alemanes de la zona.

Esta acción fue interpretada como un nuevo desafío a Francia, tras la Primera Crisis Marroquí, pues la llegada del cañonero permitiría un pretexto para que Alemania instalase una base naval en Agadir. Gran Bretaña se opuso vivamente a tal pretensión y mostró desde el inicio su apoyo a Francia como única potencia poseedora del protectorado en Marruecos. El Imperio alemán no admitía empezar un enfrentamiento en simultáneo contra franceses y británicos, por lo cual reconoció los derechos de los franceses, pero pidió a Francia una «compensación» por las presuntas «pérdidas» alemanas al no poder penetrar en Marruecos.

En el caso de Agadir, la activación de la diplomacia europea también consiguió la resolución de la crisis, que concluyó con la firma de un acuerdo franco-alemán por el que Alemania daba manos libres a Francia en Marruecos a la que el II Imperio alemán no tendría derecho de discutir, todo esto a cambio de una parte importante del norte Congo francés que sería cedido a Alemania para pasar este territorio a engrosar el territorio del Imperio colonial alemán.

Alemania renunciaría definitivamente a sus pretensiones sobre Marruecos tras el Tratado de Fez: como parte del tratado, Alemania reconoció las esferas de influencia francesas y españolas en Marruecos, recibiendo a cambio territorios en el Congo Medio, una colonia del África Ecuatorial Francesa, los cuales se convirtieron en parte de Camerún Alemán. Mientras la tensión internacional se agudizaba, la alianza franco-británica conocida como Entente Cordiale, recientemente incluida en lo que se conoció como Triple Entente junto al Imperio ruso, salió fortalecida al apoyar Londres resueltamente al gobierno de París. Las buenas relaciones entre los dos países venían al menos desde la resolución de la crisis de Fachoda en 1898, por su común recelo al creciente poder alemán.

En la primera década del siglo XX, Austria-Hungría vio frustrados sus intentos de someter a Serbia y devolverla a su posición de satélite del imperio que había tenido en ciertos periodos del siglo anterior. Los medios económicos habían fracasado en la «guerra del Cerdo», ya que Serbia encontró otros mercados y acabó con la dependencia económica con el imperio vecino; y Viena carecía ya de influencia financiera para influir en el reino colindante. El intento austrohúngaro de que Serbia comprase su nueva artillería al imperio (a Škoda) tampoco fructificó: los serbios acudieron al mercado francés, que financió la compra a la firma Schneider-Creusot. Las relaciones austro-serbias se habían deteriorado definitivamente por la anexión imperial de Bosnia en 1908.

Algo similar había sucedido con Bulgaria. El zar Fernando I de Bulgaria, que dominaba la política exterior del país, sufrió una afrenta del emperador Guillermo II cuando se hallaba de visita en Alemania en 1909 para firmar un contrato de suministros militares con Krupp.​ El zar abandonó el palacio de inmediato y, a los pocos meses, Bulgaria firmó el contrato armamentístico con la francesa Schneider-Creusot. La hostilidad de Fernando hacia los monarcas alemán y austrohúngaro y la escasa dependencia económica búlgara de los dos imperios reducían la posibilidad de estos de influir en Sofía.

Bulgaria proclamó la independencia inmediatamente después de la revuelta en Salónica y Austria-Hungría se anexionó formalmente Bosnia y Herzegovina, ocupadas desde 1878. La crisis bosnia marcó el comienzo de un distanciamiento entre las potencias, cada vez más agrupadas en dos coaliciones rivales, lo que acabó con el concierto que había evitado hasta entonces cambios de importancia en los Balcanes desde el Congreso de Berlín de 1878; las desavenencias de las potencias favorecían las ambiciones expansionistas de los Estados balcánicos.

En especial, la crisis acabó​ con la colaboración entre Rusia y Austria-Hungría que había permitido el mantenimiento de cierto equilibrio en la región y agudizó la competición de estas dos grandes potencias por dominar la península. Rusia impulsó la formación de una liga de Estados de la zona para frenar la expansión austrohúngara en los Balcanes. La anexión truncó además toda posibilidad de entendimiento entre Austria-Hungría y Serbia.

Una nueva guerra entre Italia y el Imperio otomano estalló en septiembre de 1911, que animó a los Estados balcánicos a plantearse el ataque contra este. Italia había enviado armas a los rebeldes albaneses meses antes para propiciar el desorden en el imperio y facilitar su inminente campaña en África. Varios de los Estados balcánicos se ofrecieron a colaborar con Italia, que rechazó estas ofertas, pues no deseaba extender el conflicto a los Balcanes, actitud compartida por las demás potencias.​ Desde entonces el Gobierno búlgaro de Ivan Evstratiev Geshov decidió que solamente mediante un conflicto con los otomanos podría obtener Macedonia.​ El 1 de noviembre de 1911, Montenegro propuso una liga militar a Austria-Hungría, para apoderarse más fácilmente del norte de Albania. Viena, que no deseaba alentar el expansionismo montenegrino, no aceptó la propuesta.

La debilidad otomana era manifiesta a principios de 1912. A la contienda que libraba con Italia se unió una nueva revuelta albanesa en mayo, originada por los abusos de los Jóvenes Turcos durante las elecciones del mes anterior.​ Serbia entregó armamento a los rebeldes. Estos se apoderaron fácilmente de Skopie en agosto. El Gobierno del CUP, incapaz de sofocar la rebelión, tuvo que dimitir.​ La crisis política perjudicó al ejército, desanimado por las luchas partidistas en un momento tan grave. Ante la posible marcha de los rebeldes albaneses contra Salónica, el Gobierno decidió enviar cien mil reservistas a Tracia, medida que precipitó la movilización de los ejércitos de la liga el 30 de septiembre y 1 de octubre.

El objetivo de la Liga era expulsar de Europa al Imperio otomano y repartirse sus territorios balcánicos. La primera guerra balcánica comenzó oficialmente el 8 de octubre de 1912 y finalizó el 30 de mayo de 1913 con el Tratado de Londres tras la derrota del Imperio otomano, inferior militarmente a los coligados. La guerra comenzó con una acometida montenegrina contra Novi Pazar, a la que siguió una ofensiva búlgara en Tracia. Las fuerzas búlgaras derrotaron a los otomanos en Lule-Burgas a finales de mes y sitiaron Adrianópolis, al tiempo que marchaban contra la capital del imperio, Constantinopla. Se detuvieron ante la línea defensiva de Çatalca, a treinta kilómetros al oeste de la ciudad.

Mientras, los serbios penetraron en Macedonia y Kosovo y se unieron a las unidades montenegrinas que avanzaban a su vez desde el oeste. El 2.º Ejército otomano, derrotado, se retiró hacia Albania a principios de noviembre; los griegos avanzaron hacia el norte el 8 del mes y se adueñaron de Salónica. Los coligados vencieron a los dos ejércitos otomanos destinados en Europa en menos de dos meses y despojaron al imperio de sus territorios balcánicos.​ En diciembre, se firmó el armisticio que puso fin temporalmente a los combates.

Las pequeñas naciones balcánicas lograron expulsar a los otomanos de casi todo el territorio de la península, pero no pudieron evitar enfrentarse entre sí por el reparto de las tierras que les habían arrebatado, lo que originó la segunda guerra de los Balcanes. Este fue un breve conflicto que enfrentó en el verano de 1913 a Bulgaria con sus antiguos aliados de la Liga Balcánica, Rumanía y el Imperio otomano, del que salió derrotada. La guerra llevó a un nuevo tratado de paz, el Tratado de Bucarest,​ que modificó el reparto territorial acordado en el reciente Tratado de Londres que había puesto fin a la primera guerra balcánica en la que la Liga había derrotado a los otomanos.

Los combates duraron treinta y tres días y comenzaron con una ofensiva búlgara que pronto dio paso a contraofensivas serbias y griegas. La intransigencia territorial búlgara, que no se avino a aceptar la posesión griega de Salónica para mantener su alianza con Grecia, ni a ceder la Dobruya meridional para evitar el ataque rumano que decidió la contienda, facilitaron su derrota final. Aunque los búlgaros lograron contener finalmente casi todos los avances serbo-griegos, la entrada en el conflicto de Rumanía primero y del Imperio otomano más tarde garantizó su derrota.

Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como imperialistas dieron lugar a que cada Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la industria de armamento y al fortalecimiento del ejército, todo este excesivo gasto militar desembocaría a la larga en quiebras nacionales.  La nueva política alemana empezó a desarrollar una flota naval tan poderosa como la Royal Navy británica, a buscar insistentemente colonias ultramarinas y apoyar las ambiciones de Austria-Hungría contra el Imperio Ruso, lo cual trajo varios conflictos.

Como resultado, las dos naciones empezaron a competir y Alemania empezó a dedicar cuantiosos recursos económicos para la construcción de la Marina Imperial alemana. Bajo el mando del almirante Alfred von Tirpitz, la marina alemana pretendía rivalizar con la Royal Navy británica por la supremacía naval en el mundo. Se dedicaron  esfuerzos cada vez mayores en la construcción de buques capitales. La construcción en 1906 del HMS Dreadnought, un acorazado revolucionario para la época que volvió obsoletos todos los diseños anteriores a él, amplió la ventaja del Imperio británico sobre su rival alemán.

 La carrera armamentista entre Reino Unido y Alemania, aunque los germanos consideraban a Francia su principal rival dentro de las fronteras europeas, acabó extendiéndose al resto de Europa, y todas las grandes potencias dedicaron su industria a la producción de equipos y armas necesarias para un futuro conflicto paneuropeo. ​Entre 1908 y 1913 la carrera armamentística llegó a su apogeo y se estima que los gastos militares aumentaron en ese lustro en un 50%.

El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. Allí, un grupo de seis militantes (Cvjetko PopovićMuhamed MehmedbašićNedeljko ČabrinovićTrifko GrabežVaso Čubrilović y Gavrilo Princip) de la organización revolucionaria Joven Bosnia, grupo juvenil de la organización secreta Mano Negra, se habían reunido en la calle donde estaba previsto que pasara la caravana del archiduque con la intención de asesinarlo. Cuando la comitiva pasó por la calle, Čabrinović lanzó una granada al coche de Francisco Fernando, pero falló. Algunos viandantes resultaron heridos en las inmediaciones por la explosión, pero el convoy de Fernando continuó su marcha y los demás asesinos no actuaron cuando el coche pasó por delante de ellos. Una hora más tarde, cuando Francisco Fernando regresaba del ayuntamiento de Sarajevo en dirección a un hospital para visitar a los heridos por el atentado, la caravana se equivocó y giró hacia una calle donde, casualmente, se encontraba Gavrilo Princip. Al paso del coche del archiduque, Princip sacó su pistola, una FN Modelo 1910, y disparó a Fernando y a su esposa Sofía; Princip intentó suicidarse, pero la turba que había presenciado el magnicidio se lo impidió y fue posteriormente detenido.​

El asesinato condujo a un mes de maniobras diplomáticas entre las principales potencias europeas: Austria-Hungría, Alemania, Rusia, Francia y Reino Unido, conocidas como crisis de julio. Austria-Hungría entregó a Serbia un ultimátum el 23 de julio donde hacía diez demandas imposibles de aceptar para justificar una guerra contra Serbia. Al día siguiente, después de celebrarse un consejo de ministros en Rusia presidido por el mismo zar, Rusia ordenó la movilización general de sus tropas en los distritos y flotas del mar Báltico, el mar NegroOdesaKievKazán y Moscú. También se pidió a otras regiones acelerar los preparativos para una inminente movilización general. El día 25, Serbia decretó la movilización general y esa misma noche declaró que aceptaba todos los términos del ultimátum, excepto el artículo sexto, que exigía el envió de una delegación austriaca a Serbia para participar en la investigación del asesinato. Al día siguiente, Austria rompió sus relaciones diplomáticas con Serbia y un día después ordenó la movilización parcial; el día 28, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia.

El 29 de julio, Rusia salió en ayuda de su protegido serbio y declaró, de forma unilateral y fuera de los procedimientos previstos en los acuerdos militares franco-rusos, la movilización parcial contra el Imperio austrohúngaro. El canciller de Alemania, Theobald von Bethmann-Hollweg, decidió retrasar su respuesta hasta el día 31, pero no daría tiempo a meditarla, pues el día 30 Rusia ordenó una movilización general contra Alemania, y en respuesta, esta se declaró en «estado de peligro de guerra». El káiser Guillermo II de Alemania, pidió a su primo, el zar Nicolás II de Rusia, que detuviera la movilización general de su país, a lo que este se negó y a lo que Alemania respondió con un ultimátum donde exigía la desmovilización rusa y el compromiso de no apoyar a Serbia. Otro fue enviado a Francia, donde se pedía que no apoyase a Rusia si esta salía en defensa de Serbia. El 1 de agosto, tras la respuesta negativa de Rusia, Alemania se movilizó y declaró la guerra a Rusia, y por su parte Austría-Hungría ordenaría la movilización general el 4 de agosto.

El 28 de julio, los austrohúngaros iniciaron las hostilidades con el intento de invasión de Serbia. Mientras Rusia se movilizaba, Alemania invadió Bélgica, que se había declarado neutral, y Luxemburgo en su camino a Francia. La violación de la soberanía belga llevó al Reino Unido a declarar la guerra a Alemania. Había comenzado la Primera Guerra Mundial.

Los alemanes fueron detenidos por los franceses a pocos kilómetros de París, y se inició una guerra de desgaste donde las líneas de trincheras apenas sufrirían variación alguna hasta 1917. Este frente es conocido como frente occidental. En el frente oriental, el ejército ruso logró algunas victorias frente a los austrohúngaros, pero fueron detenidos por los alemanes en su intento de invadir Prusia Oriental. En noviembre de 1914, el Imperio otomano entró en la guerra, lo que significó la apertura de distintos frentes en el CáucasoMesopotamia y el SinaíItalia y Bulgaria se unieron a la guerra en 1915, Rumanía en 1916 y los Estados Unidos en 1917. ( Enlazamos aquí con la primera entrada de esta serie para la historia de Ucrania ).

 Poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el 4 de agosto de 1914, el Consejo Supremo de la Hermandad Republicana Irlandesa o IRB se reunió y, bajo la premisa que dice que «los apuros de Inglaterra son las oportunidades de Irlanda», se decidió pasar a la acción poco antes del final de la guerra. Con este fin, el tesorero de la IRB, Tom Clarke, formó un Comité Militar que habría de planificar el alzamiento, formado en un principio por Patrick Pearse,  Éamonn Ceannt y Joseph Plunkett, y al que se incorporarían algo más tarde el propio Clarke y Sean McDermott. Todos excepto Clarke eran miembros tanto de la IRB como de los Voluntarios Irlandeses

El lunes de Pascua de abril de 1916 tuvo lugar el Alzamiento de Pascua, una rebelión contra la autoridad del Reino Unido en Irlanda. Este intento revolucionario republicano se produjo entre el 24 de abril y el 29 de abril de 1916, cuando parte de los Voluntarios Irlandeses encabezados por el maestro y abogado Patrick Pearse, así como el reducido Ejército Ciudadano Irlandés del líder sindicalista e izquierdista James Connolly, tomaron posiciones clave de la ciudad de Dublín y proclamaron la República Irlandesa. El acontecimiento suele interpretarse como el momento clave del proceso de independencia irlandés, aunque también marcó la división entre el republicanismo y el nacionalismo irlandés, que hasta el momento había aceptado la promesa de una autonomía limitada bajo la Corona británica, plasmada en la tercera Ley de gobierno autónomo (o Home Rule), que había sido aprobada en 1914 y suspendida debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. La rebelión fue reprimida después de seis días de enfrentamientos, aunque se la considera exitosa por conseguir elevar al primer plano la cuestión de la independencia de Irlanda, que años más tarde se materializaría en realidad.

Tras años de relativo estancamiento, la guerra empezó su desenlace en marzo de 1917 con la caída del gobierno ruso tras la Revolución de Febrero y la firma de un acuerdo de paz entre la Rusia revolucionaria y las Potencias Centrales después de la Revolución de Octubre, en marzo de 1918. El 3 de noviembre de 1918, el Imperio austrohúngaro firmó un armisticio. Tras una gran ofensiva alemana a principios de 1918 a lo largo de todo el frente occidental, los Aliados hicieron retroceder a los alemanes en una serie de exitosas ofensivas. Alemania, en plena revolución, solicitó un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a la guerra con la victoria aliada.

Tras el fin de la guerra, cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano. Los Estados sucesores de los dos primeros perdieron una parte importante de sus antiguos territorios, mientras que los dos últimos se desmantelaron. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra Mundial se fraguó la revolución rusa.

El término Revolución rusa agrupa todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial entre febrero y octubre de 1917, que llevó a la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se vio obligado a abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por un Gobierno Provisional tras la primera Revolución de Febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues el calendario juliano estaba en uso en Rusia en ese momento).

La Revolución de Febrero se centró, originalmente, en torno a Petrogrado.  En el caos, los miembros del parlamento imperial o Duma asumieron el control del país, formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del ejército sentía que no tenían los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó. Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones socialistas más radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas milicias. La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares sufridos durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín. 

A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual el Gobierno provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red nacional de sóviets (consejos), liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más importante, tenía la lealtad de las clases bajas y la izquierda política. Durante este período caótico hubo motines frecuentes, protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió continuar la guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña para detener el conflicto.

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del Gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.  Las manifestaciones a favor y en contra del Gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável Miliukov, del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para poner fin a la guerra.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.

Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.  Estas protestas se produjeron al mismo tiempo que tenía lugar una crisis gubernamental por la dimisión de los ministros kadetes del Gobierno, lo que dejó la gestión de la crisis en manos de los dirigentes defensistas del Sóviet de Petrogrado, principalmente de los mencheviques. Las llamadas Jornadas de Julio fueron respaldadas por los anarcocomunistas y los bolcheviques. Las marchas, multitudinarias, se sucedieron a lo largo de tres días en los que los manifestantes, entre los que se encontraban socialrevolucionarios de izquierdaanarquistas y bolcheviques, exigieron con vehemencia pero inútilmente a los dirigentes del Sóviet de Petrogrado que derrocasen al Gobierno provisional ruso y tomasen el poder, con la intención de poner en marcha amplias reformas. Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional.

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,31​ no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el contingente se disolviera.

En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido bolchevique, dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los bolcheviques se nombraron a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando la Checa, organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los líderes bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918.

Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia que iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en última instancia, salieron victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos históricos notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo un movimiento visible en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo el Imperio ruso y en las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la tierra y la redistribuyeron.

La recesión posterior a la Primera Guerra Mundial fue una recesión económica que golpeó a gran parte del mundo después de la Primera Guerra Mundial . En muchas naciones, especialmente en América del Norte, el crecimiento económico continuó e incluso se aceleró durante la Primera Guerra Mundial cuando las naciones movilizaron sus economías para la guerra en Europa. Después de que terminó la guerra, la economía mundial comenzó a declinar. En los Estados Unidos , 1918-1919 vio un retroceso económico modesto, pero la segunda parte de 1919 vio una leve recuperación. Una recesión más severa azotó a los Estados Unidos en 1920 y 1921, cuando la economía mundial cayó de forma muy pronunciada.

La pandemia de gripe de 1918, también conocida como gripe española o trancazo, tuvo un impacto económico adverso. Muchas empresas cerraron durante lo peor del brote y la gran cantidad de muertos redujo significativamente la población activa. En América del Norte, la recesión que siguió inmediatamente a la Primera Guerra Mundial fue extremadamente breve, duró solo siete meses desde agosto de 1918 (incluso antes de que la guerra terminara realmente) hasta marzo de 1919. [1] Una segunda recesión, mucho más severa, a veces denominada depresión , comenzó en enero de 1920. Varios índices de actividad económica sugieren que la recesión fue moderadamente severa. En Alemania , la recesión económica y la inflación fue más dura debido a la imposición del Tratado de Versalles . Un período de hiperinflación devaluó gravemente el marco y casi paralizó la economía alemana.


Ucrania en la encrucijada (XXI)

Se cumple casi un mes desde la invasión rusa de Ucrania y el avance ruso se ha ralentizado. Rusia no ha conseguido conquistar aún Mariúpol, un día después de expirar el ultimátum que dio a Ucrania para que rindiera la ciudad, y sus tropas permanecen estancadas en varios frentes en el país.

El asedio y bombardeo de la ciudad portuaria de Mariupol continúa reduciendo día a día la resistencia de las fuerzas ucranias que permanecen en el centro de la ciudad, con combates calle a calle por el control de cada zona entre ambos bandos, según informa el Instituto de Estudios para la Guerra (ISW).

Por otro lado la OTAN desplegará batallones en Bulgaria, Hungría, Rumania y Eslovaquia y Biden advierte de que un ataque químico ruso en Ucrania es una “amenaza real”. La situación se complica y parece que, contra las previsiones rusas, se va a alargar más tiempo del esperado.

En cuanto a la ola de refugiados, los expertos en derecho internacional advierten del «doble rasero» de la UE en la gestión de la crisis migratoria ucraniana con respecto a la siria en el 2015.

Llevamos solamente dos décadas completas de este siglo XXI, y ya hemos pasado por varias guerras, crisis y hasta una pandemia. Casi se podría asegurar que este cambio de milenio se abre con una crisis secular.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 9- Crisis seculares. De la crisis del siglo XVII a la crisis del Antiguo Régimen

Se entiende por crisis secular a una coyuntura histórica de crisis que por su duración en el tiempo y generalización en el espacio adquiere dimensiones extraordinarias (también se denomina crisis general). Las crisis seculares reciben el nombre del siglo en el que sucedieron, y el concepto se restringe en la práctica para la civilización occidental.

Ya hablamos en una entrada anterior sobre la crisis del siglo III, que supuso la transición del esclavismo al feudalismo; y recientemente hemos abordado algunos aspectos de la crisis del siglo XIV, que inició la transición del feudalismo al capitalismo. Estas dos crisis seculares están separadas unos 1.100 años entre ellas, sin embargo en los siglos XVII y XVIII se dieron dos crisis seculares con menos de 200 años de separación: la crisis del siglo XVII (cuya existencia misma generó un debate historiográfico) y la crisis del Antiguo Régimen.

Durante el siglo XVII, concretamente en 1650, se produce un mínimo dentro del periodo de la pequeña Edad del Hielo, que había comenzado en el siglo XIV, agudizando la crisis climática que ésta había producido. Los cambios en el clima afectaron a la frecuencia de los fenómenos atmosféricos, como el régimen de lluvias, con lo que las cosechas también se vieron afectadas.

Esta crisis climática es el único aspecto de la crisis secular del siglo XVII que se puede considerar como independiente y autónomo de los otros aspectos que caracterizaron a esta crisis. Sus causas pudieron estar relacionadas con una disminución de la actividad solar y un aumento de la actividad volcánica

En el siglo XVII se produjo una fase de recesión, como consecuencia de la revolución de los precios del siglo XVI, que fue un proceso inflacionario acontecido en Europa occidental. Ya en el siglo XVI, Martín de Azpilcueta (1493-1586), miembro de la Escuela de Salamanca, observó la relación entre la alta inflación y la abundancia de metales preciosos, oro y plata procedentes del Nuevo Mundo. Esta abundancia de metales preciosos influyó en las primeras teorías económicas desarrolladas en esta época, entre las que destaca el bullionismo (del inglés bullion: oro en lingotes).  

El bullionismo fue una de las ideas económicas que se desarrollaron durante el mercantilismo, primera parte de la transición del feudalismo al capitalismo. Para los escritores bullionistas, como Jean Bodin o Thomas Gresham, la riqueza y el poder del Estado se miden por la cantidad de oro que posee. El oro y la plata constituyen el objetivo del comerciante y por lo tanto se pueden considerar como el impulso al intercambio de mercancías. 

Los pensadores mercantilistas preconizan el desarrollo económico por medio del enriquecimiento de las naciones gracias al comercio exterior, lo que permite encontrar salida a los excedentes de la producción. El Estado adquiere un papel primordial en el desarrollo de la riqueza nacional, al adoptar políticas proteccionistas, y en particular estableciendo barreras arancelarias y medidas de apoyo a la exportación. La idea general del mercantilismo se caracterizó por una fuerte intervención del Estado en la economía.

Nacen así las compañías privilegiadas, cuyas actividades gozaban de la protección del Estado mediante un privilegio. La actividad de estas compañías era diferente de las guildas de comerciantes de la Edad Media, como la Hansa, y se identifican más con las actuales grandes corporaciones capitalistas, excepto por funcionar en régimen abiertamente monopolístico. El capital necesario para el funcionamiento de las compañías privilegiadas las hace al alcance solo del Estado y de la asociación de muchos capitalistas individuales, con lo que se establecen para éstas, condiciones de responsabilidad limitada similares a las de las modernas sociedades anónimas.

Las compañías privilegiadas se benefician de las dimensiones de una economía nacional sustentada en un Imperio colonial. Es así como los territorios de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC)  se convirtieron en las Indias Orientales Neerlandesas, por ejemplo. Los Países Bajos, que se habían convertido en el centro financiero de Europa gracias a su muy desarrollada actividad comercial, estaban poco interesados en restringir el comercio y sólo a última hora adoptaron algunas políticas mercantilistas.

Durante este periodo se pusieron en marcha muchas políticas económicas sin demasiada coherencia, incluyendo alteraciones monetarias y fiscales y desregularizaciones financieras, lo que condujo a la aparición de fenómenos especulativos en las bolsas de valores (en 1602 la VOC funda la Bolsa de Ámsterdam  para negociar sus bonos y acciones). Estos fenómenos dieron lugar a burbujas económicas, que se caracterizan por una subida anormal, incontrolada y prolongada del precio de un activo o producto.  

Uno de los primeros fenómenos especulativos de masas de los que se tiene noticia fue la tulipomanía, un periodo de euforia especulativa que se produjo en los Países Bajos en el siglo XVII. El objeto de especulación fueron los bulbos de tulipán, cuyo precio alcanzó niveles desorbitados, dando lugar a una gran burbuja económica y una crisis financiera. Cuando la burbuja estalló, los precios comenzaron a caer en picado. Las bancarrotas se sucedieron y golpearon a todas las clases sociales. La falta de garantías de ese curioso mercado financiero, la imposibilidad de hacer frente a los contratos y el pánico, llevaron a la economía holandesa a la quiebra.

La tulipomanía supuso el desplazamiento de los Países Bajos, que habían adquirido importantes factorías en la India y desarrollado el comercio de las especias (de la pimienta en particular), estableciéndose en Japón y comerciando con China, del monopolio de las compañías privilegiadas, ya que la Compañía Británica de las Indias Orientales tomaría el relevo de la VOC.

El desplazamiento de las rutas comerciales del Mediterráneo al Atlántico, que se había dado desde el final de la Edad Media, y que tuvo su auge con las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI, sufrió un cambio de eje en beneficio de la Europa Noroccidental. Es bastante significativo el auge de plazas como Londres y Ámsterdam en perjuicio de Sevilla o Lisboa (también atlánticas y que a su vez habían sustituido a las mediterráneas Génova y Venecia en el siglo XVI). El punto de inflexión quizá fue el saqueo de Amberes de 1576.

También hubo una corriente migratoria hacia el nuevo continente, mucho mayor en la Monarquía Hispánica que en el resto de Europa, lo que supuso un aumento de la crisis demográfica y un mayor despoblamiento de la Europa Meridional

Esta crisis demográfica se caracterizó por un aumento de la frecuencia y gravedad de hambrunas y epidemias. Muchos campesinos abandonaron las tierras para irse a las ciudades. La ganadería vio cómo se reducía el número de cabezas de ganado, debido a la sequedad de los pastos y de la destrucción provocada por las diversas guerras.

Nuevos brotes de peste bubónica surgieron en diversos lugares de Europa, además de brotes de gripe y viruela, a los que se sumaron la aparición de enfermedades tropicales como la malaria y la fiebre amarilla. Estas enfermedades contribuyeron a disminuir la población europea y colonial durante este periodo. La gran peste de Londres, que duró de 1665 a 1666, mató aproximadamente 100.000 personas, casi una cuarta parte de la población de Londres de la época, en dieciocho meses.

Bajo el reinado de Felipe III, la dinastía Habsburgo, reinante en la Monarquía Hispánica, no pudo continuar la costosísima política exterior de sus antecesores, por falta de recursos. Los ingresos de la corona no eran pocos, pero las guerras consumían eso y mucho más. Esta precariedad económica se agravó en 1609 con la expulsión de los moriscos, principal sostén de la economía agrícola en Valencia, en la corona de Aragón, cuyas consecuencias fueron un factor de mucho peso, comparable a la expulsión de los judíos en 1492, en la decadencia española.

Los moriscos eran rechazados por la corona, que veía con inquietud la posibilidad de una nueva sublevación que actuase como una quinta columna de los berberiscos o los turcos y detestados por la Iglesia, que dudaba de la sinceridad de su conversión, pero siendo su expulsión una importante pérdida de «brazos» útiles para la economía nacional. Las medidas que desde el poder se tomaron para hacer frente a la falta de liquidez, como venta de cargos o la devaluación de la moneda, no hicieron sino agravar la situación, instaurando la corrupción y el absentismo en la administración, y distorsionando peligrosamente los intercambios mercantiles.

La guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en la Europa Central (principalmente el Sacro Imperio Romano Germánico) entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcó el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores. Aunque inicialmente se trataba de un conflicto político-religioso entre Estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas convirtió gradualmente el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión, como la ​búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.

La guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (la Monarquía Hispánica y el Sacro Imperio Romano Germánico) por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a nuevas guerras entre ambas potencias. El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de lugares enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. En el saqueo de Magdeburgo la ciudad pasó  de 30.000 habitantes a menos de 3.000, como consecuencia del estado de sitio y posterior saqueo que sufrió.

También se dieron desórdenes sociales y políticos como consecuencia de las políticas internas y externas de los diferentes países, y que llevaron a desastrosas guerras. La crisis política más grave que vivió la Monarquía Hispánica fue la crisis de 1640, ya que a punto estuvo de acabar con ella, y de hecho se produjo la secesión del reino de Portugal. Tuvo lugar durante el reinado de Felipe IV y entre sus causas principales se encuentra el proyecto de Unión de Armas propuesto por su poderoso valido el Conde-Duque de Olivares. Todo ello dentro del contexto de la Guerra de los Treinta Años y de la reanudación de la Guerra de los Ochenta Años contra los rebeldes de las Provincias Unidas de Holanda y Zelanda.

Un conjunto de movimientos de insurrección ocurridos en Francia durante la regencia de Ana de Austria, y la minoría de edad de Luis XIV, entre 1648 y 1653, son conocidos como la Fronda. Este periodo de revueltas marca una reacción frente a la creciente autoridad de la monarquía en Francia, que había incrementado su poder bajo los reinados de Enrique IV y Luis XIII (este último con el cardenal Richelieu como primer ministro).

Inglaterra sufre en este periodo dos revoluciones y tres guerras civiles. Cuando Jacobo I subió al trono inglés pretendió la coexistencia de todas las religiones, pero un grupo de católicos, en la conspiración de la Pólvora, de 5 de noviembre de 1605, atentaron contra el gobierno. En lo sucesivo, los católicos fueron considerados posibles traidores. La revolución inglesa abarca desde 1642 hasta 1688. Se extiende desde el fin del reinado de Carlos I de Inglaterra, pasando por la República británica y el Protectorado inglés de Oliver Cromwell y finaliza con la Revolución Gloriosa, que destituye a Jacobo II.

En este contexto se incluye una serie de conflictos armados, como las guerras de los tres reinos  entre 1639 y 1653, una época en que los tres países, Inglaterra, Escocia e Irlanda, se encontraban bajo unión personal, con Carlos I Estuardo como monarca. El mejor conocido de estos conflictos es la guerra civil inglesa entre realistas y parlamentarios entre 1642 y 1651, con una gran victoria de Cromwell y la derrota de Carlos II de Inglaterra al término del tercer y último de los enfrentamientos.

En el contexto de la guerra civil inglesa surgió un grupo cristiano radical, denominado diggers (cavadores). Fue fundado en 1649 por Gerrard Winstanley y constituyó el ala izquierda de los demócratas levellers (niveladores) ya que también cuestionaron el derecho de propiedad

El movimiento se inició cuando en 1649 ocuparon unas tierras incultas en Surrey y comenzaron a trabajarlas. El nombre de diggers se explica por su creencia en el comunalismo religioso, siguiendo los Hechos de los Apóstoles recogidos en la Biblia. Así intentaron cambiar el orden social que existía por un estilo de vida estrictamente agrario negando la aplicación de la Enclosure Act organizándose alrededor de pequeñas comunidades rurales.

En el siglo XVII se produjo también una crisis ideológica en la mentalidad europea, reflejada tanto en el arte como en la literatura. Se han interpretado el Barroco y el Siglo de Oro como periodos de lo que desde Paul Hazard se conviene en llamar crisis de la conciencia europea. Pensadores como Spinoza, Leibniz, Locke o Newton comparten aproximadamente una época común. Varios factores se pueden incluir en el ambiente intelectual crítico: el paso de lo antiguo a lo moderno en la Querella de los antiguos y los modernos, la heterodoxia de Pierre Bayle, Bossuet y sus combates, Leibniz y su intento de unir iglesias, el poderoso empirismo de Locke, el desarrollo de la moral natural, la idea de una religión natural, y las ideas de progreso a partir de la ciencia.

Mientras que los países que salen reforzados de la crisis se encaminan al proceso que les llevará a la Revolución industrial, los más perjudicados por ella sufren un proceso de refeudalización. En la Monarquía Hispánica los capitales se dedicaban a la compra de tierras, casas o gastos suntuarios. Frente a unos pocos privilegiados existía una enorme masa de población empobrecida: los campesinos habían perdido sus tierras, los artesanos se habían empobrecido por la competencia extranjera y los hidalgos apenas podrían sobrevivir con sus tierras y todos acababan en la mendicidad, solo la Corona de Aragón sufrió menos la crisis.

Lo que hasta entonces había sido la principal amenaza para la Europa cristiana, el Imperio otomano, queda relegado a una posición periférica (en claro retroceso desde el fracaso del sitio de Viena de 1683). Italia y sus rutas hacia Flandes por Alemania, se encuentra entre las zonas en mayor declive. La Francia que sale de la Fronda y la minoría de edad de Luis XIV, en cambio, es la potencia emergente en Europa, bien desde el tratado de Westfalia de 1648 (que modernizó las relaciones internacionales), o desde la paz de los Pirineos de 1659, coincidente con el desarrollo del absolutismo monárquico.

La monarquía absoluta es una forma de gobierno en la que el monarca (lleve el título de rey, emperador, zar o cualquier otro) tiene el poder absoluto. No existe en ella división de poderes ( ejecutivo, legislativo y judicial). En el absolutismo el Estado se identifica con un individuo que ejerce autoridad sin necesidad de ideología alguna; de hecho al absolutismo no le interesa imponer su control e influencia sobre todos los aspectos de la vida social sino que le basta fijar una autoridad omnímoda a quien los gobernados sólo deben obedecer y jamás cuestionar. Pero se diferencia del totalitarismo, concepto propio de la Edad Contemporánea, en que éste impone a la comunidad una ideología muy definida que penetra en todas las actividades sociales. Aun así, podríamos considerar al absolutismo como el paradigma de los totalitarismos y los regímenes fascistas.

Absolutismo en Francia

La monarquía absoluta se desarrolla históricamente en la Europa Occidental a partir de las monarquías autoritarias que surgen al final de la Edad Media con la crisis de las monarquías feudales y el predominio que adquiere el rey en relación a todos los estamentos. Uno de los ejemplos más claros es el rey francés Luis XIV de Francia que gobernó Francia y Navarra desde 1643 hasta 1715.

La época en la que se desarrolló el absolutismo, fue la del surgimiento de la idea del Estado-nación y la formación económico social conocida como Antiguo Régimen, coincidiendo con la Edad Moderna. En la actualidad aún existen países con monarquías absolutas, destacando Arabia Saudí, que  ha sido una monarquía absoluta desde sus comienzos, basada en los principios del Islam.

Bajo el reinado de Luis XIV se desarrolla el colbertismo, doctrina económica elaborada por Jean-Baptiste Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV. El colbertismo es una variante del mercantilismo y es considerada un conjunto de prácticas políticas, más que una teoría económica. Las ideas principales características del colbertismo eran: la acumulación de riqueza en la forma de lingotes a través de una balanza de pagos excedentaria y el aumento del producto de los impuestos; proteccionismo del mercado y productores internos; subsidios a las exportaciones e implementación de dirección fiscal.

Colbert transformó la lógica mercantilista de acumulación de riquezas a través de una organización meticulosa del Estado. Los apoyos otorgados a sectores de la industria francesa de la época, conocidos como el sector de “Manufactures privilégiées”, y también  la Manufactura real, no fueron concebidos como de plazo indefinido. El objetivo era que las empresas adquirieran tanto el conocimiento o experiencia suficiente como el tamaño o escala necesaria para competir cara a cara con los principales competidores de la época. (ingleses y holandeses). Otro de los grandes proyectos de la política fue la donación de seis millones de capital a la compagnie des Indes Occidentales, a fin de desarrollar el cultivo del tabaco en las Antillas

 El gobierno británico dependía, para su financiación, en gran parte del Banco de Inglaterra, una empresa privada que había obtenido el monopolio de las finanzas británicas a cambio de garantizar la organización y la gestión de los préstamos al gobierno, sin embargo, el servicio no era el esperado. Robert Harley había sido nombrado ministro de Hacienda, y buscó activamente nuevas formas de mejorar las finanzas nacionales. La primera preocupación de Harley era encontrar financiación para cubrir los gastos de la guerra en Europa. Lo logró por medio de la concesión a un consorcio privado de la Lotería Estatal. Pero para sanear la Hacienda británica, Harley se propuso hacerse con el comercio en Sudamérica. Sin embargo, la Guerra de Sucesión Española, en la que estaba implicada Gran Bretaña, retrasó el inicio del proyecto.

La Compañía de los mares del sur (South Sea Company), creada para  financiar al gobierno inglés, fue la responsable de la segunda burbuja especulativa, la burbuja de los mares del sur, que ocurrió en Gran Bretaña a principios del siglo XVIII, y que condujo al llamado crack de 1720. Esta compañía ostentaba el monopolio del comercio británico con las colonias españolas de Sudamérica y las Indias Occidentales. Los derechos comerciales exclusivos (el asiento comercial) le habían sido concedidos como parte del Tratado de Utrecht que puso fin a la Guerra de Sucesión Española. A cambio del monopolio sobre dicho asiento, la Compañía de los Mares del Sur asumió toda la deuda británica sobre los costes de la participación del Reino Unido en dicho conflicto. En 1720, cuando las condiciones específicas del Tratado de Utrecht se hicieron públicas y las promesas de oportunidades de negocio dejaron de verse como realizables, la burbuja especulativa explotó. Esto produjo una espiral descendente en los precios de las acciones. Al mismo tiempo, otras dos burbujas estallaron en Ámsterdam y París (Compañía del Mississippi de John Law), ambas basadas en esquemas parecidos, y las noticias de ello aceleraron la caída de la cotización.

En 1715, año de la muerte de Luis XIV, Law llega a Francia para ofrecer sus servicios como economista. Para aquel entonces, la deuda del Estado francés era enorme y la escasez resultante de metales preciosos condujo a una sensible reducción del comercio, lo que llevó a un estancamiento total de la economía. Ante este panorama el regente decidió seguir las arriesgadas teorías de Law, un sistema económico que recomendaba el uso de papel moneda por encima del uso del metal, ya que el papel moneda tiene la ventaja de circular de manera sencilla entre la gente y esta circulación es la que crea riqueza real en una economía. Este sistema, que fue desarrollado en primer lugar en Inglaterra, fue adoptado por Francia y otros países y es el origen del sistema económico moderno.

Su idea era de que Francia debía crear un banco que administrara las finanzas del gobierno, reemplazando al oro con crédito de papel y así poder aumentar la circulación monetaria, favoreciendo a las industrias. Simultáneamente debía crearse una empresa estatal para el comercio, sustituyendo los títulos de deuda nacional por participaciones en estas nuevas empresas económicas. Esto crearía un monopolio enorme de las finanzas y el comercio administrado por el Estado en beneficio de los propios habitantes del país.

El primer paso de Law en esta dirección fue crear un nuevo banco en mayo de 1716, denominado Banco General Privado (Banque Générale Privée), al que se autorizó a emitir el papel moneda, respaldado por los depósitos en oro. Un año después, en 1717, John Law consiguió la consolidación de varias empresas comerciales existentes en una única sociedad comercial denominada La Compañía del Mississippi o Compañía de Occidente, siendo nombrado Director General de esta nueva empresa, a la que el gobierno francés concedió el monopolio del comercio con las Indias Occidentales y América del Norte, cuya principal colonia era la gran Luisiana francesa. En 1718, el Banco General pasó a ser Banco Real (Banque Royale), o sea el Banco Nacional de Francia, con la garantía del rey.

La Compañía del Mississippi ya existía desde 1684, sin embargo tomó verdadero empuje cuando John Law asumió su dirección, convirtiéndose en la Compañía del Oeste(1717). El gobierno francés le entregó el monopolio comercial en las colonias francesas de Norteamérica y las Indias Occidentales. En 1719 incorporó a su estructura otras empresas coloniales francesas, con lo que adquirió el nombre de Compañía de las Indias. Desde Francia, Law exageró la riqueza de Luisiana con un eficaz plan de marketing, lo que llevó a una especulación salvaje sobre las acciones de la compañía en 1719. Esta euforia provocó la necesidad de emitir más billetes de papel por parte del Banco Real.

El plan era que las perspectivas de riqueza en Luisiana atrajeran mayores capitales hacia la empresa y así poder realizar las inversiones necesarias. La popularidad de las acciones de la compañía fue tal que provocó la necesidad de emitir más billetes de papel del banco. En 1719, la Compañía de Occidente absorbió a otras compañías coloniales francesas, como la Compañía francesa de las Indias Orientales, y se convirtió en la Compañía Perpetua de las Indias.

En 1720, el Banco Real y la Compañía Perpetua de las Indias se fusionaron y se nombró a Law Inspector General de Finanzas el 5 de enero. De esta manera el banco y la compañía se unificaban con el Estado. El notable éxito que estaba obteniendo Law en Francia era conocido por toda Europa, principalmente en los círculos financieros, lo cual inspiró a los británicos para ejecutar un enorme plan de canje de deuda pública por acciones de la Compañía del Mar del Sur (South Sea Company), empresa que tenía el monopolio del comercio con Sudamérica.

En 1720, tras generar enormes beneficios a la Corona con las acciones de la Compañía de Indias, el Regente, Duque de Orleans, ordenó imprimir billetes sin avisar a Law, que en teoría era el encargado del Banco y de la impresión de papel moneda. El Regente imprimió aproximadamente unos tres mil millones de libras, cantidad exorbitante cercana al producto interior bruto de Francia en ese tiempo, provocando una inflación como no había habido nunca en Europa, tanto en bienes inmuebles como en bienes de consumo (como el pan) y los salarios. Esta situación provocó que algunos poseedores de billetes pidieran convertirlos en oro. La gran cantidad de billetes que se insertaron a la economía hicieron que estos no tuvieran el mismo valor, perdiendo su valor adquisitivo. No obstante tampoco existía el valor equivalente en oro que le permitiera al Duque tomar esas medidas sin tener repercusiones. Esto ocasiona que todo el sistema que proponía Law colapsara y perdiera su credibilidad.

La Compañía, que no albergaba tanto oro como para respaldar todo el dinero impreso, acabó por ser incapaz de atender a la demanda, mucho mayor que la que Law pudiera haber previsto. Al principio, la Compañía pudo devolver parte de los activos líquidos, pero como había mucho papel moneda en circulación, la demanda no cesó, y acabó por descubrirse el desfalco, llevando a la Compañía a la bancarrota y ocasionando una crisis económica en Francia y toda Europa.

Los perjudicados pertenecían a todos los estratos sociales, desde el pueblo llano hasta la alta nobleza, y además de verse arruinados se vieron en medio de un panorama económico desolador, con un papel moneda desvalorizado y una inflación galopante. John Law fue destituido por el regente de sus cargos como Director General de Finanzas y Presidente del Banco Real. La consecuencia de ambas burbujas simultaneas, fue una crítica hacia las ideas mercantilistas. Hubo críticos como Dudley North, John Locke o David Hume que atacaron los fundamentos del mercantilismo, y a lo largo del siglo XVIII fue perdiendo el favor que había tenido.

La primera escuela que rechazó completamente el mercantilismo fue la de la Fisiocracia, en Francia. Esta era una escuela de pensamiento económico del siglo XVIII fundada por François Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot y Pierre Samuel du Pont de Nemours. Afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del Estado. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire. El origen del término fisiocracia proviene del griego y quiere decir «gobierno de la naturaleza», al considerar los fisiócratas que las leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de la naturaleza. Esto está relacionado con la idea de que sólo en las actividades agrícolas, la naturaleza posibilita que el producto obtenido sea mayor que los insumos utilizados en la producción surgiendo así un excedente económico. Los fisiócratas calificaron de estériles las actividades como la manufactura o el comercio donde la incautación sería suficiente para reponer los insumos utilizados.

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La fisiocracia surge como una reacción de tipo intelectual a la común concepción de la vida intervencionista del pensamiento mercantilista. Insistían que la intervención de intermediarios en varias etapas del proceso de la producción y distribución de bienes tiende a reducir el nivel total de prosperidad y producción económica. Ejemplos de estas intervenciones eran muchas pero los fisiócratas se fijaban en los controles gubernamentales tales como los monopolios, impuestos excesivos, burgueses parasitarios y el feudalismo Europeo. El sistema de la fisiocracia fue aplicado a mediados del siglo XVIII, pues ciertamente no fue en la forma ‘pura’ imaginado por sus creadores teóricos, sino a través de legislación detallada que favoreció recomendaciones privadas. Derivó en el periodo conocido como Ilustración. Reflexiones de la creencia en las leyes naturales se pueden fijar en un sin número de áreas, variando desde las ciencias naturales hasta las teorías del orden constitucional.

La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (especialmente en Francia e Inglaterra) que se desarrolló desde fines del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución francesa, aunque en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue denominado así por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el «Siglo de las Luces». Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos económicos, políticos y sociales de la época. La expresión estética de este movimiento intelectual se denominará neoclasicismo.

Desde Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos esenciales del movimiento se dieron antes que en otro lugar, la Ilustración se asentó en Francia, donde la anglofilia fue difundida por Voltaire, y produjo aquí su cuerpo ideológico, el enciclopedismo, y sus más representativas personalidades (Montesquieu, Diderot, Rousseau, Buffon, etc); también dio sus frutos, en ocasiones más o menos autónomamente, pero en la mayoría de casos dependientes de Gran Bretaña y, sobre todo, de Francia, en otras zonas europeas (Países Bajos, Italia, la península ibérica, el Sacro Imperio Romano Germánico, Polonia, Rusia, Suecia, etc.) o en sus colonias americanas; frutos condicionados por el grado de desarrollo ideológico y sociopolítico adquirido en el momento de lanzamiento de la nueva ideología y por el proceso interno seguido a lo largo de su desenvolvimiento. La influencia de estas ideas hace surgir el despotismo ilustrado en la política, que llevará pronto, aún a su pesar, a la teoría de la separación de poderes. Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y dentro del religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias nacionales respecto al absolutismo del papa (regalismo) y aparece el concepto de contrato social que se hará fuerte con Rousseau y el socialismo utópico.

A pesar de que los filósofos ilustrados criticaron la política y la sociedad de su época, no pretendieron que los cambios se dieran por la vía revolucionaria; confiaban más bien en un cambio pacífico orientado desde arriba para educar a las masas no ilustradas. Varios monarcas aceptaron las ideas propuestas por la ilustración y dieron origen a esta forma de gobernar. Este sistema, cuyo espíritu suele resumirse en la frase «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», es  visto como una etapa madura del absolutismo monárquico, fue decayendo en los últimos años del siglo XVIII. Las ideas de la Ilustración, adoptadas por estos monarcas, fueron también la mecha que prendió en los sentimientos de las clases desfavorecidas -en especial la burguesía, que cobraba mayor relevancia- para combatir a un sistema absolutista voraz y generador de desigualdad social, y encaminarse hacia un gobierno constitucional. La publicación de las ideas ilustradas en la Enciclopedia en 1751, marca el inicio de la crisis del Antiguo Régimen.

Sin embargo, seguían surgiendo conflictos territoriales entre los Estados. Como consecuencia del tratado de Utrech, Gran Bretaña había obtenido el denominado «asiento de negros» (licencia de vender esclavos negros en la América hispana) durante treinta años y la concesión del «navío de permiso». Ambos acuerdos comerciales estaban en manos de la Compañía de los Mares del Sur. Sin embargo, el comercio directo de Gran Bretaña con la América española sería una fuente constante de roces entre ambas monarquías. La Guerra del Asiento, llamada también Guerra de la Oreja de Jenkins por influencia inglesa, fue un conflicto bélico que duró de 1739 a 1748, en el que se enfrentaron las flotas y tropas del Reino de Gran Bretaña y del Reino de España principalmente en el área del Caribe. Por el volumen de los medios utilizados por ambas partes, por la enormidad del escenario geográfico en el que se desarrolló y por la magnitud de los planes estratégicos de España e Inglaterra, la Guerra del Asiento puede considerarse como una verdadera guerra moderna.

A partir de 1742 la contienda se transformó en un episodio de la Guerra de Sucesión Austriaca, cuyo resultado en el teatro americano finalizaría con la derrota inglesa y el retorno al statu quo previo a la guerra. En 1756, un conflicto territorial en Europa entre Austria y Prusia, iniciado por la decisión de Austria de recuperar Silesia, en contra de lo estipulado en el tratado de Aquisgrán, desencadenó lo que se conoció como la Guerra de los Siete Años. Prusia contaba con el apoyo de Gran Bretaña y Portugal, mientras que Austria era avalada por Francia, España, Rusia y Suecia. Sin embargo, la guerra en Norteamérica entre franceses y británicos ya había comenzado en 1754. La contienda fue conocida en América como la Guerra Franco-india.

Además de estos conflictos, las teorías de los fisiócratas defendían que la agricultura era el único sector productivo capaz de crear riqueza, mientras que el comercio y la industria tan sólo permitían la distribución de esta riqueza; los fisiócratas estaban en contra de las políticas de comercio internacional  o mercantilismo, favorecedoras del proteccionismo. Los fisiócratas asumieron que dada su observación de los mercados, la manufactura era una actividad estéril, ya que no se veía un gran avance en este sector. Obviamente, esto se debía al tamaño de la industria de entonces, anterior a la revolución industrial. Lo cual constituye una falla en su análisis, que se deriva también del mayor interés en la productividad física y no en la productividad del valor.

Es así que cuando se produce el proceso de transformación económica, social y tecnológica que supuso la revolución industrial, la fisiocracia sufre duras críticas, primero por parte de los mercantilistas que hasta entonces habían dirigido la política económica, y luego por los incipientes liberales liderados por Adam Smith, quien publicaría una respuesta crítica a la fisiocracia. Aunque Smith creía en muchas de las doctrinas expuestas por los fisiócratas, no aceptaba el calificativo de las clases mercantiles y artesanales como estériles e improductivas. Sí reconocía que la agricultura era la más productiva de las ocupaciones, pero sostenía que las otras ocupaciones deberían ser denominadas como menos productivas, no como improductivas. Para demostrar la verdad de su afirmación, Smith observó que incluso la clase social más baja «produce anualmente el valor de su propio consumo anual, y perpetúa, al menos, la existencia del capital que le mantiene y emplea.»

Las innovaciones de principios de la revolución industrial quedan accesibles a los pequeños artesanos  y todavía no requieren la concentración del capitalismo industrial, pero la constitución de economías capitalistas tales como las conocemos hoy,  supuso entonces importantes cambios legislativos que instauraban la propiedad privada del capital y un mercado del trabajo. Estos cambios son sólo la manifestación de la toma del poder en el seno del Estado por la burguesía, una de las etapas esenciales de la lucha de clases.

Reflejo de estos cambios son los escritos de los economistas de la escuela clásica, encabezada por Smith, y que desarrolla sus teorías en su libro La Riqueza de las Naciones. En este texto adopta la tendencia, desarrollada por los fisiócratas, del librecambismo, y para los economistas modernos es el documento fundador de la economía clásica y, sin duda, del liberalismo económico. Pero los Estados seguían aplicando medidas proteccionistas en el comercio. En la guerra franco-india Inglaterra no sólo obtuvo una porción de territorio cuyo control deseaba ejercer aún en contra de las ambiciones e intereses de los colonos, también heredó un déficit financiero que quiso sanear mediante la imposición de medidas políticas y económicas que afectaban a aquéllos.

Desde la década de 1760 la opinión pública de las trece colonias fue tomando conciencia de su identidad y unidad de intereses en una oposición cada vez mayor contra el gobierno británico, que no atendió los llamamientos a la moderación. A la restricción del acceso de los colonos a los territorios recién conquistados a Francia, se sumaron numerosas leyes impositivas con el establecimiento de restricciones mercantiles y de cargas fiscales. Entre otras, la ley del azúcar (1764) por la cual se les prohibía la compra de azúcar a los franceses del Caribe, al mismo tiempo que establecía impuestos sobre la importación de textiles, café, índigo, vinos y otros productos.

La ley monetaria (1764) prohibía a las colonias la emisión de billetes locales, mientras que la ley del timbre o del papel sellado (1765) establecía un impuesto sobre publicaciones, documentos legales, manifiestos, licencias y otros documentos. El creciente descontento se evidenció en la creación de grupos opositores, la reunión de un congreso de representantes de nueve legislaturas coloniales,  incidentes violentos espontáneos (masacre de Boston, 5 de marzo de 1770), y finalmente en movilizaciones populares de protesta (motín del té, Boston, 16 de diciembre de 1773).

La reacción del gobierno británico fue ocupar militarmente Boston (1768) y la del Parlamento de Londres promulgar un conjunto de leyes (primero las llamadas Townshend Acts de 1767,luego las denominadas «Actas intolerables«, «coactivas» o «punitivas» de 1774) que recortaban las competencias de las instituciones autónomas y aumentaban las de los funcionarios y militares británicos. Al carecer las colonias de representación elegida en el Parlamento, muchos colonos consideraban ilegítimos tales impuestos y leyes, por suponer una violación de sus derechos como ingleses (No taxation without representation -«ningún impuesto sin representación»-, una derivación del clásico quod omnes tangit).

La tensión ocasionada por la ocupación militar, las leyes promulgadas y los incidentes de Boston, fue la chispa que hizo saltar la “Revolución Estadounidense”. Al ser al mismo tiempo un proceso revolucionario (el primero de la llamada «era de las revoluciones» que abre la Edad Contemporánea) y un proceso de descolonización (la primera «independencia«), esta revolución significó transformaciones y conflictos internos y un conflicto exterior, entre las «Trece Colonias» británicas de América del Norte y su metrópoli (el Reino Unido). De este proceso surgiría una nueva nación (los Estados Unidos de América) que se estableció jurídicamente en textos de gran trascendencia, como la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) y la Constitución (17 de septiembre de 1787).

Mientras en América surgían nuevas naciones, en Europa desaparecían otras. El gobierno de la dinastía de los Wettin en Polonia había llevado a la Mancomunidad Polaco-Lituana a una situación de parálisis. A mediados del siglo XVIII la República de las Dos Naciones era uno de los Estados más extensos de Europa. Sin unas fronteras bien definidas al Este, contaba con una población de 17.000.000 de habitantes, en su inmensa mayoría campesinos. El conjunto de la población estaba formado por una mayoría de población polaca católica, pero también había alemanes protestantes y rusos y ucranianos ortodoxos.

El país era económicamente agrario con un sistema que enriquecía a los nobles mientras la situación del campesinado se degradaba y el mundo urbano veía difícil su desarrollo. ​Políticamente el país se encontraba mal ya que la Libertad Dorada otorgaba a los nobles considerables privilegios entre los que se encontraba la elección del monarca. El rey no tenía ningún poder y el Sejm, que solo se reunía cada dos años​, estaba paralizado por la existencia del “Liberum veto” por lo que se podía bloquear toda acción legislativa con el solo hecho de que un noble vetase la moción.

Estos privilegios llevaron a la parálisis política y a la injerencia de las potencias vecinas que podían sobornar a un noble para bloquear el funcionamiento del Sejm. En 1763 muere Augusto III de Polonia, y la injerencia que en la designación de cada rey realizaban las potencias vecinas: Imperio rusoImperio austriaco y Prusia, inicia la llamada «Cuestión polaca«. Entre los candidatos al trono se encontraban  Estanislao Poniatowski, antiguo amante y candidato de Catalina II de Rusia, y  Francisco Javier de Sajonia, hijo de Augusto III de Polonia y hermano de María Josefa de Sajonia esposa de Luis de Francia, que era apoyado por el partido sajón y francés.  Gracias a la dubitativa actitud francesa y la alianza ruso-prusiana firmada el 11 de abril de 1764​, Estanislao II Poniatowski sube al trono polaco el 7 de septiembre de 1764.

El reinado de Estanislao II comenzó con ansias reformistas y con la supresión del “Liberum veto” pero Federico II de Prusia, que era hostil a un fortalecimiento de Polonia, buscó el apoyo ruso. La intervención de la facción prorrusa en el Sejm de 1766 y la irrupción de las tropas rusas en el Sejm del año siguiente impidió cualquier reforma.  Estanislao II aceptó que la Mancomunidad Polaco-Lituana se convirtiera en un protectorado ruso, lo que desencadenó las protestas de una parte de los nobles que proclamaron la Confederación de Bar, la cual tenía como objetivo eliminar la influencia que el embajador ruso tenía sobre el rey.

 La guerra civil que se desató, se internacionalizó al entrar en ella el Imperio otomano que apoyaba a la Confederación de Bar. La entrada en la guerra del Imperio Otomano da lugar a la Guerra Ruso-Turca (1768-1774) en la que los rusos tuvieron un gran éxito, ocupando todo el territorio entre del Dniéster y el Danubio: los principados de Moldavia y ValaquiaBesarabia. Además, los rusos recuperan Azov y penetran en Crimea. En julio de 1770, tras la toma de Ismaíl por Aleksandr Suvórov, los rusos cruzaron el Danubio mientras una flota rusa partió del Báltico y penetró en el Mediterráneo, destruyendo la flota turca en la batalla de Chesmé.

El peligro de una penetración rusa en los Balcanes hizo que el Imperio Austriaco amenazase con entrar en la guerra a favor del Imperio Otomano y de la Confederación de Bar, pero finalmente Prusia medió entre rusos y austriacos. Catalina II de Rusia renunció a sus ganancias en los Principados Danubianos, pero pidió compensaciones por lo que Prusia, Rusia y el Imperio austriaco llegaron al acuerdo de arrebatar territorios a la Mancomunidad Polaco-Lituana. La Confederación de Bar, abandonada por todos no puede derrotar a las potencias vecinas y debe ceder al Primer Reparto de Polonia.  El Imperio ruso se anexionaba la Rusia blanca, al este de los ríos DunajecPrut y Dniéper. Federico II de Prusia se anexionaba Varmia y la Pomerania polaca, excepto Toruń y Dantzig, y por su parte María Teresa I de Austria obtuvo la Galitzia oriental y la Pequeña Polonia, excepto Cracovia.

Durante los siguientes 20 años, el gobierno de Varsovia estuvo dirigido por el embajador ruso y Estanislao II solo puedo aplicar reformas en el ámbito cultural. En 1788, con el permiso del Imperio Ruso se comenzaron a efectuar reformas políticas de pequeño calado en el Sejm, que se encontraba dividido entre los grandes magnates que querían continuar con la situación política y los patriotas que querían reformas.

En 1787, el Imperio ruso se ve envuelto en la guerra ruso-turca (1787-1792) y poco después da comienzo la Guerra ruso-sueca (1788-1790). Además, tanto Prusia como el Imperio Británico apoyan a los otomanos contra Rusia, que solo cuenta con el apoyo de Viena. Ante esta situación el gobierno polaco logra que las guarniciones rusas abandonen la Mancomunidad Polaco-Lituana y tratan de elaborar reformas políticas que logren la regeneración del país. El 3 de mayo de 1791, aprovechando que los grandes magnates habían abandonado Varsovia por la Semana Santa, los patriotas proclamaron la Constitución del 3 de mayo, la primera promulgada en Europa, y la segunda del mundo y que dictaba la sucesión de la Corona, limitaba el poder de los nobles y abolía el Liberum veto.

Estas reformas se encontraron con la oposición de los grandes magnates que formaron la Confederación de Targowica y pidieron apoyo a Catalina II de Rusia. El Imperio Ruso, tras la Paz de Jassy (1792) se encuentra en paz y los austriacos y prusianos se muestran más preocupados por los acontecimientos de Francia, donde ha dado comienzo la Revolución francesa, por lo que Catalina II se ve libre de actuar en Polonia. En 1792 estalló la Guerra ruso-polaca de 1792 (también conocida como Guerra de la Defensa de la Constitución).

La Guerra de 1792 tuvo dos frentes y dada la inferioridad numérica, los polacos se vieron desde un primer momento luchando en retirada. A pesar de la victoria en la batalla de Zielence,  los patriotas polacos fueron derrotados, lo que supuso la Segunda Partición de Polonia. El Imperio Ruso se anexionó los territorios al este del río Bug Occidental e incluían KievMinskBratslav y Podolia, en total 250.000 kilómetros cuadrados; mientras Prusia se apoderó de la Gran Polonia, excepto Varsovia; Torum y Danzig con un total de 57.000 kilómetros cuadrados​. La pequeña porción de la Polonia libre sería gobernada por el embajador ruso y por los magnates de la Confederación de Targowica.

El 16 de marzo de 1794, Tadeusz Kosciuszko juró luchar por la libertad del país, dando comienzo al Levantamiento de Kosciuszko, el primer alzamiento nacional polaco. Se esperaba el apoyo de la Francia revolucionaria y Kosciuszko se entrevistó con el general francés Carlos Francisco Dumouriez pero este general desertó poco después del bando revolucionario y huyó a la Corte Austriaca, a la que reveló los planes polacos. El gobierno insurgente polaco se encontró luchando solo por lo que decidió armar a campesinos. Tadeusz Kosciuszko logró la victoria en la batalla de Racławice (4 de abril de 1794) y este éxito provocó que la insurrección se extendiese hasta Varsovia, donde ejecutaron a algunos de los integrantes de la Confederación de Targowica. Ante estos éxitos polacos, Prusia apoyo al Imperio Ruso y el ejército combinado de ambos países lograron la victoria en las batallas de Szczekociny (6 de junio​) y Maciejowice (10 de octubre​) donde Kosciuszko fue hecho prisionero.

La defensa de Varsovia era insostenible y el Levantamiento de Kosciuszko fue aplastado ese mismo año en la batalla de Praga (4 de noviembre de 1794), que terminó con la llamada Masacre de Praga (distrito de Varsovia) en la que cientos de patriotas polacos fueron asesinados por las tropas del general Aleksandr Suvórov. En octubre de 1795, se firmaba la tercera partición que terminaba con Polonia como nación. Estanislao II Poniatowski era obligado a abdicar en favor de la zarina y marchó al exilio a la ciudad de Grodno. El Imperio ruso ocupó la Bielorrusia que quedaba bajo dominio polaco, y la llanura central polaca, con las regiones de MasoviaPolesia, y Podlaquia. También se apoderó de la totalidad de Lituania, fijando la nueva frontera en el río Niemen. Prusia se anexionó los territorios de la Gran Polonia que aún no dominaba, como Lodz y Varsovia. Austria por su parte se anexionó la totalidad de Galitzia y lo que quedaba de la Pequeña Polonia, incluyendo la ciudad de Cracovia.

El punto álgido de la crisis del Antiguo Régimen sucedió durante la revolución francesa. La revolución se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799. La revolución fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa.

Marcó el final definitivo del feudalismo y del absolutismo en el país, y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en ocasiones por las masas populares, se convirtió en la fuerza política dominante. La revolución socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un discurso e iniciativas capaces de volverlo ilegítimo. Según la historiografía clásica, la Revolución Francesa marca el inicio de la Edad Contemporánea


Ucrania en la encrucijada (XX)

Tras tres semanas desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el ritmo del avance ruso en Ucrania lleva varios días ralentizándose, en comparación con las primeras jornadas de la ofensiva. Los mayores avances rusos se han dado en la zona sur, donde desde la noche del lunes 14 de marzo, las tropas iniciaron diversas ofensivas desde la controlada Jersón, en dirección a Zaporiyia.

Por otro lado Rusia y Ucrania avanzan en un borrador de acuerdo para frenar la guerra. La negociación entre Rusia y Ucrania para tratar de frenar la guerra ha registrado este miércoles un avance reconocido por ambas partes. Kiev y Moscú trabajan en un borrador de 15 puntos, adelantado por el periódico Financial Times, que prevé la renuncia de las autoridades de Ucrania a integrarse en la OTAN y una limitación de sus Fuerzas Armadas a cambio de un alto el fuego y la retirada de Rusia.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha comparecido por videoconferencia ante el Congreso estadounidense, donde ha insistido en la urgencia del cierre del espacio aéreo ucranio y ha mostrado un vídeo con los efectos de la guerra en su país. Mientras los ataques aéreos rusos no han cesado este miércoles. Las bombas rusas han impactado sobre el Teatro Dramático de Mariupol, donde se refugiaban «cientos de civiles”, según fuentes del Ayuntamiento de esta ciudad costera en el sudeste. 

En menos de tres semanas, cerca de tres millones de personas se han visto obligadas a abandonar Ucrania, un país de 44 millones de habitantes. Este éxodo masivo puede considerarse como una de las mayores crisis de refugiados en Europa tras la de los refugiados sirios en 2015.

Ya en 2020 las malas relaciones entre los dos países dificultaron el regreso a casa de ciudadanos para aislarse ante la Covid-19, ya que Kiev mantuvo el bloqueo impuesto en 2017 en el Dombás.

Las guerras y el desplazamiento masivo de refugiados, aumentan la probabilidad del contagio de todo tipo de enfermedades, así que el control de la pandemia se verá dificultado por esa circunstancia.

Una epidemia, no obstante, podría generar una devastación tal, que ninguno de los
bandos enfrentados en una guerra pueda reclamar la victoria
.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 8- Pandemias. De la peste negra a la epidemia de cocoliztli.

La crisis del siglo XIV es uno de los períodos que puede considerarse como de crisis secular o crisis general, al menos para Europa y la cuenca del Mediterráneo. La crisis del siglo XIV marca el inicio del periodo de transición del feudalismo al capitalismo. Una de las características de esta crisis fue la terrible crisis demográfica vinculada a la peste negra o peste bubónica de 1348 y las epidemias que se sucedieron cíclicamente durante los decenios siguientes, que redujeron la población de Europa en no menos de un tercio.

La peste negra o muerte negra fue la pandemia de peste más devastadora de la historia de la humanidad, y alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero modelos contemporáneos los calculan entre 80 a 200 millones en Eurasia y África del Norte.

 Generalmente se considera a la peste negra como la segunda plaga de peste provocada por una variante de la bacteria Yersinia pestis, siendo la primera la plaga de Justiniano, que afectó al Imperio bizantino, incluyendo a la ciudad de Constantinopla, y otras partes de Europa, Asia y África entre los años 541 y 549. Aunque realmente la peste negra no cuenta con antecedentes, debido a su carácter multicontinental.

Sin embargo, no termina de haber acuerdo entre los historiadores, médicos y biólogos sobre qué agente infeccioso causó la enfermedad, por lo tanto, no hay consenso si fue o no una variedad de la peste bubónica u otra enfermedad distinta, como el carbunco, la llamada peste negra. 

De acuerdo con el conocimiento contemporáneo, la pandemia irrumpió en primer lugar en Asia, para después llegar a Europa a través de las rutas comerciales. Introducida por marinos, la epidemia dio comienzo en Mesina. Mientras que algunas áreas quedaron despobladas, otras estuvieron libres de la enfermedad o solo fueron ligeramente afectadas. En Florencia, solamente un quinto de sus pobladores sobrevivió. Giovanni Boccaccio y otros autores describen un tipo de peste casi asintomático que provocaba la muerte a las 14 horas aproximadamente. El calificativo negra se debe a las manchas, bubones y al aspecto producido por la gangrena en los dedos de manos y pies. 

Aunque se ha especulado sobre el origen del brote, no se conoce con exactitud, siendo este desconocido. En India y China no hay datos de una epidemia especialmente relevante hacia el siglo XIV, en este último país la referencia más antigua data del siglo VII. Los árabes dan referencias de primera mano al indicar su aparición en Ilkanato a lo largo del año 742 de la Hégira (1341-1342 E.C.). Es Gabriel de Mussis quien da un lugar exacto para constatar la propagación de la plaga cuando nombra la ciudad de Caffa como el primer foco y cuenta la historia según los ejércitos mongoles que asediaron el enclave genovés lanzando cadáveres infectados con catapultas dentro de la ciudad para propagar la enfermedad y acelerar su caída.

Varios cronistas de la época indican la brusquedad con la que aparecían los síntomas. Una persona podía estar sana por la mañana y tener fiebre alta por la tarde para morir al llegar la noche. Según la literatura médica y de otra índole, los afectados padecían todos o varios de los siguientes síntomas: fiebre alta incluso superando los 40 grados; tos y esputos sanguinolentes; sangrado por la nariz y otros orificios; sed aguda; manchas en la piel de color azul o negro debido a pequeñas hemorragias cutáneas; gangrena en la punta de las extremidades; aparición de bubones negros en ingles, cuello, axilas, brazos, piernas o detrás de las orejas, debido a la inflamación de los ganglios linfáticos; rotura de los bubones supurando líquido con un olor pestilente.

El calificativo negra  aplicado a la peste se debe a las manchas, bubones y al aspecto producido por la gangrena en los dedos de manos y pies. La connotación de mal olor que posee la palabra peste la dieron los hedores emanados al romperse los bubones, ganglios linfáticos inflamados. Según varios testimonios, el surgimiento de dichos bubones y de las manchas negras terminaba con la muerte del paciente en la inmensa mayoría de los casos. Desde notar los primeros síntomas hasta producirse la defunción pasaban cinco días habitualmente.

En el siglo XIV había una relativa estabilidad, comparada con lo vivido siglos antes en Europa y en buena parte de Asia. Por una parte, las grandes migraciones con sus saqueos y ataques se habían detenido, los vikingosvándaloshúngaros o árabes se asentaron en distintos territorios de una forma más o menos definitiva. En Asia, el imperio mongol se había dividido, indicando la poca cohesión interna. Por su parte, toda la costa mediterránea de África ya no sufría los envites de cristianos en forma de cruzada o invasiones provenientes de la península arábiga, pues Bagdad había perdido el poder político tras los ataques mongoles. Con todo, el ambiente político en Europa y Asia distaba mucho de ser estable y en paz, entre otros motivos por la Guerra de los Cien Años, que se solaparía con la epidemia y los acontecimientos vividos en el desmembrado imperio mongol.

La situación demográfica por su parte también aparentaba cierta prosperidad. Tras vivir varios años de un clima benigno y buenas cosechas, la población en el Viejo Continente aumentó hasta los 80 millones de habitantes aproximadamente. A esto también contribuyeron las nuevas técnicas y artes agrarias, como el empleo de caballos en lugar de bueyes, la utilización del arado con reja de hierro y la división de la tierra en tres cultivos en lugar de dos, lo que se denomina cultivo de alternancia trienal.

Sin embargo dicho modelo comenzó a presentar signos de agotamiento por la necesidad de más tierras y más caballos disponibles para lograr alimentar a toda la población, el cultivo trienal no lograba regenerar totalmente los campos. Tampoco el ganado tenía pastos suficientes por lo que continuó la desforestación y esta la reducción de lugares para la caza con la subsiguiente reacción de nobles. Estos problemas convergieron o fueron causados por la conocida como Pequeña Edad de Hielo, que debió comenzar hacia 1300, produciendo una disminución en las cosechas, con el consiguiente incremento de hambrunas o malnutrición. Por tanto, la epidemia encontró a dos o más generaciones debilitadas desde la infancia por estos sucesos.

La economía por su parte había recibido cierto empuje debido a las buenas producciones agrarias, a la reanudación constante de las caravanas comerciales por la Ruta de la Seda gracias al control territorial de los mongoles y la mejora de las técnicas de navegación y construcción de navíos, con las que poder transportar cargamentos de gran tamaño desde puertos en el mar Negro o el Mediterráneo hasta BarcelonaMarsella o las ciudades italianas. Este aumento de la riqueza se puede constatar en las construcciones de importantes catedrales europeas cada vez más grandes y más altas.

En el aspecto social, la llamada época del gótico trajo el crecimiento de las ciudades respecto del campo, así como el progresivo desprecio a las personas que no vivían en ellas, como eran los buhoneros, los pastores trashumantes y los gitanos que aparecen por primera vez en la Historia de Occidente. Otro cambio importante en las consecuencias traídas por la peste fueron las costumbres de diferenciar a los grupos sociales por la indumentaria. Así la casada, la soltera y la barragana pasarían a vestir de forma diferente; también los cristianos de los judíos, para desgracia de estos últimos. Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos; rápidamente se acusó a los judíos como los causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos. En consecuencia, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y una extinción local de comunidades judías.  Por otro lado, se produjeron revueltas campesinas como la Grande Jacquerie, que tuvo lugar en el norte de Francia

La religión seguía unificando a Europa Occidental bajo la Iglesia Católica, si bien existía cierta desafección debido al traslado de la corte papal a la ciudad francesa de Aviñón y al consentimiento de Clemente VI a la hora de perder su autonomía en aras de la seguridad brindada por el rey Felipe VI de Francia, como lo habían hecho los tres pontífices anteriores en el Papado de Aviñón. Por otra parte, muchos clérigos, obispos e incluso los propios papas eran dados a los placeres mundanos, poseer y pasearse con concubinas o aceptar la simonía.

La medicina poseía cierta independencia de la filosofía en cuanto a disciplina impartida en las universidades, pero era más empírica que científica y seguía influida en buena medida por los conocimientos aportados por otros autores griegos y latinos como Galeno de Pérgamo. El «desarrollo» se realizaba de una forma reflexiva, partiendo de los textos clásicos, y no científica, basada en la experimentación metodológica.

Desde su presunto punto de origen en Caffa, la peste negra se extendió rápidamente, llegando a Mesina a finales de 1347. Algunos barcos no llevaban a nadie vivo cuando alcanzaban las costas. Ese mismo año sucedió una guerra entre el reino de Hungría y el de Nápoles, puesto que el rey Luis I de Hungría reclamaba el trono luego del asesinato de su hermano Andrés I, quien murió asesinado por su propia esposa, la reina Juana I de Nápoles

De esta manera, Luis condujo una campaña militar que coincidió con el estallido de la peste negra. Ante tanta muerte por la enfermedad, la campaña pronto tuvo que ser suspendida y los húngaros regresaron a casa, llevándose consigo varios de ellos la enfermedad, cobrando vidas, como la de la propia esposa del rey húngaro. Así, la peste se extendió desde Italia por Europa afectando territorios de las actuales FranciaEspañaInglaterra (en junio de 1348), BretañaAlemaniaHungríaEscandinavia y finalmente el noroeste de Rusia. Se considera que fue la causa de la muerte del entonces rey de Castilla Alfonso XI ( VIII rey de León y III de Castilla con ese nombre) durante el sitio a Gibraltar en 1350.

El principal medio de contagio de la peste eran las picaduras de las pulgas, transportadas por las ratas, que campaban a sus anchas en una sociedad con tan poca higiene como la medieval. La información sobre la mortalidad varía ampliamente entre las fuentes, pero se estima que entre el 30 % y el 60 % de la población de Europa murió desde el comienzo del brote a la mitad del siglo XIV. Aproximadamente 25 millones de muertes tuvieron lugar sólo en el continente europeo, junto a otros 40 a 60 millones en África y Asia. Algunas localidades fueron totalmente despobladas y los pocos supervivientes huyeron y extendieron la enfermedad aún más lejos.

La gran pérdida de población trajo cambios económicos basados en el incremento de la movilidad social según la despoblación erosionaba las obligaciones de los campesinos (ya debilitadas) a permanecer en sus tierras tradicionales. La peste provocó una contracción del área cultivada en Europa, lo que hizo descender profundamente la producción agraria. Esta caída llegó a ser de un 40 % en la zona norte de Italia, en el periodo comprendido entre 1340 y 1370. Los siglos siguientes fueron marcados por varios brotes localizados o regionales de menor gravedad.

El sudor inglés, también llamado sudor anglicus o pestis sudorosa, fue una enfermedad muy contagiosa y generalmente mortal que afectó a Inglaterra en varias oleadas durante los siglos XV y XVI, para desaparecer luego. Su síntoma principal era una sudoración intensa, lo que le dio el nombre. Se desconoce el origen de esta enfermedad, aunque se ha conjeturado con varias causas como la gripe o los hantavirus.​ No atacaba a los bebés ni a los niños pequeños, y sus víctimas eran, mayoritariamente, hombres.

Las causas de la enfermedad son desconocidas, aunque algunos estudiosos han culpado a las aguas residuales y a la falta de higiene. Los brotes ocurrían en verano, desapareciendo al llegar el otoño. La primera epidemia surgió a finales de la guerra de las Dos Rosas, lo que podría significar que la enfermedad la llevaron a Inglaterra los mercenarios franceses de Enrique VII, que fueron inmunes a ella. El hecho de que la epidemia atacase por igual a ricos y pobres explica la razón por la que se estudió en particular, a diferencia de otras enfermedades de la época.​ Hoy día, las conjeturas acerca de la causa de la enfermedad van desde la gripe a fiebre reincidente transmitida por pulgas y piojos o a infecciones por Hantavirus.

La epidemia de sudor inglés comenzó en Milford Haven a principios del reinado de Enrique VII, entre su ascensión al trono, el 7 de agosto de 1485, y antes de la batalla de Bosworth, el 22 del mismo mes. En Londres estalló con la llegada del rey el día 28, provocando una gran mortandad. Esta alarmante enfermedad, que pronto se conoció como sweating sickness (‘enfermedad del sudor’), era muy diferente a la peste conocida entonces, no solo a causa de sus síntomas, sino también por su muy rápido y a menudo mortal curso.

Los síntomas fueron estudiados por los médicos contemporáneos John Caius y Euricius Cordus, y los describen y enumeran en el siguiente cuadro clínico: miedo intenso, seguido de escalofríos, mareos, dolor de cabeza y en el cuello, hombros y extremidades, todo ello acompañado de un gran agotamiento, etapa que duraba entre media y tres horas; en las últimas etapas de la enfermedad los síntomas eran de agotamiento general, somnolencia y, en algunos casos, convulsiones; frecuentes hemorragias nasales. Los pacientes fallecían entre cuatro y doce horas después de manifestar los primeros síntomas; la mayoría de los pocos que conseguían superar las 24 horas sobrevivieron.

Hubo brotes virulentos en los años 1485/1486, 1502, 1507, 1517, 1528/1529 y 1551/1552, aunque la proporción de muertos debido a la epidemia no está documentada.​ En 1551 fue estudiada a fondo y documentada por el médico inglés John Caius. Desde 1578 no se han conocido nuevos casos.

El brote de 1528 pasó del Reino Unido a Hamburgo, donde provocó más de un millar de muertes en una semana. Se extendió a Suiza, hacia el norte a DinamarcaSuecia y Noruega y hacia el este a LituaniaPolonia y Rusia. También apareció en Bélgica y los Países Bajos, probablemente por transmisión directa desde Inglaterra, puesto que apareció simultáneamente en las ciudades de Amberes y Ámsterdam. En cada lugar la infección no duró más de un par de semanas y antes de finalizar el año había desaparecido, excepto en el este de Suiza, donde permaneció hasta el año siguiente. Después, no volvió a aparecer en la Europa continental, donde se la conoció como «peste inglesa».

El tifus es un conjunto de enfermedades infecciosas producidas por varias especies de bacteria del género Rickettsia. Son transmitidas por las heces del piojo (Pediculus humanus humanus) durante la picadura y se inoculan en la piel por rascado. Existen diferentes artrópodos como piojospulgasácaros y garrapatas que portan diferentes aves y mamíferos. El tifus se caracteriza por fiebre alta recurrente, escalofríoscefalea y exantema.

La primera descripción de la enfermedad aparece en 1489 en el reino nazarí de Granada. Se describe la presencia de fiebre y de manchas rojas sobre los brazos, espalda y tórax, déficit en la atención con progreso hacia el estado de delirio, llagas gangrenosas y hedor a carne podrida. Durante el cerco de Granada los cristianos perdieron 3000 hombres en acciones del enemigo, pero 17 000 murieron por tifus.

La llegada de los europeos a América trajo a los pueblos originarios, al menos 17 epidemias distintas: viruela, sarampión, tifus, influenza, difteria, paperas, entre otras. La gripe llegó a América por primera vez en otoño de 1493, alojada en los animales domésticos que viajaron, junto a más de 1.200 hombres, en los 17 barcos que llevó Cristóbal Colón en su segunda expedición al Nuevo Mundo.

De camino a América, Colón y sus barcos hicieron una parada en la isla canaria de La Gomera. Allí subieron a bordo a ocho hembras de cerdo, que se unieron al resto de los animales como caballos, mulas, ovejas, cabras y vacas, que viajaban en los barcos españoles. Las ocho cerdas enfermaron durante el trayecto, y todo hace pensar que fueron estos animales el origen de la gripe o bien sirvieron de intermediarios al virus

La epidemia de influenzaporcina se propagó con rapidez, y las condiciones higiénicas y de hacinamiento en aquellos barcos durante la travesía, contribuyeron a que esto sucediera. Al poco de desembarcar la expedición española y fundar La Isabela, el primer asentamiento hispánico en el Nuevo Mundo en lo que hoy en día es la actual República Dominicana, Colón cayó enfermo junto con varios miembros de su tripulación. El Almirante genovés describió en su diario los síntomas que padecía: fiebre y problemas al respirar.

Antes de la conquista española no existe evidencia documentada de epidemias de gripe en América. Los cronistas coinciden en que la gripe contagiada por la expedición en 1493 fue infecciosa y aguda, provocando la muerte a una tercera parte de los hombres de Colón. Mientras, el contagio de la gripe a la población indígena fue demoledora al carecer ésta de inmunidad ante la nueva enfermedad. Los indígenas comenzaron a morir, aunque no se sabe con exactitud la cifra de población que habitaba en América a la llegada de Cristóbal Colón, ni tampoco el número exacto de muertos por las primeras epidemias, pero se habla de más de un millón de personas fallecidas en veinte años.

La pandemia de gripe de 1510 fue una enfermedad respiratoria aguda que surgió en Asia antes de propagarse por el norte de África y Europa durante la primera pandemia de gripe crónica e interregional generalmente reconocida por historiadores, médicos y epidemiólogos. Enfermedades similares a la gripe habían sido documentadas en Europa desde al menos Carlomagno,​ cuyos brotes fueron los primeros que se denominaron gripe, pero la pandemia de gripe de 1510 es la primera en ser descrita patológicamente después de los avances de comunicación provocados por la imprenta.

La gripe se hizo más ampliamente conocida como coqueluche y coccolucio en Francia y Sicilia durante esta pandemia, variaciones de las cuales se convirtieron en los nombres más populares para la gripe en la Europa moderna temprana. La pandemia causó una interrupción significativa en el gobierno, la Iglesia y la sociedad​ con una infección casi universal y una tasa de mortalidad de alrededor del 1%

Se sospecha que la gripe de 1510 es originaria de Asia oriental,​ posiblemente China. La gripe se extendió a lo largo de las rutas comerciales hacia el norte de África, viajando hacia el suroeste a través de Medio Oriente. Ciudades visitadas con frecuencia como Jerusalén y La Meca habrían sido alcanzadas casi con toda seguridad por la gripe, con grandes volúmenes de personas destinadas a viajar a Egipto, el norte de África y el Imperio Otomano.

En general, se entiende que la gripe de 1510 se había propagado en África antes que a Europa.​ La gripe probablemente se generalizó en el norte de África antes de cruzar a través del Mediterráneo, llegando a Malta. Los primeros casos de gripe comenzaron a aparecer en Sicilia alrededor de julio​ después de la llegada de buques mercantes infectados de Malta. En Sicilia se llamaba comúnmente coccolucio por las capuchas que los enfermos solían llevar sobre sus cabezas. La gripe se extendió rápidamente a lo largo de las costas mediterráneas de Italia y el sur de Francia,​ a través de barcos mercantes que salían de la isla.

La gripe se extendió por los Alpes hacia Suiza y el Sacro Imperio Romano Germánico, y pasó  desde el Sacro Imperio Romano Germánico hacia el norte de Europa, los estados bálticos, y hacia el oeste hacia Francia e Inglaterra. En el Reino de Francia llegó a los puertos de Marsella y Niza y se extendió a través de los astilleros. Comerciantes, peregrinos y otros viajeros del sur y el este propagaron el virus por todo el Mediterráneo occidental en julio. La Asamblea Nacional de ObisposPrelados y profesores universitarios del rey Luis XII, prevista para septiembre de 1510, se retrasó debido a la intensidad de la gripe en París.

Fernel y Paré sugirieron que la gripe de 1510 «se extendió a casi todos los países del mundo». Inglaterra se vio afectada en 1510 y también se registra que llegó a Irlanda. La gripe llegó a la Península ibérica temprano después de Italia, debido a las rutas comerciales y de peregrinación altamente interconectadas entre la península y los reinos italianos. Los casos comenzaron a aparecer en Portugal casi al mismo tiempo que la enfermedad entraba en el Sacro Imperio Romano Germánico.​ Las ciudades españolas fueron supuestamente «despobladas» por la gripe de 1510.

La epidemia de baile fue un caso de coreomanía ocurrido en Estrasburgo, una ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico (ahora al noreste de Francia), a mediados de 1518. Los hechos se iniciaron cuando una mujer comenzó a bailar fervorosamente.  Esta situación se prolongó por tres días seguidos. En una semana se habían unido otras 34 personas, y en un mes, cerca de 400 bailarines. Algunas de estas personas finalmente murieron de ataques al corazón, derrames cerebrales o agotamiento. Se desconoce el origen de esta «epidemia», aunque se supone que se trató de un caso de histeria colectiva.

Las teorías modernas incluyen la intoxicación alimentaria por los productos tóxicos y psicoactivos de los hongos del cornezuelo, que crecen comúnmente en los granos de la familia del trigo (como el centeno o la cebada). La ergotamina es el principal producto psicoactivo de los hongos del cornezuelo, está estructuralmente relacionada con el fármaco recreativo dietilamida del ácido lisérgico (LSD-25) y es la sustancia a partir de la cual se sintetizó originalmente el LSD-25. El mismo hongo también ha sido implicado en otras grandes anomalías históricas, como la «fiebre de San Antonio», incluyendo los juicios de Salem.

La viruela fue una enfermedad infecciosa grave, contagiosa y con un alto riesgo de muerte, causada por el virus Variola virus. Sus principales características eran una elevada tasa de mortalidad, de alrededor de un 30 %, con tasas especialmente elevadas en bebés,​ mientras que en aquellos que sobrevivían dejaba cicatrices por todo el cuerpo, y en algunos casos ceguera. Los síntomas iniciales incluían cuadros de fiebre y vómitos,​ seguidos en días posteriores de la formación de llagas en la boca y erupciones cutáneas.

Al cabo de unos días, las erupciones cutáneas se convertían en protuberancias cargadas de denso líquido con un característico hundimiento en el centro. Con la evolución de la enfermedad, las protuberancias se convertían en pústulas y después en costras, las cuales se caían y dejaban las características cicatrices en la piel. La enfermedad se propagaba a través del contacto de personas sanas con personas contagiadas o mediante el intercambio de objetos contaminados con el virus responsable de la enfermedad. Se desconoce el origen de la viruela, pero existen evidencias de su existencia en una época muy temprana, pues se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. E C. La enfermedad se propagó a lo largo de la historia a través de brotes periódicos.

La epidemia de viruela en Tenochtitlán fue una epidemia causada por un brote de viruela. Durante la conquista de México, junto a los conquistadores viajaron numerosos virus y bacterias que propiciaron enfermedades a las que los nativos no habían estado expuestos y por consiguiente no podían resistir. Debido al aislamiento de América durante más de cinco milenios, las enfermedades provenientes de ganado euroasiático no habían llegado antes. Esto explica el brusco descenso de la población americana en los primeros años de la dominación europea.

En 1520 cayó la epidemia sobre Tenochtitlan, después del triunfo en la Noche Triste, siendo un factor determinante para su conquista, cobrándose las vidas de entre 2 a 3.5 millones de indígenas según historiadores. Muchos aztecas sucumbieron a la viruela llegada con los europeos, como el tlatoani Cuitláhuac, vencedor de Hernán Cortés. La enfermedad causó severos estragos en toda Tenochtitlan, pues hubo lugares donde fue tan grande la mortalidad que los pobladores no podían enterrar a sus muertos.

Otra pandemia de gripe se declaró en 1557, que surgió en Asia, luego se extendió a África, Europa y, finalmente a América. Esta gripe era altamente infecciosa y presentaba síntomas intensos, ocasionalmente letales. La gripe de 1557 vio a los gobiernos, posiblemente por primera vez, invitando a los médicos a inculcar a la organización burocrática respuestas epidémicas.​ También es la primera pandemia donde la gripe está vinculada patológicamente a abortos espontáneos y se registra de forma fiable como haberse propagado a nivel mundial. La gripe causó mayores tasas de entierro, infección casi universal y agitación económica a medida que regresaba en olas repetidas. La gripe se extendió hacia el oeste a lo largo de las rutas establecidas de comercio y peregrinación antes de llegar al Imperio Otomano y a Oriente Medio. Una epidemia de una enfermedad similar a la gripe se registra para septiembre de 1557 en India portuguesa.

La pandemia de gripe llegó por primera vez a Europa en 1557 desde el Imperio Otomano a lo largo de rutas comerciales y marítimas conectadas a Constantinopla,​ desde Asia Menor, portada por viajeros infectados de Oriente Medio. En ese momento, el territorio del Imperio Otomano incluía la mayoría de los Balcanes y Bulgaria. Esto le dio a la gripe acceso sin restricciones a AtenasSofía y Sarajevo a medida que se extendía por todo el imperio. La gripe zarpó de la capital, Constantinopla, hacia los territorios norteafricanos recientemente conquistados de Trípoli (1551) y Habesh (1557), desde donde probablemente rebotó a Malta desde el norte de África a través de barcos mercantes, como durante la pandemia de 1510. En tierra, la gripe se extendió hacia el norte desde el Imperio Otomano sobre Valaquia hasta el Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania antes de moverse hacia el oeste hacia Europa continental.

La gripe llegó al Reino de Sicilia en junio​ a Palermo,​ de donde se extendió por toda la isla.  Los servicios de la Iglesia, la vida social siciliana y la economía se vieron interrumpidos a medida que la gripe enfermaba a una gran parte de la población. El Senado siciliano pidió a un conocido médico palermitano llamado Giovanni Filippo Ingrassia que ayudara a combatir la epidemia en calidad de asesor. La gripe se extendió rápidamente desde Sicilia hasta el Reino de Nápoles en la parte baja de la península itálica, moviéndose hacia arriba a lo largo de la costa. En Urbino, el poeta de la corte veneciana Bernardo Tasso, su hijo Torquato, y los ocupantes de un monasterio cayeron enfermos.

 Aunque la epidemia dejó a toda la ciudad de Urbino enferma, la mayoría de los individuos se recuperaron sin complicaciones. Para cuando Bernardo había viajado al norte de Italia el 3 de agosto, la enfermedad ya se había propagado al resto de Europa. En Lombardía hubo un brote de «catarro asfixiante» que rápidamente podría llegar a ser mortal. Los síntomas eran tan graves que algunos miembros de la población sospechaban que se había producido una intoxicación masiva.

Padua, en el Sacro Imperio Romano Germánico, comenzó a ver casos en agosto,​ con una enfermedad que duró hasta septiembre.  Suiza también fue alcanzada por la enfermedad en agosto. «Catarrh» arrasó las mesetas suizas de agosto a septiembre y casi interrumpió los estudios de posgrado del médico suizo Felix Plater, que se enfermó por ataques severos de tos mientras era candidato a su doctorado.

 La enfermedad, a menudo llamada coqueluche por los franceses,​ causó un brote severo en Nimes que presentó una rápida aparición de síntomas como dolores de cabeza, fiebres, pérdida de apetito, fatiga y tos intensa. La mayoría de los que murieron de la enfermedad lo hicieron el cuarto día, pero algunos sucumbieron hasta 11 días después de los primeros síntomas.  A lo largo de la pandemia de gripe en Languedoc había una alta tasa de mortalidad, con hasta 200 personas al día muriendo en Toulouse en el apogeo de la epidemia de la región.

La gripe contribuyó significativamente a las tasas de mortalidad inusualmente altas de Inglaterra para 1557-58. Los datos recopilados en más de 100 parroquias en Inglaterra encontraron que las tasas de mortalidad aumentaron hasta en un 60% en algunas áreas durante la epidemia de gripe,​ a pesar de que enfermedades como la peste no estaban muy presentes en Inglaterra en ese momento. El 6 de septiembre de 1558, el gobernador de la Isla de Wight escribió en un despacho a la reina María I sobre una enfermedad altamente contagiosa que afectaba a más de la mitad de la gente de Southampton, la Isla de Wight y Portsmouth

 La gripe comenzó a moverse hacia el norte a través de Inglaterra, afectando a numerosos agricultores y dejando grandes cantidades de grano sin cosechar,​ antes de que llegara a Londres alrededor de mediados de octubre de 1558. La reina María y el arzobispo de Canterbury Reginald Pole, que habían estado en mal estado de salud antes de que estallara la gripe en Londres, probablemente murieron de gripe el 17 de noviembre de 1558. En última instancia, otros 8000 londinenses probablemente murieron de gripe durante la epidemia,​ incluyendo muchos ancianos y párrocos. 

A finales de la década de 1550, el idioma inglés aún no había desarrollado un nombre propio para la gripe, a pesar de las epidemias anteriores. Así, la epidemia de 1557 fue descrita como una «plaga» (como muchas epidemias con mortalidad notable), «ague» (en general) o «nueva enfermedad» en Inglaterra. Después de la pandemia de 1557, los apodos ingleses para la gripe comenzaron a aparecer en letras, como «la nueva enfermedad» en Inglaterra y «el nuevo conocido» en Escocia.

Cuando toda la corte real de María I de Escocia, fue golpeada por la gripe en Edimburgo, en noviembre de 1562, Lord Randolph describió el brote como «una nueva enfermedad, que es común en esta ciudad, llamada aquí ‘el nuevo conocido’, que pasó también por toda su corte, al simple vecino, señor, dama, o damoysell, pero no tanto como al francés o al inglés. Es un dolor en sus cabezas que lo tienen, y un dolor en el estómago, con una gran tos, que permanece con algo más de tiempo, y vuelve con otro corto tiempo, ya que encuentra cuerpos aptos para la naturaleza de la enfermedad… No hubo una apariencia de peligro, ni muchos que murieran de la enfermedad, excepto algunos ancianos».​ La propia Maria Estuardo pasó seis días enferma en su cama.

En los Países Bajos de los Habsburgo también se vieron fuertemente afectados por la gripe en octubre. El historiador holandés Petrus Forestus describió un brote en Alkmaar donde 2000 personas cayeron enfermas de gripe y 200 perecieron​ en un lapso de tres semanas. Además, observó que la gripe era muy peligrosa para las mujeres embarazadas.

Los síntomas de la gripe llegaron repentinamente y atacaron a miles de residentes de la ciudad al mismo tiempo. El hambre probablemente contribuyó a un mayor número de muertes, ya que las autoridades habían estado luchando para proporcionar alimentos a los necesitados en medio de una severa escasez de pan durante el verano. Tratando de explicar la epidemia de fiebres y enfermedades respiratorias que afectó a los Países Bajos, el médico flamenco Rembert Dodoens sugirió que los brotes masivos de enfermedades fueron causados por un verano seco y caluroso después de un invierno muy frío.

La península ibérica se vio muy afectada por la gripe, que los cronistas reconocieron como fiebre catarral altamente contagiosa.  La gripe probablemente llegó alrededor de julio, con los primeros casos reportados cerca de Madrid en agosto. Los casos se expandieron exponencialmente a medida que comerciantes, peregrinos y otros viajeros que salían de Madrid, transportaban el virus a otras ciudades y pueblos. Las malas cosechas y el hambre de la población, así como la atención médica negligente, probablemente contribuyeron a la gravedad de la pandemia de gripe.

 Los síntomas de la gripe podrían ser tan intensos que los médicos de la región a menudo lo distinguían de otras neumonías contagiosas y estacionales que se propagan desde Europa del Este. En el siglo XVI, frecuentemente se describe a cualquier brote masivo de enfermedades mortales genéricamente como pestilencia, y «plagas» son reconocidas como ocurridas en ValenciaGranada​ durante los años 1557-59, a pesar de los registros patológicos de la verdadera plaga (como descripciones de bubones) que ocurren en la zona en ese momento, siendo escasa.

La gripe llegó a Centroamérica en 1557 a bordo de barcos que navegaban a Nueva España. Durante ese año se registraron epidemias de gripe en la costa del Atlántico sur, el área del golfo de México y el suroeste. La gripe también llegó a Sudamérica. En el Brasil colonial, los misioneros como la Compañía de Jesús en Brasil, fundada por Manuel da Nóbrega, continuaron predicando, organizando misa, y bautizando conversos, incluso con brotes de enfermedades contagiosas como la gripe.

Como resultado, la gripe se habría propagado rápidamente a través de colonias portuguesas, debido a la asistencia obligatoria a la iglesia. En 1559 la gripe golpeó el Brasil colonial con una ola de enfermedades registrada a lo largo del estado costero de Bahía. Ese febrero, la región de Espírito Santo fue golpeada por un brote de infecciones pulmonares, disentería y «fiebres». Poblaciones de nativos intentaron huir de la infección que afectaba a sus comunidades, propagando la gripe hacia el norte.

La gripe atacó África a través del Imperio Otomano, que en 1557 estaba expandiendo sus territorios en las partes norte y este del continente. Egipto, que había sido conquistado por el Imperio Otomano unos 40 años antes, se convirtió en un punto de acceso para que la gripe viajara hacia el sur a través del Mar Rojo a lo largo de rutas marítimas. Los efectos más memorables de la pandemia en el ejército otomano en África se registran como parte de la ola de 1559.

El reino de Portugal había apoyado al Imperio etíope en su guerra contra la expansión otomana del Eyalato de Habesh y enviado ayuda a su emperador, incluyendo un equipo con Andrés de Oviedo en 1557 que registró los acontecimientos. En 1559 el Imperio Otomano luchó con una severa ola de gripe: después de la muerte del emperador Gelawdewos y la mayoría del agregado portugués en la batalla, la gripe mató a miles de tropas del ejército otomano que ocupaban la ciudad portuaria de Massawa.​Massawa fue reclamada por los otomanos de Medri Bahri durante su conquista de Habesh en 1557, pero la ola de la pandemia de 1559 desafió el control de su ejército en el territorio alrededor de la ciudad después de que la gripe atacara a un gran número de las fuerzas otomanas. Debido a la epidemia, los soldados otomanos pronto fueron llamados de vuelta a los puertos, a pesar de que el emperador había sido asesinado, y poco después el hermano de Gelawdewos, Menas, ascendió al trono etíope y se convirtió del Islam al cristianismo.​

El cocoliztli (en español, enfermedad, mal) fue una enfermedad que afectó a los nativos de la Nueva España, tras la llegada de los conquistadores. Entre 1519 y 1600, la población indígena de México pasó de entre 15 y 30 millones a dos millones. Este colapso demográfico fue consecuencia, en gran medida, de una serie de epidemias de diversas enfermedades, entre ellas el cocoliztli, que se creía una fiebre hemorrágica viral de origen desconocido. Se ha propuesto a la Salmonella enterica, subespecie Paratyphi C, como agente causal de esta enfermedad. De 1545 a 1548 se desarrolló la primera epidemia de cocoliztli, que acabó con la vida de entre cinco y 15 millones de personas, alrededor del 80 % de la población nativa.

La epidemia de cocoliztli de 1576 fue un brote epidémico de la enfermedad, que se reportó en julio de 1576 en la Ciudad de México. A partir de agosto, se comenzó a propagar a otras ciudades como Culhuacán y Tecamachalco y al mes siguiente, ya se extendía de Sonora a Guatemala. Desde ese momento hasta marzo del año siguiente, ocurrieron la mayor cantidad de muertes de la epidemia. Se estima que de los cuatro millones de habitantes nativos, dos millones perdieron la vida.


Ucrania en la encrucijada (XIX)

La guerra ruso-ucraniana es un conflicto bélico que se ha desarrollado desde 2014 y ha tenido varias etapas, la última de las cuales ha sido la invasión rusa de Ucrania en la madrugada del 24 de Febrero de 2022.

La invasión ha sido el último acto de la crisis entre los dos países, que se desató a consecuencia del despliegue de cerca de 100.000 soldados y equipo militar cerca de la frontera con Ucrania, por parte de Rusia, entre marzo y abril de 2021; lo que representó la mayor movilización de fuerzas desde la anexión de Crimea por parte de ese país en 2014. Este despliegue se repitió a partir de octubre de 2021.

Durante la segunda acumulación militar, en enero de 2022, Rusia emitió demandas a los Estados Unidos y la OTAN, presentando dos borradores de tratados que contenían solicitudes de lo que se refirió como «garantías de seguridad», incluida una promesa legalmente vinculante de que Ucrania no se uniría a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y la reducción de las tropas y el equipo militar de la OTAN estacionados en Europa del Este. Ante ello, amenazó con una respuesta militar no especificada si sus pedidos fueran rechazados.

Rusia buscaba garantías de que Ucrania no sería aceptada en la OTAN, y que la alianza militar hará retroceder sus fuerzas instaladas en el flanco Este de Europa. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ya dijo que la alianza militar está dispuesta a discutir con Rusia aspectos de seguridad pero insiste en que no hará concesiones a sus «principios básicos».

Las misivas oficiales de Washington y la Alianza Atlántica muestran que ofrecieron al Kremlin negociar cuestiones relativas a desarmes y medidas de confianza, pero mantuvieron un rotundo rechazo a frenar la expansión de la OTAN o firmar un tratado bilateral sobre Europa.

La respuesta del Kremlin fue que «se verá obligado a responder” si la OTAN no renuncia a expandirse, alegando un recrudecimiento del conflicto en el Donbás. Los combates en el Donbás se intensificaron significativamente el 17 de febrero.

El 21 de febrero, los líderes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y LuganskDenis Pushilin y Leonid Pasechnik, respectivamente, solicitaron que el presidente ruso, Vladímir Putin, reconociera oficialmente la independencia de las repúblicas. Ambos líderes también propusieron firmar un tratado de amistad y cooperación con Rusia, incluida la cooperación militar. Un mes antes se había presentado y aprobado una resolución en el parlamento y la Duma rusa pide a Vladímir Putin que reconozca la independencia de Donetsk y Luhansk.

La solicitud fue respaldada por el Ministro de Defensa ruso Serguéi Shoigú y el Primer Ministro Mijaíl Mishustin, quienes dijeron que el gobierno había estado sentando las bases para tal medida durante «muchos meses ya». Más tarde ese día, Putin firmó decretos sobre el reconocimiento de las repúblicas; además, se firmaron tratados «sobre amistad, cooperación y asistencia mutua» entre Rusia y las repúblicas.

Esta declaración obstaculizaba la vía diplomática que se estaba llevando a cabo, y, como vimos en la entrada anterior, iniciaba una posible escalada del conflicto. En respuesta al reconocimiento de las dos repúblicas, los países occidentales comenzaron a implementar sanciones contra Rusia.

Tras el reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, el presidente Putin ordenó el envío de tropas rusas (incluidos tanques) al Dombás, en lo que Rusia llamó una «misión de mantenimiento de la paz». Estados Unidos declaró este movimiento como una «invasión».

En la mañana del 24 de febrero, Putin anunció que Rusia estaba iniciando una «operación militar especial» en el Dombás y lanzó una invasión a gran escala en Ucrania.

Tras casi dos semanas de combates, en los que han sido ocupadas algunas ciudades, los movimientos de las tropas rusas alrededor de Kiev tienen un objetivo: rodear la capital desde varios flancos.

Marzo es el tercer mes del año en el calendario gregoriano y tiene 31 días. Su nombre deriva del latín Martius, que era el primer mes del calendario romano. Martius a su vez se deriva de Mars, el nombre en latín de Marte, dios romano de la guerra. Jano (en latín JanusIanus) en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Las puertas del templo de Jano tenían la particularidad de estar cerradas en tiempos de paz, y abiertas en tiempos de guerra, a diferencia del resto de los otros templos religiosos. ¿ Se abrirán las puertas por la invasión rusa de Ucrania?

Suele ocurrir que “a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque”, y las causas de un conflicto son tan complejas, que quedan ocultas tras las acciones bélicas. Y si esas causas resultan poco apreciables, las raíces son tan profundas que se extienden a lo largo del tiempo.

«No hay guerras justas y guerras injustas, solo hay malditas guerras».

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 7- La época de las Cruzadas: de la cruzada de Barbastro a la cruzada de Nicópolis.

Las cruzadas fueron una serie de guerras religiosas impulsadas por la Iglesia católica durante la Plena Edad Media.  

Dichas campañas militares tenían como objetivo declarado recuperar para la Cristiandad, principalmente, la región de Oriente Próximo conocida como Tierra Santa, la cual se encontraba bajo el dominio del islam desde el siglo VII; pero también otros territorios. De hecho, la primera campaña militar, alentada por el papa Alejandro II, considerada por algunos como la primera cruzada (1063), fue la la cruzada y toma de Barbastro. Alejandro II ya había predicado la guerra contra el infiel musulmán en 1061, durante la conquista de Sicilia por los normandos.

Como vimos en la entrada anterior, el Cisma de Oriente dividió a la cristiandad en dos esferas de influencia: por un lado, la Iglesia católica en Occidente; y por otro la Iglesia ortodoxa en el Oriente. Estas dos Iglesias, que habían aceptado las resoluciones del Concilio de Calcedonia, llevaban largo tiempo de distanciamiento progresivo teológico y político. Esta división propició un clima de incomprensión y desconfianza mutua, que, en los siglos posteriores, fueron la causa de algunas derrotas que resultaron significativas.

Las cruzadas también propiciaron persecuciones, no solamente contra los musulmanes o los judíos que habitaban en territorios por los que pasaban o luchaban los cruzados, sino también contra cristianos ortodoxosgriegos y rusos. Los participantes de las cruzadas, conocidos como cruzados, tomaban votos religiosos de manera temporal y se les concedía indulgencia por sus pecados.

También recibieron la calificación de cruzadas por parte de la Iglesia otras guerras y campañas militares. Entre estas se encuentra la lucha de cristianos contra los gobernantes musulmanes de territorios de la península ibérica; la cristianización forzada de los pueblos paganos eslavos y bálticos (prusianos y lituanos sobre todo); la persecución contra cataristas en el sur de Francia y, en algún caso, contra el Imperio Bizantino o los otomanos.

El contexto europeo de la época, que coincidió con el pleno establecimiento del feudalismo y el final del periodo de las segundas invasiones, en el que la Iglesia está afectada por los desórdenes de los siglos anteriores, ve un gran renacimiento de la religiosidad popular. La reforma cluniacense aumenta el prestigio que mantenían los religiosos en el siglo X, gozando de gran autoridad moral y espiritual. 

Por otro lado, los señores feudales incrementaron las exacciones que exigían a la población, con el pretexto de proteger, a cambio, al campesinado y el clero. La inseguridad unida a las guerras privadas que se suscitaban entre los señores de los diferentes reinos, produjeron, como consecuencia, importantes perturbaciones de la actividad humana, especialmente en el sector agrícola, lo que supuso el abandono de las tierras de cultivo que, en gran número, pertenecían a la iglesia.

A partir del concilio celebrado en Puy en 987 el clero se hace eco de las aspiraciones de paz del pueblo e intenta limitar la violencia y devolver el orden a los reinos. Surge así un movimiento espiritual en los siglos X y XI, organizado por la Iglesia Católica y apoyado por la autoridad civil, conocido como Paz de Dios. Su propósito era lograr una pacificación del mundo cristiano occidental y controlar el uso de la violencia en la sociedad. Se intentaba así encauzar las ansias guerreras de los nobles, hacia fines más espirituales que terrenales, y garantizar periodos de paz y respeto en determinados lugares. A partir del 1020, la preocupación por hacer respetar la paz trae consigo un conjunto de prácticas penitenciales acordadas entre los contraventores. 

En torno al año 1000, y en relación con el fervor religioso, se produjo, más en el entorno de monjes y clérigos que en el pueblo llano, un resurgimiento del milenarismo, entorno a la difusión de los Beatos, copias de aquel Comentario al Libro del Apocalipsis (Explanatio in Apocalypsin) de San Juan que en el año 776 realizara Beato de Liébana, abad del monasterio de Santo Toribio, en el valle de Liébana.

Aunque la idea del surgimiento generalizado de una serie de terrores, basados en la convicción de que se acercaba el fin del mundo, ha sido durante  mucho tiempo una creencia general, ningún documento de la época habla de un Gran Terror. Sin embargo si hubo un incremento, tanto de la participación en distintas peregrinaciones, como en la veneración de las reliquias y se tiene especial cuidado en la confesión de los pecados y en tratar de enmendar su pena.

La protección de estos peregrinos, sobre todo los que se dirigían a Tierra Santa denominados Palmeros, y los beneficios que reportaba la venta de reliquias, hicieron que la Iglesia se planteara la posibilidad de utilizar a los caballeros feudales para estos fines. En ese sentido, las conquistas que los normandos estaban llevando a cabo en Italia y en Inglaterra, era la ocasión perfecta para el papado de dirigirlos contra los musulmanes.

Otra de las rutas de peregrinación, el Camino de Santiago, sufrió variaciones en su trazado a lo largo del tiempo, según fueran o no seguros los lugares que atravesaba. Los reyes asturianos y leoneses, quienes en sus donaciones al apóstol pedían por su ayuda frente al enemigo, consiguieron ampliar los territorios cristianos hasta controlar toda la meseta norte; mientras que los navarros consolidaban su dominio sobre el alto Ebro. Esta evolución se truncó en la época de Almanzor, quien recuperó parte del terreno perdido y sometió el resto a continuas aceifas. El caudillo musulmán arrasó finalmente Compostela en el 997, aunque no logró que cesaran las peregrinaciones.

Este era un buen motivo para que la Iglesia se interesase por fomentar la recuperación del territorio en manos musulmanas, en la península Ibérica. Por lo que Alejandro II ofreció Indulgencia a los cristianos que participaran, tanto en la recuperación de Sicilia, como en Barbastro.

El recibir esta indulgencia sería una de las diversas motivaciones que indujeron a los cruzados para emprender la lucha. Aunque en muchos casos se puede suponer un verdadero fervor religioso, se arguye, por ejemplo, que fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente.

Fuente:easyzoom.com

 Durante el reinado del emperador Basilio II Bulgaroktonos, los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido humillados y anulados en su totalidad. Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera y poderosa del «mundo conocido» en Occidente. Situada en una posición fácilmente defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con un gobierno centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por esta (el Imperio bizantino) una nación sin par en todo el orbe.

Sin embargo, como vimos en la entrada anterior, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el trono bizantino. Como problema añadido, la excomunión mutua del patriarca Miguel I Cerulario y los legados del papa León IX, el cardenal Humberto de Silva Candida y los arzobispos Federico de Lorena y Pedro de Amalfi, inició el Cisma de Oriente en 1054.

Las tribus túrquicas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al islam, eran una nueva amenaza proveniente de Asia Central.

Una de esas tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuq), se lanzó contra el Imperio Bizantino. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los coemperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor a los selyúcidas

Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia Siria y Palestina. Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la Ciudad SantaJerusalén.

Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a dominar lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas.

En 1074, el papa Gregorio VII llamó a los milites Christi («soldados de Cristo») para que fuesen en ayuda del Imperio bizantino tras su dura derrota en la batalla de Manzikert. Su llamada, si bien fue ampliamente ignorada e incluso recibió bastante oposición, junto con el gran número de peregrinos que viajaban a Tierra Santa durante el siglo xi y a los que la conquista de Anatolia había cerrado las rutas terrestres hacia Jerusalén, sirvieron para enfocar gran parte de la atención de Occidente en los acontecimientos de Oriente.

En 1081, subió al trono Bizantino un general capaz, Alejo Comneno, que decidió hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco. Pero pronto se dio cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició acercamientos con Occidente, a pesar de que se habían roto las relaciones por el Cisma de 1054. Alejo estaba interesado en poder contar con un ejército mercenario occidental que, unido a las fuerzas imperiales, atacaran a los turcos en su base y los mandaran de vuelta a Asia Central. Deseaba en particular usar soldados normandos, pues conocía su poder y los quería como aliados. Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para pedirle su intercesión en el reclutamiento de los mercenarios. Ahora era otra oportunidad de demostrar el poder del papa sobre la voluntad de Europa.

En 1095, Urbano II convocó un concilio en la ciudad de Plasencia. Allí expuso la propuesta del Emperador, pero el conflicto de los obispos asistentes al concilio, incluido el papa, con el Sacro Emperador Romano GermánicoEnrique IV (quien estaba apoyando a un antipapa), primaron sobre el estudio de la petición de Constantinopla. Alejo tendría que esperar.

El origen de la palabra y del porqué se denominó así a estas empresas militares, se atribuye a la cruz de tela usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en ellas.

Desde la Edad Media, el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles: contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.

Las cruzadas del Mediterráneo Oriental, las primeras a las que se les aplicó este nombre, fueron llevadas a cabo por señores feudales y soberanos de Europa Occidental, sobre todo los de la Francia de los Capetos y el Sacro Imperio Romano, pero también de Inglaterra y Sicilia, a pedido del papa y, en principio, del Imperio Bizantino. Estas  llevaron al establecimiento efímero de un Reino cristiano en Jerusalén y la conquista temporal de Constantinopla.

Utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio en la cristiandad desde el siglo XI al XV. Suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron mediante la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como la exención de la jurisdicción civil o la inviolabilidad de las personas y propiedades. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la cristiandad, las más importantes fueron las cruzadas orientales.

Pedro el Ermitaño predicando la cruzada. Autor Francesco Hayez, Biblioteca Nacional de París

Si el papa Alejandro II alentó la que se puede considerar como protocruzada, su sucesor, Gregorio VII, fue uno de los papas que más abiertamente apoyó la cruzada contra el islam. A la vista de los éxitos conseguidos en la península ibérica, concibió utilizarla en Asia Menor para proteger a Bizancio de las invasiones turcomanas.

La cruzada de Mahdía de 1087 fue una expedición militar de las repúblicas marítimas italianas de Génova, Pisa y Amalfi, apoyada por el papado, contra el puerto de Mahdía,, capital de los ziríes, un importante centro de piratería y comercio. La incursión fue provocada por las constantes incursiones en aguas italianas, promovidas por el sultán Tamim ibn Muizz,  así como su apoyo a los musulmanes de Sicilia, por entonces en plena conquista normanda. En el ataque tomaron parte barcos de Pisa y Génova, que formaban el grueso de la flota, así como de Amalfi y Roma. El ataque fue dirigido por Hugo de Pisa y apoyado por el papa y la poderosa condesa Matilda de Toscana, uno de sus aliados clave.

 Urbano II, fue quien la puso en práctica. El llamamiento formal a la cruzada tuvo lugar en el penúltimo día del Concilio de Clermont, 27 de noviembre de 1095. En una sesión pública extraordinaria celebrada fuera de la catedral, el papa se dirigió a la multitud y expuso la necesidad de que los cristianos de Occidente se comprometieran a una guerra santa contra los turcos. Prometió que  “quienes pierdan la vida en esa empresa ganarán el Paraíso y la remisión de sus pecados». La multitud respondió apasionadamente con gritos de Deus lo vult (‘¡Dios lo quiere!’) y un gran número de los presentes se arrodillaron ante el papa solicitando su bendición para unirse a la sagrada campaña. La primera cruzada (1095-1099) había comenzado. 

La predicación de Urbano II puso en marcha, en primer lugar, a multitud de gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos caballeros franceses. Este grupo formó la llamada cruzada popular, cruzada de los pobres o cruzada de Pedro el Ermitaño. De forma desorganizada se dirigieron hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a su paso. En marzo de 1096 los ejércitos del rey Colomán de Hungría repelerían a los caballeros franceses de Valter Gauthier quienes entraron en territorio húngaro causando numerosos robos y matanzas en las cercanías de la ciudad de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro de Amiens, el cual sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin embargo, luego de que los cruzados de Amiens atacasen a los soldados escoltas y matasen a cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán mantendrían una actitud hostil contra los cruzados que atravesaban el reino hacia Bizancio.

En el difícil trayecto murieron unas diez mil personas, cerca de un cuarto de las tropas iniciales de Pedro. Llegaron a Constantinopla, donde el emperador bizantino Alejo I Comneno les facilitó buques para el paso del Bósforo. Mientras estuvieron en Costantinopla , comenzaron a surgir tensiones debidas a las diferencias culturales y religiosas y a las reticencias a repartir provisiones entre un número tan grande de personas. 

A principio de agosto atravesaron el estrecho y prosiguieron su descontrolado avance. Alejo I había aconsejado a Pedro el Ermitaño que acampara y esperara a los otros cruzados que provenían del resto de Europa, pero los lugartenientes de Pedro se impacientaron y decidieron seguir la travesía, animados por los botines que conseguían en el camino. Un contingente de alemanes se adelantaron y asediaron Xerigordon, pero resultaron masacrados. Pedro y sus restantes 20.000 seguidores continuaron hacia Nicea poco después, dejando en el campamento a enfermos, mujeres y niños, pero fueron emboscados y aniquilados por los turcos en la batalla de Civetot. Pedro el Ermitaño y un reducido número de supervivientes regresaron a Constantinopla, donde esperaron la llegada de los caballeros cruzados.

A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos cruzados, a los que finalmente también tuvo que hacer frente y derrotar cerca de Nitra y Zimony, que al igual que los otros grupos causaron incalculables estragos y asesinatos. Después los húngaros detendrían otra expedición dirigida por el conde Emiko cerca de la ciudad de Moson. Colomán  se vio forzado a enfrentarse al asedio a la ciudad y, rompiendo el sitio, logró dispersar a las fuerzas cruzadas. Tras esto, las fuerzas salieron de los territorios húngaros escoltadas por los ejércitos de Colomán y continuaron hacia Constantinopla.

 La primera cruzada fue la chispa que inició una tradición de violencia organizada contra el pueblo judío en Europa. Si bien el antisemitismo había existido en Europa desde hacía siglos, la primera cruzada supuso el primer caso de violencia en masa y organizada contra las comunidades judías. En Alemania, ciertos líderes interpretaron que esta lucha contra el infiel debía ser llevada no solo contra los musulmanes ubicados en Tierra Santa, sino también contra los judíos que habitaban en sus propias tierras.

Partiendo a comienzos del verano de 1096, un ejército alemán compuesto por unos diez mil cruzados y dirigido por los nobles Gottschalk, Volkmar, y Emiko se dirigió hacia el norte, siguiendo el Rin, en dirección opuesta a Jerusalén, para comenzar una serie de pogromos que algunos historiadores han llegado a llamar «el primer holocausto». Los cruzados viajaron al norte a través del valle del Rin en busca de las comunidades judías más conocidas como Colonia, para luego dirigirse al sur. A las comunidades judías se les daba la opción de convertirse o ser masacradas. Muchas se negaron a la conversión y, a medida que se extendían las noticias de las masacres, se dieron algunos casos de suicidios en masa.

Todas estas masacres se justificaron a través del argumento de que los discursos del papa Urbano habían prometido la recompensa divina a los que matasen a infieles, sin importar qué tipo de no cristianos fuesen. En ese sentido, el llamamiento no se dirigía exclusivamente a la guerra santa contra los musulmanes. Aunque el papado aborreció y predicó en contra de estas acciones locales contra judíos y musulmanes, estos actos se repitieron en todos los movimientos cruzados posteriores. Esta interpretación de la cruzada como guerra contra todo tipo de infiel, sin embargo, no fue algo universal, y existe constancia de que los judíos encontraron refugio en algunos santuarios cristianos.

El fracaso de la cruzada de los pobres no sería más que el preámbulo de lo que se identifica habitualmente como primera cruzada, que es conocida también como la cruzada de los barones o cruzada de los príncipes. Mucho más organizada que la anterior, la cruzada de los barones estaba formada por una serie de contingentes armados comandados por miembros de la nobleza feudal y se dividieron en cuatro grupos principales según su origen, que utilizaron distintas rutas para llegar a Constantinopla.

El primer grupo, compuesto por caballeros de origen lorenés y flamenco, estaba comandado por Godofredo de Bouillón junto con sus hermanos Balduino y Eustaquio y se dirigió a Constantinopla a través de Alemania y Hungría. Colomán  forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado en la abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el territorio húngaro con un buen comportamiento. 

El segundo grupo estaba compuesto por caballeros normandos septentrionales comandados por Hugo de Vermandois, hermano del rey Felipe I de Francia y que llevaba el estandarte papalEsteban II de Blois, cuñado del rey Guillermo II de Inglaterra, por el conde Roberto II de Flandes y por Roberto II de Normandía y se dirigió a Constantinopla vía marítima partiendo desde Bari.

El tercer grupo lo componían los caballeros normandos meridionales a cuyo frente se encontraba Bohemundo de Tarento junto con su sobrino Tancredo que tras reunirse con los normandos septentrionales partieron juntos hacia Constantinopla.

El cuarto grupo estaba compuesto por caballeros occitanos dirigidos por Raimundo de Tolosa y a quien acompañaba Ademar de Le Puylegado pontificio y jefe espiritual de la expedición. Este contingente se dirigió a Constantinopla atravesando EsloveniaDalmacia.

En total, el ejército cruzado estaba compuesto por entre treinta y treinta y cinco mil cruzados, incluyendo a unos cinco mil caballeros. Raimundo de Tolosa era el líder del contingente más numeroso, compuesto por unos ocho mil quinientos hombres de infantería y mil doscientos de caballería.

Los distintos grupos de cruzados llegaron a Constantinopla con pocas provisiones, esperando recibir ayuda de Alejo I. Alejo, por su parte, se encontraba en una situación difícil. Tras la dudosa experiencia vivida con la anterior cruzada de los pobres, y teniendo en cuenta que el normando Bohemundo de Tarento era un antiguo enemigo suyo, no sabía hasta qué punto podía fiarse de los supuestos aliados cristianos venidos de occidente. Dada la situación, Alejo llegó a un acuerdo con los cruzados: en intercambio por la comida y los suministros, Alejo exigía que los cruzados le jurasen lealtad, y que prometiesen devolver al Imperio bizantino todo el terreno que recuperasen de los turcos. Los cruzados, sin agua ni comida, no tuvieron otra opción que aceptar tomar el juramento, aunque no sin antes haber asumido todas las partes una serie de compromisos, y después de que casi se hubiese desatado un conflicto militar en la propia ciudad en un combate abierto con los akritai del emperador.

Alejo I Comneno con Godofredo de Bouillon

Su primer objetivo sería Nicea, una antigua ciudad del Imperio bizantino que ahora era la capital del Sultanato de Rüm, gobernado en ese momento por Kilij Arslan I. La ciudad sufrió un largo asedio que no tuvo grandes resultados. Cuando Kilij Arslan recibió noticias del asedio se apresuró a volver a su capital, y atacó al ejército cruzado el 23 de mayo de ese año. Sin embargo, en esta ocasión los turcos fueron derrotados.

Anatolia y Levante antes de la cruzada, dominados casi totalmente por los turcos.

 Viendo que no sería capaz de liberar la ciudad, aconsejó a la guarnición que se rindiese si la situación llegaba a ser insostenible. Alejo, temiendo que los cruzados saqueasen la ciudad y destruyesen su riqueza, llegó a un acuerdo secreto de rendición con la ciudad, y se preparó para tomarla por la noche. El 19 de junio de 1097, los cruzados se despertaron y advirtieron que los estandartes bizantinos ondeaban en los muros de la ciudad. No solo se les prohibió saquear la ciudad, sino que los cruzados tenían prohibido entrar en la ciudad salvo en pequeños grupos.

Los cruzados, todavía acompañados por algunas tropas bizantinas, marcharon hacia Dorilea, en donde Bohemundo sufrió un ataque por sorpresa de Kilij Arslan, en la batalla de Dorilea; el 1 de julio de ese año, Godofredo fue capaz de atravesar las líneas enemigas y, con ayuda de las tropas del legado Ademar (que atacó a los turcos desde la retaguardia) derrotó a los turcos y saqueó su campamento. Kilij Arslan se batió en retirada, y los cruzados marcharon casi sin oposición a lo largo de Asia Menor hasta llegar a Antioquía, salvo por una batalla en septiembre en la que también derrotaron a los turcos. A lo largo del camino, los cruzados fueron capaces de capturar varias ciudades, como SozopolisKonya y Kayseri.

Al igual que había ocurrido en Europa, los cristianos de Asia en ocasiones les regalaban comida o dinero, pero en la mayoría de las ocasiones los cruzados se dedicaban al saqueo y al pillaje si se les presentaba la oportunidad. Por su parte, los distintos líderes de la cruzada continuaban disputándose el liderazgo absoluto de la misma, aunque ninguno era lo suficientemente poderoso para tomar el mando, si bien Ademar de Le Puy siempre fue reconocido como líder espiritual.

Tras atravesar las Puertas Cilicias Balduino se separó del resto de cruzados, y puso rumbo hacia las tierras armenias de alrededor del Éufrates. Llegó a la ciudad de Edesa (hoy Urfa, en Turquía), que estaba en manos de cristianos armenios, y fue adoptado como heredero por el rey Thoros de Edesa, un armenio perteneciente a la Iglesia ortodoxa de Grecia y que no contaba con el favor de sus súbditos por culpa de su religión. Thoros fue asesinado, y Balduino se convirtió en el nuevo gobernante, creando el condado de Edesa, que a su vez sería el primero de los estados cruzados.

El ejército cruzado, mientras tanto, marchó hacia Antioquía, ciudad ubicada a mitad de camino entre Constantinopla y Jerusalén y con un gran valor religioso también para la cristiandad. El 20 de octubre de 1097, los cruzados sitiaron la ciudad, comenzando un asedio que duraría casi ocho meses.

Durante ese tiempo, los cruzados tuvieron que someterse a terribles penalidades, y se vieron obligados a enfrentarse a dos importantes ejércitos de apoyo a los sitiados enviados por Damasco y Alepo.

Yaghi-Siyan, el gobernador de Antioquía, solo podía contar con su propio ejército personal para defenderse. Para prepararse para el asedio, exilió a muchos de los cristianos pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa Griega y Armenia, a los que consideraba poco fiables.

Ante las dificultades para sitiar Antioquía Bohemundo ve la oportunidad de tener acceso a un feudo. Tras la retirada de los ejércitos bizantinos que les habían acompañado en la expedición, alegó deserción por parte de éstos, y argumentó que dicha deserción invalidaba todos los juramentos que habían hecho frente a Alejo I. Bohemundo, gracias a la ruptura del juramento, retuvo la ciudad para sí, creando el Principado de Antioquía, si bien no todos los cruzados estaban de acuerdo, y en especial Raimundo de Tolosa. 

Desde Antioquía los cruzados marcharon hacia Jerusalén. La ciudad en aquel momento se encontraba disputada entre los fatimíes de Egipto y los turcos de Siria. Por el camino, conquistaron diversas plazas árabes (entre ellas el futuro castillo Krak des Chevaliers, que fue abandonado), y firmaron acuerdos con otras, deseosas de mantener su independencia y de facilitar que los cruzados atacaran a los turcos. A medida que se dirigían al sur por la costa del mar Mediterráneo los cruzados no se encontraron demasiada resistencia, puesto que los líderes locales preferían llegar a acuerdos de paz con ellos y darles suministros sin llegar al conflicto armado.

Jerusalén, mientras tanto, había cambiado de manos varias veces, en los últimos tiempos y desde 1098 se encontraba en manos de los fatimíes de Egipto. Aún siendo chiíes, los fatimíes, cuya regla fue la libertad de pensamiento y la razón extendida a las personas, que podían creer en lo que quisieran, siempre que no infrinjan los derechos de otros, se encontraron con una expedición militar cuya justificación era la toma de Jerusalén por los turcos selyúcidas y zanguíes, que abusaban sin piedad de los peregrinos.

Los cruzados llegaron ante las murallas de la ciudad en junio de 1099 y, al igual que hicieron con Antioquía, desplegaron sus tropas para someterla a un largo asedio, durante el cual los cruzados sufrieron también un gran número de bajas por culpa de la falta de comida y agua en los alrededores de Jerusalén.

Después del asalto inicial fallido, se llevó a cabo una reunión entre los distintos comandantes en la que se acordó que sería necesario un ataque acordado para el futuro. El 17 de junio, un grupo de marineros genoveses dirigidos por Guillermo Embriaco llegó a Jaffa trayendo ingenieros cualificados a los cruzados, que hicieron posible construir unas torres de asedio con la madera obtenida del desguace de los barcos con los que habían llegado.  

La moral de los cruzados subió aún más cuando un sacerdote aseguró haber tenido una visión divina en la cual se le daba instrucciones de marchar descalzos en procesión alrededor de las murallas de la ciudad, tras lo cual la ciudad caería en nueve días, siguiendo el ejemplo bíblico de la caída de Jericó. El 8 de julio los cruzados realizaron esa procesión. La procesión terminó en el Monte de los Olivos dónde Pedro el ErmitañoArnulfo de Chocques y Raimundo de Aguilers pronunciaron varios sermones. Una vez terminada la procesión, las torres de asalto fueron enviadas hacia las murallas de la ciudad la noche del 14 de julio, entre la sorpresa y la preocupación de la guarnición defensora. 

Una vez que los cruzados consiguieron entrar en la ciudad, comenzaron a realizar una masacre en la cual murieron casi todos los habitantes de Jerusalén. La masacre se prolongó durante la tarde, la noche y la mañana del día siguiente. Fueron masacrados musulmanes, judíos, e incluso algunos cristianos en un arranque de violencia indiscriminada.

Cuando se calmaron las cosas, los cruzados ofrecieron a Raimundo de Tolosa el título de rey de Jerusalén, pero lo rechazó. Después se le ofreció a Godofredo de Buillón, que aceptó gobernar la ciudad, pero rechazó ser coronado como rey, diciendo que no llevaría una «corona de oro» en el lugar en el que Cristo había portado «una corona de espinas». En su lugar, tomó el título de Advocatus Sancti Sepulchri («protector del Santo Sepulcro») o, simplemente, el de «príncipe». En la última acción de la cruzada encabezó un ejército que derrotó a un ejército fatimí invasor en la batalla de Ascalón. Godofredo murió en julio de 1100 y fue sucedido por su hermano, entonces Balduino de Edesa, que sí que aceptaría el título de rey de Jerusalén y sería coronado bajo el nombre de Balduino I de Jerusalén.

Godofredo de Bouillón.

Con esta conquista finalizó la primera cruzada, la única exitosa. Tras la toma de Jerusalén, muchos cruzados volvieron a sus lugares de origen, aunque otros se quedaron a defender las tierras recién conquistadas. Entre ellos, Raimundo de Tolosa, disgustado por no ser el rey de Jerusalén, se independizó y se dirigió a Trípoli (en el actual Líbano), donde fundó el condado del mismo nombre.

En 1084 unos mercaderes de la ciudad de Amalfi, decidieron fundar un hospital para peregrinos junto a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén bajo la advocación de San Juan Bautista. Tras la conquista de Jerusalén, Gerard de Sant Genís, nacido en la Provenza, decidió extender la obra por Palestina, Siria y Europa mismo, salpicando de hospitales la ruta de la peregrinación a Tierra Santa.

Godofredo de Bouillón, se encargó de organizar la asistencia religiosa y la protección del Santo Sepulcro, supliendo la insuficiencia de los ejércitos cristianos, y estableceiendo una milicia permanente formada por caballeros escogidos que protegiera Jerusalén, y, en especial, el Santo Sepulcro.

Balduino I necesitaba organizar el reino y no podía dedicar muchos recursos a la protección de los caminos, ya que no contaba con efectivos suficientes para hacerlo. Esto, y el hecho de que Hugo de Payens fuese pariente del conde de Champaña, llevó al rey a concederle a él y otros caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, así como a otorgarles derechos y privilegios, entre los que figuraba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la mezquita de Al-Aqsa, ubicada en el Monte del Templo de Jerusalén.

Estos hechos fueron el origen de la creación de las órdenes militares como  instituciones religioso-militares de caballeros cristianos (miles Christi), y que jugaron un gran papel posteriormente. La primera, por orden de creación, sería la Orden del Santo Sepulcro (1099), seguida por la Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (1113) y la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón (1118).

La noticia de la reconquista de Jerusalén se había expandido como pólvora en Europa. En 1100 una multitud de monjes, obreros, artesanos, mujeres, niños, así como delincuentes, partió rumbo a una peregrinación a tierra santa (al menos esa era la idea inicial) desde Lombardía. Cuando hubo llegado aquella comitiva tan peculiar a Constantinopla a principios del año 1101, el emperador la recibió cortésmente y les facilitó un adecuado transporte marítimo hasta Anatolia. Los Lombardos aceptaron a Raimundo IV de Tolosa como jefe de la expedición que estaba casualmente en la corte del emperador, discutiendo posteriores conquistas para la cristiandad, aunque hubo algunos que lo acusaban de estar siguiendo órdenes del emperador. La expedición llegó a Nicomedia, al instalarse y posteriormente continuar su avance fueron acompañados por algunos efectivos al mando del duque de Normandía Esteban de Blois.

Posteriormente se convocó una reunión en donde decidirían realmente que rumbo tomaría la expedición. El plan original era seguir una ruta directa hacia Jerusalén evitando lo más posible a las fuerzas enemigas. Sin embargo, el contingente se decantó por ir a liberar a Bohemundopríncipe de Antioquía que estaba prisionero en el norte de Anatolia. Cerca de la ciudad de Amasya la expedición se enfrentó a un contingente de clanes turcos lo que dio como desenlace la derrota de los cristianos. Algunas personas lograron escaparon, pero la mayoría murió o fue capturada para posteriormente ser puesta en esclavitud. La mayoría del séquito de Raimundo de Tolosa logró huir y refugiarse en Constantinopla.

La cruzada noruega fue una cruzada que abarcó desde 1107 hasta 1110. Coincide con el final de la primera cruzada, y fue liderada por el rey noruego Sigurd I, quien fue el primer rey europeo en participar en una cruzada en Tierra Santa. Sigurd y sus hombres salieron de Noruega en el otoño de 1107 con sesenta naves, y alrededor de 5.000 hombres. Ese otoño llegaron a Inglaterra, donde reinaba Enrique I.

Sigurd y sus hombres se quedaron allí a pasar el invierno, y en la primavera de 1108 continuaron hacia el oeste. Después de varios meses llegaron a Santiago de Compostela, donde invernaron de nuevo. Partieron de urante el viaje, los noruegos se encontraron con una gran flota de galeras vikingas a las que atacaron.

Después de esto, llegaron a Sintra, donde tomaron el castillo, y mataron a todos los hombres, ya que se habían negado a ser bautizados. Luego navegaron hasta Lisboa, y allí ganaron su tercera batalla, y se hicieron con grandes tesoros. Su cuarta batalla fue ganada en la ciudad de Alkasse (posiblemente una referencia a Al Qasr, actual Alcácer do Sal). Después de otra batalla victoriosa contra los piratas cuando navegaba por el estrecho de Gibraltar,  llegaron a las islas Baleares. en aquella época un refugio de piratas. Atacaron Formentera, Ibiza y Menorca. El curso de la lucha es el más detallado de toda la cruzada gracias a fuentes escritas.

 En la primavera de 1109, llegaron a Sicilia, donde fueron recibidos por el conde Roger II. En el verano de 1110 finalmente llegaron al puerto de Acre y se dirigieron a Jerusalén donde se reunieron con  Balduino I. Sigurd y sus hombres le acompañaron a  Sidón. La ciudad fue tomada y posteriormente se estableció el Señorío de Sidón. El viaje de regreso comenzó en el año 1110 viajando por el interior del continente europeo hasta llegar a la costa sur de Noruega a través de la Península de Jutlandia.

El resultado de la primera cruzada tuvo un gran impacto en la historia de los dos bandos en conflicto. La nueva estabilidad adquirida en el oeste creó una aristocracia guerrera en busca de nuevas conquistas y patrimonio, y la prosperidad de las principales ciudades significó la capacidad económica para equipar las expediciones. Las ciudades estado marítimas italianas, en particular Venecia y Génova, estaban también interesadas en extender el comercio. Por su parte, el papado vio las cruzadas como su forma de imponer la influencia católica como fuerza de unificación, convirtiendo la guerra en una misión religiosa.

La conquista cruzada de Mallorca, que en la época eran una taifa musulmana, consistió en una expedición en represalia por los actos de piratería cometidos por los musulmanes que la habitaban, llevada a cabo por Ramón Berenguer III y sus aliados, en 1114. Fundada en un tratado de 1113 entre la República de Pisa y el conde de Barcelona, tenía como objetivo arrebatarles la isla a los musulmanes e impedir el ataque y entorpecimiento a los convoyes y naves de los comerciantes cristianos que por entonces navegaban por el mar Mediterráneo. A pesar de que Mallorca quedó de nuevo en poder musulmán, sirvió para sentar las bases del futuro poderío naval catalán y para fortalecer los contactos comerciales en el Mediterráneo.​ La expedición, que terminó en cruzada, estaba compuesta por fuerzas de diversos territorios mediterráneos que habían sufrido asaltos por parte de los piratas musulmanes.

En 1116 Ramón Berenguer III tiene un proyecto para hacer una cruzada contra el islam. Estando en la Provenza, pasa por Génova y Pisa, para recabar su apoyo y ratificar su alianza tras el éxito de su empresa en Mallorca. Finalmente acabó en Roma, donde quería obtener del papa la predicación de la cruzada y la restauración de la sede de Tarragona.

Pascual II accedió a las peticiones del conde y publicó una bula el 23 de mayo de 1116 en la que incitaba a la lucha contra los infieles y restauraba la sede de Tarragona. Pero determinadas dificultades como la muerte de Pascual II, los desencuentros entre pisanos y genoveses y la conquista de Zaragoza por Alfonso I de Aragón, van a retrasar la cruzada. En 1117 se toma definitivamente Tarragona. En1118 Ramón Berenguer donó la ciudad de Tarragona y su comarca al obispo Oleguer.

La cruzada veneciana de 1122-1124 fue una expedición a Tierra Santa lanzada por la república de Venecia que logró capturar la ciudad de Tiro. Fue una victoria importante al comienzo de un período en que el reino de Jerusalén se expandiría hasta su mayor extensión bajo el rey Balduino II. Los venecianos obtuvieron valiosas concesiones comerciales en Tiro. A través de incursiones en el territorio del Imperio bizantino, tanto en el camino a Tierra Santa como en el viaje de regreso, los venecianos obligaron a los bizantinos a confirmar, así como a ampliar, sus privilegios comerciales con el imperio.

Balduino de Bourg era sobrino de Balduino I de Jerusalén y conde de Edesa desde 1100 hasta 1118. En 1118 murió su tío y él ascendió al trono como Balduino II de Jerusalén.

Los términos de la cruzada se acordaron mediante negociaciones entre los enviados de Balduino II y el dux de Venecia. Una vez que los venecianos decidieron participar, el papa Calixto II les envió su estandarte papal para expresar su aprobación. En el Primer Concilio de Letrán confirmó que los venecianos gozaban de privilegios cruzados, incluida la remisión de sus pecados.

En 1122, el dux de Venecia, Domenico Michiel, emprendió la cruzada marítima. La flota veneciana zarpó de la laguna veneciana el 8 de agosto de 1122.​ Esta parece haber sido la primera cruzada en la que los caballeros llevaron consigo sus caballos. Cercaron Corfú, entonces en poder del Imperio bizantino, con el cual Venecia tenía una disputa sobre privilegios. En 1123, Balduino II fue capturado por Balak de Mardin, emir de Alepo, y fue encarcelado en JarputEustaquío de Grenier asumió la regencia de Jerusalén. Los venecianos abandonaron el asedio de Corfú cuando recibieron la noticia pusieron rumbo a Tierra Santa; llegaron a la costa palestina en mayo de 1123.

Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y perdurar. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes capaces de expandir su reino a toda la zona situada entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente, se adaptaron al cambiante sistema de alianzas locales y llegaron a combatir junto a estados musulmanes en contra de enemigos que, además de musulmanes, contaban entre sus filas con guerreros cristianos.

Entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de yihad o guerra santa agitado por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos. El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144 conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos.

Como respuesta a esta conquista el papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval,  predicó en diciembre de 1145 la segunda cruzada. Edesa fue el primero de los estados cruzados fundados durante la primera cruzada (1096-1099), pero fue también el primero en caer. La segunda cruzada, convocada por el papa Eugenio III, contó con el liderazgo de varios reyes europeos por primera vez, entre los que destacaron Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, y con la ayuda de numerosos nobles. Los ejércitos de ambos reyes marcharon por separado a través de Europa y en cierto modo fueron retardados por el emperador bizantino Manuel I Comneno.

Bernardo de Claraval predica la cruzada

El 16 de febrero de 1147, los cruzados franceses se reunieron en Étampes para discutir su itinerario. Los alemanes habían decidido ya viajar por tierra, a través de Hungría, puesto que, como Roger II era enemigo de Conrado, la ruta marítima resultaba políticamente poco viable. Muchos de los nobles franceses desconfiaban de la ruta terrestre, que les llevaría a través del Imperio Bizantino, cuya reputación todavía se resentía por los relatos de los primeros cruzados. No obstante, decidieron seguir a Conrado y se pusieron en camino el 15 de junio. Roger II se sintió ofendido y rehusó continuar participando.

A mediados de mayo salieron de Inglaterra los primeros contingentes, compuestos de cruzados flamencos, frisios, normandos, ingleses, escoceses y algunos alemanes. Ningún rey ni príncipe dirigía a estas tropas. Hicieron escala en las costas gallegas, peregrinando a Santiago de Compostela. Llegaron a Oporto el 26 de junio. Allí, el obispo les convenció para que continuasen hasta Lisboa, a donde había llegado ya el rey Alfonso I, informado de la llegada de una flota cruzada a su reino. Los cruzados aceptaron combatir a los musulmanes en la península.

El sitio de Lisboa comenzó el 1 de julio y se prolongó hasta el 24 de octubre, cuando la ciudad cayó en poder de los cruzados, quienes la saquearon a fondo antes de cedérsela al rey de Portugal. Casi al mismo tiempo, los ejércitos de Alfonso VII  y Ramón Berenguer IV, entre otros, conquistaron Almería y Tarragona, con ayuda del mismo ejército cruzado.

Los cruzados alemanes, franconiosbávaros y suabos, partieron por tierra, también en mayo de 1147. Ottokar III de Estiria se unió a Conrado en Viena y el enemigo de Conrado, Geza II de Hungría, les permitió finalmente atravesar su reino sin causarles daño.

Por entonces, otros príncipes alemanes extendieron la idea de cruzada a las tribus eslavas del nordeste del Sacro Imperio Romano Germánico, y fueron autorizados por Bernardo para emprender una cruzada contra ellas. El 13 de abril, Eugenio III confirmó esta cruzada.

La cruzada de los wendos  fue una campaña militar que tuvo lugar en 1147. Considerada una de las cruzadas bálticas, es contemporánea, aunque a parte, de la segunda cruzada. Liderada principalmente por el reino de Germania dentro del Sacro Imperio Romano Germánico y dirigida contra los eslavos polabianos  conocidos como wendos por los alemanes.

 El líder eslavo Niklot invadió preventivamente Wagria en junio de 1147, lo que llevó más tarde a la marcha de los cruzados, ese mismo verano. Lograron un aparente bautismo forzado de eslavos en Dobin, pero fueron rechazados de Demmin. Otro ejército de cruzados marchó sobre la ciudad ya cristiana de Szczecin (Stettin), con lo cual los cruzados se dispersaron al llegar. El ejército cristiano, compuesto principalmente de sajones y danos, forzó el tributo de los eslavos paganos y afirmó el control germano de Wagria y Polabia, pero no logró convertir al grueso de la población de inmediato.

Cuando el ejército de Conrado llegó a territorio bizantino, el emperador Manuel I temió que fuesen a atacarle y destacó tropas para asegurar que no se produjeran disturbios. Hubo una breve escaramuza con algunos de los más indisciplinados alemanes cerca de Filipópolis y en Adrianópolis. Los alemanes llegaron a Constantinopla, donde el emperador les acogió con bastante frialdad y les convenció para que cruzasen a Asia Menor tan pronto como fuera posible.

En Asia Menor, Conrado decidió no esperar a los franceses y marchó contra Iconio, capital del selyúcida sultanato de Rüm. Dividió su ejército en dos divisiones, pero los selyúcidas destruyeron casi por completo la comandada por el rey Conrado el 25 de octubre de 1147 en la segunda batalla de Dorylaeum. La otra división del ejército, al mando de Otto de Freising, se dirigió hacia la costa mediterránea y fue igualmente masacrada a comienzos de 1148.

Los cruzados franceses partieron de Metz en junio, liderados por Luis, Teodorico de Alsacia, Renaud I de Bar, Amadeo III de Saboya, Guillermo VII de AuverniaGuillermo V de Montferrato y otros, junto con ejércitos de LorenaBretañaBorgoña y Aquitania. Una parte del ejército, procedente de Provenza, bajo el mando de Alfonso de Toulouse, decidió esperar hasta agosto y seguir por mar. En Worms, Luis se unió a los cruzados de Normandía e Inglaterra. Siguieron la ruta de Conrado en paz, aunque Luis tuvo un problema con Geza de Hungría.

Desde las negociaciones originales entre Luis y Manuel, este último había detenido las hostilidades con el sultanato de Rüm y se había aliado con su sultán Mas’ud, sin embargo, las relaciones de Manuel con el ejército francés fueron algo mejores que con los alemanes y Luis fue recibido espléndidamente en Constantinopla.

Cuando las tropas de Saboya, Auvernia y Monferrato se unieron a las de Luis en Constantinopla (después de llegar por la ruta italiana y cruzar desde Brindisi a Dirraquio), el ejército al completo fue trasladado a través del Bósforo hasta Asia Menor. Manuel rechazó conceder a Luis tropas bizantinas e hizo jurar a los franceses que devolverían al Imperio cualquier territorio que reconquistasen. Tanto alemanes como franceses entraron en Asia Menor sin ayuda alguna por parte de los bizantinos.

Los franceses se encontraron con los restos del ejército de Conrado en Nicea y el propio Conrado se unió a las fuerzas de Luis. Siguieron la ruta por la costa mediterránea y llegaron a Éfeso  donde se enteraron de que los turcos se preparaban para atacarles, pero en una pequeña batalla a las afueras de Éfeso, vencieron los franceses. Llegaron a Laodicea a principios de enero de 1148, donde la vanguardia bajo el mando de Amadeo de Saboya se separó del resto, mientras que las tropas de Luis fueron desviadas por los turcos; los franceses continuaron hasta Adalia, aunque bajo la constante presión turca. Luis quiso continuar por tierra y se decidió reunir una flota en Adalia que les llevase a Antioquía. La mayoría de los barcos ni siquiera llegó. Luis y los que iban con él embarcaron, dejando al resto del ejército que continuase la larga marcha hasta Antioquía por tierra. Casi todo el ejército pereció, ya fuese a manos de los turcos o por distintas enfermedades.

Luis llegó a Antioquía el 19 de marzo, después de sufrir una tormenta; Amadeo de Saboya había muerto en el camino en Chipre. Luis fue recibido por el tío de su esposa Leonor, Raimundo de Poitiers. Este esperaba que Luis le acompañara en un ataque contra Alepo, pero Luis tenía otros planes, pues prefería dirigirse primero a Jerusalén. Luis dejó rápidamente Antioquía camino de Trípoli. Mientras, Otto de Freising y el resto de sus tropas llegaron a Jerusalén a primeros de abril y Conrado lo hizo poco después. El patriarca Fulco de Jerusalén viajó para invitar a Luis a que se reuniese con ellos. La flota que se había detenido en Lisboa llegó también en estas fechas, al igual que los provenzales de Alfonso de Toulouse, aunque este último había muerto en el camino hacia Jerusalén, según los indicios, envenenado por Raimundo II de Trípoli.

En Jerusalén el objetivo de la cruzada se dirigió rápidamente hacia Damasco, el blanco deseado del rey Balduino III de Jerusalén y de los caballeros templarios. A Conrado ya se le había convencido de la necesidad de participar en esta expedición. Cuando llegó Luis, la Haute Cour se reunió en Acre el 24 de junio. Algunos barones del reino señalaron que no sería acertado atacar Damasco, su aliado contra los zanguíes, pero Conrado, Luis y Balduino insistieron y en julio se reunió un ejército en Tiberíades.

Los cruzados decidieron atacar Damasco desde el oeste, después de haber llegado fuera de los muros de la ciudad, la que de inmediato fue puesta bajo asedio.  Nur al-Din llegó con refuerzos musulmanes y les cortó la ruta de aprovisionamiento de los cruzados en su posición anterior. Los señores locales cruzados se negaron a continuar con el asedio, y los tres reyes no tuvieron más remedio que abandonar la ciudad. 

El asedio de Damasco tuvo consecuencias:  se abandonó la idea de la expedición a Ascalón y Conrado regresó a Constantinopla para renovar su alianza con Manuel, mientras que Luis permaneció en Jerusalén hasta 1149; en Europa, Bernardo de Claraval se sentía humillado y, cuando fracasó su intento de promover una nueva cruzada, intentó distanciarse del fiasco que había supuesto la segunda cruzada y murió en 1153; Damasco no volvió a confiar en el reino cruzado, y la ciudad fue entregada a Nur ad-Din en 1154.

Balduino III finalmente sitió Ascalón en 1153, lo que atrajo a Egipto al ámbito del conflicto. Jerusalén fue capaz de hacer algunas conquistas más en territorio egipcio, ocupando brevemente El Cairo en la década de 1160. Sin embargo, las relaciones con el Imperio Bizantino eran, como poco, delicadas, y la ayuda de Occidente se hizo escasa después del desastre de la segunda cruzada.

Se especula sobre una posible primera cruzada sueca alrededor de 1150, que tradicionalmente se ha considerado como la conquista de Finlandia por los suecos, con la conversión al cristianismo de los paganos finlandeses. Según la leyenda, la cruzada fue llevada a cabo por el rey Eric IX de Suecia junto al obispo Enrique de Uppsala quien lo acompañó y permaneció en Finlandia. Finlandia a principios del siglo XII estaba compuesta por diversas tribus entre las que se encuentran los propios finlandeses que dieron nombre al país y que ocupaban la costa sur occidental.

Tras el fracaso de la segunda cruzada, Nur al-Din se hizo con el control de Damasco y unificó Siria. Con la finalidad de extender su poder, Nur al-Din puso los ojos en la dinastía fatimí de Egipto. En 1163, su general de más confianza, Shirkuh, emprendió una expedición militar hacia el Nilo. Acompañaba al general su joven sobrino, Saladino.

Cuando las tropas de Shirkuh acamparon frente a El Cairo, el sultán de Egipto, Shawar, pidió ayuda al rey Amalarico I de Jerusalén. En respuesta, Amalarico envió un ejército a Egipto y atacó las tropas de Shirkuh. En un intento de apartar de Egipto la atención de los cruzados, Nur ad-Din atacó Antioquía, lo que tuvo como resultado una masacre de soldados cristianos y la captura de varios dirigentes cruzados, entre ellos Reinaldo de Châtillon, príncipe de Antioquía. En 1167, Nur al-Din envió de nuevo a Shirkuh a subyugar a los fatimíes. Shawar volvió a pedir ayuda a Amalarico para defender su territorio. Las fuerzas combinadas de egipcios y cristianos persiguieron a Shirkuh hasta que se retiró a Alejandría.

Shawar fue ejecutado por sus traicioneras alianzas con los cristianos y fue sucedido por Shirkuh como visir de Egipto. En 1169, Shirkuh murió inesperadamente tras solo unas semanas en el poder. El sucesor de Shirkuh fue su sobrino Saladino. Nur ad-Din murió en 1174, dejando el nuevo imperio a su hijo de once años, As-Salih. Se decidió que el único hombre capaz de conducir la yihad contra los cruzados era Saladino, que se convirtió en sultán tanto de Egipto como de Siria y fundó la dinastía ayubí.

Amalarico murió también en 1174 y fue sucedido como rey de Jerusalén por su hijo de trece años, Balduino IV, quien firmó un acuerdo con Saladino para permitir el libre comercio entre los territorios musulmanes y cristianos. En 1176, Reinaldo de Châtillon fue puesto en libertad y comenzó a atacar caravanas por toda la región. En respuesta a los ataques de Reinaldo, Saladino invadió los campos del reino creyendo atacar un país sin defensores. Pero el joven rey Balduino IV reunió a todos los caballeros que le quedaban y se llevó la Vera Cruz. Primero fue a refugiarse a Ascalón.

En la batalla de Montgisard el ejército cristiano acometió por sorpresa la retaguardia del musulmán, lo que produjo una gran confusión en las filas del ejército de Saladino, que huyó en desbandada hacia Egipto, con enormes pérdidas, mientras que las tropas cristianas eran recibidas triunfalmente en Jerusalén. La victoria de Montgisard significó la supervivencia del reino de Jerusalén hasta la muerte del rey Balduino IV.

Balduino IV murió en 1185, y la corona pasó a su sobrino de cinco años, Balduino V, con Raimundo III de Trípoli como regente. Al año siguiente, Balduino falleció repentinamente, y la princesa Sibila, hermana de Balduino IV y madre de Balduino V, se hizo coronar reina, y a su marido, Guy de Lusignan, rey. Por entonces, Reinaldo, una vez más, atacó una rica caravana y encerró en prisión a los viajeros. Saladino exigió que los prisioneros fuesen liberados. El recientemente coronado rey Guy ordenó a Reinaldo que cumpliese las demandas de Saladino, pero Reinaldo rehusó obedecer las órdenes del rey.

Fue este último ultraje de Reinaldo el que decidió a Saladino a atacar definitivamente a los cristianos en los actuales Altos del Golán. Tras acampar al este del campamento cristiano, Saladino decidió atacar la ciudad de Tiberiades en 1187, en la que se encontraba la mujer de Raimundo para así atraer a los cristianos. Raimundo aconsejó paciencia, pero el rey Guy, aconsejado por Reinaldo, decidió contraatacar y emprendió una marcha, lenta por el tamaño de la caballería pesada, hacia el este, donde se encontraban las tropas de Saladino acampadas. Saladino envió a sus arqueros montados a hostigar, también de noche, a las tropas cristianas, que sufrieron muchas bajas. Entonces, Saladino decidió pasar al ataque y en la explanada de los Cuernos de Hattin tuvo lugar la batalla de los Cuernos de Hattin, en la que las tropas ayubíes masacraron a las tropas cristianas y tomaron como prisioneros a Guy y Reinaldo. Saladino mató con sus propias manos a Reinaldo de Châtillon. 

Saladino procedió a ocupar la mayor parte del reino, salvo las plazas costeras, abastecidas desde el mar, y en octubre del mismo año conquistó Jerusalén. Comparada con la toma de 1099, esta fue casi incruenta, aunque sus habitantes debieron pagar un considerable rescate y algunos fueron esclavizados. El reino de Jerusalén había desaparecido.

Los daneses realizaron al menos tres cruzadas a Finlandia. La primera mención de aquellas cruzadas se remonta a 1187 cuando el cruzado Esbern Snare mencionó durante su discurso de Navidad la victoria sobre el pueblo finés.

La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y el papa Gregorio VIII convocó una nueva cruzada en 1189. Surgió un clamor por una nueva cruzada para reconquistar los Santos Lugares. Enrique II de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia acordaron una tregua en la guerra que les enfrentaba, e impusieron a sus respectivos súbditos un «diezmo de Saladino» para financiar la cruzada.

El anciano emperador del Sacro Imperio Romano GermánicoFederico I Barbarroja, respondió inmediatamente a la llamada. Tomó la cruz en la catedral de Mainz el 27 de marzo de 1188 y fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. Junto con los ejércitos de Barbarroja, también avanzaron hacia Bizancio alrededor de 2000 soldados húngaros bajo el comando del príncipe Géza, hermano menor del rey Bela III de Hungría. Esta fue la primera participación activa de los húngaros en las guerras cruzadas.

El emperador bizantino Isaac II Ángelo firmó una alianza secreta con Saladino para impedir el avance de Federico a cambio de la seguridad de su imperio. El 18 de mayo de 1190, el ejército alemán capturó Konya, capital del Sultanato de Rüm. Sin embargo, el 10 de junio de ese mismo año, al atravesar el río Saleph, Federico cayó de su caballo y se ahogó por la pesada armadura. Su hijo Federico VI llevó a su ejército a Antioquía, y dio sepultura a su padre en dicha ciudad. En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica.

Enrique II de Inglaterra murió el 6 de julio de 1189, tras ser derrotado por su hijo Ricardo y el rey de Francia, Felipe II Augusto. Ricardo I, más conocido por su sobrenombre «Corazón de León», heredó la corona y de inmediato comenzó a recaudar fondos para la cruzada. En julio de 1190, Ricardo partió por tierra desde Marsella en dirección a Sicilia. Felipe II Augusto, que viajó por mar, llegó a Mesina, capital del reino de Sicilia, el 14 de septiembre.

Guillermo II de Sicilia había muerto el año anterior, y le había sucedido Tancredo, quien mandó recluir a Juana Plantagenet, viuda de Guillermo y hermana de Ricardo de Inglaterra. El rey inglés conquistó y saqueó Mesina, el 4 de octubre de 1190. Ricardo y Felipe pasaron el invierno en Sicilia: Felipe zarpó el 30 de marzo y Ricardo el 10 de abril de 1191.

La flota francesa llegó sin contratiempos a Tiro, donde Felipe fue recibido por su primo, Conrado de Montferrato. La armada de Ricardo, en cambio, fue sorprendida por una violenta tormenta. Uno de sus barcos naufragó y otros tres, entre ellos en el que viajaban Juana y Berenguela de Navarra, prometida del rey, debieron desviarse a Chipre. El señor de Chipre, Isaac Ducas Comneno, se había incautado de los barcos. Ricardo llegó a Limassol el 6 de mayo de 1191 y se entrevistó con Isaac, quien accedió a devolverle sus pertenencias y enviar a 500 de sus soldados a Tierra Santa. De regreso en su fortaleza de Famagusta, Isaac rompió su juramento de hospitalidad y ordenó a Ricardo que abandonase la isla. La arrogancia de Isaac empujó a Ricardo a apoderarse de su reino, lo que logró en pocos días. A finales de mayo, toda la isla estaba en manos de Ricardo.

Ricardo desembarcó en Acre el 8 de junio de 1191, e inmediatamente comenzó a supervisar la construcción de armas de asedio para asaltar Acre, que fue capturada el 12 de julio. Ricardo, Felipe y Leopoldo V, quien dirigía lo que quedaba del ejército de Federico Barbarroja, iniciaron una disputa sobre el botín de la recién conquistada ciudad. Molestos con Ricardo, Felipe y Leopoldo dejaron la ciudad con sus tropas en agosto de ese año y Felipe regresó a Francia.

Tras la conquista de Acre, Ricardo decidió marchar contra la ciudad de Jaffa, desde donde podría lanzar un ataque contra Jerusalén. El 7 de septiembre de 1191, en Arsuf, al norte de Jaffa, Saladino atacó al ejército de Ricardo.

Tras su victoria, Ricardo se apoderó de la ciudad de Jaffa, donde estableció su cuartel general. Ofreció a Saladino iniciar la negociación de un tratado de paz.  Las dos partes no fueron capaces de llegar a un acuerdo, y Ricardo marchó hacia Ascalón. Llamó en su ayuda a Conrado de Montferrato, quien rehusó seguirle. En julio de 1192, Saladino lanzó un repentino ataque contra Jaffa y recuperó la ciudad, pero muy pocos días después volvió a ser conquistada por Ricardo. El 5 de agosto se libró una batalla entre Ricardo y Saladino, en la que el rey inglés, a pesar de su marcada inferioridad numérica, resultó vencedor. El 2 de septiembre, los dos monarcas firmaron un tratado de paz en Ramla, según el cual Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero se concedía a los cristianos el derecho de peregrinar libremente a Jerusalén. Ricardo abandonó Tierra Santa el 9 de octubre, después de haber combatido allí durante dieciséis meses. La tercera cruzada había concluido.

En 1191 los daneses habían emprendido su segunda cruzada a Finlandia. En 1192 Esbern Snare lideró un contingente de cruzados para sumarse a la tercera cruzada, pero llegó cuando esta ya había concluido.

El papa Celestino III había pedido una cruzada contra los paganos de Europa septentrional en 1193. Años después, el papa Inocencio III solicitó a Canuto VI de Dinamarca unirse a las cruzadas. En 1201, durante la cruzada de Livonia, se estableció el obispado de Riga. En 1202 se creó la Orden de los Hermanos Livonios de la Espada para ayudar en la conversión de los paganos al cristianismo y, lo más importante, para proteger el comercio alemán y asegurar su control. Así mismo los daneses realizaron en 1202 su tercera cruzada contra los finlandeses, liderada por el obispo de LundAnders Sunesen, que presionó al papa para una cruzada contra los estonios , los livonios y otros pueblos bálticos . Finalmente recibió permiso para instalar un obispo en Reval (Tallin ).

La tercera cruzada no había logrado su objetivo de recuperar Jerusalén, que continuaba bajo dominio musulmán. El tratado que Ricardo «Corazón de León» y Saladino habían firmado en 1192 dejaba en poder de los cristianos tan solo una estrecha franja costera desde Tiro hasta Jaffa, aunque garantizaba la seguridad de los peregrinos cristianos que viajasen a Jerusalén.

En 1195, el emperador Enrique VI, durante las celebraciones de Pascua en Bari, anunció públicamente una cruzada. En el verano viajaba por Alemania para ganar seguidores y un gran número de nobles respondieron,​ entre otros el arzobispo Conrado de Mainz, Enrique I de BrabanteBertoldo IV de MeraniaFederico de Austria y el primo del emperador Hermann I Landgrave de Turingia.

En marzo de 1197, Enrique se dirigió al reino de Sicilia. Los cruzados se embarcaron para Acre mientras una flota  bajo el mando del conde Palatino Enrique V zarpó del norte de Alemania y llegó a Messina en agosto, donde se fusionaron con las tropas del emperador y navegaron hacia el Mediterráneo oriental.

El 22 de septiembre de 1197 un ejército alemán desembarcó en Acre. Los cruzados se dirigieron a Tiro iniciando su campaña y capturaron Sidón y Beirut, y al reconquistar las tierras alrededor del castillo de Biblos  recuperaron el enlace por tierra con el condado de Trípoli, incluso marcharon contra Damasco y sitiaron la ciudad de Toron. El emperador permanecía en Sicilia cuando enfermó, muriendo el 28 de septiembre antes de que pudiera zarpar. El conflicto que surgió por el trono entre su hermano Felipe de Suabia y el rival Otón de Brunswick hizo que muchos de los cruzados de alto rango regresaran. La Orden Teutónica, que se había establecido en 1190, fue elevada a orden de caballería durante la cruzada alemana. 

En 1199, el papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de los Estados cruzados. Esta cuarta cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.

Por otro lado, en la última década del siglo XII se había ido intensificando la rivalidad entre Enrique VI de Alemania y el emperador bizantino Isaac II Ángelo. Su política en Oriente, aceptando los juramentos de vasallaje de los reyes de Armenia y de Chipre, era de deliberada hostilidad contra Bizancio. Al fallecer Enrique en 1197, su sucesor en el trono alemán, Felipe de Suabia, tenía intereses personales en Bizancio, ya que estaba casado con Irene Angelina, hija del emperador Isaac II Ángelo, que había sido depuesto en 1195 por su hermano.

La República de Venecia, principal potencia marítima en el Mediterráneo oriental, tenía fuertes intereses comerciales en los territorios bizantinos, y muy especialmente en la capital, Constantinopla. Bizancio, además, explotaba en beneficio propio la rivalidad comercial de Venecia con otras ciudades-estado italianas, como Génova y Pisa. El objetivo de Venecia, por lo tanto, era asegurarse la supremacía comercial en Oriente, desplazando definitivamente a sus rivales.

Gracias a las encendidas prédicas de Fulco de Neuilly, se organizó finalmente un ejército cruzado en un torneo organizado en Ecry por el conde Teobaldo de Champaña en noviembre de 1199. Teobaldo fue nombrado jefe de este ejército, del que también formaban parte Balduino VI de Henao, conde de Flandes, y su hermano EnriqueLuis, conde de BloisGodofredo III de La PercheSimón IV de Montfort, Enguerrando de BovesGodofredo de Villehardouin, entre otros muchos señores del norte de Francia.  Más tarde se añadieron a la empresa algunos caballeros alemanes y varios nobles del norte de Italia, como Bonifacio de Monferrato.

En 1201 murió Teobaldo de Champaña, y los cruzados eligieron como nuevo jefe de la expedición a Bonifacio de Monferrato. Este, firme partidario de los Hohenstaufen, conoció en la corte de Felipe de Suabia a Alejo, hijo del depuesto emperador Isaac II Ángelo, quien deseaba contar con la ayuda de los cruzados para recuperar el trono imperial que le correspondía por herencia.

Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima. La expedición se encontró con el problema de transporte, pues carecía de una flota para trasladarse a Oriente, por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con Bonifacio de Montferrato y con Alejo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla, al estar los tres interesados en la deposición de Alejo III Ángelo.

Los venecianos estaban enemistados con el rey Emérico de Hungría por la posesión de Dalmacia. El reino húngaro había heredado en 1091 los territorios de Croacia y Dalmacia tras la muerte del rey Dmitar Zvonimir de Croacia, ya que la reina viuda Helena de Hungría llamó a su hermano el rey San Ladislao I de Hungría, a quien le otorgó dichas regiones.

Zara era una ciudad debatida que había pasado de unas manos a otras en un periodo relativamente corto. La flota zarpó de Venecia el 8 de noviembre de 1202, y dos días después los cruzados atacaban Zara, que fue conquistada el día 15 del mismo mes. El papa optó por excomulgar a todos los expedicionarios, aunque más adelante rectificó y perdonó a los cruzados, manteniendo la excomunión solo para los venecianos.

Mientras el ejército cruzado invernaba en Zara, llegó un mensajero de Felipe de Suabia portando una oferta del pretendiente al trono bizantino, Alejo, para desviar la cruzada a Constantinopla. Tanto Monferrato como Dandolo aceptaron el cambio de planes. Algunos cruzados se opusieron, abandonaron el ejército y se embarcaron hacia Siria. La mayoría, sin embargo, optó por continuar. El 23 de junio de 1203, el ejército cruzado llegó a Constantinopla.

Tras atacar sin éxito las ciudades de Calcedonia y Crisópolis, en la costa asiática del Bósforo, el ejército cruzado desembarcó en Gálata, al otro lado del Cuerno de Oro. Sus primeros intentos de conquistar Constantinopla no tuvieron fruto, pero el 17 de julio los venecianos lograron abrir una brecha en las murallas.

El emperador Alejo III decidió huir, y los dignatarios imperiales, para resolver la situación, sacaron de la cárcel al depuesto emperador Isaac II Ángelo, padre de Alejo, y lo restauraron en el trono. Tras unos días de negociaciones, llegaron a un acuerdo con los cruzados por el cual Isaac y Alejo serían nombrados coemperadores. Alejo IV fue coronado el 1 de agosto de 1203 en la iglesia de Santa Sofía.

Para intentar cumplir las promesas que había hecho a venecianos y cruzados, Alejo se vio obligado a recaudar nuevos impuestos. Se había comprometido también a conseguir que el clero ortodoxo aceptase la supremacía de Roma y adoptase el rito latino, pero se encontró con una fuerte resistencia. A esto se unían los frecuentes enfrentamientos callejeros entre cruzados y bizantinos.

El yerno de Alejo III, también llamado Alejo y conocido como Murzuflo, se convirtió en el cabecilla de los descontentos y organizó una sublevación que, tras algunas vicisitudes, lo entronizó como Alejo V Ducas. Alejo IV fue estrangulado en una mazmorra, y su padre Isaac II murió poco después en prisión.

En marzo, los cruzados deliberaron sobre lo que convenía hacer. Atacaron por primera vez la ciudad el 9 de abril de 1204, pero fueron rechazados con un gran número de bajas. Dos días después reanudaron el ataque. Los cruzados lograron abrir una brecha en la muralla en el barrio de Blanquerna. Al mismo tiempo, se produjo un incendio en la ciudad, y la defensa bizantina se desmoronó. Los cruzados y los venecianos entraron en la ciudad. Alejo V huyó y los nobles ofrecieron la corona a Teodoro Láscaris, yerno también de Alejo III, pero este la rechazó y huyó a Asia Menor con su familia, el patriarca de Constantinopla y varios miembros de la nobleza bizantina. Se estableció en Nicea, donde fundó el Imperio de Nicea, depositario de la legitimidad bizantina. La ciudad fue saqueada durante varios días.

Finalmente, se restableció el orden y se procedió a un reparto ordenado del botín según lo que se había pactado previamente: tres octavas partes para los cruzados, otras tres octavas para los venecianos y un cuarto para el futuro emperador. A pesar de las pretensiones de Bonifacio de Montferrato, el comité eligió emperador a Balduino IX de Flandes, primer monarca del Imperio latino. Los cruzados llamaron a este acontecimiento como Partitio terrarum imperii Romaniae (partición del Imperio romano de Oriente).

Los livonios, que habían pagado tributo al principado de Pólatsk y padecían a los ataques de sus vecinos del sur, los semigalianos, al principio consideraron a los cruzados alemanes y daneses unos aliados útiles. A medida que el dominio alemán aumentaba, los livonios y su jefe Kaupo de Turaida, se rebelaron contra los cruzados. Las fuerzas de Kaupo fueron derrotadas en Turaida en 1206 y los livonios fueron declarados convertidos. También en 1206, un ejército danés dirigido por el rey Valdemar II  desembarcó en la isla de Saaremaa e intentó establecer una fortaleza, sin éxito.

En 1208 los cruzados ya eran los bastante fuertes para empezar operaciones contra los estonios. Con la ayuda de las tribus locales recién convertidas de livonios y latgalianos, los cruzados iniciaron los ataques en Sakala y Ugaunia. Las tribus estonias resistieron ferozmente los ataques de Riga y ocasionalmente saquearon los territorios controlados por los cruzados.

En julio de 1210 los curonios atacaron Riga. Después de un día de lucha, fueron incapaces de romper las murallas de la ciudad. Cruzaron al otro lado del Daugava para quemar a sus muertos y llorar durante tres días.

A partir de 1208 partidas de guerra de ambos bandos arrasaron Livonia, Latgalia, y otros condados estonios, con los livonios, latgalianos y rusos de la república de Nóvgorod, sirviendo como aliados, tanto de cruzados como de estonios. Una tregua entre las partes fue establecida por tres años (1213–1215). El papa Inocencio III proclamó en 1215 la Terra Mariana dependiente de la Santa Sede.

A principios del siglo XIII, las regiones del Languedoc se encontraban bajo el dominio de varios señores: el condado de Tolosa, gobernado por Ramón VI de Tolosa, dominaba la zona comprendida entre los valles del GaronaRouergue y Quercy, a los que se añadían sus posesiones en la Alta Provenza; el condado de Cominges, bajo el poder de Bernardo IV de Cominges, conde de Cominges y de Bigorra, primo hermano del conde de Tolosa y vasallo del mismo en tanto que señor de Samatán y Muret; el condado de Foix, cuyo titular era Raimundo Roger I, vasallo del conde de Tolosa; el vizcondado de Béarn, en la órbita de la Corona de Aragón y cuyo señor era Gastón VI de Bearne; el vizcondado de Carcasona, Béziers, AlbiLimoux, cuyo señor feudal era Ramón Roger Trencavel, sobrino de Raimundo VI y que poseía el principado que abarcaba desde Carcasona a Béziers, ( la familia Trencavel rendía solemne homenaje a la Corona de Aragón desde 1179, siendo a la vez vasallos del condado de Tolosa y mantenía asimismo alianzas con el Vizcondado de Minerve); la Corona de Aragón, dominios del rey Pedro II de Aragón, a la que rendían vasallaje los condes de Tolosa.

El catarismo es la doctrina de los cátaros, un movimiento religioso cristiano de carácter gnóstico que se propagó por la Europa Occidental a mediados del siglo XI y logró arraigar hacia el siglo XII​ entre los habitantes del Mediodía francés, especialmente en el Languedoc. Con influencias del maniqueísmo en sus etapas pauliciana y bogomila, el catarismo afirmaba una dualidad creadora (Dios y Satanás) y predicaba la salvación mediante el ascetismo y el estricto rechazo del mundo material, percibido por los cátaros como obra demoníaca.

Las cinco diócesis cátaras —Albi, CahorsCarcasonaNarbona y Toulouse—, e incluso Agen, ocupaban casi exactamente los territorios de los grandes señores feudales del Languedoc. Los cátaros recibían el apoyo de algunos nobles y habían logrado asentarse gracias a la acción ejemplar de los Perfectos (seguidores cátaros de una vida ascética ) y a la incapacidad del clero católico. Los Perfectos y Perfectas no eran muy numerosos, pero una gran parte de la población toleraba su doctrina e incluso la favorecía.

En respuesta, la Iglesia católica consideró sus doctrinas heréticas. Tras una tentativa misionera, y frente a su creciente influencia y extensión, la Iglesia terminó por invocar el apoyo de la corona de Francia para lograr su erradicación violenta a partir de 1209 mediante la cruzada albigense

En 1203 Inocencio III designó como legados a dos hermanos cistercienses de la abadía de Fontfroide,  Pierre de Castelnau, y otro fraile. En diciembre se dirigieron a Toulouse donde hicieron jurar al conde que se extirparía la herejía. En febrero de 1204 tuvo lugar una reunión en Béziers presidida por el rey Pedro II de Aragón. El rey se había reconocido vasallo de la Santa Sede pero no iba a ir contra sus vasallos.

Unos meses más tarde Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, se incorporó a la delegación, pero incluso con el refuerzo de Arnaud Amaury, los legados no obtenían logros. En mayo de 1206 los abades decidieron regresar a sus respectivas abadías. En el camino de regreso hicieron una parada en Montpellier y allí coincidieron con dos castellanos que regresaban de Roma. Eran Diego de Acebes, obispo de Osma, y su vicepriorDomingo de Guzmán, posterior fundador de la Orden dominica. Estos les convencieron para que predicaran imitando las costumbres de los Perfectos.

Domingo de Guzmán se instaló en Fanjeaux, donde convirtió a un grupo de Perfectas y mujeres creyentes cátaras, a las que instaló en el monasterio de Prouilhe, cerca de Fanjeaux. Domingo de Guzmán parecía adaptado a esta situación pero no así los cistercienses que esperaban una conversión en masa y entusiasta.

En la primavera de 1208 se produjo el asesinato del legado papal Pedro de Castelnou en Saint-Gilles, en el condado de Tolosa, por lo que el papa pronunció un anatema contra el conde tolosano y declaró sus tierras «entregadas como presa». Esto equivalía a una llamada directa a Felipe II Augusto, rey de Francia, así como a todos los condes, barones y caballeros de su reino para acudir a la cruzada.

El papa deseaba que fuera el propio rey de Francia Felipe Augusto quien liderara la cruzada contra los albigenses, pero sus intereses políticos en el norte, presionado por Juan Sin Tierra y por Otón IV de Alemania, no se lo permitían. El ejército cruzado se concentró en Lyon en la primavera de 1209. Inocencio III dio el mando directo de las operaciones a Arnaldo Amalrico, quien delegó la comandancia militar en Simón de Monfort.

Ante el temor de la inminente llegada de los cruzados, los magnates occitanos se apresuraron a mostrar su ortodoxia católica mediante procesiones y penitencias públicas, pero esto no les libró de los ataques. Los cruzados iniciaron una campaña relámpago, y el 21 de julio de 1209 se apostaron delante de Béziers; Simón de Montfort al frente del ejército cruzado atacó la ciudad y exterminó a una parte de la población sin tener en cuenta su filiación religiosa. Se dice que pronuncio la siguiente sentencia: ¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!, aunque también se la atribuyen a Arnaldo Amalric.

Tras la conquista de Béziers, la cruzada avanzó hacia Carcasona, la masacre de Beziers causó efecto y todas las fortalezas y burgos iban capitulando sin ofrecer resistencia. Pedro II de Aragón cabalgó hasta la ciudad solicitando condiciones de paz y Arnaud Amaury exigió a su vez sus condiciones: solo autorizar a Raimon Roger y doce acompañantes el abandonar la ciudad. Condiciones inaceptables para Trencavel que, con veinticuatro años, moriría en las mazmorras de la que había sido su propia fortaleza una vez tomada. Montfort emprende a continuación la conquista de la región de Rasez.

Desde ahí pone cerco a Minerve. Es junio de 1210 y a la caída de la villa ciento cuarenta cátaros serán quemados vivos. A continuación durante cuatro meses asedia el castillo de Termes y acto seguido el de Puivert que caerá en solo tres días. Los castillos de Lastours se entregan a cambio de la liberación del señor de Saissac. Montfort controla el este del Languedoc y es nombrado vizconde de Rasez

El 3 de mayo de 1211 sus tropas entran en la ciudad de Lavaur desatando una feroz represión. A continuación se dirigen a la cercana Toulouse sin conseguir doblegarla. Para entonces Raimundo VI ha pedido ayuda a todos sus vasallos y al rey de Aragón y se dispone a presentar batalla. La primera batalla con el bando occitano al completo se produjo en Castelnaudary en septiembre de 1211. 

A principios de la década de 1200, grupos de vagabundos aparecieron en Europa. Eran gente desplazada por los cambios económicos, que forzaron a muchos campesinos pobres del norte de Francia y Alemania a vender sus tierras. Estos grupos eran denominados pueri (del latín, ‘chicos’, ‘niños’) de forma condescendiente. Esto trajo como resultado estas bandas de hombres pobres que se unían en una protesta religiosa que transformaba su vagar forzoso en una misión religiosa. Los pueri marcharon, siguiendo a la Cruz Cristiana y asociándose con el viaje bíblico de Jesús. Esto, sin embargo, no era el preludio de una guerra santa.

Años más tarde, los cronistas leyeron los testimonios de estas procesiones y tradujeron el término pueri como «niños» sin entender su significado original. Así nació la cruzada infantil. La historia resultante ilustra lo fuertemente arraigado que estaba el concepto de cruzada en aquel tiempo; los cronistas asumieron que los pueri debían haber sido cruzados, y en su inocencia buscaron volver a la fundación de las cruzadas de Pedro el Ermitaño y encontraron la misma clase de destino trágico.

De acuerdo con recientes investigaciones, se ha encontrado que existieron dos movimientos de gente (de todas las edades) en 1212 en Alemania y Francia, cuya similitud pudo inspirar a los cronistas. En el primer movimiento, Nicolás, un pastor de Alemania, condujo a un grupo a través de los Alpes hasta Italia a principios de primavera. Alrededor de 7000 hombres llegaron a Génova en agosto. Sin embargo, sus planes no fructificaron, pues las aguas no se abrieron a su paso, y la comitiva se desbandó. Algunos emprendieron el camino de vuelta a casa, otros fueron a Roma y los restantes pudieron haber seguido el curso del Ródano hasta Marsella, donde fueron probablemente vendidos como esclavos. Pocos llegaron a sus casas y ninguno llegó a la Tierra Santa.

El segundo movimiento fue conducido por un «pastorcillo» llamado Esteban de Cloyes cerca del pueblo de Châteaudun que aseguró en junio que portaba una carta de Jesús para el rey de Francia. Atrajo a un grupo de 30 000, con los que fue hasta Saint-Denis, donde se dijo que obró milagros. Bajo las órdenes de Felipe II de Francia o el consejo de la Universidad de París, la multitud fue enviada a casa, y muchos de ellos efectivamente volvieron. Ninguna de las fuentes de la época menciona plan alguno de ir a Jerusalén.

Tras la batalla de Alarcos, Alfonso VIII de Castilla ( I como rey privativo de Castilla) se encontró en una peligrosa situación que le llevó a la posibilidad de perder Toledo y todo el valle del Tajo, por lo que el rey solicitó desde 1211 al papa Inocencio III la predicación de una cruzada, a la que no solo respondieron sus súbditos castellanos, sino también los aragoneses con su rey, Pedro II el Católico, los navarros dirigidos por Sancho VII el Fuerte, las órdenes militares peninsulares de CalatravaSantiago, y las generales como la del Temple y la Hospitalaria, además de caballeros cruzados franceses, occitanos y de toda la cristiandad.

Con todos ellos y tras la recuperación de enclaves del valle del Guadiana (como el castillo de Calatrava) alcanzó la esperada victoria sobre el califa almohade Muhámmad an-Násir (llamado en las crónicas Miramamolín, traducción de  Amir al-Mu’minin o Príncipe de los Creyentes) en la batalla de las Navas de Tolosa, el 16 de julio de 1212 las inmediaciones de Santa Elena, seguida inmediatamente por la batalla de Úbeda, que abrió definitivamente el valle del Guadalquivir al reino de Castilla.

Llamado por Ramón VI de Tolosa, Bernard IV de Comminges y Raimundo Roger de Foix, Pedro II de Aragón decide finalmente acudir en ayuda de sus súbditos en verano de 1213. Viene precedido por la aureola de su éxito en la batalla de las Navas de Tolosa en la que había participado junto con los otros reinos cristianos peninsulares. El 30 de agosto pone cerco al castillo de Muret, donde se refugian unos treinta caballeros cruzados. Simón de Montfort que se encontraba en aquel momento en Fanjeaux parte hacia Muret en compañía de otros mil caballeros.

El 12 de septiembre de 1213 se produce la batalla de Muret. Las calles de Muret, estrechas y llenas de barricadas, sirven de refugio a los cruzados ampliamente superados en número por la alianza occitano-aragonesa, que sin embargo acabará sufriendo una derrota sin paliativos. En un mismo día los occitanos pierden entre 10000 y 15000 hombres, además de al rey de Aragón, y Foix, Narbona y Comminges pasan a manos de Simón de Monfort.

Inocencio III ya había planeado desde 1208 una cruzada para destruir el imperio ayubí y recuperar Jerusalén. En Jerusalén, Juan de Brienne se convirtió en el gobernante efectivo del reino a través de su matrimonio con María de Montferrato. En 1212, Yolanda de Jerusalén ( Isabel II ), fue proclamada reina de Jerusalén poco después de su nacimiento y su padre Juan se convirtió en regente. 

En abril de 1213 publicó la bula papal Quia maior, llamando a toda la cristiandad a unirse a una nueva cruzada. Esta fue seguida por otra bula, la Ad Liberandam en 1215. El mensaje de la cruzada fue predicado en Francia por el cardenal Robert de Courçon, aunque sin embargo, a diferencia de otras cruzadas, no muchos caballeros franceses se unieron, ya que estaban luchando en la cruzada albigense contra la herejía cátara en el sur de Francia.

En 1215 el papa convocó el IV Concilio de Letrán, donde, junto con el patriarca latino de JerusalénRaúl de Merencourt, habló sobre la recuperación de la Tierra Santa, entre los cometidos de la Iglesia. Inocencio quería que fuera dirigida por el papado, como había sido la primera cruzada, con el fin de evitar los errores de la cuarta cruzada, que había sido emprendida por los venecianos. El papa Inocencio tenía previsto que los cruzados se reuniesen en Brindisi en 1216, y prohibió el comercio con los musulmanes, para asegurarse de que los cruzados tendrían naves y armas. Cada cruzado recibiría una indulgencia, incluyendo aquellos que simplemente ayudasen a pagar los gastos de un cruzado, aunque ellos mismos no fueran a la cruzada.

Oliver de Paderborn predicó  la cruzada en Alemania y el emperador Federico II intentó unirse en 1215. Federico II era el último monarca al que Inocencio quería ver unirse, ya que había desafiado al papado. Inocencio, sin embargo, murió en 1216. Le sucedió el papa Honorio III, quien prohibió a Federico II participar, pero que encomendó la organización de los ejércitos cruzados al rey Andrés II de Hungría y al duque Leopoldo VI de Austria

El rey Andrés II escogió la ruta por mar para acceder a la Tierra Santa. El rey primero estuvo en la ciudad de Székesfehérvár, desde donde avanzó con sus fuerzas hasta Zagreb, terminando en Split, donde se ofició una misa en el antiguo Mausoleo del emperador Diocleciano, convertido en la catedral de San Domnius.

Andrés II cedió la ciudad de Zara a los italianos a cambio de que transportasen a sus soldados en sus barcos. También llevó muchos artículos y joyas de gran valor que vendió para cubrir los gastos de la cruzada, como la corona de la reina Gisela de Baviera (984-1059) (esposa del rey san Esteban I de Hungría), que vendió en Tierra Santa por ciento cuarenta marcos de plata. Entre los personajes más conocidos que acompañaron al rey húngaro se hallaba el abad Uros de Pannonhalma. El rey húngaro había coordinado la empresa con el duque Leopoldo VI de Austria.

Los primeros ejércitos cruzados occidentales partieron desde el puerto de la ciudad de Vlaardingen el 27 de mayo de 1217. Desde allí, dirigidos por Guillermo I de Holanda , continuaron su camino hacia el sur hasta Lisboa. La flota se dispersó por las tormentas y solo logró llegar a Lisboa después de hacer una escala en  Santiago de Compostela. A su llegada a Portugal, el obispo de Lisboa intentó persuadir a los cruzados para que los ayudaran a capturar la ciudad de Alcácer do Sal, controlada por los almohades. Los frisones se negaron pero el resto de la flota se unió a los prtugueses e iniciaron el sitio de la ciudad en agosto de 1217. Los cruzados finalmente capturaron Alcácer do Sal, con la ayuda de los  Templarios y los Hospitalarios , en octubre de 1217.

 En el norte, Inge II de Noruega tomó la cruz en 1216, solo para morir la primavera siguiente, y la eventual expedición escandinava tuvo poca importancia. Un grupo de frisones se dispersó y llegó a la costa italiana en el otoño de 1218, donde se vieron obligados a invernar antes de continuar su camino hacia Acre.

Roberto de Courçon fue enviado como consejero espiritual de la flota francesa, pero subordinado al recién elegido legado papal Pelagio Galvani. El obispo Gualterio II de Autun también regresaría a Tierra Santa. El canónigo francés Jacques de Vitry llegó a su nuevo puesto como obispo de Acre en 1216 y poco después Honorio III le encargó predicar la cruzada. en los asentamientos latinos de Siria.

Las fuerzas húngaras y austríacas se habían agrupado en Split, desde donde primero partieron los germánicos después los húngaros. Ya en Acre fueron recibidos por el patriarca latino de Jerusalén. El primer consejo de guerra se reunió en la tienda real de Andrés II y contó con la presencia de Leopoldo VI, Hugo I de Chipre, el príncipe Bohemundo IV de Antioquía, los tres maestres de las órdenes militares ( Templarios, Hospitalarios y Teutónicos) y el rey Juan de Jerusalén.

Los ejércitos cruzados se dirigieron al sur hacia la cadena montañosa junto a Acre. El 4 de noviembre las fuerzas cristianas avanzaron para explorar las cercanías del castillo sobre el monte Tabor y el 10 de noviembre ya habían cruzado el mar de Galilea cubriendo la orilla norte del río Jordán en varias direcciones. Posteriormente cruzaron por el vado de Jacob, de regreso hacia Acre. 

En 1218 llegó un nuevo ejército al mando de Oliver de Colonia, que junto con Leopoldo VI y Juan de Brienne, decidieron atacar finalmente el puerto egipcio de Damieta. El sitio fue largo y duro, y costó la vida de muchos cruzados y musulmanes, entre ellos el propio sultán al-Adel, pero finalmente se logró tomar la plaza en 1219. Acto seguido, comenzaron las disputas entre los cristianos por el control de la ciudad. Estas disputas y la falta de ayuda por parte del emperador alemán, retrasaron la continuación de la campaña hasta el año 1221 año en que los cruzados marchan al sur hacia El Cairo. Para entonces, el nuevo Sultán al-Kamil había reorganizado sus fuerzas, lo que, unido a las inundaciones del río Nilo que diezmaron al ejército cruzado en su marcha hacia el sur, acabó con la definitiva derrota cristiana y su posterior rendición.

La muerte de Inocencio III en 1216 desencadena una sublevación general en todo el Mediodía francés. Raimundo VI, que había estado rearmándose en el condado de Barcelona junto con su hijo Raimundo VII, desembarca en Marsella. En agosto de 1216 derrota por primera vez a Montfort en Beaucaire. Este trata de deshacerse definitivamente de su adversario poniendo asedio a la ciudad de Toulouse, pero el 25 de junio de 1218 una piedra de catapulta  acierta a dar en el general enemigo y lo mata, su hijo, Amaury VI de Monfort, le sucede pero es derrotado. 

En 1221 los cruzados han retrocedido hasta posiciones similares al inicio de la guerra y el nuevo papa Honorio III reacciona excomulgando al joven conde tolosano. Por su parte Luis VIII de Francia, por influencia de su esposa Blanca de Castilla, es convencido para que tome él mismo las riendas de la cruzada. En 1226 desciende con sus tropas francesas el valle del Ródano y somete Aviñón. Los habitantes de Carcasona se rebelan, y Trencavel huye a Barcelona. Derrotado Trencavel y excomulgado Raimundo VII, los occitanos se ven forzados a firmar los humillantes términos del Tratado de Meaux.

Inocencio III había logrado asegurar la participación del reino de Georgia en la cruzada. Tamar de Georgia , reina desde 1184, llevó al Estado georgiano a su cenit de poder y prestigio. Bajo su mandato, Georgia desafió el dominio ayyubí en el este de Anatolia. Su hermana Rusudan, estaba casada con Manuel Comneno, el hijo mayor de Andrónico I que fue brevemente emperador bizantino. Rusudan y Manuel fueron padres de Alejo y David, fundadores del Imperio de Trebisonda

Tamar murió en 1213 y fue sucedida por su hijo Jorge IV de Georgia. A fines de la década de 1210 comenzó a hacer preparativos para una campaña en Tierra Santa para apoyar a los francos. Sus planes se vieron truncados por la invasión de los mongoles en 1220. Después de la muerte de Jorge IV, su hermana Rusudan de Georgia notificó al papa que Georgia no podía cumplir sus promesas.

Los mongoles eran un pueblo guerrero donde todos los hombres libres se entrenaban para la guerra desde jóvenes y con una tradición de jinetes muy poderosa y muy antigua. El guerrero Temuyín unió todas las tribus mongolas bajo su mando hacia el año 1206, cuando fue proclamado Gran Kan bajo el nombre Gengis Kan. Enseguida se enfrentó al Imperio jhin de los Jurchen y los Xi Xia en el norte de China y, ante la resistencia del Imperio corasmio, fue a Asia Central donde devastó la Transoxiana y el oriente de Persia y penetró en el sur de la Rus de Kiev y el Cáucaso. El ejército mongol, bajo el mando de Subotai, se enfrentó a las fuerzas de varios príncipes de la Rus de Kiev en la batalla del río Kalka en 1223. Durante la guerra contra Xia Occidental en 1227, Gengis Kan enfermó y murió.

Los reinos cristianos de Dinamarca y de Suecia estaban también ansiosos por expansionarse hacia las orillas orientales del Báltico. En 1219 Valdemar II de Dinamarca resultó victorioso en la batalla de Lyndanisse a lo que se atribuye el origen de la bandera de Dinamarca. Posteriormente funda la fortaleza de Castrum Danorum, la cual fue infructuosamente asediada por los estonios en 1220 y 1223. La totalidad de Estonia del norte, pasó a control danés. El rey Juan I de Suecia intentó establecer una presencia sueca en la provincia de Wiek, pero sus tropas fueron derrotadas.

Durante la revuelta de 1223, todos los baluartes cristianos en Estonia, salvo Tallin cayeron en manos estonias, siendo sus defensores muertos. En 1224 todas las grandes fortalezas fueron reconquistadas por los cruzados, excepto Tharbata, que la república de Nóvgorod había prometido a Vyachko si no era conquistada. Tharbata fue finalmente capturada por los cruzados.

Honorio III envió una bula papal a el obispo Christian de Oliva en 1217 permitiéndole comenzar a predicar una cruzada contra los prusianos, y pacificó la región gracias al duque Conrado de Masovia. Ante nuevos ataques de los prusianos, convocó una cruzada en 1222 y eligió como legado papal al arzobispo de Gniezno. Los cruzados alemanes y polacos comenzaron a reunirse en Mazovia en 1219, pero la planificación seria no comenzó hasta 1222 con la llegada de nobles como el duque Enrique II de Silesia. En 1223, sin embargo, la mayoría de los cruzados habían abandonado la región, y los prusianos devastaron de nuevo la Tierra de Chełmno y Mazovia, llegando incluso a Gdansk (Danzig) en Pomerelia.

A comienzos de 1224, el emperador Federico II Hohenstaufen había anunciado en Catania que Livonia, PrusiaSambia y varias de las provincias vecinas, serían en adelante consideradas reichsfrei, es decir, subordinadas directamente a la Iglesia católica y al Sacro Imperio Romano Germánico, en lugar de estar bajo la jurisdicción de sus gobernantes locales. Al final de año, el papa Honorio III anunció el nombramiento del obispo Guillermo de Módena como legado papal para Livonia, Prusia, y otros países.

En 1222, el rey danés Valdemar II intentó una segunda conquista de Saaremaa, esta vez estableciendo una fortaleza de piedra con una fuerte guarnición. La fortaleza fue sitiada y se rindió al cabo de cinco días, regresando la guarnición danesa a Revel. También apoyó las expediciones danesas contra Sambia

En 1225 catorce caballeros del norte de Alemania fueron reclutados por Conrado y Christian para formar una orden militar. Primero se les concedió una propiedad en Cuyavia hasta la finalización de un castillo en Dobrzyń , el grupo se hizo conocido como la Orden de Dobrzyń. Los Caballeros de Dobrzyń inicialmente tuvieron éxito expulsando a los prusianos de la Tierra de Chełmno , pero un contraataque prusiano contra ellos mató a la mayor parte de la Orden. Durante su estancia en Roma, Christian de Oliva conoció a Hermann von Salza, el gran maestre de la Orden Teutónica. Con el permiso del duque Conrado, Christian solicitó la ayuda de la Orden Teutónica contra los prusianos en 1226.

En 1227, los Hermanos Livonios de la Espada, la ciudad de Riga, y el obispo de Riga organizaron un ataque combinado contra Saaremaa. Después de la rendición de dos baluartes, Muhu y Valjala, los osilianos aceptaron formalmente el cristianismo.

Aunque Hermann estaba interesado en la oferta polaca, su atención se centraba en ayudar al emperador Federico II Hohenstaufen. El emperador había intervenido en la quinta cruzada, enviando tropas alemanas, pero sin llegar a acompañarlas personalmente, aunque prometió tomar la cruz después de su coronación como emperador.

En 1225 Federico se casó con Yolanda de Jerusalén, por lo que tenía aspiraciones al trono de dicho reino, una razón poderosa para intentar recuperar Jerusalén. En 1227, siendo ya papa Gregorio IX, Federico y su ejército partieron de Brindisi hacia Siria, pero una epidemia les obligó a volver a Italia. Esto le dio a Gregorio la excusa para excomulgar, por romper sus votos de cruzado, a Federico. Tras varios intentos de negociación con el papa, Federico decidió embarcarse nuevamente hacia Siria en 1228 a pesar de la excomunión; llegó a Acre en septiembre.

Entre los propios cristianos muchos veían en esta nueva cruzada como un intento de extender el poder imperial. Se produjo por tanto en Tierra Santa una continuación de la lucha mantenida en Europa entre los defensores del Papado (güelfos), y los del Imperio (gibelinos).

Del otro lado, los musulmanes tenían sus propias luchas internas, por lo que el sultán al-Kamil firmó un tratado con Federico. A cambio, el emperador podría obtener varios territorios como Belén, Nazaret y Jerusalén exceptuando la Cúpula de la Roca (sagrada para el islam) y una tregua de diez años. A pesar de la oposición del papa Gregorio IX a este acuerdo, Federico se coronó rey de Jerusalén, si bien legalmente actuaba como regente de su hijo Conrado IV de Alemania, nieto de Juan de Brienne.

Federico II había dado su aprobación a la campaña prusiana en la Bula de Oro de Rímini de 1226, concediendo a la Orden Teutónica la Tierra de Chełmno y cualquier conquista futura. Antes de comenzar la campaña contra los prusianos, la Orden Teutónica supuestamente firmó el Tratado de Kruszwica con los polacos en 1230, similar a los términos de la Bula de Oro de Rímini. La bula de Oro de Rieti emitida por el papa Gregorio IX en 1234 reafirmaba el control de la Orden sobre las tierras conquistadas, poniéndolas únicamente bajo la autoridad de la Santa Sede. Como resultado de la Bula de Oro de Rímini y de la Bula de Rieti, la Orden Teutónica entró en posesión de Prusia.

Los cruzados comenzaron a hacer campaña contra los vecinos pomesanios con la ayuda de Conrado de Mazovia y se hicieron con el control de Toruń. En 1232, los Caballeros habían establecido o reconstruido fortalezas en Chełmno y Toruń. En 1233 establecieron una fortaleza en Marienwerder (Kwidzyn). Tras una reñida batalla, los paganos pogesanios fueron derrotados. Con el apoyo de Enrique III de Meissen, en 1236, los cruzados avanzaron hacia el norte a lo largo de ambas orillas del Vístula y forzaron la sumisión de la mayoría de los pomesanios. En 1236, los semigalianos atacaron de nuevo a los cruzados, que retrocedían a Riga después de la batalla de Saule, asesinando a muchos de ellos. Con la aprobación del papa  los caballeros teutónicos asimilaron la Orden de Dobrin y en 1237 a  los Hermanos Livonios de la Espada, después de que fueran casi aniquilados por los lituanos.

Desde la derrota de Muret, la corona aragonesa venía sufriendo un paréntesis de crisis económica que comenzó a reavivarse en 1225, pero la recuperación continuó lentamente hasta el punto de que en 1227, se prohibió cargar mercancías en embarcaciones extranjeras mientras hubiese en el puerto naves catalanas, por lo que los intereses comerciales de Génova y Pisa no pasaban por afrontar los riesgos de la expansión cristiana.

Aunque la necesidad de emprender la conquista contra el islam en Mallorca, de la que se habían apropiado los almohades, se había proclamado en las cortes de Tortosa de 1225, cuya iniciativa comenzó con el fracasado asedio a Peñíscola al no contar con el apoyo aragonés, Jaime I tuvo que afrontar en 1227 una revuelta, sofocada gracias a la intervención de Poncio de Torrella, obispo de la comarca de Tortosa.

En la intensificación de los preparativos y amparado por la bula papal que en 1095 había concedido el papa Urbano II al abuelo de Jaime, Pedro I de Aragón, el papa Gregorio IX despachó el 13 de febrero de 1229 dos documentos en los cuales facultaba su legado para expedir indulgencias en las tierras aragonesas a los que organizasen mesnadas hostiles contra los musulmanes, al tiempo que recordaba a las localidades costeras de Génova, Pisa y Marsella que, se había impuesto un veto comercial de materiales estratégicos con los infieles mallorquines. La expedición tendría, por tanto la característica de una cruzada contra Mayurqa (Mallorca).

La negativa aragonesa produjo gran disgusto al rey pero al llegar a Barcelona, comprobó con júbilo que se había preparado una poderosa armada. Llegado el día de Santa María de agosto, acudieron junto al rey todos los barones y caballeros de Cataluña a Tarragona y Salou. Entre sus tropas, además de las huestes de los nobles catalanes, contaba Jaime I con los caballeros de las ordenes del Temple y del Hospital, y con la presencia de almogávares mercenarios. 

El 5 de septiembre de 1229 la expedición partía rumbo a Mallorca, desde Salou, Cambrils y Tarragona, con una flota formada por más de 150 naves, la mayor parte de ellas catalanas. El  valí de la isla, Abú Yahya, no obtuvo apoyo militar, ni de la península, ni del norte de África, por lo que intentó dificultar lo máximo posible el avance cristiano hacia la capital.

El viaje hacia la isla estuvo dificultado por una fuerte tormenta , pero finalmente, luego de tres días, entre el viernes 7 de septiembre y parte del sábado, la totalidad de la flota cristiana arribó al islote Pantaleu, y permaneció fondeada en la Dragonera. Una vez alcanzada la bahía de Santa Ponsatras el desembarco se produjo el primer enfrentamiento armado que acabó con una victoria cristiana.El ejército cristiano acampó en la zona conocida actualmente como la La Porrassa.

 Mientras tanto, el grueso de las fuerzas del valí avanzaban hacia Santa Ponsa. El 12 de septiembre, en la sierra de Na Burguesa tuvo lugar la batalla de Portopí, que fue el principal enfrentamiento armado en terreno abierto entre las tropas cristianas y las musulmanas; y en el que el rey y su ejército derrotan a los musulmanes, que se retiran hacia la ciudad de Madîna Mayûrqa. La victoria abrió camino a la Hueste de Guillermo II de Bearne para iniciar el asedio de Madîna Mayûrqa.

Los cruzados establecieron el campamento al noreste de la ciudad, e instalaron la maquinaria de asediocatapultas, un fundíbulo y una mangana, que inmediatamente comenzaron a atacar la ciudad,​ que esperaba la ayuda de Abu Zakariyya Yahya I, gobernador almohade de Ifriquiya de la dinastía háfsida. Tras duros combates que se prolongaron durante meses de asedio, los cristianos llegaron al pie de la primera torre de la muralla de la Madîna, que fue excavada y apuntalada, para a continuación quemar los puntales haciendo caer la torre. El 31 de diciembre se conquista por completo Madina Mayurqa.

Gracias a las disputas internas entre los conquistadores derivadas del reparto del botín, los musulmanes que lograron huir pudieron organizarse en las montañas septentrionales de Mallorca y resistir durante dos años, hasta mediados de 1232, cuando finalizó la conquista total del territorio. Sin embargo, la mayoría de la población musulmana no ofreció demasiada resistencia y permaneció desunida, facilitando la invasión.

Durante el periodo del 31 de diciembre de 1229 al 30 de octubre de 1230 se tomaron las poblaciones situadas en el LlanoMigjornLevante y el nordeste de la isla. Finalmente, los que no lograron huir al norte de África o a Menorca fueron reducidos y convertidos en esclavos, aunque algunos pocos lograron mantenerse en sus tierras. El último foco de resistencia, hizo que Jaime I volviese de nuevo a la isla en mayo de 1232, cuando unos 2000 musulmanes que se habían amparado en las montañas no permitieron entregarse ni rendirse a otro que no fuera el mismo Jaime I.

Tras la muerte de Gengis en el año 1227,su Imperio fue dividido en cuatro kanatos, para sus otros tantos de sus hijos. Bajo el segundo janOgodei, continuaron la expansión. Las hordas mongolas a las órdenes de Batú Kan y Subotai, conocidas como la Horda de Oro, cruzaron el río Volga e invadieron la Bulgaria del Volga en el otoño de 1236. Les tomó un año extinguir la resistencia de los búlgaros del Volgacumanos y alanos.

En noviembre de 1237, Batú Kan envió sus embajadores a la corte de Yuri II de Vladímir a exigir su sumisión. Un mes más adelante, los mongoles sitiaron Riazán. Alarmado por las noticias, Yuri II envió a sus hijos para detener a los invasores, pero fueron derrotados.

Arrasadas Kolomna y Moscú, la horda puso sitio a Vladímir el 4 de febrero de 1238. Tres días después, la capital del Principado de Vladímir-Súzdal fue tomada y quemada. Cruzando el Volga, el príncipe reunió un nuevo ejército que fue exterminado totalmente por los mongoles en la batalla del río Sit el 4 de marzo de 1238. Las únicas ciudades que escaparon a la destrucción fueron Nóvgorod y Pskov.

Batú Kan devastó Crimea y «pacificó» Mordovia. En 1239, saqueó Chernígov y Pereslavl-Zaleski. Después de muchos días del sitio, tomó Kiev en diciembre de 1240. A pesar de la resistencia feroz del príncipe Daniel de Galitzia, Batú Kan conquistó dos de sus ciudades, Hálych y Volodímir-Volinski

El tratado firmado por al-Kamil y Federico II expiraba en 1239. Por lo tanto, en 1234, el papa Gregorio IX proclamó que una nueva cruzada debería llegar a Tierra Santa en 1239 para garantizar el control cristiano. En su esfuerzo por unir a los cristianos para defender el control territorial de los cruzados en Tierra Santa, Gregorio emitió la bula papal Rachel suum videns, que fue utilizada activamente por frailes mendicantes para promover la cruzada en todos los rincones de la cristiandad. 

La campaña de predicación tuvo un éxito diferente. Mientras que en el Sacro Imperio Germánico y en la península Ibérica se mostró poco entusiasmo por la cruzada de Gregorio, en Hungría, algunos nobles y funcionarios eclesiásticos se involucraron más activamente en la campaña. También apoyaron inicialmente la empresa del papa caballeros y nobles ingleses y franceses. En 1235, Gregorio comenzó numerosos intentos para redirigir total, y luego parcialmente, esa planeada cruzada fuera de Tierra Santa e ir a combatir en cambio la propagación de la herejía en Grecia. 

Gregorio hizo un llamamiento a los cruzados franceses para que luchasen en Constantinopla en lugar de en Tierra Santa. Teobaldo IV de Champaña, rey de Navarra, respondió a la llamada pero terminó negándose a conmutar su voto por Jerusalén.​ El intento de desviar la cruzada para ayudar al Imperio Latino de Constantinopla no tuvo éxito. El emperador latino, Juan de Brienne, permitió en Constantinopla la presencia de un patriarca latino.  La elite militar húngara encabezada por su rey Bela I renunció a ir a Constantinopla para luchar contra los cismáticos invasores Juan III Ducas Vatatzés de NiceaIvan Asen II de Bulgaria.

En diciembre de 1238, Teobaldo recibió fondos de Gregorio para su cruzada a Jerusalén. Los grupos desconectados de barones franceses, entre los que estaban Philippe de NanteuilHugo IV, duque de BorgoñaPedro I, duque de Bretaña, Roberto de Courtenay Gran Mayordomo de FranciaAmaury VI, conde de Montfort, Guigues IV de Forezconde de Nevers, Enrique II, conde de Bar, Guillaume II de Joigny, entre otros, se reunieron en Lyon y Teobaldo de Champaña fue designado líder de la expedición.

El emperador Federico II, temeroso de que los musulmanes tomarán pretexto de la nueva cruzada para recuperar Jerusalén, pidió a los cruzados que pospusieran su partida en un año, a cambio de su participación o de la de su hijo Conrado. Pero un nuevo conflicto lo opuso al papa, que lo excomulgó en marzo de 1239, impidiéndole llevar a cabo ese proyecto. Consecuencia de ello fue que los cruzados ya no podrían usar el puerto de Brindisi, que estaba en territorio imperial. 

Se embarcaron en agosto de 1239 en Marsella la mayoría de ellos, aunque una pequeña parte eligió Aigues-Mortes.  Teobaldo llegó a Acre el 1 de septiembre y pronto se le unieron aquellos cruzados que habían sido dispersados por una tormenta. Allí se encontraron con un consejo de potentados cristianos locales, siendo los más prominentes Gualterio de Brienne, Odo de MontbéliardBalián de BeirutJuan de Arsuf y Balián de Sidón. A Teobaldo también se le unieron algunos cruzados llegados del reino de Chipre.

Teobaldo, rechazando cualquier alianza con los musulmanes, decidió ocupar las ruinas de Ascalon y luego marchar sobre Damasco. Pedro I de Bretaña y su teniente Raul de Soissons se separaron para llevar a cabo un raid.

La victoria menor de Pedro pronto sería eclipsada por una triste derrota. Cuando el ejército completo llegó a Jaffa otra partida quiso realizar su propia incursión. Los líderes de este desafiante grupo fueron Enrique II de Bar, Amaury VI de Montfort y Hugo IV de Borgoña, junto con cuatro de los principales señores locales, Gualterio de Brienne, Balián de Sidón, Juan de Arsuf y Odo de Montbéliard. El grupo combatió pronto contra una fuerza egipcia en Gaza. El contingente fue derrotado antes de que las fuerzas de Teobaldo pudieran llegar para rescatarlos.

Alrededor de un mes después de la batalla en Gaza, el malik del emirato de Transjordania marchó sobre Jerusalén. Después de un mes de estar encerrados en la Torre de David, la guarnición de la ciudadela se rindió y Jerusalén pasó a manos musulmanas.

 El Imperio ayubí pronto se precipitó en una guerra civil y al-Adil II tuvo que ceder Damasco a su hermano as-Salih Ayyub antes de la llegada de los cruzados. Se concluyó  un tratado por el cual el reino de Jerusalén recuperaba Jerusalén, más Belén, Nazaret y la mayor parte de la región de Galilea con muchos castillos templarios, como Beaufort.

El 10 de junio de 1240, Ricardo, primer conde de Cornualles dejó Inglaterra con una pequeña hueste de cruzados. Ricardo y esta segunda hueste cruzada no vieron ningún combate, pero completaron las negociaciones para una tregua con los líderes ayubíes hecha por Teobaldo solo unos meses antes durante la primera oleada de la cruzada. Los cruzados debieron su éxito más a la diplomacia que a la lucha, y el reino de Jerusalén prácticamente regresó a sus fronteras.

En el verano de 1239, el rey húngaro Bela sí permitió que el heredero del imperio latino, Balduino de Courtenay, cruzara la frontera húngara, pero se negó a unirse a Balduino en su camino hacia Constantinopla. Balduino viajó a Constantinopla con un pequeño ejército y fue coronado emperador en 1240, después de lo cual lanzó su cruzada. Balduino luego sitió y capturó Tzurulum, que estaba en la confluencia de dos grandes rutas: una llegaba desde Tesalónica y la otra desde Adrianópolis. A pesar de la posesión de Tzurulum por Balduino, el Imperio Latino siguió dependiendo de la ayuda occidental hasta su colapso.

 En 1240 aún intentaría Trencavel recuperar sus antiguos dominios a la cabeza de un ejércitos de faydits (caballeros occitanos favorables al catarismo y desposeídos de sus dominios) de Rasez, el Carcasonés y Fenolleda apoyados por infantería aragonesa, pero en lugar de aprovechar el efecto sorpresa y dirigirse directamente a Carcasona, hacen acto de presencia en las fortalezas de la comarca de Minerve, la Montaña Negra y las Corbières, dando tiempo al senescal de Carcasona  a reforzar sus defensas.

En 1242 Raimundo VII de Tolosa con el apoyo de Trencavel, Almaric vizconde de Narbona y el conde de Foix se apropia de Rasez y a continuación del Minervois y Albi antes de entrar en Narbona. Los franceses resisten en Carcasona y Béziers, y las llamadas de Raimundo VII al alzamiento occitano y sus peticiones de ayuda a los duques de Bretaña, condes de Provenza y al rey de Aragón son desoídas. Luis IX se pone en marcha hacia el Languedoc a la cabeza de sus ejércitos obligando una vez más al conde tolosano a capitular. En enero de 1243 Raimundo VII hace acto de sumisión a Luis IX y es imitado por el conde de Foix y el vizconde de Narbona.

Pese a la derrota de los señores feudales, la herejía cátara siguió presente en el Mediodía. Para terminar de extirparla la Iglesia crea la Inquisición, que en un principio se centrará en reprimir a cátaros y valdenses. Su presencia es motivo de distintos alzamientos populares y de que los cátaros se retiren paulatinamente a fortalezas apartadas con la esperanza de sobrevivir alejados de las fuentes militares del conflicto. La caída de estos castillos y fortalezas, como la de Montsegur en 1244 y la de Quéribus en 1255, causará las últimas matanzas de la guerra y el fin del catarismo.

La bula promulgada por Gregorio IX iba también contra los finlandeses, que se habían rebelado contra el catolicismo, y para convertir a los rusos ortodoxos. Así se formó un gran ejército sueco al mando del yerno del rey de Suecia, Birger Jarl, fundador de la ciudad de Estocolmo. En 1240 los suecos desembarcaron en el río Nevá. Sus campañas fracasaron con la batalla del Nevá en la que Alejandro Nevski, hijo del gran duque Yaroslav II, quien gobernaba en Nóvgorod, los derrotó y obtuvo el sobrenombre de Aleksandr Nevski, esto es, Alejandro del Nevá.

Aprovechando la invasión mongola de la Rus de Kiev, los Caballeros de la Orden Teutónica, aliados con daneses y suecos, comenzaron a atacar los territorios novgorodianos invadiendo las ciudades de Pskov, Yúriev, Izborsk y Koporye en el otoño de 1240. Cuando se aproximaron a Nóvgorod, los ciudadanos locales llamaron a la ciudad a Alejandro Nevski, que había sido desterrado a Pereslavl. Durante la campaña de 1241, Alejandro Nevski logró recuperar Pskov y Koporye de los cruzados. En 1242 se produce la batalla del lago Peipus, en la que la derrota de la Orden Teutónica se transformó en catástrofe.

 Los mongoles invadieron Europa con tres ejércitos. Uno de los tres ejércitos tenía la tarea de distraer a Polonia, antes de unirse a la fuerza principal mongola que invadía Hungría. Ese ejército, bajo BaidarKadan y Orda Khan, comenzó las operaciones de reconocimiento a fines de 1240. Aunque las fuerzas totales polacas eran mucho más numerosas que los mongoles, estos atacaron desde múltiples ejes antes de que los ejércitos polacos pudieran fusionarse en una fuerza unida. Como resultado, los mongoles derrotaron a los múltiples ejércitos polacos en varias batallas y escaramuzas antes de que tuvieran tiempo de organizarse adecuadamente.

El ejército mongol partió de la recientemente conquistada Volodymyr-Volynskyi y primero saqueó Lublin, luego asedió y saqueó Sandomierz y después sus fuerzas se separaron. Baidar y Kadan arrasaron la Pequeña Polonia, derrotando a un contingente polaco en la batalla de Chmielnik; y las fuerzas de Orda devastaron Polonia central, llegando tan al norte como Łęczyca, antes de girar al sur y dirigirse hacia Wrocław.

 Enrique II el Piadoso, reunió sus fuerzas y aliados alrededor de Legnica. Enrique, para reunir más fuerzas, incluso sacrificó una de las ciudades más grandes de SilesiaWrocław (Breslau), abandonándola a los mongoles.​ Enrique también estaba esperando a Wenceslao I de Bohemia, que venía en su ayuda con un gran ejército.

Los mongoles alcanzaron a Enrique cerca de Legnica que, además de sus propias fuerzas, fue ayudado por Miecislao II el Gordo, así como miembros de las órdenes militares y un pequeño número de voluntarios. En la batalla de Legnica el ejército de Enrique el Piadoso quedó totalmente aniquilado. A pesar de que ganaron los mongoles, y se aseguraron de que Polonia no intentaría nada para acudir en auxilio de sus vecinos, su inestabilidad interna les impidió seguir avanzando hacia Occidente. La invasión mongola afectó a las principales ciudades de Europa oriental con la excepción de Nóvgorod y Pskov.

 

Después de la invasión mongola de la Rus de Kiev, muchos pueblos cumanokipchakos fueron expulsados desde su estepa hacia más al oeste o al sur. Una de esas tribus era la de Khan Köten. Köten buscó asilo en el cercano reino de Hungría; el rey respondió que podrían hacerlo si los cumanos se convertían al catolicismo y lo reconocían como su señor supremo, proporcionando servicio militar.

Köten aceptó las condiciones prometiendo convertirse al cristianismo y luchar contra los mongoles (los húngaros los llamaban «tártaros«)​ El rey rápidamente les dio permiso para establecerse en las llanuras a lo largo del río Tisza.

Cinco ejércitos mongoles separados invadieron Hungría en 1241. El ejército principal, comandado por Batu y Subutai, cruzó el paso Verecke. El ejército de Kadan y Büri atravesó el paso de Tihuţa. Dos fuerzas más pequeñas se adentraron en Hungría desde el sudeste. El ejército bajo el mando de Orda y Baidar invadió Hungría desde el noroeste. Durante el verano y el otoño de 1241, la mayoría de las fuerzas mongolas descansaban en la llanura húngara.

Béla IV comenzó a movilizar a sus huestes y envió sus tropas, incluidas las cumanas, a PestFederico II Babenberg, duque de Austria y Estiria, también se unió a estos ejércitos para prestarles ayuda, así como un ejército de caballeros templarios y de Caballeros hospitalarios estefanitas. Justo entonces el conflicto entre cumanos y húngaros dio lugar a numerosos disturbios, en los que el kan cumano, Köten fue asesinado. Finalmente, el rey decidió ofrecer batalla a los mongoles y el ejército húngaro los alcanzó en el río Sajó, donde ocurrió la batalla de Mohi.

A finales de marzo de 1242, los mongoles comenzaron a retirarse. La razón que supuestamente obligó a los mongoles a retirarse, según la crónica de Giovanni da Pian del Carpine, quien después de visitar la corte mongola, declaró que los mongoles se retiraron por la muerte del Gran Khan Ogodei. Sin embargo, Rashid Al-Din, un alto ministro e historiador del Ilkhanato mongol, declara específicamente que Batu no sabía nada acerca de la muerte de Ogedei cuando decidió retirarse. Afirma que se retiraron de Hungría para sofocar una rebelión cumana.

Pero las verdaderas razones de la retirada mongola no se conocen del todo, aunque se han propuesto numerosas explicaciones. En su retirada  los tumens mongoles liderados por Batú Kan y Kadan invadieron Serbia y luego Bulgaria en la primavera de 1242 después de derrotar a los húngaros en la batalla de Mohi y asolar las regiones húngaras de CroaciaDalmacia y Bosnia. El paso de los mongoles obligó a los húngaros a evacuar esta última región, que había sido ocupada por cruzados opuestos a la Iglesia de Bosnia.

En el verano de 1242, un ejército mongol invadió el Imperio latino de Constantinopla. El ejército, un destacamento del ejército al mando de Kadan que entonces devastaba Bulgaria, ingresó en el territorio del imperio desde el norte. Fue enfrentado por el emperador Balduino II, que resultó victorioso en un primer encuentro, pero que posteriormente fue derrotado. Los encuentros probablemente tuvieron lugar en Tracia. La derrota de Balduino frente a los mongoles precipitó un cambio de poder en la órbita del mar Egeo.

Desde el Ilkanato, fundado por el nieto de Gengis, Hulagu Kan, los mongoles invadieron Anatolia en 1241. Esta invasión fue una campaña que culminó con la batalla de Köse Dağ. Los selyúcidas del sultanato de Rum se rindieron en 1243 y los mongoles ejercieron un poder efectivo sobre Anatolia hasta la caída del Ilkanato.

Esta invasión vino precedida por la que efectuaron sobre el Imperio corasmio, que duró desde 1219 hasta 1221, y que tuvo como consecuencia que en 1244 los musulmanes corasmios, aliados al sultán ayubí de Egipto al-Salih Ayyub, recorrieran Siria y Palestina y conquistaran y saquearan Jerusalén.

Este hecho no causó el gran impacto que en ocasiones anteriores, ya que Jerusalén había cambiado de mano varias veces. La llamada a la cruzada, por tanto, no fue inmediata ni generalizada. Los monarcas europeos estaban ocupados en sus asuntos internos, por lo que solamente el rey de Francia, Luis IX (San Luis), declaró su intención de tomar la cruz. Luis IX asistió al primer concilio ecuménico latino de Lyon (reunido en 1245 y presidido por el papa Inocencio IV, expulsado de Italia por Federico II) que, además de deponer y excomulgar al emperador Federico, convocó una cruzada (que sería la séptima a Tierra Santa) cuyo mando se entregó a Luis IX.

El plan de los cruzados, fundamentalmente franceses, era conquistar Egipto o al menos el delta del Nilo, bien para asentarse en él o como moneda de cambio para recuperar Jerusalén y los territorios palestinos perdidos por las últimas derrotas. Los preparativos de Luis fueron largos: tardó tres años en estar listo para empezar la campaña.​

Tuvo que recaudar impuestos especiales para sufragarla, organizar el gobierno del reino durante su ausencia, asegurar que el rey de Inglaterra mantuviese la paz durante su ausencia en Tierra Santa y que Federico, con quien las relaciones eran algo tensas, colaborase para obtener el permiso del rey de Jerusalén para penetrar en su reino. Hubo además de tratar con Génova y Marsella para obtener los barcos necesarios para la travesía a Levante; el pacto con estas empeoró las relaciones con Venecia, que veía con malos ojos una empresa que podía perjudicar el lucrativo comercio que mantenía con Egipto.

Por fin, Luis partió de París el 12 de agosto de 1248 y el 25 del mismo mes zarpó de Aigues-Mortes. El grueso de la flota  partió de los puertos de Marsella​ y Aigues-Mortes en 1248. Al rey lo acompañaban la reina, dos de sus hermanos, dos primos y otros destacados miembros de la nobleza francesa. Los cruzados fueron en primer lugar a Chipre, adonde arribaron el 17 de septiembre, atracando en Limasol.

Allí acudieron los grandes maestres del Temple y del Hospital, así como diversos barones de Siria; todos recibieron la hospitalidad del rey de Chipre. Los cruzados pasaron el invierno en la isla, negociando con los mongoles una alianza contra los ayubíes, que no llegó a cuajar.

Los jefes cristianos decidieron que su objetivo sería Egipto. Luis deseaba atacar de inmediato, pero los magnates de la región lo disuadieron, alegando las peligrosas tormentas del invierno en la región. Deseaban además que Luis interviniese en las disputas regionales, que enfrentaban a distintos miembros de la familia ayubí y en la que los jefes cristianos participaban, pero no lo lograron.

Luis y sus huestes no pudieron pasar a tierra firme hasta finales de mayo, cuando cesaron los combates entre pisanos, genoveses y venecianos y el rey obtuvo los barcos necesarios para la travesía hasta Egipto. A comienzos de mayo, en Limasol se habían reunido ciento veinte grandes naves de transporte, amén de otras de menor porte, aunque cuando la flota zarpó a finales de mes, una tormenta la desbarató, e hizo que a Luis solo lo acompañase un cuarto de las tropas. El resto fue uniéndose paulatinamente a este grupo en la costa egipcia.

El ataque se centraría en primer lugar en la ciudad de Damietta, que ofreció poca resistencia a los cruzados. Arribaron a las costas egipcias el 5 de junio de 1249 y conquistaron Damieta al día siguiente. El sultán egipcio, al-Salih Ayyub, había regresado de Siria y acampó con su ejército en El Mansurá, ante la noticia de la próxima llegada de los cruzados. Las inundaciones del Nilo volvieron a intervenir en contra de los occidentales, obligándolos a permanecer en la ciudad hasta el 20 de noviembre.

El rey Luis rechazó la propuesta del sultán, que estaba gravemente enfermo, de intercambiar Damieta por Jerusalén. Los egipcios aumentaron el acoso a los cruzados. El 24 de octubre llegó Alfonso de Poitou con refuerzos venidos de Francia. El duque Pedro de Bretaña, apoyado por los barones de Levante, propuso conquistar Alejandría para adueñarse del litoral mediterráneo de Egipto y obligar a pactar al sultán, pero Roberto de Artois se opuso con vehemencia a este plan y el rey finalmente optó por respaldar a su hermano.

El 20 de noviembre, Luis marchó hacia El Cairo, dejando una gran guarnición para proteger Damieta. El 23 falleció el sultán al-Salih, y los ayubíes sufrieron un serio revés: el heredero se encontraba lejos, en al-Yazira, y una junta tomó el poder mientras aquel llegaba a la región. La caballería egipcia hostigaba a las fuerzas del rey Luis, pero no pudo detenerlas. El 21 de diciembre, los cruzados apenas habían recorrido un tercio de la distancia que separa Damieta de El Cairo y habían llegado ante la ciudad del El Mansurá.

El ejército egipcio, que acampaba en torno a la ciudad, vigilaba los vados. Los francos rechazaron un intento egipcio de atacarlos por la retaguardia, pero no consiguieron construir un dique para cruzar el canal por el continuo hostigamiento del enemigo, que empleaba fuego griego. El 7 de febrero de 1250, Roberto de Artois, logró cruzar el canal por uno de los vados. El duque de Borgoña quedó guardando el campamento mientras que el rey partía a cruzar el canal. Roberto decidió asaltar de inmediato el desprevenido campamento enemigo. Los cruzados consiguieron entrar con facilidad en la ciudad pero, una vez dentro, los mamelucos improvisaron una defensa en las callejuelas; gran parte de los cruzados, incluido el hermano del soberano francés, fallecieron en estos combates. 

Mientras, el grueso del ejército cruzado alcanzó también la orilla sur del Nilo. Luis logró repeler los asaltos egipcios pero para entonces el ejército egipcio se había repuesto totalmente de la sorpresa, y se enfrentó con las huestes de Luis en la batalla de Mansura, cuyo resultado resultó incierto, el 11 de febrero.

A finales de febrero, el nuevo sultán, Turan Shah, llegó a Egipto y se hizo con el poder, aunque para entonces la victoria se atribuía a los mamelucos. El 5 de abril, el monarca francés decidió ordenar la retirada a Damieta. Sus fuerzas habían quedado diezmadas por el hambre, la disentería y el tifus.​ Tardíamente, el rey se decidió a aceptar la oferta del fallecido al-Salih que antes había rechazado, pero para entonces los egipcios, sabedores de la debilidad enemiga, se negaron a ello.​ Las huestes cruzadas, desbaratadas, no alcanzaron sin embargo su destino y tuvieron que rendirse a los egipcios el 6 de abril. El rey cayó enfermo de disentería y él y el grueso de sus tropas quedaron cautivos.

Luis tuvo que acceder a pagar un millón de besantes y devolver Damieta el 30 de abril para recuperar la libertad. El 2 de mayo,​ los mamelucos asesinaron al sultán y parte del ejército egipcio exigió que se pasase a los cautivos cruzados por las armas.​ Sin embargo, finalmente se acordó que se los liberase a cambio de un rescate de un millón de dinares y de la entrega de Damieta. El rescate original se redujo luego a cuatrocientas mil libras tornesas y Damieta se entregó a unidades egipcias el día 6.El 7 de ese mes, Luis y el resto de sus tropas abandonaron Egipto, dirigiéndose a Acre, capital de lo que quedaba del reino de Jerusalén.

Llegado a Acre, consultó con los señores que lo acompañaban sobre la conveniencia de seguir en Tierra Santa o retornar a Francia. Finalmente, decidió permanecer en el Levante, que había perdido gran parte de sus fuerzas militares en la desastrosa campaña egipcia.​ La mayoría de los nobles que habían venido a la cruzada, incluidos los hermanos del rey, volvieron a Europa a mediados de julio.​ Con el monarca francés solo permanecieron unos mil cuatrocientos soldados.​ Ante la ausencia del rey Conrado, la muerte de la regente Alicia y la inclinación a ceder el poder a Luis del nuevo regente —Juan de Arsuf, hermano del rey de Chipre—, el soberano francés se hizo con el gobierno del territorio.

​ An-Nasir Yusuf, bisnieto de Saladino y señor de Homs y Alepo, se apoderó de Damasco el 9 de julio y trató en vano de aliarse con el rey francés. Como el fracaso de la invasión siria de Egipto en el invierno de 1250-1251 llevó a que el sultán damasceno tratase nuevamente de concertarse con Luis, este empleó estos contactos para obtener mejores condiciones de los mamelucos egipcios y consiguió que liberasen a todos los cautivos y prometiesen entregarle los territorios hasta el Jordán a cambio de trescientos prisioneros musulmanes y la alianza contra los ayubíes de Damasco.

La grave situación en Francia, agudizada tras la muerte de la regente Blanca de Castilla, obligó a Luis a retornar a su reino. Enrique III de Inglaterra mantenía una actitud hostil y olvidaba sus promesas de cruzada, el condado de Flandes se hallaba sumido en una guerra civil y los vasallos del rey cada día estaban más levantiscos.​ El 24 de abril de 1254, zarpó de Acre y, tras diversas peripecias, alcanzó Francia en julio. Aunque reforzó las defensas del reino, las pérdidas militares de la cruzada acaudillada por Luis lo debilitaron.​ Poco después de su marcha, estalló una guerra civil debida principalmente a la rivalidad entre las repúblicas italianas en la que se vieron envueltos los señores levantinos. Con el retorno del rey a sus tierras, la cruzada concluyó en un fracaso para los europeos, sin embargo el prestigió de Luis aumentó. 

Cuando la noticia del apresamiento de Luis IX llega a Europa provoca incredulidad. ¿Cómo podría un rey tan piadoso ser abandonado por el único Dios verdadero? La respuesta provino de predicadores populares, en particular un cierto Job, o Jacob o Jacques, monje húngaro de la orden del Císter. Este carismático religioso, llamado el «maestro de Hungría», afirma haber recibido una carta de la Virgen María quien le indica que los poderosos, los ricos y los orgulloso nunca reconquistarán Jerusalén, pero que sólo caerá a los pobres y humildes pastorcillos, que deben ser la guía. El orgullo de la caballería, dice la carta, es desagradable a Dios. El llamamiento solemne se realizó en la Pascua de 1251. Unos pocos pastores y campesinos tomaron la cruz y armados con hachas, cuchillos y estacas se dirigen a París. Al pasar por Amiens, su número quizá llegue a 30.000, mientras que se evalúa en 50.000 cuando llegan París, donde fueron recibidos por la reina regente Blanca de Castilla madre del rey prisionero.

Aunque en principio les muestra su apoyo, el movimiento se revela demasiado peligroso en los planos social y religioso para poder ser aceptado por los dirigentes: acusan a abades y prelados de codicia y orgullo, e incluso los caballeros son acusados de despreciar a los pobres y obtener beneficios de la cruzada. El conflicto con el clero prosigue en varias ciudades (Rouen, Orleans, Tours). En Bourges, los pastores asaltan las juderías siendo reprimidos por las fuerzas reales. Como las ciudades no quieren alimentarlos, en toda la Francia afectada hubo saqueos, por ejemplo en Burdeos, donde Simón V de Montfort los somete con dureza. El movimiento se extiende a Renania y el norte de Italia. La represión es cada vez más feroz y sólo unos pocos sobrevivientes lograron llegar a Marsella embarcando rumbo a Acre, donde se unen a los cruzados, extinguiendo de esta forma la revuelta.

El avance de los caballeros teutónicos en Prusia se vio frenado por el estallido del primer levantamiento prusiano en 1242. Alarmado por la rápida expansión de los cruzados en territorio limítrofe con sus tierras, el duque cristiano Swietopelk de Pomerelia se alió con los prusianos conquistados y apoyó una rebelión armada contra los cruzados. La capacidad de resistencia de la Orden Teutónica se debilitó, ya que llegaban menos cruzados alemanes y los príncipes polacos se peleaban entre sí.

 Aunque las tropas prusianas y pomerelanias capturaron la mayoría de los castillos de la Orden en 1244, carecían de capacidad de asedio para acabar con los caballeros. Swietopelk dejó de ayudar a los prusianos en 1248, mientras que la mayoría de estos aceptaron la paz en el Tratado de Christburgo en febrero de 1249. Aunque la mayoría de las tribus siguieron los términos del tratado, los combates intermitentes continuaron hasta 1253, y los natangianos llegaron a derrotar a la Orden en la batalla de Krücken en noviembre de 1249.

Sobre el año 1250 se pudo realizar una posible expedición militar sueca contra de los tavastianos en Finlandia. Fue liderada por Birger Jarl, noble y regente del territorio sueco. Tras dicha expedición, Tavastia gradualmente comenzó a caer bajo el mandato de la Iglesia católica y el reino sueco.

Después de que los prusianos occidentales fueran colonizados por la fuerza a principios de la década de 1250, los Caballeros Teutónicos continuaron su avance hacia el norte y el este, enfrentándose a continuación a los sambianos de la densamente poblada península de Sambia. El komtur (comendador militarHeinrich Stange de Christburgo dirigió un ejército a través de la laguna del Vístula en 1252, con la intención de atacar Romuva. Sin embargo, los sambianos derrotaron a los cruzados.

Para sustituir a los soldados caídos, el papa y  el nuevo Gran maestre de la Orden Teutónica, comenzaron a predicar una cruzada contra los sambianos. En 1253 redujeron a los galindios que se resistían. Con las tribus resistentes diezmadas, el papa Inocencio IV ordenó a los frailes de la Orden Dominicana que predicaran la cruzada, y la Orden envió embajadas a los reyes de Hungría, Bohemia y a los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico. El ejército cruzado incluía a bohemios y austriacos bajo el mando del rey Otakar II de Bohemiamoravos bajo el obispo Bruno de Olmützsajones bajo el margrave Otón III de Brandeburgo, y un contingente traído por Rodolfo I de Habsburgo.

 Los cruzados avanzaron hacia Tapiau (Gvardeysk) y a los sambianos que aceptaron el bautismo se les respetó la vida, pero los que se resistieron fueron exterminados en masa. Sambia fue conquistada en enero de 1255 en una campaña que duró menos de un mes.  Los caballeros teutónicos construyeron un castillo junto al río  Pregolia para protegerse y poder continuar la colonización de los  sudoviosnadruvianos y escalovianos. Con la ayuda de las levas sambianas, la Orden Teutónica avanzó más en Natangia.

La Orden de Livonia había estado invadiendo e intentando colonizar Samogitia, que estaba al noreste de los prusianos. Los nativos de Samogitia pactaron una tregua de dos años con la Orden en 1259. En ese mismo año, los samogitios decidieron conservar la independencia de su religión precristiana. También en ese año, derrotaron a la Orden de Livonia en la batalla de Skuodas, y después infligieron una aplastante derrota a los cruzados en la batalla de Durbe en 1260.

La victoria inspiró a los prusianos a rebelarse de nuevo, iniciando el Gran Levantamiento Prusiano ese mismo año. A pesar de sus anexiones territoriales en Prusia, el principal objetivo de los caballeros teutónicos seguía siendo Tierra Santa, y pocos refuerzos pudieron ser asignados para completar la cristianización de lo que entonces se conocía como Sarmatia Europea

Los príncipes alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico estaban distraídos por la sucesión imperial, y pocos cruzados acudieron en ayuda de los Hermanos Prusianos; los primeros refuerzos fueron derrotados en la batalla de Pokarwis en 1261. La Orden vio destruidos la mayoría de sus castillos prusianos a principios de la década de 1260. Además de Prusia, los nativos también asaltaron Livonia, Polonia y Volinia.

La Orden teutónica comenzó a frenar la resistencia prusiana con la ayuda de Alberto I de Brunswick-Luneburgo y de Enrique III, landgrave de Turingia, en 1265. Al año siguiente, los margraves Otón III y Juan I de Brandeburgo proporcionaron refuerzos cruzados alemanes. El rey Otakar II de Bohemia volvió brevemente a Prusia en 1267-1268, pero fue disuadido por el mal tiempo, mientras que Dietrich von Landsberg, hijo del margrave de Meissen, también hizo campaña con la Orden en 1272. Los cruzados fueron matando o forzando la rendición de cada uno de los jefes militares de las tribus prusianas, al tiempo que exterminaban a la población nativa en masa si se negaba a convertirse al cristianismo. 

Como resultado del levantamiento, muchos prusianos nativos perdieron algunos de los derechos que habían recibido en el Tratado de Christburgo y posteriormente fueron reducidos a la esclavitud. Numerosos prusianos huyeron al Gran Ducado de Lituania o a Sudovia, mientras que otros fueron reasentados a la fuerza por los cruzados.

Los osilianos, una vez más renunciaron al cristianismo y mataron a todos los alemanes en la isla. Un tratado de paz se firmó después de que la unión de fuerzas de la Orden Livona, el obispado de Ösel-Wiek y la Estonia danesa, incluyendo la parte continental de estonios y letones, derrotara a los osilianos.

En 1260, los curonios estuvieron implicados en la batalla de Durbe. Fueron forzados a luchar en el lado de los cruzados. Cuando la batalla empezó, los curonios abandonaron a los caballeros. Peter von Dusburg alegó que incluso atacaron a la retaguardia de los Caballeros. Los estonios  pronto siguieron a los curonios y abandonaron también a los Caballeros, lo que permitió a los samogitios obtener la victoria sobre la Orden Livona. La resistencia curonia fue finalmente sometida en 1266, cuando la totalidad de Curlandia se repartió entre la Orden Livona y el arzobispo de Riga. 

 El Imperio latino fue auxiliado por otros estados cruzados establecidos en el territorio bizantino después de 1204, así como la República de Venecia, mientras que Nicea fue apoyado ocasionalmente por el Imperio búlgaro, y también buscó la ayuda del rival de Venecia, la República de Génova. El conflicto también involucró al estado griego de Epiro, que también reclamó la herencia bizantina y se opuso a la hegemonía nicena.

La reconquista nicena de Constantinopla en 1261 y la restauración del Imperio bizantino bajo la dinastía de los Paleólogos no pusieron fin al conflicto, ya que los bizantinos lanzaron esfuerzos por reconquistar el sur de Grecia (el principado de Acaya y el ducado de Atenas) y las islas del mar Egeo hasta el siglo xv, mientras que las potencias latinas, encabezadas por el reino angevino de Nápoles, intentaron restaurar el Imperio latino y lanzaron ataques contra el Imperio bizantino.

En 1258, los mongoles del Ilkanato liderado por Hulagu, capturaron Bagdad , destruyendo la dinastía abasí. Luego de Bagdad, los mongoles junto con algunos cristianos de GeorgiaCilicia Armenia, y Antioquía, se dispusieron a conquistar Siria, que estaba regida por la dinastía ayubí. Tomaron la ciudad de Alepo, y el 1 de marzo de 1260, conquistaron Damasco,​ destruyendo también la dinastía ayubí.

Habiendo desaparecido los centros del poder islámico de Bagdad y Damasco, El Cairo, bajo el control de los mamelucos, se transformó en el centro del poder islámico. Probablemente los mongoles hubieran continuado su avance a través de Palestina hacia Egipto, pero debieron detener su invasión a causa de conflictos internos en Turkestan. Hulagu partió con el grueso de sus tropas, dejando al  general cristiano nestoriano Kitbuqa, ocupando el territorio conquistado.

Kitbuqa continuó la ofensiva, tomando las ciudades de Baalbekal-Subayba, y Ajlun y enviando avanzadas mongoles a Palestina, llegando hasta Ascalón y posiblemente Jerusalén. En Gaza se estableció un regimiento mongol mientras que otro grupo se asentó en Nablus. Hulagu también le envió el mensaje al rey Luis IX de Francia, de que habían entregado Jerusalén a los cristianos.

Después de retirarse desde Siria hasta El Cairo, los mamelucos egipcios negociaron con los francos del Reino de Jerusalén en Acre. Los francos consideraban a los mongoles una amenaza mayor que a los musulmanes, por eso a las fuerzas mamelucas se les permitió atravesar territorio cruzado. Los mamelucos consiguieron una importante victoria en la batalla de Ain Yalut en Galilea

Entre los años 1265 y 1268, los mamelucos egipcios acaudillados por el sultán Baibars conquistaron gran parte de los territorios de los Estados cruzados de Levante. Baibars resultó el mayor azote de los cruzados desde los tiempos de Saladino y selló su eliminación del Levante. El Oriente Próximo cristiano vivía una época de disputas entre las órdenes religiosas que debían defenderlo, así como entre comerciantes genoveses y venecianos.

Luis IX de Francia una vez más organizó otra cruzada que debería partir hacia Egipto, donde gobernaba la nueva dinastía mameluca. Pese a la grave situación del Levante cristiano, Carlos de Anjou, hermano del rey Luis, convenció a este para dirigir su nueva cruzada no al Levante, sino a Túnez, donde afirmó que el emir local estaba dispuesto a abandonar el islam y convertirse al cristianismo.​ A pesar de la oposición de algunos estrechos colaboradores del rey a la empresa propuesta por su hermano, este la aceptó.

La expedición partió de Aigues-Mortes el 1 de julio de 1270. Acompañaban al rey sus tres hijos, su yerno Teobaldo II de Navarra, su sobrino Roberto de Artois y varios condes. La escuadra arribó frente a Cartago el 18 de julio, en pleno verano magrebí.​ En contra de lo esperado, el emir no se convirtió, sino que se aprestó para defenderse de la invasión. El clima y las epidemias diezmaron pronto las huestes de Luis.​ Cuando Carlos llegó con refuerzos el 25 de agosto, se enteró de que el rey acababa de fallecer. Dos hijos del rey yacían también moribundos.​

El vigor de Carlos al mando de la expedición permitió que en otoño se realizase la evacuación, tras el pago de un oneroso rescate por parte del emir.​ El hijo del rey, Felipe el Audaz, firmó un tratado de paz con el sultán y volvió a Europa. ​

Entre 1271-1272 tuvo lugar la expedición del príncipe Eduardo de Inglaterra, Eduardo I, considerada la novena cruzada a Tierra Santa, aunque forma parte de la anterior. El rey de Inglaterra, Enrique III, había hecho votos hacía tiempo de participar en una cruzada pero, ya anciano, permitió que lo hiciera su hijo. La caída de Antioquía le decidió a emprender los preparativos necesarios. El príncipe partió en el verano de 1271. A las fuerzas de Eduardo se unieron algunas tropas más mandadas por su hermano Edmundo de Lancaster. Viajan también un contingente bretón acaudillado por su conde y otro mandado por el obispo de Lieja.

El plan inicial de Eduardo había sido el de unirse a Luis IX de Francia en Túnez y seguir con él hasta Tierra Santa. Sin embargo, para cuando llegó allí, el monarca francés había muerto y las huestes francesas se alistaban para volver a su tierra, lo que desbarató el plan. Eduardo pasó con sus fuerzas a Sicilia, donde pasó el invierno. Tras hacer escala en Chipre, arribó a Acre el 9 de mayo. Allí se le unieron Bohemundo VI de Antioquía y Hugo III de Chipre.

​Eduardo era consciente de la debilidad de sus propias fuerzas para acometer por sí solo al sultán egipcio, por lo que contaba con reunir en torno a sí a los cristianos de Levante y aliarse con los mongoles del Ilkanato para hacerlo.​ Al llegar a Levante, se encontró con las rencillas que dividían a los distintos señores de la región y con el floreciente comercio que venecianos y genoveses mantenían con el sultán.  La cooperación mongola también fue escasa para lo que esperaba el príncipe inglés. A pesar de todo, el ilkán Abaqa Kan prometió enviar fuerzas para colaborar con los cruzados. En el invierno de 1271-1272, el obispo de Lieja abandonó la campaña y regresó a Europa, ya que se le había elegido papa (escogió el nombre de Gregorio X ).

Eduardo se limitó a realizar algunas correrías fronterizas. En octubre por fin cruzaron la frontera diez mil jinetes mongoles de las fuerzas que el ilkán tenía en Anatolia.​ Esta hueste rodeó Aintab y derrotó a las tropas turcomanas de Alepo, cuya guarnición huyó a Hama.​ Las fuerzas mongolas continuaron avanzando hacia Apamea.​ Sin embargo, cuando Baibars, reunió un gran ejército, con refuerzos venidos de Egipto, y marchó hacia el norte a enfrentarse a los invasores, estos se replegaron al norte y cruzaron la frontera del Éufrates.​ Mientras esto sucedía, Eduardo trató de talar la vegetación de la llanura de Sharon y conquistar la pequeña fortaleza enemiga de Qaqun, que le cortaba el camino. La cabalgada, escasa de fuerzas incluso para esta pequeña empresa, resultó un fracaso. Finalmente, tras un año de conflicto, el príncipe Eduardo comprendió que con tan exiguas fuerzas estaba perdiendo el tiempo. La cruzada acabó con la firma de una tregua por diez años y diez meses el 22 de mayo de 1272 en Cesarea.

​En 1270 el Gran Duque de Lituania Traidenis, junto con los semigalianos, atacó Livonia y Saaremaa. Durante la batalla de Karuse en el congelado golfo de Riga, los livonios derrotaron a la Orden de Livonia, matando a su maestre Otto von Lutterberg.

Liderados por Skalmantas durante el Gran Levantamiento, los sudovios saquearon Bartenstein (Bartoszyce). Los caballeros teutónicos planearon entonces avanzar contra Samogitia después de conquistar Escalvia, pero el estallido de una nueva rebelión emprendida por Skomantas de Sudovia retrasó la campaña. En 1276-1277 los sudovios y lituanos asaltaron Culmerland y quemaron asentamientos cerca de los castillos de RehdenMarienwerderZantir y Christburgo. Conrado de Thierberg el Viejo aplastó a un ejército sudovio cerca del bosque de Winse.

La política internacional de Jaime el Conquistador había generado el aislamiento internacional de la Corona de Aragón. Cerradas las posibilidades de expansión en la península ibérica por el Tratado de Almizra, y en el sur de Francia por el tratado de Corbeil, estas necesidades, tanto de la casa de Aragón como de su burguesía mercantil y marinera, hicieron que el rey se fijase en Sicilia como espacio de futuro crecimiento territorial, dada la inestabilidad provocada por ser uno de los escenarios de la guerra entre güelfos y gibelinos.

Manfredo de Sicilia, hijo ilegítimo del emperador Federico II Hohenstaufen, subió al trono del Reino de Sicilia en 1258, y en 1262, Constanza II de Sicilia, hija de Manfredo, se casó con el infante Pedro. Este acercamiento entre la dinastía Hohenstaufen y la casa de Aragón provocó la antipatía del papa Clemente IV que excomulgó a Manfredo. ​El reino de Sicilia pasó a ser un feudo del papado y Clemente IV, preocupado por los avances gibelinos, buscó ayuda en Carlos I de Anjou, el hermano pequeño de su aliado el rey Luis IX de Francia, a quien concedió el reino a cambio de expulsar a Manfredo de sus feudos papales del sur de Italia.

Las tropas del de Anjou entraron en Sicilia y Manfredo murió en la Batalla de Benevento al tiempo que Carlos era coronado rey de Sicilia en Roma. Consolidadas sus fuerzas, Conrado de Sicilia marchó hacia Lucera y el 23 de agosto de 1268, con un ejército multinacional de tropas italianas, castellanas, musulmanas y alemanas se enfrentó a las francesas del nuevo rey en la batalla de Tagliacozzo, donde fue hecho prisionero, muriendo a manos angevinas. Bajo Carlos de Anjou, y su sucesor Carlos II de Nápoles, el norte se privilegió frente al sur e incluso la capital se trasladó de Palermo a Nápoles.

Al inicio de la plegaria de vísperas del 30 de marzo de 1282, comenzó en la Iglesia del Espíritu Santo de Palermo la revuelta conocida como Vísperas Sicilianas. Miles de franceses fueron masacrados en las seis semanas siguientes, y los sicilianos ofrecieron el trono a Pedro el Grande como yerno de Manfredo I. Como resultado de este levantamiento se produjo la división del reino de Sicilia (1282) en el reino de Sicilia peninsular (o reino de Nápoles), bajo dominio angevino, y el reino de Sicilia insular, bajo dominio aragonés.

Mientras Pedro el Grande, con el apoyo económico del emperador Miguel VIII Paleólogo, con quien Carlos estaba enfrentado, entraba en Sicilia por Trapani en septiembre, levantó el sitio de Mesina y pocos días más tarde destruyó la flota angevina en el combate de Nicótera, atacó Calabria, ocupó Reggio, en tanto que Carlos recuperaba Isxia.

Carlos intentó tomar Malta, que se había declarado favorable a Pedro de Aragón pero había sido ocupada por los catalanes; la flota del rey de Aragón, bajo el mando de Guillem Galceran de Cartellà y Roger de Lauria, le derrotó en el combate de Malta el 8 de junio y los aragoneses desembarcaron en esa isla, Gozo y Comino. En 1283 Carlos de Anjou nombró a Guillermo de Berardi virrey de Albania con sede en Durazzo. Como consecuencia de estas acciones, el papa Martín IV, declaró al rey Pedro III privado de sus reinos, convocó una cruzada contra la corona de Aragón y el 27 de agosto de 1283 invistió como rey de Aragónrey de Valencia y conde de Barcelona a Carlos de Valois, segundo hijo del rey Felipe III de Francia.

Las llamadas a rechazar el ataque francés fueron desobedecidas por los nobles aragoneses, y en la asamblea de Tarazona del año 1283 presentaron al rey sus reivindicaciones, en forma de agravios y reclamaciones, para que se extendieran los fueros de Aragón en el Reino de Valencia, que tenía que desaparecer y ser anexionado.

Mientras Pedro el Grande se encontraba en Tarazona, el gobernador del Reino de NavarraEustaquio de Beaumarchais con sus tropas francesas, atacaron la frontera aragonesa. Finalmente Carlos de Valois fue coronado por el papa el 27 de febrero de 1284 en París. En el contraataque catalano-aragonés del año 1284, aunque la nobleza aragonesa no apoyaba al rey en esta cuestión por el conflicto de la Unión Aragonesa, los catalanes sitiaron Tudela mientras las tropas francesas huían a Francia.

En Barcelona se produjo una revuelta de los artesanos pobres contra el patriciado, que fue sofocada con la muerte de Berenguer Oller. Una vez sofocada la revuelta, Pedro el Grande se dirigió al Rosellón para asegurar la defensa ante la inminente invasión cruzada, a la que se había añadido su hermano Jaime II de Mallorca, quien huyó de Perpiñán para encontrarse con los cruzados. 

Con el alineamiento de Jaime II con los cruzados se tuvo que preparar la línea de defensa en los Pirineos, impidiendo el paso con las tropas ampurdanesas a las fuerzas invasoras en el collado de las Panizas. Mientras, el infante Alfonso preparaba una escuadra de galeras para defender las costas,  se ordenaba a Roger de Lauria el regreso de Sicilia, llamaba a las huestes de Barcelona, LéridaTarragona y Tortosa y pedía el apoyo a la Orden del Temple y la Orden del Hospital, que se concentrarían en abril en Figueras.

En el año 1285, los franceses entraron por el territorio rosellonés de Jaime II de Mallorca, que por pacto estaba obligado a dejar paso franco. A pesar de la alineación de su rey con los franceses, la población del Rosellón se resistió a la invasión de los cruzados. Los primeros combates con los cruzados tuvieron lugar en el sitio de Salses. Sólo dejaron paso franco las fortalezas de Laroque-des-Albères y Les Cluses, y los ciudadanos se sublevaron en Perpiñán. Los franceses al final atravesaron los Pirineos por La Massana en el mes de junio, mientras que la flota fondeaba en Rosas. Los catalanes se retiraron hasta Perelada, donde se retirarían después de una batalla a campo abierto, pero el infante Alfonso ordenó la evacuación de la villa  en dirección a Gerona.

Los franceses entraron en Castellón de Ampurias y días más tarde sitiaron Gerona y ocupaban Figueras, Rosas, San Feliu de Guíxols y Blanes. Pedro el Grande salió de Barcelona a principios de agosto para atacar el ejército cruzado que sitiaba Gerona y provocar el levantamiento del asedio. El rey Pedro quiso dirigirse a Besalú, pero los ejércitos se encontraron el 15 de agosto extramuros de la ciudad. Los almogávares fueron interceptados y atacaron por su cuenta, siendo rechazados por los caballeros franceses.

La defensa del litoral catalán, mientras el grupo catalán, comandado por Roger de Lauria se encontraba en Sicilia, se sustentó con una escuadra que derrotó a los cruzados  frente a las islas Formigues y, por segunda vez ya reunidos con la armada de Roger de Lauria, en la batalla de las islas Formigues ante Calella de Palafrugell el 27 de agosto, en Rosas el 3 de septiembre y finalmente, de manera decisiva enfrente de Cadaqués el 4 de septiembre. Debido a esta derrota naval los catalanes recuperaron el territorio del norte, dominaron la costa y cortaron la línea de suministros del ejército cruzado.

La peste se extendió entre los franceses, que cercados y enfermos tuvieron que retirarse del Ampurdán y evacuaron Gerona el 7 de septiembre, pero se encontraron la retirada cortada en Besalú. En el Collado de las Panizas y de La Massana los catalanes accedieron a no atacarlos y les dejaron pasar por Agullana. Una parte del ejército francés quiso igualmente cruzar por Le Perthus, los defensores almogávares del paso no conocían la orden de dejar paso franco, y los franceses fueron aniquilados. El rey Felipe III de Francia, que acompañaba a su hijo Carlos de Valois, pudo llegar a Perpiñán donde murió el 5 de octubre. Los franceses mantuvieron la ocupación del Valle de Arán

El mismo año de 1285 Pedro el Grande envió una flota contra su hermano Jaime II de Mallorca, que estaba en Perpiñán, a quien finalmente confiscó las Baleares después de la rendición de la isla sin combatir cuando  el lugarteniente del rey Jaime II de Mallorca, rinde la Ciudad de Mallorca a Alfonso III de Aragón. Jaime II conservó el resto de sus territorios salvo Baleares, que le fueron devueltas en 1295 mediante el tratado de Anagni, con las mismas condiciones pactadas en 1279 en el Tratado de Perpiñán.

Roger de Lauria condujo una expedición de castigo al Languedoc el mes de febrero de 1286, llegando hasta las playas de Valràs, que fue saqueada y quemada, remontando a pie con los almogávares el río Orb hasta llegar a Sérignan. Los franceses de Beziers, alertados de las acciones aragonesas, se prepararon para el enfrentamiento. A pesar de la inferioridad numérica, los ballesteros almogávares atacaron provocando la estampida francesa, siendo perseguidos y acometidos hasta llegar a media legua de Beziers. Entonces, Roger de Lauria ordenó la retirada a la playa de Valràs, donde estaban las galeras y de camino saquearon y quemaron la ciudad de Sérignan. Roger de Lauria no tenía intención de atacar Beziers, pero sí atacó Agde antes de dirigirse a Aigues-Mortes y volver a Barcelona con un impresionante botín.

El rey Pedro no pudo ver los resultados de esta expedición, ya que murió pocos días después. La muerte de sus sucesor, Alfonso III de Aragón, en 1291 dio origen, cuatro años después, a un gran conflicto entre Aragón y Sicilia, puesto que Jaime II fue proclamado rey de la Corona de Aragón y delegó el reino en su hermano Federico. El tratado de Anagni (1295) y la boda de Jaime II con Blanca de Nápoles alteraron radicalmente la situación, pues los sicilianos se consideraban libres de la fidelidad debida a Jaime.

Tras el tratado de Argelers de 1298, Felipe IV de Francia cedió temporalmente el Valle de Arán a un tercer soberano: Jaime II de Mallorca, mientras no se encontrase una solución diplomática a la situación creada. Cuando en 1302, Carlos de Valois intervino en Sicilia para apoyar a Carlos II de Anjou contra Federico II, se propuso cesar las hostilidades y firmar la paz de Caltabellotta, que confirmaba la paz entre los angevinos, el Reino de Sicilia y la Corona de Aragón. Carlos II renunciaba a Sicilia a favor de Federico II a cambio de devolver los territorios conquistados al reino de Nápoles. El Valle de Arán fue recuperado por Jaime II de Aragón en 1313.

En 1283 la Orden Teutónica finalizó su conquista de Prusia y de los yotvingios . Algunos yotvingios se retiraron a Lituania y algunos cruzados fueron transportados a Sambia. La cruzada de Lituania comenzó en el invierno de 1283. El primer objetivo de los teutones fue Bisenė en la frontera occidental de Lituania. Los soldados teutones cruzaron el río Niemen congelado y atacaron la fortaleza lituana. 

Después del incendio de Kolainiai, Veliuona se convirtió en la fortaleza lituana más occidental a lo largo del río. En 1298, el Gran Duque lituano Vitenis atacó a los cruzados de Livonia. Tras los éxitos iniciales de los cruzados, los dos bandos lucharon en la Batalla de Turaida después de que Vytenis forjara una alianza con los ciudadanos de Riga.

Los carelios habían participado en una expedición destructiva a Suecia en 1257 que llevó al rey Valdemar I de Suecia (1250-1275) a solicitar al Papa Alejandro IV que declarara una cruzada contra ellos, quien estuvo de acuerdo​. En 1293 los suecos realizan una expedición militar en contra de los carelios en territorio finlandés, continuación de las míticas primera y segunda cruzadas suecas a Finlandia, que es considerada como la tercera cruzada sueca.

El Castillo de Viborg fue establecido en 1293 en el sitio del destruido fuerte careliano, siendo así el puesto de avanzada más oriental del Reino medieval de Suecia.  Birger Magnusson, rey de Suecia entre 1290 y 1318, estableció en una carta del 4 de marzo de 1295 que el motivo de la cruzada fue la presencia de robos y saqueos realizados en el mar Báltico por parte de los carelios, además del secuestro de pobladores suecos. ​Después de la cruzada, la parte occidental de Carelia permaneció bajo dominio sueco.

En 1291 tuvo lugar la caída de Acre, resultó en la pérdida de la ciudad de Acre de manos cristianas. Es considerada como el evento que marcó el fin de las cruzadas a Tierra Santa. Cuando Acre cayó, los cruzados perdieron su última gran fortaleza en el Reino Cristiano de Jerusalén. Sin embargo, aún mantuvieron bajo su control una fortaleza, al norte, en la ciudad de Tartus, y realizaron varias incursiones costeras así como un intento de reconquista desde la pequeña isla de Arwad, que posteriormente perdieron también en 1302.

Tras la fallida cruzada de Eduardo I de Inglaterra, el papa Gregorio X se esforzó en excitar el entusiasmo general para lograr otra gran cruzada, pero lo hizo en vano. El uso por parte de los predecesores del papa Gregorio X de los permisos y privilegios de la cruzada para reclutar ejércitos que pudieran luchar contra los enemigos europeos del papado no hizo más que desacreditar el movimiento entero. Sin embargo, los ataques al Reino de Jerusalén no sólo continuaron, sino que aumentaron su frecuencia y contundencia.  Para 1276, la situación se había vuelto tan peligrosa que el rey de Jerusalén, Enrique II, se había retirado de Palestina para irse a vivir a la isla de Chipre. La desesperada situación del reino cristiano empeoró. En 1278, Latakia cayó. En 1289 Trípoli fue perdida.

Los esfuerzos francos fueron retomados para firmar una alianza franco-mongola, siendo el líder mongol Arghun particularmente favorable. Con Acre en gran peligro, el papa Nicolás IV proclamó una cruzada y negoció términos con Arghun, Haitón II de Armenia, los jacobitas, los coptos y los gregorianos.

El 5 de enero de 1291 el papa dirigió un discurso a todos los cristianos para salvar Tierra Santa y los predicadores comenzaron a reunir cristianos que siguieran a Eduardo I en una cruzada. Sin embargo, todos estos intentos de montar una ofensiva combinada eran muy pequeños y muy tardíos. En sus cartas a los gobernantes occidentales, Arghun se comprometió a realizar una ofensiva en el invierno de 1290, con planes de estar en Damasco en la primavera de 1291. A pesar de todo, Arghun estaba moribundo y murió el 10 de marzo de 1291, poniendo fin a sus esfuerzos en favor de un plan conjunto.

Consecutivo a la caída de Trípoli, el rey Enrique II de Chipre envió a su senescalJuan de Grailly, hacia Europa para conseguir ayuda a la crítica situación en Levante. Juan se entrevistó con el papa Nicolás IV. El papa escribió una carta a las potencias europeas instándolas a tomar cartas en el asunto. Sólo un pequeño ejército de campesinos y pueblerinos desempleados y sin entrenamiento militar, provenientes de Toscana y Lombardía, se unieron a la causa. Fueron transportados en veinte galeras venecianas. Mientras viajaban hacia el Este, la flota se unió a siete galeras del rey Jaime II de Aragón.

La tregua firmada por Enrique y Qalawun había restablecido en Acre un poco de confianza, lo que produjo una reanudación del comercio. En el verano de 1290 llegaron los cruzados italianos. Desde que arribaron fueron un problema para las autoridades. Los recién llegados alegaron que habían ido a luchar contra el infiel y por lo tanto comenzaron a atacar a los mercaderes, a los campesinos y a los ciudadanos musulmanes de Acre. Estas muertes le dieron al sultán mameluco, Qalawun, el pretexto que necesitaba para atacar la ciudad. 

El sultán murió en noviembre de 1290 y rápidamente fue sucedido por su hijo Jalil. Se puso en marcha, capturando a su paso las caravanas que llevaban suministros y ayuda para Acre. Mientras el ejército marchaba, Jalil escribió al gran maestre del Temple, Guillermo de Beaujeu advirtiéndole que reconquistaría Acre para el Islam.

Dentro de los muros, los Maestres del Temple, Guillermo de Beaujeu y del Hospital Jean de Villiers, habían reunido todas sus tropas disponibles. También estaba presente el recién nombrado Maestre de la Orden de los caballeros teutónicos, Conrado Feuchtwangen, y había traído consigo muchos caballeros de Europa. El rey Enrique II envió un contingente al mando de su hermano Amalarico. El rey de Francia mantenía tropas en la ciudad y el rey inglés también envió algunos caballeros mandados por Otón de Grandson.

El 7 de abril el asedio comenzó. Las numerosas catapultas comenzaron a lanzar rocas sobre los muros de la ciudad, destruyendo casas, templos y calles. 8 días después, el 15 de abril, los templarios y hospitalarios que se hallaban acuartelados en Montmusard, intentaron un ataque nocturno por sorpresa contra el ejército mameluco.

Las operaciones que los zapadores musulmanes llevaban a cabo habían avanzado con rapidez y se encontraban casi debajo de la barbacana. El 15 de mayo, las fuerzas de Jalil atacaron la puerta de san Antonio, situada junto al castillo, siendo, inicialmente, rechazados por defensores templarios y hospitalarios tras un duro enfrentamiento. No obstante, tres días más tarde, las fuerzas mamelucas atacaron de nuevo la entrada.

El día 18, las tropas del Sultán abrieron brecha en la Torre Maldita, por donde irrumpieron los mamelucos rechazando a los defensores hasta muralla interior, sin embargo toda la zona estaba perdida. Al enterarse de la noticia de que las tropas estaban copadas y la ciudad de Acre estaba irremediablemente perdida, el miedo se contagió a la aterrorizada población que huyó presa de pánico hacia los muelles.

Jalil había conseguido reconquistar la mayor parte de Acre, únicamente la fortaleza templaria situada de espaldas al mar en el extremo sur de la ciudad, se mantuvo en pie. El 25 de mayo el comandante de los templarios, se avino a la rendición con la única condición de obtener salvoconductos hacia Chipre para los caballeros y refugiados civiles. Esa misma noche Thibaud Gaudin  consiguió poner velas hacia Sidón al aparo de la oscuridad llevándose, según se cuenta, el tesoro templario, algunas sagradas reliquias, una pequeña fuerza de caballeros y unos pocos civiles. Los últimos resistentes capitularon el 29 de mayo.

El siglo XIV vio algunas expediciones llamadas cruzadas y la continuación de otras anteriormente comenzadas, pero estas empresas diferían de muchas maneras de las expediciones de los siglos XI y XII. Las cruzadas del siglo XIV tenían como objetivo principal la vigilancia del avance de los turcos otomanos sobre Europa. 

El reino latino continuó existiendo, teóricamente, en la isla de Chipre. Ahí los reyes latinos tramaron y planearon recapturar la tierra firme, aunque en vano. Dinero, hombres, y la voluntad para hacer la tarea estaban todos escasos. Un último esfuerzo fue realizado por el rey Pedro I de Chipre.

En 1302, en la batalla de Bafea, el ejército bizantino dirigido por Miguel IX Paleólogo fue vencido por las tropas otomanas de Osman I, que capturaron fuertes situados entre Nicea y Nicomedia. Las villas de Bitinia intentaron resistir a los asaltos turcos. La defensa de Filadelfia fue asumida por el obispo, Magnesia fue dirigida de manera cuasi independiente y Miguel IX consiguió mantenerse en Pérgamo unos meses antes de replegarse hacia Constantinopla.

Andrónico II pidió ayuda a Ghazan, el kan mongol del Ilkanato de Persia,  pero este murió en 1304. Su sucesor en 1305 prometió enviar 40000 hombres contra los turcos. Pero los otomanos tomaron una fortaleza bizantina, lo que contribuyó a suprimir las comunicaciones entre Nicea y Nicomedia. Después de estos desastres militares, el ejército bizantino se reduce considerablemente.

 La salvación del Imperio parece estar en manos de un grupo de almogávares, mercenarios catalanes liderados por Roger de Flor. Esta tropa se encuentra sin misión tras la paz firmada entre Federico II de Sicilia y Carlos II de Anjou en 1302. Roger de Flor, al informarse de la situación del Imperio Bizantino, ofrece sus servicios a Andrónico, que acepta todas las condiciones de los catalanes.

La Gran Compañía catalana  partió de Mesina con treinta y seis naves. Tras una breve escala en Monemvasia  arribó a Constantinopla en enero de 1303, donde fue recibida por el emperador y alojada en el barrio de Blanquerna. Roger de Flor contrajo allí matrimonio con la princesa Maria Assèn, hija del zar de Bulgaria Iván Asen III y la hermana de Andrónico Irene Paleóloga, adquiriendo así el título de Gran Duque.

La llegada de este nuevo contingente mercenario convulsionó el equilibrio de poderes que sostenía al Imperio bizantino; en especial irritó a los genoveses, que vieron la llegada de los aragoneses como una intromisión de la Casa de Aragón en el área de influencia de la República de Génova. El conflicto armado no tardó en desencadenarse, resultando muertos en la confrontación unos tres mil genoveses, liderados por Russo de Finar, en lo que fue llamada Masacre de los genoveses, en septiembre de 1303.

Tras estos incidentes el emperador ordenó a Roger de Flor trasladar lo antes posible a sus almogávares al frente de batalla en Anatolia. Las tropas desembarcaron en el cabo de Artace, cerca de las ruinas de la antigua Cízico, y muy pronto consiguieron una gran victoria frente a los turcos del Beylicato de Karasi en la denominada batalla del río Cízico. Tras esta victoria, Roger de Flor decidió posponer su marcha sobre Filadelfia y pasó el invierno en el cabo de Artace.

La campaña de 1304 se inició finalmente a primeros de mayo. El retraso fue debido a las continuas disputas entre almogávares y mercenarios alanos. Roger de Flor comenzó la campaña  con el objetivo de liberar Filadelfia, que era asediada por las tropas del poderoso beylicato de los germiyánidas, gobernado por Yakup bin Ali Şir.

Transcurridos unos días, los almogávares llegaron a la ciudad bizantina  de Achyraus y descendieron por el valle del río Kaikos hasta llegar a la ciudad de Germe, plaza fuerte bizantina que había caído en manos de los turcos. Los turcos que allí se encontraban trataron de huir a toda velocidad, pero su retaguardia fue masacrada por las tropas de Roger de Flor en la batalla de Germe.

Tras la victoria en Germe, la Compañía reanuda su marcha atravesando Chliara y Tiatira, internándose en el valle del río Hermos con dirección a Filadelfia. Cuando el bey Yakup bin Ali Şir , al frente de la coalición de tropas turcas del emirato de los germiyánidas  y del emirato de Tin, fue informado de la llegada inminente de la Compañía, decidió levantar el campamento de sitio sobre Filadelfia y buscó un campo de batalla propicio. Roger de Flor se puso al mando de la caballería obteniendo una gran victoria sobre los turcos en la batalla de Aulax. Tras esta batalla Roger de Flor entró triunfalmente en Filadelfia.

Habiendo cumplido ya la misión principal encomendada por el emperador, Roger de Flor decidió consolidar la defensa de Filadelfia conquistando las fortalezas próximas que habían caído en manos de los turcos. Así, los almogávares marcharon al norte hacia la fortaleza de Kula, provocando la huida de los turcos que allí se encontraban. Días más tarde, los almogávares tomaron la fortaleza de Furnes, situada aún más al norte. Tras esto, Roger de Flor regresó con sus tropas a Filadelfia

Los capitanes de la Compañía resolvieron entonces atacar las provincias marítimas de los otomanos. Así, desde Filadelfia la Compañía retrocedió por el valle del río Hermo y entró en la prefectura de la ciudad de Magnesia del Sipilos. Esta se encontraba a pocos kilómetros de la isla de Quíos, donde estaba anclada la flota de la Compañía. Dadas las circunstancias, Roger de Flor decide ocupar la ciudad bizantina para establecerla como cuartel general. Esto le supuso la enemistad de los bizantinos.

Tras dejar el botín y una pequeña guarnición de almogávares en Magnesia, las tropas de Roger de Flor llegaron a la ciudad de Nif, donde recién llegado recibieron petición de auxilio de dos habitantes de Tira. Las tropas otomanas supervivientes de la batalla de Aulax unidas a las del Emirato de Menteşe-oğhlu habían comenzado un ataque conjunto sobre Tira. Las tropas a las órdenes de Roger de Flor iniciaron una marcha a gran velocidad llegando a las murallas de Tira en plena noche. La denominada batalla de Tira  comenzó a la mañana siguiente.

Mientras se libraba la batalla de Tira, Bernat de Rocafort llegó a Constantinopla procedente del Reino de Sicilia. Allí es recibido por Andrónico II, el cual le comunica que la Gran Compañía se encuentra en la isla de Quíos. Bernat pone entonces rumbo a Quíos, donde se reúne con la flota y juntos navegan a Ania. Ya en Ania es recibido por Ramón Muntaner, el cual le condujo hasta Éfeso, donde ya se encontraba Roger de Flor.

Por su parte, las tropas supervivientes del Emirato de Aydin consiguieron reagruparse en torno a Ania, atemorizando a su población. Ante esta provocación, los almogávares decidieron salir de inmediato contra ellos, en completo desorden y sin recibir órdenes de ninguno de sus capitanes, a pesar de lo cual lograron una nueva victoria. Tras esta nueva victoria, los capitanes resolvieron retornar a las provincias orientales  buscando una nueva batalla decisiva.

En julio de 1304 la Compañía había emprendido la marcha a través de las regiones de Caria y Licaonia, enlazando con la vía que dos siglos antes habían seguido los cruzados en su camino a Tierra Santa. Finalmente la Compañía llegó hasta las Puertas Cilicias en las faldas de los Montes Tauro, que separaban la región de Cilicia del reino cristiano de Armenia. Al adelantarse la caballería para reconocer el terreno, descubrió en un valle un gran contingente de tropas otomanas, restos de anteriores derrotas, reagrupadas con objeto de tender una emboscada. Una vez descubiertos, los turcos salieron al llano y ambos ejércitos se prepararon para una gran batalla en campo abierto.

En este enfrentamiento, conocido como batalla de Kibistra, Roger de Flor no eludió el combate, poniéndose al frente de la caballería. Los almogávares mostraban gran optimismo profiriendo su famoso grito de guerra «¡Desperta Ferro, Desperta!» mientras golpeaban el suelo con las conteras de sus lanzas. Cuando la batalla parecía decidida en favor de los otomanos, los almogávares cargaron de nuevo contra sus enemigos al grito: «Aragón, Aragón» y, con renovada energía, consiguieron abrir brechas en el ejército rival, aislándolo y aniquilándolo.

Tras la importante victoria de Kibistra, la Compañía decidió regresar a Ania y pasar en ella el invierno. Llegando a Magnesia del Sipilos, sin embargo, la Compañía fue informada de un terrible suceso: la población local y con apoyo de los alanos, había degollado a la guarnición de la Compañía en la ciudad y saqueado sus tesoros. Informado de esto, Roger de Flor puso sitio de forma inmediata a la ciudad. Pero el asedio hubo de ser levantado al poco tiempo por orden del emperador Andrónico, que solicitó el auxilio de la Compañía para defender al príncipe de Bulgaria (cuñado de Roger) de un levantamiento encabezado por su propio tío.

El primer objetivo de Teodoro Svetoslav después de ser coronado zar del Segundo Imperio búlgaro en 1300, fue la revancha por los ataques que durante los anteriores 20 años los mongoles habían sostenido sobre Bulgaria. Primeramente, los traidores fueron castigados, incluido el patriarca Joaquín III, quien fue hallado culpable de ayudar a los enemigos de la corona. Después, el zar se volvió hacia el Imperio bizantino regido por Andrónico II Paleólogo, que había colaborado con los ataques mongoles consiguiendo conquistar varias fortalezas en Tracia. Así, a partir de 1303, su ejército fue hacia el sur y conquistó varias ciudades bizantinas fronterizas. Al año siguiente, en 1304, los bizantinos se prepararon para contraatacar, de manera que ambos ejércitos se encontraron cerca del río Skafida.

Tras dos años de campañas victoriosas contra los turcos, la indisciplina y el carácter de ejército extranjero en el corazón del Imperio fueron vistos como un peligro creciente, y el 30 de abril de 1305 el hijo del emperador (Miguel IX Paleólogo) ordenó a unos mercenarios alanos el asesinato de Roger de Flor y el exterminio de la Compañía en Adrianópolis mientras asistían a un banquete ofrecido por el propio emperador, pereciendo así unos cien caballeros y mil infantes. 

 Posteriormente el Emperador atacaría Galípoli, que se encontraba defendida por los restos de la Compañía bajo el mando de Berenguer de Entenza, el cual había llegado poco antes con 9 galeras de la corona. El ataque resultó infructuoso pero diezmó a la Compañía. Berenguer fue capturado por los genoveses y liberado poco después. Después de estos eventos la Compañía estaba diezmada  y no tenía un líder claro, pero aun así consiguió derrotar a las fuerzas del emperador en una nueva batalla en Apros

A pesar de la muerte de su líder y de gran parte de sus efectivos, la Compañía logró sobrevivir y se hizo fuerte en Tracia y Macedonia, devastando durante dos años el territorio bizantino en lo que se llamó la Venganza catalana. Las tropas bizantinas  ponen cercoGalípoli. Asediado Berenguer de Entenza, nuevo caudillo de la Compañía, envía embajadores a Sicilia para pedir auxilio. Entenza planea una razia contra Constantinopla.  El Imperio Bizantino no pudo impedir que los catalanes devastaran la Tracia. 

Posteriormente la Compañía sufriría un periodo de confrontaciones internas provocado por las disputas e intereses de las potencias extranjeras, deseosas de controlarla. Así, Federico III de Sicilia asignó al infante Fernando de Mallorca a Galípoli como capitán de la misma, pero esta decisión fue contestada por uno de los líderes de la Compañía, Bernat de Rocafort, mientras que otros como Berenguer de Entenza aceptaron el nombramiento del infante. La lucha concluyó con la marcha de Fernán y del infante, quedando Bernat de Rocafort como jefe de la Compañía. Tras este periodo de luchas internas, Bernardo de Rocafort ofreció los servicios de la Compañía a Carlos de Valois.

En 1310 el nuevo líder de la Compañía Roger Desllor ofreció sus servicios a Gualterio V de Brienneduque de Atenas. Sin embargo, el duque no se avino a pagar la cantidad acordada por sus servicios, desatando las iras de la Compañía, que decidió declarar la guerra al duque y darle muerte en la batalla del río Cefiso el 15 de marzo de 1311. En un corto espacio de tiempo, la Compañía asumió no sólo el control del Ducado de Atenas, sino que extendió sus dominios a la ciudad de Tebas y a Tesalia, convirtiendo esta última en el Ducado de Neopatria, donde se establecieron como señores feudales.

Al tomar posesión de estos ducados en nombre de la Corona de Aragón y negarse a devolverlos a su legítimo heredero, el papa instó a la Compañía a devolver el territorio, siendo excomulgados al negarse éstos en 1318. Ambos ducados permanecieron en manos de la Gran Compañía como vasallos de la Corona de Aragón hasta 1388-1390, cuando fueron derrotados por la Compañía Navarra comandada por Pedro de San SuperanoJuan de Urtubia y las tropas florentinas de Nerio I Acciaioli de Corinto.  Por aquella época, la Gran Compañía había dejado de existir.

En Lituania los conflictos se reanudaron con la coronación del Gran Duque Vitenis de Lituania en 1303. Los Caballeros Teutónicos organizaron alrededor de 20 incursiones en la región. Vitenis tomó medidas para socavar la influencia de los nobles locales de Samogitia. La Orden de Livonia consolidó su control sobre Semigalia, donde los lituanos tenían guarniciones. En 1313, la Orden de Livonia capturó el castillo de Dynaburg que los lituanos habían controlado desde 1281. 

Para demarcar y defender mejor su frontera oriental contra los avances lituanos, la Orden Teutónica se dedicó a erigir pequeñas fortalezas. Los fuertes eran amenazantes solo por su ubicación estratégica. Algunos de los más imponentes estaban en Neman , Sovetsk y Mayovka. Vitenis reaccionó a los movimientos de la orden dirigiendo su mejor caballería hacia Masuria y áreas no reforzadas de la frontera con Prusia. El último gran ataque de Vitenis se produjo en octubre de 1315, poco antes de su muerte.

La segunda cruzada de los pastores comenzó en mayo de 1320 en Normandía, cuando un pastor adolescente después de una peregrinación a Mont Saint-Michel, afirmó haber sido visitado por el Espíritu Santo, que le dio instrucciones para luchar contra los musulmanes en la península ibérica. Rápidamente se adhirieron jóvenes agricultores del norte de Francia, que engrosan las filas para ir a la cruzada.

Formando diversas columnas, estos pastores convergen en París donde entran el 3 de mayo de 1320. Desean pedir a Felipe V, biznieto de San Luis, a la sazón rey de Francia que acaudille la cruzada, pero el monarca se negó terminantemente a reunirse con ellos. Durante su estancia en París protagonizan diversos desórdenes, atacando la prisión real del Grand Châtelet y liberando a los presos.

Cinco días más tarde el papa Juan XXII, residente en Aviñón, lanza la excomunión contra todos aquellos que se crean cruzados sin permiso papal. Aún asaltan varias veces las juderías de la capital; finalmente pueden ser convencidos para abandonar París encontrando a su paso nuevos seguidores. A principios de junio, los pastores cruzaron la Saintonge y Périgord, que devastan y saquean. Nuevas incorporaciones se producen a su paso por Guyena. Llegados a Agenais, se dividen en dos grupos. El primero cruzó los Pirineos , por la ruta del camino de Santiago.

Alentados por noticias confirmando que el rey de Aragón, Jaime II «El Justo», estaba organizando una expedición para hacer frente a los moros del reino de Granada, los «pastorcillos» encuentran un motivo para ver cumplidos sus deseos de luchar contra el infiel. Viajan hasta el reino de Aragón con intención de participar en la cruzada. Su primera acción fue el saqueo de la aljama de Monclús en la comarca de Sobrarbe. De allí se dirigieron a Barbastro, intentando asaltar algunas comunidades moriscas que se encontraron en el camino. Con la noticia de que había sido suspendida la proyectada campaña, desaparecía el pretexto original de la cruzada. El rey de Aragón, que se había declarado protector de la comunidad judía, libre del compromiso bélico, decide acabar con la situación y envía a su hijo Alfonso para acabar con los desórdenes. Ante la nueva situación algunos cruzados decidieron volver a Francia directamente, mientras que el grupo principal se dirigió a Pamplona, capital del reino de Navarra. En el camino son hostigados por las tropas del Alfonso y finalmente cruzan Navarra dispersándose.

El segundo grupo marchó hacia el valle del río Garona masacrando a su paso agotes, leprosos y judíos. Enterado de la carnicería, Jean-Raymond de Comminges, a quien Juan XXII había nombrado Arzobispo de Toulouse, escribió al papa para pedir ayuda y consejo. El papa, a través de su legado Gaucelm de Jean, acusó al rey de Francia de irresponsabilidad y falta de previsión. Esto no evita el peligro, el 25 de junio los pastores atacan a los judíos de Albi y Toulouse.

Cuatro días más tarde, están a las puertas de Carcasona, pero allí les espera el ejército real bajo el mando del senescal de Languedoc, que cuenta con apoyo de las tropas de Gaston II de Foix-Béarn. Los pastores son masacrados. Los sobrevivientes de la matanza huyeron a la región de Narbonne. Las tropas barren constantemente carreteras y caminos colgando de manera sistemática a vagabundos, fugitivos y todo aquel con apariencia, próxima o lejana, de «pastorcillo». Al fin, en el otoño de 1320, no queda ninguno en Languedoc.

Durante el gobierno de Gediminas como gran duque de Lituania, la guerra se intensificó en las fronteras norte y oeste con la Orden Teutónica. Gediminas se alió con el rey de Polonia, Vladisłao I. Polonia se volvió más hostil hacia la Orden Teutónica debido a su disputa por el dominio de Pomerania . Como resultado, Vladislao estipuló un pacto militar defensivo antiteutónico con Gediminas en 1330-1331.

En el invierno de 1329, el rey Juan I de Bohemia había formado un ejército para participar en la cruzada. Fortalecidos por este apoyo, los caballeros de la orden pudieron capturar varias fortalezas importantes en Samogitia. Los conflictos con el rey de Polonia y las contribuciones limitadas de Juan de Bohemia retrasaron la conquista de más territorios.

Debido a que el conflicto entre el Estado Teutónico y Polonia se había reanudado en 1330, el Gran Ducado de Lituania experimentó un respiro. Los cruzados vecieron a los polacos en Cuyavia en 1331. En 1336, un gran ejército apoyado por Juan de Bohemia y su yerno, Enrique XIV , cruzó el Niemen en Samogitia y atacó el castillo de Pilėnai. Al ver su derrota, los defensores quemaron los bienes de la fortaleza y se suicidaron. 

Una vez conquistada la fortaleza, los Caballeros Teutónicos la sustituyeron por una nueva fortificación que bautizaron Bayernburg  en honor de Enrique XIV. Esperaban que el fuerte sirviera como punto de apoyo para futuras campañas en la región.  Después de la retirada de la mayor parte del ejército de la orden, Bayernburg fue asaltado y destruido por las tropas lituanas dirigidas por Gediminas en persona. 

Con la derrota en la Vega de Granada en 1319, donde perdieron la vida los infantes Pedro de Castilla y su tío Juan el de Tarifa (Juan I de León, infante de Castilla), el avance cristiano se frenó en seco. La tregua de 1321 permitió al sultán Ismail tomar Martos en 1325, año de su asesinato. Alfonso XI ( VIII rey de León y III de Castilla con ese nombre) comenzó una campaña expansiva contra Granada que le llevó a capturar las plazas de OlveraTorre Alháquime y Pruna, lo que obliga a los nazaríes a solicitar la ayuda de los benimerines. Después de pasar por manos meriníes y granadinas, en 1329 la ciudad musulmana de al-Ŷazīra al-Jaḍrā, llamada Algeciras por los cristianos, es definitivamente conquistada por el reino de Fez, que establece en ella la capital de sus dominios europeos.

Alfonso IV de Aragón intentó llevar a cabo una cruzada contra el reino de Granada. Ya en 1328 Alfonso XI había obtenido la bula de cruzada del papa Juan XXII.  Alfonso IV inició la cruzada contra Granada el año 1329 y en 1331 el reino musulmán atacó el sur del reino de Valencia, tomando Orihuela y Elche, que fueron recuperadas. Ese año consiguió la colaboración del rey de Navarra Felipe III de Évreux, que visitó Aviñón, donde junto al rey de Francia Felipe VI, recibieron la cruz del papa para ir a la cruzada, en las campañas del rey de Aragón y el de Bohemia. Entre 1330 y 1333 se intentó la conquista de Almería pero la tentativa acabó en fracaso.

En 1330 Alfonso XI obtiene su primera victoria destacable, con la ayuda de los aragoneses, en la batalla de Teba. El sultán benimerín Abu al-Hasan ‘Ali, estaba decidido a emprender la guerra contra los reinos cristianos. Así en 1332 el hijo del sultán desembarcó y, proclamándose rey de Algeciras y Ronda, emprende escaramuzas contra los territorios castellanos en la frontera. En una de estas escaramuzas el rey de Algeciras muere a manos de soldados castellanos y es enterrado en la capital. Su padre cruza el estrecho en 1340, derrotando a una gran flota castellana y desembarca en la ciudad. Sobre la tumba de su hijo jura que derrotará al rey castellano y se dirige en primer lugar a la ciudad de Tarifa, a la que pone cerco.

Alfonso XI, ante la posibilidad de perder la ciudad de Tarifa prepara un ejército recurriendo a la participación del rey de Portugal, Alfonso IV. Las dos tropas, castellana y meriní se encuentran cerca de la playa de Los Lances de Tarifa donde tiene lugar la Batalla del Salado. La derrota musulmana da fuerzas al rey cristiano y le convence de la necesidad de tomar la ciudad de Algeciras.

 A partir de 1341 Alfonso XI comienza a preparar las tropas necesarias para poner cerco a la ciudad, se manda construir varios barcos y se asegura el apoyo de la escuadra genovesa de Egidio Boccanegra y de las escuadras de Portugal y Aragón. Contaría en tierra con las tropas de Castilla, de Aragón y numerosos cruzados europeos, además de contar con el apoyo de los reyes de Inglaterra y Francia. La financiación de la empresa se completaba con la implantación del impuesto de la alcabala en todo el reino aprobada por las Cortes de Burgos.

Tras reunirse en El Puerto de Santa María con el almirante portugués y recibir noticias del almirante de la escuadra de Aragón que se dirigía a Algeciras, Alfonso XI parte a la ensenada de Getares, a escasos tres kilómetros de la ciudad, para comprobar el estado de las galeras puestas a su disposición. El rey, sin embargo, considera que tiene aún pocas tropas, pues la mayor parte de ellas se encuentran en Jerez esperando sus órdenes, mientras que las tropas de Algeciras estaban ya advertidas de su llegada. Tan sólo falta trasladar las tropas a Algeciras y para ello se construyen sendos puentes en el Río Barbate y en un arroyo cerca de Jerez y se mandan apostar varios barcos en el Río Guadalete para el paso de las viandas para las tropas.

El 25 de julio de 1342 sale Alfonso XI de Jerez acompañado de sus tropas y los caballeros que iban a acompañarle en el sitio de Algeciras. Las tropas castellanas y sus aliados llegan el primero de agosto a Getares. Desde este lugar toman posiciones las tropas y las escuadras aragonesa, genovesa y castellana. El 3 de agosto en un otero al norte de Algeciras se establece el real. En la torre allí existente residiría el rey en los primeros meses del asedio y alrededor de ella se apostarían los caballeros y nobles que lo acompañaban. La Torre de los Adalides, llamada así desde aquel momento, permitía una excelente visión de la ciudad musulmana y de los caminos que la comunicaban con Gibraltar y con el este de Andalucía.

Al-Ŷazīra al-Jaḑrā’ fue la primera ciudad fundada por los musulmanes a su llegada en 711 a la península ibérica. La ciudad poseía en el siglo XIV dos villas separadas con sus propias murallas y defensas, con un perímetro de 4 600 metros. Entre ambas villas se encontraba el río de la Miel que en su desembocadura formaba una amplia ensenada que actuaba como puerto natural al resguardo de la Isla Verde, llamada por los musulmanes Al-Yazirat Umm Hakim.

Desde el 3 de agosto, una vez establecido el campamento principal, el rey de Castilla manda a los ingenieros reales comprobar aquellos lugares en los que debían situarse las tropas. El objetivo principal era impedir la salida de tropas de la ciudad y la entrada de refuerzos procedentes desde los caminos de Tarifa y Gibraltar. Algeciras caería de hambre antes que por la fuerza de las armas.

Las cruzadas de Esmirna entre1343 y 1351, fueron dos expediciones enviadas por el papa Clemente VI contra el Emirato de Aydin bajo Umur Beg que tenía como su principal objetivo la ciudad costera de Esmirna en Asia Menor. La primera cruzada de Esmirna fue idea de Clemente VI. La amenaza de la piratería turca en el Mar Egeo había inducido a los predecesores de Clemente, Juan XXII y Benedicto XII, para mantener una flota de cuatro galeras para defender los barcos cristianos, pero a partir de la década de 1340 Clemente trato con la ayuda de Venecia de expandir este esfuerzo en una completa expedición militar.

Clemente comisionó a Enrique de Asti, el patriarca católico de Constantinopla, para organizar una liga contra los turcos. Hugo IV de Chipre y la Orden del Hospital se le unieron y, el 2 de noviembre de 1342, el papa envió cartas para que participaran los hombres y los barcos de Venecia. La bula papal concedió la indulgencia de la Cruzada y se autorizó su predicación en toda Europa, Insurgentibus contra fidem, se publicó el 30 de septiembre. La primera cruzada de Esmirna comenzó con una serie de victorias navales y terminó con un asalto exitoso en Esmirna, capturando el puerto y la ciudadela, pero no la acrópolis, el 28 de octubre de 1344. En un gesto de exceso de confianza, el 17 de enero de 1345 Enrique de Asti trató de celebrar la misa en una estructura abandonada que creía que había sido la catedral del metropolitano. En medio del servicio Umur se abatió sobre la congregación. En la masacre que siguió los líderes de la cruzada murieron, entre ellos el Patriarca, Martino Zaccaria y el comandante veneciano Pietro Zeno.

La precaria situación de los cruzados en Asia incitó al Papa a organizar una segunda expedición en 1345. En noviembre, bajo el mando de Humbert II de Viennois , partió de Venecia la segunda cruzada de Esmirna. En febrero de 1346 se obtuvo una victoria sobre los turcos en Mitilene, pero Humberto hizo en Esmirna poco más que una incursión contra los turcos y fortificó la sección cristiana de la ciudad.

Los siguientes cinco años fueron ocupados por Clemente VI con intentos de negociar una tregua con los turcos, que mantenía Esmirna en constante asedio por tierra, y la ayuda financiera y militar directa a la ciudad. Aunque su preocupación por la Cruzada terminó abruptamente en septiembre de 1351, la ciudad de Esmirna permaneció en manos cristianas hasta 1402.

El conflicto en Lituania se intensificó nuevamente en 1345 después de que dos hijos de Gediminas, Algirdas y Kęstutis , asumieran el poder al derrocar a su hermano, Jaunutis , que había sido el heredero de Gediminas. Los dos compartían el control del territorio: la tierra al sureste estaba controlada por Algirdas y la tierra al oeste (incluida Samogitia) era administrada por Kęstutis. Como resultado, Kęstutis lideró la mayor parte de la lucha contra la Orden Teutónica, con resultados mixtos. En 1349, el comandante teutón Winrich von Kniprode obtuvo una victoria contra los lituanos en la batalla del Strėva, que se llevó a cabo en un campo abierto.

En 1358, el emperador Carlos IV  expresó su deseo de paz si el soberano lituano aceptaba el cristianismo. Algirdas estipuló la retirada total de la Orden Teutónica de la región del Báltico, que Carlos IV rechazó porque necesitaba el apoyo de la orden. La guerra solo terminó en 1361, cuando un mariscal de la orden, Henning Schindekopf , y Luis I de Hungría lograron capturar Kęstutis, cuando Kęstutis aparentemente hizo un juramento para convertirse al cristianismo. Kęstutis escapó con éxito de su encarcelamiento en el castillo de Malbork en 1362. Ese año en abril, un ejército teutón destruyó el castillo de Kaunas , que estaba situado dentro de los límites del Gran Ducado de Lituania.

La breve cruzada de Alejandría ocurrió en octubre de 1365 y fue dirigida por Pedro I de Chipre contra Alejandría. Casi carente de impulso religioso, ya que parece haber sido motivada en gran parte por intereses económicos. Pedro I pasó tres años, desde 1362 hasta 1365, conformando un ejército y buscando apoyo financiero para una cruzada en las cortes más ricas de la época. Cuando se enteró de un planeado ataque egipcio contra el Reino de Chipre, redirigió sus ambiciones militares contra Egipto. Con Venecia organizó su flota naval y fuerzas terrestres para reunirlos en la fortaleza cruzada de Rodas, donde se les unió los Caballeros de la Orden de San Juan.

En octubre de 1365 Pedro I zarpó de Rodas comandando personalmente una considerable fuerza expedicionaria y una flota de 165 barcos. El desembarco fue hecho en Alejandría alrededor del 9 de octubre y durante los siguientes tres días, el ejército de Pedro conquistó y saqueó la ciudad antes de retirarse definitivamente el 12 de octubre contra las fuerzas de los mamelucos.

La cruzada saboyana, entre 1366 y 1367, nació del mismo proceso de planificación que condujo a la cruzada de Alejandría. Esta idea surgió del papa Urbano V y fue dirigido por Amadeo VI de Saboya, contra el Imperio otomano en Europa Oriental.

Aunque originalmente se planeó como una colaboración con el Reino de Hungría y el Imperio bizantino, la cruzada se desvió para atacar el Segundo Imperio búlgaro, donde hizo unas pequeñas ganancias territoriales que fueron entregadas a los bizantinos. También consiguió victorias menores contra los turcos otomanos en las cercanías de Constantinopla y en Galípoli. La toma de Galípoli fue «el primer éxito logrado por los cristianos en su lucha por la defensa de Europa, y al mismo tiempo la última gran victoria cristiana sobre los turcos durante todo el siglo xiv».

Entre 1362 y 1370, los cruzados realizaron 20 «expediciones punitivas» a Lituania. En respuesta, Kęstutis y Algirdas reunieron contingentes militares de toda Lituania, de los señores feudales rusos fieles al gran ducado, y de los tártaros que estaban dispuestos a ayudar porque compartían una frontera con el Estado Teutónico cerca de Königsberg.

En febrero de 1370, se dieron las condiciones para la gran batalla de Rudau. El ejército teutónico obtuvo la victoria a pesar de su inferioridad numérica. A partir de estos avances, la Orden Teutónica asaltó la capital lituana, Vilnius, y la populosa Trakai. Los lituanos respondieron con incursiones esporádicas.

La Compañía navarra fue una tropa de mercenarios, la mayoría de ellos provenientes de Navarra y Gascuña, que lucharon en distintos territorios bizantinos y de su entorno a finales del siglo XIV y principios del XV. La primera compañía fue creada por Carlos II de Navarra para luchar contra Carlos V de Francia. Tras la paz conseguida en 1366, los soldados se organizaron en una compañía bajo las órdenes del infante Luis de Navarra, conde de Beaumont-le-Roger y duque de Durazzo por su matrimonio con Juana. Luis era hermano de Carlos II de Navarra, quien le apoyó en su intento de recuperar Durazzo y el Reino de Albania. Asimismo, Carlos V de Francia ayudó a Luis con 50.000 ducados.

En 1372 la compañía creció gracias al reclutamiento efectuado por Enguerrand de Coucy. Aunque estos soldados fueron reclutados para servir en Albania, se organizaron en Nápoles. Entre 1375 y 1376 muchos hombres de Navarra se alistaron en la compañía y viajaron directamente a combatir en Albania. Las tropas salían de Tortosa y cobraban 30 florines aragoneses de oro al mes. En 1376, Luis y la compañía navarra tomaron Durazzo y restablecieron el Reino de Albania. Luis murió ese mismo año dejando a la compañía sin trabajo, por lo que se pusieron bajo las órdenes de Pedro IV de Aragón en 1377.

La primavera o el verano de 1378, la compañía llegó a Morea siguiendo la llamada de  los Caballeros Hospitalarios  que les hizo el comandante del Principado de Acaya. Contrataron a la compañía para un periodo de ocho meses, coincidiendo con el periodo de cautividad al que fue sometido el Gran Maestre Juan Fernández de Heredia. Mientras tanto, Juan de Urtubia estaba en Corinto con más de 100 soldados. Tras dejar el servicio de la Orden del Hospital, la compañía pasó al servicio de Jaime de Baux, quien reclamaba el trono de Acaya. La compañía navarra gobernó Morea bajo los auspicios de Jaime de Baux.

En 1379, Urtubia invadió Beocia y saqueó Tebas con el apoyo del arzobispo de la ciudad. Durante los dos años siguientes, la compañía gobernó Acaya y alquiló sus servicios a la Orden del Hospital. Cuando Jaime de Baux logró obtener el trono imperial de Constantinopla, los líderes navarros recibieron títulos imperiales por el apoyo prestado en Acaya. Tras la muerte de Jaime en 1383, la compañía navarra era el poder gobernante en la Grecia franca, y sobre ella recayó la responsabilidad de reorganizar el Estado y de proteger el nuevo príncipe. Mientras la compañía rehusaba reconocer a los herederos de Jaime de Baux sin pruebas que fueran costosas de suministrar, mantuvieron el poder en Acaya y fueron autorizados por los barones del reino para negociar un tratado con la República de Venecia, que se alcanzó el 26 de julio de 1387. 

Con la muerte de Algirdas en 1377 se inicia una nueva etapa en Lituania. Estalló una lucha de poder entre los hijos de Algirdas, Kęstutis, y el hijo de Kęstutis, Vitautas. En 1380, con el Tratado de Dovydiškės, la Orden Teutónica apoyó al heredero de Algirdas, Jogaila , contra Kęstutis a cambio de varias concesiones. Mientras Kęstutis permaneció prisionero de Jogaila hasta 1382, Vitautas escapó y se convirtió al cristianismo.

Esta lucha por el poder terminó en el verano de 1384, lo que provocó una pausa a medida que avanzaba la cristianización de Lituania. Jogaila acudió a la nobleza polaca, la szlachta,  para pedirle matrimonio a la reina Eduviges I de Polonia.  Sus conversaciones sobre el matrimonio y la conversión de Jogaila al cristianismo crearon una relación más estable entre Polonia y el Gran Ducado de Lituania. El tratado del acuerdo, la Unión de Krewo , colocó a los dos países en un camino de creciente cercanía, que finalmente condujo a la unión polaco-lituana . 

La cruzada de Despenser fue una expedición militar llevada a cabo en el 1383 por Henry le Despenser que tuvo como objetivo ayudar a la ciudad de Gante, en su lucha contra los partidarios del antipapa Clemente VII. Tuvo lugar durante el gran cisma papal y la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. Mientras que Francia apoyó a Clemente, cuya corte se instaló en Aviñón, el frente inglés apoyó al papa Urbano VI en Roma.

Conocida en el momento entre las clases media y baja, la Cruzada de Despenser «a pesar de su propiedad canónica, se disimuló en la Guerra de los Cien Años». Entre los críticos contemporáneos de la cruzada se encuentran John Wyclif y el cronista francés Jean Froissart, que tachaba a sus líderes de hipócritas.​

La cruzada de Mahdía de 1390, también llamada cruzada de Berbería fue una expedición militar franco-genovesa contra el puerto pirata de Mahdía, en la costa oriental tunecina. Tras fracasar al intentar tomar la plaza, y por agotamiento de ambos bandos, se acordó una tregua, el pago de una compensación económica a los cruzados, y la retirada de estos. Dos sacerdotes representando a los dos papas en conflicto bendijeron a los cruzados. El 1 de julio de 1390, una flota de 60 barcos dejó el puerto de Génova, llegando a Mahdía a finales del mes, donde las tropas desembarcaron sin hallar oposición. Los cruzados instalaron un campamento y procedieron a circunvalar la ciudad con un muro, dando inicio dos meses de infructuoso sitio, ya que los invasores no disponían de suficiente material de asedio como para abrir brecha en sus muros.

El sultán háfsida, apoyado por los reyes de Bugía y Tremecén, reunió un ejército para socorrer la plaza. Acampando en las proximidades del cerco, los berberiscos evitaron presentar batalla campal, y en vez de eso se dedicaron a hostigar a los cruzados. El asedio llegó a su fin con un tratado de paz negociado por los genoveses, por el cual se acordó una tregua de diez años, Mahdía rendiría tributo a los genoveses durante quince años y cubriría los gastos en que había incurrido el Duque de Borbón. Para mediados de octubre la retirada se había completado y los cruzados estaban de vuelta en Génova.

Los líderes de la Orden Teutónica se mostraron escépticos e inseguros sobre su futuro en la región después de que Jogaila aceptara la corona polaca y el cristianismo mientras mantenía estrechos vínculos con Lituania. Estas dudas crearon problemas ideológicos y militares para la orden. La conversión lituana desafió el estatus de la orden como luchadora contra el paganismo, que tanto había anunciado en las décadas anteriores. La orden argumentó que los bautismos lituanos habían sido solo por objetivos políticos y que la mayoría de los lituanos se aferraba a sus creencias tradicionales. Negando la posibilidad de bautismos masivos, Vytautas y Jagiełło pidieron al papa Bonifacio IX que interviniera. 

La Orden Teutónica estaba preocupada por la respuesta. Después de la anexión de Pomerania por parte de la orden en 1309 y la guerra polaco-teutónica de 1326-1332, la nobleza polaca se volvió hostil a la orden. Su rechazo se agravó con la perdurable hostilidad de los lituanos, creando tensión en las fronteras sur y este de la orden.

La derrota de Vitautas por parte de la Horda Dorada en la batalla del río Vorskla de 1399 cambió por completo la política exterior lituana. Antes de eso, los lituanos se centraron en la expansión hacia el este. Ahora cambiaron sus objetivos y nuevamente se concentraron en Samogitia. Dado el descontento local contra la Orden Teutónica, Vitautas consideró reanudar las hostilidades.

La batalla de Nicópolis tuvo lugar en Nicópolis el día 25 de septiembre de 1396 y enfrentó a las fuerzas del Imperio otomano contra una coalición de húngaros, valacos y franceses, con derrota de estos últimos. También es llamada la cruzada de Nicópolis. Algunas veces se fecha la batalla el 28 de septiembre.

Esta cruzada es considerada la última de magnitud paneuropea que se libró contra el Imperio otomano. En 1396, el rey Segismundo de Hungría organizó una cruzada para asediar la ciudad de Nicópolis, por entonces bajo control turco otomano. Los ejércitos del príncipe Mircea I de Valaquia y del duque Juan I de Borgoña avanzaron bajo la dirección del rey Segismundo decididos a expulsar a los otomanos de los territorios de los Balcanes. La defensa de la ciudad resultó imposible de vencer, y la falta de máquinas de asedio por parte de las fuerzas aliadas concluyó en una severa derrota. La victoria turca en el asedio de Nicópolis supuso una amenaza para las naciones centroeuropeas y consolidó el poder otomano en la frontera con el reino de Hungría.


Ucrania en la encrucijada (XVIII)

A mediados de este mes de Febrero, la situación del conflicto ruso-ucraniano era un tira y afloja, que podía romper una cuerda muy tensa, pero al que se le veían posibles soluciones.

El Ministerio de Defensa ruso anunció la retirada de algunas tropas en la frontera con Ucrania, en lo que supone el primer posible signo de desescalada desde el inicio de una crisis geopolítica entre Rusia y Ucrania. En todo caso, el repliegue dista mucho de ser total. El anuncio ruso no hace ninguna referencia a las unidades del Distrito Militar del Este, el más alejado de la frontera ucraniana (hasta 9.000 kilómetros de distancia) y la mayoría de cuyas tropas se encuentran estacionadas en Bielorrusia, efectuando ejercicios militares conjuntos con el Ejército bielorruso.

Por otro lado, una nueva ruptura del alto el fuego en la región del Donbás, incrementa la tensión en Ucrania. Los sucesivos acuerdos de alto el fuego se rompen constantemente, según los informes de la misión de observación de la OSCE en la zona.

Mientras tanto la Duma rusa pide a Vladímir Putin que reconozca la independencia de Donetsk y Luhansk, a lo que recientemente ha accedido, y decretó el despliegue de militares a esos territorios, rehabilitando el proyecto de confederación que incluía a las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk (RPD) y Lugansk (RPL) conocido como Nueva Rusia. Este sería uno de los Estados con reconocimiento limitado que han surgido de los conflictos tras la disolución de la Unión Soviética, uniéndose así a Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria y Artsaj.

Una de las opciones que se han mencionado para frenar la escalada es la finlandización de Ucrania, lo que permitiría a Rusia tener una gran influencia en su política, además de tener garantizada su neutralidad. La creación de Estados colchón, o de áreas mutuamente acordadas que se encuentran entre dos potencias mayores, ha sido frecuente a lo largo de la Historia. Múltiples estados tapón desempeñaron un papel importante durante las guerras romano-sasánidas (66 a. E C. – 628 E C.), por ejemplo, y la Marca Hispánica, sirvió de colchón entre Al-Andalus y el Imperio carolingio.

Pero los acontecimiento se han precipitado y el ejército ruso ha atacado, en la madrugada del 24 de Febrero, varias ciudades del Este de Ucrania.

Y las consecuencias siempre la sufre la población civil.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 6- Del Imperio carolingio al Cisma de Oriente.  

El Imperio carolingio comprende el periodo desde la coronación imperial de Carlomagno en el año 800 hasta la división de sus territorios en el Tratado de Verdún del 843. La coronación de Carlomagno como emperador en Roma fue un hecho relevante e importante como símbolo de restauración de facto del Imperio romano de Occidente, que en realidad sirvió para legitimar el poder de los reyes francos, representados por la dinastía carolingia. Carlomagno adaptó y desarrolló las instituciones de administración y gobierno desde el modelo romano y germánico.

Dividió el territorio en unidades administrativas fácilmente manejables, en la base de las cuales estaban los condados, a cuyo frente estaban los condes, encargados de cumplir las disposiciones reales, presidir el mallus judicial, dirigir los contingentes militares, cobrar impuestos y ordenar el gasto. Eran nombrados por el rey, que les otorgaba poder militar, administrativo y judicial. Los condes recibían su feudo en la investidura. El juramento de fidelidad se daba en el homenaje. Los condes también nombraban vizcondes, que gobernaban en su ausencia. 

En las zonas fronterizas el mando militar se unifica en manos de un marqués, aunque los condes conservaban el resto. Así ocurría en las marcas de GotiaBretañaFriulNordalbingiaVendaMarca Hispánica o la Marca Ávara. Para distinguir una categoría de mando elevada, por ejemplo a un marqués sobre el resto, o a algún territorio autónomo o externo al imperio, se crearon los ducados al mando de los cuales estaban los duques.

También hubo territorios que dependieron directamente de la autoridad del emperador, en quien residía el máximo poder del imperio para convocar las armas, administrar justicia y designar a los nobles que gobernaban los territorios.

Esta división administrativa del Imperio Carolingio fue la base del sistema feudal, que rigió en la Edad Media.

La base económica del Imperio carolingio era la propiedad territorial, pues era esencialmente agrícola. El comercio era insignificante y por lo tanto no existía más fortuna que los bienes raíces, ni más trabajo que el rural. La desaparición de los pequeños propietarios libres se aceleró, la necesidad de protección los obligó a buscar la tutela de los poderosos.

La coronación de Carlomagno fue uno más de los gestos llevados a cabo por el papado para definir los papeles de auctoritas papal y potestas imperial; así como para considerarle como sucesor de los emperadores romanos. La iconoclasia de la dinastía isauria y los consiguientes conflictos religiosos con la emperatriz Irene, probablemente fueran las principales causas por las que el papa deseaba aclamar formalmente a Carlos como emperador romano.

Esto originó una serie de disputas con los bizantinos. Tras una primera protesta por la usurpación, en 812, el emperador bizantino Miguel I Rangabé reconoció a Carlomagno como emperador, pero se reservó el título de sucesor de los emperadores romanos. 

Carlomagno murió en 814 y fue sucedido por su hijo Ludovico, quien había sido coronado el año anterior.

Para proteger la costa norte del Imperio carolingio, Carlomagno había comenzado a pagar a los jefes vikingos para que protegieran secciones de la costa desde el este de Schlei hasta el río Weser, ya que se había establecido una Marca danesa alrededor del año 810 en el territorio al norte del Elba. Los sorbios iniciaron una rebelión en 816, a la que se sumaron los abodritas y se aliaron con los daneses, que se habían convertido en una importante amenaza.

En el sureste, una masiva concentración de soldados eslavos amenazaba los territorios del Drava y el Sava, y en el sur los poderosos duques de BeneventoGrimoaldo y Sico, no habían sido sometidos.

Las incursiones vikingas se concentraron en la zona del canal de La Mancha, y la ribera del Loira, que solían remontar, también sufrió numerosos ataques, estableciendo un asentamiento en su desembocadura, que les servía de base. Desde 820, el Sena les sirvió de vía para penetrar en territorio imperial, y Ruan fue varias veces saqueada.

En las islas británicas con el paso del tiempo se incrementaron los ataques, su fuerza y su alcance. Después del saqueo del monasterio de Lindisfarne en el año 793, que da inicio a la época vikinga, en 794 son saqueados el monasterio de la isla escocesa de Iona, los monasterios de Jarrow y Monkwearmouth en la costa británica y el monasterio de Inishboffin en Irlanda

Con el tiempo, la actividad de pillaje y de piratería de los vikingos se torna en una actividad comercial que se vuelve paulatinamente preponderante. De una parte, deben vender su botín y acuñan monedas a partir de los metales preciosos que estaban atesorados en los bienes religiosos robados, por otra parte, su avance tecnológico marítimo les permite transportar mercancías a larga distancia.

En los territorios del suroeste se rebeló el duque Seguin de Gascuña. Tras su derrota le sucedió Lope al que el emperador había hecho renunciar en 818. En 820 una asamblea reunida en Quierzy-sur-Oise decidió enviar una expedición militar contra el Emirato de Córdoba.

La Marca Hispánica había quedado integrada por condados dependientes de los monarcas carolingios a principios del siglo IX, tras la conquista de Gerona en 785 y Barcelona en 801. Para gobernar estos territorios, los reyes francos designaron condes, unos de origen franco y otros autóctonos.

La Marca Hispánica se configuró en contraposición a la Marca Superior andalusí, e iba de Pamplona hasta Barcelona. De todos los condados, los que alcanzaron mayor protagonismo fueron los de Pamplona, constituido en el primer cuarto del siglo IX en reinoAragón, constituido en condado independiente en 809; Urgel, importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde 815; y el condado de Barcelona, que con el tiempo se convirtió en hegemónico sobre sus vecinos, los de Ausona y Gerona.

En el Asturum Regnum, durante los reinados de AurelioSiloMauregato y Bermudo I, se produjeron relevantes y decisivas transformaciones en lo relativo a las cuestiones internas del reino, que dieron una base para su posterior afianzamiento y expansión. Fue en esos años cuando se constata la primera rebelión interna astur protagonizada por el propio Mauregato, que expulsó del trono a Alfonso II. Con ella se inicia una serie de rebeliones protagonizadas por ascendentes grupos aristocráticos palaciegos y de grandes propietarios que, en base al creciente desarrollo económico de la zona, trataban de desplazar del poder a la familia reinante. Las importantes rebeliones de NepocianoAldroito y Piniolo, durante el posterior reinado de Ramiro I, forman parte de este proceso de transformación económico, social, político y cultural del reino sucedido entre los siglos VIII y IX. Mauregato mantuvo buenas relaciones con Beato de Liébana, quizás la figura cultural más importante del reino, y le apoyó en su lucha contra el adopcionismo.

 Abderramán II  fue el verdadero organizador del emirato independiente de Córdoba, ya que delegó los poderes en manos de los visires y logró una islamización muy rápida de la península, reduciendo considerablemente el número de cristianos en territorio musulmán (llamados mozárabes o dhimmis). No obstante, estos siguieron representando la mayoría de al-Ándalus por lo menos hasta el siglo XI.

Las disputas entre árabes y bereberes no cesaron tras la proclamación del Emirato, lo que permitió la reorganización de los reinos cristianos en el norte. La política proárabe mantenida por la dinastía omeya provocó numerosas sublevaciones protagonizadas por muladíes, que llegaron a poner en peligro la existencia misma del Emirato.

En 810 Bernardo, heredero de Pipino de Italia, fue confirmado como rey de Italia. En 817, Ludovico Pío dividió el imperio entre sus tres hijos, asignando al mayor de ellos, Lotario, la corona de Italia. Bernardo se rebeló contra su tío con el apoyo del obispo Teodulfo de Orleans, pero decidió no combatir.  Ludovico hizo encarcelar y cegar a Bernardo. La forma de proceder fue tan traumática que le causó la muerte, hecho que afligió enormemente al emperador. Su pública penitencia, que tuvo lugar en la corte de Attigny en 822, redujo sensiblemente el prestigio del que gozaba entre la nobleza franca.

Las incursiones sarracenas sobre la costa italiana habían comenzado a principios del siglo VIII, pero sus efectos se agudizaron en la década de 830, cuando se iniciaron los ataques musulmanes contra Sicilia  y de allí pasaron al sur de Italia, donde inicialmente intervinieron como mercenarios​ apoyando en sus luchas a los distintos poderes locales, tanto a los bizantinos establecidos en Nápoles y Amalfi, como a los lombardos establecidos en BeneventoCapua y Salerno.

Tras la desaparición del Kaganato ávaro, el progreso del gobierno carolingio, en cuanto a centralización del poder y creación de estructuras administrativas, influyó a los eslavos.

Las tribus eslavas de la zona, checos y moravos, fueron reunidas hasta constituir dos realidades políticas muy diversas: el principado de Moravia, extendido por la actual Moravia y Eslovaquia Occidental, que fue regido por Mojmír I, quien introdujo el cristianismo con las misiones de la diócesis de Passau, su capital era Mikulčice; el principado de Nitra, extendido por la actual Eslovaquia Oriental, estaba regido por el príncipe Pribina, el cual, aun siendo pagano, mandó construir la primera iglesia cristiana en el 828, su capital era Nitra.

En 833, Mojmír I sometió el principado de Nitra y reunió la región bajo un mismo trono, fundando el principado de la Gran Moravia.

La desintegración del kaganato ávaro también supuso la expansión del kanato búlgaro del Danubio hacia la  llanura de Panonia, alcanzando las fronteras danubianas del Imperio carolingio.

Bajo el mandato del kan Krum llegaron a amenazar la propia Constantinopla. En 811, un gran ejército bizantino fue derrotado en la decisiva batalla del paso de Varbitsabatalla de Pliska.​ El emperador bizantino Nicéforo I resultó muerto junto con la mayor parte de sus tropas. Krum tomó entonces la iniciativa y llevó la guerra hacia Tracia, derrotando nuevamente a los bizantinos en la batalla de Versinikia en 813. Krum saqueó Tracia, capturando Odrin y trasladando a sus 10 000 habitantes a las tierras búlgaras más allá del Danubio,​ tras lo que comenzó los preparativos para asaltar Constantinopla. Mientras los bizantinos llegaron a solicitar la ayuda del Emperador franco, la súbita muerte de Krum detuvo la campaña.

El nuevo kan Omurtag firmó un tratado de paz con los bizantinos por 30 años, permitiendo a ambas economías recuperarse tras los convulsos años anteriores. Durante el gobierno de Omurtag, las fronteras noroeste con los francos se consolidaron en torno al año 827.

Entre 814 y 842 el Imperio bizantino vivió una segunda querella iconoclasta. Tras la derrota en la batalla de Versinikia el emperador bizantino Miguel I Rangabé fue derrocado por elementos abiertamente hostiles a su política iconódula. Posiblemente motivado por las derrotas militares, vistas como prueba del descontento divino, el emperador León V el Armenio instituyó un segundo periodo iconoclasta, continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo. Al morir este, su esposa Teodora movilizó a los iconódulos y proclamó la restauración de iconos en 843. El conflicto iconoclasta refleja la división entre el poder estatal ( los emperadores, la mayoría partidarios de la iconoclasia ) y el eclesiástico ( el patriarcado de Constantinopla, en general iconódulo ). Mientras en Asia Menor los iconoclastas constituían la mayoría, en la parte europea del Imperio eran más predominantes los iconódulos.

Cada vez con mayores dificultades para defender sus territorios occidentales y con problemas también en la frontera oriental, el Imperio bizantino solicitó ayuda a los francos, a los venecianos y a los omeyas cordobeses, pero tan solo los venecianos, amenazados más directamente y teóricamente aún vasallos de Constantinopla, enviaron una flota, que fue derrotada por los árabes en Tarento en el 840.

La época de máximo esplendor del califato abasí correspondió con el califa Harún al-Rashid, a partir de la cual comenzó una decadencia política que se acentuaría con sus sucesores. El califato tuvo que hacer frente a varias rebeliones: los jariyíes tomaron por dos veces Mosul pero fueron sometidos y el califa mandó derribar las murallas que la rodeaban. El emperador bizantino Nicéforo I rehusó pagar el tributo y tuvo que ser obligado a la fuerza. Los bereberes volvieron a rebelarse en Ifriqiya, y en Fez un rebelde llamado Idrís fundó el reino independiente de los idrísidas. Allí se dirigió un ejército de Ibrahim al-Aglab, que se sublevó en Túnez y fundó la dinastía de los aglabíes, con capital en Qayrawān (Cairuán). La mayoría de las revueltas se sofocaron con gran contundencia, por lo que se siguieron de un tiempo de calma. Se vivió un renacimiento cultural y se hicieron traducciones al árabe de textos griegos, persas y siríacos y basándose en esos conocimientos se realizaron grandes avances científicos. También alcanzaron gran auge la industria y el comercio.

Con todo, el aspecto más importante que marcó el califato de Harún al-Rasid fue la cuestión sucesoria. En el año 803 el califa hizo públicos los términos en que habría de producirse la sucesión: uno de sus hijos, Al-Amín, habría de convertirse en califa, mientras su segundo hijo, Al-Mamún, habría de recibir la provincia de Jorasán. Apenas dos años después de la muerte de su padre, en 811, se enzarzaron en una guerra civil de catastróficos resultados, conocida como cuarta fitna. El episodio culminante de esta guerra fue el asedio a Bagdad por parte de las tropas de Al-Mamún, que se rindió en 813. Al-Amín fue decapitado y su hermano fue proclamado califa.

La última gran batalla entre los jázaros y los musulmanes se llevó a cabo entre los años 799 y 800, cuando un ejército jázaro invadió Azerbaiyán y Arran, y fue rechazado. Una guerra de baja intensidad continuó después en la región entre los jázaros y los principados musulmanes locales de la región del Cáucaso, pero no volvió a haber batallas tan grandes como en el siglo VIII.

La aristocracia jázara se había convertido al judaismo, y en 830 estalló una rebelión, en la cual  tres tribus  kabar  de los jázaros (probablemente la mayoría de los jázaros étnicos, que seguían el tengrianismo ) se unieron a los magiares y se trasladaron a través de Levedia, entre el río Don y el Dniéper. Alrededor de 850, los pechenegos, que habían sido derrotados por los jázaros, invadieron Levédia y derrotaron a los magiares, quienes fueron obligados a huir hacia el oeste. Un grupo de los magiares, no obstante, se desplazaron a las montañas del Cáucaso y se asentaron allí. 

Entre los siglos VIII y IX algunas tribus eslavas orientales eran tributarias de los jázaros. Al norte del kaganato jázaro habitaban tribus bálticas, eslavas y finesas y entre estos grupos el dominante eran los rus’, un grupo de varegos, que es como se denominaba a los escandinavos, sobre todo a los vikingos suecos, pero que también se utilizaba para referirse a todos los viajeros del mar, los comerciantes y piratas, independientemente de su origen. Entre finales del siglo VIII e inicios del siglo IX  habían establecido el Kanato de Rus’, que recibía tributo de los chuds, eslavos, merias, kríviches y otros pueblos de la zona. Se dedicaban al comercio, a la piratería y a actividades mercenarias y solían actuar en los sistemas y puertos fluviales de Gardariki, llegando a alcanzar el mar Caspio y Constantinopla

En 839 un grupo de vikingos noruegos  invadió el centro del reino picto, por el valle del Earn y el río Tay. Como consecuencia de ello murió el rey de los pictosEóganan mac Óengusa  y su hermano y vasallo, el rey de los escoceses, decapitando el reino. La fundación del Reino de Escocia por Kenneth MacAlpin se encuentra entre las consecuencias de este hecho.

Las islas del norte Shetland y Órcadas, meridionales Hébridas y Mann, así como los enclaves de Caithness y Sutherland,  fueron colonizadas por los noruegos, llegando a formar Estados independientes, como el reino vikingo de Mann o Lochlann.

Desde 795, los monasterios de la costa este de Irlanda sufrieron numerosos ataques, pronto extendidos al resto de la costa, especialmente en el norte y este. A partir de 830 empezaron a actuar flotas considerables y coordinadas, estableciéndose los primeros asentamientos en las costas. En 832 una flota vikinga invadió los reinos de las costas norte y este de la isla, y comenzaron a profundizar hacia el interior. En 838, una pequeña flota remontó el río Liffey en el este, donde fundaron un campamento (longphort para los nativos), que constituiría los cimientos del reino de Dublín. Ya en 840, los vikingos disponían de varias bases tierra adentro, como otros longphorts: CorkLimerickWaterford y Wexford. Para protegerse de los daneses, los jefes locales se alían en esa época con los noruegos, que desde 853 pasan a controlar Irlanda.

En Gran Bretaña los saqueos, ataques y devastaciones se fueron haciendo más violentos y organizados con el tiempo.  Así, los noruegos atacaron durante el invierno entre 840 y 841, y en 850 llegaron a invernar en suelo inglés. En 865 un gran ejército danés, supuestamente liderado por Ivar el DeshuesadoHalfdan RagnarssonUbbe Ragnarsson y posteriormente el rey Guthrum, llegó a Estanglia. Cruzaron la isla hacia Northumbria y capturaron York donde se asentaron creando el reino vikingo de Jorvik.

Los vikingos no pudieron establecer ningún control político sobre Gales (o Bretland en nórdico antiguo), pero sí se produjo un reducido poblamiento en lugares como Haverfordwest y Gower, entre otros.

El Imperio carolingio, desangrado tras tres guerras civiles entre el monarca y sus hijos por cuestiones sucesorias, se desmiembra tras la muerte de Luis I en 840, y sus tres hijos supervivientes decidieron repartirse el territorio en el tratado de Verdún, en 843: el hijo mayor de Luis, Lotario I, coemperador desde el año 817, se quedó con los territorios centrales, con las capitales imperiales de Aquisgrán y Roma;  Luis el Germánico, pasó a ser rey de la Francia Orientalis o Germania; y Carlos el Calvo, pasó a ser rey de la  Francia Occidentalis , en disputa con su sobrino Pipino II de Aquitania. El título de emperador recayó sobre Lotario I, y, a pesar de esta división del Imperio carolingio, formalmente sí se reconocería la unidad imperial.

Ludovico Pío, había emprendido dos ofensivas contra los bretones, en 818 y en 822, pero decidió cambiar de táctica en el período en el su poder se vio disputado por sus hijos, descontentos con el reparto succesorio del Imperio. En 831, pactó con Nominoe y le nombró missus dominicus  para los territorios bretones. Nominoé fue fiel a Ludovico Pío, y después de su muerte en 840 aceptó someterse a Carlos el Calvo. El emperador Lotario I o quizás su vasallo Lamberto II de Nantes consiguieron persuadir a Nominoe de que abandonara a Carlos y se uniera al emperador. Nominoe se convirtió a partir de entonces en un constante enemigo de Carlos y de su autoridad en Neustria, actuando a menudo de acuerdo con Lotario, Lamberto y Pipino II de Aquitania. Después de la batalla de Messac en 843, Nominoé se consideró liberado de su compromiso de fidelidad. A fin de someter a Nominoe, Carlos el Calvo entró en Bretaña en 845 con un pequeño ejército pero fue vencido en la batalla de Ballon. Al año siguiente se firmó un tratado de paz, pero las tensiones se reavivaron en 849.

Los vikingos se aprovecharon de las guerras civiles en Aquitania, en los primeros años del reinado de Carlos II el Calvo. En la década de 840, Pipino II de Aquitania les solicitó ayuda, instalándose un asentamiento vikingo en la desembocadura del Garona. Dos duques de Gascuña morirían defendiendo Burdeos de sus ataques, así como un obispo de la ciudad.

En 845 París sufre el primer saqueo, viéndose obligado el rey a pagar un rescate a los vikingos para que se retiren. En 864, ante la completa derrota militar, el rey publicó el Edicto de Pistres, con el que creaba una fuerza de caballería bajo control real, que debía estar lista para ser convocada contra cualquier ataque vikingo. Además, se ordenó la fortificación de puertos y puentes, con el fin de evitar que los vikingos se adentraran demasiado tierra adentro. No obstante, una alianza entre vikingos y bretones derrotó en la batalla de Brissarthe a Roberto el Fuertemargrave de la marca fronteriza de Neustria, y a Ranulfo I de Poitiers. Ambos murieron en la batalla. Los vikingos llegan a instalarse en la desembocadura del Adour, y en 862 se llegan a adentrar hasta Toulouse.

Las disensiones entre las grandes familias vasconas sobre sus alianzas con los carolingios sembraron el caldo de cultivo de las rebeliones que estallan en Pamplona hacia el 812 y se expanden hacia el norte, con sucesivos nombramientos y relevos de duques de Vasconia, que culminarán con la segunda batalla de Roncesvalles y la posterior constitución del reino de Pamplona, con su primer rey Íñigo Arista.

El reino era tributario del emirato de Córdoba, pero mantenía su propio gobierno, aunque el territorio era pequeño, como el de un condado, y con una única sede episcopal, mientras las Bardulias entran en la órbita de la monarquía asturiana. 

Precisamente, la vocación de los monarcas astures de atraer al reino asturiano a los vecinos vascones, se traduce en alianzas matrimoniales y en la repoblación de territorios fronterizos, que, no obstante, conservaron su autonomía bajo la forma de ducados o condados regidos por comtes vinculados a la aristocracia local, como Rodrigo de Castilla. Su sucesor, Diego Rodríguez Porcelos, procedió  a una política aún más expansiva, fijando la frontera oriental del condado en el río Arlanzón y los Montes de Oca.

Tras la abdicación de Bermudo I, Alfonso II el Casto se proclama rey, acabándose el período de relativa paz con los musulmanes de periodos anteriores. Durante su reinado realiza expediciones de castigo hacia el sur, llegando tan lejos como hasta Lisboa en 798, y en 825 vence también a los musulmanes en el Nalón. Fija la capital del reino en Oviedo y repuebla Galicia y zonas septentrionales de la cuenca del Duero. Instaura el culto jacobeo, y es la primera figura en el Camino de Santiago, que vincula a la península ibérica con Europa.

La expansión hacia el Sur desde los territorios de ValdeónLaciana y Babia, que pertenecían al reino desde tiempos de Pelayo, se constata con la existencia de un condado de el Bierzo anterior al reinado de Alfonso II. 

Entre 840 y 844 un número indeterminado de naves vikingas bordearon la costa peninsular. Al ser avistados frente a las costas de Gijón, el rey  Ramiro I tuvo noticias de la expedición y convocó a su ejército para hacer frente a la incursión. La flota siguió la costa hasta llegar al emplazamiento de la Torre de Hércules, saqueando algunas aldeas costeras, hasta que fueron rechazados. Tras la derrota, los vikingos continuaron su viaje hasta Lisboa.

Después de sitiar Lisboa se dirigen a Cádiz y toman la Isla Menor, subiendo después por el Guadalquivir hacia Sevilla. Tras la toma de Sevilla se dedicaron a atacar lugares más al interior como CórdobaMorón y Constantina. En la batalla de Tablada, las fuerzas de Abd al-Rahmán II vencieron a los vikingos. Después de la batalla, los supervivientes que escaparon saquearon Niebla y siguieron rumbo hacia la costa noroccidental de África.

Otra  expedición vikinga salió de su base del  Loira en 858, liderada por Björn Costado de Hierro, hijo de Ragnar Lodbrok, y Hastein. Tras desembarcar en La Coruña, los vikingos se adentran en la comarca de Chantada, suben por la ría de Arosa para atacar Compostela, y aunque se les paga un tributo para librarse del saqueo, los vikingos mantienen el asedio a la ciudad hasta que un ejército enviado por Ordoño I  logra vencerles.

Tras ser acosados en las costas portuguesas, logran asaltar la ciudad de Jazirat al-Khadra (Algeciras) tras un asedio de tres días. La flota vikinga cruzó el estrecho de Gibraltar hacia Nekor, para después dirigirse a las islas Baleares, saqueando a su paso la costa de Murcia y la ciudad de Orihuela.

En 859 la flota de Björn y Hastein parte de su base invernal en la Camarga, para arrasar NarbonaNîmes y Arlés, para luego dirigirse al norte a Valence, antes de fijar su atención hacia Italia. A partir de ahí comenzaron las incursiones hacia el interior, llegando a la ciudad de Luni. A su regreso llegan a Pamplona, tras subir por el río Ebro y pasar de largo por Zaragoza, y toman prisionero al rey García Íñiguez de Pamplona, liberándolo tras el pago de un importante rescate. A a su paso por el estrecho de Gibraltar, la flota fue sorprendida por la de Mohamed I de Córdoba, y aunque seriamente dañada, logró volver a su base en 862.

El carácter fronterizo hacía que la Marca Superior fuera el escenario de la lucha entre francos y andalusíes por delimitar sus dominios en esta región limítrofe, resultando de ello continuos cambios de alianzas, de las que salieron reforzados la familia muladí de los Banu Qasi. La familia descendía de un señor cuasifeudal de la época visigoda, el conde Casio, un noble de origen godohispano romano o, más precisamente, vascón romanizado. La familia del conde Casio se correspondería de esta manera con los Fortún, un clan vascón muy extenso que tenían territorios en el valle del Ebro y el norte de la Rioja.

Los Banu Qasi llegaron a ser la dinastía hegemónica en la zona a mediados del siglo IX con el nombramiento en el año 852, por parte del emir Mohamed I, de Musa ibn Musa (Musa I) como gobernador de la importante Arnedo —centro del poder de la familia— Tudela y, después, Zaragoza. Tras conquistar Zaragoza, Musa ibn Musa se traslada a ella y pasa a ser la nueva capital de los Banu Qasi. Los Banu Qasi mantuvieron en una primera etapa buenas relaciones con sus vecinos cristianos de Pamplona, debido a sus relaciones familiares, llegando a aliarse con los reyes cristianos de Pamplona, la dinastía Arista-Íñiga, en contra del emir de Córdoba. No obstante, a mediados de siglo, reconciliado de nuevo con el emir, y como gobernador de Tudela, participa en los encuentros contra los cristianos.

Ifriquiya llegó a ser una potencia económica gracias a su importante agricultura de secano y regadío, además de ser un foco del comercio entre el mundo islámico, Bizancio e Italia, especialmente en el lucrativo comercio de esclavos que, aunque oficialmente prohibido por la Iglesia, era tolerado y practicado por todos. Los aglabíes se convirtieron en dueños del Mediterráneo occidental al adueñarse de la isla de Malta y someter a tributo a Cerdeña. En cuanto a las expediciones de saqueo, se centraron en Italia. La feroz resistencia que opusieron las guarniciones cristianas bizantinas y las rivalidades que enfrentaban a los caudillos árabes entre sí, prolongaron durante setenta y cinco años las luchas por adueñarse de Sicilia.

En 855, a la muerte de Lotario I, su reino fue dividido entre sus tres hijos en un trato llamado el tratado de Prum: el mayor, Luis II, recibió Italia y el título de emperador; el segundo, Lotario II, recibió Lotaringia; el más joven, Carlos, recibió Provenza.

La autoridad del rey de Italia sobre sus nobles (francos y lombardos), así como sobre obispos y abades, nunca fue muy fuerte. Además, el Ducado de Spoleto, la Toscana y la Marca del Friuli se habían constituido como fuertes poderes seculares, ajenos al Papado. En 863, al fallecer su hermano Carlos, Luis II le sucedió en el trono de Provenza. Los musulmanes saqueaban la costa desde sus bases en Sicilia, Calabria o Bari, así que en 869 Luis II se alió con el emperador bizantino Basilio I, que le envió barcos para asistirle en la captura de Bari, capital de un emirato islámico local, que sucumbió en 871.

Su hermano Lotario murió en 869 sin herederos legales, y sus territorios de Lotaringia se repartieron y se disputaron entre sus vecinos oriental (Francia Orientalis) y occidental (Francia Occidentalis). En el Tratado de Mersen (870), Lotaringia fue repartida por sus tíos, Luis el Germánico (oriental) y Carlos el Calvo (occidental, que quería gobernar toda Lotaringia). Así Lotaringia, como un reino unido, dejó de existir durante algunos años. En 876 Carlos el Calvo invadió Lotaringia oriental con intento de capturarla, pero fue derrotado cerca de Andernach por Luis el Germánico.

 Francia Oriental estaba formada en su mayoría por anexiones territoriales efectuadas durante el siglo VIII. Aquí se incluían los ducados de AlemanniaBavieraSajonia y Turingia, así como las Marcas danesa y eslava. La marca de Panonia sucedió a la marca Ávara. Ocupó el territorio al sur del río Danubio, entre el río Enns y el Wienerwald. Algunos documentos se refieren a ella como terminum regni Baioariorum in Oriente o «el extremo oriental del reino de los bávaros» y por esto a veces se la denomina «Marca Oriental (Bávara)».

En la Gran Moravia, a pesar de que inicialmente fue designado por los soberanos francos, el príncipe logró imponer su política independiente. Así, a la muerte de Mojmír I en el 846, asume el trono su nieto, Ratislav I.  Ratislav hizo un llamamiento al emperador bizantino, Miguel III, para que enviara misioneros que evangelizaran la región en lengua eslava. La respuesta del monarca bizantino llegó de inmediato enviando a Cirilo y Metodio en el 863. Estos crearon el primitivo alfabeto eslavo (alfabeto glagolítico) y tradujeron al antiguo eslavo eclesiástico las escrituras. El gobierno de Ratislav I también se encargó de la defensa de su territorio construyendo numerosas fortificaciones. Finalmente, el príncipe otorgó a su sobrino, Svatopluk I, el título de Príncipe de Nitra. Este se alió con los francos consiguiendo derrocar a Ratislav.

En 827, los búlgaros conquistaron Savia y parte de territorios situados más al norte. En 829, entregaron Croacia-PanoniaRatimir, en calidad de duque vasallo. Sin embargo, los francos reclamaban también el territorio, que afirmaban pertenecía desde 827 a la Marca de Carantania y, por lo tanto, estaba bajo la autoridad del conde Ratbodo, que había sido cabeza de la Marca Ávara y administraba la de Carantania desde el 828. Ratbodo depuso a Ratimir en el 838, y subordinó Savia a la Marca franca de Carantania.

Después de la expiración del tratado de paz, en el año 836, el emperador Teófilo asoló las regiones dentro de la frontera búlgara. Los búlgaros tomaron represalias y llegaron a Adrianópolis y se anexaron Filipópolis (Plovdiv) y sus alrededores. Poco después de su ascensión al trono de Presian I, los eslavos de la comarca de Tesalónica se rebelaron contra el Imperio bizantino, en el 837. El emperador Teófilo buscó el apoyo de Bulgaria para sofocar la rebelión, Los búlgaros realizaron una campaña a lo largo de las costas del mar Egeo de Tracia y Macedonia, y conquistaron la ciudad de Filipos. Esta campaña permitió someter a la tribu eslava de los smoljani.

El reinado de Presian coincide con la extensión de la autoridad búlgara sobre las tribus eslavas de Macedonia y los territorios aledaños. Serbios y búlgaros vivieron en paz hasta la invasión de Presian del 839. Vlastimirpríncipe (knez) de Serbia, unió varias tribus serbias​ a las que Teófilo otorgó la independencia práctica, aunque seguían reconociendo la autoridad teórica del emperador. La anexión búlgara de la Macedonia occidental cambió la situación. Presian​ invadió los territorios serbios, lo que desató una guerra de tres años que ganó Vlastimir.

Bizancio sufrió un importante revés con la pérdida de Creta, que le arrebató una banda de exiliados andalusíes. Estos establecieron un emirato pirata en la isla y durante más de un siglo asolaron las costas hasta entonces seguras del mar Egeo.

El fin de la iconoclasia, paradójicamente, aumentó el conflicto con los paulicianos, que rechazaban tajantemente el culto a las imágenes y a las reliquias, a la Virgen y a la cruz. Influyentes en Asia Menor, tenían su centro en Melitene y cooperaban con los árabes contra el imperio.​ La dura persecución de los paulicianos, que se extendían también por el Asia Menor occidental e incluso por la Europa balcánica, no fue del todo eficaz y dio como resultado indeseado el surgimiento de los bogomilos.​

Bajo el gobierno de Miguel III se depuso al patriarca de Constantinopla, Ignacio, y se nombró como nuevo patriarca a Focio, lo que produjo la primera separación de la Iglesia: el cisma de Focio.

En Asia Menor, donde los árabes habían alcanzado la mitad de la península, la suerte favoreció a las armas bizantinas, que  reconquistaron Amisos. Esta victoria marcó el comienzo de una nueva etapa en el conflicto árabo-bizantino en la que Constantinopla pudo recuperar paulatinamente el control de Asia Menor.

Las conmociones políticas con las que el califato abasí inauguró el siglo IX no fueron las únicas que azotaron al imperio. Detrás de ellas, y a veces claramente interrelacionadas, existieron importantes convulsiones sociales que ahora se manifiestan con gran virulencia y extensión geográfica. Una de las razones de estas convulsiones fue la sombría situación de los campesinos. Sometidos a una fuerte presión tributaria, estaban obligados a pagar en dinero las cosechas, lo que significaba el venderlas a un precio más bajo cada vez que los agentes fiscales tenían la ocurrencia de aparecer por su aldea. La negativa o tardanza en el pago eran castigadas con una dureza ejemplar y la única salida que tenían era la huida de sus tierras, lo que provocaba que las comunidades se quedaran con menos miembros y con la misma cantidad a pagar.

En algunos casos las revueltas sociales adquirieron tintes de movimientos religiosos. Este es el caso de las revueltas que tuvieron como escenario Jorasán y que se basaron en el recuerdo de la carismática figura de Abú Muslim, que inspiró una doctrina de grupos conocidos con el nombre genérico de Jurrumiyya. Sus doctrinas le otorgaban a Abú Muslim el rango de profeta, negaban la resurrección, creían en la transmigración de las almas y predicaban la comunidad de mujeres, creencias directamente herederas del mazdakismo, el gran movimiento social y religioso que había conmocionado a la comunidad persa en el siglo VI.

El kaganato jázaro desarrolló una economía doméstica autosuficiente alrededor de la cultura de Saltovo, una combinación de pastoreo tradicional, que permitía exportar ovejas y ganado, agricultura extensiva, uso abundante de las ricas poblaciones de peces del Volga, junto con la fabricación artesanal, con la diversificación de los rendimientos lucrativos de gravar el comercio internacional dado su control fundamental de las principales rutas comerciales. Los jázaros constituían uno de los dos grandes proveedores de esclavos para el mercado musulmán abasteciéndolo con eslavos capturados y miembros de tribus de las tierras del norte de Eurasia. El término bizantino sklavinoi, utilizado para referirse a la tribu eslava de los sclaveni, pasó al árabe con la forma saqaliba, que se utilizaba para referirse a los esclavos cristianos, particularmente a los procedentes de la ruta comercial del Volga y otras rutas europeas.

En el siglo IX, los bizantinos se aliaron con los pechenegos para mantener a raya a otras tribus más peligrosas. Los pechenegos habían sido expulsados de sus tierras por los oguz, otro pueblo túrquico de las estepas.  Llevados aún más al oeste por los jázaros, los pechenegos expulsaron a los magiares hacia el oeste del Dnieper.

A su llegada al nuevo territorio, que los magiares denominaron Etelköz, se encuentran con los varegos y los eslavos orientales. Los magiares establecieron lazos intensos y profundos con ambos pueblos. A partir del 862, los magiares (a los que ya se conocía como ungri)  iniciaron una serie de incursiones militares y saqueos desde Etelköz hasta la llanura panónica, principalmente contra la Francia oriental  y la Gran Moravia.

Los centros de población del Kanato de Rus’ serían un grupo de asentamientos a lo largo del río Voljov, pudiendo haber incluido las proto-ciudades de Holmgard (Nóvgorod), Aldeigja (Ládoga), LyubshaAlaborgSárskoye Gorodische y Timeriovo.

El comercio fue la principal fuente de ingresos del kanato, ya que los rus’ no se dedicaron a la agricultura. Viajaron por todo el Volga, negociando intensamente con los jázaros, a los puertos de Gorgán y Abaskun en la orilla sur del Mar Caspio y en ocasiones, viajaban hasta Bagdad.

En 860, el Kanato de Rus’ asedió Constantinopla con una flota de 200 buques. Los guerreros rus’ devastaron los suburbios de Constantinopla antes de abandonar el asedio. Tras rechazar el asedio los bizantinos enviaron misioneros, que fueron bien recibidos. La evangelización de los eslavos también tenía metas políticas para los bizantinos, que podían así aliviar la presión búlgara. Sin embargo, poco tiempo después todos los centros del Kanato en el noroeste fueron arrasados tras un levantamiento de los eslavos paganos y los chud (pueblos fineses) contra los varegos, quienes tuvieron que retirarse. La ruta comercial del Volga dejó de funcionar, lo que precipitó «la primera crisis de la plata en Europa». 

A finales del siglo IX, los vikingos habían invadido la mayoría de los reinos anglosajones. Sin embargo, Alfredo el Granderey de Wessex, derrotó a los vikingos, liderados por Guthrum el Viejo, en la batalla de Edington del año 878. El tratado resultante dio a los daneses el control del norte y el este de la isla, con Alfredo y sus sucesores controlando Wessex. Este tratado, conocido como Tratado de Wedmore, estableció una frontera entre las dos zonas: la zona situada al norte y al este de esta frontera se conoció como el Danelaw porque estaba bajo influencia política nórdica, mientras que las zonas situadas al sur y al oeste de la misma permanecían bajo dominio anglosajón. El Danelaw se convirtió en un factor de cohabitación entre las comunidades vecinas de anglosajones y escandinavos.

Los reyes carolingios llevaron políticas a veces contradictorias y de pesadas consecuencias. En 867, por el tratado de CompiègneCarlos el Calvo debió de ceder al rey bretón Salomón, el condado del Cotentin, con la condición de que el le prestaría juramento de fidelidad y que le ayudaría en su combate contra los vikingos.

En 875 muere Luis II el Joven, también hijo de Lotario I, y Carlos el Calvo es nombrado emperador, reunificando el Imperio aunque no fuera más que por breve tiempo. En 877 Carlos el Calvo firmó la capitular de Quierzy, con la que se pretendía regular la buena marcha del imperio, estableciendo la heredad de los principados y cargos condales, lo que da paso al nacimiento del feudalismo.

Carlos el Calvo muere ese mismo año y le sucede Luis II el Tartamudo y los grandes señores feudales ganan progresivamente autonomía.

Carlos había designado a Wifredo el Velloso, un noble descendiente de una familia del Conflent, conde de Cerdaña y Urgel en 870, y conde de Barcelona y Gerona en 878, lo cual suponía la reunión bajo su mando de buena parte del territorio de la Marca Hispánica. Wifredo fue el primer conde en transmitir el gobierno de sus territorios directamente a sus descendientes, debido a la crisis en que estaba sumido el Imperio y al consiguiente aumento de poder de los gobernantes locales en los territorios fronterizos.

Aunque a su muerte Wifredo repartió sus condados entre sus hijos, se mantuvo la unidad entre Barcelona, Gerona y Osona, excepto durante un breve periodo. Se atribuye a la política de Wifredo la repoblación de Osona, así como la fundación de los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas, y la restauración de la sede episcopal de Vich.

Los condados de RibagorzaSobrarbe y el valle de Gistau, estaban bajo dominio del condado de Tolosa.  En 872 el condado de Tolosa sufrió una crisis de poder a raíz del asesinato del conde Bernardo II de Tolosa por fieles de Bernardo Plantapilosa, reconocido después como conde por Carlos el Calvo. Entonces, un señor local, Ramón I de Pallars-Ribagorza, aprovechó para independizar los territorios al sur de los Pirineos de los condados y crear una dinastía condal propia.

García Galíndez, quien se había convertido en conde de Aragón, se rebeló contra la autoridad carolingia. A su muerte el condado pasó a su hijo Galindo Garcés, el cual murió sin descendencia, por lo que sus dominios fueron heredados por Galindo I Aznárez,  conde de Urgel y Cerdaña.

La crisis de la monarquía franca favoreció la disolución de los lazos entre los condes y los soberanos carolingios, buscando la protección de los soberanos de Pamplona.

 El emir Muhámmed I ibn Abdurrahmán invadió el reino de Pamplona en el año 860 y capturó al hijo de García Íñiguez, Fortún Garcés y a su hija Onneca Fortúnez, tomándolos como rehenes por el pago del débito tributario y llevándolos cautivos a Córdoba. El valí de Zaragoza Muhammad ibn Lubb, destruyó en 882 el castillo de Aibar. García Íñiguez falleció defendiendo el castillo de Aibar. Después de casi veinte años de cautividad en Córdoba, Fortún Garcés regresó al territorio pamplonés a la muerte de su padre.  Fortún ejerció una política de convivencia con los Banu Qasi, más dado a las prácticas piadosas que a las empresas militares, lo que produjo el disgusto de sus vasallos.

En la corte asturiana Ordoño I sucedió a su padre Ramiro I, fallecido el 1 de enero del 850. Ordoño repuebla AstorgaLeónTuy y Amaya. Establece relaciones estrechas con el Reino de Pamplona, y dentro del proceso de vinculación con el valle del Ebro, establece alianzas con los Banu Qasi de Zaragoza, a los que también combate en ocasiones en sucesivas variaciones de alianzas. Ordoño también trata de ayudar, sin éxito, a los mozárabes de Toledo  en rebelión contra el emir cordobés. A su muerte, le sucede su hijo Alfonso III. Alfonso III marca el momento cumbre de poderío del reino. Los primeros éxitos fueron cosechados en tierras portuguesas, donde las tropas del rey Alfonso lograron situar la frontera sudoccidental en el río Mondego.

A la muerte del emir Abderramán II en el año 852, la población toledana se sublevó como ya lo había hecho en otras ocasiones anteriores, ero fueron derrotados en la batalla de Guadalacete. Los toledanos volvieron a sublevarse en 871. Tras la victoria en esta batalla, Mohamed I ordenó levantar una serie de fortalezas en el territorio fronterizo conocido como Marca Media. Entre ellas, la de Maŷrit o Magerit, embrión de la futura ciudad de Madrid

El emirato idrisí se benefició del comercio transahariano, que llegó a estar dominado por comerciantes musulmanes (en su mayoría bereberes). La ciudad de Fez también floreció y se convirtió en un importante centro religioso. 

Ifriquiya se convirtió también en foco del comercio entre el mundo islámico, Bizancio e Italia, especialmente en el lucrativo comercio de esclavos. El declive del emirato aglabí se inició bajo el reinado de Ibrahim II, que perdió el control de Calabria en beneficio del Imperio bizantino, repelió un ataque de los tuluníes de Egipto y reprimió con dureza una rebelión bereber. Al final del siglo IX, la tribu árabe de los ismailíes de Siria llevó al régimen aglabí a una situación inestable, coincidiendo con la rebelión de la tribu bereber de Kutama. Para entonces el Estado aglabí estaba en plena decadencia: debilitado por intrigas palaciegas y rebeliones tribales, por el oeste su autoridad apenas alcanzaba Constantina. Más allá se extendía la estepa dominada por sus rivales rustumíes, también débiles.

En 893 se puso en marcha la rebelión de los fatimíes, de signo chiita, mediante la misión en la que Abdalá al-Mahdi Billah, un dirigente local ismailí en el oriente de Argelia, se declaró el Mahdí, el «guía divino» y califa o imam. Legitimó su pretensión declarándose descendiente de Mahoma por la rama de la hija del profeta, Fatima az-Zahra, y su esposo, Ali ibn Abi Talib, primo del profeta. Esto ocurrió en Kairuán y los aglabíes no opusieron resistencia a la expansión de los fatimíes, que los absorbieron en el año 909.

Durante los nueve años posteriores al asesinato de Al-Mutawákkil, el califato abasí quedó sumido en el caos más absoluto. Cuatro califas se sucedieron durante este periodo, todos asesinados y en un estado virtual de guerra civil.

Como consecuencia de la debilidad de poder abasí, la situación de los territorios del Islam cambió radicalmente. Esto supuso que cuando el califato pudo superar su crisis interna en los años posteriores a 870, ya no les fue posible mandar gobernadores a las provincias y esperar tranquilamente a que recaudaran los impuestos y mantuvieran el orden: ante el hecho consumado de que los poderes locales tenían una sólida implantación en sus provincias, los califas de Bagdad no tenían más remedio que hacer reconocer y conseguir que estos gobernantes locales mandaran las recaudaciones de su zona. Pero el proceso de desintegración era ya irreversible. De hecho, Ahmad ibn Tulun (gobernador de Egipto nombrado en el 868) desafió más al gobierno extendiendo su dominio también a Palestina y Siria, donde gobernó 37 años.

Pese a tener todos estos elementos en contra, durante los 30 últimos años del siglo IX, el califato abasí experimentó una fugaz recuperación de la mano de Al-Muwaffaq, que paradójicamente nunca ejerció como califa. Su logro fue aglutinar en torno a sí a los principales jefes del ejército turco. Con esta visión política, Al-Muwaffaq permitió que gobernara su hermano Al-Mutámid (870-892), aunque al final este califa fue relegado a un mero papel de comparsa. Ambos hermanos murieron uno después del otro en 891 y 892. Un hijo de Al-Muwaffaq conocido como Al-Mutádid (892-902) fue proclamado califa. Sus años de gobierno estuvieron marcados por luchas en todos los frentes, que en algunos casos tuvieron éxito (Siria y el norte de Mesopotamia y Egipto). No fue así en el oriente de Persia, que pasó a manos del emirato samaní.

El final de las luchas iconoclastas supone una importante recuperación del Imperio bizantino, visible desde el reinado de Miguel III, último emperador de la dinastía frigia, y, sobre todo, durante los casi dos siglos (867-1056) en que Bizancio fue regido por la Dinastía Macedónica. Este período es conocido por los historiadores como «renacimiento macedónico».

El Imperio bizantino, que comenzó teniendo el latín como lengua de gobierno como prolongación del Imperio romano, había impuesto ya la lengua griega en su producción literaria; mientras que las diferencias con la cristiandad occidental, con centro en la sede papal de Roma, ya habían establecido una nítida identificación de la cristiandad oriental con la Iglesia ortodoxa, cuyo centro era Constantinopla, la capital del Imperio.

Basilio I, fundador de la dinastía macedónica, había nacido en la Tracia bizantina en una familia campesina de ascendencia armenia. Empleado en la burocracia imperial, ascendió rápidamente, hasta ser nombrado coemperador.  Con hábiles maniobras políticas fue capaz de asentarse en el trono y comenzó campañas diplomáticas y militares para asegurar el Imperio. Recuperó Creta y Chipre y rechazó los avances de los búlgaros.

La alianza de los jázaros con el Imperio bizantino comenzó a colapsar a principios del siglo X. Las fuerzas bizantinas y jázaras pueden haber chocado en Crimea, y los bizantinos comenzaron a intentar alianzas con los pechenegos y los rus´, con diversos grados de éxito.

En 894 los búlgaros entraron en guerra con Bizancio. A principios de 895, el Emperador León VI el Sabio pidió ayuda a los magiares, quienes enviaron un ejército mientras que los bizantinos entraron por el sur del país. El zar Simeón I de Bulgaria, apresado entre las fuerzas magiares y bizantinas, se dio cuenta de que no podía luchar en dos frentes y firmó un armisticio al momento con el Emperador bizantino.

Este zar, asimismo, utilizó a los pechenegos para defenderse de los magiares. Los pechenegos tuvieron tanto éxito que expulsaron a los magiares que quedaban en Etelköz y las estepas del Mar Negro, obligándoles a retirarse al bajo Danubio, a Transdanubia y a la llanura de Panonia.

Un gobernante de Nóvgorod, Riúrik, establece la dinastía rúrika en 862. Sin embargo, fue durante el reinado del príncipe Oleg (879-912), quien en el año 882 extendió su control de Nóvgorod al valle del río Dniéper con el fin de proteger el comercio de las incursiones jázaras en el este y trasladó su capital a la más estratégica Kiev, dando origen a la Rus de Kiev. En las proximidades de Kiev habitaban los polanos orientales, posible  origen de los ucranianos modernos.

Durante los siguientes treinta y cinco años, Oleg y sus caballeros dominaron las distintas tribus eslavas y finesas. En 907, Oleg dirigió un ataque contra Constantinopla, y en 911 firmó un tratado comercial con el Imperio bizantino en igualdad de condiciones. El nuevo Estado de Kiev prosperó por su control sobre la ruta que unía el mar Báltico con el mar Negro y Oriente, además de por su abundancia en pielescera de abeja y miel para exportar.

En el siglo IX los polanos occidentales unificaron varias tribus eslavas occidentales al norte de la Gran Moravia. La unión estuvo dominada por la dinastía Piast. En el siglo X, la de los polanos había llegado a ser la tribu más poderosa de la región, merced especialmente a su caudillo, Miecislao I, el cual se cree que fue el tataranieto de Piast. Su territorio estaba comprendido entre los ríos Odra y Bug, los Cárpatos y el mar Báltico. Los polanos occidentales se consideran el núcleo originario de los actuales polacos.

Luis el Germánico había estado ocupado sofocando las rebeliones de sus hijos. El mayor, Carlomán de Baviera, se rebeló en 861 y nuevamente en 863. Le siguió su hermano Luis el Joven, al que se le unió su otro hermano, Carlos el Gordo. En 864 Luis hubo de entregar a Carlomán el reino de Baviera, que él mismo había gobernado durante el reinado de su padre. En 865 dividió el resto de sus territorios: SajoniaFranconia y Turingia fueron para Luis el Joven, y Suabia y Recia, para Carlos el Gordo.

Tras la muerte de Luis II de Italia en 875, Luis el Germánico trató de obtener el título imperial para sí y sus descendientes. Con este propósito envió una embajada a Roma para visitar al papa Juan VIII. A su regreso, Luis fue informado de que Carlos el Calvo había obtenido el título imperial.

Luis el Germánico falleció en 876 y Carlos el Calvo en 877; Carlomán logró que los nobles italianos lo eligiesen rey de Italia en Pavía ese mismo año. Carlomán abdicó en 879 en su hermano Carlos el Gordo, que en 880 fue reconocido y coronado rey de Italia en Rávena.

Carlos el Gordo fue coronado emperador, como Carlos III, en 881 por el Papa Juan VIII en agradecimiento por su ayuda contra Guido de Spoleto, que estaba invadiendo los Estados Pontificios. Al año siguiente murió su otro hermano, Luis III el Joven, heredando como resultado el reino de Francia Orientalis. Al fallecer su primo Carlomán II, heredó el reino de Francia Occidentalis. De esta manera, el Imperio carolingio quedaba reunificado, aunque por breve tiempo.

Carlos el Gordo tuvo que hacer frente a numerosas incursiones vikingas, una de las más importantes la que mantuvo sitiada la ciudad de París, prefiriendo pactar su retirada a cambio de cuantiosas sumas de dinero. Durante su reinado estallaron rebeliones por todo el Imperio. Una de las más importantes fue la del conde de París, enormemente popular por su labor en la defensa de dicha ciudad ante el ataque vikingo.

Eudes fue elegido rey de Francia Occidental en 887, tras la deposición de Carlos III el Gordo. Al ser hijo del conde Roberto de Anjou, es el primer monarca de la dinastía de los Capetos. Eudes fue vasallo de Arnulfo de Carintia pero en 894, este decidió defender la causa de Carlos III el Simple, que le reclamó el trono. Tres años después, tuvo que rendirse y aceptar las pretensiones de su oponente, a quien reconoció como sucesor en 897.

Carlos III el Simple consigue resolver el problema de las invasiones vikingas que desde hacía mucho tiempo eran un problema grave para el reino. En 911, en virtud del Tratado de Saint-Clair-sur-Epte, acordado con el jefe vikingo RollónNormandía se convierte en un ducado, a cambio de la promesa de Rollón de acabar con el pillaje en las orillas del Sena, de convertirse al cristianismo y de casarse con Gisela de Francia, la primera hija de Carlos III y su primera esposa.

 El reinado de Alano el Grande de 890 a 907 permite restablecer temporalmente la paz en el reino de Bretaña, pero la soberanía sobre el Cotentin, el Anjou y la Mayenne ya no es más que teórica. A su muerte la amenaza vikinga culmina, entre 907 y 937, y se inicia un proceso de colonización, principalmente en el valle del Loira, con expropiación y sumisión de la población. Emerge un embrión de poder político vikingo, comparable en su forma a lo que ocurre en el mismo período en Normandía, pero que no logrará afianzarse debido a la falta de un líder capaz de unificar a las distintas bandas rivales.

Alfredo el Grande  firmó en torno al 880 la llamada Paz de Guthrum con el danés, según la cual acordaron una frontera que repartiría los territorios. Guthrum reinaría sobre los territorios al norte y al oeste, mientras que Alfredo recibiría los del sur y el este (a partir de este momento, podemos empezar a hablar de Angloland, nombre que dio Alfredo a sus territorios).

Cuando Alfredo murió, Aethelwold, el hijo del rey Etelredo I reclamó su derecho al trono, disputado con el hijo de Alfredo, Eduardo el Viejo, e intentó levantar un ejército pero, incapaz de encontrar apoyo en las tierras de Wessex, se vio obligado a huir a Northumbria, territorio controlado por los vikingos. Allí fue aceptado como rey y pudo reunir una flota con la cual zarpó rumbo al Reino de Estanglia, bajo control danés. En 902 ya había convencido a los daneses de la región para atacar Wessex enfrentándose a las tropas de Eduardo. Durante la Batalla del Holme, en 902, los daneses derrotaron a las tropas de Kent aliadas de Eduardo, pero sufrieron muchísimas bajas, Aethelwold entre ellas.

 Eduardo superó los logros militares de su padre, regresando el Danelaw al dominio sajón y reinando sobre Mercia a partir de 918 tras la muerte de su hermana Ethelfleda. Su sobrina Elfwynn, hija de Ethelfleda, fue nombrada sucesora de su madre, pero Eduardo la depuso, terminando así con la independencia de Mercia. Ya había anexado las ciudades de LondresOxford y las tierras circundantes a Oxfordshire y Middlesex.

Una serie de invasiones escandinavas por el norte, forzaron a Eduardo a entrar en varias batallas entre fines del 918 y finales de 920. Murió liderando un ejército contra la rebelión cambro-merciana, en 924 en Farndon. Fue sucedido por su hijo Ethelweard, que vivía como un ermitaño en Bridgnorth, que solamente tuvo 16 días de reinado, pues fue murió en Oxford, al parecer asesinado por órdenes de su medio hermano Athelsan.

Athelstan se crió en el reino de Mercia por orden de su padre, como una forma de conseguir la lealtad de este rebelde país a la dinastía cérdica, y a la muerte de este fue aclamado como rey de Mercia. La Witan lo eligió como el nuevo soberano de Wessex, y fue coronado en Kingston upon Thames en 925. Ocupó Northumbria en 927, a la muerte de Sihtric ua Ímair, rey vikingo de Jórvik y de Northumbria, por lo que es considerado como el primer rey inglés de facto. Alcanzó éxitos militares considerables sobre sus rivales, incluyendo a los vikingos, y extendió su dominio a partes de Gales y de Cornualles. Su victoria más grande, sobre una alianza enemiga que incluía a Constantino II de Escocia, fue la batalla de Brunanburh, en 937.

 

El reino de Dublín se fue gaelizando progresivamente, al igual que sucedió con otras regiones de tradición celta en distintos periodos históricos, produciéndose un sincretismo cultural por el que se los conoció como hiberno-nórdicos o nórdico-gaélicos. El reino se convirtió en un emporio comercial que controlaba fundamentalmente algunas porciones de la costa irlandesa en torno a Dublín, y  fue gobernado por una monarquía de origen escandinavo, probablemente noruega, adaptándose a la cultura gaélica a partir del reinado de Máel Sechnaill mac Domnaill. La dinastía hiberno-nórdica Uí Ímair fue la más extensa, influyente y poderosa en Dublín y otros territorios vikingos de las Islas del Norte.

En el siglo X se va afirmando progresivamente la hegemonía del conde de Barcelona sobre los condados orientales de la Marca Hispánica, que desde principios del siglo ya controla también el de Osona y el de Gerona. Los condes de Barcelona reforzaron su autoridad política y se fueron alejando poco a poco de la influencia franca.

A la muerte de Wifredo el Velloso (897), sus hijos se repartieron toda la herencia y pasaron a gobernar sus condados. En este reparto, el condado de Urgel le correspondió a Sunifredo II de Urgel. Sunifredo II de Urgel murió en 948 sin descendencia. El condado lo heredó su sobrino Borrell II, que luego sería conde de Barcelona, y además lo fue de Gerona y Osona.  

A la muerte de Ramón I, conde de Ribagorza y de Pallars, sus dominios se repartieron entre sus hijos: Miró y Bernardo Unifredo rigieron la Ribagorza, Isarn y Lope cogobernaron el Pallars. En 916 Ramón I había reconquistado el norte del Sobrarbe, por lo que este territorio pasó a su hijo Bernardo en 920.

En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez sin heredero varón y su herencia se dividió entre sus dos hijas: Andregoto Galíndez aportó el Aragón, propiamente dicho, como dote al reino de Pamplona, mientras que Toda aportó el Sobrarbe meridional al condado de Ribagorza.

Fortún Garcés se retiraba con frecuencia al monasterio de San Salvador de Leyre, al cual hizo grandes donaciones, por lo que durante su ausencia gobernaba Íñigo Garcés. En 905 la nobleza del reino decidió remplazar a Fortún por Sancho Garcés. Se produjo entonces un cambio dinástico en Pamplona. Eliminados los derechos patrimoniales de los hijos de Fortún Garcés, estos recayeron en su nieta Toda, casada con Sancho Garcés, que los hizo valer y se proclamó rey de Pamplona en 905, siendo el primer rey de la nueva dinastía Jimena.

Alfonso III fue el último rey asturiano, o el primero de León, ya que en esta ciudad residió largas temporadas, y allí tenía su Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora, acogiendo a una importante inmigración mozárabe, y consolidó el Duero como frontera meridional del reino, en torno a las plazas fuertes de Toro y Zamora. Luchó enérgicamente contra los musulmanes, a los que derrotó en Polvoraria.

En 909, Alfonso III descubrió una conspiración que pretendía despojarle del trono en la que estaban implicados su hijo primogénito, el infante García, su esposa, la reina Jimena de Asturias y sus otros hijos. El infante García tomó parte en la conspiración apoyado por su suegro, Munio Núñezconde de Castilla. No obstante, el infante García fue apresado y Alfonso III ordenó encerrarlo en el castillo de Gauzón, aunque, poco después, el rey fue obligado a abdicar en sus tres hijos y a repartir su reino entre ellos. El reino de León correspondió al hijo primogénito, el infante García, Asturias le correspondió al infante Fruela y Galicia al infante Ordoño, aunque García tendría una posición preeminente. Alfonso III falleció en la ciudad de Zamora en 910 después de dirigir una expedición victoriosa contra los musulmanes.

Al margen de una mayor o menor despoblación de la cuenca del Duero, el territorio fue una «tierra de nadie», ya que desde mediados del siglo VIII no estaba dominada ni por el emirato ni por el incipiente reino astur. Hubo un importante proceso repoblador, del cual eran protagonistas ante todo gentes procedentes del otro lado de la cordillera Cantábrica, a las que se sumaron, avanzado el siglo IX, mozárabes que abandonaban al-Andalus. En un primer momento la repoblación tuvo un carácter espontáneo, procediendo los labriegos, que actuaban por su cuenta o bajo la dirección de clérigos o de nobles, a la presura, fórmula jurídica por la que las personas que ponían en valor un terreno inculto se convertían en propietarios del mismo. Más tarde, desde mediados del siglo IX, los reyes astures decidieron intervenir en esa actividad, lo que explica que se hable de repoblación oficial.

El mencionado proceso colonizador tuvo importantes consecuencias económicas y sociales. Por de pronto hubo una masiva roturación de tierras, al tiempo que se diversificaban los cultivos. El rasgo dominante de aquella sociedad, era la abundancia de pequeños campesinos libres y la escasa incidencia de la dependencia, sin olvidar que en el proceso repoblador intervinieron, desde el primer momento, nobles y eclesiásticos, los cuales utilizaban a labriegos dependientes. 

De esta manera comenzaron a surgir comunidades rurales y urbanas que tomaban sus propias decisiones sobre problemas de la vida cotidiana. Así comenzaron los concejos, o concilium, como una manera de autogobierno de núcleos de población en las que todos los vecinos tenían representación. Estos concejos abiertos evolucionaron a concejos cerrados, en los que una parte de los vecinos representaba al resto.

Durante el emirato de Abdalah I, las rebeliones internas en al-Ándalus se sucedieron. Su poder como emir se limitó a las tierras cordobesas, pues el resto de provincias estaban gobernadas por familias rebeldes que no acataban su autoridad. Toledo, Zaragoza y Badajoz, todas ellas territorios fronterizos,  permanecieron independientes, como lo habían sido la mayor parte del tiempo desde el reinado del emir Mohamed I.

Desde 880 Omar ben Hafsún había organizado una rebelión en Bobastro y conquistó un gran territorio que dominaba las provincias de Málaga y Granada y tenía intensas relaciones con los rebeldes de Jaén. En su lucha contra los Omeyas le apoyaron sobre todo los bereberes y los mozárabes.

El califato fatimí fue el cuarto califato islámico, el único chií de toda la historia (ismailita, concretamente). Dominó el norte de África desde 909, inicialmente establecido en Túnez. La dinastía controló la costa mediterránea de África y convirtió Egipto en el centro de su califato en la segunda mitad del siglo x. En su apogeo, el califato incluía, además de Egipto, parte del MagrebSudánSicilia, el Levante mediterráneo y la región de Hiyaz.

​ Los bereberes kutama, montañeses de la Pequeña Cabilia,​ fueron el núcleo de las primeras fuerzas militares fatimíes, y el sostén de la dinastía hasta su desaparición. Los fatimíes afirmaban descender de la hija del profeta MahomaFátima y de su primo, yerno y cuarto califa del islam, Alí. Tanto por su ascendencia como por gracia divina, proclamaban ser imanes, gobernantes infalibles guiados por Alá. Como tales, pretendían acabar con la dinastía abasí, a la que tildaban de impostora y de querer imponer su autoridad al mundo entero. Eran también enemigos de los omeyas, que reinaban aún en la península ibérica.

A comienzos del siglo X, el califato abasí parecía haber recuperado sus tiempos de esplendor; incluso los samaníes tenían que reconocer la soberanía califal. Con todo, este momentáneo resurgimiento se debió al buen gobierno de unos pocos califas. En cuanto el poder pasó a manos de califas peor dotados, todo este imponente edificio se derrumbó con pasmosa facilidad.

La definitiva crisis del califato abasí se desarrolló entre los años 908 y 945. Durante este periodo cinco califas se sucedieron en Bagdad, de los cuales cuatro fueron depuestos por métodos violentos. Los sucesos y vaivenes políticos que jalonaron esta crisis fueron complejos. De hecho, fueron las intrigas de una facción de la burocracia civil las que permitieron que se proclamara califa a uno de los miembros más débiles y fácilmente manejables del linaje abasí, Al-Muqtádir (908-932), cuyo gobierno estuvo controlado por los visires, de grupos rivales que luchaban por acaparar los recursos fiscales. El asesinato de este califa fue consecuencia de la crisis de poder central y desató de forma ya imparable la espiral de crisis interna.

La falta de recursos tenía unas raíces complejas. Para hacer frente a la recaudación fiscal, los califas echaban mano de los arrendatarios, familias que adelantaban una suma al califa (la estimación de lo que se podía recaudar en una determinada zona) y luego eran ellos los responsables de recaudar los impuestos a los ciudadanos. Estos arrendatarios normalmente daban menos de lo que en realidad recaudaban, por lo que acumularon grandes fortunas y explotaban como podían a los campesinos para reunir más ganancias. Atrapado el gobierno central por la necesidad imperiosa de hacer pagos, sobre todo a un ejército siempre dispuesto a rebelarse, tuvo que ceder ante las presiones y permitir a los militares que recaudaran ellos mismos los impuestos. Eso dio lugar a la concesión de iqtá (igar), que suponía la concesión de territorios en los cuales no podían ejercer su autoridad agentes del gobierno central, sino que el beneficiario recaudaba los impuestos y le enviaba al califa una cantidad fijada de antemano que no pasaba de ser una cantidad simbólica. Durante este periodo se hizo frecuente también la ilya o himaya, donde un campesino se ponía bajo la protección de un señor cediéndole sus tierras. Con ello los campesinos buscaban ponerse al amparo de las arbitrariedades de los agentes fiscales y de las convulsiones causadas por las guerras. En algunas zonas contribuyó a imponer una situación servil sobre las poblaciones rurales.

Desde 896 el Imperio bizantino estuvo obligado a pagar un tributo a los búlgaros, y en 913 Simeón I estuvo a punto de atacar la capital. 

Los jázaros eran aliados de Bizancio hasta el reinado de Romano I Lecapeno, cuando él comenzó a perseguir a los judíos del Imperio. El kan jázaro Yosef ben Aaron respondió a la persecución de judíos «deshaciéndose de muchos cristianos» y Romano I tomó represalias al incitar a Oleg de Nóvgorod contra el estado jázaro.

Las incursiones de los rus´ en el mar Caspio comenzaron   a finales del siglo IX y comienzos del X. Los rus emprendieron su primera expedición a gran escala en el año 913; tras su llegada en 500 barcos, saquearon Gorgan y las tierras cercanas, capturando esclavos y bienes. Durante su regreso, los expedicionarios del norte fueron atacados y derrotados por los jázaros en el delta del Volga, y quienes lograron escapar acabaron muertos por las tribus locales del curso medio del Volga.

En su siguiente expedición, en 943, los rus capturaron Barda, la capital de Arran. Los rus permitieron que los habitantes conservaran su religión a cambio del reconocimiento de su dominio absoluto; existe la posibilidad de que los rus pretendieran establecerse allí en forma permanente. Los rus permanecieron en Barda varios meses, utilizándola como base para saquear las zonas cercanas y reunir un cuantioso botín. La ciudad se vio salvada por una epidemia de disentería que estalló entre los rus.

Ígor de Kiev sucedió a Oleg como Gran Príncipe de la Rus de Kiev en 912 o 922. Ígor sitió dos veces Constantinopla, en 941 y 944, y, debido a que su escuadra había sido destruida por el fuego griego, firmó un tratado con el emperador.

Tras la muerte de Ígor, asesinado por los drevlianos, su esposa Olga asumió la regencia de su hijo, Sviatoslav I de Kiev. Fue la primera soberana de los eslavos en convertirse al cristianismo ortodoxo.

Tras sus catastróficas derrotas ante los pechenegos y los búlgaros, los magiares se vieron forzados a emigrar. Así, toda la población se desplazaría cruzando las montañas que limitaban su territorio hacia el territorio de la Llanura Panónica.

Cuando los magiares invadieron la Llanura Panónica, su mayor parte estaba habitada por pueblos eslavos, y algunos grupos residuales de gépidos, onogures y ávaros de poblamientos anteriores. Los búlgaros ocupaban el valle del Maros en el momento de la invasión magiar. No obstante, los magiares invadieron la Gran Llanura Húngara y pudieron ocupar los territorios de la Cuenca Cárpata al este de los ríos Danubio y Garam probablemente sin enfrentarse a ninguna resistencia seria.

En 899, los magiares invadieron las regiones septentrionales de Italia y saquearon el campo alrededor de las ciudades de TrevisoVicenzaVeronaBérgamo y Milán. Derrotaron al ejército del rey Berengario I de Italia  en la batalla de Brenta. Tras su victoria, tomaron Vercelli y Módena, asediando Venecia donde fueron derrotados y abandonaron Italia.

Poco después, los magiares comenzaron una guerra con los moravos, ocupando una parte de su tierra entre los ríos Garam y Morava, pero no se detuvieron ni en el río Morava ni en la frontera occidental de Panonia, penetrando profundamente en el territorio de Baviera, extendiendo la devastación y la destrucción a territorios tan alejados como el río Enns. Así, para el año 900 el territorio de esta cuenca al oeste de la línea Garam-Danubio estaba bajo control magiar.

Los magiares lanzaron una serie de incursiones de saqueo tanto hacia el oeste como hacia el sur en el Imperio bizantino. Las incursiones hacia el oeste se detuvieron solo con la derrota magiar de la batalla de Lechfeld de 955, que condujo a un nuevo orden político en Europa occidental. 

 En 895 Bohemia logró la independencia de la Gran Moravia, estableciéndose el ducado de Bohemia dentro del Imperio carolingio. Con la fragmentación de Gran Moravia bajo la presión de las incursiones magiares hacia el año 900, Bohemia comenzó a formarse como un principado independiente. Aislado de Bizancio por la presencia húngara, el principado de Bohemia existió como estado independiente aunque todavía a la sombra de Francia Oriental; los duques rindieron homenaje a los duques bávaros a cambio de la confirmación del tratado de paz.

 A la muerte de Arnulfo de Carintia en 899, su hijo pequeño Luis fue coronado como rey de Francia Oriental y de Lotaringia. Fue rey bajo regencia desde 899 hasta su muerte, doce años después, siendo el último representante carolingio en la Francia Oriental. En 907 enfrentó a los húngaros en la batalla de Bratislava, en la cual fue derrotado por las fuerzas del Gran Príncipe Árpad. Posteriormente en 910, su ejército fue vencido nuevamente por unas tribus del Principado de Hungría en la primera batalla de Lechfeld. Le sucedió Conrado I, el cual mantuvo una alianza con la Iglesia pero no fue reconocido por los ducados de BavieraLorenaSajonia y Suabia, con los que estuvo enfrentado, y a los que intentó someter, aunque fracasó. Le sucedió Enrique I el Pajarero, su adversario más destacado y el primer rey  de la dinastía otoniana, considerado como el fundador y primer rey del Reino de Germania

Harthacnut I fue un legendario jefe vikingo, rey de Dinamarca. Se piensa que era hijo de Sigurd Ragnarsson, uno de los hijos del legendario Ragnar Lodbrok, aunque es más probable que fuera nieto de Sigurd. Harthacnut procedía de «Northmannia» o la «tierra de los Norsemen«, lo que implica un origen noruego o de, por aquel entonces, la reciente colonización de la Normandía por vikingos daneses.  

Harald I de Noruega fue el primer rey de Noruega. A través de conquistas, logró unificar un conjunto de pequeños reinos rivales y extendió su dominio sobre Escocia, las Islas Hébridas, las Órcadas y las Shetland. La persecución que hizo de sus enemigos llevó al poblamiento noruego de Islandia.

Tras la Batalla de Brunanburh, los ingleses desistieron en invadir Escocia y los límites entre ambos reinos quedaron establecidos por siglos. Al morir el rey Athelstan en 939 le sucede en el trono inglés Edmundo I. Poco después su proclamación como rey tuvo que hacer frente a varias amenazas militares. El rey Amlaíb mac Gofraid había conquistado Northumbria e invadido las Tierras Medias, por lo que el nuevo monarca tuvo que aceptar la paz. Cuando Olaf murió en 941, Edmundo pudo reconquistar las Tierras Medias. En 945 Edmundo conquista el reino de Strathclyde pero le concede sus derechos sobre el territorio a Malcolm I de Escocia. A cambio, firmaron un tratado de ayuda mutua,​ estableciéndose así una política de fronteras seguras y de relaciones pacíficas con Escocia.

En Francia Occidental los nobles, ante la incapacidad real de hacer valer su autoridad, pudieron apropiarse de sus beneficios territoriales (que inicialmente les fue otorgado como usufructos) y trasmitirlos a sus hijos, además de usurpar los derechos reales, como el de acuñación de moneda, los peajes e incluso, la administración de justicia. Por tanto, en un reino en el que la aristocracia territorial se ha apropiado de las funciones administrativas, que aprovecha en su propio beneficio y las transmite a sus descendencia, despojando de poder efectivo al monarca, dio lugar a la concentración de poder en «principados territoriales», debido a que la nobleza había arraigado en una región geográfica donde había adquirido varios territorios (condados) y establecido relaciones familiares. Así tenemos el ducado de Aquitania, Borgoña, y Normandía, los condados de Anjou, Champaña, Blois, Flandes, Barcelona y Tolosa. Todos estos principados reconocían al rey como su señor, pero se sustraían a la intervención el mismo.

Los condes de Normandía (convertidos en duques alrededor de 1010) se dedicaron a defender la integridad de su territorio, frente a las revueltas de otros príncipes vikingos instalados en la región, así como de las invasiones de sus poderosos vecinos, como el conde de Blois y el conde de Flandes. Mientras que en otras partes de Europa occidental, los vikingos se vieron obligados a retirarse de los territorios conquistados, los normandos consiguen mantenerse en el poder y construir un Estado consolidado.

En el año 921, parte de la nobleza franca y el clero se levantaron en contra de Carlos III el Simple, movimiento en el que tomó parte Roberto, hijo del conde Roberto de Anjou y hermano del rey Eudes. Tras derrotar a Carlos, que tuvo que retirarse a Lotaringia, Roberto fue coronado en 922. Tras reunir un ejército, Carlos III el Simple se enfrentó contra Roberto I en la Batalla de Soissons, donde Roberto murió asesinado. Carlos no pudo recuperar el trono y fue confinado. Una asamblea de nobles designó a Raúl, duque de Borgoña, como su sucesor.

En el siglo X no había una delimitación precisa entre un lado y otro de lo que hoy llamaríamos «frontera» que separara los condados de la Marca Hispánica de al-Ándalus. Por una parte, la separación entre los distintos territorios era imprecisa y no se trataba de un área despoblada, sino que en ella había algunos pobladores de obediencia incierta. Por otra parte, a cada lado había habitantes que estaban sometidos a autoridades civiles y religiosas cuya sede se encontraba en el bando opuesto.

Los condes que sucedieron a Wifredo al frente del condado de Barcelona mantuvieron su lealtad a los carolingios, incluso frente a los intentos de diversos usurpadores de ocupar el trono franco. De todos modos, no consta que el conde Suñer I fuese a rendir homenaje personalmente.

Sancho Garcés I amplió considerablemente las fronteras meridionales del reino hasta llegar a tierras riojanas mediante una serie de campañas militares contra los musulmanes.​ Se anexionó estos territorios en el 923. La concordia con los vecinos Banu Qasi, típica de los tiempos de la anterior dinastía pamplonesa, dio paso a continuos enfrentamientos con estos. El reino de Pamplona empezó a extender su influencia sobre Aragón. Aprovechando la decadencia carolingia, Sancho Garcés atrajo Aragón a su órbita.

 

El rey García I estableció su Corte en la ciudad de León. Durante su reinado mantuvo relaciones distantes y conflictivas con su hermano Ordoño, sin embargo, los hermanos de García I de León se consideraron subordinados a él.​ En 911 invadió con su ejército el territorio musulmán. Durante su reinado, el rey García I repobló diversas ciudades a fin de asegurar la línea del río Duero, que se había convertido en una de las claves del sistema defensivo leonés. Falleció en la ciudad de Zamora, aunque se desconoce la fecha exacta. Su hermano Ordoño II  (I como rey privativo de León) fue proclamado rey de León al no tener García descendencia.

Al morir García I en 914 sin descendientes, Ordoño II se trasladó a León donde fue aclamado rey, lo que supuso que Galicia y León compartieran el mismo monarca, y el que trasladó definitivamente la capital del reino de Asturias desde Oviedo a León. Ello supuso la creación de un nuevo reino, el de León, que aglutinó al asturiano, ya que Fruela II permaneció en Asturias, pero reconociendo la primacía del reino leonés.

Cuando el emir Abd Allah murió en 912, la sucesión tomó un cariz inédito, puesto que no recayó en ninguno de sus hijos, sino en su nieto Abderramán.

Heredaba un emirato al borde de la disolución, y su poder no iba mucho más allá de los arrabales de Córdoba.​ Desde mediados del siglo IX, los conflictos políticos, sociales y entre los distintos grupos culturales minaban la unidad del emirato y la autoridad de los emires apenas cubría la capital y su región.​ La administración había menguado mucho, así como el ejército, reducido a poco más que una banda armada financiada por correrías anuales.​ De inmediato, el mismo día de su entronización, Abderramán proclamó su intención de recuperar el prestigio y la autoridad perdida por los anteriores emires omeyas.

Para ello, Abderramán III puso en marcha casi inmediatamente una enérgica política de campañas militares y perdón a aquellos que se doblegaban sin resistencia.

Las amenazas para el emirato, sin embargo, eran tres: La autonomía o cuasiindependencia de las marcas fronterizas y de otros territorios del emirato, que se regían por sí mismas ante la debilidad del poder cordobés; a estas se unía la peligrosa y larga rebelión de Ibn Hafsún. La presencia en el Magreb de la dinastía fatimí, rival, tanto en lo político como en lo religioso. Y la amenaza de los reinos cristianos del norte de la península.

En amarillo zonas rebeldes al poder del emir Abderramán III

Los idrisíes se habían mostrado partidarios de los fatimíes, pero apoyaron a los omeyas más tarde.​ Tras su derrota ante los Miknasa en 905, los idrisíes fueron expulsados de Fez. Solo gracias a la ayuda de Córdoba, pudo sostenerse la dinastía frente a los fatimíes y sus aliados. El califato fatimí creció para incluir Sicilia y extenderse a través del Norte de África hasta el océano Atlántico.

A la muerte del califa abasí al-Muqtádir en 932, los cortesanos eligieron a al-Qáhir, hermano del fallecido, pero resultó ser un señor todavía peor que éste. Estalló una conspiración que lo destronó dos años después. Esta situación fue aprovechada por las diferentes dinastías establecidas en distintos lugares para reforzar su poder. Los Buyíes, dinastía irania chiita, fundaron una confederación que controló la mayor parte de Mesopotamia y Persia.

En 943 un ejército bizantino invadió el norte de Mesopotamia y sitió la importante ciudad de Edesa en 944. RomanoI mantuvo a tres de sus hijos, CristóbalEsteban y Constantino, como coemperadores junto a Constantino VII. Romano fue depuesto por Esteban y Constantino en 944, pero ellos fueron también depuestos prontamente y Constantino VII restaurado como único emperador. En 949 Constantino dispuso una nueva expedición contra los corsarios árabes escondidos en Creta, pero fracasó en sus aspiraciones.

Los señores de la guerra de la Rus de Kiev lanzaron varias guerras contra el jaganato jázaro. Poco después de acceder al trono, Sviatoslav comenzó a guerrear para expandir la Rus de Kiev hacia el valle del Volga y la estepa del Caspio. Su gran logro fue la conquista de Jazaria, que había sido durante siglos una de las grandes potencias de Europa Oriental. Se barajan diversas posibilidades sobre las causas del conflicto entre la Rus y los jázaros, la primera es el interés de Sviatoslav sobre la ruta comercial del Volga (que reportaba muchos beneficios a Jazaria y la segunda postula que el emperador Romano I azuzó a la Rus contra los jázaros (con los que se habían enfrentado debido a la persecución de los judíos).

La Iglesia ortodoxa había concedido al zar Boris I de los búlgaros, una iglesia independiente con un representante supremo. Los cimientos de la Iglesia nacional búlgara habían sido echados. La siguiente fase fue la implantación del alfabeto cirílico y del búlgaro antiguo como lenguaje oficial de la iglesia y el Estado durante el Concilio de Preslav. Esta nacionalización de la iglesia y la liturgia fue excepcional y no tuvo lugar en otras zonas cristianas europeas. Simeón I elevó a la categoría de Patriarcado el Arzobispado autónomo búlgaro. El acto puede estar relacionado con los contactos diplomáticos del emperador con el papado entre 924 y 926 en la que exigió (y recibió) de Juan X el reconocimiento a su título de «emperador de los romanos», idéntico al emperador bizantino, y, posiblemente, la confirmación de la condición patriarcal del líder de la Iglesia búlgara.

Tras la muerte de Simeón el poderío búlgaro comenzó a declinar. En un tratado de paz datado en 927, los bizantinos reconocían oficialmente el título imperial de Pedro I, sucesor e hijo de Simeón, y el Patriarcado de Bulgaria. Esta paz con Bizancio no trajo, sin embargo, la prosperidad a Bulgaria. Los primeros años del nuevo emperador fueron turbulentos, con constantes enfrentamientos con sus hermanos, teniendo que reconocer la independencia de Rascia durante la década de los 930.​ Sin embargo, el golpe más fuerte llegaría del norte: entre 934 y 965, el país sufrió cinco invasiones magiares. En 944, Bulgaria fue atacada por los pechenegos, que saquearon las regiones septentrionales del Imperio. Bajo los mandatos de Pedro I y de Boris II, la herejía de los bogomilos dividió religiosamente a la nación búlgara.

Tras su derrota en la segunda batalla de Lechfeld en 955, los magiares comenzaron a abandonar sus incursiones por el Imperio Germánico y se concentraron en la región de los Balcanes, al tiempo que se sedentarizaban paulatinamente. A mediados del siglo X muchos jefes magiares adoptaron el cristianismo ortodoxo por sus contactos con el Imperio Bizantino, entre ellos el harka Bulcsú, que también recibió el título de «patricio» al ser bautizado. De esta forma, en las regiones orientales del Principado, ya era común encontrarse con misioneros ortodoxos enviados por Constantinopla.

Asumiendo el trono de Bohemia en 935, el duque Boleslao I conquistó las tierras adyacentes de Moravia y Silesia, y se expandió más lejos hasta Cracovia en el este. Ofreció su oposición al sucesor de Enrique, el rey Otón I, dejó de pagar el tributo, atacó a un aliado de los sajones en el noroeste de Bohemia y en 936 se trasladó a Turingia.

En 929 Enrique I asoció al trono a Otón con el propósito de facilitar la sucesión. Tras la muerte de Enrique I en 936, los duques alemanes le eligieron rey. Se hizo coronar en Aquisgrán en el palacio de Carlomagno. De hecho, tuvo la vocación de restaurar el Imperio carolingio​ y es el primer representante del Sacro Imperio Romano Germánico.​

Su política exterior se dirigió inicialmente a la península Itálica, donde sostuvo los derechos de Adelaida de Italia frente al rey Berengario II de Ivrea. Tras entrar victorioso en Pavía, en 951, siguiendo de nuevo la tradición carolingia, se hizo proclamar rey de los francos y los lombardos, para casarse a continuación con Adelaida. Ante esto, Berengario cedió y aceptó rendirle vasallaje, por lo que se le hizo un hueco en el reparto del poder y recibió el título de rey de Italia.

El reino de Dinamarca englobaba JutlandiaSchleswig (hasta el río Eider), FunenSelandiaLaalandFalster, así como las regiones suecas de Skane y Halland. Su poder se extendía además sobre una parte de Noruega y algunas avanzadas escandinavas que habían surgido junto a las costas del mar Báltico, pobladas por eslavos. No se trataba de un reino unificado y centralizado, sino formado por pequeñas comunidades aisladas. El rey Gorm era pagano, pero recibió amistosamente a los misioneros que le envió el rey germano.

Algunos de los noruegos exiliados por Harald I huyeron hacia el este, hacia las actuales provincias suecas de Jämtland y Hälsingland. Otros se refugiaron en los archipiélagos del Atlántico, pero Harald I los persiguió a las Shetlands, las Órcadas y las Hébridas. Otros se unieron a expediciones vikingas a Escocia, mientras que algunos fueron aún más lejos: en 874, un noruego llamado Ingólfur Arnarson llegó hasta la isla que llamó Islandia (tierra de hielo).

Es posible que la isla hubiera recibido algunas visitas anteriores, probablemente de monjes irlandeses que huían de las primeras incursiones vikingas, pero lo cierto es que Islandia estaba deshabitada desde hacía más de setenta años. Los noruegos se convirtieron en sus primeros pobladores estables al fundar la ciudad de Reikiavik. La población de noruegos en Islandia se incrementó por el descontento con los impuestos de Harald, y por la expedición que este realizaría hacia las islas próximas y a Escocia, sometiendo estos territorios a la autoridad noruega y colocando jarls como gobernantes.

Al final del reinado de Harald I de Noruega comenzaron las disputas entre sus hijos para repartirse el reino, y el monarca gobernaría en los últimos tres años junto a su hijo favorito, Erico Hacha Sangrienta.

El rey Indulf de Escocia sucedió a Malcom I y conquistó Edimburgo en el 960, pero los noruegos desembarcaron al norte del país, le vencieron y le mataron. Fue sucedido por Dubh, hijo de su predecesor, cuyo reinado se caracterizó por los ataques de los vikingos y de los clanes de las Highlands. A la muerte de Dubh ascendió al trono Culen de Escocia, hijo de Indulf. Fue implicado en la muerte de Dubh y murió junto a su hermano en una batalla contra el rey de Strathclyde, en 971.

Edred fue elegido para suceder a su hermano Edmundo I como rey de Inglaterra en 946. Durante su reinado, combatió con éxito a los vikingos. A su muerte la nobleza escoge para sucederle a su sobrino Edwy, el hijo mayor de Edmundo I. Su corto reinado se vio caracterizado por las disputas con sus familiares, la nobleza y la Iglesia. Los reinos de Mercia y Northumbria se rebelan y eligen como su soberano al príncipe Edgar, hermano del rey  Edwy se enfrenta a su hermano en batalla en Gloucester, pero para evitar una guerra civil, decide pactar con él, diviéndose el reino, conservando Edwy los reinos de Wessex y Kent, en el sur, mientras que Edgar seguiría rigiendo los reinos de Mercia y Northumbria, en el norte. En 958 Edgar invadió los territorios de su hermano Edwy. Poco después de su conquista, un concilio de nobles de Mercia lo nombró rey del norte de Thames. Edgar no accedió al trono inmediatamente sino que esperó hasta que su hermano fue asesinado en 959.

En el siglo IX gobernantes como Máel Sechnaill mac Máele Ruanaid se autoproclamaron Reyes de Toda Irlanda pero tales proclamaciones no obtuvieron soporte político de otros reinos como Munster, los nórdicos y nórdicos-gaélicos y fueron incapaces de mantener la paz con sus propios parientes Uí Néill. A principios del siglo X Niall Glúndub se proclama Rey Supremo de Irlanda, es el ancestro de la familia Ó Néill. Sin embargo, no es hasta el reinado de Máel Sechnaill mac Domnaill que los demás reinos lo reconocen como rey.

En 930, Raúl de Borgoña recibe el homenaje del normando Guillermo Larga-Espada, quien sucedió a su padre, Rollon. En 935 derrota a los magiares, que habían hecho su aparición en Champaña y Borgoña. A partir de esa fecha el reino estará temporalmente a salvo de las invasiones. En 936, a la muerte de Raúl, Hugo el Grande apela al legítimo heredero de la dinastía de los carolingios, Luis IV de Ultramar. Este último, una vez reinstalado en el trono, concede a Hugo la confirmación de sus cargos y el título de duque de los francos. Hugo el Grande renuncia, por tanto, a pretender el trono para sí mismo, probablemente para evitar la oposición de otros grandes señores del reino. Luis únicamente pudo controlar de forma efectiva Laon y algunos territorios del norte del país. Lotario sucedió a su padre en 954 a la edad de trece años. Durante su minoría de edad estuvo bajo el cuidado de Hugo el Grande, conde de París, y su tío materno Bruno I de Colonia

El conde Suñer I que, en 947, tomó el hábito monacal en la abadía benedictina de Lagrasse, a las orillas del río Orbieu en Carcasona, cedió sus dominios a sus hijos BorrellMiró, que debían gobernar conjuntamente. El correinado de ambos duró hasta el fallecimiento de Miró I en 966,​ quedando Borrell II como único representante al frente de los condados, de BarcelonaGerona y Osona. En 948 heredó el condado de Urgel al morir su tío Sunifredo II. Borrell II utilizó también el título de duque de Gotia (dux Gothiæ).​ Al contrario que su padre, Borrell II fue un conde más diplomático que militar. Procuró mantener siempre relaciones cordiales con sus dos poderosos vecinos: los francos al norte y los andalusís al sur.

García Sánchez I fue el primer rey de Nájera y por herencia paterna rey de Pamplona desde 925.  En 923 su padre el rey pamplonés Sancho Garcés I, en colaboración con Ordoño II de León, recupera Nájera y La Rioja Media y Alta, estas nuevas tierras se las deja bajo dominio a García Sánchez I con la denominación de Reino de Nájera, convirtiéndose así en el primer monarca del dicho reino.

Habiendo tomado posesión de León, consolidado su posición y ganado el apoyo de la nobleza, Ordoño II emprendió su primera expedición militar como rey de León en 915 contra las tierras situadas al norte de Miknasat al Asnam, nombre con el que los musulmanes designaban a la ciudad de Mérida. La campaña fue tan exitosa, que, tan pronto como llegó a León, el monarca quiso mostrar su gratitud,  erigiendo un nuevo templo catedralicio en sustitución del entonces existente, un modesto edificio situado extramuros y consagrado a san Pedro apóstol. A tal efecto donó su propio palacio, engrandeciendo asimismo con donaciones de tierras la diócesis legionense. En 923, y a petición del rey Sancho Garcés, Ordoño II marchó con su ejército sobre La Rioja y ocupó la ciudad de Nájera, al tiempo que el rey de Pamplona se apoderaba de Viguera.

En 924 falleció Ordoño II, y Fruela II (I como rey privativo de León) ocupó el trono leonés, a pesar de que su hermano había dejado descendencia y había sido padre de los infantes AlfonsoRamiro y Sancho, entre otros. El rey Fruela II falleció en 925 probablemente como consecuencia de la lepra que padecía.

Alfonso Froilaz, ( primero con ese nombre como rey privativo de León), reinó durante un breve período de tiempo, desde la muerte de su padre Fruela II, probablemente en agosto de 925,​ hasta que los hijos de Ordoño II le expulsaron del trono a comienzos del año 926.

La muerte de Fruela II en el año 925, probablemente en el mes de agosto,3​ provocó una crisis sucesoria entre los hijos y los sobrinos del rey. Alfonso Froilaz consiguió en un primer momento la Corona con la ayuda de sus hermanos Ordoño y Ramiro. A ellos se oponían sus primos Sancho, Alfonso y Ramiro Ordóñez, que eran hijos de Ordoño II. Estos últimos consideraban que tenían mejores derechos sobre el trono y que estos habían sido usurpados por Fruela II, hermano de Ordoño II.

Los apoyos de los hermanos Ordóñez eran más numerosos y poderosos, tanto dentro como fuera del reino, por lo que la guerra entre los distintos pretendientes fue corta. El infante Sancho estaba apoyado por la mayoría de los nobles de Galicia, el infante Alfonso recibía el apoyo del rey de Pamplona, y el infante Ramiro era apoyado por los principales nobles portugueses. A principios de 926 la guerra terminaba. Alfonso Froilaz y sus hermanos se retiraron de León a Asturias, mientras sus primos se repartían el reino. Alfonso, el mediano, fue coronado rey de León y Sancho, el mayor, pasó a gobernar Galicia.

Sancho recompensó la ayuda del menor, Ramiro, «con el gobierno de una parte de su reino, de suerte que este último reinó sobre la provincia que tiene a Coimbra como ciudad fronteriza». Tanto Sancho como Ramiro gobernaron con el título de rey, aunque de manera subordinada a Alfonso al que, en su condición de rey de León, reconocían cierta prioridad. Por su parte, Alfonso Froilaz y sus hermanos acabaron refugiados en Asturias, donde Alfonso contaba con el mayor número de partidarios. Alfonso siguió titulándose «rey» y gobernando en la zona asturiana.

En 929 Abderramán III desafió la autoridad religiosa de las dinastías rivales de fatimíes y abasíes y se proclamó califa. El periodo califal (929-961) fue el más brillante de su reinado: logró someter a las marcas fronterizas a su autoridad, derrotar en diversas ocasiones a los fatimíes en el Magreb —aunque no eliminar esta amenaza— y dominar a los reinos cristianos del norte de la península, a pesar de los descalabros militares, en especial la grave derrota en Simancas. Si durante los veinte primeros años de su reinado mantuvo una intensa actividad militar, tras la derrota de Simancas no volvió a participar en persona en las campañas. El califato, convertido en un importante Estado a finales del reinado de Abderramán, mantuvo relaciones diplomáticas con el Imperio bizantino y el Sacro Imperio Romano Germánico.

En 934 al-Qaim sucedió a su padre como califa fatimí y después no volvió a dejar la residencia real en Mahdia. Sin embargo, el reino de los fatimíes se convirtió en un poder importante en el Mediterráneo. Después de la reconquista de Sicilia, la provincia bizantina de Calabria y las costas de Italia y de Francia fueron saqueadas.

No obstante, entre 944 y 947 el reino se fue hundiendo en una crisis por la rebelión de Abu Yazid, que había unido a las tribus bereberes jariyíes con las tribus de las montañas de Aurès, en Argelia oriental y el resto de Ifriqiya. El imán al-Qaim pudo aguantar en Mahdia merced a la flota durante más de un año, pero murió en 946, antes de que la rebelión pudiese ser sofocada.​Le sucedió su hijo Isma’il al-Mansur Bi-Nasrillah.

Isma’il pudo sofocar la rebelión con la ayuda de los bereberes ziríes en 947. Después de esta victoria, tomó el epíteto de al-Mansur, y construyó una residencia nueva en el al-Mansuriya cerca de Kairuán. Al-Mansur se dedicó a la reorganización del Estado fatimí hasta el final de su reinado. No reaccionó a la extensión de la autoridad de los omeyas de Córdoba en Marruecos,​ pero reforzó el gobierno en Sicilia mediante el nombramiento de emires en la isla. Al-Mansur murió en 953 y le sucedió su hijo Ma’ad al-Muizz Li-Dinillah.​

Aunque los fatimíes se concentraron sobre todo en apoderarse de Egipto y Oriente Próximo, también llevaron a cabo campañas contra los bereberes de Marruecos y los omeyas de la península ibérica. Al mismo tiempo, las incursiones que realizaron en Italia les otorgaron la superioridad naval en el Mediterráneo occidental, a expensas de Bizancio. El dominio del mar allanó la conquista de Egipto, cuya dinastía reinante, la de los ijshidíes se halla en crisis.

El califato abasí, por su parte, fue incapaz de reaccionar a la invasión fatimí. Había perdido Ifriqiya, Egipto, Persia, y toda la parte este del Imperio, una parte de Siria, Irak y MosulArabia estaba en poder de los cármatas y los bizantinos amenazaban por el norte. Se ha considerado a Ar-Radi el último califa abasí verdadero, pero fue el más dependiente, pues careció de poder, siendo sus actos, meras formalidades. A su muerte en 940, los búyidas dominaron el califato.

Además de Fars y Jibal, que fueron conquistadas en 930, y del centro de Irak, que se sometió en 945, siendo califa Al-Mustaqfi, los búyidas tomaron KermánOmán, la Yazira, TabaristánGorgan.

Nicéforo II Focas obtuvo el mando supremo de las fuerzas de Oriente, y fue proclamado emperador por éstas tras la muerte de Romano II. En 960  había dirigido una expedición a Cretasaqueó Candía tras diez meses de asedio, y conquistó toda la isla derrotando a los sarracenos. Durante su reinado siguió acometiendo numerosas guerras. Entre 964 y 966 conquistó definitivamente Cilicia, y de nuevo entró en Mesopotamia y Siria, mientras reconquistaba Chipre. En 968 tomó la mayoría de las fortalezas de Siria, y tras la caída de Antioquía y Alepo se aseguró las conquistas por medio de una paz. En la frontera del norte comenzó una guerra contra los búlgaros, a quienes los bizantinos habían estado pagando tributo y distrajo su atención por el procedimiento de instigar un ataque de la Rus de Kiev.

 Sviatoslav I de Kiev  habíalogrado destruir el poder imperial jázaro en la década de 960, en un barrido circular que abrumó las fortalezas jázaras como Sarkel y Tamatarkha, y llegó hasta los circasianos caucásicos y luego regresó a Kiev. Sin embargo en 968 los pechenegos atacaron y sitiaron la ciudad de Kiev. Parte de su ejército se alió con el príncipe Sviatoslav I de Kiev en su campaña balcánica de 970 a 971, aunque finalmente los pechenegos se emboscaron y mataron al príncipe en 972. 

 Poco después de la muerte de Sviatoslav, sin embargo, comenzó la guerra civil entre sus hijos. Oleg habría matado a Lyut, el hijo del principal consejero y comandante militar de su hermano YaropolkSveneld. En un acto de venganza y por insistencia de Sveneld, Yaropolk emprendió la guerra contra su hermano y lo mató. Entonces, Yaropolk envió a sus hombres a Nóvgorod, del que su otro hermano, Vladimiro había huido al recibir las noticias de la muerte de Oleg. Yaropolk se convirtió en el único gobernante de la Rus de Kiev.

Un ataque de la Rus de Kiev, instigado por los bizantinos, llevó al colapso del Primer Imperio búlgaro y la ocupación de gran parte del país por la Rus. Una confrontación militar directa siguió entre la Rus y Bizancio terminando con una victoria bizantina. La Rus se retiró y el este de Bulgaria se incorporó al Imperio bizantino. Muy superiores a las expectativas de los bizantinos, que lo habían considerado sólo como un medio para ejercer presión diplomática sobre los búlgaros, Sviatoslav conquistó las regiones centrales del estado búlgaro en 967 a 969, se apoderó del zar búlgaro Boris II, y gobernó el país a través de él. Boris fue incapaz de contener el ataque y se vio obligado a aceptar a Sviatoslav como su aliado y convertirse en rey títere, volviéndose en contra de los bizantinos. Una campaña de Sviatoslav en la Tracia bizantina fue derrotada en Arcadiópolis en 970 y el nuevo emperador bizantino Juan I Tzimisces avanzó hacia el norte y capturó Preslav, la capital búlgara. Después de un asedio de tres meses a la fortaleza de Dorostolon, Sviatoslav llegó a un acuerdo con los bizantinos y se retiró. Juan I anexó el territorio al Imperio bizantino. Sin embargo, la mayoría de los países del centro y el oeste de los Balcanes quedó fuera del control imperial.

Como resultado de los cambios tanto internos como externos, hacia el año 970 el Príncipe Géza de Hungría adoptó el cristianismo católico (el propio de Roma y el Imperio Germánico), y procuró su extensión entre sus súbditos, al tiempo que organizaba las estructuras políticas del poder central. Durante sus 25 años de reinado, apenas mantuvo guerras contra las naciones vecinas. Su política pacifista fue reforzada por los matrimonios dinásticos entre sus hijos y miembros de otras casas reales, todo ello con el fin de reafirmar la autoridad de los magiares en Panonia.

Otón II fue nombrado corregente con su padre Otón I en 961, como rey de Alemania e Italia,  y se convirtió en coemperador en 967. A la muerte de su padre en 973, continuó como emperador y rey y siguió la política de su padre de fortalecer el poder imperial y extenderlo hacia Italia. Enrique II de Baviera se sublevó en 974 y no se le pudo dominar hasta 978. El año siguiente obtuvo la sumisión de Bohemia y Polonia. 

Boleslao II, duque (o príncipe) de Bohemia en 972, mantuvo buenas relaciones con los reyes alemanes, y en 975 apoyó Otón II a su guerra civil contra Enrique II de Baviera. En 977 Boleslao atacó Baviera otra vez, pero esta vez, Otón II le previno que se anexionase esas tierras.

Durante el gobierno de Miecislao I (960-992) se mantiene la unificación del Ducado de Polonia, que abarcaba desde el Oder al Vístula y además se aproxima al resto de Europa con su conversión al cristianismo.

 En 977 Lotario de Francia, invadió Lorena ocupando la capital Aquisgrán durante cinco días. Otón II se retiró a Colonia y luego a Sajonia. Al año siguiente Otón puso sitio a París. En 980 se llegó a la paz con Francia, por lo que Lotario renunciaba a la Lorena a cambio del reconocimiento de los derechos de su hijo Luis V por Otón II.

Harald Blåtand sucedió a su padre Gorm el Viejo como rey de Dinamarca en 958. Había sido derrotado por el emperador Otón I, y se le permitió conservar la vida a cambió de su conversión al cristianismo y a partir de este momento hasta su muerte se mantuvo fiel a un sincretismo entre su religión ancestral y la cristiana. Alrededor del 980, llegó a unificar todos los reinos vikingos de Dinamarca.

Haakon I se había apoderado del trono noruego derrocando a su hermano Erico en 934. Erico viajó hacia las islas Órcadas y, más tarde, al reino vikingo de Jorvik. El rey danés Harald Blåtand, tenía intereses en Noruega y decidió apoyar militarmente a los hijos de Erico en la lucha por reclamar su herencia dinástica. Aunque los daneses eran superiores en número, Haakon pudo vencerlos en la batalla de Rastarkalv. La última invasión de los hijos de Erico fue en 960 o 961. En la batalla de Fitjar, las fuerzas de Haakon ganaron la batalla, pero el rey fue mortalmente herido. Al no contar Haakon con herederos, Harald Eiriksson, que era el mayor de los hermanos sobrevivientes, se convirtió en el heredero más próximo, y alrededor de 960 fue elegido como el nuevo soberano. Harald asumió desde el principio una actitud sumisa hacia Dinamarca y se autoproclamó rey tributario de su tío el rey Harald «Diente azul», quien a partir de entonces se titulaba «soberano de toda Dinamarca y Noruega». Harald Blåtand murió en torno al año 986, presumiblemente por orden de su hijo Svend Barba Ahorquillada.

Kenneth II de Escocia aprovechó las luchas internas entre los partidarios de los reyes anteriores para hacerse con el poder y restaurar el orden en 977. Obtiene de Edgar de Inglaterra las tierras de Lothian, considerados como el granero del norte y la frontera en el río Tweed, pero tuvo que luchar contra los britanos de Strathclyde, contra sajones y contra noruegos.

A la muerte de Edgar en 975 le sucedió su primogénito Eduardo el Mártir pese a la oposición de su madrastra Elfrida, la cual defendía los derechos de su hijo Etelredo. Pero gracias al apoyo del abad Dunstán, logró finalmente ser proclamado rey por la Witenagemot. Su política, apoyado por Dunstan, se orientó en defender los derechos de la Iglesia, menguados en los reinados anteriores. Por ello, muchos nobles deseaban poner en su lugar al joven Etelredo. Fue asesinado por uno de los esbirros de la reina en 978.

 

Luis V de Francia fue rey de Francia Occidental desde 986 hasta su muerte prematura al año siguiente. Fue el último monarca de la dinastía carolingia. Luis V murió sin hijos, pero quedaba un carolingio con posibilidades de acceder al trono. Se trataba de Carlos de Lorena, hijo de Luis IV y hermano de Lotario. Desde hacía una década, Hugo Capeto competía de manera abierta con el rey, y parecía haber sometido a los grandes vasallos, así que los magnates eligieron a Hugo y a Casa de los Capetos llegaron al trono sobre un desgraciado e ignorado Carlos. Carlos le hizo la guerra a Hugo, incluso tomando Reims y Laon. Sin embargo, en 991, fue capturado y fue aprisionado por Hugo en Orléans, donde murió un poco de tiempo después, en o antes de 993.

Borrell II negó la obediencia a Hugo I Capeto, rey de Francia, lo que fue seguido por los demás condes de la Marca Hispánica, consiguiéndose así la independencia de los condados catalanes de los francos. Era la independencia de facto de la dinastía condal de Barcelona. A partir de 988 compartió el gobierno con sus hijos Ramón Borrell el primogénito, quien recibió los condados de Barcelona, Gerona y Osona, y Ermengol el hijo menor, a quien legó el condado de Urgel. Ambos comenzaron a gobernar en solitario en 992, año en que se supone que falleció Borrell II.

García Sánchez I le encomendó la tenencia del condado de Aragón a su hijo Sancho en 943, aunque era menor de edad, y ya al alcanzar la mayoría de edad, gobernó el condado como regulus, «aunque siempre bajo la autoridad de su padre el rey de Pamplona».

En 961 tomó parte en las disputas entre el condado de Castilla y el reino de León y apresó a Fernán González, conde de Castilla. Fue sucedido por Sancho Garcés II en 970.

Con motivo de la donación de la villa de Alastuey hecha por el rey de Pamplona al monasterio de San Juan de la Peña en 987, Sancho Garcés II se titula rey de Navarra, siendo el primero que usó este nombre.

Alfonso IV ( segundo con ese nombre como rey de León ) fue coronado en la ciudad de León en el año 926 y renunció al trono en 931. Tras su abdicación profesó como religioso en el monasterio de Sahagún, aunque intentó recuperar el trono leonés con ayuda de algunos familiares suyos. Su hermano, Ramiro II, (I como rey de León) que ya reinaba en su lugar, lo capturó y ordenó cegarlo junto a otros individuos como Alfonso Froilaz, que también había sido rey de León y había ayudado a Alfonso IV a intentar recuperar la corona. Tras ser cegados, todos ellos fueron llevados al monasterio de Ruiforco de Torío, donde Alfonso IV permaneció hasta su muerte, ocurrida en el año 933.

Una vez afianzado en el trono, Ramiro prosiguió el proceso de conquista territorial en el sur del reino. Comenzó conquistando la fortaleza omeya de Margerit, la actual Madrid, a mediados de 932, en su idea de liberar a Toledo. En el año de 939, el rey Ramiro II de León actuó en apoyo de Muhámmad ibn Háshimgobernador de Zaragoza (también conocido por Abu Yahya o Abohaia). Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán se apoderó uno tras otro de todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra. La vuelta a Córdoba la realizó el califa por tierras castellanas, que arrasó sin que Ramiro, que junto los condes de Carrión acudió en auxilio del conde Fernán González, pudiese impedirlo. En abril de 936, firmó una corta tregua con los cordobeses. A comienzos de 939, penetró en territorio andalusí, quizás para socorrer a la plaza rebelde de Santarém. En represalia  el califa cruzó el sistema Central, adentrándose en territorio leonés en el verano de 939. Ramiro II reunió una coalición navarraleonesa y aragonesa que aniquiló a los ejércitos del califa en agosto de 939 en la batalla de Simancas.

En los últimos años de su reinado, Ramiro II tuvo que hacer frente a los afanes independentistas del condado de Castilla.

La victoria cristiana impuso un cierto equilibrio de fuerzas en la península entre los vencedores y el califato: en el 940, los enviados de Abderramán alcanzaron acuerdos con el conde barcelonés —que favoreció el comercio con el noreste peninsular y el sur de Francia— y con Ramiro II.​ Ramiro obtuvo el control de la frontera del Duero y pudo fortificar diversos puntos a lo largo del valle del Tormes (Salamanca en el 941 y Ledesma), mientras mantenía el centro de su dispositivo fronterizo en Zamora. En el 940, ordenó a los castellanos ocupar y fortificar Sepúlveda, para controlar los accesos al Sistema Central oriental. Más al este, Fernán González obtuvo OsmaSan Esteban de Gormaz y otras fortalezas del alto Duero. La repoblación del Duero medio fue, sin embargo, pasajera y las nuevas localidades se abandonaron pronto, en parte por las incursiones andalusíes. Pese a todo, aproximadamente la mitad norte del territorio entre el Duero y el Sistema Central, dividido por una línea en dirección suroeste-noreste, quedó paulatinamente integrado en León, a lo largo de los reinados de Ramiro y Ordoño III.​ En tiempos de este último se creó el obispado de Simancas, para encuadrar los territorios del sur del Duero en el reino. A los señores musulmanes de la Marca Superior, con centro en Zaragoz, el descalabro del califa les aseguró la autonomía frente a Córdoba.​ Esta derrota tuvo además otra importante consecuencia: el abandono de los choques en batalla campal y su sustitución por veloces campañas, las aceifas.​

Abderramán ordenó el fortalecimiento de las defensas de la Marca Media. En el centro peninsular, encargó el reforzamiento de Medinaceli como núcleo de la Marca Media a su general más prestigioso, Galib, en el 946. La localidad, antes semiabandonada, pasó a ser el centro defensivo de la región, sustituyendo a Toledo.​ Antes y aprovechando las desavenencias entre leoneses y castellanos, se había ocupado Gormaz en julio del 940, como contrapeso a la toma castellana de Osma y San Esteban de Gormaz.

El segundo eje de la política exterior de Abderramán III fue frenar la expansión en el norte de África del califato fatimí, presente en la región desde 910 y que pretendía expandirse por al-Ándalus.​ La política de Abderramán fue fundamentalmente la de contender con los fatimíes mediante sus clientes magrebíes y utilizarlos para proteger sus territorios ibéricos.​ Omeyas y fatimíes se disputaron largo tiempo el dominio del territorio marroquí, el control del estrecho de Gibraltar y el señorío del Mediterráneo occidental en general. Por entonces el Magreb occidental era un territorio mucho más rural y atrasado que al-Ándalus, poblado abrumadoramente por bereberes, divididos en tribus.​ El único centro urbano de importancia era la ciudad de Fez, aunque el oasis de Siyilmasa, al sur, también destacaba, debido al comercio sahariano. A principios del siglo x, los idrisíes, que habían gozado de cierto predicamento entre las tribus si bien no dominaban firmemente el territorio, estaban sumidos en luchas intestinas. Además de estos, existían dos señoríos de importancia: el oasis de Siyilmasa y el emirato costero de Nekor.​

Para reforzar el control del estrecho de Gibraltar, Abderramán tomó Melilla y Ceuta (en el 926-927 y 931-932,​ respectivamente), levantó el castillo de Tarifa y fortificó la bahía de Algeciras. Los fatimíes no solo amenazaban el control omeya en la península ibérica y les disputaban el control del Magreb, sino que estorbaban también las rutas comerciales que desde Tombuctú atravesaban el Sahara hasta Siyilmasa para traer a al-Ándalus oro y esclavos.

Como Abdallah, el heredero al trono, había muerto antes que su padre Al-Muizz (953-975), su hermano Abu Mansur Nizar al-Aziz Billah, accedió al califato fatimí con la ayuda de Chauhar al-Siqilí. Bajo Al-Aziz el califato fatimí se expandió por Palestina y Siria (a partir de los años 977/978). La Meca y Medina también reconocieron la soberanía feudal de los fatimíes.

Hacia el final de su reinado Al-Aziz intentó ampliar su poder a Siria del norte, centrando su atención en los hamdaníes de Alepo. El hecho de que estaban bajo soberanía feudal del Imperio bizantino dio lugar al brote de guerra con esta gran potencia, un conflicto que no sería resuelto hasta el reinado de Al-Hákim (996-1021). Otro desarrollo notable es la introducción de ejércitos auxiliares extranjeros. Cuando los bereberes marcharon al Magreb continuando las guerras contra los Cármatas en Siria, Al-Aziz comenzó la creación de las unidades de soldados auxiliares turcos, o mamelucos.

En 946, el emir búyida Áhmad Mu’izz ad-Dawla, convertido en dueño de Bagdad, organizó una emboscada contra al-Mustakfí, apoderándose de él y haciéndole cegar. El sucesor resultó ser al-Mutí, que odiaba a su primo, el anterior califa y que se había puesto a disposición de los búyidas desde que tomaron Bagdad.

Durante su reinado, los buyíes trataron de imponer las prácticas chiitas. Por ejemplo, el día de la Ashura, que celebraba la muerte de Husáin, o la fecha de designación de Alí​ como sucesor del profeta.

En 974, el califa sufrió una parálisis y fue obligado a abdicar en su hijo Abd el-Krim, que tomó el nombre de at-Ta’i. Al-Mutí murió un año después.

Juan I Tzimisces fue emperador bizantino desde el 969 hasta su muerte en 976. Tras apoyar a su tío materno para que este ascendiese al trono como Nicéforo II y para recuperar las provincias orientales del Imperio, Juan perdió su poder a causa de una intriga, por lo cual se alió con Teófano, la esposa de Nicéforo, para asesinarle. Tras apoderarse del trono en su lugar, para justificar su usurpación Juan I concentró todas sus fuerzas en la lucha contra los invasores extranjeros del Imperio. En una serie de campañas contra la Rus de Kiev (970-973), expulsó a los rusos de Tracia, atravesó el monte Hemo y asedió la fortaleza de Dorostolon en el Danubio. Además reforzó su frontera septentrional llevando a Tracia algunas colonias de bogomilos deportados desde Capadocia, sospechosos de proximidad a los sarracenos del Este. En 974 se volvió contra el califato abasí y recuperó con facilidad algunos territorios del interior de Siria y un tramo medio del Éufrates. Murió repentinamente en 976, retornando de su segunda campaña contra los sarracenos.

Aunque Nicéforo II Focas se había señalado como un brillante general durante su reinado, tanto él como Juan I Tzimisces resultaron ser administradores mediocres. Aunque Juan había intentado frenar el poder de los propietarios de tierras en el final de su reinado, había fracasado y circulaban rumores de que había sido envenenado. Cuando Juan I murió Basilio II pudo ascender al trono.

Basilio se encontró con serios problemas al comienzo de su reinado. Los grandes terratenientes de Asia Menor Bardas Skleros y Bardas Focas; que proporcionaban muchos de los soldados del Imperio y de gran parte de los impuestos, se encontraban en revuelta abierta contra su poder.​ Basilio, haciendo gala de la severidad que le caracterizaría durante todo su reinado, les hizo frente y reprimió sus rebeliones en 979 y 989, respectivamente. Con este fin, se alió con Vladímir I de Kiev en 988​, quien le ofreció 6000 hombres de su ejército como refuerzo para las tropas imperiales y la retirada de la base bizantina de Quersoneso en Crimea a cambio de la mano de la hermana menor del emperador, Ana. Al principio, Basilio dudó porque los bizantinos consideraban bárbaros a los rusos, y la propia Ana se opuso al matrimonio con un bárbaro. Sin embargo, cuando Vladímir se comprometió a bautizarse y convertir a su pueblo al cristianismo, Basilio aceptó finalmente. El matrimonio se celebró en 989. Los refuerzos rusos serían fundamentales para acabar con la rebelión, y se convirtieron en el punto de partida de la posterior guardia varega.

Tras acabar con las revueltas internas, Basilio dirigió su atención a los demás enemigos del Imperio. Las guerras civiles que había padecido Bizancio habían debilitado su posición en el Este y las conquistas de Nicéforo II Focas y Juan I Tzimisces peligraron, siendo Antioquía y Alepo sitiadas. En el 995, Basilio lanzó una campaña contra los árabes. Derrota a los árabes en varias batallas en Siria, libera Alepo, asegura el estratégico valle del Orontes y conquista todas las ciudades desde Emesa hasta Trípoli. Aunque no contaba con fuerzas suficientes para penetrar en Palestina y tomar Jerusalén, sus victorias le permitieron recuperar gran parte de Siria para el Imperio.

Pero Basilio no había acabado con sus acciones, su intención era recuperar los territorios que el Imperio bizantino había ido perdiendo a lo largo del tiempo. A comienzos del siglo XI, inició las hostilidades contra quien sería su gran adversario, el zar Samuel de Bulgaria.

Los búlgaros realizaban incursiones en tierras bizantinas desde 976 y el gobierno bizantino trató de provocar sin éxito disensiones permitiendo la fuga del emperador cautivo Boris II de Bulgaria. Fue la invasión de Tesalia y la toma de Larisa a fines de 985 por parte de Samuel lo que decidió a Basilio II a pasar a la ofensiva.

 El ejército búlgaro le infligió una grave derrota en la batalla de las Puertas Trajanas en 986, lo que puso en jaque su poder y prestigio dentro del Imperio. Cuando se desató la guerra abierta en 1002, Samuel había extendido el reino búlgaro desde el Danubio, al norte, hasta Atenas. Sus dominios se extendían desde el Adriático al mar Negro.

La guerra asoló los Balcanes los siguientes doce años, durante los cuales tanto Basilio como Samuel lograron victorias sorprendentes. Finalmente, después de que la fortaleza Baba Vida en la frontera con el Danubio hubiera soportado un asedio bizantino que se prolongó ocho meses, en 1014 Basilio arrinconó al ejército búlgaro y le obligó a luchar en la Batalla de Kleidion, mientras Samuel se encontraba a varios kilómetros de allí. Basilio aplastó a los búlgaros, y este hecho le proporcionó a Basilio su sobrenombre «Bulgaróctonos» («matador de búlgaros»).

Basilio había pedido a la Rus de Kiev ayuda para sofocar una rebelión. Vladimir I accedió a cambio de la mano de su hermana, y aceptó convertirse al cristianismo. Vladimir fue bautizado en Quersoneso en 988, allanando así el camino hacia la cristianización de la Rus de Kiev

En compensación por su ayuda, en 1016, el ejército bizantino, aliado con el príncipe de Kiev, atacó Crimea, gran parte de la cual había caído bajo la égida del reino de Georgius Tzul, Estado sucesor del reino jázaro centrado en Kerch.

Se considera a Boleslao I de Polonia como el fundador de la independencia polaca. Conquistó GdanskCracovia y Silesia, y arrebató Moravia a Bohemia. Extendió sus dominios hasta el mar Báltico. En 1025 fue coronado rey aprovechando la muerte del emperador germánico Enrique II.

Esteban I de Hungría fue el último gran príncipe de los húngaros (997-1000/1001) y el primer rey de Hungría (1000/1001-1038). Fue el único hijo varón del gran príncipe Géza. Esteban fue el primer miembro de la dinastía Árpad devoto del cristianismo. Después de suceder a su padre en 997, unificó la cuenca cárpata. Alentó la difusión del cristianismo con castigos severos si se ignoraban las «costumbres cristianas». Su sistema de administración local se basaba en condados organizados alrededor de fortalezas y administrados por funcionarios reales

Otón III había sido coronado rey de Alemania y ungido en Aquisgrán a la muerte de su padre en 983, cuando tenía tan solo tres años. El primo segundo de Otón II, que había sido duque de Baviera, Enrique II “El Disputador”, secuestró al niño con la intención de ejercer la regencia, y llegó a ser reconocido como rey en zonas importantes de Sajonia. ​

Después se constituyó un consejo donde su abuela paterna, Adelaida de Borgoña, y el arzobispo Willigis tuvieron un mayor peso. En el 995 es declarado mayor de edad, y logra así la plena potestad del poder. Ese mismo año ayudó al papa Juan XV a sofocar una rebelión dirigida por un noble romano llamado Crescencio II. Muerto Juan XV, Otón III auspició la elección de su primo Bruno de Carintia como papa (Gregorio V), quien le coronó como emperador en 996..

Cuando Otón abandonó Roma, en el año 997, Crescencio II logró deponer a Gregorio V y sustituirle por otro pontífice, Juan XVI (considerado antipapa). Otón regresó y, tras hacerse con el control de Roma en 998, mandó ejecutar a Crescencio y al antipapa en el Castel Sant’Angelo. Al fallecer misteriosamente Gregorio V en el año 999, planeó la elección del papa Silvestre II.

El emperador Otón III hizo de Roma el centro administrativo de su imperio y recuperó costumbres y ceremonias romanas y bizantinas, pero manteniendo siempre un estrecho vínculo con la Iglesia. Por otra parte, Otón III mantuvo buenas relaciones con el Principado de Polonia, donde entre otras cosas funda el arzobispado, así como con el príncipe Géza de Hungría y su hijo  Esteban I de Hungría. Contribuyó al proceso de cristianización de ambos Estados medievales. Enrique II, hijo de Enrique el Pendenciero, duque de Baviera le sucedió como rey de Alemania y, posteriormente, como emperador.

Svend I de Dinamarca rey de Dinamarca, Inglaterra y Noruega. Sucede a su padre en los tronos de Dinamarca y Noruega en 985, luego de derrotarlo y matarlo, pero su gobierno en el reino noruego es sólo nominal, siendo el gobernante de facto Haakon Jarl el Grande. Fue el primer rey danés en acuñar moneda. Al convertirse su familia al cristianismo, Svend toma el nombre de Otón en honor al emperador Otón II, manteniendo a su vez su paganismo.

En 995, Olaf Tryggvasson u Olaf I, miembro de la expulsada dinastía noruega, recupera el trono hasta su muerte en 1000, cuando al derrotarlo y matarlo en la batalla de Svolder, retoma el control en parte de Noruega hasta su muerte.

En 1002 comienzan sus expediciones contra la isla de Gran Bretaña, haciéndolo en tres oportunidades (1003-1005, 1006-1007 y 1009-1012) hasta que, cansado del tributo monetario que consiguió de Etelredo II, decide invadir él mismo el país.

A su llegada a la Isla de Sándwich, avanzó rápidamente en su conquista hasta llegar a la capital, Londres y una vez caída Londres en 1013, la Witenagemot lo proclama rey de toda Inglaterra. Etelredo II y su familia huyen a Normandía. Su reinado en Inglaterra dura apenas 6 semanas, muriendo en Lincolnshire, el 3 de febrero de 1014.

Etelredo volvió del exilio, pero murió dos años después, sucediéndole su hijo Edmundo, que se había rebelado contra él. La lucha entre Edmundo y su padre seguía cuando se produce la segunda invasión danesa al mando de Canuto el Grande (1015); al morir el rey Etelredo II, y con el pequeño apoyo de la nobleza de Londres, Edmundo es coronado rey. Pero Canuto tenía amplio apoyo en el resto del país. El ejército inglés sufre una aplastante derrota en la batalla de Assandun (posiblemente AshingtonEssex), en 1016. Después de la batalla, Edmundo y Canuto deciden negociar la paz, llegando a un acuerdo por el que se dividían el reino, obteniendo Edmundo Wessex y Canuto las tierras al norte del río Támesis. Además, se decide que al morir uno de los dos, el otro heredaría los territorios del difunto. Edmundo murió en Oxford a los 29 años de edad, al parecer por causas naturales, aunque otras versiones afirman que fue asesinado por órdenes del rey Canuto.

 Canuto II, más conocido como Canuto el Grande, fue rey de Dinamarca, Inglaterra, Noruega y Suecia. Acompañó a su padre durante su exitosa invasión a Inglaterra, y a la muerte de este fue proclamado rey de Inglaterra por las tropas danesas. En 1015 vuelve a invadir Inglaterra, entablando indecisas batallas contra Etelredo II y desde abril de 1016, contra el hijo de este, Edmundo II Brazo de Hierro hasta su aplastante victoria en la batalla de Assandun.  La muerte de Edmundo en noviembre de 1016 deja a Canuto como el único gobernante de Inglaterra, siendo aclamado rey por la Witenagemot en enero de 1017. En 1018 muere su hermano mayor, el rey Harald II de Dinamarca, y Canuto lo sucede en el trono, pero dejando como jarl (o lugarteniente) del reino a su cuñado, Ulf Thorgilsson.

La ausencia de Canuto en Dinamarca hizo que los reyes Anund Jacobo de Suecia y Olaf Haraldsson de Noruega trataran de sacar ventaja, Ulf convenció a los nobles del reino a proclamar rey a Canuto Hardeknut, el hijo legítimo de Canuto, teniendo Ulf la regencia del trono por la minoría de edad del soberano. Enterado Canuto de lo ocurrido en 1026, regresa a Dinamarca, y con la ayuda de Ulf, derrota a las fuerzas noruegas y suecas en la batalla de Helgeå. En 1028, conquista el reino de Noruega.

Canuto el Grande controló también regiones del sur de Suecia, el cual era el reino vikingo menos unificado, por lo que Canuto solo debía contar con el apoyo de caudillos locales.

Los señores de Gales, fueron aliados de Canuto en su guerra previa contra Inglaterra, por lo que aceptaron ser vasallos de este por la imposibilidad de plantar frente al poder militar del rey vikingo y los beneficios que les aseguró este.

Tras volver de un viaje a Roma, Canuto decidió someter a los señores de Escocia, para que estos le jurasen lealtad. Malcolm II era el rey de Escocia en ese instante y, como los ingleses combatían con los daneses, Malcolm II hizo incursiones contra el sur de sus tierras, obteniendo territorios en el norte inglés. Estableció una alianza con los daneses y tenía una alianza con Strathclyde en el oeste. Recuperó Lothian en 1018 uniéndolo al reino de Escocia.

En su empresa en Escocia, Canuto topó con el Señor de las Islas Echmarcach mac Ragnaill, quien acabó aceptando ser un vasallo de Canuto, el cual con él y los otros dos reyes menores de Escocia se aseguraba el poder en toda Gran Bretaña y las islas circundantes, a excepción de Irlanda.

Brian Boru se convirtió en el 978 en rey de Cashel, capital del antiguo reino irlandés de Munster. Hacia el año 984 controlaba la totalidad del reino, y en 1001 fue reconocido como Gran Rey de Irlanda.

Desde su juventud, luchó duramente contra los vikingos que ocupaban parte de su país. Habiendo establecido su control absoluto sobre Munster, Brian buscó extender su dominio sobre las provincias vecinas de Leinster, al este, y Connacht, al norte. Por ello se enfrentó al Alto Rey Máel Sechnaill mac Domnaill, cuya base estaba en Meath. Durante los siguientes quince años, desde el año 982 hasta el año 997, el Alto Rey mandó ejércitos a Leinster y Munster, mientras Brian enviaba su flota río Shannon arriba para atacar Connacht y Meath, cada una a un lado del río. 

En 996 Brian logró controlar Leinster, lo cual pudo inducir a Máel Sechnaill a llegar a un acuerdo con él al año siguiente. Se reconocía la autoridad de Brian sobre la mitad sur de Irlanda. Precisamente debido a que había aceptado someterse a la autoridad de Brian, el Rey de Leinster, fue derrocado en el año 998 y sustituido por Máel Mórda mac Murchada. Máel Mórda mac Murchada no tardará en rebelarse contra Brian. En respuesta Brian reunió al ejército de Munster con la intención de asediar Dublín, el cual estaba gobernado por el aliado y primo de Máel Morda, Sigtrygg Silkiskegg. Máel Morda y Sitrygg, decidieron luchar contra Brian en una batalla en lugar de tratar de resistir el asedio, por lo que ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Glenmama

Brian dejó claro que sus ambiciones no habían quedado satisfechas por los acuerdos del año 997, cuando en el año 1000, lideró un ejército combinado de Munster, Leinster y Dublín en un ataque sobre la provincia de Meath. La lucha sobre quién gobernaría sobre toda Irlanda se reanudó. En 1002 Brian desafió al Alto Rey a combatir en la colina de Tara, en la provincia de Meath, pero Máel Sechnaill no había conseguido recabar el apoyo de todos los que eran nominalmente sus súbditos y fue obligado a ceder su título a Brian. Brian Boru se convirtió en el nuevo Alto Rey de Irlanda. la única provincia que quedaba sin someterse a él era el Úlster.  A pesar de que lanzó a la campaña todas las tropas que pudo reunir del resto de Irlanda, conseguir su objetivo le costó diez años. Pero conseguir entrar en el Úlster fue sólo el principio. Brian derrotó a todos y cada uno de los jefes del Úlster que le desafiaron, obligándoles a reconocerle como su señor.

Fue durante este proceso que Brian trató de afianzar su control mediante un sistema alternativo, no sólo sobre la provincia del Úlster, sino sobre toda Irlanda. En contraste con otras partes, el cristianismo se estructuró en Irlanda, en lugar de alrededor de obispos (que controlaban diócesis) y arzobispos (que controlaban archidiócesis), en monasterios dirigidos por poderosos abades pertenecientes a las familias reales de las tierras en que se encontraban. Entre los más importantes se encontraba el monasterio de Armagh, localizado en la provincia del Úlster. Está consignado en el Libro de Armagh que, en el año 1005, Brian donó veintidós onzas de oro al monasterio y declaró al monasterio capital religiosa de Irlanda, al cual los demás monasterios debían enviar los diezmos que recaudaban. Esto fue una hábil jugada, pues la supremacía del monasterio de Armagh duraría tanto como Brian fuera Alto Rey. Por lo tanto, a Armagh le interesaba apoyar a Brian con toda su riqueza y poder. También es interesante constatar que en el Libro de Armagh, Brian no es citado como Alto Rey, sino que se refieren a él como «Imperator Scottorum» (Emperador de los Irlandeses). Hacia el año 1011 todos los jefes regionales de Irlanda habían reconocido la autoridad de Brian. Desafortunadamente, tan pronto como se logró la unidad, se perdió de nuevo.

En 1012 el Rey de Leinster, Máel Mórda mac Murchada, se rebeló. Sus intentos fueron frustrados rápidamente cuando Brian dispuso una serie de alianzas con Sigtrygg Silkbeard líder de los vikingos de Dublín.  Sin embargo, esta alianza no estaba destinada a durar, y en 1013 Máel Mórda se unió de nuevo con Sigtrygg. Esta vez Sigtrygg estaba listo para luchar, y varios clanes irlandeses se le unieron.

Brian emprendió una serie de incursiones alrededor de Dublín para mantener bajo su autoridad a clanes irlandeses que pudieran unirse a las fuerzas vikingas, pero Sigurd Hlodvisson, el jarl de las Islas Orcadas, aceptó una petición de ayuda de los vikingos de Dublín, y acudió a Brodir de la Isla de Man, y le convenció para unirse a la lucha.

En 1014 el ejército de Brian se había reunido y partido hacia Dublín. Cuando llegaron, se enfrentaron a los vikingos en la batalla de Clontarf. Los irlandeses de Meath, comandados por el ex-Alto Rey Máel Sechnaill mac Domnaill, rehusaron tomar parte en la batalla y los vikingos desembarcaron en las playas de Clontarf, a solo una milla al norte de Dublín. La batalla se saldó con la victoria de los irlandeses, pero en el combate o en las postrimerías del mismo, Brian Boru perdió la vida. La mayor parte de sus hijos murieron también en la batalla, dejando el trono sin un claro sucesor. 

Roberto II fue asociado al trono desde 987 y asistió a su padre, Hugo Capeto, en asuntos militares. Consagrado rey a la muerte de su padre, en 996, continúa la política de su padre, manteniendo la alianza con Normandía y Anjou para contener las ambiciones de Eudes II de Blois.

Luego de una larga lucha que comienza en abril de 1003, conquista el ducado de Borgoña cuyo duque anterior Enrique I de Borgoña -su tío sin descendencia legítima- había cedido a su hijastro Otón-Guillermo.

Los desórdenes conyugales de Roberto le valieron la amenaza de excomunión. Relacionado con la reforma de la iglesia (reforma de Cluny), se encuentra el caso de la herejía de Orleans. Al fin de su reinado se evidencia la debilidad del mismo, debiendo enfrentar la revuelta de su esposa Constanza de Arlés y de sus propios hijos Hugo, Enrique y Roberto entre 1025 y 1031. Hugo moriría en plena revuelta, en 1025. En la continuación del conflicto con Enrique y el joven Roberto, las tropas del rey Roberto resultaron derrotadas y el rey se retiró a Beaugency, en las afueras de París. Roberto murió en plena contienda contra sus hijos en1031 en Melun

Durante los años 1000-1002 el  condado de Barcelona fue objeto de diversas incursiones de Almanzor. En 1003 Ramón Borrell dirigió una expedición a Lérida a la que respondió con una nueva razia el hijo de Almanzor, Abd al-Malik al-Muzaffar. En 1010, aprovechándose de que el Califato de Córdoba había entrado en un proceso de descomposición en taifas, organizó una expedición a Córdoba junto con su hermano Ermengol I de Urgell. La expedición puso fin de forma definitiva al dominio musulmán sobre el condado de Barcelona. Además, la relación directa con el papa Silvestre II reforzó su independencia respecto al reino franco. En los años 1015 y 1016 realizó nuevas expediciones al Ebro y al Segre. A su muerte en 1017 le sucedió su hijo Berenguer Ramón I.

García Sánchez II heredó el trono al fallecer en 994 su padre, el rey Sancho Garcés II. Trató de sacudirse la sumisión que su padre había ofrecido a Córdoba, para lo cual, al poco de subir al trono, se enfrentó a Almanzor, pero en el año 996 se vio obligado a pedir la paz en Córdoba.

Falleció alrededor del año 1000, fecha de su última aparición en la documentación. Después de su muerte, hubo un interregno, gestionado por Sancho Ramírez de Viguera, su primo hermano, hasta que su hijo primogénito, Sancho Garcés III, entonces menor de edad, ocupó el trono en 1004.

Sancho III tenía su residencia en Nájera, que desplazó a Pamplona como corte y capital del reino, y se le considera el primer rey europeísta, ya que extendió sus relaciones más allá de los Pirineos con el ducado de Gascuña y aceptó las nuevas corrientes políticas, religiosas e intelectuales de Europa. En el 1010, realizó la primera visita de un monarca peninsular al norte de los Pirineos desde la invasión musulmana del 711; acudió a Saintonge, donde se reunió con el rey de Francia Occidental y varios señores francos. Fue el primer rey navarro en establecer relaciones con el papado romano, que mantuvieron y estrecharon sus sucesores, poniendo fin a los tres siglos de aislamiento eclesiástico de la península.​ Favoreció la extensión por sus territorios de la reforma cluniacense.

Su reinado coincidió con la crisis del califato de Córdoba, iniciada a la muerte de Almanzor y terminada con el principio de los reinos de Taifas. Dominó por matrimonio en CastillaÁlava y Monzón (1028-1035), que aumentó con el condado de Cea (1030-1035). Añadió a sus dominios los territorios de Sobrarbe y Ribagorza desde 1015 y 1018, respectivamente. Falleció en 1035.

Ordoño III, hijo y sucesor de Ramiro II de León, se enfrentó al reino de Navarra y al conde castellano Fernán González, primer conde independiente de Castilla, que apoyaban a su hermano Sancho I de León en la disputa que ambos sostenían por el trono. El rey consiguió frenar, aunque no acabar, con las incursiones del califato cordobés. El rey propuso una tregua al califa Abderramán III, que este aceptó. Ordoño III llevó a cabo una exhaustiva reorganización de sus territorios y continuó con el proceso de fortalecimiento de las instituciones reales que inició su padre. Falleció en 956, y le sucedió su hermano y rival Sancho el Craso.

Sancho I fue rey de León en dos períodos diferentes: entre 956 y 958; y entre 960 y 966. Al morir Ordoño en 956, Sancho I subió al trono leonés, pero dos años después, rechazado por su extrema gordura, fue destronado por los nobles leoneses y castellanos, encabezados por el conde Fernán González​, que nombraron rey a Ordoño IV. Sancho había rehusado respetar la paz que el difunto Ordoño había acordado con los cordobeses, que enviaron contra él un ejército que lo venció en 957, acontecimiento que aumentó sus desprestigio y favoreció su derrocamiento.​

Entonces, Sancho acudió al lado de su abuela, la reina Toda Aznárez de Pamplona, a quien pidió ayuda para recuperar su reino. Esta hizo un trato con el califa Abderramán III, para conseguir tratamiento del médico de su corte Hasday ibn Saprut y ayuda para la recuperación del trono de León a cambio de unas plazas en las riberas del Duero.​

La reina Toda, Sancho I y su esposa Teresa Ansúrez viajaron a Córdoba en 958.​ Allí Hasday ibn Saprut trató a Sancho de su obesidad. Después, y de acuerdo con el pacto firmado, un ejército pamplonés-musulmán tomó Zamora en la primavera del 959 y León en el segundo semestre del 960, y restauró a Sancho I como rey.​ Ordoño IV huyó a Asturias.

​El rey tardó poco en olvidarse de su acuerdo con los musulmanes, que pasaron entonces a apoyar a Ordoño IV, aunque su enfrentamiento no pasó esta vez de unas cuantas incursiones de castigo. En los últimos años de su reinado se sucedieron las rebeliones nobiliarias y se afianzó la independencia de los condes castellanos y gallegos.

En 966 el rey Sancho fundó el monasterio de San Pelayo en la ciudad de León, consagrado en honor del mártir cordobés san Pelayo cuyos restos fueron trasladados por el rey a la capital del reino de León, aunque más tarde fueron llevados a Oviedo. Ubicado al lado del panteón de los reyes, este monasterio sustituyó al de San Salvador de Palat de Rey como cenobio cortesano y se convirtió en la «cabeza del infantazgo homónimo», el infantado de San Pelayo, donde se recluían las infantas que tomaban el hábito así como las reinas viudas. En 966 terminó su reinado cuando falleció al ser envenenado por el conde rebelde Gonzalo Menéndez.

Ramiro III  sucedió a su padre Sancho I cuando tenía cinco años de edad, por lo que la regencia del reino quedó en manos de dos mujeres: su tía la infanta y monja Elvira Ramírez que hizo las veces de reina durante la minoría de edad del monarca, y su madre la reina Teresa Ansúrez, que después de enviudar profesó en el monasterio de San Pelayo de Oviedo donde llegó a ser abadesa.

Como rey, ratificó el tratado de paz con el califato de Córdoba y nombró lugarteniente suyo a San Rosendo, que derrotó a los vikingos que desembarcaron en Galicia en 968.  Entre finales de la década de 970 y principios de la de 980, Almanzor lanzó la primera aceifa por tierras del reino de León. Zamora, RuedaAtienza, y Sepúlveda entre otras, cayeron en manos del caudillo musulmán.

La desafección de los nobles gallegos y portugueses hacia el rey de León, ya manifestada en tiempos de Sancho I, padre de Ramiro III, no menguó con la mayoría de edad de este. Finalmente, estos nobles, liderados por el conde Gonzalo Menéndez se rebelaron contra Ramiro III y proclamaron nuevo rey a Bermudo Ordóñez en el año 981.

Bermudo II fue proclamado rey en 981 y coronado como tal en Santiago de Compostela en 982. Desde entonces estuvo en guerra con Ramiro III, ejerciendo el dominio efectivo sobre Galicia y Portugal. Con la muerte de Ramiro en 985, Bermudo II quedó como único soberano sobre todo en el reino de León.

Tras su proclamación tuvo que ponerse bajo la protección del califato de Córdoba, ya que los empujes del condado de Castilla y las rebeliones internas en el reino hacían prácticamente imposible que pudiese resolver tantos problemas él mismo. Como resultado, y aunque de resultas del protectorado logró recuperar Zamora, los ejércitos de Almanzor se quedaron en el reino de León como fuerzas de ocupación y no logró expulsarlos, de forma violenta, hasta 987.

Como consecuencia, Almanzor destruyó Coímbra. Después avanzó sobre León, la sitió y la arrasó. Bermudo II se refugió entonces en Zamora, ciudad de la que tuvo que huir a Lugo tras la persecución a la que le sometió Almanzor, lo que causó la destrucción de ambas ciudades. No contento con esto, las tropas musulmanas conquistaron Gormaz y Coruña del Conde (aún conocida como Clunia) (994),  Astorga (996) y saquearon Castro Bergidum (El Bierzo) y Santiago de Compostela (997). Además, el caudillo cordobés recibió el sometimiento de parte de la nobleza leonesa, que conservó sus tierras protegida por los ejércitos califales.​ Así sucedió con los señores de la Tierra de Campos y parte de los gallegos y portugueses.​

Bermudo, que se había refugiado en Galicia del acoso cordobés y de las rebeliones aristocráticas, consiguió recuperar León de los rebeldes en el 990. Algunos de ellos fueron perdonados y recobraron el favor real. La clemencia de Bermudo no sirvió, sin embargo, para que algunos de los notables galaico-portugueses se uniesen a las fuerzas cordobesas en la campaña contra Santiago de Compostela.​

En el año 999 se agravó tanto la gota que padecía el rey que le resultaba imposible cabalgar y tenía que ser transportado en una litera. Ese mismo año murió en el monasterio de VillabuenaEl Bierzo.

Alfonso V ( III Alfonso de León) sucedió a su padre Bermudo II a la edad de cinco años, quedando bajo la tutela de su madre Elvira García, hermana del conde de Castilla Sancho García, y de su ayo, el conde Menendo González, hijo de Gonzalo Menéndez, quien se encargó de su crianza en Galicia.

Alfonso V llegó a la mayoría de edad en el año 1008, con catorce años, heredando un reino lleno de inestabilidad política. Su madre Elvira García, hasta entonces regente, garantizó durante algunos años más las buenas relaciones con Castilla. La rebelión de un Banu Gómez, amparado por el conde Sancho, acabó con esta concordia en el 1014.  El rey reforzó el dominio leonés del condado castellano y le arrebató sus tierras más occidentales, entre los ríos Cea y Pisuerga (aproximadamente, la moderna provincia de Palencia) en 1017, al morir el conde Sancho.

Alfonso V quería dar un giro a la administración y para eso necesita primero un nuevo marco jurídico. Así, en 1017, en una reunión de la curia regia, se promulgó el Fuero de León, que se ha calificado como la sanción jurídica del feudalismo leonés. Con ella se buscaba poner fin a los desórdenes de la etapa anterior y recuperar el poder real. Reciben el nombre de «Fuero de León» un conjunto de preceptos decretados por el rey de León Alfonso V en un concilium reunido en la catedral de León en el año 1017.​ A estos veinte preceptos se les añadieron otros veintiocho que regulaban la vida local en la ciudad de León.

Los veinte años de reinado de Alfonso los dedicó esencialmente a reorganizar y reconstruir el reino, muy perjudicado por las campañas de Almanzor y de su hijo de finales del siglo X y principios del XI. Parece que logró restablecer temporalmente el orden en el reino, pero su fallecimiento desencadenó un nuevo periodo de turbulencias, atizadas esta vez por el vecino reino de Navarra.​ Alfonso reconstruyó la ciudad de León que había sido dañada por los ataques de Almanzor. Falleció sitiando la plaza de Viseu, en 1028. Le sucedió su hijo Bermudo III, aún menor de edad pues contaba once años, que quedó tutelado por su madrastra, la reina Urraca.​

Además de con los reinos cristianos del norte y con los jefes del Magreb,​ Abderramán III mantuvo contactos diplomáticos con otros países. De Cerdeña llegó una embajada (942) acompañada por comerciantes de Amalfi, ciudad con la que se establecieron lazos comerciales. El marqués de Provenza y luego rey de Italia, Hugo de Arlés, también envió una embajada al califa.​

En 953, llegó una embajada de Otón I, aunque las relaciones con este fueron tensas al comienzo por las diferencias religiosas entre los dos Estados, la altivez de las dos partes y las correrías de los piratas musulmanes de Fraxinetum, de las que Otón hacía responsable a Abderramán. El califa mantuvo también relaciones con los bizantinos,​ en especial por su interés por contrarrestar el poder fatimí, que también amenazaba a estos.​ La delegación bizantina que visitó al califa en el 949 trajo entre sus regalos una importante copia de las obras botánicas de Dioscórides, desconocida en la región. Además, los bizantinos enviaron a un monje a Córdoba para que ayudase a fundar una escuela de traducción del griego al latín y al árabe, por petición del califa. Los andalusíes también mantuvieron contacto con la lejana Creta, donde reinó hasta el 961 y durante ciento treinta y cuatro años una dinastía musulmana de origen ibérico. Abderramán III murió en 961 y le sucedió su hijo Alhakén II.

A diferencia de su padre, Alhakén se apoyó en dos personajes de la corte: el general Gálib, un liberto de origen eslavo, y el chambelán Yaáfar al-Mushafi, que junto a la concubina Subh ejercieron prácticamente el gobierno, alcanzando altas cotas de poder.

Entre las primeras medidas que tomó al ser nombrado califa, se encontraba la reclamación al reino cristiano de León de las diez fortalezas que su rey, Sancho I, había prometido a su padre Abderramán III. Ante la negativa del rey leonés a cumplir su promesa, Alhakén acogió​ al depuesto Ordoño IV en la corte cordobesa prometiéndole reponerlo en el trono, lo que hizo que Sancho I se retractase. Sin embargo, la muerte de Ordoño IV en 962, motivó que Sancho I cambiase nuevamente de postura y concertase una alianza con el rey navarro García Sánchez I, con el conde castellano Fernán González y con el conde de Barcelona Borrell II para hacer frente al poderío del califa. Alhakén inició en respuesta, en 963, una ofensiva militar que se ve culminada por el éxito al conquistar las plazas de San Esteban de GormazAtienza y Calahorra.

La política africana de Alhakén estuvo marcada por el intento de frenar la expansión del califato fatimí por el Magreb. Política que se vio favorecida por la conquista, en 969, de Egipto por los fatimíes, que trasladaron su capital a El Cairo tres​ años más tarde. El traslado fatimí hizo que, en 972, Alhakén decidiese recuperar su zona de influencia en el Magreb, para lo cual tuvo que enfrentarse al último representante de la dinastía idrisí, el emir al-Hasan ben Kannun. También tuvo que afrontar la ofensiva marítima de los vikingos normandos que recorrían los puertos de Europa sembrando el terror.

Se dedicó a la ampliación de  la Mezquita de Córdoba, de la que ya en vida de su padre inspeccionaba las obras.

 El mandato como califa de Alhakén, se basaba en la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos para acceder a los puestos de gobierno, acabando con la nobleza militar árabe, berberisca, eslava o de cualquier otro origen. El respeto a los cristianos, a los judíos y a la inmensa parte de la población, así como la constitución de una burocracia meritocrática y una clase media comercial y administrativa, fueron las bases de su gobierno.

Los impuestos coránicos casi nunca bastaron para hacer frente al gasto del Estado, pero la economía alcanzó un desarrollo insospechado gracias a la larga etapa de paz que el califato dio a sus súbditos, lo que proporcionó al fisco unos ingresos saneados que permitieron la construcción de las grandes obras públicas. La vida económica propiamente dicha estaba basada en la agricultura y la ganadería.

En el 976, se apresuró en nombrar sucesor a su hijo, Hisham II que, al acceder al trono siendo menor de edad, se convirtió en una marioneta de los visires. Ocho meses más tarde, Alhakén falleció.

En el 972, el último representante de la dinastía idrisí, Al-Hasan ben Kannun, se levantó contra los omeyas cordobeses en una larga revuelta que duró hasta 974. La lucha obligó al califato andalusí a realizar notables gastos y a enviar al Magreb a algunos de sus mejores militares para aplastar la rebelión.

Bajo el mandato de Alí az-Zahir , el califato fatimí estaba en crisis. El hambre y la plaga en Egipto en los años 1023-1025, y una rebelión entre los beduinos (1024-1029) en Palestina y Siria, agravaron los problemas del país. La secta de los drusos, que había gozado del patrocinio de su padre, fue perseguida y reducida a las regiones montañosas de Siria y de Líbano. Durante el mandato del califa abasí At-Ta’i Siria fue dividida entre fatimíes, turcos y cármatas.

Los buyíes también estaban divididos. En 977, a la muerte de Rukn ad-Dawla, el estado buyí se partió en dos: uno, centrado en Rayy, y otro, centrado en Hamadán. En 991, Al-Ta’i fue depuesto y encarcelado, pasando sus bienes a sus visires.

Al-Qádir fue el siguiente califa abasí. Era hijo de Al-Muttaqui. Al principio de su reinado, Al-Qádir pareció satisfacer a los buyíes como el califa dócil que deseaban. Parecía incluso aceptar la orientación chií de sus tutores. En 997 murió el emir búyida y sus deudos se retiraron a Shiraz, no controlando en Irak nada más que Bagdad y  Wasit, por lo que Al-Qádir aprovechó este alejamiento de su tutor búyida para recuperar su autonomía, con el apoyo de los gaznavíes. Las querellas entre los búyidas favorecieron esta toma de posición del califa.

Uno de los rasgos que más ha llamado la atención sobre los buyíes es el hecho de que, a pesar de ser chiíes, no manifestaron ninguna predisposición contra el califato abasí y permitirían que sobrevivieran, aunque evidentemente reducido a un papel simbólico y que, paradójicamente, en este periodo pasaría a ser el punto de referencia espiritual de todos los musulmanes suníes.

 Armenia se había convertido en un Estado tributario de Bizancio cuando murió su rey en el año 1000. También aquí se sucedieron las victorias de Basilio II, y Armenia se reincorporó al Imperio bizantino.

Al mismo tiempo, otras fuerzas bizantinas recuperaron gran parte de Italia meridional cuyo dominio había perdido el Imperio a manos de los lombardos y los árabes a lo largo de los 150 años anteriores. Basilio reorganizó las provincias o temas italianas, uniendo tanto la de Longobardia como la de Calabria bajo un mando común, el Catapán de Italia, con capital en Bari, para formar el Catapanato de Italia. En el año 1024 derrotó a una flota rusa que penetró a la isla de Lemnos, donde fue aniquilada por una mucho más fuerte armada bizantina en la batalla de Lemnos. En1025 murió Basilio, justo cuando estaba planeando una expedición militar para recuperar la isla de Sicilia a manos de los árabes. Basilio II murió sin hijos, dejando el gobierno del Imperio bizantino en manos de su hermano Constantino.

Constantino VIII había sido coronado como coemperador en el año 962, con solo dos años de edad (lo que no era extraño en el Imperio bizantino). En teoría, Constantino asumió el gobierno junto a su hermano Basilio tras morir Juan I Tzimisces en 976, pero durante los 49 años de reinado de Basilio, Constantino apenas participó en los asuntos de estado, incluso aunque Basilio estuviese muy a menudo fuera de Constantinopla en sus campañas militares. Cuando Basilio II murió Constantino pasó a ser el único emperador, aunque sólo reinó durante menos de tres años, hasta su muerte en 1028.

Romano III fue un patricio bizantino no especialmente destacado, que fue obligado por el emperador Constantino VIII a casarse con su hija Zoe y convertirse en su sucesor. Mostró gran disposición a dejar una marca duradera como emperador, pero no tuvo gran fortuna en sus empresas. Gastó grandes sumas en la construcción de nuevos edificios y en la dotación de monasterios, y en su voluntad de suavizar la presión fiscal sobre los terratenientes, desbarató las finanzas del Imperio. En 1030, decidido a responder a las incursiones musulmanas sobre sus fronteras orientales, dirigió personalmente un gran ejército contra Alepo, pero fue sorprendido en su marcha y sufrió una grave derrota en Azaz, cerca de Antioquía. Aunque este desastre fue compensado por la defensa de Edesa por parte de Jorge Maniakes y por la derrota de una flota árabe en el Adriático, Romano nunca recuperó su popularidad. Su temprana muerte el año 1034, se cree que fue debida a un envenenamiento inducido por su esposa.​

Miguel IV debió su elevación a la emperatriz Zoe, hija de Constantino VIII y mujer de Romano III, que enamorada de Miguel, que era su chambelán, envenenó a su marido para casarse poco después con él, ambos hechos ocurrieron en 1034. Miguel, sin embargo, que era una persona de poco carácter y sufría ataques epilépticos, dejó el poder en manos de su hermano, Juan el Eunuco, que había sido primer ministro con Constantino y con Romano. Las reformas de Juan en el ejército y el fisco permitieron un cierto resurgir de la potencia bizantina, que se mantuvo frente a los ataques enemigos.

En la frontera oriental, la importante ciudad de Edesa fue liberada tras un largo asedio. Los musulmanes occidentales fueron prácticamente expulsados de Sicilia por Jorge Maniakes (que llevó a cabo allí sus campañas entre 1037 y 1040), pero una expedición contra los normandos de Italia sufrió sucesivas derrotas, y tras la partida de Maniaces, muchas de sus conquistas en Sicilia se perdieron (1041), aunque Bari fue finalmente recapturado.​ En el norte, los serbios tuvieron éxito en su revuelta (1040), pero la peligrosa rebelión de los búlgaros y otros eslavos balcánicos, que amenazaba las ciudades de Tracia y Macedonia, fue reprimida por la triunfante campaña dirigida por el emperador en persona poco antes de su muerte en1041.

Su sobrino fue coronado emperador como Miguel V, que fue destronado tras un corto reinado de cuatro meses, cegado​ por el varego Norðbrikt que aprovechó el caos para saquear, y finalmente recluido en un monasterio. Murió el 24 de agosto de 1042. Su impopularidad parece haber sido debida en gran parte a sus reformas administrativas, que sufrieron la fuerte oposición de las clases dominantes, mientras que las clases bajas le consideraban un usurpador.

Zoe fue emperatriz del Imperio bizantino con distintos co-emperadores desde el 12 de noviembre de 1028 hasta el año 1050, cogobernando brevemente como emperatriz reinante conjuntamente su hermana Teodora Porfirogéneta entre el 21 de abril y 12 de junio de 1042. Zoe fue una de las pocas emperatrices  bizantinas porfirogéneta (que quiere decir «nacido/a en la púrpura»), es decir, como hija legítima de un emperador reinante nacida en la cámara púrpura especial del palacio de Bucoleón de los emperadores bizantinos. Durante dos meses en el año 1042, Zoe compartió el gobierno con su hermana Teodora Porfirogeneta, hasta que pudo encontrar otro marido, el tercero y último permitido por la Iglesia ortodoxa. Su elección recayó en Constantino IX Monómaco (r. 1042-1055), que la sobrevivió cuatro años. Zoe murió en 1050, a la edad de setenta años.

Constantino era hijo de Teodosio Monomacos, un importante burócrata bajo Basilio II y Constantino VIII.1​ En un momento dado, Teodosio había sido sospechoso de conspiración, y la carrera de su hijo se resintió por ello. Constantino fue exiliado a Mitilene, en la isla de Lesbos. Sin embargo Constantino fue llamado a Constantinopla, donde la frágil relación entre las sucesoras de Miguel V se estaba viniendo abajo. En 1043 relevó al general Jorge Maniaces de su mando militar en Italia, y en consecuencia Maniaces se declaró a sí mismo emperador. Cuando sus tropas estaban a punto de derrotar a Constantino en una batalla, Maniaces fue herido y murió en el campo de batalla, dando fin a la crisis. Justo tras la victoria, Constantino fue atacado por una flota de la Rus de Kiev, que seguramente había sido contratada por Maniaces. También esta flota fue derrotada gracias al uso del fuego griego.

En 1046, los bizantinos tuvieron un primer contacto con los turcos selyúcidas. Lucharon en una batalla en Armenia en 1048 y establecieron una tregua para el año siguiente. Sin embargo, en 1053 Constantino se vio obligado a licenciar a sus tropas armenias por razones económicas, dejando la frontera oriental del Imperio mal defendida.

En 1054 las diferencias seculares entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica dieron lugar a su separación definitiva en el llamado Cisma de Oriente. Los legados del papa León IX excomulgaron al patriarca de Constantinopla Miguel I Cerulario, al no estar este de acuerdo con la adopción de ciertas prácticas eclesiales occidentales; y Cerulario replicó excomulgando a los legados. Este hecho anuló las posibilidades de una alianza entre Constantino y el papa contra los normandos del sur de Italia. Constantino quiso intervenir, pero enfermó y murió el 11 de enero del año siguiente. Teodora, la hija mayor de Constantino VIII, que ya había reinado junto con su hermana Zoe, fue nombrada emperatriz.

El cisma de Oriente y Occidente, gran cisma o cisma de 1054, conocido en la historiografía occidental como el Cisma de Oriente y en los países ortodoxos como el cisma de los latinos, fue el evento que, rompiendo la unidad de lo que era la Iglesia estatal del Imperio romano basada en la pentarquía, dividió el cristianismo calcedonio entre la Iglesia católica en Occidente y la Iglesia ortodoxa en el Oriente. Aunque 1054 se indica normalmente como el año del cisma, fue en realidad el resultado de un largo período de distanciamiento progresivo teológico y político entre las dos ramas eclesiales que subsiste hasta la actualidad.