Ucrania en la encrucijada (XXII)

Tras más de 40 días desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y a pesar del intento fallido de tomar la capital, la guerra continúa. Rusia aún tiene capacidad suficiente de efectuar una operación ofensiva en el este de Ucrania.

Mapa con la situación de la guerra en Ucrania el 11 de abril de 2022 (Estado a las 12:30 horas) – Europa Press https://www.europapress.es/internacional/noticia-guerra-rusia-ucrania-mapas-20220228121855.html

Las tropas rusas que acechaban Kiev y las que avanzaban por el noroeste de Ucrania desde hace semanas abandonan la zona ocupada. En su retirada hacia Bielorrusia y Rusia, informa el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), el Ejército ruso está dejando tras de sí un rastro de minas que obliga a los ucranios a avanzar lentamente en su camino para asegurar las posiciones recuperadas.

El alcalde de Mariupol, Vadim Boichenko, ha afirmado este lunes en una entrevista con la agencia Associated Press que al menos 10.000 civiles han muerto en la ciudad, en el sudeste de Ucrania, tras más de seis semanas de asedio por parte de las fuerzas rusas. 

Los bombardeos rusos en algunas áreas en Ucrania han sido tan intensos que poblaciones y ciudades se están viendo obligadas a enterrar decenas de víctimas civiles, sin ningún tipo de ceremonia, en fosas comunes.

Mientras Rusia denuncia ante la ONU que Ucrania prepara un «montaje» de fosas comunes en una ciudad cercana a Kiev.

La guerra y las sanciones económicas derivadas de ella están afectando a la economía rusa, ya que, según asegura la agencia de calificación Standard and Poor´s, Rusia entra en impago de su deuda externa.

Situación precedente.

II-Crisis económicas y fascismos.

b. Crisis económicas y reacción histórica ante ellas. 10- Crisis cíclicas y sus consecuencias. De la crisis de 1772 a la crisis de posguerra de la I Guerra Mundial.

Como ya vimos en una entrada anterior, el fenómeno de las crisis cíclicas ha sido uno de los más estudiados en teoría económica. La sucesión de ciclos económicos, en los que una fase de expansión va seguida de otra de contracción, seguida a su vez de expansión y así sucesivamente, son fenómenos específicos de las economías basadas en el dinero y la actividad comercial, según Wesley Mitchell.  La contracción genera como resultado una crisis económica que afecta en forma negativa la economía de millones de personas.

En la anterior entrada vimos que la última fase de la transición del feudalismo al capitalismo estaba enmarcada en la crisis del Antiguo Régimen, y que esta crisis culmina con  la llamada «era de las revoluciones», considerando a la “Revolución Estadounidense” como la primera de ellas, dentro de lo que se ha denominado el «ciclo atlántico». Las causas de esta revolución fueron varias, pero pueden destacarse las leyes impositivas con el establecimiento de restricciones mercantiles y de cargas fiscales que Gran Bretaña impuso a las Trece colonias.

Desde mediados de la década de 1760 hasta principios de la década de 1770, el auge crediticio, apoyado por comerciantes y banqueros, facilitó la expansión de la manufactura, la minería y las mejoras internas tanto en Gran Bretaña como en las trece colonias. Hasta el estallido de la crisis crediticia, el período de 1770 a 1772 se consideró próspero y políticamente tranquilo tanto en Gran Bretaña como en las colonias americanas. Como resultado de la Ley Townshend y el desglose de la Ley de No Importación, el período estuvo marcado con un tremendo crecimiento en las exportaciones de Gran Bretaña a las colonias americanas. Las exportaciones a América del Norte, aumentaron rápidamente en comparación con las importaciones entre 1750-1772.

Sin embargo, los problemas están detrás del auge crediticio:  la especulación y el establecimiento de instituciones financieras dudosas. En Escocia, los banqueros adoptaron «la notoria práctica de dibujar y redibujar títulos de crédito ficticios … en un esfuerzo por expandir el crédito». Esto llevó a la crisis financiera en 1772, que supuso la parálisis del sistema de crédito, del que dependía en gran medida el crecimiento económico. La crisis de 1772 también desencadenó una cadena de eventos relacionados con la controversia sobre el mercado colonial del té, que llevaron a movilizaciones populares de protesta (motín del téBoston, 16 de diciembre de 1773).

El ejemplo estadounidense fue decisivo para que en 1789 el protagonismo revolucionario pasara a Francia. El Reino de Francia se encontraba con un enorme déficit presupuestario, en buena medida debido a su intervención en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Por otro lado había sufrido, durante los años que precedieron a 1789, numerosas sequías y heladas, lo que había arruinado varias cosechas.

No obstante esa penosa situación, los agricultores debían cumplir con sus obligaciones fiscales, independientemente de los rendimientos agrícolas obtenidos. Y poco a poco, y año a año, la situación se transformó en insoportable, pues en los campos y en ciertos sectores de las ciudades, la desnutrición y aún la muerte por inanición, pasó a ser algo relativamente corriente. Como resultado del devenir económico y de la rigidez de la estructura política el pueblo aspiraba a mejorar su propia y penosa situación, ya que no podía tolerar ni soportar más una sociedad tan injusta y tan rígida, que los conducía a la extrema pobreza y al hambre.

Estas crisis agrícolas se tradujeron en crisis industriales.  El alza del precio del pan, que absorbía el 90% del presupuesto de los trabajadores en 1789, fue un sinónimo de contracción del mercado para las actividades artesanales. Además, los industriales franceses se quejaban de los efectos del tratado Eden-Raynevalacuerdo comercial firmado entre Francia y Gran Bretaña en 1786, acusado de poner en dificultades a las industrias de ciertas ciudades.

A estos problemas se añadía el riesgo de bancarrota del Estado debido a su fuerte endeudamiento y a la ausencia de una reforma fiscal. La crisis financiera inquietaba también a los acreedores del Estado,  que sospechaban que no podrían ser adecuadamente compensados. Justamente, fue el problema financiero de Francia lo que motivó la reunión de los Estados Generales, punto de inicio de la Revolución francesa.

En los recién formados Estados Unidos, el Secretario del Tesoro Alexander Hamilton, había pedido en 1790 la creación del Banco de los Estados Unidos. En 1791 el presidente George Washington firmó la carta que permitía su apertura. La expansión del crédito por parte del recién formado banco, así como la especulación  desenfrenada por parte de William Duer , Alexander Macomb y otros banqueros destacados, provocó una crisis crediticia conocida como pánico de 1792.

Duer, Macomb y sus colegas intentaron aumentar los precios de los títulos de deuda y  las acciones bancarias, pero cuando incumplieron los préstamos los precios cayeron, lo que provocó un pánico bancario. El endurecimiento simultáneo del crédito por parte del Banco de los Estados Unidos sirvió para aumentar el pánico inicial. Hamilton pudo manejar hábilmente la crisis al proporcionar a los bancos del noreste cientos de miles de dólares para realizar compras de valores en el mercado abierto, lo que permitió que el mercado se estabilizara en mayo de 1792.

En Gran Bretaña se produjo la tercera burbuja económica a comienzos de los años noventa del siglo XVIII, la canalmanía. Los primeros canales de transporte fluvial ingleses se construyeron a iniciativa de empresarios locales, comerciantes, industriales o mineros, que necesitaban transportar sus productos. Con la Primera Revolución Industrial se había iniciado una innovación tecnológica por medio de la introducción de la máquina de vapor de James Watt (patentada en 1769) en las distintas industrias, por lo que aumentó la utilización de carbón y la necesidad de transportarlo desde las minas a las industrias donde se utilizaba, sobre todo la industria textil.

Uno de los primeros canales era el Canal de Bridgewater, con el que el Duque de Bridgewater daba salida a su carbón desde Worsley hasta Mánchester. A pesar del alto coste de la construcción, el precio del carbón en Mánchester cayó un 50% tras su apertura, y su éxito financiero atrajo inversores. Hubo un gran incremento de los proyectos de canales que se promovían: mientras que en 1790 sólo un proyecto había recibido autorización por Act of Parliament, para 1793 lo habían recibido veinte. El capital autorizado en 1790 era de 90,000 libras esterlinas, que para 1793 era de 2,824,700. Alguno de los canales autorizados fueron rentables, pero la mayor parte de ellos, incluyendo al Herefordshire and Gloucestershire Canal, nunca pagó dividendos. Otros, como el Grand Western Canal, nunca se completaron. La burbuja terminó provocando una crisis en Inglaterra y Gales que se prolongó hasta la segunda década del siglo XIX.

En los EE. UU. estalló una burbuja de especulación de tierras en 1796. La crisis se profundizó cuando el Banco de Inglaterra suspendió los pagos en especie el 25 de febrero de 1797, bajo la Ley de Restricción Bancaria de 1797. Se produjeron una serie de caídas en los mercados crediticios tanto en Gran Bretaña, como en los recientemente formados Estados Unidos, lo que condujo al pánico de 1796–1797

El pánico provocó una recesión comercial pronunciada en las ciudades portuarias estadounidenses que no cedió hasta después de 1800. Los inversores en planes de tierras no sufrieron solos. Los comerciantes, artesanos, y trabajadores asalariados, todos los cuales dependían de la continuidad del comercio exterior, sintieron el impacto cuando los negocios fracasaron entre 1796 y 1799. El pánico también reveló la interconexión económica de la joven república con Europa, y demostró que la naciente economía estadounidense estaría sujeta a ondas de turbulencia política en el continente europeo, un efecto que impulsó a Thomas Jefferson para firmar la Ley de Embargo de 1807.

En Gran Bretaña el llamado Country Party, era partidario de reformas encaminadas sobre todo contra la corrupción y en 1791 Thomas Paine publicó Los derechos del hombre, donde defendía que la Revolución Francesa aportaba buenos cambios en el sistema político de Francia. También declaraba que el pueblo de Gran Bretaña debía rebelarse para establecer la democracia y los derechos del hombre para todos los británicos sin distinción, y esta obra alimentó la ideología radical en Gran Bretaña en ese momento.

En 1792 el partido Whig fundó la Sociedad de los Amigos del Pueblo, que se centró en defender la reforma del Parlamento. Tuvo dos ramas muy diferentes, la inglesa y la escocesa. La Sociedad en Inglaterra era aristocrática y excluyente, en contraste con la Sociedad en Escocia, que se fue abriendo a cada vez mayor número de miembros. De la rama escocesa surgió la Sociedad de los Escoceses Unidos, que se inspiró en los acontecimientos de las revoluciones francesa y estadounidense. Los escoceses unidos eran particularmente hábiles para obtener el apoyo de las clases trabajadoras de Escocia, que se beneficiarían al obtener derechos políticos, como buscaba la Sociedad.

Sus objetivos eran en gran medida los mismos que los de la Sociedad de los Irlandeses Unidos: la consecución del sufragio universal y los parlamentos elegidos anualmente. También tenía una fuerte veta de republicanismo. La sociedad se impulsó aún más cuando el Parlamento aprobó la Ley de milicias de 1797 que permitió el reclutamiento de hombres jóvenes en el ejército. Esto resultó muy impopular entre muchos escoceses comunes, y en agosto de 1797 hubo grandes protestas en todo el país que fueron brutalmente reprimidas, con muchos manifestantes asesinados (por ejemplo , Masacre de Tranent ).

Los escoceses unidos esperaban obtener apoyo tanto de los holandeses, que habían realizado la revolución de Batavia, como de los franceses , y había planes para que los holandeses desembarcaran en Escocia. Sin embargo, la Royal Navy interceptó una flota holandesa y la derrotó en la Batalla de Camperdown en octubre de 1797. Los escoceses unidos todavía organizaron una rebelión contra el gobierno en 1797, en la que querían establecer un nuevo gobierno provisional con Thomas Muir como presidente, pero a pesar de los éxitos iniciales de los insurrectos, las tropas del gobierno reclutadas rápidamente desde Inglaterra pronto sofocaron la rebelión.

Aprovechando las circunstancias, un levantamiento nacionalista irlandés, conocido como rebelión irlandesa de 1798, tuvo lugar en 1798 contra el dominio británico en Irlanda. Los Irlandeses Unidos, un grupo revolucionario irlandés de orientación republicana e influenciado por las ideas de las revoluciones americana y francesa fueron los principales artífices de la revuelta. En 1782 la Corona británica había concedido a la Ascendencia ( miembros ricos de la Iglesia de Irlanda leales a la Corona ) cierto grado de autogobierno y un parlamento más independiente. El Partido Patriota Irlandés, liderado por Henry Grattan, presionó activamente a la administración inglesa en busca de mayor autonomía y en 1793, el Parlamento aprobó una serie de leyes que autorizaban a los católicos propietarios a votar, pero sin que pudieran ser elegidos o nombrados para cargos públicos.

La perspectiva de reformas inspiró a un pequeño grupo de liberales protestantes en Belfast a fundar la  Society of the United Irishmen (Sociedad de los Irlandeses Unidos) en 1791. La organización obviaba la división religiosa con una afiliación compuesta por protestantes de la Ascendencia, católicos, presbiterianosmetodistas y otros grupos protestantes disidentes. Los principales objetivos de la Sociedad eran la reforma democrática y la emancipación católica y la independencia de Irlanda, medidas que él ni el Parlamento de Irlanda ni el gobierno británico estaban dispuestos a aprobar. La rebelión estalló tras la implantación de la Ley marcial el 2 de marzo de 1797, recurriendo el gobierno británico a tácticas que serían descritas hoy en día como terrorismo de Estado.

A imitación de la Revolución estadounidense se produjeron movimientos independentistas en América latina. En el Brasil colonial de fines del siglo XVIII, pese a la fuerte censura establecida por las autoridades portuguesas, era conocido el éxito de la sublevación ocurrida en las Trece Colonias. También se habían difundido entre las élites brasileras las ideas de la Ilustración y sus principios de libertad y democracia, así como de gobierno representativo, contrapuesto al absolutismo practicado en Portugal y sus colonias.

Tales ideas hallaron un terreno fértil en la provincia brasilera de Minas Gerais, dedicada a la extracción de oro y donde se había formado una poderosa élite nativa de la región que recibió con agrado las tesis de la Ilustración, debido a su descontento con la administración colonial portuguesa que exigía a toda la provincia de Minas Gerais el pago de un monto equivalente al 20% de la producción de oro (el llamado «quinto real») de manera colectiva, del mismo modo que impedía la construcción de caminos y la instalación de imprentas para mantener a la provincia en el mayor aislamiento posible.

Aprovechando una revuelta popular contra los tributos instaurados por las autoridades coloniales, importantes terratenientes y mineros de la región empezaron a formar planes para una revuelta masiva que proclamase la independencia de Minas Gerais, forjando un núcleo amplio de conspiradores. Para entonces, en 1789, no existía aún una «identidad nacional brasilera«, por lo cual los planes de los conspiradores mineiros se limitaban sólo a obtener la independencia de la propia Minas Gerais.

Para esa fecha la economía de Portugal dependía fuertemente de la minería de oro establecida en Brasil, especialmente en Minas Gerais, y se había establecido un sólido núcleo de burócratas portugueses tanto civiles como militares para mantener bajo el mayor control posible la extracción aurífera. La conspiración estaba planificada para estallar en cuanto el gobernador portugués proclamase oficialmente la vigencia de la derrama, fecha cuando los conspiradores proyectaban aprovechar el descontento para iniciar su revuelta. No obstante, en junio de 1789 la conspiración fue denunciada. Casi la totalidad de los procesados negaron su participación en la conspiración, a excepción del dentista y oficial militar Joaquim José da Silva Xavier, que asumió la plena responsabilidad de la revuelta proyectada.

La economía del Imperio portugués había quedado muy debilitada tras el terremoto de Lisboa de 1755, que dificultó los proyectos coloniales portugueses en el siglo XVIII. Desde el Tratado Anglo-Portugués de 1373 que formalizó la alianza anglo-portuguesa, la política y la economía de Portugal estaba ligada a la británica, por lo que la crisis de 1796, también afecto al Imperio portugués, sobre todo a sus colonias. 

En 1798 se produjo la conjura Bahiana, también denominada como revuelta de los alfaiates («alfaiate», en portugués, significa ‘sastre’, oficio que ejercían los conjurados). Fue un movimiento independentista ocurrido en la entonces Capitanía de Bahía, en Brasil. El clima de insubordinación se propagó rápidamente, especialmente entre las clases más humildes, cuyas quejas contra el gobierno, cuya política elevaba los precios de las materias más esenciales, llegaron a alcanzar a los cuarteles militares.

Pero el primer movimiento revolucionario de América Latina fue la revolución haitiana, que culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue y la proclamación del Primer Imperio de Haití. Saint-Domingue pasó de ser una colonia regida por un sistema de castas, la posesión colonial más rica de su tiempo,​ a ser el lugar donde se produjo la única rebelión de esclavos exitosa de la historia, además de ser una de las revoluciones más radicales.

A finales del siglo XVIII las colonias francesas del Caribe producían un tercio de los ingresos galos. La principal era Saint-Domingue por producir dos tercios del azúcar del mundo, 140 millones de libras en ese producto cada año. Había 789 plantaciones de algodón, 3.100 de café, 3.100 de índigo (añil), 673 de víveres y casi 800 ingenios de azúcar. La población servil decuplicaba a los blancos y constituían la mitad del millón de esclavos antillanos.

El 26 de agosto de 1789 se publica la Declaración de los derechos del hombre, que proclamaba a todos los hombres libres e iguales, entrando en conflicto con la situación de Saint-Domingue, obligando a decidir si este principio se extendía a toda la población de la colonia. Los propietarios blancos vieron la oportunidad de despojar a los funcionarios reales del control de la isla, abolir las regulaciones comerciales para acrecentar su riqueza e independizarse, pero cuando los esclavos se enteraron tomaron partido por los contrarrevolucionarios y británicos, temerosos que si había independencia quedarían completamente en manos de sus amos y su vida sería aún más dura.​ Sin embargo, durante los primeros dos años el conflicto se centró entre facciones de blancos independentistas, blancos leales a la metrópolis y libertos. Los negros quedaron al margen.

Los libres de color reclamaban en París la igualdad de derechos desde antes de la revolución. Liderados por Julien RaimondJacques-Vincent Ogé se dirigieron ante la Asamblea Nacional y después a la Convención Nacional, consiguiendo la igualación legal para todos los hombres libres. Ogé volvió a la colonia en octubre de 1790 y consideró que esto contemplaba el derecho a votar pero el gobernador general, el vizconde de Blanchelande se negó a permitir a los libertos votar. Una pequeña revuelta estalló el 24 de enero de 1791 en Port-Salut, cerca de Les Cayes. Los 200 rebeldes son rápidamente vencidos pero al mismo tiempo se organiza una guerrilla de mulatos al mando de André Rigaud. El 15 de mayo la Asamblea Nacional decidió dar la igualdad política a los libertos, cuando las noticias llegaron a la isla el 8 de julio los blancos empezaron a tramar su reacción.

Ya en 1791, el resto de las monarquías europeas observaron con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Francia, y consideraron la conveniencia de intervenir, ya fuera en apoyo de Luis XVI o bien para sacar provecho del caos en el país. El principal protagonista fue Leopoldo II, hermano de María Antonieta, que inicialmente vio la Revolución con ecuanimidad, pero que se vio cada vez más perturbado por la progresiva radicalización de esta, aunque a pesar de ello esperaba evitar la guerra. El 27 de agosto, el rey Leopoldo y Federico Guillermo II de Prusia, asesorados por nobles franceses exiliados, publicaron la Declaración de Pillnitz, que expresaba el interés de las monarquías europeas por el bienestar de Luis y su familia, y amenazaban vagamente con severas consecuencias si algo les sucediese.

Al final, fue Francia quien declaró la guerra a Austria, con el voto en la Asamblea a favor de la guerra el 20 de abril de 1792, tras una larga lista de agravios pasados presentada por el ministro de exteriores Charles François Dumouriez. Dumouriez preparó una invasión inmediata de los Países Bajos austriacos, donde esperaba obtener el apoyo popular contra el dominio austriaco. Sin embargo, la Revolución había desorganizado el ejército, y las fuerzas movilizadas eran insuficientes para una invasión. Mientras el gobierno revolucionario movilizaba tropas de refresco y reorganizaba sus ejércitos, un ejército aliado prusiano bajo el mando del Duque de Brunswick se reunía en Coblenza, en el Rin. En julio comenzaba la invasión, con los ejércitos de Brunswick tomando con facilidad las fortalezas de Longwy y Verdún. Este sería el primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa, conocido como Primera Coalición. Las campañas bélicas se extendieron por Europa Occidental y el Caribe, convirtiéndola en una guerra a gran escala.

En el verano de 1798, Napoleón dirigió una expedición a Egipto, logrando numerosas victorias, pero fue incapaz de transportar a su ejército de vuelta a Francia por mar tras la batalla del Nilo. En su ausencia de Europa, un estallido de violencia en Suiza requirió el apoyo francés contra la antigua Confederación Suiza. Cuando los revolucionarios depusieron el gobierno cantonal de Berna, el ejército francés de los Alpes comenzó la invasión de Suiza, con el apoyo de los suizos republicanos.

Cierto número de enemigos de Francia prepararon una nueva alianza con Inglaterra para deshacer las anteriores conquistas francesas. Austria y Rusia movilizaron ejércitos de refresco para las campañas de Alemania e Italia en 1799. Se forma así la Segunda Coalición continuando las guerras revolucionarias francesas, que terminaron con la firma del Tratado de Luneville en 1801, aunque Francia estuvo constantemente en guerra con Gran Bretaña desde 1793 hasta el Tratado de Amiens en1802.

Tras el golpe de Estado del 18 de brumario ( 9 de noviembre de 1799 ) que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, se inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder. Este golpe de Estado, que en principio pretendía acabar con la corrupción del anterior gobierno y favorecer los intereses de la nueva burguesía republicana, le condujo a recibir el título de Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804, disolviendo la Primera República Francesa y estableciendo el Primer Imperio francés.

Dinamarca y Noruega, que originalmente se habían declarado neutrales sacaron provecho de la guerra a través del comercio y organizaron una armada. Tras una muestra de intimidación en la primera batalla de Copenhague (1801), los británicos capturaron un gran número de naves de la flota danesa en la segunda batalla de Copenhague (1807). Esto terminó con la neutralidad danesa, enzarzándose los daneses en una guerra naval de guerrillas conocida como la guerra de las Cañoneras, parte de las guerras napoleónicas.

El Tratado de Amiens nunca se consideró un tratado duradero: ninguna de las partes estaba satisfecha y ambas incumplieron partes del mismo. Las hostilidades recomenzaron el 18 de mayo de 1803. El objeto del conflicto cambió desde el deseo de restaurar la monarquía francesa a la lucha para acabar con Napoleón Bonaparte. Napoleón planeaba la invasión de las islas británicas y reunió 180 000 soldados en Boulogne. Sin embargo, necesitaba conseguir antes la superioridad naval para llevarla a cabo, o al menos, alejar a la flota británica del canal de la Mancha. El complejo plan de distracción, llevado a cabo por el almirante Villeneuve fracasó tras la batalla del Cabo Finisterre y la posterior destrucción de la flota franco-española en la batalla de Trafalgar. Entonces, Napoleón se vio forzado a abandonar sus planes contra Inglaterra y a centrar su atención en sus enemigos continentales.

La Tercera Coalición buscando tomar ventaja de la concentración de las fuerzas francesas en Boulogne, hizo planes para atacar Italia y Baviera. Los ejércitos aliados organizados en Alemania e Italia, al mando de Karl Mack von Leiberich prepararon la invasión de Baviera mientras esperaban a los ejércitos rusos de Mijaíl Illariónovich Kutúzov que les reforzarían. El ejército de Baviera, aliado de Napoleón, se vio forzado a retirarse hacia el norte, abandonando Múnich. Napoleón dejó Boulogne en agosto, marchando con rapidez hacia el Rin. Cruzó el Rin a finales de septiembre, cayendo sobre el flanco derecho del ejército de Lieberich y rodeando al ejército austriaco en Ulm. Kutúzov, en la frontera austro-bávara, tuvo que retirarse a Viena, y tomar el camino hacia Moravia para conseguir refuerzos el 13 de noviembre. Napoleón marchó entonces hacia el norte para enfrentarse a los ejércitos aliados, encontrándolos finalmente en posición defensiva en Austerlitz. En la batalla de Austerlitz, Napoleón engañó a los austriacos con un asalto y una retirada fingidas, para luego atacar las posiciones elevadas que el enemigo había dejado, rodeando y destruyéndolos a todos excepto al ala derecha, bajo el mando de Piotr Bagratión.

El ejército austriaco de Italia, bajo el mando del Archiduque Carlos se vio forzado a retirarse sin luchar por las victorias francesas en Alemania, y los desembarcos aliados en el norte de Alemania y Nápoles fueron abortados. Austria fue eliminada de la coalición y expulsada definitivamente de Italia por el Tratado de Presburgo. Napoleón derrotó a Rusia en combate, aunque ésta siguió en la guerra, y Prusia entró en la guerra en 1806, en protesta por la violación francesa de su territorio en la campaña de 1805. Daba entonces comienzo la guerra de la Cuarta Coalición.

Napoleón contraatacó, derrotando a los prusianos de forma decisiva en la batalla de Jena-Auerstädt, en octubre de 1806. Las fuerzas francesas de Napoleón ocuparon entonces Prusia, capturando Berlín el 25 de octubre de 1806, y marchando sobre el este de Prusia y la frontera rusa, donde tuvieron un encuentro con las tropas rusas en la batalla de Eylau, en febrero de 1807, y donde el avance de Napoleón fue detenido brevemente. Finalmente, las fuerzas rusas fueron destruidas por el ejército de Napoleón en la batalla de Friedland, el 14 de junio de 1807, y tres días después Rusia solicitaba una tregua. Por el posterior Tratado de Tilsit, en julio de 1807, Francia hizo la paz con Rusia y forzó a Prusia a ceder la mitad de sus territorios a Francia, al Reino de Westfalia de Jerónimo Bonaparte y al nuevo Gran Ducado de Varsovia. Napoleón ahora tenía virtualmente el control absoluto sobre el oeste y el centro de Europa.

En el Congreso de Erfurt (1808), Napoleón y el zar Alejandro I acordaron que Rusia debía forzar a Suecia a unirse al Bloqueo Continental, lo cual condujo a la guerra finlandesa y a la división de Suecia por el golfo de Botnia. La parte oriental fue anexionada por Rusia en el Gran Ducado de Finlandia. En mayo de 1801, cuando Napoleón decidió forzar la neutralidad de Portugal que se resistía a romper como aliado de la corona británica, el ejército español intervino en Portugal provocando la efímera Guerra de las Naranjas. La gravedad de la derrota de Trafalgar no tuvo las mismas repercusiones en España y Francia, en España la destrucción de una parte importante de su Armada agravó la crisis económica al no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, en tanto que aumentaba el recelo hacia la política de alianza.

La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la península ibérica y el Mediterráneo occidental, incrementando la presión sobre la corte de Portugal, a la que se le advirtió para que adoptase medidas para el cierre al comercio con los británicos desde sus puertos, así como la confiscación de los bienes y bloqueo de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30 000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del conde de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807. A partir del 25 de septiembre de 1807 los portugueses expulsaron a los navíos ingleses, pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido. El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania y Algarves, así como el reparto de las colonias.

A finales de 1807 Napoleón decidió que la monarquía de Carlos IV, aliada, pero independiente, era ya de muy escasa utilidad y que sería mucho más conveniente para sus designios la creación de un Estado satélite. La presencia de tropas francesas en España en virtud del tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando diversas localidades españolas, como lo fueron BurgosSalamancaPamplonaSan SebastiánBarcelona o Figueras. El total de soldados franceses acantonados en España ascendía a unos 65 000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid y la frontera francesa.

La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró al Palacio Real de Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, la multitud, dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos al príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy, quemando todos sus enseres. Aprovechando los sucesos derivados del motín de Aranjuez y el hecho de que tropas francesas al mando de Murat habían ya ocupado el norte de España, Napoleón forzó la cesión de la corona española a su hermano, José Bonaparte, como José I en las Abdicaciones de Bayona.

El levantamiento contra los franceses partió de las clases populares y de los notables locales. Comenzó como una serie de motines espontáneos. Ya en abril hubo revueltas en ciudades como León o Burgos, si bien, tras el levantamiento de Madrid, el 2 de mayo de 1808, los levantamientos se propagaron por toda España. La difusión de las noticias sobre la represión ejercida por los franceses en Madrid y en otras localidades alentó la insurrección. 

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero, que, junto con los ejércitos regulares aliados dirigidos por el duque de Wellington, provocó el desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas. La población civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como aliados se cebaron con la población y objetivos civiles, saqueando y pillajeando a gran escala y devastando, por ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para sus respectivos intereses. Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, lograda por un ejército exclusivamente español, provocaron la evacuación de Portugal y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808 por la entrada de la Grande Armée, encabezada por el propio Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta mediados de 1812.

El Reino Unido se encontraba ya luchando contra Francia aliado con los rebeldes españoles en la Guerra de Independencia. Al mismo tiempo, Austria había reclutado un nuevo ejército para tratar de dar un vuelco a las desfavorables condiciones impuestas tras la derrota de la guerra anterior que culminó con el Tratado de Pressburg. La alianza entre Austria y el Reino Unido dio lugar a la Quinta coalición.

La guerra comenzó el 10 de abril cuando los austriacos invadieron a los aliados del emperador: el Reino de Italia, el Gran Ducado de Varsovia y el Reino de Baviera, produciéndose la batalla de Sacile, de Raszyn y Eckmühl A pesar de que Austria obtuvo algunas victorias en operaciones menores de tipo defensivo (como en Aspern-Essling), la ausencia de Rusia y Prusia de la coalición significó la inferioridad numérica de Austria frente a los enormes ejércitos franceses, lo que la condujo a la posterior derrota en la batalla de Wagram. Austria fue obligada a firmar el Tratado de Schönbrunn, perdiendo aún más territorio frente a Napoleón y sus aliados. Los intentos británicos de aliviar la situación de sus aliados, como la Expedición de Walcheren, terminó en fracaso, esta fue la última campaña victoriosa de Napoleón.

La invasión napoleónica de Rusia fue un punto de inflexión en el transcurso de las guerras napoleónicas. La campaña redujo a las fuerzas de invasión francesas y aliadas a menos del veinte por ciento de su capacidad inicial. El tratado firmado tras la guerra austriaca contenía una cláusula por la que la Galitzia oriental era anexada al Gran Ducado de Varsovia, y el Imperio ruso consideró que esta disposición obraba contra sus intereses creando una entrada estratégica para lanzar una posible invasión contra Rusia.​

Por otra parte, el zar Alejandro I había encontrado a Rusia en un dilema económico: su país tenía pocos medios para generar manufacturas aun siendo rico en materias primas, y el bloqueo continental contra el Reino Unido ordenado por Napoleón, había estrangulado no solo el comercio británico, sino el ruso, vital para su economía en términos no simplemente monetarios, sino en cuanto a bienes manufacturados. El hecho de que Rusia se retirara del bloqueo fue una causa adicional para incentivar a Napoleón a tomar su decisión de invadirla. En 1811, el Estado Mayor ruso desarrolló un plan de guerra ofensiva, suponiendo un asalto ruso sobre Varsovia y Gdańsk.

La invasión comenzó el 24 de junio de 1812. Napoleón había enviado una oferta final de paz a San Petersburgo poco antes del inicio de las operaciones, de la que nunca recibió contestación, por lo que ordenó a su ejército internarse en el Gran Ducado de Varsovia. Al principio, contó con poca o ninguna resistencia, por lo que avanzó con rapidez dentro del territorio enemigo.  La batalla de Borodinó, el 7 de septiembre, se saldó con victoria francesa. El ejército ruso pudo solo reunir a la mitad de sus fuerzas el 8 de septiembre, y hubo de retirarse, dejando expedito el camino hacia Moscú.

Napoleón entró finalmente el 14 de septiembre en una ciudad fantasma, desalojada de habitantes y vaciada de suministros. Napoleón esperaba que el mismo zar Alejandro I le ofreciera la capitulación en la colina Poklónnaya, pero muy lejos de esto, los comandantes rusos no se rindieron. En lugar de ello, prendieron fuego a Moscú y vaciaron la ciudad entre el 2 y el 6 de septiembre. Moscú, una ciudad constituida principalmente por edificios de madera, se quemó prácticamente por completo, privando de forma efectiva a los franceses de la posibilidad de abrigarse en la ciudad. Se asume que estos incendios fueron debidos a los sabotajes rusos.

 La ciudad incendiada era tácticamente inútil, por lo cual Napoleón inició la larga retirada el 19 de octubre, tras solo seis semanas de ocupación. En la batalla de Maloyaroslávets, Kutúzov pudo al fin forzar a los franceses a usar la misma carretera de Smolensk, que antes les había llevado al este, para volver hacia Occidente. Al tiempo, continuaban bloqueando el flanco sur para impedir a los franceses salir de esta ruta. Kutúzov desplegó tácticas de guerrillas para hostigar y atacar constantemente a los franceses donde éstos fueran más débiles. Las tropas cosacas asaltaban y rompían las unidades francesas aisladas o descolgadas. 

Debido a la llegada del invierno, las praderas rusas carecían de pastos para caballos, que al no poder alimentarse morían y eran utilizados como fuente de carne para los soldados; si bien esta medida permitía alimentar a las tropas francesas, las obligaba a desplazarse lentamente a pie, siendo presa fácil de la hipotermia y el congelamiento en pies, piernas y brazos. El cruce del río Berézina los llevó a una nueva gran derrota, ya que Kutúzov decidió que aquel era el momento de llevarlos a un combate en campo abierto. Las divisiones rusas atacaron y aplastaron a la parte del Ejército francés que aún no había cruzado el río. Durante las siguientes semanas, los remanentes de la Grande Armée fueron aún más diezmados, y el 14 de diciembre de 1812, fueron definitivamente expulsados del territorio ruso al cruzar el río Niemen

Al mismo tiempo, en la guerra española, en la batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), la ocupación francesa de España se acabó definitivamente por la victoria de sir Arthur Wellesley sobre José Bonaparte, y los franceses se vieron forzados a abandonar España cruzando los Pirineos. Viendo una oportunidad en esta histórica derrota de Napoleón, Prusia volvió a la guerra formando parte de la Sexta Coalición. Tras el desastre de la Grande Armée en Rusia, las potencias continentales que habían sido constantemente humilladas por Napoleón en varias guerras a lo largo de toda una década, vieron finalmente una oportunidad de derrotarle, y se unieron a la coalición que hasta entonces consistía en la alianza entre rusos, británicos, españoles y portugueses.

Bonaparte, a pesar de grandes éxitos donde su genio brilló con fuerza (como la batalla de Dresde donde derrotó a tropas que casi le doblaban en número) se vio obligado a reorganizar sus ejércitos a lo largo de todas las líneas de defensa, estando desesperadamente falto de caballería. Finalmente fue derrotado en la batalla de Leipzig en Sajonia, en octubre de 1813, y emprendieron la exitosa invasión de Francia en 1814, que forzó a Napoleón a abdicar y abrió el camino a la restauración de los Borbones. La etapa final de la campaña, la defensa de Francia, hizo volver al emperador a la lucha al frente de sus tropas contra un enemigo inmensamente superior en número en la Campaña de los Seis Días, la cual muchos consideran la mejor campaña de toda su carrera.

París fue ocupada el 31 de marzo de 1814. El 11 de abril, el tratado de Fontainebleau estableció la renuncia de soberanía en Francia e Italia para sí y su familia, y su exilio a la isla de Elba, una isla pequeña a 20 km de la costa italiana, manteniendo su título de emperador de manera vitalicia. El Congreso de Viena (1814-1815) dispuso el nuevo orden en la Europa post-napoleónica. En Francia, los realistas instalaron en el poder a Luis XVIII. Consciente de los deseos de los británicos de desterrarlo a una isla remota en el Atlántico y del rechazo del pueblo francés a la restauración borbónica, Napoleón escapó de Elba en febrero de 1815 y desembarcó en Antibes el 1 de marzo desde donde se preparó para retomar Francia.

El 13 de marzo de 1815, siete días antes de que Napoleón llegara a París, las potencias del Congreso de Viena le declararon fuera de la ley; el 25 de marzo siguiente, el Reino Unido, Rusia, Austria y Prusia se comprometieron entre ellos a aportar 150 000 hombres cada uno para terminar con su gobierno, formando la Séptima Coalición. La campaña, también conocida como «Los Cien Días«, fue la fase final de las guerras napoleónicas y puso fin al reinado de Napoleón, quien fue forzado a abdicar nuevamente tras su derrota en la Batalla de Waterloo. Napoleón fue exiliado a la Isla Santa Elena y las potencias europeas restauraron la anterior monarquía en Francia, dando inicio al periodo conocido como la Europa de la Restauración.

La depresión posnapoleónica fue una depresión económica en Europa y Estados Unidos después del final de las guerras napoleónicas en 1815. En Gran Bretaña, una depresión agrícola condujo a la aprobación de las Leyes de cereales y ejerció una gran presión sobre el sistema de ayuda a los pobres heredado de la época isabelina. Además un breve auge en la fabricación textil en Inglaterra fue seguido por períodos de depresión económica industrial crónica, particularmente entre los tejedores e hilanderos textiles.

Al mismo tiempo, las leyes de cereales exacerbaron la situación. Impusieron un arancel sobre el grano extranjero en un esfuerzo por proteger a los productores de granos ingleses.  El costo de los alimentos para los trabajadores aumentó cuando la gente se vio obligada a comprar el grano británico más caro y de menor calidad. En Irlanda, los precios del trigo y otros cereales se redujeron a la mitad y, junto con el continuo crecimiento de la población, los terratenientes convirtieron las tierras de cultivo en pastizales al garantizar la aprobación de la legislación de desalojo de los agricultores arrendatarios en 1816. En Escocia, la depresión terminó en 1822. 

La solidez de la economía danesa se vio fuertemente afectada por las pérdidas provocadas durante las guerras napoleónicas. Dinamarca se había aliado con Francia y había librado diversas batallas contra las tropas británicas. En 1808 un ejército español de 15.000 hombres al mando del Marqués de La Romana intervino en Dinamarca en apoyo de Napoleón.

Tras la derrota de la flota danesa, Noruega pasó de la corona de Dinamarca a la de Suecia por el tratado de Kiel, como recompensa a Suecia por parte del bando vencedor. Pero las revueltas noruegas terminaron en la independencia, y los noruegos coronaron a Christian Frederick (el futuro Christián VIII) como rey. Durante este periodo, Dinamarca estuvo literalmente en bancarrota y la población sufrió grandes privaciones.

El Pánico de 1819 fue la primera crisis financiera generalizada y duradera en los Estados Unidos que frenó la expansión hacia el oeste en el Cinturón del Algodón y fue seguida por un colapso general de la economía estadounidense que persistió hasta 1821. El Pánico anunció la transición de la nación desde su estatus comercial colonial con Europa hacia una economía independiente. Aunque la recesión fue impulsada por los ajustes del mercado mundial tras las guerras Napoleónicas, su gravedad se vio agravada por la excesiva especulación en tierras públicas, alimentada por la emisión desenfrenada de papel moneda por parte de bancos y empresas.

El Segundo Banco de los Estados Unidos (SBUS), profundamente implicado en estas prácticas inflacionistas, trató de compensar su laxitud en la regulación del mercado crediticio de los bancos estatales iniciando una fuerte reducción de los préstamos por parte de sus sucursales del oeste, a partir de 1818. Al no poder suministrar oro de su reserva de oro cuando el SBUS les presentaba sus propios billetes para su reembolso, los bancos estatales empezaron a embargar las granjas y propiedades comerciales que habían financiado y que estaban fuertemente hipotecadas. El pánico financiero resultante, junto con una repentina recuperación de la producción agrícola europea en 1817, provocó quiebras generalizadas y desempleo masivo.

Aprovechando la guerra de independencia española, se produjeron en América latina varias revoluciones, movimientos independentistas y guerras de independencia. El vacío de poder conduce a una revolución liberal en América y España. Entre 1808 y 1810 se instalaron muchas juntas de gobierno que ejercieron la soberanía en nombre del abdicado rey Fernando VII, tanto en la península ibérica, como en los territorios americanos. La resistencia de las juntas americanas a someterse a los gobiernos formados en España radicalizó las posiciones políticas. El establecimiento en las Cortes de Cádiz de un imperio unitario de hegemonía peninsular en ambos hemisferios, como en el Estatuto de Bayona, fue un punto de quiebra con las Juntas americanas que pedían el autogobierno; entonces se las declaró en rebeldía, comienza el conflicto armado entre el gobierno español y los americanos, y aparecen las primeras declaraciones de independencia.

Tras la derrota de Napoleón, el Tratado de Valençay reconoció a Fernando VII rey de España, y como rey efectivo, rechazó la constitución española de 1812 por considerarla una constitución republicana, contraria al Antiguo Régimen. Pero, la restauración de Fernando VII en la península ibérica tampoco significó la vuelta al Antiguo Régimen sino a una nueva forma de poder, más radicalizado hacía una tiranía personal, el Absolutismo. En España, a través de un golpe de estado, el Manifiesto de los Persas, Fernando declaró estos decretos «nulos y de ningún efecto», se borró todo rastro de liberalismo, se persiguió y exilió a los liberales españoles, mientras volvían los afrancesados, bonapartistas favorables al poder establecido. En América, por el contrario, la resistencia armada de las juntas posibilitó nuevas declaraciones de independencia a través de sus congreso constituyentes y la creación de estados republicanos ahora completamente separados del Imperio español.

El conflicto militar dio paso a la aparición de la figura de los libertadores, entre los que destacaron Hidalgo y Morelos en México, el argentino José de San Martín en ArgentinaChile y Perú y el venezolano Simón Bolívar en América del Sur. La independencia de los nuevos estados de América se consolidó en la década de 1820, con el Trienio Liberal, derivando en la creación en México del Ejército Trigarante en 1821 y terminando en América del Sur con la destrucción del último ejército virreinal en la batalla de Ayacucho en 1824, suceso al que se suele recurrir como el fin de las grandes campañas de las guerras de independencia en América del Sur. Aunque el periodo estricto de lucha militar iría desde la batalla de Chacaltaya (1809)​ o el combate de Cotagaita (1810), en el actual Bolivia, hasta la batalla de Tampico (1829), en México.

Los últimos bastiones españoles son el Castillo San Felipe en Puerto Cabello hasta 1823; en San Juan de Ulúa, Veracruz hasta 1825. Por último, en enero de 1826, caen los reductos españoles del Callao y Chiloé. Solo permanecen como últimos dominios españoles las islas de Cuba y Puerto Rico, que resisten como bases de la reconquista tras los frustrados planes colombo-mexicanos de expedición conjunta para la liberación de Cuba (1820-1827).​ El último capítulo de la guerra terminó con la tentativa de reconquista de España contra sus antiguas posesiones mexicanas en 1829, cuando la expedición de Isidro Barradas llegó a Tampico y fue derrotada por el Ejército Mexicano. Sin embargo los gobiernos independientes tuvieron que enfrentar las guerrillas realistas, por ejemplo entre 1823 y 1827 en Venezuela; entre 1822 y 1826 en PastoColombia; hasta 1832 en el sur de Chile, apoyados por mapuches y pehuenches; y hasta la década de 1830, la guerrilla de Iquicha en Perú.

En 1820 se inicia un ciclo revolucionario mediterráneo, con España como epicentro de un movimiento que se extendió a ItaliaPortugalGrecia. Sus ejes ideológicos fueron el liberalismo y el nacionalismo. Las revoluciones de 1820 surgieron como reacción a la Restauración, que se produjo como consecuencia de la derrota de la Francia revolucionaria, y que suponía el restablecimiento del Antiguo Régimen y la aplicación de los principios legitimistas del Congreso de Viena de 1815, confiados a la fuerza y determinación intervencionista de la Santa Alianza. Esta alianza de las monarquías absolutas finalmente consiguió evitar la posibilidad de una generalización del contagio revolucionario y sofocó los focos revolucionarios. Ante la desigualdad de fuerzas, como forma de organización de los revolucionarios de 1820 predominó la conspirativa, a través de sociedades secretas, similares a la masonería, como los carbonarios.

El movimiento revolucionario que suscitó el contagio y en varios casos la imitación explícita (incluso del texto constitucional), fue el pronunciamiento de los militares liberales españoles que inició el llamado trienio liberal. Las revoluciones de Portugal e Italia (especialmente en el Piamonte y en Nápoles) fueron las siguientes. Con mucha más lejanía en tiempo y espacio, también hubo movimientos de muy distinta naturaleza en el Imperio ruso (Revuelta Decembrista de 1825). El caso más peculiar fue Grecia, donde en 1821 se pueden datar los inicios del movimiento por la independencia griega, proclamada en 1822; y que fue la única de las revoluciones de este ciclo en tener éxito, gracias al apoyo de las potencias europeas contra el Imperio otomano.

El pánico de 1825 fue una caída de la bolsa de valores que comenzó en el Banco de Inglaterra, surgida en parte de inversiones especulativas en América Latina, incluido el país imaginario de Poyais. La crisis se sintió de manera más aguda en Inglaterra, donde precipitó el cierre de seis bancos de Londres y de sesenta bancos de otros países en Inglaterra, pero también se manifestó en los mercados de Europa, América Latina y Estados Unidos. Una transferencia de reservas de oro del Banco de Francia salvó al Banco de Inglaterra de un colapso completo.

El «pánico» se ha referido como la primera crisis económica moderna no atribuible a un evento externo, como una guerra, con el inicio de los ciclos económicos modernos. El período de las Guerras Napoleónicas había sido excepcionalmente rentable para todos los sectores del sistema financiero británico, y las acciones monetarias expansionistas tomadas durante la transición de la guerra a la economía en tiempos de paz iniciaron una oleada de prosperidad y de empresas especulativas. El auge del mercado de valores se convirtió en una burbuja y los bancos atrapados en la euforia hicieron préstamos de alto riesgo.

Cuando Carlos X subió al trono el 16 de septiembre de 1824, Francia estaba regida según los principios de la Carta de 1814, firmada por su antecesor, su hermano Luis XVIII. Los gobiernos monárquicos de los dos últimos Borbones se caracterizaron por intentar restablecer una monarquía con tendencias absolutistas y limitar el ya de por sí reducido poder de las cámaras. A partir de 1821, los gobiernos fueron dominados por ministros ultramonárquicos, provocando un descontento creciente tanto entre los monárquicos moderados como entre la burguesía liberal, y un repunte de las posturas republicanas. Por otro lado, las clases populares venían soportando una prolongada crisis económica y las hambrunas aún asolaban el país.

Según avanzaba el reinado de Carlos X, el pueblo veía cada vez más improbable que se aprobaran unas necesarias reformas políticas (como la ampliación del voto censitario en el que solo podían votar las personas con un determinado nivel de ingresos, y que la Paridad en la Cámara Alta dejara de ser hereditaria) y que se garantizaran los derechos civiles (como la libertad de expresión y de prensa, y la supresión de la censura). Después de las elecciones a la Cámara Baja de julio de 1830, Carlos X se enfrentaba a una mayoría liberal moderada. Ante este hecho, disolvió la recién elegida Cámara de diputados, y decretó las 4 ordenanzas de julio, esperando así poder reconstituir una mayoría parlamentaria que le fuese más favorable. Las ordenanzas (decretos) suspendían la libertad de prensa, alargaban el cargo de los diputados reduciendo su número y limitaban el derecho de voto.

Durante las «jornadas de julio» el pueblo de París se precipitó a la calle, alentado por la mayoría de los medios de prensa. Con el apoyo de la Guardia Nacional, consiguió derrotar al ejército real. Durante estos hechos se produjeron actos de violencia anticlerical. Se inicia así la revolución de 1830, un proceso revolucionario que dotó a Francia de una Constitución liberal, llevó al trono a Luis Felipe I de Francia y abrió el periodo conocido como Monarquía de Julio.

La revolución se extendió por buena parte del continente europeo, especialmente en Bélgica, que obtuvo la independencia frente a Países BajosAlemania e Italia, donde se identificó con los movimientos de tipo nacionalista unificador; Polonia y el Imperio austríaco, donde se identificó con movimientos de tipo nacionalista disgregador. Las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario sin caer, y en el Reino Unido se contempla el surgimiento del movimiento obrero y el movimiento político de reivindicación de la extensión del sufragio denominado Cartismo.

El Pánico de 1837 es el nombre con el que se conoce a una ola de pánico económico ocurrido en Estados Unidos, y que nació a raíz de una fiebre especulativa. El hecho que desencadenó el caos ocurrió el 10 de mayo de 1837 en Nueva York, cuando todos los bancos dejaron de efectuar sus pagos en especie (monedas de oro y plata). El pánico fue seguido por una crisis económica que duró cinco años, durante la cual los bancos quebraron y se llegó a niveles muy elevados de desempleo.

El presidente de los Estados Unidos Andrew Jackson promulgó una orden ejecutiva sobre los pagos en especie y rehusó renovar los estatutos jurídicos del Second Bank of the United States, lo cual significaba el retiro de los fondos del gobierno de ese banco; y, por otra parte, el Partido Whig culpó a Martin Van Buren, siguiente presidente, por su negativa a involucrar al Gobierno en la economía. Esta fue una de las dos depresiones económicas más severas de los Estados Unidos.

En 1839 estalló la primera guerra del Opio. El conflicto estalló ante la decisión del Gobierno imperial de China de endurecer las medidas contra el tráfico ilegal de opio que narcotraficantes británicos liderados por William Jardine practicaban con relativa impunidad en China. Las raíces del conflicto se encuentran en los desequilibrios en la balanza de pagos entre el Imperio Chino y el Reino Unido. Para poder preservar las reservas de plata del país (que formaban la base monetaria del mismo), desde mediados del siglo XVIII China practicaba un política comercial proteccionista, restringiendo el comercio con Europa al puerto de Cantón, y primaba las exportaciones de sus propios productos (sedaporcelanatejidos) frente a la importación de productos europeos. 

Los productos chinos solo podían ser adquiridos con plata que los británicos importaban de América y Europa. A fin de corregir el déficit comercial que ello causaba, los británicos comenzaron a exportar opio producido en sus posesiones de la India a China. El tráfico de opio era ilegal tanto en China como en el propio Reino Unido, pero se desarrolló con el consentimiento tácito de las autoridades británicas, deseosas de limitar la pérdida de reservas de plata en Europa. Deseoso de acabar con el narcotráfico, en 1839 el emperador Daoguang decretó la incautación de todo el opio en manos extranjeras en Cantón. Esto causó una escalada del conflicto comercial entre China y el Reino Unido a lo largo de 1839, que devino en una declaración de guerra formal en el verano de 1840. Los británicos aprovecharon su superioridad naval para forzar la rendición de China, que cedió Hong Kong a los británicos y accedió a abrir al comercio con Occidente varios puertos de China.

La cuarta burbuja económica fue la denominada Railway Mania («manía de los ferrocarriles» en lengua inglesa). Tuvo lugar en Gran Bretaña en la década de 1840 y siguió un patrón común a otros fenómenos del mismo tipo: a medida que se incrementaba el precio de las acciones de las compañías ferroviarias, cada vez más capital y especuladores llegaban al mercado, hasta que se produjo el inevitable colapso. Alcanzó su cénit en 1846, cuando se aprobaron no menos de 272 Acts of Parliament permitiendo nuevas compañías ferroviarias, sumando las nuevas rutas propuestas unas 9500 millas (15 288,7 km) de nuevas vías. Cerca de un tercio de ellas nunca se construyeron. Las empresas, o bien quebraron a causa de su deficiente planificación financiera, o bien fueron compradas por sus competidoras antes de que pudieran construir su propia línea, o bien se convirtieron en empresas fraudulentas para desviar el dinero de los inversores a otros negocios.

La línea Liverpool-Manchester (L&M), primera del mundo, se abrió en 1830, demostrando su éxito en el transporte tanto de pasajeros como de carga. Los años finales de la década de 1830 y los primeros de la de 1840 significaron un ralentizamiento del crecimiento económico británico. La tasa de interés crecía, haciendo más atractiva la inversión en bonos del Estado, mientras el descontento político y social retraía a particulares y bancos de la inversión de las grandes sumas necesarias para la construcción de ferrocarriles. A mediados de la década de 1840, la economía y las industrias manufactureras crecían de nuevo. El Banco de Inglaterra recortó los tipos de interés, haciendo menos atractiva la inversión en bonos. Las acciones de las compañías ferroviarias existentes comenzaron a subir su cotización, al mismo tiempo que crecía su negocio de transporte tanto de pasajeros como de carga, haciéndose atractivas para muchos inversores.

Fue crucial el crecimiento del número de inversores en los negocios británicos. La Revolución industrial estaba creando una nueva creciente clase media. Mientras que los negocios anteriores dependían de la inversión de un menor número de bancos, hombres de negocios y ricos aristócratas, las compañías ferroviarias que se proponían contaban con un público inversor mucho más amplio, formado por un amplio sector de la población, informada y con ahorros que invertir.

La difusión de periódicos como medio de comunicación y el surgimiento del moderno mercado bursátil hizo fácil para las compañías promoverse a sí mismas y facilitar la inversión del público general. Los ferrocarriles habían sido promocionados tan insistentemente que miles de inversores de rentas modestas compraron gran número de acciones aunque sólo fueran capaces de permitirse pagar el depósito. Muchas familias invirtieron todos sus ahorros en las compañías proyectadas, y muchos perdieron casi todo cuando la burbuja estalló y las compañías les exigieron hacer frente a su compromiso de pago.

Como resultado de la Railway Mania se produjo la crisis de 1847pánico de 1847 que por una parte, es una típica crisis de subsistencias y, por otra parte, ofrece rasgos novedosos ya propios de una economía inmersa en un capitalismo más desarrollado. La crisis comenzó en Francia en enero, antes de extenderse a Inglaterra en abril y a Estados Unidos en noviembre. El impacto provocó la aparición de un desempleo significativo en Francia, estimado en 780.000 personas, incluidas 100.000 en París.

Como crisis de subsistencia se inicia como una crisis agraria para afectar luego al sector textil.  En este caso es la disminución en la producción de patatas la que desencadena el mecanismo; este producto ocupaba un importante papel en la alimentación popular, especialmente en el norte de Europa (Países Bajos, Irlanda, Francia). Durante la década de los años 40 se había extendido por todas las zonas de cultivo una plaga ocasionada por un hongo (mildiu) que destruía las cosechas. Especial incidencia tuvo este descenso en Irlanda, donde ocasionó la Gran Hambruna, un período comprendido entre 1845 y 1849 en el que murió alrededor de un millón de personas y otro millón tuvo que emigrar –especialmente a Estados Unidos.

De esta manera se conjugan los dos factores económicos que contribuirán a desencadenar la ola revolucionaria de 1848 en Europa. Por un lado, el alza de los productos agrícolas básicos y, por otro, el aumento del paro industrial consecuencia de la crisis, aunque fuese coyuntural, primero del textil y después de los ferrocarriles y de la metalurgia. Ambos factores generaron un gran malestar social que impulsó estas revoluciones. 

Como consecuencia de la Primera Revolución Industrial hubo una migración del campo a la ciudad porque la ocupación en labores agrícolas disminuyó mientras crecía la demanda de trabajo en las ciudades. El aumento de la población urbana en ciudades con trazado medieval supuso el hacinamiento, la insalubridad y la aparición de las primeras patologías sociales (alcoholismo, prostitución y delincuencia).

La revolución industrial también supuso la aceleración de la crisis del Antiguo Régimen y el cambio de la sociedad estamental a la sociedad de clases. En este contexto surge el proletariado: los trabajadores industriales y campesinos pobres sin propiedades ni recursos, que solamente podían trabajar y tener hijos. Esta clase obrera que sufre el hacinamiento en las ciudades y las condiciones de vida insalubres, tiene que cumplir jornadas de trabajo que llegaban a más de catorce horas diarias, en las que participaban hombres, mujeres y niños con salarios miserables, y carentes de protección legal frente a la arbitrariedad de los dueños de las fábricas o centros de producción. Este conjunto de males que afectaba al proletariado urbano se llamó la Cuestión social, haciendo alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que les afectaban.

Frente a la situación de pobreza y precariedad de los obreros, surgieron críticas y fórmulas para tratar de darles solución; por ejemplo los socialistas premarxistas que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre de todo tipo de problemas sociales. Por otro lado Marx y Engels publicaron en 1848 el Manifiesto del Partido Comunista, en donde proponen la revolución proletaria y la abolición de la propiedad privada. El desarrollo de sus tesis dieron lugar al marxismo, al que Engels, tomando un término acuñado por Pierre-Joseph Proudhon en su obra ¿Qué es la propiedad? , calificó como socialismo científico, para distinguir al marxismo de las demás corrientes socialistas.

Como contraste al proletariado industrial, se fortaleció el poder económico y social de la burguesía, afianzando de este modo el sistema económico capitalista, caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción y la regulación de los precios por el mercado, de acuerdo con la oferta y la demanda. En este escenario, la burguesía desplaza definitivamente a la aristocracia terrateniente y su situación de privilegio social se basó fundamentalmente en la fortuna y no en el origen o la sangre. Avalados por una doctrina que defendía la libertad económica, los empresarios obtenían grandes riquezas, no solo vendiendo y compitiendo, sino que además pagando bajos salarios por la fuerza de trabajo aportada por los obreros. 

Es en ese contexto de crisis económica y malestar social en el que se producen las revoluciones de 1848, que acabaron con la Europa de la Restauración. Además de su condición de revoluciones liberales, con un componente social de revoluciones burguesas, pues es la burguesía la que obtiene el poder político, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.

Iniciadas en Francia se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, AustriaHungría) y por Italia en el primer semestre de 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido las comunicaciones (telégrafoferrocarril). También se las conoce por eso como la “Primavera de los pueblos”. La revolución en Francia tuvo dos episodios diferentes: el de febrero y el de junio. Contra la gran burguesía se hizo la revolución de febrero, pero cuando el proletariado amenazó el orden social en junio, la pequeña y la gran burguesías se unieron ante la subversión proletaria.

Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipo conservador (la espontaneidad de los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración. Resulta también evidente la relación que se genera entre los fenómenos económicos y los acontecimientos políticos, pues casi todas las revoluciones liberales del siglo XIX están precedidas o son simultáneas con crisis económicas, lo mismo que la de 1789 en Francia.

Crisis y ciclos económicos desde finales del s. XVIII hasta principios del XX. Fuente: https://puntosinapsis.wordpress.com/2017/10/21/los-ciclos-economicos-y-las-crisis-del-capitalismo-industrial/

En Francia, los conflictos sociales se presentaron como una lucha de clases triangular, con las dos burguesías y la masa popular. La gran burguesía, identificada con el Antiguo Régimen, era predominante en el poder y se negaba a compartirlo con la pequeña burguesía, mientras que la clase obrera comenzaba a ser consciente de su miseria y de su fuerza para reivindicar sus intereses. Sin embargo, no fue solo el conflicto social lo que desencadenó la revolución de 1848, sino que la cultura política francesa también supuso un importante factor de inestabilidad.

No había una unificación de ideologías, y todas las crisis políticas se convertían en crisis constitucionales. En este caso, la denominada revolución de febrero supuso la caída de la monarquía de julio de Luis Felipe I de Francia. El 25 de febrero se proclamó la Segunda República Francesa, inicialmente muy social.​ Pero tras las jornadas de junio se impuso un régimen conservador liderado a partir del 10 de diciembre de 1848 por Luis Napoleón Bonaparte como presidente de la República.

En la mayor parte de los Estados de la Confederación Germánica el movimiento revolucionario conocido como Märzrevolution (revolución de marzo) llevó a la formación de gobiernos liberales, los denominados Märzregierungen («gobiernos de marzo»). El 10 de marzo de 1848, el Bundestag (parlamento federal) de la Confederación Germánica nombró un Siebzehnerausschuss («comité de los diecisiete») para preparar un texto constitucional; el 20 de marzo, el Bundestag urgió a los estados de la confederación a convocar elecciones para una asamblea constituyente. Tras graves altercados callejeros en Prusia, también se convocó una Asamblea Nacional Prusiana, para preparar la constitución de ese reino.

El parlamento de Fráncfort, reunido desde el 18 de mayo, redactó la Constitución de Fráncfort de 1849, que preveía una Alemania unificada como una monarquía constitucional. No fue aceptada por los príncipes soberanos de los estados alemanes, ni siquiera por el rey de Prusia, al que se ofreció elegirle como emperador. En los territorios de Schleswig-Holstein, anexionados al reino de Dinamarca (donde a su vez hubo un movimiento revolucionario que condujo a la formación de una monarquía constitucional) se produjo un movimiento nacionalista que llevó a la primera guerra de Schleswig-Holstein (1848-1849).

En el Imperio austríaco se intentaron llevar a cabo ciertas reformas, obligados por la presión revolucionaria en todos los territorios del imperio plurinacional y otros territorios controlados por los Habsburgo: Austria, Hungría, BohemiaVoivodina, Italia, etc. En este caso, la burguesía era prácticamente inexistente, por lo que el papel de Tercer Estado correspondió a la nobleza media y a la plebe noble, gran parte de la cual estaba compuesta por individuos con estudios universitarios, las cuales vislumbraban la necesidad de reforma y exigían la supresión del régimen feudal y de la servidumbre.

A diferencia de las otras, la revolución en Hungría llegó a convertirse en una guerra por la independencia del país del Imperio austríaco y aunque fracasó, fue uno de los eventos más importantes de la historia moderna de Hungría y constituye una piedra angular de la identidad nacional húngara moderna. 

Además de los movimientos revolucionarios en las zonas controladas por los Habsburgo (reino Lombardo-VénetoMódena y Toscana), hubo sublevaciones en zonas de los Estados Pontificios y del reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia), siendo particularmente importantes la revolución siciliana de 1848 (que se inició el 12 de enero, un mes antes de las jornadas revolucionarias de París), las Cinco jornadas de Milán y la proclamación de la República de San Marco y de la República Romana.

El Reino de Cerdeña decidió entonces aprovechar la coyuntura, declaró la guerra a la debilitada Austria, en alianza con los Estados Papales y el Reino de las Dos Sicilias y la atacó en sus posesiones italianas. Después de la exitosa campaña inicial, con las victorias de las batallas de Goito y Peschiera del Garda, el por entonces papa Pío IX, temiendo que el Piamonte intentara expandirse en caso de victoria, retiró a sus tropas; esta defección provocó la proclamación de la efímera República Romana (1849). Las tropas del Reino de las Dos Sicilias se negaron a abandonar la guerra como se les ordenó también y a volver a Nápoles y el general Guglielmo Pepe se dirigió con ellas a Venecia para protegerla de la contraofensiva austriaca. Sin refuerzos y apoyos, los piamonteses fueron derrotados por los austríacos en la batalla de Custoza, el 1 de julio de 1848.

La Revolución de Valaquia de 1848 (o Revolución valaca) fue un movimiento rumano liberal y un levantamiento nacionalista romántico que se desarrolló principalmente en la región de Valaquia, al sur de la actual Rumania, en que este pueblo se quería liberar de las injerencias del gobierno de Moscú. En ese tiempo, Valaquia era parte del Imperio otomano. Mediante este levantamiento se pretendía expulsar al gobierno impuesto por el Imperio ruso mediante el Regulamentul Organic. Además, muchos de los líderes revolucionarios apoyaron la abolición de los privilegios de los boyardos.

El movimiento, acaudillado por un grupo de jóvenes intelectuales y oficiales de la Milicia Valaca, triunfó en sus intenciones de derrocar al príncipe Gheorghe Bibescu, quien fue sustituido por un gobierno provisional y una regencia. Finalmente, tras una serie de reformas progresivas, se llegó a la Proclamación de Islaz. Pese a las rápidas victorias y al apoyo popular, la nueva administración se vio afectada por los conflictos entre el ala más radical y las fuerzas conservadoras, especialmente en el asunto de la reforma agraria.

En la vecina Moldavia se produjo un movimiento revolucionario de carácter nacionalista romántico y liberal. Liderado por un grupo de jóvenes intelectuales, el movimiento se limitó principalmente a presentar peticiones y proyectos constitucionales, a diferencia del exitoso levantamiento que tuvo lugar más tarde ese año en la vecina Valaquia, y fue rápidamente sofocado. Esto fue a pesar del hecho de que los revolucionarios de Moldavia eran más moderados y estaban más dispuestos a transigir en sus demandas de reformas que sus homólogos de Valaquia, ya que la vida política y social de Moldavia seguía estando dominada por una aristocracia conservadora y terrateniente, con una clase media todavía embrionaria.

El campesinado también se vio agraviado, y entre 1846 y 1848 se intensificó la oposición. Las asociaciones comerciales e industriales de Iaşi (la capital) en 1846 protestaron contra el plan de aumentar los impuestos nuevamente; en varias zonas rurales, los pequeños y medianos propietarios se opusieron al pago de impuestos adicionales; y en el verano de 1847 se vieron fuertes contiendas en varios judeţes por boyardos liberales por escaños en la asamblea general. Los campesinos de Moldavia y de Valaquia se negaron a realizar servicios laborales, y la violencia y la huida al extranjero aumentaron en el otoño de 1847 y la primavera siguientes. Ansiosos por el cambio, los intelectuales se despertaron con la revolución de febrero en París, donde varios de ellos estaban estudiando.

De modo simultáneo a la revolución parisina, hubo intentos de sublevación contra el gobierno moderado de Narváez por parte de elementos liberales progresistas, pero la división interna de estos, especialmente las dudas que los dirigentes tenían sobre el radicalismo de las bases, y la energía de la represión que desplegó el gobierno las hicieron fracasar. El «espadón» español fue considerado en las cortes europeas como un defensor del orden establecido, a la altura de Radetzky y Windischgrätz; y el discurso de Donoso Cortés apoyando su actuación tuvo también eco en la opinión conservadora internacional.

El primer intento revolucionario sucedió en Madrid el día 26 de marzo. Muchos civiles, apoyados por militares, levantaron las primeras barricadas de la capital en las calles cercanas al Palacio Real y exigieron la destitución de Narváez. Sin embargo, el gobierno, actuando con rapidez, movilizó al ejército leal y a la policía, logrando sofocar la revuelta al día siguiente de haberse iniciado. La segunda tentativa se produjo dos meses después. El 7 de mayo el madrileño regimiento de España, liderado por el comandante Buceta, se declaró en rebelión e instigó al pueblo a alzarse. El fracaso revolucionario se debió a la falta de decisión de muchos militares y progresistas contrarios a Narváez. A su vez, el líder moderado actuó en ambas revueltas con rapidez y decisión, haciendo que las revoluciones de 1848 no tuvieran en España apenas repercusión.

En la década de 1850 se vio un rápido crecimiento del imperialismo. Algunos objetivos compartidos entre las potencias occidentales incluían expandir sus mercados ultramarinos y establecer nuevos puertos de escala. En un esfuerzo de expandir sus territorios en China, el Reino Unido pidió a las autoridades de la dinastía Qing renegociar lo acordado en el Tratado de Nankín, en 1842. Las demandas británicas incluían que pudieran ejercer el libre comercio en toda China, legalizar la comercialización del opio, abolir los impuestos a extranjeros para el tránsito interno, suprimir la piratería, regular el tráfico de culíes (trabajadores semiesclavos) y permitir al embajador británico residir en Pekín, entre otras cosas. La corte de los Qing rechazó las demandas presentadas por el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos.

El 8 de octubre de 1856, los oficiales de los Qing abordaron el Arrow, un barco de dueños chinos que había sido registrado en Hong Kong (en posesión de los británicos) y era sospechoso de piratería y contrabando. Doce sujetos chinos fueron arrestados y apresados. Este hecho fue conocido como el «Incidente del Arrow». Los oficiales británicos en Cantón pidieron la liberación de los navegantes afirmando que como el barco había sido recientemente registrado por británicos estaba protegido bajo el Tratado de Nankín. Sólo cuando fue demostrado que aquel era un argumento débil, los británicos insistieron en que el Arrow había tenido una insignia británica y que los soldados de los Qing habían insultado la bandera. Estando en guerra con los insurgentes de la Rebelión Taiping, los Qing no estaban en condiciones de recibir un ataque de Occidente. Aunque los británicos fueron retrasados por la Rebelión de la India, respondieron al Incidente del Arrow en 1857 atacando Guangzhou desde el Río de las Perlas, comenzando la segunda guerra del Opio.

El Pánico de 1857 fue una crisis financiera con origen en los Estados Unidos, causada por el declive de la economía internacional y la sobre-expansión de la economía doméstica. Debido a la interdependencia de la economía mundial en ese momento de los años 1850, la crisis financiera que comenzó a finales de 1857 se convirtió en la primera crisis económica a nivel mundial.

En el Reino Unido, el gobierno de Lord Palmerston eludió los requerimientos de la Ley bancaria de Peel (Bank Charter Act) de 1844, que requería la existencia de reservas de oro y plata para respaldar la cantidad de dinero en circulación. Esto fue lo que hizo detonar el pánico en Gran Bretaña.​ El hundimiento del navío SS Central America contribuyó al pánico de 1857, ya que los bancos de Nueva York estaban esperando un muy necesario cargamento de oro; de hecho, no se recuperaron financieramente hasta después de la Guerra Civil. Para finales del Pánico, aproximadamente en 1859, las tensiones entre el norte y el sur sobre el tema de la esclavitud en los Estados Unidos se estaban incrementando. 

La crisis de 1866 fue una de las crisis económicas del siglo XIX generalizada a toda Europa, aunque particularmente causó la quiebra de los principales agentes de cambio​ de las bolsas de Londres y de París. A comienzos del año 1866, se constató un frenazo de las operaciones bursátiles que no tardó en propagarse por toda Europa. Los inversores más temerosos comenzaron a deshacerse de sus carteras de valores, desconfiando especialmente de los sectores punteros como el ferrocarril. Además de los factores financieros, tuvo un gran peso el escenario político internacional, caracterizado por las tensiones entre el imperio austro-húngaro, el reino de Prusia y el joven reino de Italia.

Entre los factores que contribuyeron a la crisis que se desencadenó en Londres, se encuentran: las peculiaridades del sistema jurídico-comercial británico, que en 1862 abrió el mercado a un número mayor de actores menos experimentados, las «sociedades de responsabilidad limitada» (Limited liability company) que tomaron riesgos desproporcionados; la formación, a un nivel internacional, de una burbuja especulativa en el sector ferroviario, ávido de capital, y de los primeros signos de frenazo; y la toma de posición de ciertos bancos y organismos de crédito y, consecuentemente, una mayor presión sobre el Banco de Inglaterra, lo que produjo un alza en cascada de las tasas de descuento en Europa.

En junio, el estallido de la guerra austro-prusiana provocó en la bolsa de Milán una especulación a la baja sobre los títulos italianos. Los especuladores descontaban las consecuencias financieras de una previsible y pronta victoria austríaca, que conllevaría una próxima invasión de Italia por los supuestos vencedores. En París, la crisis se concretó en la quiebra de dos importantes agentes de cambio, Doyen y Porché, que habían especulado a la baja y sufrieron grandes pérdidas tras la batalla de Sadowa (3 de julio de 1866). En los días precedentes, el mercado de obligaciones había caído, porque se pensaba que la guerra sería interminable, en razón de una victoria austriaca en Italia, lo que impediría la unificación de Italia.

La victoria prusiana en Sadowa, imprevista pero muy clara, modificó completamente la tendencia en los mercados de obligaciones, que pasaron a subir fuertemente tras haber estado en situación de venta corta. Tras la batalla de Sadowa, Austria cedió en beneficio de Prusia la hegemonía en la Confederación germánica, que se transformó en la Confederación de Alemania del Norte. Para Prusia significó abrir la vía para obtener cuatro años más tarde la unificación alemana en su propio beneficio, mucho más rápidamente que lo que hubiera podido esperar.

A principios de 1866 estalló la primera crisis financiera de la historia del capitalismo español. Aunque estuvo precedida de la crisis de la industria textil catalana, cuyos primeros síntomas aparecieron en 1862 a consecuencia de la escasez de algodón provocada por la Guerra de Secesión norteamericana, el detonante de la crisis financiera de 1866 fueron las pérdidas sufridas por las compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y sociedades de crédito. Las primeras quiebras de sociedades de crédito vinculadas a las compañías ferroviarias se produjeron en 1864, pero fue en mayo de 1866 cuando se desató una oleada de pánico.

A la crisis financiera de 1866 se sumó una grave crisis de subsistencias en 1867 y 1868 motivada por la malas cosechas de esos años. Los afectados no fueron los hombres de negocios o los políticos, como en la crisis financiera, sino las clases populares debido a la escasez y carestía de productos básicos como el pan. Se desataron motines populares en varias ciudades, como en Sevilla, donde el trigo llegó a multiplicar por seis su precio, o en Granada, al grito de «pan a ocho [reales]». La coincidencia de ambas crisis, la financiera y la de subsistencias, creaba «unas condiciones sociales explosivas que daban argumentos a los sectores populares para incorporarse a la lucha contra el régimen isabelino».​

A principios de septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se acordó que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la flota por el almirante unionista Juan Bautista Topete. En los días siguientes el levantamiento se fue extendiendo por el resto del país, empezando por Andalucía. El 20 de septiembre se formaba en Sevilla la primera junta que publicó un manifiesto en el que exponía una serie de reivindicaciones populares, como la abolición de las quintas y los consumos o la libertad religiosa, que iban mucho más lejos que lo ofrecido en el manifiesto leído por Topete.​

Prim por su parte a bordo de la fragata blindada Zaragoza recorrió la costa mediterránea logrando que se sumaran al movimiento todas las ciudades ribereñas desde Málaga hasta Barcelona. El 28 de septiembre tuvo lugar la decisiva batalla de Alcolea (en la provincia de Córdoba) en la que la victoria fue para las fuerzas sublevadas al mando del general Serrano que contaron con el apoyo de millares de voluntarios armados. Al día siguiente el levantamiento triunfaba en Madrid y el día 30 Isabel II abandonaba España desde San Sebastián. La sublevación militar que dio lugar a la Revolución de 1868 supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).

La  crisis financiera de 1869 denominada Viernes Negro  fue provocada por las maniobras de dos especuladores estadounidenses, James Fisk y Jay Gould, para acaparar el Mercado del Oro de Nueva York. Fue uno de los distintos escándalos que socavó la estabilidad de la presidencia de Ulysses S. Grant. Durante la era de reconstrucción tras la Guerra Civil, el gobierno de los Estados Unidos emitió una gran cantidad de deuda pública para financiar la construcción. Esto indujo la emisión de dinero fiduciario en dólares (denominados greenbacks), no respaldado por oro, pero legalizado para ser aceptado como pago de la deuda federal. Existía la creencia general de que el Gobierno de EE. UU. finalmente convertiría los greenbacks en oro.

En 1869, un grupo de especuladores, al mando de James Fisk y de Jay Gould, buscaron beneficiarse de este hecho acaparando el mercado del oro. Fisk y Gould primero recurrieron al cuñado del presidente Ulysses S. Grant, un financiero llamado Abel Corbin, a quien utilizaron para conseguir acercarse a Grant en actos sociales, donde argumentaron en contra de la venta de oro por parte del gobierno, y Corbin apoyó sus argumentos. Corbin convenció a Grant para nombrar al general Daniel Butterfield como asistente del Tesorero de los Estados Unidos. Butterfield acordó avisarles antes de que el gobierno pretendiese vender oro.

A finales del verano de 1869, Gould comenzó a comprar grandes cantidades de oro, reteniéndolo. Esto causó el aumento de los precios, desplomándose el volumen de las existencias. Después de que Grant se dio cuenta de lo que había pasado, el gobierno federal vendió 4 millones de dólares en oro. El 20 de septiembre de 1869, Fisk y Gould empezaron a acaparar oro, haciendo subir el precio aún más. El 24 de septiembre el sobreprecio del Águila Doble (una moneda con 30,09 gramos de oro con un valor facial de 20 dólares) era un 30 por ciento más alto que cuando Grant había accedido al cargo. Pero cuando el oro del gobierno inundó el mercado, el precio se desplomó en cuestión de minutos. Los inversores vendieron precipitadamente sus participaciones y, muchos de ellos, incluyendo Corbin, se arruinaron. Fisk y Gould salieron del desplome sin daños financieros significativos.

 Butterfield dimitió de su cargo en el Departamento del Tesoro de los Estados UnidosHenry Adams, quien creía que el presidente Ulysses S. Grant había tolerado, animado, y quizás incluso participado en la corrupción y la estafa, atacó a Grant en un artículo de 1870 titulado La Conspiración de Oro de Nueva York. Las sospechas sobre la implicación de Grant hicieron que su periodo presidencial fuese conocido como la «Era del Robo de Bienes». A pesar de que Grant no fue directamente implicado en el escándalo, su asociación personal con Fisk y con Gould le hizo sospechoso de manipular el mercado del oro. Asimismo, la orden de Grant de vender oro en respuesta al aumento de su precio era una manipulación del mercado.

La ruptura del equilibrio de poder que se había establecido en Europa en el Congreso de Viena de 1815, como consecuencia tanto de la guerra de Crimea como de la guerra austro-prusiana, supuso que Prusia extendiera su control a la mayor parte del norte de Alemania, incluyendo el territorio de SchleswigHolsteinHannoverHesse-KasselNassau, y la ciudad de Fráncfort. Berlín estuvo a punto de conseguir el dominio de SajoniaHesse-DarmstadtMecklemburgo, los ducados de Turingia y las ciudades libres de HamburgoLubeca y Bremen, bajo la influencia de Prusia en la Confederación Alemana del Norte.

La Francia del Segundo Imperio aspiraba a ocupar una posición de máximo prestigio y poder en Europa. El ejército francés había logrado una buena victoria entre 1854 y 1856 en la guerra de Crimea, mientras que en Italia el recuerdo de la intervención francesa en apoyo del Reino de Cerdeña-Piamonte y la clara victoria de la alianza italiana-francesa lograron, gracias a las buenas actuaciones del ejército (en la guerra de Independencia italiana), una huella indeleble en el poder militar bonapartista. Sin embargo, la posición de Francia en Europa, se vio socavada por la creciente influencia de Prusia.

Durante 1868 hubo una crisis más aguda. Ese año, Bismarck intentó construir una nueva y más fuerte unión aduanera con el sur de Alemania (después de haber perdido el Zollverein, luego reformado sustancialmente), por medio del establecimiento de un Zollparlament (parlamento de aduanas en alemán): Esta acción fue interpretada como un nuevo desafío a la autoridad francesa. En 1866, de hecho, durante las negociaciones para un armisticio entre los prusianos y los austríacos, Napoleón III se había opuesto enérgicamente a una unión de Prusia con los Estados alemanes del sur. El emperador entonces ordenó la movilización del ejército en el verano, amenazando con iniciar una guerra si Bismarck pretendía anexar alguno de los tres estados del sur de Alemania: Baviera, Wurtemberg y Baden.

Sin embargo Napoleón III había perdido gran parte de su prestigio en el país. Subvirtió la Segunda República Francesa el 2 de diciembre de 1851 por medio de un golpe de Estado y estableció el Segundo Imperio. La promulgación al año siguiente de una constitución le dio el poder absoluto. En esos mismos años, el nuevo emperador tuvo que lidiar con las presiones de los líderes republicanos que exigían la puesta en práctica de reformas democráticas y la constante amenaza de una revolución.

El detonante final de la crisis fue la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen al trono de España, a propuesta del entonces presidente del Consejo de Ministros, el general Juan Prim ( a causa de la difícil pronunciación de su apellido para los españoles se le empezó a llamar Leopoldo Olé-Olé si me eligen ). Aquello favorecía mucho a Prusia, que adquiría de tal modo una gran ventaja estratégica sobre Francia. Por tal motivo, Napoleón III, presionado por la opinión pública, maniobró para impedir que Leopoldo se sentara en el trono español, logrando que el padre de este, Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen, renunciara públicamente en nombre de su hijo.

A pesar de dicha renuncia, el Estado francés consideró insuficiente las garantías verbales dadas por Carlos y ordenó desplazar un embajador a Bad Ems, donde se encontraba veraneando el rey de Prusia Guillermo I, para lograr una renuncia pública por escrito de Leopoldo a esta candidatura. Este encuentro daría pie al famoso incidente del telegrama de Ems.  La publicación de este telegrama instigó (casus belli) la Guerra franco-prusiana, que comenzó el 19 de julio de 1870.

La batalla de Gravelotte terminó con una gran victoria estratégica prusiana a pesar de las dificultades, los errores tácticos y las grandes pérdidas humanas causadas por el fuego mortal de las armas francesas. El choque representó un punto crucial de toda la guerra, sellando el destino del ejército del mariscal Bazaine, que contaba con las mejores tropas del ejército francés. Tras la derrota del Ejército del Rin, al mando del mariscal Aquiles Bazaine, en la batalla de Gravelotte, este fue obligado a retirarse a Metz, donde fue sitiado por 150 000 efectivos del Primer y Segundo ejércitos prusianos. El emperador Napoleón III, junto al mariscal Patrice MacMahon, reclutó al nuevo Ejército de Châlons para marchar sobre Metz y rescatar a Bazaine. Con el emperador dirigiendo personalmente al ejército y el mariscal MacMahon como ayudante, guiaron al Ejército de Chalôns en una marcha por el flanco izquierdo hacia la frontera belga, en un intento de evitar a los prusianos antes de atacar hacia el sur para reunirse con Bazaine.

Los prusianos, bajo el mando de von Moltke, aprovecharon esta maniobra para capturar a los franceses en una tenaza. Tras dejar al primer y segundo ejércitos prusianos asediando Metz, Moltke maniobró con el Tercer Ejército y el Ejército del Mosa hacia el norte, encontrándose con los franceses en Beaufort el 30 de agosto. Tras una dura batalla, en la que los franceses perdieron 5000 hombres y 40 cañones, MacMahon se retiró hacia Sedán. Tras replegarse en la ciudad, el Ejército de Chalôns fue rápidamente aislado por los dos ejércitos prusianos que convergían hacia la zona. Napoleón III ordenó a su ejército romper el cerco inmediatamente. Sustituyendo a MacMahon, herido el día anterior, el general Auguste Ducrot tomó el mando de las tropas francesas en el campo. La batalla de Sedán se libró entre el 1 y 2 de septiembre de 1870. El resultado fue la captura del emperador Napoleón III junto con su ejército y decidió en la práctica la guerra en favor de Prusia y sus aliados, si bien la lucha continuó bajo un nuevo gobierno francés republicano.

La rendición de Napoleón III no puso fin a la guerra, pues cuando la noticia llegó a París, un levantamiento popular daría pie a la proclamación de la Tercera República, la cual nombró un Gobierno de Defensa Nacional presidido por el general Louis Jules Trochu y del que formarían parte destacadas figuras políticas de los años siguientes, como Jules Ferry o Léon Gambetta. Bismarck esperaba lograr una rendición rápida, pero no existiendo una autoridad legítima con la que negociar (el emperador estaba prisionero, la emperatriz Eugenia de Montijo exiliada y el Gobierno así formado no tenía mandato electoral alguno), ordenó a sus tropas que sitiaran la capital francesa. Para el día 20 de septiembre, el cerco era una realidad.

Entretanto, el nuevo Gobierno de Defensa Nacional, que inicialmente estaba dispuesto a una rendición a cambio de algunas colonias y reparaciones de guerra, al oír las durísimas condiciones que exigía el canciller germano para la rendición (exigía la entrega de AlsaciaLorena y diversas fortificaciones fronterizas), optó por continuar la guerra a toda costa, pero a pesar de sus proclamas de que no se cedería ni un palmo de terreno, no consiguió ni siquiera reducir el ritmo del implacable avance alemán. No obstante, el nuevo ministro de Defensa, Léon Gambetta, consiguió atravesar las líneas germanas en globo y empezó a organizar el reclutamiento de nuevas tropas que debían atacar desde fuera a los sitiadores así como organizar guerrillas. No sin dificultades, las tropas alemanas consiguieron vencer una y otra vez a dichas tropas 

Ante los constantes reveses sufridos por las nuevas tropas, y ante la dureza del sitio de París (como consecuencia de este muchos parisinos estaban muriéndose de hambre) el Gobierno de Defensa Nacional aceptó (en contra de los deseos de la población) negociar un armisticio en Versalles, para el que se envió al ministro de Asuntos Exteriores Jules Favre. Bismarck aceptó únicamente levantar el sitio a cambio de la entrega de varias fortalezas que eran claves en la defensa de París. El presidente Trochu dimitió y dos días después, el 25 de enero, Favre firmaba el armisticio definitivo. Gambetta intentó resistirse, pero tras un estrepitoso fracaso en Orléans, se rindió también.

El 18 de enero de 1871, Guillermo I fue proclamado emperador (káiser) en la Galería de los Espejos del palacio de Versalles (cerca de París) y con ello se completó la unificación alemana. En realidad, este conflicto fue aprovechado por el reino de Prusia para concretar la unificación alemana formando el Imperio alemán, desde luego en torno a Prusia, que agruparía a diversos y minúsculos estados alemanes que nunca habían podido cohesionarse, tanto durante como después de la vigencia del Sacro Imperio Romano Germánico. Por el Tratado de Fráncfort, Bismarck impuso una dura paz a Francia: le fueron arrebatadas las provincias de Alsacia y Lorena, ricas en minas de carbón y de hierro, además de imponérsele el pago de grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra.

Debido a que París no aceptaba rendirse, la nueva Asamblea Nacional y el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers, prefirieron instalarse en Versalles y desde ahí doblegar a la población rebelde. El vacío de poder en París provocó que la milicia ciudadana, la Guardia Nacional de París, se hiciera de forma efectiva con el poder a fin de asegurar la continuidad del funcionamiento de la administración de la ciudad.

Un movimiento insurreccional, conocido como la Comuna de París (el término commune designaba entonces y aún designa al ayuntamiento en francés), gobernó brevemente la ciudad del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, siendo el primer ejemplo de revolución proletaria del mundo, cuyo espíritu era el socialismo autogestionario. La Comuna promulgó una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza.

Al intentar el gobierno arrebatarles el control de las baterías de cañones que habían sido compradas por los parisinos por suscripción popular para defender la ciudad, la Comuna se negó a aceptar la autoridad del gobierno francés.​ Ante esta rebelión, Thiers ordenó a los empleados de la administración evacuar la capital, y la Guardia Nacional convocó elecciones para el consejo municipal que fue copado por radicales, republicanos y socialistas.

Tras un mes de combates, la reconquista del casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada «Semana Sangrienta» (Semaine sanglante) del 21 al 28 de mayo. El balance final supuso unos 20 000 muertos, el destrozo e incendio de más de 200 edificios y monumentos históricos, y el sometimiento de París a la ley marcial durante cinco años. Además, se calculan cerca de 40.000 arrestados y miles fueron deportados a campos inhóspitos en Nueva Caledonia. Los consejos de guerra señalaron 13.450 sentencias, entre ellos 157 mujeres y 80 niños. Thiers ordenó que se exhibieran sus cadáveres para dar una «lección» a los rebeldes. La semana sangrienta es uno de los episodios más importantes de la Guerra Civil de 1871, durante el cual la insurrección fue aplastada y sus miembros ejecutados en masa. 

El pánico de 1873 fue una ola de pánico económico en Estados Unidos por la quiebra de la entidad bancaria Jay Cooke and Company, de la ciudad de Filadelfia, el 18 de septiembre de 1873, junto a la previa caída de la Bolsa de Viena el 9 de mayo de 1873. En septiembre del año 1873, Jay Cooke & Company, una importante entidad financiera se vio incapaz de lograr la suscripción de bonos por importe de varios millones de dólares de la compañía ferroviaria Northern Pacific Railway. Cooke, como muchas otras entidades, había realizado importantes inversiones en el sector ferroviario. En un momento en que los bancos de inversión estaban necesitados de más capital para sus empresas; la política monetaria restrictiva del presidente Ulysses S. Grant de contraer la oferta monetaria empeoró la situación para las entidades que se encontraban fuertemente endeudadas. Mientras que las empresas se estaban expandiendo, los recursos que necesitaban para financiar ese crecimiento eran cada vez más escasos.

El pánico de 1873 y la consecuente crisis económica supusieron el inicio de una dura depresión económica de alcance global, conocida como la Gran Depresión de 1873 (en inglés: Long Depression, literalmente traducida como depresión prolongada), que perduró hasta el año 1879, coincidiendo con el inicio de la Segunda Revolución Industrial. Es la primera de las grandes depresiones o crisis sistémicas del capitalismo. A menudo se considera que el Reino Unido fue el país golpeado con mayor intensidad; durante este período perdió su posición de liderazgo en varios campos industriales frente a las economías de Europa Continental. Fue un período de deflación generalizada y bajo crecimiento que se considera como la contracción más prolongada que se ha identificado.

Como consecuencia de la Gran Depresión de 1873 la agricultura europea sufrió en muchos países la competencia de productos (cereales, lana) más baratos que llegaban desde Ultramar, a bordo de transportes cada vez más baratos. Se quebró el monopolio industrial inglés, al aparecer otros países industrializados que competían en el mercado internacional y marcó el fin del período de supremacía económica británica y de la expansión basada en el algodón, el carbón, la siderurgia y el ferrocarril. El descubrimiento y difusión de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo), nuevas técnicas (motores de combustión, dinamos eléctricas, radio), nuevos sectores industriales (química y electricidad) o nuevas formas de organización de la industria (cárteles o trust) permitieron a algunos países salir de la crisis en mejores condiciones e iniciar una Segunda Revolución Industrial. 

El mercado se saturó por la superproducción y la caída de los precios de los productos industriales, provocando deflación. La abundancia de máquinas hace caer los costes laborales, agudizándose los conflictos sociales y se desarrolló fuertemente el sindicalismo ante los frecuentes abusos patronales: largas jornadas, trabajo infantil y femenino, condiciones insalubres y paro. El gran momento del librecambio –entre las décadas de 1850 a 1870- fue efímero, Esta crisis es una crisis del mercado, que hasta entonces no estaba regulado, y surge el proteccionismo. Vuelven los privilegios y los monopolios. El imperialismo -la expansión económica y militar de Europa en otros continentes- será otra de las vías para tratar de superar la crisis.

La crisis de 1873 provocó el descenso de los precios, y con ello el proteccionismo, es decir, la protección de los productos propios de cada país prohibiendo la entrada de artículos extranjeros o gravándolos con impuestos. Esto dio lugar a la necesidad de encontrar nuevos mercados que no estuvieran controlados por dicho sistema. Por otra parte, potencias capitalistas europeas como Reino Unido, Países Bajos y Francia necesitan dar salida a su excedente de capital y lo hacen invirtiendo en países de otros continentes estableciendo préstamos, implantando ferrocarriles, instalando puertos, etc.

Además estos países necesitan buscar materias primas para sus industrias, ya que empiezan a agotarse o a escasear en Europa. La Segunda Revolución Industrial, por otra parte, necesita de nuevas materias primas de las que Europa no dispone o escasean, como plata, petróleo, caucho, oro, cobre, etc. A partir de ese momento se produjo una verdadera carrera para construir imperios coloniales, principalmente con el llamado reparto de África. A finales del siglo XIX el imperialismo se caracterizó sobre todo por la dominación económica impuesta por las potencias sobre naciones inferiores a éstas, ya que la dominación política cada vez fue más puesta en duda.

A medida que progresaba la expansión colonial, se produjeron disputas entre las potencias imperialistas en su intento por controlar territorial, política y militarmente amplias áreas de África, Asia y Oceanía. Mientras en América se habían desarrollado movimientos independentistas, que habían reducido el Imperio español a la mínima expresión, y en Estados Unidos se llevaba a cabo la Doctrina Monroe, con su conocido corolario «América para los americanos», que establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos.

La rivalidad entre el Imperio ruso y el Imperio británico en su lucha por el control de Asia Central y el Cáucaso llevó a denominar esta disputa como El Gran Juego. El Imperio británico buscaba expandir el Imperio indio y proteger sus intereses allí, mientras que el Imperio ruso quería un acceso al océano Índico y a las riquezas minerales de Asia central.  Comenzó una carrera por la supremacía y desde 1813 Inglaterra y Rusia se convirtieron en enemigos, pero nunca se enfrentaron directamente (aparte del único episodio de la Guerra de Crimea). La rivalidad se mantuvo siempre en un estado parecido al de la «Guerra Fría», por lo que tuvieron un gran protagonismo exploradores (como Nikolái Przewalski), agentes de inteligencia (como Alexander Burnes o William Moorcroft) y agentes comerciales y diplomáticos, aunque la zona no se vio exenta de guerras en la que alcanzaron fama generales como Frederick Sleigh RobertsKonstantin von Kaufman o Mijaíl Skobelev.

La Triple Alianza fue una alianza entre Alemania, Italia y el Imperio austrohúngaro, el nombre que recibió la coalición inicialmente integrada por el Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro por iniciativa del Canciller Otto von Bismarck, a la que posteriormente se uniría Italia.

Por un lado, Otto Von Bismarck consideraba su principal objetivo diplomático mantener el aislamiento de Francia; por otro lado, Italia pensaba que su adhesión a la Alianza y su asociación a Alemania eran el mejor camino para acceder al rango de gran potencia. Italia estaba descontenta por la actitud francesa (y más tarde la alemana) ante sus aspiraciones coloniales en Túnez y el Cuerno de África, y posteriormente se añadiría un problema por los intereses contrapuestos sobre el dominio del Trentino entre Austria-Hungría e Italia. Los tres países acordaron apoyarse, en caso de ser atacados por Francia o por Rusia. El tratado fue reafirmado varias veces hasta 1913, aunque la posición italiana era cada vez más incómoda.

La Depresión de 1882–1885 fue una contracción económica en los Estados Unidos que duró desde marzo de 1882 hasta mayo de 1885, según la Oficina Nacional de Investigación Económica. Esta depresión no fue inaugurada por un desastre financiero o un pánico masivo, sino que fue una recesión económica que se produjo a través de un proceso prolongado y gradual. La recesión estuvo precedida por un período de prosperidad durante los años 1879 a 1882, un crecimiento impulsado por la expansión de la industria ferroviaria estadounidense y la apertura de oportunidades económicas asociadas con el desarrollo del sistema de transporte. Durante este intervalo, la construcción anual de ferrocarriles se cuadriplicó, pasando de 2.665 millas (4.289 km) en 1878 a 11.569 millas (18.619 km) en 1882. En 1882, esta tendencia se invirtió, lo que resultó en una disminución de la construcción de ferrocarriles y una disminución de las industrias relacionadas, particularmente del hierro y el acero.

Un acontecimiento económico importante durante la recesión fue el pánico de 1884. La Depresión de 1882-1885 fue más una depresión de los precios que una depresión de la producción, ya que los precios y los salarios se contrajeron mientras que la producción bruta permaneció más o menos constante. En un informe publicado por el Comisionado de Trabajo Carroll D. Wright , se encontró que la explicación de la depresión de 1882 variaba mucho según la profesión del observador, con banqueros y comerciantes que tendían a culpar a razones financieras o comerciales, miembros del clero que tendían a culpar a las causas sociales combinadas con la providencia divina, los fabricantes tienden a culpar a las causas regulatorias y las demandas salariales de los trabajadores, y los trabajadores tienden a identificar la sobreproducción debido a la introducción de nueva maquinaria que ahorra mano de obra y los bajos niveles salariales que hacen imposible consumir la cantidad total de salida.

Entre otros factores propuestos para explicar las causas de esta depresión se encuentran los defectos en el sistema bancario, el lugar del crédito en la agricultura, el uso de mano de obra infantil, los efectos negativos del monopolio corporativo, un falta de confianza pública en el futuro de la economía, expansión del papel de la plata en el sistema monetario debido a una relación de precios desigual entre el oro y la plata , inmigración excesiva, el uso extendido de maquinaria que ahorra mano de obra , un crecimiento de la inversión especulativa y manipulación del mercado , el declive de la construcción de ferrocarriles, los efectos negativos de una política de tarifas altas y la creciente consolidación de la riqueza en manos de unos pocos comparativamente.

Al declive de la construcción de ferrocarriles contribuyó la terminación de la conquista del Viejo Oeste, que bajo la doctrina del destino manifiesto había significado la justificación para la expansión desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico. A partir de este supuesto, los Estados Unidos anexan los territorios de Texas (1845), California (1848) e invaden México (1846), en lo que sería la guerra México-Estados Unidos. Como consecuencia, los Estados Unidos se apropian de ColoradoArizonaNuevo MéxicoNevadaUtah y partes de WyomingKansas y Oklahoma, en total 2 millones 100 mil kilómetros cuadrados –el 55 % del territorio mexicano de entonces–, lo que se dio en llamar «la Cesión Mexicana». A cambio, los Estados Unidos se comprometieron a pagar 15 millones de dólares.

Con el fin de solventar los problemas que implicaba la expansión colonial en África y resolver su repartición, se organizó la Conferencia de Berlín, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 en la ciudad de Berlín (Imperio alemán), convocada por Francia y el Reino Unido​ y organizada por el canciller de AlemaniaOtto von Bismarck. La presencia europea hasta 1885 se había limitado a enclaves costeros salvo en la zona de Argelia y Túnez francesas, África del sur británica estados bóeres, y los territorios portugueses, el interior era un territorio poco conocido. Además se hallaban las posesiones del Imperio turco. El proceso de exploración se realizó siguiendo las grandes vías fluviales, unos años después. 

El viaje de exploración de Henry Morton Stanley, entre 1874 y 1877, de la cuenca del río Congo, financiado conjuntamente por el periódico británico Daily Telegraph y el estadounidense New York Herald, determinó que prácticamente todo el territorio de África fuese conocido y cartografiado detalladamente por los europeos. Como resultado, el interés de los países europeos en África aumentó considerablemente, donde el nacionalismo y el imperialismo influyeron para que diversos estados de Europa enviaran expediciones científicas y militares a territorio africano con el doble fin de conocer las posibilidades de explotación económica e instalar guarniciones y puestos comerciales que asegurasen su presencia y control efectivo antes que otros competidores.

El monarca Leopoldo II de Bélgica, cumpliendo su deseo de apropiarse de las tierras en beneficio propio, contrató a Stanley para introducir la civilización occidental y la religión en la zona, y Stanley regresó al Congo por mandato del rey para negociar con los jefes tribales la obtención de concesiones de terrenos. Leopoldo había formado la Asociación Internacional del Congo para explotar las riquezas de la cuenca de ese río, aunque manteniendo dicho territorio en forma de propiedad privada y sin que dicha zona se transformara aún en posesión de Bélgica. Si bien esta Sociedad controlaba la desembocadura del río Congo, encontró la oposición de Portugal, que controlaba la zona sur con Angola, y su aliado el Reino Unido.

Por su parte, Francia había logrado en 1881 tomar posesión de Túnez, y en ese mismo año una expedición francesa dirigida por Pierre de Brazza tomó posesión efectiva del Congo Occidental a orillas del océano Atlántico y entraba en disputa con los dominios del rey Leopoldo. Al año siguiente el Reino Unido asumió por completo el gobierno de Egipto (que estaba sujeto al Imperio otomano solo en la teoría) y consiguió así los derechos de soberanía egipcia sobre Sudán y el norte de Somalia. En 1884 Francia aseguró su posesión de la costa de Guinea, con lo cual resultaba evidente en Europa que la carrera por África debía ser regulada.

A finales del siglo XIX tuvo lugar la gran ola de inmigración europea a la Argentina. La Constitución de Argentina de 1853 promovió inmigración europea eliminando las barreras para la llegada de extranjeros. Llegaron inmigrantes de diversos países de Europa: italianos y españoles, junto con otras nacionalidades, especialmente ucranianospolacosrusoscroatasfrancesesalemanessuecos e irlandeses, entre otros. Algunos de ellos sencillamente buscaban un estilo de vida mejor, pero muchos otros llegaron huyendo de los conflictos europeos. Algunos de los recién llegados, de nacionalidad española e italiana pertenecían a la Asociación Internacional de los Trabajadores. Algunos inmigrantes alemanes habían sido exiliados de Alemania por un decreto de 1878 de Bismarck que prohibía el socialismo. Los inmigrantes españoles huían de la Tercera guerra Carlista.

Esta gran corriente inmigratoria supuso el aumento de mano de obra, por lo que en la época de Julio Argentino Roca, Argentina había tomado crédito, principalmente, para la construcción de ferrocarriles, la modernización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires. Si bien lo anterior produjo en 1880 que el país creciera de manera sorprendente con el modelo agro-exportador, las políticas del gobierno del Presidente Miguel Juárez Celman (1886-1890) llevaron a un período de especulación que creó una burbuja financiera. En lo económico, Inglaterra canalizó hacia Argentina entre 40% y 50 % de todas sus inversiones mundiales. En 1888, las acciones del Banco Constructor de La Plata cayeron, bajando rápidamente de 235 a 160 puntos, desencadenando una gran crisis económica en Argentina, precedida por el pánico de 1890.

Argentina ingresó entonces en cesación de pagos por cuatro años. La crisis ocasionó la quiebra del Banco Nacional que, junto con la crisis política expresada a través de la Revolución del Parque, provocó la renuncia del Presidente Miguel Juárez Celman. El vicepresidente Carlos Pellegrini asumió el cargo hasta 1892. Bajo su gestión se creó el actual Banco de la Nación Argentina.

En el plano internacional, la banca Baring Brothers estuvo cerca de entrar en bancarrota debido al exceso de crédito otorgado a Argentina. Un consorcio liderado por el Banco de Inglaterra rescató a la Baring y evitó lo que podría haber sido una catástrofe de la banca londinense, previniendo de esta manera una crisis financiera de mayor gravedad. Nathan Mayer Rothschild remarcó que, de no haber ocurrido esto, quizás el sistema bancario londinense completo hubiera colapsado, con la consecuencia de una verdadera catástrofe. El pánico se asoció con una demanda monetaria que alcanzó el 45% y una caída del mercado de las commodities en todo el mundo. La desconfianza financiera internacional generada con esta crisis ayudó a estallar una burbuja en la economía brasileña,  como la crisis financiera que siguió a ese país, que a su vez acompañó a Argentina y a Uruguay. También disminuyó dramáticamente la cantidad de dinero enviado por los inmigrantes europeos a sus países de origen.

La alianza franco-rusa fue una alianza militar entre la Tercera República Francesa y el Imperio ruso, que se mantuvo en vigor desde 1892 hasta 1917. La alianza terminó con el aislamiento diplomático de Francia fruto de la elaborada política diplomática del canciller alemán Bismarck. Para el Imperio ruso significó un aliado frente a las pretensiones balcánicas de Austria-Hungría, aliada del Imperio alemán, y una contraposición a los intereses coloniales británicos. Francia seguirá siendo el principal aliado de Rusia hasta 1917, desde el punto de vista económico, financiero y militar.

Las relaciones internacionales entre las potencias europeas de 1871 a 1893 giran entorno al complejo sistema de alianzas impuesto por Bismarck gracias a la preponderancia del Imperio alemán a raíz de su unificación estatal y la derrota francesa en la guerra franco-prusiana. El sistema bismarckiano tenía como objetivo conservar el statu quo europeo a la vez que favorecía los intereses de Alemania convirtiéndola en una potencia europea.

El pánico de 1893 fue una depresión económica en los Estados Unidos que empezó en 1893 y concluyó en 1897.​ Afectó de manera profunda a todos los sectores de la economía y produjo una agitación política que condujo al realineamiento político de 1896 y a la presidencia de William McKinley. Una de las causas que se atribuyen a esta crisis, es la crisis argentina de 1890. Las malas cosechas de trigo de 1890 y un fallido golpe de estado en Buenos Aires pusieron fin a nuevas inversiones. Además, especulaciones en propiedades sudafricanas y australianas también colapsaron. Puesto que a los inversores europeos les preocupaba que estos problemas pudieran extenderse, iniciaron una carrera por el oro en el Tesoro de Estados Unidos. El dinero en monedas de inversión era considerado más valioso que el papel moneda; cuando la gente se sentía insegura sobre el futuro, acaparaban monedas de inversión y rechazaban los billetes.

Durante la Edad Dorada de las décadas de 1870 y 1880, los Estados Unidos habían experimentado crecimiento y expansión económicos, pero gran parte de tal expansión dependía de los altos precios internacionales de las materias primas. Los precios del trigo se desplomaron en 1893, exacerbando los problemas con las inversiones internacionales.​ En particular, la apertura de numerosas minas en el oeste de los Estados Unidos condujo a una sobreoferta de plata, lo que llevó a un debate significativo sobre cuánta de esta plata debía acuñarse en monedas.

Como resultado del pánico, los precios de las acciones disminuyeron. Quinientos bancos cerraron, 15.000 negocios quebraron y numerosas granjas dejaron de operar. La tasa de desempleo llegó al 25% en Pensilvania, al 35% en Nueva York y al 43% en Míchigan. Para ayudar a dar comida a los desamparados se abrieron comedores sociales. Enfrentando la posibilidad de morir de inanición, la gente cortaba leña, rompía piedras o cosía a mano con hilo y aguja a cambio de comida. En algunos casos, las mujeres recurrieron a la prostitución para alimentar a sus familias. Para ayudar a la gente de Detroit, el alcalde Hazen S. Pingree lanzó su «Potato Patch Plan» (Plan de la Huerta de Papas), que creó huertos comunitarios para el cultivo.

Se culpó al presidente Grover Cleveland de la depresión. Las reservas de oro almacenadas en el Tesoro de los Estados Unidos cayeron a un nivel peligrosamente bajo. Esto obligó al presidente Cleveland a pedir un préstamo de $65 millones de dólares en oro al banquero de Wall Street J. P. Morgan y a la familia de banqueros Rothschild de Inglaterra. El Partido del Pueblo, también conocido como los «populistas,» fue un partido político agrario- populista de los Estados Unidos. Entre 1892 y 1896, jugó un papel fundamental como fuerza de izquierda en la política estadounidense. Tenía el soporte de granjeros enojados en el oeste y el sur de los Estados Unidos. Era muy crítico del capitalismo, especialmente de bancos y ferrocarriles, y se alió con el movimiento obrero. El Partido del Pueblo alcanzó su cenit en las elecciones presidenciales de 1892, cuando su terna de candidatos, compuesta por James B. Weaver y James G. Field, obtuvo el 8.5% del voto popular y ganó cinco estados.

El pánico de 1896 fue una depresión económica aguda en los Estados Unidos que fue menos grave que otros pánicos de la época, precipitada por una caída en las reservas de plata y las preocupaciones del mercado sobre los efectos que tendría en el patrón oro . La deflación de los precios de las materias primas llevó al mercado de valores a nuevos mínimos en una tendencia que comenzó a revertirse solo después de la fiebre del oro de Klondike en 1896. La quiebra del Banco Nacional de Illinois en Chicago se recuerda como uno de los factores motivadores del sensacional caso de asesinato de Adolph Luetgert . Durante el pánico, el call money alcanzaría el 125 por ciento, el nivel más alto desde la Guerra Civil.

El pánico de 1896 tiene sus raíces en el pánico de 1893 y se considera una continuación de esa depresión económica. La caída de las reservas de oro estadounidenses empeoró los efectos del pánico de 1893, y el pánico de 1896 recibió su propia distinción.  La Ley de Monedas de 1873 desmonetizó el uso de la plata en Estados Unidos, y la Ley de Reanudación de 1875 estableció aún más el patrón oro. Este período de deflación encontró cierta resistencia, ya que se formó el Partido Populista Agrario para protestar por la adopción del patrón oro y restablecer el patrón bimetálico, debido a la incapacidad de los agricultores para pagar las deudas a precios más bajos, y la pérdida de cuota de mercado de los mineros de plata. Los agricultores también querían adoptar el estándar bimetálico porque podían vender sus cosechas a precios más altos.

La guerra hispano-estadounidense fue un conflicto bélico que enfrentó a España y Estados Unidos de abril a agosto de 1898, al intervenir Estados Unidos en la guerra de Independencia cubana (1895-1898). La derrota de España y la consiguiente pérdida de sus últimas colonias de ultramar dieron lugar en España a la expresión «Desastre del 98». Tras su derrota, España perdió Cuba (que quedó bajo tutela de Estados Unidos), Puerto RicoFilipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. El resto de posesiones españolas del Pacífico fueron vendidas al Imperio alemán mediante el tratado hispano-alemán del 12 de febrero de 1899, por el cual España cedió al Imperio alemán sus últimos archipiélagos —las Marianas (excepto Guam), las Palaos y las Carolinas— a cambio de 25 millones de pesetas (17 millones de marcos), ya que eran indefendibles por España.

Las tensiones por Cuba entre España y EE. UU. se llevaban teniendo desde los años 1870 (como el incidente del Virginius). España se encontraba en una hipotética guerra contra EE. UU. en clara desventaja tanto en el aspecto militar (tamaño y capacidades de las flotas de guerra, además de que España llevaba años luchando contra guerrillas de independentistas), el demográfico (en 1890 EE. UU. tenía más de 62 millones de habitantes por unos 18 millones en España), el geográfico (EE. UU. luchaba cerca de su territorio, mientras que España tenía que mandar tropas al otro lado del planeta, a Cuba o Filipinas), el económico-industrial (EE. UU. tenía grandes zonas industrializadas, mientras que España era principalmente agrícola). Sin embargo la agitación nacionalista española, en la que la prensa escrita tuvo una influencia clave, provocó que el gobierno español no pudiera ceder y vender Cuba a EE. UU. como por ejemplo antes había vendido Florida a ese país en 1821. Si el gobierno español vendía Cuba sería visto como una traición por una parte de la sociedad española y probablemente habría habido una nueva revolución.​ Así que el gobierno prefirió librar una guerra perdida de antemano, antes que arriesgarse a una revolución, es decir optó por una «demolición controlada» para preservar el Régimen de la Restauración.

La guerra fue relativamente breve. La explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 fue el casus belli de esta guerra. Aún hoy se sigue discutiendo si fue un accidente, un ataque intencionado español o un ataque de «bandera falsa» de los propios estadounidenses. Entonces la opinión pública estadounidense, convenientemente agitada por sus medios de comunicación (como la prensa amarilla), clamaba venganza y la guerra se declaró oficialmente un mes después. Aunque para las tropas estadounidenses la lucha en territorio cubano no fue tan favorable como se esperaban (batalla de El Caney y batalla de las Colinas de San Juan), las dos incontestables victorias navales estadounidenses (la batalla naval de Cavite en Filipinas el 1 de mayo, y la batalla naval de Santiago de Cuba el 3 de julio) provocaron que el gobierno español pidiera en verano negociar la paz, que por intermediación de Francia, se plasmaría en el Tratado de París el 10 de diciembre. Las últimas colonias en el océano Pacífico se venderían al año siguiente al Imperio alemán por ser indefendibles.

La derrota y pérdida de los últimos vestigios del Imperio español (salvo posesiones africanas) fue un profundo shock para la psique nacional de España y provocó una profunda revaluación filosófica y artística de la sociedad española conocidos como el «Regeneracionismo» y la «Generación del 98». Estados Unidos ganó varias posesiones insulares en todo el mundo, lo que provocó un polémico debate sobre un país que oscilaba entre el aislacionismo y el expansionismo. Poco tiempo después, en febrero de 1899, estalló la guerra filipino-estadounidense (1899-1902), en la que los filipinos se enfrentaron a las fuerzas estadounidenses que pasaron a tomar posesión del archipiélago.

El pánico de 1901 fue el primer desplome bursátil en la Bolsa de Valores de Nueva York , causado en parte por las luchas entre EH Harriman , Jacob Schiff y JP Morgan / James J. Hill por el control financiero del Ferrocarril del Pacífico Norte . El acaparamiento de acciones fue orquestado por el First National City Bank de James Stillman y William Rockefeller , financiado con dinero de la Standard Oil . Después de llegar a un compromiso, los magnates formaron Northern Securities Company. Como resultado del pánico, miles de pequeños inversores se arruinaron.

Una de las causas de esta caída del mercado de valores fue el esfuerzo de Harriman por hacerse con el control de Northern Pacific comprando sus acciones. El pánico comenzó cuando el mercado colapsó durante la tarde del 8 de mayo. Primero vino la disminución gradual de las acciones de Burlington. Los precios de acciones como St. Paul, Missouri Pacific y Union Pacific comenzaron a caer. Sin embargo, no todas las acciones terminaron el día cayendo: Northern Pacific no solo evitó una caída, sino que experimentó un avance. Como resultado de este pánico, Harriman y Hill unieron fuerzas para formar una sociedad de cartera, Northern Securities Company, para controlar Northern Pacific, Great Northern y Burlington. Esta empresa se cerró poco después bajo la Ley Sherman Antimonopolio de 1890.

La Alianza de las Ocho Naciones fue el nombre dado a la unión de tropas del Imperio británico, del Imperio del Japón, del Imperio Ruso, de la Tercera República Francesa, el Imperio Alemán, los Estados Unidos, el Imperio Austrohúngaro, y el Reino de Italia, destinadas a ser enviadas al Imperio de China para derrotar al Levantamiento de los Bóxers. Tras el estallido de la sangrienta revuelta en las regiones septentrionales de China, fueron asesinados numerosos misioneros religiosos de origen europeo, así como comerciantes y diplomáticos extranjeros, junto con chinos convertidos al cristianismo.

Las tropas enviadas inicialmente comprendían destacamentos de potencias que poseían guarniciones dentro de territorio chino, como Reino Unido en su concesión del puerto de Weihai, Francia en la región sureña de Hunan (limítrofe con la Indochina Francesa) y Alemania en el puerto de Qingdao, o en países que poseían territorio limítrofe con China (como Rusia y Japón), aunque después fueron reforzados con contingentes provenientes de sus países de origen. Los contingentes de Italia e Imperio Austrohúngaro (estados que carecían de colonias en Asia) salieron de las pequeñas concesiones que ambos países poseían en China y estaban formadas exclusivamente por tropas navales, mientras que las tropas estadounidenses fueron remitidas desde Filipinas.

En los últimos años del siglo XIX y principios del siglo XX, varios países occidentales compitieron por influir, comerciar y dominar un territorio en Asia Oriental. Mientras, el Japón se esforzaba por asumir el papel de potencia moderna. La situación geográfica de Japón lo alentó a enfocarse en Corea y el norte de China, lo que chocaba con los intereses expansionistas rusos. El esfuerzo japonés por ocupar Corea condujo a la primera guerra sino-japonesa. La derrota china por parte del Japón condujo al Tratado de Shimonoseki (17 de abril de 1895), por el cual China renunciaba a sus reclamaciones sobre Corea, cediendo además Taiwán y Lüshunkou (a menudo llamado Port Arthur). Sin embargo, la presión occidental (por parte de Rusia, Alemania y Francia) obligó al Japón a devolver Port Arthur y Manchuria a China (Triple Intervención del 23 de abril de 1895).

Rusia aprovechó la desestabilización de la zona y en 1896 se firmó un acuerdo con China para el uso de Port Arthur como base ubicada al extremo de la península de Liaodong, en Manchuria, así como el libre acceso ruso a todos los puertos chinos. En el curso de la revuelta de los bóxers de 1900, los rusos ocuparon Manchuria, pese a que parte del Gobierno se mostró contrario a la medida, pues temía que la acción terminase de agriar las relaciones entre Rusia y China. La ocupación, que se verificó sin grandes problemas para los rusos, no suscitó apenas protestas de las demás potencias.  El 8 de abril de 1902, la corte china logró, merced al apoyo de las potencias, que Rusia se comprometiese a evacuar Manchuria en los dieciocho meses siguientes, según un plan de retirada en tres etapas que no cumplió. Los rusos se retiraron de la parte sur de la provincia de Fengtian en octubre, pero en septiembre del año siguiente volvieron a apoderarse de Mukden. En 1901, la Flota del Pacífico rusa se había trasladado a Port Arthur desde Vladivostok, tras el fin de las obras del ferrocarril del Sur de Manchuria.

En 1902, el Reino Unido firmó una alianza con Japón.​ El nuevo Gobierno del conde Hayashi Tadasu había optado por pactar con los británicos ante la imposibilidad de hacerlo con los rusos, que rechazaron la propuesta japonesa de que conservasen Manchuria a cambio de reconocer la posesión japonesa de Corea. El pacto admitía la existencia de especiales intereses políticos y económicos nipones en Corea. Japón trató por última vez de alcanzar un acuerdo con Rusia en 1903, aunque con condiciones más duras merced al respaldo británico y estadounidense del que gozaba; los rusos nuevamente se negaron a permitir que los japoneses dispusiesen a su albedrío de Corea, pero creyeron poder evitar la guerra.​ Al considerar que la penetración rusa en Corea y Manchuria suponía un riesgo para su seguridad nacional, Japón exigió a Rusia que abandonase Manchuria, en cumplimiento de los acuerdos de 1900. Rusia dilató las conversaciones diplomáticas durante dos años y Japón, harto de esperar en vano una respuesta, rompió las relaciones diplomáticas el 6 de febrero de 1904.

La ruptura de relaciones diplomáticas con Japón no preocupó al jefe ruso de Port Arthur, el almirante Yevgueni Alekséyev, que no se la comunicó a parte de sus subordinados, pese a que se sabía que el país vecino se estaba preparando para la guerra.​ La base naval no realizó preparativo alguno para repeler un posible ataque nipón, aunque el jefe de la flota sí dispuso a sus dieciséis navíos a las afueras del puerto,​ para evitar quedar encerrado en él si lo acometían los japoneses.​ La misma noche del 8 de febrero, los japoneses atacaron la flota de Alekséyev. Dos días antes, el mismo en que los japoneses anunciaron la ruptura de relaciones con Rusia, una gran flota japonesa al mando del vicealmirante Heihachiro Togo había zarpado de la base de Sasebo rumbo al mar Amarillo dividiéndose en dos columnas: la principal, al mando del propio Togo, se dirigió hacia Port Arthur, mientras que un destacamento menor se encaminó al puerto de Chemulpo (hoy denominado Incheon).​ Sin previo aviso ni declaración de guerra, la noche del 8 de febrero de 1904 la flota rusa fondeada en Port Arthur fue atacada por sorpresa. En la mañana del 9 de febrero, Chemulpo corrió la misma suerte, lo que dio comienzo a la guerra ruso-japonesa.

Las campañas resultantes, en las cuales el Ejército Imperial Japonés logró obtener varias victorias de manera consistente sobre sus oponentes rusos, fueron un hecho inesperado para muchos en el mundo, pues fue la primera vez que un pueblo no caucásico se enfrentaba y vencía a una potencia imperialista europea. Estas victorias transformaron profundamente el equilibrio de poder en el este de Asia, lo que dio como resultado la consolidación de Japón como país importante en el escenario mundial. Las inesperadas derrotas generaron malestar entre los rusos, debido a su corrupto e ineficiente gobierno zarista, y fueron una de las principales causas que ocasionaron la Revolución rusa de 1905.

La Revolución rusa de 1905 fue una ola de agitación política de masas a lo largo de grandes zonas del Imperio ruso ocurrida a lo largo del año 1905. Algunos de los altercados estaban dirigidos contra el gobierno, otros simplemente carecían de objeto más allá de reclamos muy puntuales de la clase obrera o del campesinado. Se dieron casos de terrorismohuelgas de trabajadores, disturbios campesinos y motines militares, teniendo todos en común una insatisfacción popular generalizada hacia el régimen del zar Nicolás II de Rusia. La revolución condujo al establecimiento de una monarquía constitucional limitada y a la Duma Estatal del Imperio ruso.

La emancipación fue solo una parte de un conjunto de cambios políticos, legales, sociales y económicos que comenzaron en la década de 1860 mientras el imperio se desplazaba lentamente desde el absolutismo feudal hacia el capitalismo, bajo el régimen de la autocracia zarista. Mientras estas reformas habían liberalizado las estructuras económicas, sociales y culturales, el sistema político permaneció prácticamente inalterado. Diversos intentos de reforma fueron duramente rechazados por la monarquía y la burocracia. Incluso los cambios consensuados tuvieron un alcance relativo; por ejemplo, menos de cuarenta provincias tenían zemstva (consejos rurales), cincuenta años después de su introducción legislativa. Las expectativas, contrarrestadas por el limitado progreso reformador, produjeron frustración que, llegado el momento, desembocó en rebeliones. La sensación entre aquellos que se rebelaron fue que la demanda de «tierra y libertad» solo podía satisfacerse mediante la revolución.

En 1905, los grupos revolucionarios se habían recuperado de la opresiva década de 1880. La guerra contra Japón, en un principio popular, estaba ahora contribuyendo al descontento general por la sucesión de las derrotas y la falta de objetivos claros. La evidente desigualdad de la emancipación estaba siendo revisada, al tiempo que los campesinos protestaban quemando granjas en todo el país. El crecimiento económico de la década de 1890 dio paso a una depresión durante la que los obreros protestaban por sus pésimas condiciones. En 1903, un tercio del ejército ruso en la parte occidental del país tenía asignadas tareas de «acción represora».

El 9 de enerojul./ 22 de enero de 1905greg., día conocido como «Domingo Sangriento», hubo una marcha pacífica de protesta de obreros en San Petersburgo. El objetivo de la marcha era entregar al zar una petición de mejoras laborales, y la formaban familias trabajadoras enteras. Iba encabezada por un sacerdote, el clérigo Gueorgui Gapón y no respondía a ninguna consigna política: era fundamentalmente obrera y campesina, al punto que numerosos obreros avanzaban llevando iconos religiosos y cruces, sin armas.

La manifestación fue salvajemente aplastada por soldados de infantería y tropas cosacas, apostados enfrente del Palacio de Invierno, que dispararon sucesivas descargas de fusilería contra la multitud desarmada y luego persiguieron por calles y avenidas a los supervivientes, disparando durante horas, cobrándose un número de víctimas que aún hoy se discute; los periódicos del momento hablaron de al menos 2000 muertos, entre hombres, mujeres, y niños, más un número impreciso de heridos. El zar Nicolás II, mientras tanto, no se encontraba en la ciudad; la había abandonado temiendo por su seguridad. Cuando se difundieron las noticias de la sangrienta represión política en la capital, se generó una oleada de protestas en toda Rusia: el divorcio entre el zar y la masa de campesinos y obreros abocaba a Rusia a lo peor.

La represión del Domingo Sangriento hizo posible que muchos elementos de la sociedad rusa emprendieran una protesta activa. Cada grupo tenía sus propios objetivos, e incluso dentro de clases similares no existía un liderazgo predominante. Los principales colectivos movilizados fueron los campesinos (razones económicas), los obreros (razones económicas y antiindustrialismo), los intelectuales y liberales (en lo concerniente a los derechos civiles), las fuerzas armadas (razones económicas) y grupos étnicos minoritarios (libertad cultural y política).

La situación económica de los campesinos era insostenible. Los levantamientos se multiplicaron durante todo el año, alcanzando máximos a principios de verano y en otoño, y culminando en noviembre. Las actividades incluían la ocupación de tierras de la aristocracia —acompañada a veces de violencia e incendios de fincas—, el saqueo de latifundios y la caza y tala ilegales en los bosques. El medio de resistencia de los obreros era la huelga. Se produjeron huelgas masivas en San Petersburgo inmediatamente después del Domingo Sangriento. Más de 400 000 trabajadores se habían unido a una huelga general en la capital rusa a finales de enero de 1905. Esta actividad se propagó rápidamente a otros centros industriales en PoloniaFinlandia y la costa báltica. El 13 de enero (jul.), en Riga, murieron setenta manifestantes en una batalla campal con la policía imperial y, unos cuantos días después, en las calles de Varsovia, cien huelguistas fueron disparados por tropas imperiales. En febrero hubo huelgas en la cuenca minera del Cáucaso y en abril en las fincas y minas de los montes Urales y más allá de la cordillera.

En marzo, todas las universidades fueron obligadas a cerrar hasta fin de año en tanto docentes y alumnos eran «animadores» de las huelgas y protestas, haciendo que se unieran estudiantes radicales a los trabajadores en huelga. En octubre, el efímero Sóviet de San Petersburgo, un organismo democrático de masas que servía de interlocución con el zarismo y del cual fue votado León Trotski como representante, organizó la huelga de doscientas fábricas, la «Gran Huelga de Octubre», paralizando la capital rusa por días, durante los cuales no circularon tranvías, ni operaron telégrafos ni teléfonos. De la capital esta huelga se propagaría rápidamente a Moscú, y para el 13 de octubre (jul.) estalló una huelga general de los ferrocarriles: no habría ningún tren en activo en todo el Imperio ruso.

Con la sangrienta y fracasada guerra ruso-japonesa hubo cierta inquietud entre las unidades de reserva del Ejército desde 1904, y se hizo más difícil para el gobierno contar con la lealtad de los reclutas. Al difundirse las noticias de las graves derrotas rusas en el Extremo Oriente, el ministro Serguéi Witte emprendió rápidamente las negociaciones de paz con Japón, firmando el 5 de septiembre el Tratado de Portsmouth con mediación de Estados Unidos y donde el Imperio Ruso se reconocía derrotado. En 1905 hubo diversos motines entre la marinería en SebastopolVladivostok y Kronstadt, alcanzando en junio su mayor fuerza con la insurrección del acorazado Potiomkin.  Los motines de marineros eran desorganizados y acabaron siendo brutalmente aplacados, pero el descontento entre la masa popular y los reclutas (originarios de las capas campesinas y obreras) causó el temor gubernamental.

Los grupos nacionalistas estaban furiosos a causa de la rusificación llevada a cabo desde el reinado de Alejandro II. Los polacos, fineses y las provincias bálticas reivindicaban la autonomía, así como libertad para usar sus lenguas nacionales y promover su propia cultura. Los colectivos musulmanes también fueron especialmente activos. Algunos grupos aprovecharon la oportunidad para marcar diferencias entre sí antes que con Rusia. Algunos nacionalistas, a su vez, llevaron a cabo acciones antisemitas (pogromos), posiblemente con ayuda del gobierno, deseoso de derivar la furia de las masas contra una minoría étnica muy impopular como los judíos

El gobierno respondió rápidamente. El zar había tenido la esperanza de evitar cualquier cambio importante; como medio de evitar mayor animadversión del pueblo hacia la corona destituyó a su ministro del Interior Sviatopolk-Mirski, responsabilizándolo de la masacre del Domingo Sangriento. Tras el asesinato de su pariente, el gran duque Serguéi Aleksándrovich el 4 de febrero (jul.), acordó la realización de diversas concesiones. El 18 de febrero (jul.) firmaría tres declaraciones, en la más importante de las cuales anunciaría la creación de una asamblea consultiva, la Duma Imperial de Rusia. El 14 de octubre (jul.) se entregó al zar el Manifiesto de Octubre, escrito por Witte y Alekséi Obolenski. En él se indicaban la mayoría de las demandas del congreso zemstvo de septiembre, como la concesión de derechos civiles, la legalización de los partidos políticos, el sufragio universal y el establecimiento de la Duma Imperial de Rusia como órgano legislativo central.​ El zar esperó y discutió durante tres días, pero finalmente firmó el manifiesto el día diecisiete.

En abril de 1906, el gobierno promulgó la Constitución, asentando los límites de este nuevo orden político. Confirmó al zar como gobernante absoluto, con control total del ejecutivo, política exterior, Iglesia y Fuerzas Armadas. La Duma fue reformada, transformándose en una cámara de menor rango que el Consejo de Estado, la mitad de cuyos miembros eran elegidos directamente por el monarca. Las leyes habían de ser aprobadas por la Duma, el Consejo y el zar como trámite previo a su puesta en vigor; en «condiciones excepcionales», el gobierno podría sortear la Duma y promulgar leyes sin el beneplácito de la Duma. Entre las múltiples limitaciones de esta se contaban también que los ministros los elegía el zar y le rendían cuentas a él, no al Parlamento.​ Los ministros no formaban un Consejo de Ministros, sino que respondían individualmente ante el monarca.​ La Duma carecía de poderes para controlar la acción de gobierno del soberano o de los ministros. Además, podía ser disuelta por el zar en cualquier momento. 

También en abril, tras haber negociado un préstamo de novecientos millones de rublos con el fin de reparar las finanzas rusas, Serguéi Witte dimitió. Aparentemente, el zar había «perdido la confianza» en él. Conocido posteriormente como el «político más destacado de la última Rusia Imperial», Witte fue reemplazado por Iván Goremykin, un lacayo del zar. Tras haber demandado una liberalización más profunda  la Primera Duma fue disuelta por el zar en julio de 1906.La represión recrudeció tras el intento de asesinato de Piotr Stolypin. En esencia el país permaneció inalterado, el poder político continuó perteneciendo al zar en exclusiva, con la riqueza y la tierra en manos de la nobleza. 

Un tratado de no agresión y regulación de la expansión colonial entre el Reino Unido y Francia, conocido como Entente cordiale (del francés: entendimiento cordial), se firmó el 8 de abril de 1904, ratificado mediante una serie de acuerdos firmados posteriormente. Más allá de la preocupación inmediata por la expansión colonial incluida en el tratado, la firma de la Entente Cordiale marcó el fin de siglos de conflictos intermitentes entre ambas naciones y el inicio de una coexistencia pacífica que continúa en el presente.

Una primera entente cordiale entre Francia y el Reino Unido fue llevada a buen término con el hecho de las dos visitas de la reina Victoria con el soberano francés en 1843 y 1845, en el castillo de Eu, en Normandía. Bajo la Tercera República, una nueva aproximación se hizo entre ambos países bajo el mismo nombre.

La Conferencia Internacional de Algeciras tuvo lugar en la ciudad española de Algeciras entre el 16 de enero y el 7 de abril de 1906. El objetivo de la conferencia fue solucionar la llamada Primera Crisis Marroquí que enfrentaba a Francia con Alemania. Dicha crisis había surgido en 1904 con motivo del acuerdo que habían suscrito Francia y España, con el visto bueno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, para delimitar las zonas de África sobre las que dichas potencias coloniales ejercerían su dominio.

Los alemanes mostraron su disconformidad con dicho acuerdo al estar también interesados en un protectorado propio en Marruecos, alegando como justificación la crecida deuda que tenía el sultán de Marruecos con bancos alemanes, así como el interés de importantes comerciantes germanos en desarrollar sus actividades en suelo marroquí, e iniciaron una ofensiva diplomática que culminaría el 31 de marzo de 1905 con la visita a Tánger del káiser Guillermo II, donde este anunció su defensa de la independencia marroquí y exigió la convocatoria de una reunión de las potencias afectadas por la situación inestable del sultanato, lo cual implicaba una velada crítica a los intereses coloniales de Francia en esa región.

El pánico financiero de 1907, también conocido como el pánico de los banqueros de 1907, fue una crisis financiera que tuvo lugar en los Estados Unidos cuando la Bolsa de Nueva York cayó cerca de un 51% respecto a su máximo del año anterior. El pánico se desencadenó durante un momento de recesión, cuando se produjeron varios episodios de desplome de bancos y de sociedades fiduciarias. El pánico de 1907 se propagó por todo el país cuando numerosos bancos nacionales y locales así como diversos otros negocios entraron en bancarrota.

La crisis se produjo después del fracaso, en octubre de 1907, de un intento de acaparar el mercado con acciones de la United Copper Company. Cuando esta oferta fracasó, los bancos que habían prestado dinero para la operación de acaparamiento quebraron, y todos sufrieron pérdidas que se propagaron a los bancos y sociedades fiduciarias afiliadas. Como resultado, una semana más tarde la Knickerbocker Trust Company, el tercer fondo más grande de Nueva York, estaba en la ruina. El colapso del Knickerbocker acrecentó el temor en torno a los fondos de la ciudad, mientras que los bancos regionales retiraban sus reservas de los bancos de Nueva York. El pánico se extendió por todo el país, cuando un vasto número de ahorristas retiraron sus depósitos de los bancos regionales.

El pánico podría haberse profundizado si no hubiera sido por la intervención de J. P. Morgan, quien empeñó grandes sumas de su propio dinero y convenció a otros banqueros neoyorquinos para que hicieran lo mismo, apuntalando el sistema financiero. En esa época, los Estados Unidos no contaban con un banco central que pudiera inyectar liquidez al mercado.

En noviembre, el contagio había terminado en su mayor parte, aunque surgió una posterior crisis cuando una gran compañía de corretaje prestó importantes cantidades de dinero usando las acciones de la Tennessee Coal, Iron and Railroad Company (TC&I) como garantía. El colapso del precio de las acciones de TC&I fue evitado por una adquisición de emergencia aprobada por el presidente antimonopolista Theodore Roosevelt. Al año siguiente, el senador Nelson W. Aldrich estableció y presidió una comisión para investigar la crisis y propuso soluciones para situaciones futuras, llevando a la creación del La Reserva Federal.

La Entente anglo-rusa fue un acuerdo de 1907, en el cual la Gran Bretaña y el Imperio ruso apaciguaron sus disputas coloniales sobre PersiaAfganistán y el Tíbet. Fue firmado durante el Convenio anglo-ruso. Delineó las esferas de influencia en Persia, estipulando que ningún país debía interferir en los asuntos internos del Tíbet y reconociendo el control de los británicos sobre Afganistán. Este acuerdo indujo a la formación de la Triple Entente.

La Triple Entente  fue un pacto firmado en 1907, conformado por la alianza franco-rusa, la Entente Cordiale franco-británica de 1904 y el acuerdo ruso-británico de 1907. La Tercera República Francesa se comprometió a entrar en guerra contra el Imperio alemán si atacaba al Imperio ruso, y, por el otro lado, el Reino Unido solo se comprometió a prestar apoyo diplomático.

La crisis del mercado de valores de caucho de Shanghái fue una crisis económica causada por los banqueros y accionistas que estimularon en exceso las existencias de caucho en Shanghái en 1910. Esta crisis provocó una gran cantidad de quiebras de bancos nativos chinos en Tianjing . Guangzhou , etc. Históricamente, esta crisis, culminada con la crisis del mercado en la década de 1920, provocó una destrucción masiva del desarrollo del mercado en Shanghái.

En el período tardío de la dinastía Qing (principios del siglo XX), la industria del automóvil estaba creciendo, lograda con el producto del caucho. En los Estados Unidos , la exportación de caucho aumentó de $57 millones en 1908 a $70 millones en 1909. En Gran Bretaña, la exportación de caucho aumentó de 840 mil libras en 1908 a 1,41 millones de libras en 1909. Esta demanda estimuló los precios del producto.

La especulación en el mercado de materias primas, produjo crisis tanto en los mercados financieros de Occidente, como en los países productores de estas materias primas. estas crisis condujeron a revueltas y revoluciones, en América latina y Asia, sobre todo.

La Revolución mexicana fue un conflicto armado que se inició en México el 20 de noviembre de 1910. Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo la dictadura conocida como el porfiriatoPorfirio Díaz ejerció el poder en el país de manera dictatorial desde 1876 hasta 1911. Durante estos 35 años, México experimentó un notable crecimiento económico y tuvo estabilidad política, pero estos logros se realizaron con altos costos sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el porfiriato.

Cuando Díaz aseguró en una entrevista que se retiraría al finalizar su mandato sin buscar la reelección, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al Gobierno cobró relevancia ante la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.

Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio (Texas), el 5 de octubre de 1910, proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el Gobierno de Díaz el 20 de noviembre de 1910. El conflicto armado se inició en el norte del país y posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados ocuparon Ciudad Juárez. (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia. Lo sucedió Francisco León de la Barra como presidente interino.

En 1911 se realizaron nuevas elecciones en las cuales resultó electo Madero. Desde el comienzo de su mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el Gobierno maderista, y la Rebelión de Baja California,  una campaña militar de carácter anarquista impulsada por el Partido Liberal Mexicano (PLM) de los hermanos Flores Magón. En 1913 un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por Félix DíazBernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza y Francisco Pancho Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país.

A partir de ese suceso se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Carranza, jefe de la Revolución, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado presidente del país, pero las hostilidades reiniciaron cuando Carranza desconoció el acuerdo. Después de derrotar a la Convención, los constitucionalistas pudieron iniciar trabajos para la redacción de una nueva Constitución y llevar a Carranza a la presidencia en 1917. La lucha entre facciones estaba lejos de concluir. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios: Emiliano Zapata en 1919, Venustiano Carranza en 1920, Francisco Villa en 1923, y Álvaro Obregón en 1928.

Actualmente no existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario. Algunas fuentes lo sitúan en 1917, con la proclamación de la Constitución mexicana, en 1924 con la presidencia de Plutarco Elías Calles o en 1928 con el asesinato del reelecto presidente Álvaro Obregón. Incluso hay algunas que aseguran que el proceso se extendió hasta los años 1940, como Alfonso Taracena.

La Revolución de Xinhai fue una revolución que derrocó a la última dinastía imperial de China (la dinastía Qing) y estableció la República de China. La revolución se llamó Xinhai (Hsin-hai) porque ocurrió en 1911, el año de la rama madre de Xinhai (en chino, 辛亥, «cerdo de metal») en el ciclo sexagenario del calendario chino. La revolución consistió en muchas revueltas y alzamientos. El punto de inflexión fue el levantamiento de Wuchang el 10 de octubre de 1911, que fue el resultado del mal manejo del Movimiento de Protección Ferroviaria. La revolución terminó con la abdicación del último emperador de seis años, Puyi, el 12 de febrero de 1912, que marcó el fin de los 2000 años de gobierno imperial y el comienzo de la era republicana de China.

La revolución surgió principalmente en respuesta al declive del estado Qing, que había demostrado ser ineficaz en sus esfuerzos por modernizar a China y enfrentar la agresión extranjera. Muchos grupos clandestinos anti-Qing, con el apoyo de los revolucionarios chinos en el exilio, intentaron derrocar a los Qing. La breve guerra civil que siguió se terminó a través de un compromiso político entre Yuan Shikai, el hombre fuerte militar de Qing, y Sun Yat-sen, el líder de Tongmenghui (Liga Unida). Después de que la corte Qing transfirió el poder a la república recién fundada, se creó un gobierno de coalición provisional junto con la Asamblea Nacional. Sin embargo, el poder político del nuevo gobierno nacional en Beijing pronto fue monopolizado por Yuan y llevó a décadas de división política y caudillismo, incluidos varios intentos de restauración imperial.

La crisis de Agadir o Segunda Crisis Marroquí (1911) estuvo a punto de desencadenar una guerra entre Francia y el Imperio alemán. En 1911 estalló una revuelta contra el Sultán de Marruecos, que en poco tiempo se ve sitiado en su palacio por los rebeldes; ante lo cual Francia y España lanzaron sendas operaciones militares para restablecer la autoridad del sultán. El incidente comenzó por el envío de un buque cañonero alemán al puerto atlántico marroquí de Agadir, un enclave estratégico de importancia tanto por sí mismo (es el mejor puerto de la zona entre Gibraltar y Canarias) como por la situación de protectorado colonial francés en Marruecos, con el pretexto de defender a los comerciantes alemanes de la zona.

Esta acción fue interpretada como un nuevo desafío a Francia, tras la Primera Crisis Marroquí, pues la llegada del cañonero permitiría un pretexto para que Alemania instalase una base naval en Agadir. Gran Bretaña se opuso vivamente a tal pretensión y mostró desde el inicio su apoyo a Francia como única potencia poseedora del protectorado en Marruecos. El Imperio alemán no admitía empezar un enfrentamiento en simultáneo contra franceses y británicos, por lo cual reconoció los derechos de los franceses, pero pidió a Francia una «compensación» por las presuntas «pérdidas» alemanas al no poder penetrar en Marruecos.

En el caso de Agadir, la activación de la diplomacia europea también consiguió la resolución de la crisis, que concluyó con la firma de un acuerdo franco-alemán por el que Alemania daba manos libres a Francia en Marruecos a la que el II Imperio alemán no tendría derecho de discutir, todo esto a cambio de una parte importante del norte Congo francés que sería cedido a Alemania para pasar este territorio a engrosar el territorio del Imperio colonial alemán.

Alemania renunciaría definitivamente a sus pretensiones sobre Marruecos tras el Tratado de Fez: como parte del tratado, Alemania reconoció las esferas de influencia francesas y españolas en Marruecos, recibiendo a cambio territorios en el Congo Medio, una colonia del África Ecuatorial Francesa, los cuales se convirtieron en parte de Camerún Alemán. Mientras la tensión internacional se agudizaba, la alianza franco-británica conocida como Entente Cordiale, recientemente incluida en lo que se conoció como Triple Entente junto al Imperio ruso, salió fortalecida al apoyar Londres resueltamente al gobierno de París. Las buenas relaciones entre los dos países venían al menos desde la resolución de la crisis de Fachoda en 1898, por su común recelo al creciente poder alemán.

En la primera década del siglo XX, Austria-Hungría vio frustrados sus intentos de someter a Serbia y devolverla a su posición de satélite del imperio que había tenido en ciertos periodos del siglo anterior. Los medios económicos habían fracasado en la «guerra del Cerdo», ya que Serbia encontró otros mercados y acabó con la dependencia económica con el imperio vecino; y Viena carecía ya de influencia financiera para influir en el reino colindante. El intento austrohúngaro de que Serbia comprase su nueva artillería al imperio (a Škoda) tampoco fructificó: los serbios acudieron al mercado francés, que financió la compra a la firma Schneider-Creusot. Las relaciones austro-serbias se habían deteriorado definitivamente por la anexión imperial de Bosnia en 1908.

Algo similar había sucedido con Bulgaria. El zar Fernando I de Bulgaria, que dominaba la política exterior del país, sufrió una afrenta del emperador Guillermo II cuando se hallaba de visita en Alemania en 1909 para firmar un contrato de suministros militares con Krupp.​ El zar abandonó el palacio de inmediato y, a los pocos meses, Bulgaria firmó el contrato armamentístico con la francesa Schneider-Creusot. La hostilidad de Fernando hacia los monarcas alemán y austrohúngaro y la escasa dependencia económica búlgara de los dos imperios reducían la posibilidad de estos de influir en Sofía.

Bulgaria proclamó la independencia inmediatamente después de la revuelta en Salónica y Austria-Hungría se anexionó formalmente Bosnia y Herzegovina, ocupadas desde 1878. La crisis bosnia marcó el comienzo de un distanciamiento entre las potencias, cada vez más agrupadas en dos coaliciones rivales, lo que acabó con el concierto que había evitado hasta entonces cambios de importancia en los Balcanes desde el Congreso de Berlín de 1878; las desavenencias de las potencias favorecían las ambiciones expansionistas de los Estados balcánicos.

En especial, la crisis acabó​ con la colaboración entre Rusia y Austria-Hungría que había permitido el mantenimiento de cierto equilibrio en la región y agudizó la competición de estas dos grandes potencias por dominar la península. Rusia impulsó la formación de una liga de Estados de la zona para frenar la expansión austrohúngara en los Balcanes. La anexión truncó además toda posibilidad de entendimiento entre Austria-Hungría y Serbia.

Una nueva guerra entre Italia y el Imperio otomano estalló en septiembre de 1911, que animó a los Estados balcánicos a plantearse el ataque contra este. Italia había enviado armas a los rebeldes albaneses meses antes para propiciar el desorden en el imperio y facilitar su inminente campaña en África. Varios de los Estados balcánicos se ofrecieron a colaborar con Italia, que rechazó estas ofertas, pues no deseaba extender el conflicto a los Balcanes, actitud compartida por las demás potencias.​ Desde entonces el Gobierno búlgaro de Ivan Evstratiev Geshov decidió que solamente mediante un conflicto con los otomanos podría obtener Macedonia.​ El 1 de noviembre de 1911, Montenegro propuso una liga militar a Austria-Hungría, para apoderarse más fácilmente del norte de Albania. Viena, que no deseaba alentar el expansionismo montenegrino, no aceptó la propuesta.

La debilidad otomana era manifiesta a principios de 1912. A la contienda que libraba con Italia se unió una nueva revuelta albanesa en mayo, originada por los abusos de los Jóvenes Turcos durante las elecciones del mes anterior.​ Serbia entregó armamento a los rebeldes. Estos se apoderaron fácilmente de Skopie en agosto. El Gobierno del CUP, incapaz de sofocar la rebelión, tuvo que dimitir.​ La crisis política perjudicó al ejército, desanimado por las luchas partidistas en un momento tan grave. Ante la posible marcha de los rebeldes albaneses contra Salónica, el Gobierno decidió enviar cien mil reservistas a Tracia, medida que precipitó la movilización de los ejércitos de la liga el 30 de septiembre y 1 de octubre.

El objetivo de la Liga era expulsar de Europa al Imperio otomano y repartirse sus territorios balcánicos. La primera guerra balcánica comenzó oficialmente el 8 de octubre de 1912 y finalizó el 30 de mayo de 1913 con el Tratado de Londres tras la derrota del Imperio otomano, inferior militarmente a los coligados. La guerra comenzó con una acometida montenegrina contra Novi Pazar, a la que siguió una ofensiva búlgara en Tracia. Las fuerzas búlgaras derrotaron a los otomanos en Lule-Burgas a finales de mes y sitiaron Adrianópolis, al tiempo que marchaban contra la capital del imperio, Constantinopla. Se detuvieron ante la línea defensiva de Çatalca, a treinta kilómetros al oeste de la ciudad.

Mientras, los serbios penetraron en Macedonia y Kosovo y se unieron a las unidades montenegrinas que avanzaban a su vez desde el oeste. El 2.º Ejército otomano, derrotado, se retiró hacia Albania a principios de noviembre; los griegos avanzaron hacia el norte el 8 del mes y se adueñaron de Salónica. Los coligados vencieron a los dos ejércitos otomanos destinados en Europa en menos de dos meses y despojaron al imperio de sus territorios balcánicos.​ En diciembre, se firmó el armisticio que puso fin temporalmente a los combates.

Las pequeñas naciones balcánicas lograron expulsar a los otomanos de casi todo el territorio de la península, pero no pudieron evitar enfrentarse entre sí por el reparto de las tierras que les habían arrebatado, lo que originó la segunda guerra de los Balcanes. Este fue un breve conflicto que enfrentó en el verano de 1913 a Bulgaria con sus antiguos aliados de la Liga Balcánica, Rumanía y el Imperio otomano, del que salió derrotada. La guerra llevó a un nuevo tratado de paz, el Tratado de Bucarest,​ que modificó el reparto territorial acordado en el reciente Tratado de Londres que había puesto fin a la primera guerra balcánica en la que la Liga había derrotado a los otomanos.

Los combates duraron treinta y tres días y comenzaron con una ofensiva búlgara que pronto dio paso a contraofensivas serbias y griegas. La intransigencia territorial búlgara, que no se avino a aceptar la posesión griega de Salónica para mantener su alianza con Grecia, ni a ceder la Dobruya meridional para evitar el ataque rumano que decidió la contienda, facilitaron su derrota final. Aunque los búlgaros lograron contener finalmente casi todos los avances serbo-griegos, la entrada en el conflicto de Rumanía primero y del Imperio otomano más tarde garantizó su derrota.

Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como imperialistas dieron lugar a que cada Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la industria de armamento y al fortalecimiento del ejército, todo este excesivo gasto militar desembocaría a la larga en quiebras nacionales.  La nueva política alemana empezó a desarrollar una flota naval tan poderosa como la Royal Navy británica, a buscar insistentemente colonias ultramarinas y apoyar las ambiciones de Austria-Hungría contra el Imperio Ruso, lo cual trajo varios conflictos.

Como resultado, las dos naciones empezaron a competir y Alemania empezó a dedicar cuantiosos recursos económicos para la construcción de la Marina Imperial alemana. Bajo el mando del almirante Alfred von Tirpitz, la marina alemana pretendía rivalizar con la Royal Navy británica por la supremacía naval en el mundo. Se dedicaron  esfuerzos cada vez mayores en la construcción de buques capitales. La construcción en 1906 del HMS Dreadnought, un acorazado revolucionario para la época que volvió obsoletos todos los diseños anteriores a él, amplió la ventaja del Imperio británico sobre su rival alemán.

 La carrera armamentista entre Reino Unido y Alemania, aunque los germanos consideraban a Francia su principal rival dentro de las fronteras europeas, acabó extendiéndose al resto de Europa, y todas las grandes potencias dedicaron su industria a la producción de equipos y armas necesarias para un futuro conflicto paneuropeo. ​Entre 1908 y 1913 la carrera armamentística llegó a su apogeo y se estima que los gastos militares aumentaron en ese lustro en un 50%.

El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. Allí, un grupo de seis militantes (Cvjetko PopovićMuhamed MehmedbašićNedeljko ČabrinovićTrifko GrabežVaso Čubrilović y Gavrilo Princip) de la organización revolucionaria Joven Bosnia, grupo juvenil de la organización secreta Mano Negra, se habían reunido en la calle donde estaba previsto que pasara la caravana del archiduque con la intención de asesinarlo. Cuando la comitiva pasó por la calle, Čabrinović lanzó una granada al coche de Francisco Fernando, pero falló. Algunos viandantes resultaron heridos en las inmediaciones por la explosión, pero el convoy de Fernando continuó su marcha y los demás asesinos no actuaron cuando el coche pasó por delante de ellos. Una hora más tarde, cuando Francisco Fernando regresaba del ayuntamiento de Sarajevo en dirección a un hospital para visitar a los heridos por el atentado, la caravana se equivocó y giró hacia una calle donde, casualmente, se encontraba Gavrilo Princip. Al paso del coche del archiduque, Princip sacó su pistola, una FN Modelo 1910, y disparó a Fernando y a su esposa Sofía; Princip intentó suicidarse, pero la turba que había presenciado el magnicidio se lo impidió y fue posteriormente detenido.​

El asesinato condujo a un mes de maniobras diplomáticas entre las principales potencias europeas: Austria-Hungría, Alemania, Rusia, Francia y Reino Unido, conocidas como crisis de julio. Austria-Hungría entregó a Serbia un ultimátum el 23 de julio donde hacía diez demandas imposibles de aceptar para justificar una guerra contra Serbia. Al día siguiente, después de celebrarse un consejo de ministros en Rusia presidido por el mismo zar, Rusia ordenó la movilización general de sus tropas en los distritos y flotas del mar Báltico, el mar NegroOdesaKievKazán y Moscú. También se pidió a otras regiones acelerar los preparativos para una inminente movilización general. El día 25, Serbia decretó la movilización general y esa misma noche declaró que aceptaba todos los términos del ultimátum, excepto el artículo sexto, que exigía el envió de una delegación austriaca a Serbia para participar en la investigación del asesinato. Al día siguiente, Austria rompió sus relaciones diplomáticas con Serbia y un día después ordenó la movilización parcial; el día 28, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia.

El 29 de julio, Rusia salió en ayuda de su protegido serbio y declaró, de forma unilateral y fuera de los procedimientos previstos en los acuerdos militares franco-rusos, la movilización parcial contra el Imperio austrohúngaro. El canciller de Alemania, Theobald von Bethmann-Hollweg, decidió retrasar su respuesta hasta el día 31, pero no daría tiempo a meditarla, pues el día 30 Rusia ordenó una movilización general contra Alemania, y en respuesta, esta se declaró en «estado de peligro de guerra». El káiser Guillermo II de Alemania, pidió a su primo, el zar Nicolás II de Rusia, que detuviera la movilización general de su país, a lo que este se negó y a lo que Alemania respondió con un ultimátum donde exigía la desmovilización rusa y el compromiso de no apoyar a Serbia. Otro fue enviado a Francia, donde se pedía que no apoyase a Rusia si esta salía en defensa de Serbia. El 1 de agosto, tras la respuesta negativa de Rusia, Alemania se movilizó y declaró la guerra a Rusia, y por su parte Austría-Hungría ordenaría la movilización general el 4 de agosto.

El 28 de julio, los austrohúngaros iniciaron las hostilidades con el intento de invasión de Serbia. Mientras Rusia se movilizaba, Alemania invadió Bélgica, que se había declarado neutral, y Luxemburgo en su camino a Francia. La violación de la soberanía belga llevó al Reino Unido a declarar la guerra a Alemania. Había comenzado la Primera Guerra Mundial.

Los alemanes fueron detenidos por los franceses a pocos kilómetros de París, y se inició una guerra de desgaste donde las líneas de trincheras apenas sufrirían variación alguna hasta 1917. Este frente es conocido como frente occidental. En el frente oriental, el ejército ruso logró algunas victorias frente a los austrohúngaros, pero fueron detenidos por los alemanes en su intento de invadir Prusia Oriental. En noviembre de 1914, el Imperio otomano entró en la guerra, lo que significó la apertura de distintos frentes en el CáucasoMesopotamia y el SinaíItalia y Bulgaria se unieron a la guerra en 1915, Rumanía en 1916 y los Estados Unidos en 1917. ( Enlazamos aquí con la primera entrada de esta serie para la historia de Ucrania ).

 Poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el 4 de agosto de 1914, el Consejo Supremo de la Hermandad Republicana Irlandesa o IRB se reunió y, bajo la premisa que dice que «los apuros de Inglaterra son las oportunidades de Irlanda», se decidió pasar a la acción poco antes del final de la guerra. Con este fin, el tesorero de la IRB, Tom Clarke, formó un Comité Militar que habría de planificar el alzamiento, formado en un principio por Patrick Pearse,  Éamonn Ceannt y Joseph Plunkett, y al que se incorporarían algo más tarde el propio Clarke y Sean McDermott. Todos excepto Clarke eran miembros tanto de la IRB como de los Voluntarios Irlandeses

El lunes de Pascua de abril de 1916 tuvo lugar el Alzamiento de Pascua, una rebelión contra la autoridad del Reino Unido en Irlanda. Este intento revolucionario republicano se produjo entre el 24 de abril y el 29 de abril de 1916, cuando parte de los Voluntarios Irlandeses encabezados por el maestro y abogado Patrick Pearse, así como el reducido Ejército Ciudadano Irlandés del líder sindicalista e izquierdista James Connolly, tomaron posiciones clave de la ciudad de Dublín y proclamaron la República Irlandesa. El acontecimiento suele interpretarse como el momento clave del proceso de independencia irlandés, aunque también marcó la división entre el republicanismo y el nacionalismo irlandés, que hasta el momento había aceptado la promesa de una autonomía limitada bajo la Corona británica, plasmada en la tercera Ley de gobierno autónomo (o Home Rule), que había sido aprobada en 1914 y suspendida debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. La rebelión fue reprimida después de seis días de enfrentamientos, aunque se la considera exitosa por conseguir elevar al primer plano la cuestión de la independencia de Irlanda, que años más tarde se materializaría en realidad.

Tras años de relativo estancamiento, la guerra empezó su desenlace en marzo de 1917 con la caída del gobierno ruso tras la Revolución de Febrero y la firma de un acuerdo de paz entre la Rusia revolucionaria y las Potencias Centrales después de la Revolución de Octubre, en marzo de 1918. El 3 de noviembre de 1918, el Imperio austrohúngaro firmó un armisticio. Tras una gran ofensiva alemana a principios de 1918 a lo largo de todo el frente occidental, los Aliados hicieron retroceder a los alemanes en una serie de exitosas ofensivas. Alemania, en plena revolución, solicitó un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a la guerra con la victoria aliada.

Tras el fin de la guerra, cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano. Los Estados sucesores de los dos primeros perdieron una parte importante de sus antiguos territorios, mientras que los dos últimos se desmantelaron. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra Mundial se fraguó la revolución rusa.

El término Revolución rusa agrupa todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial entre febrero y octubre de 1917, que llevó a la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se vio obligado a abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por un Gobierno Provisional tras la primera Revolución de Febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues el calendario juliano estaba en uso en Rusia en ese momento).

La Revolución de Febrero se centró, originalmente, en torno a Petrogrado.  En el caos, los miembros del parlamento imperial o Duma asumieron el control del país, formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del ejército sentía que no tenían los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó. Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones socialistas más radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas milicias. La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares sufridos durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín. 

A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual el Gobierno provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red nacional de sóviets (consejos), liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más importante, tenía la lealtad de las clases bajas y la izquierda política. Durante este período caótico hubo motines frecuentes, protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió continuar la guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña para detener el conflicto.

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del Gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.  Las manifestaciones a favor y en contra del Gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável Miliukov, del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para poner fin a la guerra.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.

Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.  Estas protestas se produjeron al mismo tiempo que tenía lugar una crisis gubernamental por la dimisión de los ministros kadetes del Gobierno, lo que dejó la gestión de la crisis en manos de los dirigentes defensistas del Sóviet de Petrogrado, principalmente de los mencheviques. Las llamadas Jornadas de Julio fueron respaldadas por los anarcocomunistas y los bolcheviques. Las marchas, multitudinarias, se sucedieron a lo largo de tres días en los que los manifestantes, entre los que se encontraban socialrevolucionarios de izquierdaanarquistas y bolcheviques, exigieron con vehemencia pero inútilmente a los dirigentes del Sóviet de Petrogrado que derrocasen al Gobierno provisional ruso y tomasen el poder, con la intención de poner en marcha amplias reformas. Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional.

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,31​ no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el contingente se disolviera.

En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido bolchevique, dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los bolcheviques se nombraron a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando la Checa, organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los líderes bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918.

Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia que iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en última instancia, salieron victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos históricos notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo un movimiento visible en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo el Imperio ruso y en las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la tierra y la redistribuyeron.

La recesión posterior a la Primera Guerra Mundial fue una recesión económica que golpeó a gran parte del mundo después de la Primera Guerra Mundial . En muchas naciones, especialmente en América del Norte, el crecimiento económico continuó e incluso se aceleró durante la Primera Guerra Mundial cuando las naciones movilizaron sus economías para la guerra en Europa. Después de que terminó la guerra, la economía mundial comenzó a declinar. En los Estados Unidos , 1918-1919 vio un retroceso económico modesto, pero la segunda parte de 1919 vio una leve recuperación. Una recesión más severa azotó a los Estados Unidos en 1920 y 1921, cuando la economía mundial cayó de forma muy pronunciada.

La pandemia de gripe de 1918, también conocida como gripe española o trancazo, tuvo un impacto económico adverso. Muchas empresas cerraron durante lo peor del brote y la gran cantidad de muertos redujo significativamente la población activa. En América del Norte, la recesión que siguió inmediatamente a la Primera Guerra Mundial fue extremadamente breve, duró solo siete meses desde agosto de 1918 (incluso antes de que la guerra terminara realmente) hasta marzo de 1919. [1] Una segunda recesión, mucho más severa, a veces denominada depresión , comenzó en enero de 1920. Varios índices de actividad económica sugieren que la recesión fue moderadamente severa. En Alemania , la recesión económica y la inflación fue más dura debido a la imposición del Tratado de Versalles . Un período de hiperinflación devaluó gravemente el marco y casi paralizó la economía alemana.


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